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Burning Slow por Naga

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6

Ciertamente, era extraño encontrarse en el estudio de baile a la una de la madrugada. Pero más extraño era que él, Rap Monster, Kim NamJoon, autoproclamado el peor bailarín de Bangtan, estuviera en el estudio de baile, dispuesto a practicar solo, por el simple hecho de que podía hacerlo.

 

La sala de ensayo estaba vacía esa noche cuando, normalmente, siempre estaba ocupada por HoSeok o JiMin, o los dos juntos, o acompañados por los demás integrantes de Bangtan, que no descansaban nunca intentando perfeccionar sus coreografías.

Pero no era tan extraño si se paraba a pensar que justo aquella noche, habían ganado su primer premio en un programa de música, y, aunque estuvieran cansados, estaban todos celebrándolo como si no hubiera un mañana.

 

El primer premio era algo grande. Algo que iban a recordar toda la vida, y aunque fuese el único de sus carreras, ese premio significaba que por fin sus esfuerzos estaban dando frutos. Y si por un casual, aquel llegaba a ser el primero de muchos que vendrían después, ese seguiría en sus memorias como el más especial.

 

Si se paraba a pensarlo, lo extraño era que NamJoon estuviera allí solo en lugar de estar con sus compañeros, los productores, y el resto del equipo celebrándolo en el piso de abajo.

Bang-PD había preparado una gran celebración en cuanto se enteró de la noticia. Había comprado cantidades ingentes de comida, cerveza, soju y refrescos para los muchachos, y se encontraban todos celebrando la primera victoria en el salón más grande de la empresa.

 

Todos habían llorado como bebés. Aunque YoonGi no quisiera aceptarlo, NamJoon estaba seguro que hasta a él se le había saltado alguna lágrima de felicidad.

NamJoon recordaba haber llorado en el escenario mientras daban el discurso de agradecimiento, también creía haber llorado en el ascensor, y se le volvieron a saltar las lágrimas cuando regresaron a la empresa y todo el staff los recibió con un gran «¡FELICIDADES!».

Pero ya no tenía más ganas de llorar.

 

Había disfrutado de la fiesta durante un buen rato. Había recibido felicitaciones de todo aquel que se cruzaba en su camino. Su teléfono no dejaba de sonar en su bolsillo con las felicitaciones de familiares y conocidos ajenos a la empresa. Había brindado y había agradecido a todo el mundo por su duro trabajo. Pero llegó un momento que aquella fiesta se le hizo abrumadora y necesitó escaparse un momento para respirar.

Sus pies le llevaron al segundo piso, donde estaba aquella sala acristalada y llena de espejos, cuyo suelo había absorbido su sudor y sus lágrimas durante años, aquellas paredes habían visto todo el trabajo duro y el sacrificio que habían hecho hasta llegar a donde estaban ahora.

Y cuando NamJoon se miró en aquellos espejos, no eran lágrimas lo que emergían de él, si no risas.

 

NamJoon sonrió a su reflejo y de repente, estaba riéndose solo. Parecía que estaba loco, pero no podía parar de reír. Estaba tan feliz que no podía contenerlo, saltaba giraba y gritaba, y se moría de ganas por bailar.

 

Activó el estéreo, y por supuesto, la primera canción que empezó a sonar fue «I NEED U», aquella que les había proporcionado la victoria.

Si le hubieran preguntado por ella cuando se levantó aquella mañana, NamJoon habría contestado que estaba harto de escucharla, pero en aquellos momentos le pareció el perfecto himno para expresar su felicidad bailando.

 

En lugar de tumbarse en el suelo, NamJoon dedicó los primeros segundos de la canción a saltar y calentar el cuerpo, y cuando estalló el estribillo, él lo dio todo, bailando con la misma intensidad como si estuviera en el escenario.

Era extraño bailar solo en el estudio, le costaba comprender cómo HoSeok podía pasar noches enteras practicando en soledad. Era difícil moverse al no tener ninguna referencia con sus compañeros, pero eso no detuvo a NamJoon de bailar como si le fuera la vida en ello.

 

La canción acabó y NamJoon seguía teniendo ganas de bailar. Automáticamente el reproductor saltó a la siguiente canción y él volvió a reír, aplaudiendo al aire porque «Converse High» había empezado a sonar.

Estaba malditamente orgulloso de aquella canción y le daba igual lo que dijeran.

Era su canción.

Había convencido al equipo para producirla y había resultado ser lo suficientemente buena como para que tuviera cabida en el álbum. ¿Qué importaba que hablara sobre su fetiche personal y tuviera una imagen bien clara sobre quién estaba hablando?

 

Comenzó a bailar como si aquella fuera su canción favorita, pero antes de llegar si quiera al primer verso, se vio interrumpido por el golpe de la puerta azotando al ser abierta y por los gritos de sus compañeros animando, asustándolo por la repentina entrada, haciendo que dejara de bailar en el acto, avergonzado.

 

— ¡Hyuuuung! — JiMin entró gritando, con los brazos extendidos hacia los lados, sus mejillas rojas como manzanas y con una botella de vidrio en cada mano — ¡Te encontramos!

 

JiMin vino seguido de las voces animadas de HoSeok y JungKook, quienes cantaban la parte de NamJoon a voz en grito, como si fuese la mejor canción que hubieran escuchado en su vida.

A juzgar por las cuatro botellas de cerveza que HoSeok traía en sus brazos, y las dos que portaba JiMin, aquel par debía estar algo bebido, con JungKook simplemente siguiéndoles la corriente.

 

Dejaron las bebidas en un rincón de la sala y rápidamente flanquearon a NamJoon, tomando posiciones y sincronizándose en el acto para continuar la coreografía como si hubieran estado bailándola desde el principio.

NamJoon se sintió muy consciente de sí mismo al verse bailando con la Dance Line al completo, pero eso no importó para que se sumara a la diversión.

Se turnaron para hacer las partes de los que faltaban, JiMin agravando su voz para intentar llegar al tono de TaeHyung, JungKook rapeando magistralmente la parte de YoonGi llegando incluso a imitar sus gestos de forma exagerada, y NamJoon se atrevió a cantar el verso de SeokJin, haciendo un patético intento que sacó las carcajadas de sus compañeros.

 

Automáticamente saltó a la siguiente pista, pero NamJoon ya no tenía fuerzas para seguir bailando. Se dejó caer en el piso bocarriba mientras estertores de risa imparable aun sacudían su cuerpo.

La música bajó de intensidad, alguien debió bajar el volumen mientras los demás se sentaban cerca de NamJoon. Pudo ver cómo JiMin se apoyaba en el espejo para tener un lugar donde reposar la espalda, y cómo JungKook se tumbaba en perpendicular a él para apoyar la cabeza en el muslo de NamJoon. HoSeok en seguida se unió a ellos, acercando las bebidas y tendiéndole una cerveza a NamJoon que no dudó en aceptar.

 

Durante unos instantes, la música siguió sonando mientras que las risas se iban apagando, sumiéndose juntos en un confortable silencio, roto únicamente cuando la curiosidad de JungKook fue demasiado pesada como para seguir aguantándola.

 

— Hyung, te enamorarías de cualquiera que llevara Converse ¿no es así?

