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Midnight Sun por pinguinorodriguez

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Notas del capitulo:

Siempre es levemente siniestro volver a los lugares que han sido testigos de un instante de perfección.

“La primera vez que cruzamos miradas una especie de electricidad recorrió cada centímetro de mi piel, él era exactamente como lo había soñado: hermoso.
Su rostro tan delicadamente fino, ese brillo en sus labios, su nariz afilada y su mirada retadora, profunda y seductora hicieron de mí un manojo de extrañas sensaciones. Su retorcida sonrisa me invitaba a probar de él, a descubrir todo lo que tenía para mí…”

-¡Maldición!- Dujun apretó fuerte los puños tratando de controlar su ira.

-Cálmate - Los pequeños pero fuertes brazos del chico lo rodearon por la cintura, recargó su cabeza en la espalda del otro y lentamente abrió sus ojos para dejar al descubierto el color violeta que los bañaba.- No estamos aquí por eso, debes ser prudente, astuto.

-Yoseob…- gruñó Dujun por última vez aceptando lo que el más pequeño le decía. 

...OoO...

-Hasta entonces. Espera por mí- La voz se deslizó por los oídos de Kikwang en un suave y seductor susurro. La visión del chico se nubló.

...OoO...

Los rayos de sol se colaron por la ventana de la habitación. Kikwang se incorporó con mesura.

Como un flash, el recuerdo de un beso llegó a su mente. ¿Aquello había sido un sueño? Recordaba a él caminando por el pasillo hacia las luces rojas. Pero no lograba comprender cómo había llegado hasta su habitación. 

Se levantó de la cama y fue directo al cuarto de baño. Cuando sus ojos se encontraron con el espejo, pudo notar que su labio parecía estar hinchado. Lo tocó suavemente con el dedo índice y sintió un ligero dolor. Confundido, tomó su cepillo de dientes y comenzó a asearse, una ducha rápida y un cambio de ropa le llevó 15 minutos antes de salir de su habitación y dirigirse a la zona del convento que estaba destinada para cumplir con las funciones del internado. 

La vieja construcción que alguna vez fue casa de una de las familias más importantes en La Roque había sido donada a la iglesia para fundar el convento y el internado. Entre sus extensos pasillos y enormes habitaciones se escondían siglos de historia. El aspecto tétrico del lugar provocaba escalofríos a los que recorrían sus pasajes por primera vez, llegando incluso a escuchar los susurros que aseguraban salían de las frías paredes. 

Como cada mañana el Doctor Lee visitó los dormitorios de los niños que requerían de cuidados especiales por enfermedad o por que aun eran muy pequeños para recibir atenciones únicamente de las monjas. 

Luego de realizar el chequeo matutino sin novedades se dirigió a la capilla e iniciar su hora de oración, un ligero almuerzo y una manzana fueron suficientes para satisfacer su hambriento estómago. 

En algún momento del mediodía el radiante sol que lo había recibido por la mañana fue sustituido por enormes nubes grises que amenazaban con precipitarse y dejar caer una tormenta. 

Era como si de alguna manera el ambiente se hubiese puesto de acuerdo con su estado de animo.

Las horas pasaron y el cielo se mantenía nublado, el aire de esa tarde era tan frío que parecía que en cualquier momento su cuerpo se congelaría, sin embargo, y a pesar del clima, Kikwang decidió visitar la tumba donde descansaba su madre. 
Miró la lápida lleno de melancolía y dejó a un costado un enorme ramo de hermosas hortensias blancas, suspiró. 

-Madre… ¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy volviendo a llenarme de este miedo del que me protegías? - Una lágrima cayó por la mejilla del chico sin contenerse – ¿qué es eso de lo que realmente debo cuidarme?- deslizó sus dedos por el grabado de la lápida -¿Por qué me han dejado solo?

-Las personas no mueren cuando dejan de respirar…- Una voz realmente agradable interrumpió los lamentos de Kikwang – La muerte llega cuando pronuncias por última vez su nombre.

Kikwang alzo la mirada y entonces, sucedió.

...OoO...

Los largos dedos de Dongwoon acariciaban el negro y suave cabello del pequeño Yoseob, quién parecía disfrutar del tierno tacto. 

-No sé qué es lo que planea Dujun. Sería incluso peor ponerse en su contra -habló el más bajo. 

-Tienes razón, sin embargo dudo mucho que logre controlarse. No dejará que se lo arrebaten así de fácil. 

-Tú no harías eso. 

-Si tuviera que hacerlo por ti -dijo Dongwoon al mismo tiempo que envolvía a Yoseob entre sus brazos - sería capaz de cometer cualquier locura. 

...OoO...

