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Papillon por Reilaa_

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Notas del capitulo:

¡He vuelto! Lamento mucho el estar ausente tanto tiempo, pero estoy en epoca de examanes y no me da el tiempo ni para dormir ;;; Espero les guste este pequeño capitulo especial ~

Enero, 2011.

Un joven JongHyun de 16 años se encontraba aburrido en la oficina de su padre, recostado en el sofá de su gran y lujosa oficina, con el portátil sobre las piernas mientras jugaba Minecraft, aquel juego que últimamente se había transformado en su obsesión. Sin embargo, aquel día en especial no había encontrado nada que llamara su atención. Estaba cansado de pasar sus vacaciones allí encerrado, aunque era mejor que estar en casa de sus abuelos o de su hermana mayor, quién le regañaría hasta cansarse, recalcándole una y mil veces cuál sería su papel en la familia una vez que su padre decidiera jubilarse y dejar el negocio en manos de sus dos hijos. Ella ya estaba casada con un empresario rico, no necesitaba hacerse cargo de otra empresa ya que su esposo podría mantenerla toda la vida sin que ella moviera un solo dedo para trabajar, cosa que a JongHyun le asqueaba.

Si bien él había sido criado como un niño rico, la realidad era que con 16 años estaba harto de haber vivido toda su vida rodeado de lujos, órdenes y estudiando hasta que básicamente le sangraran los ojos. Aunque aún era menor de edad, su anhelo por poder ir solo sin que cuatro o cinco guardaespaldas le siguieran a clase, a un centro comercial, incluso a un maldito parque a nutrirse de aire y sol, era inmenso. Quería, con todo su corazón, poder tener una vida normal de una vez por todas, aunque sabía que, a menos que escapara de las garras de su familia en algún momento al cumplir la mayoría de edad, aquello sería imposible.

Sentándose en aquel inmenso y mullido sofá decidió cerrar su portátil y guardarlo en su mochila luego de haberlo colocado en su funda, para que no se rayara. A pesar de saber que si quería podía comprarse diez iguales en solo 24 horas, ya que el dinero le sobraba, aquel objeto era especial para él porque su mejor amigo KiBum, quien no tenía su cuenta bancaria rebosando en dinero, había puesto cada uno de sus sueldos para obsequiársela por su cumpleaños, cosa que JongHyun había agradecido entre lágrimas ya que era consciente del esfuerzo que había realizado su mejor amigo para regalarle aquello.

Con un suspiro saliendo de sus labios decidió levantarse de aquel mueble, caminando de manera lenta y hasta perezosa hasta la puerta, dándole la excusa a su padre de que iría a recorrer la empresa para verificar que todos los empleados estaban haciendo su trabajo. Ya fuera de la lujosa oficina, palpó sus bolsillos en busca de su teléfono y su cartera, sonriendo al notarlos allí y agradeciendo a cada dios que existía el no tener que regresar a esa oficina gris en varias horas, las mismas que le llevaría recorrer los doce pisos de la empresa, comenzando por el último, donde él se encontraba en ese momento. Sabía que allí no había nada de especial, solo algunas oficinas de otros ejecutivos importantes, por lo que mientras sus dedos se deslizaban por la pantalla de su Iphone mientras tecleaba un mensaje, subió al ascensor, sin notar la presencia de otro joven empleado allí, posiblemente nuevo.

De hecho, solo notó que tenía otra persona a su lado cuando escuchó que aquel hombre hablaba por teléfono a su lado, notándose bastante exaltado.

-          ¡No! No puede ser que los papeles que pidió el señor Kim no estén listos aún, es martes, me arrancará la cabeza, los pidió para el viernes, Changmin.

Vaya, si que estaba exaltado. Con disimulo se apoyó contra la pared contraria a la que estaba aquel trabajador, pudiendo observar casi en primer plano (debido a que el ascensor era bastante pequeño, cabían tres personas y eso si invadían el espacio personal de la otra) aquellos marcados rasgos que no parecían ser de un hombre coreano. Sus ojos grandes, su mandíbula tensa por el enojo, sus labios abultados y rojos (probablemente porque los había mordido mientras esperaba la respuesta de ese tal ChangMin). Era, en pocas palabras, un hombre hermoso.

JongHyun nunca había tenido problema en admitir su homosexualidad. Desde que había comenzado el colegio secundario, era consciente de que su interés estaba más enfocado en los chicos de último año que jugaban rugby que en las chicas que se les levantaba la falda con el  viento en los días de otoño. Su primer beso había ocurrido cuando tenía 14 años, en pleno invierno, con su mejor amigo. Entre broma y broma en el jardín de invierno de su madre, sus labios habían acabado presionando los de su mejor amigo en una broma que pronto se transformó en un beso inexperto y algo torpe por parte de ambos jóvenes, pero también en una de las mejores sensaciones de toda su vida. Aquel había sido su primer y único contacto con otro chico, debido a que KiBum había tenido miedo de repetirlo y a él, realmente no le apetecía.

Además de que veía a KiBum como un hermano, cosa que le impedía imaginarse yendo más allá con él. Habían crecido juntos desde el kínder, era imposible imaginarse teniendo sexo con él. Una cosa era un beso y otra cosa era un encuentro íntimo tan importante. Aunque a JongHyun lo que menos le importaba en ese momento era el sexo, ya que su gran y casi única preocupación era el cómo escaparse de las responsabilidades de su futuro. Él no quería estudiar administración de empresas, él quería estudiar arte. No quería ser un empresario aburrido y gris como su padre, quería ser un fotógrafo lleno de colores, un artista, un escritor, alguien que creara arte con sus manos, una hoja de dibujo y un simple lápiz negro.

Pero, aunque dentro del joven Kim nacieran instintos de revolución, rebeldía e incluso oposición contra lo que estaba ‘’marcado en su destino’’, el miedo a ser rechazado por los suyos, por su familia, por su padre, y quedar en la calle, era demasiado grande. Si bien cuando cumpliera los 18 años iba a hacer lo que quisiera con una cuenta bancaria llena de dinero y la posibilidad de escapar a cualquier otro país para poder estudiar tranquilo y vivir su sueño, le daba terror no volver a ver a sus abuelos, o a su madre. Los demás no le importaban, su padre se creía un dictador y solo era un simple hombre de cartón, y su hermana de princesa y esposa fiel tenía lo que él de niño bueno e inocente que jamás había sido besado por nadie, como creían en su hogar.

Volvió a la realidad cuando dos grandes ojos marrones se clavaron en su persona, como si recién notaran que estaba allí. La manera en la que aquel hombre le observaba no era la misma en la que le observaban los demás trabajadores de su padre. No era una mirada respetuosa o de miedo, era una mirada curiosa, llena de experiencia y madurez, que en un segundo le hizo temblar de pies a cabeza, cuando aquel extraño le sonrió con aquellos labios abultados y bajó en el sexto piso de la empresa, caminando de manera elegante hacia la que suponía JongHyun, era su área de trabajo.

Cuando las puertas del ascensor se cerraron, JongHyun se mordió el labio inferior con algo de fuerza, estando completamente seguro de una cosa.

Ese hombre iba a ser suyo, costara lo que costara.


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