 

NamJoon casi se escupió la cerveza sobre sí mismo y sobre JungKook, HoSeok rompió a reír tan fuerte que casi les estallaron los tímpanos, y cuando miró a JiMin por el rabillo del ojo, el vocalista estaba en un mortal silencio, completamente inexpresivo.

Tragó con dificultad, como si de repente tuviera un nudo en la garganta, y acompañó las risas de HoSeok con una suya, más suave, forzada e incómoda.

 

Enamorarse es una palabra muy fuerte ¿no? — comentó NamJoon débilmente.

 

— Pero siempre has dicho que tu tipo ideal es alguien que llevara Converse — replicó JungKook, girándose a mirarlo sin dejar su posición recostado con el muslo de NamJoon como almohada.

 

— No es lo mismo amor que atracción. En ese caso, sí, me sentiría atraído por alguien que llevara Converse...

 

NamJoon dio otro trago a la cerveza sin saber muy bien por qué se sentía tan incómodo diciendo aquello frente a JiMin.

Hacía mucho tiempo que no veía a ninguno en el grupo llevando ese tipo de calzado, pero si había escrito una canción sobre su no tan secreto fetiche, había sido con una sola imagen en mente.

 

JiMin vestido con camiseta blanca, vaqueros azules y converse altas de color rojo era un sueño húmedo al que NamJoon no podría sobrevivir si se hiciera realidad.

Nunca lo había visto, y NamJoon esperaba no tener que hacerlo nunca, pues de lo contrario, sus sentimientos serían imposibles de ocultar. Se pondría en absoluta evidencia mientras se arrastraba a los pies de JiMin a besar el suelo que pisaba con la necesidad de un sediento en busca de una gota de agua.

 

NamJoon se humedeció los labios, intentando sacar esa imagen de su cabeza. Excitarse con JungKook en su regazo era lo peor que le podía pasar en esos momentos, o eso creía él, pues si que había algo peor.

 

— Eso es muy superficial.

 

NamJoon volteó bruscamente a mirar a JiMin. Su turbia mirada y sus mejillas coloradas eran síntoma de que probablemente estuviera más bebido de lo que quería aparentar, pero eso no era excusa para que sus palabras no escocieran como una herida recién hecha.

Su tono fue dañino y glacial, y NamJoon sólo deseó que fueran celos lo que teñía la voz de JiMin en lugar de desdén, así al menos aquella acusación no sería tan dolorosa.

 

NamJoon rió amargamente dejando caer su mirada.

Superficial, dijo. ¿Era superficial querer a JiMin? ¿A su sonrisa cándida, su abnegada entrega, su hambre de cumplidos, y su absoluto esfuerzo en todo lo que hacía?

Él quiso a JiMin desde antes que se convirtiera en un sex symbol, le gustaba por algo más que por sus abdominales y sus muslos trabajados. ¿No era acaso eso todo lo contrario a ser superficial?

 

Pero NamJoon no tenía de qué sentirse ofendido. Al fin y al cabo, aquel era su secreto y nadie más sabía que sus sentimientos no tenían nada que ver con la superficialidad.

Estaban hablando de temas distintos y no había motivos para tomárselo como un insulto, pero escucharlo de JiMin había sido como recibir una puñalada en el corazón.

 

— Si desear ver a la persona que te gusta llevar un tipo de ropa especifico es superficial, entonces supongo que sí soy bastante superficial — explicó NamJoon, tratando de reír para ocultar lo herido que había salido por algo tan insustancial.

 

— No sé que le ves — replicó JungKook, aparentemente aun demasiado curioso por aquel gusto tan peculiar de su hyung.

 

— Todo el mundo tiene sus fetiches — lo defendió HoSeok, media sonrisa asomando tras el cuello de la botella de cerveza de la que bebía — Algunos más raros que otros. Ya los irás descubriendo, JungKookie.

 

— Pero... ¿por qué unos zapatos normales y corrientes en lugar de... no sé... algo más interesante?

 

NamJoon miró los curiosos ojos de JungKook y suspiró, sabiendo que el menor no iba a dejar de preguntar hasta que obtuviera una respuesta que le satisficiera más que aquellas contestaciones vagas y sin mucho a lo que agarrarse.

JungKook era un adolescente que no había tenido tiempo de experimentar, era normal que tuviera preguntas y quisiera saber. NamJoon había tenido que responder preguntas muy incomodas para que JungKook pudiera resolver aquellas pequeñas incógnitas que pasaban por su cabeza y que le ayudaban a conocerse a sí mismo, por eso sabía que iba a tener que rebelar algo muy personal, para que JungKook pudiera pensar sobre ello y encontrar su propia respuesta.

 

— Ya sabes que me encanta la ropa, JungKook... — comenzó NamJoon, cerrando los ojos para visualizar en su mente aquella imagen que mantenía enterrada la mayor parte del tiempo y que sólo se permitía pensar en ella en momentos de mayor desesperación, como el último recurso para darse fuerza y ánimos — Me gustan mucho esas sudaderas anchas, que caen por los hombros y que quedan tan bien con unos vaqueros azules. Me gustan cuando puedes esconder tus manos en las mangas y solo quedan fuera los dedos, me parece súper tierno y adorable... Y me gustan más cuando se combinan con esos pantalones slim, los que son tan estrechos y se ajustan a las piernas marcando todo... — a NamJoon se le hacía la boca agua mientras hablaba, con la clara imagen de JiMin en su cabeza, su voz engrosándose a cada palabra, visualizando con excesiva precisión lo maravilloso que sería recorrer ese cuerpo con sus propias manos — Me encantaría acariciar esas piernas de arriba abajo para encontrarme al final unas converse rojas, nuevas y limpias. Besaría la punta blanca y desataría los cordones lentamente, como si estuviera desenvolviendo un regalo que sé lo que contiene, pero que igualmente me ilusiona ver el interior, y...

 

— ¡Suficiente! — exclamó de pronto la voz de HoSeok, interrumpiendo la diatriba en la que NamJoon se había perdido, consiguiendo que abriese los ojos y regresara a la realidad en la que JungKook estaba tumbado sobre sus piernas y JiMin estaba sentado a varios metros de él, mirándolo con cara de disgusto — Eso ha sido demasiado desagradable para seguir escuchándolo — bromeó —Y por eso, JungKookie, es por lo que tus hyungs no volverán a llevar unas Converse en toda su vida. Será mejor que tú tampoco lo hagas.

 

— Lo dices como si tu fantasía fuese mejor que la mía, Hobi — le respondió NamJoon entre risas, tratando de aligerar el ambiente — Los dos sabemos que la tuya es mucho más sucia...

 

— ¡Tocado y hundido!

 

— Que asco — cortó JiMin, levantándose de su sitio y dirigiéndose a la puerta con rapidez — Ya he tenido bastante. Los dos sois desagradables. Yo me vuelvo a la fiesta... Vamos, Kookie, no te quedes con este par de pervertidos.

 

— Pero JiMin-hyung... — Intentó quejarse JungKook.

 

— Vaaaamooos... — insistió JiMin, cansinamente, sin mirar a ninguno de ellos.

 

JungKook se incorporó refunfuñando, con muy pocas ganas de levantarse e irse con JiMin cuando la conversación se estaba poniendo tan interesante.