El desconocido vestía con un sombrero negro, tan grande que apenas fue posible distinguir algunos rasgos, sus manos estaban cubiertas por guantes de seda negra y su cuerpo era abrazado por una gabardina color negro, le cubría un poco más allá de las rodillas. Miró fijamente los ojos negros del doctor, sonrió con dulzura y del ramo de rosas rojas que llevaba con él, sacó una y la dejó sobre la placa de concreto en la que se encontraba grabado el nombre de la madre de Kikwang. 

El joven doctor siguió cada uno de los movimientos del otro con los ojos. Su cuerpo emanaba una enigmática elegancia que lo obligaba a mirarlo. 

-Lo siento si interrumpí un momento tan íntimo, es sólo que, unos ojos así de lindos no merecen empañarse a causa de las lágrimas. - el hombre regaló nuevamente una sombría sonrisa, dio media vuelta y Kikwang lo vio alejarse, desvaneciéndose entre las otras tumbas del cementerio.

...OoO...

El cuerpo pálido y desnudo descansaba sobre la sabana de satín rojo, a la espera de Dujun. 

No pasó mucho tiempo para que éste hiciera su aparición, disfrutando de la escena que se pintaba delante de sus ojos. 

La eternidad no valía nada a comparación de la belleza del otro hombre, su cuerpo delgado, la suave piel. Aquellos ojos fríos y penetrantes que de vez en cuando se dignaban a mirarlo con cariño o quizás mera compasión. Los labios que ocasionalmente susurraban su nombre entre suspiros y lascivos gemidos. 

Así era Junhyung. 

Con cadencia, Dujun caminó hasta la cama rodeada por sofisticadas cortinas blancas que se levantaban en cada esquina sujetas con listones color carmín. 
Posó sus manos sobre el colchón y poco a poco fue dejando que su cuerpo cayera a lado de Junhyung. Tomándolo entre sus brazos con fuerza, casi reclamándolo. 
Pronto el par de labios se unió en un salvaje beso lleno de pasión y lujuria que se desbordaba por cada poro de la piel. Sin permitir que el agarre se aflojara ni un poco, Dujun frotaba su pecho contra el pecho de Jun, colándose entre sus piernas. 

-Te amo Jun, te amo- repetía una y otra vez como si necesitara que se le creyera. 

La sensual expresión de Junhyung cambió al instante de oír esas palabras. Puso su dedo índice sobre los palpitantes labios de Dujun y susurró.

-Estás consciente de cuál es tu lugar ¿verdad? - miró el turquesa en los ojos de Dujun - Eres sólo mi alimento y en el momento que yo elija te desvanecerás. - Dujun desvió la mirada y con violencia mordió el cuello de Junhyung haciéndolo soltar un pequeño grito - ¡Ah! Sabes que está prohibido matar a los de tu especie...- se quejó Jun con un gemido de dolor y excitación. 

- Pero no es imposible - soltó la carne del chico y se incorporó - Piensa en lo que significaría ¿Te imaginas?

-¿Todo lo que podrías perder?

-¡Todo lo que podría ganar! Tendría incontables ofertas por las cabezas de los pequeños hijos del Rey, con tal de tener el poder? - Dujun recargó su peso en Junhyung colocando sus antebrazos a los costados de éste para poder mirarlo a los ojos. 

-Se desharían de ti después de eso...- aseguró Jun. 

Dujun deslizó su frío dedo por el torso de Junhyung hasta llegar poco más allá de su ombligo... - No lo entiendes Jun...- Acercó sus labios a los del otro y maliciosamente continuó - Nos amaríamos en el infierno...

...OoO...

Por la noche Kikwang se removía inquieto entre las blancas sábanas de su cama. 

No lograba alejar sus pensamientos de aquel hombre que vió en el cementerio, extrañamente tenía la sensación de conocerlo. Tal vez alguna ocasión en el hospital o simplemente haberlo visto por la calle. 
Lo cierto era que ese desconocido desprendía un aura especial, magnético y cautivador. 

Y eso perturbaba de sobremanera al Doctor. Se sentía culpablemente atraído hacia un hombre, peor aún, se sentía atraído a alguien que ni siquiera conocía. 

...OoO...

A lo lejos, en la parte más alta de la colina dónde se encontraba acentado La Roque Gageac, en el viejo castillo una fiesta se celebraba. 

Elegantes caballeros vestidos con trajes como los que lucieran los hombres en la época victoriana, se paseaban por el amplio jardín iluminado por incontables antorchas. 

Melodías interpretadas por un grupo de cuerdas amenizaba el ambiente, junto al tintineo de las copas que chocaban entre sí. 
Las Mujeres alegraban la vista de los asistentes, adornando sus curvados cuerpos gracias a los ajustados corsettes que aumentaban sus voluptuosos encantos. 

