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Papillon por Reilaa_

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Luego de pasar algunos minutos en el patio de la empresa, MinHo creyó conveniente regresar a su oficina, si es que quería evitar un regaño de su jefe, si llegaba a descubrir que no estaba. Claro, siempre podía usar la excusa de que se sentía mal, para lograr aunque sea un poco de compasión frente al hombre que manejaba su sueldo. Sin embargo, mientras apretaba el botón de su piso en el ascensor, la imagen del rubio de sonrisa radiante y seductora llegó a su mente como un flechazo.

No podía evitar creer que le conocía de algún lado, que ya había visto esa mirada juguetona y la sonrisa coqueta en algún otro lugar, pero no podía recordarlo por más que se esforzara. Y aquello le frustraba de sobremanera, y también le confundía. ¿Y qué si aquel chico había sido uno de los tantos que había pasado por su cama cuando era más joven? Deberia darle igual, aquella época había quedado enterrada junto con la lista en la cual había anotado los nombres de cada joven que se había dejado tocar, acariciar y amar por él en el pasado.

A veces, surgía en él el deseo desesperado de volver a aquellas épocas, de volver a perderse noches enteras entre manos ásperas y caricias poco delicadas, que le encantaban. Sin embargo, esos años los había dejado atrás, para formar la familia que tenía hoy en día, la cual obviamente (o bueno, intentaba convencerse a si mismo) le hacía el hombre más feliz de la tierra.

 

Negando con la cabeza para apartar aquellos pensamientos de su cerebro, se acercó un momento a la ventana de su oficina, logrando ver como el joven se subía a un auto último modelo (probablemente regalo del viejo que tenía como jefe) y desaparecía rapidamente de su campo de visión. Lo cual tendría que haber sido un alivio, pero no fue asi, porque MinHo ya tenía en su cabeza al joven de sonrisa seductora.

~*~

Las manos suaves de su esposa recorrían su espalda, dejaban suaves caricias en sus cabellos, mientras él estaba comodamente recostado sobre su pecho, su respiración volviendo poco a poco a su ritmo normal luego de haberse entregado a la pasión. O al menos ella se había entregado, porque MinHo no podía sacar de su cabeza al rubio, por más que lo intentara.

A pesar de haberse negado a aquel encuentro al principio, poco a poco fue cediendo, pero había un problema. En cuanto comenzó a desnudar a su mujer, la cual llevaba aquel anillo de oro en su dedo anular como símbolo de su unión hacía varios años, en vez de ver el cuerpo de su esposa su mente automaticamente había recreado la imagen de un cuerpo masculino, el cual estaba seguro conocía bastante bien, e incluso sabía a quien pertenecía, pero su parte cuerda se negaba a aceptar aquello.

Pero, una vez perdido en los placeres carnales, tuvo que mantenerse cuerdo para no gemir el nombre del rubio, el cual quería salir de sus labios como si antes ya hubiera sucedido. Su nombre entre gemidos de placer, entre caricias suaves y jadeos desesperados.

- Min, te noto extraño... ¿Ha pasado algo malo? - Preguntó su esposa, sacandole de sus pensamientos y haciendo que levantara la cabeza para verle con una sonrisa, intentando tranquilizarla y que le creyera.

- Solo un día duro en el trabajo... Vamos a dormir. - Susurró en respuesta, dejando un corto y suave beso en los labios ajenos, para luego acomodarse en su lado de la cama y no tardar en caer dormido profundamente, dejandose llevar por el cansancio.

~*~

- Bien JongHyun, todos los papeles estan en orden, asique supongo que puedes comenzar a trabajar en cuanto la profesora se tome la suplencia que le corresponde por embarazo. - Dijo la directora del colegio, viendole con una sonrisa. Bueno, estaba aliviado de que no fuese una de esas viejas anticuadas que veía a los profesores hombres como amenaza para los pequeños.


- Perfecto, me alegra eso. Ahora, ¿Podría ir a ver a los pequeños? - Preguntó, con aquella sonrisa que parecía abrochada a su cara, aquella que le hacía ver adorable, nada que ver con la sonrisa que le había dedicado a MinHo el día anterior.

Con un asentimiento de la mujer, se levantó de la silla y le siguió en el más completo silencio mientras ella le explicaba algunas cuestiones básicas, observando con detenimiento cada una de las aulas, todas y cada una llenas de pequeños que reían entusiasmados, pintaban, hacían formas con plastilina o escuchaban atentamente a su maestra o maestro. Después de todo, ninguno alli pasaba de los cuatro años, era un jardín maternal.

Salió de sus pensamientos en cuanto la mujer se detuvo frente a un ventanal, el del aula que le tocaría a él, con los niños más pequeños, entre los cuales no tardó en encontrar a la niña a la cual debería odiar, sin embargo, sus ojos grandes iguales a los de su padre enseguida lograron aplacar todo aquel resentimiento contra la criatura, y dejarle practicamente embobado, colgando de la ventana mientras simulaba verlos a todos, ya que no podía demostrar ningún tipo de interés especial con cualquiera de ellos, porque sería el fin.

Finalmente iba a lograr lo que quería. No de la forma planeada, pero lo haría. 


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