 

— Yo quería saber cuál era la fantasía sexual de Hobi-hyung — se quejó JungKook con un evidente puchero dirigido hacia JiMin, quien lo esperaba en la puerta, implacable, poco dispuesto a que el menor siguiera ahí, rodeado de pervertidos.

 

— Es para mayores de edad, Kookie, no te la puedo contar — HoSeok sonrió ladino, sabiendo que eso despertaría aun más el malsano interés de JungKook y lo frustraría por seguir siendo el bebé del grupo.

 

A medio camino de la salida, JungKook se detuvo y se volteó para mirar a HoSeok con una mirada asesina, dando una patada en el suelo, a punto de soltar un berrinche.

 

— ¡Siempre os quedáis con toda la diversión!

 

HoSeok y NamJoon rieron ante la infantil y adorable reacción de JungKook, viendo cómo los dos menores los abandonaban a sus anchas y NamJoon tenía una clara idea de qué hacer a continuación ahora que se había quedado a solas con HoSeok.

Dio un largo trago a la cerveza que tenía en la mano, consiguiendo terminársela casi de una sentada, y se dejó caer en el suelo con un largo suspiro.

 

—JiMin y yo estamos un poco borrachos — comentó HoSeok de repente, su tono mucho más suave y conciliador, ese tono que usaba para hablar de cosas serias, para hablar de sentimientos — Sabes que no eres desagradable, NamJoon, no importa lo que te guste.

 

 HoSeok siempre daba en la diana cuando se trataba de leer a NamJoon. Él siempre sabía cuando algún comentario había conseguido molestar a NamJoon, y siempre estaba ahí para excusar y conciliar.

 

— Tal vez me pasé de explícito... — murmuró NamJoon, frotándose la frente en un gesto nervioso, sintiéndose fatal por haber conseguido incomodar a JiMin con sus estúpidas fantasías.

 

— Era lo que Kookie quería escuchar. No has hecho nada malo, no te atormentes más.

 

Pero no podía no atormentarse cuando JiMin se había puesto así.

Cada reacción de JiMin podía llevarlo del cielo al infierno en cuestión de segundos. Tal era el poder que el menor tenía sobre él. Y lo último que quería NamJoon era desagradarlo por algo que no podía evitar, algo tan primario como era el deseo y su propia excentricidad.

 

— ¿Crees que se habrá enfadado? — preguntó NamJoon, mirando al techo del estudio con un peso desagradable en su pecho.

 

— ¿Quién? ¿JiMin? Para nada — rió HoSeok, quitándole importancia al asunto — Puede que esté más borracho de lo que creo, pero si me preguntas a mí, creo que incluso estaba celoso.

 

Si NamJoon hubiese estado de pie, se habría caído de la impresión. Tumbado como estaba, golpeó el suelo con las manos, moviéndose de medio lado para mirar a HoSeok con los ojos desorbitados.

 

— ¿Celoso? — repitió con voz aguda, rompiéndose en un desagradable gallo — ¿Celoso de qué?

 

— Ni idea — rió HoSeok con una divertida mirada en su ojos vidriosos, malicia brillando en ellos debido al alcohol corriendo por sus venas — ¿Sabes esa cosa que hace Kookie cuando está celoso? ¿Esa cosa que hace con la lengua? — HoSeok hizo una demostración, presionando su lengua contra el interior de la mejilla, haciendo que NamJoon automáticamente pensara en JungKook, pues siempre veía ese gesto en su rostro cuando JiMin y TaeHyung jugueteaban sin hacerle caso al menor — JiMin no paraba de hacer eso mientras tu soñabas despierto. A lo mejor era solo mi imaginación, pero parecía que a JiMin no le importaría nada ponerse unas Converse para que tu le veas.

 

HoSeok estalló en una embriagada carcajada a la que NamJoon intentó unirse, pero difícilmente pudo hacerlo.

La simple idea de un JiMin celoso y queriendo usar Converse para él lo había dejado al borde del precipicio. Su corazón latía en sus orejas como si fuese a estallar dentro de su cuerpo.

 

— Necesito cambiarle el agua al canario — exclamó HoSeok alegremente cuando se cansó de reír, levantándose de un salto y trastabillando en el proceso, haciendo gala de su embriaguez y consiguiendo que NamJoon pensara que, con suerte, por la mañana no se acordaría de aquella conversación — No hagas nada interesante mientras no estoy, Joonie.

 

NamJoon no tenía en mente hacer nada interesante, estaba demasiado ocupado flipando con lo que su amigo acababa de decirle.

Si HoSeok estaba en lo cierto, sería maravilloso, un sueño hecho realidad. Pero NamJoon no podía hacerse ilusiones. Las ilusiones llevaban a mayores decepciones y NamJoon no podía permitirse una gran decepción cuando ya estaba pasando por duros momentos manteniendo bajo control sus emociones.

Dejarse llevar era un error, tenía que velar por el bien del grupo y hacerse ideas tontas no le llevaba a nada. Tenía que seguir dando todo de sí mismo para alcanzar su sueño. Acababan de ganar su primer premio pero no podía dormirse en los laureles. Tenían que seguir luchando para poder escalar hasta la cima.

Aun les quedaban muchos días de promoción, pero podía dejarse disfrutar un poco como premio por tanto esfuerzo.

 

Pero nada le impedía seguir imaginándose a JiMin llevando Converse rojas para él hasta que volviese HoSeok.

 

 

 

7

Si había algo con lo que NamJoon se había dado por vencido, había sido con las sesiones de estilismo.

Desde que se había resignado a que cada poco tiempo, le hicieran probarse mil y una combinaciones de ropa hasta dar con el modelito perfecto para cada MV y presentación, y después, lo sentaran en una silla y que las estilistas hicieran lo que quisieran con su pelo.

 

Durante el último año había decolorado su pelo mil y una veces, poniéndolo en diferentes gamas de rubio. Ningún look había disgustado especialmente a NamJoon, e incluso se había visto impresionado por lo bien que lucía con el cabello rosa. Pero cuando le mostraron el color aguamarina que estaban a punto de ponerle en la cabeza, NamJoon dudó seriamente de que aquello fuera a gustarle.

En sí, el color no estaba mal, daba un curioso contraste con su piel morena y sus ojos oscuros, quizá pudiera arriesgarse a decir que le quedaba mejor que a Suga, quien había llevado un tono parecido durante unos cuantos meses, pero cuando empezaron a cortar y cortar, mechones de más de cinco centímetros de longitud en el suelo, NamJoon empezó a temer mirarse en el espejo.

 

— ¿Qué tal te ves, NamJoon-ssi?

 

NamJoon tuvo que forzar una sonrisa hacia la estilista cuando ésta le pregunto por el resultado final de la sesión de peluquería.

No quería contestar, porque temía echarse a llorar.

 

Querían un aspecto arriesgado y extravagante para él en este comeback, pero se les había ido la olla en el intento.

Todos habían tenido temporadas de mal pelo, pero NamJoon creía estar en la peor de la historia. Mirándose al espejo, no hacía más que desear cubrir su cabeza con una bolsa de papel.

Podría ocultarlo de los fans y de los medios hasta que saliera el MV, pero después tendría que atender a las presentaciones, y Dios, tenían la gira por toda Asia en dos semanas, por mucho que nadie quisiera que lo viera, pronto todo el mundo podría ser testigo de aquel desastre de pelo.

 

— Hyung~ ¿Ya has terminado?

 

NamJoon se encogió al escuchar la última voz que quería oír en esos momentos.

Estaba tan avergonzado que no quería que JiMin lo viera, pero no había nada que pudiera hacer para ocultarlo en esos momentos. NamJoon sabía muy bien que sus compañeros nunca se reirían de él por algo como aquello. La confianza que se había formado en el grupo a menudo hacía que las bromas pesadas entre ellos rozaran el bullying, pero si había algo con lo que nunca jugaban, era con la autoestima de los demás.

Todos habían tenido malos estilismos, y si no había nada bueno que decir, entonces mantendrían silencio y harían como si nada pasara.

 

Pero no quería que JiMin lo viera así.

JiMin lo había visto en sus peores momentos, sin duchar, recién levantado y sin afeitar, pero aun así, NamJoon siempre quería verse bien para él. Por más que NamJoon hubiera aceptado que nunca serían nada, no podía evitar querer estar a su altura en todo momento.

En el último año, JiMin se había vuelto más sexy si cabía. Su cabello se había mantenido en tonos oscuros y naturales desde el debut, explotando su apariencia inocente y angelical mezclada con el carisma de derrochaba sobre el escenario. Y de repente, con un simple tinte de color rojo sangre, JiMin explotó en una nube de pura sensualidad y erotismo que NamJoon tenía que asegurarse tener la boca cerrada en todo momento para evitar que se le cayera la baba cuando lo miraba.

Para NamJoon, JiMin nunca había tenido un mal estilismo. Ese niño tenía el poder de encajar perfectamente con todo lo que lo tocaba. Ni un disfraz de payaso ni el bigote de Charles Chaplin podrían quedarle mal.

 

NamJoon se mantuvo con la mirada baja, incapaz de levantar los ojos para no encontrarse con el rostro de JiMin. Estaba muerto de curiosidad por ver cómo habían dejado a JiMin, los últimos meses con el cabello naranja había estado espectacular y no podía esperar para alabar lo precioso que estaría con cualquier cosa que le hubieran hecho, pero la vergüenza era demasiado para él en ese momento.

 

JiMin no se dejó apabullar por el extraño mutismo de NamJoon y entró en la sala de peluquería de la agencia sin ser invitado, y cuando NamJoon se quiso dar cuenta, los pequeños y regordetes dedos de JiMin estaban entre su pelo, acariciando los cortos mechones verdes en forma de casco.

 

— ¡Está tan suave, hyung! — exclamó JiMin animado, mesando su pelo ahora con las dos manos, revolviéndolo y estropeando un poco el trabajo de los peluqueros — Parece terciopelo, en serio — el peso sobre su coronilla le hizo saber que JiMin había apoyado su mejilla en la cabeza de NamJoon, y acto seguido, sintió un cosquilleo en su cuero cabelludo, seguido por la calidez del aliento del menor agitándole el pelo con alegría — ¡Y huele tan bien...! Me encanta el olor del tinte recién hecho.

 

Los brazos de JiMin rodearon sus hombros desde atrás mientras su mejilla reposando en la cabeza de NamJoon mientras esperaba alguna reacción por parte del mayor. JiMin no había dicho nada malo sobre su pelo, pero tampoco dijo nada especialmente bueno.

 

— ¿Sabes, hyung? — volvió a decir JiMin, con emoción en la voz — Con ese color de pelo, te pareces a Roronoa Zoro, el samurái con tres espadas de One Piece.

 

NamJoon estalló en risas, porque eso había sido demasiado tierno como pare seguir medio muerto en aquella silla de peluquería, combatiendo con los demonios de la inseguridad y el autocastigo.

JiMin siempre tenía ese poder. El maravilloso poder de hacerle sentir mejor, de reconfortarlo cuando estaba a punto de caer en el abismo. Por eso JiMin le hacía tanta falta. Por eso prefería ser sólo su amigo para toda la vida que arriesgarse con la posibilidad de perderlo para siempre.

 

Reuniendo todo el valor que fue capaz de encontrar en sí mismo, NamJoon rodeó las finas muñecas de JiMin entre sus dedos, con la delicadeza que ponía siempre que se esforzaba en no romper algo con sus torpes manos, y por fin alzó la vista, posándola en el espejo.

Una pequeña sonrisa se había dibujado en sus labios al esperar ver el reflejo de ellos dos juntos, en aquella posición que a NamJoon se le antojaba tan tierna, un poco romántica y acaramelada, pero lo cierto es que NamJoon no se fijó en eso y la sonrisa decayó mientras sentía cómo todo el aire y la vida se escapaban de su cuerpo.

 

No se había equivocado cuando pensó que JiMin estaría precioso con cualquier cosa que le pusieran encima, pero cuando vio su reflejo, supo que JiMin había alcanzado un nuevo nivel de belleza. Para NamJoon, JiMin siempre había sido el súmmum de la belleza, pero ahí estaba de nuevo, robándole el aliento con un solo vistazo en el espejo.

El cabello de JiMin seguía estando casi tan largo como la última vez que lo vio en la mañana, pero ahora el color había cambiado. Los mechones de sedoso cabello negro se desparramaban sobre la cabeza de NamJoon mientras JiMin reposaba su mejilla en ella, negro mezclándose con el verde agua que NamJoon llevaba.

Negro. Negro como el carbón. Negro, exactamente igual que el día en que NamJoon se dio cuenta que estaba enamorado de ese ángel que el destino había puesto en su vida.

 

Su corazón latió con fuerza dentro de su pecho, anonadado por tanta belleza, sobrecogido por los recuerdos y por aquella sensación a la que ya debía estar acostumbrado, pero que aun después de dos años, seguía retumbando poderosa en el pecho de NamJoon. Un amor tan fuerte y devoto que NamJoon temía no ser capaz de escapar nunca de él.

Estaba encadenado a los pies de Park JiMin, y él ni si quiera lo sabía. Algún día, JiMin encontraría a alguien con quien quisiera compartir su vida, y NamJoon seguiría allí encadenado, mirando como su amor era feliz con alguien más. Y lo más triste era que a NamJoon no le importaría en absoluto mientras pudiera seguir viendo esa sonrisa.

 

NamJoon se soltó suavemente del semiabrazo de JiMin y giró su silla muy despacio para encarar finalmente al vocalista, quien lo recibió con una sonrisa deslumbrante que hacía que sus pómulos se alzasen y sus ojos se convirtieran en dos hermosas medias lunas.

Supo que JiMin también había hecho las pruebas de maquillaje al darse cuenta que sus parpados estaban sombreados y delineados, consiguiendo que su mirada se intensificara y se convirtiera en pura magia.

NamJoon iba a tener que lidiar con eso durante los siguientes meses, y no tenía ni idea de cómo iba a poder conseguirlo si con el primer vistazo estaba ya que no sabía qué hacer consigo mismo, a punto de derretirse hasta llegar a convertirse en un charco en el suelo.

 

—No te sientas inseguro, NamJoon-hyung — dijo de pronto JiMin, atrapando las dos manos de NamJoon y dándole un enérgico apretón que le insufló positividad y ánimos — No importa si llevas el mejor traje de Prada o una simple bolsa de basura, deberías saber que nosotros y las fans te vamos a querer igual, lleves lo que lleves...

 

NamJoon rió tímidamente, apretando las manos de JiMin y sintiéndose estúpidamente mejor, sólo porque le había dicho indirectamente que le quería. Así de simple y tonto era, pero debía admitir que había funcionado y de repente se sentía fuerte como un toro, capaz de afrontar las presentaciones con la cabeza bien alta y sin avergonzarse de sí mismo. Porque él era un rapero lo suficientemente talentoso como para que lo aclamaran sin tener en cuenta cómo llevara el pelo o cómo fuera vestido.

 

— Gracias, JiMin... — musitó — No sé qué haría sin ti...

 

— Para lo que quieras, hyung... siempre estaré ahí.

 

 

 

8

Enamorarse era más difícil para las personas inteligentes. Estudios científicos lo confirmaban.

 

NamJoon sabía que el amor no era más que una serie de procesos químicos en su cerebro, las endorfinas disparadas haciendo que aquellas sensaciones mágicas y únicas que experimentaba cuando veía a esa persona especial lo convirtieran en un adicto, actuando como una droga en su sistema.

Era muy consciente de que aquel supuesto amor terminaría tarde o temprano, cuando su cerebro se acostumbrase a la sensación y se aburriese de ello.

Era sorprendente que, aun después de años de amor no correspondido, aun no hubiera sucedido y NamJoon siguiese embelesado, no como el primer día, sino más y más enamorado conforme el tiempo pasaba.

 

Había tenido dos relaciones antes de Bangtan, durante el instituto. Él era un niño todavía y aquel amor adolescente ni si quiera podía llegar a compararse con lo que estaba sintiendo ahora.

Con las dos le pasó lo mismo, en diferentes momentos de su juventud.

Sí, tuvo mariposas en el estómago. Sí, a NamJoon le latía el corazón desbocado cada vez que las veía. Pero NamJoon se aburrió en seguida de ellas. En pocas semanas, ese agradable nerviosismo en la boca de su estómago se convirtió en tedio. A medida que las conocía se daba cuenta de que esas chicas no eran como él había pensado, no entendía qué le había atraído de ellas, había dejado de verlas interesantes, sus conversaciones sosas y monótonas, llegó un punto en que ni si quiera las encontraba atractivas físicamente y no hacía más que encontrarles defectos.

Esa sensación de rechazo persistía, por mucho que NamJoon se esforzase, no podía seguir con aquello. En la primera ocasión, NamJoon dejó a la muchacha cara a cara, tratando de ser valiente y de hacer bien las cosas, pero ella lloró y lo insultó, y durante semanas corrieron horribles rumores sobre NamJoon en la escuela que la chica había extendido para hacerle sentir peor.

En la segunda ocasión, temiendo que el mal trago de su anterior ruptura se repitiera, NamJoon se comportó como un cobarde, distanciándose de la chica, evitándola con todas sus fuerzas, hasta que fue ella la que dio el paso y cortó con él.

Aquellas dos experiencias le enseñaron a NamJoon que el amor no era como lo pintaban los dramas, y en seguida perdió el interés en las chicas y en las parejas.

 

Sin embargo, el proceso con JiMin había sido distinto.

La primera vez que lo vio no sintió nada en particular. Pensó que era lindo y simpático y que sería agradable tener en el grupo a otro chico sonriente como HoSeok para compensar la doble amargura de YoonGi, pero nada más allá.

No tuvo una conexión especial con él en mucho tiempo, hasta que JiMin empezó a dejar su timidez a un lado y comenzó a abrirse a ellos. Su amistad comenzó poco a poco y fue creciendo progresivamente.

Cada pequeña cosa que NamJoon descubría sobre él resultaba interesante y atesoraba la información como algo a tener en cuenta en el futuro para que el pequeño bailarín no saliera herido con su torpeza.

Su amor por JiMin comenzó a forjarse con templanza. Poco a poco, sin intención, sin que NamJoon fuese consciente de lo que estaba sucediendo, se encendió una pequeña llama en su corazón que empezó a crecer y crecer, un diminuto fuego que empezó a alimentarse de la hermosura de JiMin, quemando lentamente los miedos y las dudas de NamJoon, hasta que se convirtió en una enorme pira que calentaba todo su cuerpo desde el interior.

 

JiMin era bello por dentro y por fuera, era todo sonrisas y abrazos, con él sólo recibía un apoyo incondicional y una amistad sincera. JiMin era el pequeño rayo de sol que brillaba esperanzador con la fuerza de mil estrellas entre las tinieblas del corazón de NamJoon. JiMin era el único que con su presencia, conseguía que NamJoon se olvidara del estrés, el único que podía alejar la amenazante sombra de la depresión atenazando su cuello. JiMin era su única salvación, no había nada en él que consiguiera que NamJoon dejara de necesitarlo. No había nada que extinguiera el fuego que crecía lentamente, convirtiéndose con el paso del tiempo en una pira capaz de devorar todos los males que amenazaban con sofocarla.

Llevaba tanto tiempo conociendo a JiMin, conviviendo con él, viendo en el día a día todas sus virtudes y defectos, que sabía que no había nada idealizado ni fantaseado en la forma en que NamJoon lo veía. El JiMin que NamJoon amaba era el único JiMin que había, el único que existía, sin poesía ni adornos inventados por NamJoon.

Y aun con todo, ese fuego seguía ardiendo más poderoso que el primer día. Y por eso, NamJoon sabía que ese era el amor verdadero, el que merecía la pena sin importar si era correspondido o no.

 

NamJoon no pensaba arruinarlo. Le daba igual que tarde o temprano la endorfina dejase de hacer efecto en su cuerpo, porque, aunque todo cambiase, esa llama siempre ardería, JiMin siempre estaría en su corazón, y eso nada lo cambiaría.

 

 

9

Después de dos años, volvían a estar en Los Ángeles, y NamJoon sentía que había vuelto a la casilla de inicio.

Nada había cambiado desde entonces, sólo eran más mayores, más famosos, pero NamJoon seguía siendo el mismo torpe sabihondo y JiMin aun era una adorable bolita de algodón de azúcar. Nada había cambiado, NamJoon seguía amando a JiMin en silencio y JiMin seguía sin saber nada, pero al haber regresado a Los Ángeles, con el calor del verano humedeciendo su espalda de sudor y viendo a JiMin corretear entre bambalinas con su cabello negro de nuevo, NamJoon tenía una pequeña sensación de regresión. Un sentimiento cálido en la boca de su estómago que bullía dulcemente. Se sentía como si fuera su cumpleaños, el segundo aniversario desde el nacimiento de sus sentimientos por JiMin, y aunque fuera en secreto, a NamJoon le habría gustado poder celebrarlo llevando a JiMin a ver fuegos artificiales, por muy absurda que fuera la idea.

 

Llevaban meses de acá para allá. Habían empezado muy pronto con la agenda de verano, comenzando por la grabación del Summer Package en Dubai, las promociones de «FIRE» y «SAVE ME», las vacaciones por Europa (que aunque lo llamaran vacaciones, no tuvo nada de relajante), la gira de conciertos por toda Asia, y por supuesto, los KCON por toda América.

Aquella actuación en Los Ángeles ponía punto y final a la temporada de promoción, y tras ese concierto podrían regresar a casa, tomarse unas merecidas (y autenticas) vacaciones, y ponerse a trabajar de lleno en el nuevo álbum.

 

Desde los recovecos del escenario, NamJoon podía escuchar las voces de los MC presentando a los grupos. Ellos eran los últimos en actuar, pero NamJoon había subido al backstage en busca de JungKook y SeokJin, que hacía un buen rato que habían desaparecido del camerino, queriendo ver la actuación de TWICE entre bambalinas.

El calor de los focos del escenario se extendía hasta allí atrás y NamJoon ya notaba cómo se humedecía su piel y la fina tela de la camisa floreada que llevaba se pegaba de forma desagradable a su espalda y su estómago y ni si quiera había empezado a bailar aún.

 

NamJoon encontró un lugar desde uno de los hombros, donde podía ver el escenario casi al completo, pero no había ni rastro de ese par de traviesos. Había querido hacer una pequeña reunión de motivación para animar a los chicos a darlo todo en aquella última actuación de la gira, pero con la falta de dos de los miembros y él habiéndose quedado anclado en ese lugar, viendo a sus compañeros idols actuar, NamJoon dudaba de poder hacer esa reunión a tiempo.

 

Se había quedado hipnotizado viendo a los rookies bailar en el escenario, preguntándose si ellos habían sido tan deslumbrantes en sus días de inicio en la industria o habían pasado desapercibidos por completo a pesar de sus esfuerzos.

Esos muchachos brillaban, desde luego, eran todos muy guapos y su estilismo los hacía resaltar, los hacía sentir seguros de sí mismos. NamJoon no podía decir lo mismo con la permanente que había llevado en sus días de debut, o con el casco verde que había llevado unas semanas atrás. Al menos habían dejado que volviera a teñirse de rubio y su pelo había crecido lo suficiente como para poderse peinar con la frente al descubierto, de una forma que se sintiera más cómodo, pero NamJoon sabía que seguía sin ser tan guapo como sus compañeros. Jamás llegaría a ser tan guapo como V o Jin, ni tendría el carisma de Suga y JungKook, ni el aegyo de J-Hope, y, por supuesto, nunca merecería el corazón de oro de Park JiM—

 

— ¡Monnie-hyung!

 

NamJoon saltó por el susto y la sorpresa, su corazón latiendo desbocado como si le fuese a saltar del pecho en cualquier momento debido al súbito sobresalto. No esperaba que la voz de JiMin lo llamara justo mientras estaba pensando en él y lo sorprendiera posando su cálida mano en antebrazo de NamJoon.

JiMin le sonrió con inocencia, mostrando aquel adorable diente torcido entre sus esponjosos labios y escondiendo sus ojos en lindas lunas crecientes, pero NamJoon sabía de buena tinta que lo había asustado a propósito y que había disfrutado de su reacción con aquella maldad escondida que tenía. Ni que a NamJoon le importase... Probablemente JiMin podría  tirarlo al suelo y pisotearlo y NamJoon se dejaría hacer gustoso, suerte que JiMin era demasiado bueno para hacer algo como eso y que aquel pequeño toque de malicia que JiMin tenía se limitase a comentarios salvajes e insignificantes trastadas como aquella.

 

— ¿Estás bien, hyung? No pretendía asustarte tanto — mintió JiMin, tan dulcemente que a NamJoon le daba igual que su corazón no terminase de calmarse por completo.

 

Pero es que JiMin se encontraba demasiado cerca. Su codo rozaba el pecho del menor, y mientras tanto JiMin acariciaba su brazo, ascendiendo lentamente hasta que su mano se detuvo en el grueso bíceps de NamJoon, sus pequeños dedos colándose de una manera muy intima bajo la manga de su camisa.

 

NamJoon tragó con dificultad, seguro de que para ese momento ya estaba sonrojado hasta las orejas, pero es que JiMin estaba muy, muy cerca, y se veía devastadoramente hermoso vestido completamente de negro, con un maquillaje muy discreto para que no se estropease con el sudor. NamJoon mentiría si dijera que no había mirado a JiMin con hambre en el camerino, viendo cómo esos pantalones ajustados que llevaba se amoldaban a sus fuertes muslos como una segunda piel, volviéndolo loco de deseo mientras lo veía bailando alegremente con TaeHyung.

Por eso había necesitado salir ahí.

JiMin y TaeHyung sólo estaban jugando, divirtiéndose bailando las canciones que sonaban arriba en el escenario, pasando el tiempo amenamente mientras esperaban su turno, y NamJoon lo estaba mirando como un pervertido, un oscuro deseo corroyéndolo, deseando sacar a JiMin de allí, arrancarle la ropa como un animal y devorarlo entero, morder y chupar cada recoveco de aquella cremosa piel hasta que no quedase ni un solo centímetro de su cuerpo sin marcar por sus dientes.

Por suerte, algo atrajo la atención de NamJoon en aquel momento, y de algún modo, alcanzó a ver su reflejo en el espejo. Su propia expresión lo asustó. Sus pupilas dilatadas al máximo habían hecho desaparecer sus irises, la lujuria había desfigurado sus rasgos haciéndole parecer una bestia hambrienta acechando una presa con ominosas intenciones.

NamJoon se vio palidecer en el espejo y se marchó de inmediato, tratando de tranquilizarse.

 

Estaba avergonzado de sí mismo.

No estaba bien mirar a su compañero de grupo de aquel modo; no sólo porque alguien más podría darse cuenta de lo que sucedía en la cabeza de NamJoon, si no porque era algo obsceno e insano.

NamJoon era consciente de que su amor por JiMin no era sólo algo puro y sincero. También había un deseo carnal tan intenso que a veces no era capaz de calmarse ni con un baño en las aguas del ártico. JiMin no era precisamente difícil de ver, y cuando movía sus caderas, NamJoon se sentía morir, ahogado por la lascivia que lo corroía.

 

Aquello estaba mal en tantos sentidos que NamJoon no entendía cómo tenía el valor de mirar a JiMin a los ojos y fingir que minutos antes no había estado desnudándolo con la mirada.

 

— ¿Aun no has encontrado a Jin y a JungKookie?

 

JiMin se había alzado sobre sus puntillas y había tirado de NamJoon hacia abajo para gritarle al oído aquellas palabras, haciéndose oír por encima de la música del escenario.

Los dedos de JiMin apretando su brazo, hundidos en sus músculos, casi rozando el interior de su axila, humedeciéndose con su sudor; su intenso olor a jabón, suavizante y al dulce perfume que había comenzado a usar recientemente mareando a NamJoon por lo bien que se sentía; el cálido aliento contra su oreja, y su voz, su increíble ronca voz... En un instante, JiMin poseyó todos sus sentidos, mandando una inyección de placer a todo el cuerpo de NamJoon, tan intenso que podía saborearlo en su lengua pese a que jamás probaría sus labios.

A NamJoon le faltó poco para desvanecerse, pero de algún modo consiguió mantener la compostura. Sus ojos titilaron, mirando a su alrededor, desorientado. NamJoon no descartaba la posibilidad de que se hubieran quedado en blanco durante unos instantes, y solo podía rezar al universo entero porque JiMin no lo hubiera visto.

 

NamJoon podría haberse corrido en los pantalones sólo con aquello, y con la culpabilidad estrangulándolo y cortándole la respiración, se dio cuenta de que había llegado demasiado lejos.

 

— Aún no los he visto — farfulló NamJoon sin aliento, evitando por todos los medios mirar a JiMin a la cara — Vamos a separarnos para buscarlos.

 

NamJoon sintió un dolor físico cuando se separó de JiMin. En un momento estaba tan cerca que todo su cuerpo podía sentirlo y al siguiente, nada, un frío muro invisible separándolos.

 

— De acuerdo... — la amarga tristeza en la suave voz del vocalista fue suficiente para que NamJoon le echara una mirada sin pretenderlo, naturalmente atraído por cualquier inflexión que reflejara los sentimientos de JiMin sin ninguna clase de filtro.

 

«¿Qué ha sido eso?»

 

Si NamJoon fuera un poco más estúpido, probablemente no se habría percatado la decepción en el rostro de JiMin, como si aquella distancia que había impuesto fuese tan desgarradora para JiMin como lo había sido para él, como si quisiera seguir tan pegado a NamJoon como lo había estado segundos antes, permanecer a su lado de aquel modo tan poco inocente a sus ojos, y hubiera utilizado cualquier excusa barata para ello.

Si hubiera sido un poco más estúpido, no se  habría percatado. Pero NamJoon lo vio. Fue capaz de leerlo en sus ojos con la claridad y la facilidad que leía una lírica en un papel, escrita de su puño y letra.

 

Aquello era peligroso e infinitamente aterrador.

 

NamJoon no podía seguir tan enganchado a JiMin, debía dejar de utilizarlo como la droga a la que se había vuelto adicto antes de que las cosas se salieran de control.

Tenía que olvidarlo y seguir adelante.

Tenía que dejarlo ir del mismo modo que podía ver cómo se alejaba en el backstage en busca de sus compañeros.

 

NamJoon tenía que terminar con todo aquello antes de que se saliera por completo de control.

 

 

 

10

NamJoon no pudo pegar ojo en toda la noche pensando en lo acontecido el día anterior, pero si lo miraba desde el lado positivo, quizá podría dormir durante todo el vuelo de regreso a Corea para no tener que pasar por horas de aburrimiento en el avión.

 

Aun a primera hora de la mañana, las fans norteamericanas habían ido a despedirlos al aeropuerto, haciendo un escándalo abominable que no ayudó nada al dolor de cabeza y a la falta de descanso de NamJoon, menos aun cuando vio el rostro aterrorizado de JiMin por culpa del acoso al que los sometían, pero intentando seguir calmado al comprobar que JungKook lo estaba protegiendo.

NamJoon era alto y no solía agobiarse en las multitudes cuando sobresalía una cabeza por encima de todos, pero siempre se preocupaba por JiMin y YoonGi, quienes podían ser fácilmente absorbidos por la muchedumbre debido a su menor altura.

 

NamJoon se había puesto gafas de montura gruesa tratando de disimular las orejas y las bolsas bajo sus ojos que la gira y la falta de descanso habían ocasionado. Necesitaba unas ocho horas de sueño ininterrumpido con urgencia, a ser posible en su propia cama y con la seguridad e intimidad del dormitorio, el cual consideraba su hogar en todos sus aspectos. Pero para ser sincero, lo que más quería NamJoon en esos momentos era llegar a Corea y encerrarse en el estudio sin que nadie le molestara. Usar de excusa que estaba inspirado y necesitaba ponerse a trabajar antes de perder el entusiasmo, pero lo que en realidad quería hacer era poner música a un volumen ensordecedor y pensar, pensar, pensar hasta que se le fundiesen las neuronas, tratando de averiguar qué había pasado la otra noche en el backstage y cómo darse por vencido con respecto a sus sentimientos por JiMin.

Sabía que nunca dejaría de quererlo, pero necesitaba volver a verlo como un amigo, necesitaba actuar con naturalidad a su alrededor sin el temor de que el algún momento sus ojos volvieran a teñirse de lascivia mientras miraba a su compañero.

Si volvía a sucumbir a esos instintos en público, la pacífica convivencia del grupo podía verse afectada y eso era lo último que NamJoon necesitaba.

El bienestar del grupo era más importante que sus propios intereses. NamJoon tenía que madurar y anteponer BTS a todo lo demás. El egoísmo no tenía cabida en su responsabilidad como líder.

¿Solo o Bantang? NamJoon elegía Bangtan.

 

La decisión debía tranquilizarlo, pero lo cierto era que NamJoon sentía un peso aun más pesado en su corazón.

 

Mientras esperaban que su vuelo estuviese disponible, NamJoon vio como todos se relajaban en los asientos. Excepto por JungKook y JiMin, que parecían estar grabando algún tipo de contenido para su canal de YouTube, todos los demás parecían estar echando una siesta, acurrucados los unos contra los otros. Ellos durmiendo, NamJoon no era capaz ni de sentarse por culpa de toda la tensión de su cuerpo.

Sacó su teléfono móvil del bolsillo, buscando algo con lo que distraerse. Necesitaba dejar de pensar por un rato, no podía parecer un muerto viviente cuando estaban tan expuestos al ojo público.

Tenía que calmarse.

 

Twitter siempre era una distracción, para bien y para mal. Recibían tanto amor como odio por medio de las redes sociales, ver ciertos comentarios nunca era de buen gusto, pero incluso los insultos resultaban más fáciles de sobrellevar que la falta de sueño y el peso de la culpa.

Por suerte, en el último KCON había conocido a un coreano residente en Estados Unidos que hacía covers de violín de sus canciones y tenía algunos mensajes privados suyos sin contestar. NamJoon se esforzó por no levantar la mirada de su teléfono cuando los miembros se alborotaron en algún tipo de juego frente a la cámara que JiMin portaba, ni cuando el manager los regañó por ruidosos, concentrado en olvidarse de todo por unos minutos.

 

NamJoon escuchó silencio, y pensó que todos se habían vuelto a dormir, pero de repente, unos brazos rodearon sus hombros, tirando de él hacia abajo, recibiendo un peso extra que le era difícil de aguantar debido al agotamiento, pero que se esforzó por mantener en lugar de enviarlos a los dos al suelo.

El olor de JiMin lo golpeó dolorosamente antes de escuchar su voz juguetona y traviesa colándose bajo su piel. NamJoon deseó poder ignorarlo, pero JiMin se aseguró de hacerle el trabajo imposible, interponiendo la cámara que portaba entre NamJoon y su móvil.

 

— ¿Qué haces, NamJoonie? — el apodo que JiMin utilizó mandó una descarga eléctrica por todo su cuerpo que NamJoon no estuvo seguro de haber sido capaz de ocultar.

 

— ¿Cómo que «NamJoonie»? — preguntó NamJoon, nervioso por el agarre de JiMin, intentando soltarse de él mientras trataba de no ser grosero, con una sonrisa incómoda en sus labios. La cámara estaba grabando y NamJoon estaba demasiado preocupado ya como para tener que añadirle el cómo debía tratar a JiMin de cara al resto del mundo — Más respeto, mocoso, si no quieres que te golpee.

 

— Lo siento, lo siento, hyung — la disculpa no sonó sincera, pero aun así, NamJoon no cumpliría su amenaza. Jamás golpearía a JiMin, ni si quiera bromeando y mucho menos si frotaba su mejilla contra su brazo de una forma tan amorosa que hacía que el frío que rodeaba el corazón de NamJoon desde la última noche se derritiera — Hyung, dile a las ARMY qué haces para entretenerte en el aeropuerto.

 

NamJoon suspiró, exasperado. Necesitaba quitarse a JiMin de encima cuanto antes, y no porque el vocalista le molestase, si no por todo lo contrario. La cercanía de JiMin le gustaba demasiado para su propio bien, y no podía dejar que eso se viera retratado bajo ningún concepto en ningún tipo de grabación.

Con toda la fuerza de voluntad que fue capaz de reunir, NamJoon forzó una amable sonrisa y miró a la cámara que le enfocaba, esperando por su respuesta.

 

— Estoy hablando con Jun Sung Ahn — explicó NamJoon, mirando directamente hacia el objetivo, consciente de que aquel video lo verían las ARMYs y debía hablar con alegría pensando en ellas, no el hermoso fastidio de Park JiMin. Por suerte, mientras hablaba, JiMin se despegó de él, grabándolo apropiadamente mientras hablaba — El violinista que ha hecho covers de «FIRE» y «SAVE ME». Es muy talentoso, todo el mundo debería ver sus videos...

 

NamJoon tenía intención de seguir hablando, alabando al artista para que sus fans fuesen también a darle mucho apoyo por su talento, pero la voz de su manager interrumpió su diatriba, anunciando que su vuelo estaba listo y debían embarcar de inmediato.

JiMin y él intercambiaron miradas y el menor le regaló una ligera sonrisa que ayudó mucho a calmar la ansiedad que se había apoderado de NamJoon desde que tomó la decisión de olvidarse de él, lo que era totalmente contraproducente para aquella determinación.

 

NamJoon se aseguró de que todos se ponían en pie y cogían todos sus enseres personales antes de disponerse a avanzar y seguir al grupo cerrando la marcha. Fue consciente que JiMin se quedaba a esperarlo, y aunque debía molestarse por no poder despegarse de él ni con agua caliente, NamJoon se sentía agradecido por su compañía.

 

Antes de alejarse, NamJoon quería asegurarse por sí mismo que el número y la puerta de embarque eran los correctos, para que no hubiera errores. Miró por encima de su hombro, dejando que JiMin continuara sin él, buscando la pantalla donde anunciaban las salidas, pero su atención se vio atraída por algo más. Un destello rojo en aquel paisaje gris y apagado fue suficiente para que NamJoon clavase su mirada en ella.

NamJoon se quedó impactado. Su primer pensamiento fue: «¿Qué hace JiMin ahí?». Hacía sólo un instante estaba a su lado, ¿cómo había podido llegar tan lejos en tan poco tiempo? Ellos iban en dirección opuesta.

Pero la confusión sólo duró una milésima de segundo, cuando se dio cuenta de que no era JiMin, de hecho, era una mujer. Una mujer delgada, con un hermoso cabello negro que caía en cascada por sus finos y delicados hombros al descubierto debido al top sin mangas de color blanco que llevaba. Unas mejillas tiernas y redondas, unos pómulos altos, una piel suave y cremosa a la vista. Unas caderas anchas y muslos gruesos se apreciaban a la perfección gracias a los vaqueros ajustados de color azul que no pasaron desapercibidos para NamJoon por su buen gusto y lo bien que le sentaban a aquella muchacha. Y como guinda del pastel, NamJoon reconoció unas Converse de color rojo remataban el cuadro a la perfección, adornando esos pequeños y delicados pies con la perdición de NamJoon hecha zapatos.

 

El corazón de NamJoon se paró un segundo, y de repente volvió a latir con la fuerza de un terremoto, sacudiendo todo su cuerpo.

Mirarla a ella era como estar mirando a JiMin encerrado en un cuerpo de mujer. Tan parecidos físicamente que el cuerpo de NamJoon estaba respondiendo con la misma intensidad que lo hacía cuando se trataba de JiMin.

De repente, la chica alzó la mirada y unos ojos almendrados, pequeños, relucientes se encontraron con los de NamJoon, atrapándolo con una magia tan poderosa que hacía que NamJoon no pudiera apartar su mirada de ellos.

 

Un quejido agónico se atascó en su garganta, y NamJoon no fue consciente si había conseguido reprimirlo o no.

Esos ojos... Esa mirada... Esa muchacha era la solución a todos sus problemas. La única esperanza de NamJoon.

Las señales estaban ahí y NamJoon sólo tenía que interpretarlas.

 

Por mucho que amara a JiMin con todo su corazón, el bailarín nunca sería suyo. Como líder, tenía que anteponer la estabilidad de la dinámica del grupo a cualquier deseo personal. Como miembro, jamás podría involucrarse de forma romántica con ninguno de los demás integrantes. Como idol, no podía permitirse tener una relación homosexual. Y como hyung, no podía seguir pensando en JiMin como algo más que un dongsaeng.

NamJoon estaba sufriendo porque nada de aquello podía ser, pero aquella chica que se parecía tanto a JiMin parecía ser la señal que NamJoon necesitaba para darse por vencido con el bailarín. Ella la solución a los problemas que le acarreaba querer a JiMin. Con ella nunca estaría en la tesitura de que sus sentimientos estaban mal o eran incorrectos.

Esa chica le otorgaba una salida. Una alternativa.

 

NamJoon intentó ir hacia ella, pero antes de que pidiera dar un paso, unos brazos lo rodearon y tiraron de él, alejándolo sin que NamJoon pudiera oponer resistencia.

Estaba como en un trance.

 

No apartó los ojos de la muchacha en ningún momento, y aun cuando salió de su campo de visión, NamJoon siguió pensando en ella, su imagen tan vivida en sus recuerdos que le resultaba imposible sacarla de su cabeza.

No fue consciente de cuando embarcaron, no supo a quien le dio su billete y no tuvo ni idea de cómo había llegado a sentarse en el asiento del avión, ni si quiera tenía ni idea de quién se había sentado a su lado.

 

NamJoon no creía en Dios, pero, de algún modo, comenzó a creer que existía cuando lo había visto con sus propios ojos.

 

— La viste, ¿verdad? A la chica de las converse rojas...— comentó a la nada, con una sonrisa que era incapaz de borrar de sus labios — Era una Diosa...

 

Era una Diosa. Su Diosa. La Diosa que había bajado de los cielos a darle esperanza. La Diosa que le había sido enviada para aliviar el peso de un amor no correspondido durante años.

Era la Diosa que NamJoon necesitaba para, por fin, encontrar la felicidad. La Diosa que le daría la oportunidad de poder dejar de amar a JiMin para poder sentirse en paz.


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