De entre todos los invitados un grupo de jóvenes apuestos resaltaba a pesar de sus ropas que parecían ser más sencillas y sobrias. Cuatro de ellos vestían totalmente de negro, mientras que los dos restantes usaban un color vino tornasolado. Los seis muchachos conversaban alegremente, sin perder la clase que su linaje exigía. 

Una campana repicó un par de veces y toda la gente dirigió sus miradas a la puerta principal de la casona. Cuando ésta se abrió, la imagen de un hombre delgado, de cabello negro como la noche, largo hasta los hombros, piel pálida y dueño de una belleza extraordinaria. Apareció. 

Con la galantería de un felino descendió por las escaleras, luciendo una seductora sonrisa dejando a la vista un par de colmillos. 
Todos se inclinaron haciendo una reverencia hacía él, encabezándola los seis chicos. 

La capa que envolvía el sensual cuerpo radiaba un dorado igual que el del oro incrementando la majestuosidad del hombre. 

-Bienvenidos, sean todos. Por favor disfruten de los manjares que hemos preparado para ustedes -dijo haciendo un ademán hacia las mesas repletas de comida, botellas de vino y diversas frutas exóticas. -Sean bien recibidas las depravaciones y blasfemias, en esta noche memorable- Sus ojos ligeramente rasgados fueron a donde los seis muchachos inclinaban sus cabezas y una fraternal sonrisa se delineó en sus gruesos labios- Queridos hijos míos. Antes de comenzar su velada, hay un anuncio que quisiera hacerles en privado. 

Los seis asintieron y cuando el mayor dio media vuelta se pusieron de pie para seguirlo al interior del castillo.

Uno a uno se dirigieron a la habitación donde se ubicaba el enorme comedor rectangular. 
Junsu y Junhyung tomaron su lugar en las dos primeras sillas del lado derecho. A la izquierda Jaejoong y Dongwoon hicieron lo propio con los dos primeros lugares. Dejando una silla vacía Dujun se acomodó a la derecha mientras Yoseob le siguió quedando frente a él. 
La cabecera de la mesa pronto recibió a su dueño cuando el hombre de la capa dorada llegó. 

-Ahora que tengo el placer de compartir un momento con mis amados hijos - habló haciendo mención a Junsu y Jun - y mis muy queridos sobrinos - dijo girando su rostro hacia Jaejoong y Dongwoon. - Me ha llevado algo de tiempo, pero por fin he tomado una decisión y creo que llegó mi momento y pronto dejaré que la sangre nueva tome las riendas del clan. Como seguramente saben, los primogénitos siempre son los que deben cumplir con las actividades del rey. Así fue cuando yo tomé el trono. Sin embargo... Considero que mis dos hijos están lo suficientemente capacitados para ocupar dicho puesto. Y para evitar futuras disputas, creo conveniente llevar a cabo una competencia. 

-¿Competencia? - cuestionó Junsu. 

-Competencia - repitió su padre - Mi amado Junsu. ¿Por qué no darle una oportunidad a tu hermano menor?

-Yo... No es... Es sólo cuestión de tradición - alegó el hermano mayor. 

-Pues hoy estoy cambiando esa tradición.

-Señor, si me permite hablar.- interrumpió JaeJoong.- Creo que sería justo que la competencia se llevará a cabo entre los primeros hijos de las dos familias.

-Jaejoong, por el amor que le tuve a mi hermano podría aceptar tu propuesta. Pero no creo que estés listo para el reto que les pondré incluso a mis propios hijos. La ira podría ser tu destrucción y la de todos.- Jaejoong apretó los puños aceptando de mala gana la respuesta de su tío. 

-Ustedes saben, que hace muchas lunas un caza vampiros me arrebató a mi hermano, a su padre.- el vampiro miró a Jaejoong y a Dongwoon.- Y luego desapareció. El infeliz creyó que jamás sabría de la existencia de lo que escondió en este mundo. La cabeza.- hizo una pausa.- Quiero la cabeza de su único hijo.- Su mirada se clavó ahora en Junsu y Junhyung.- Uno de ustedes dos deberá beber hasta la última gota de sangre que haya en él. Pero no deben confundirse, suena más sencillo de lo que es en realidad. No me basta su muerte, deseo causarle el dolor más inmenso, que disfrute de los placeres y se sienta miserable por ello. Él tendrá que entregarse a ustedes, una especie de… sacrificio. Aquel que lo logre, será mi digno sucesor. ¿No creen que será bastante divertido? Estoy ansioso por ver qué tan lejos pueden llegar. Gozaré viendo a mis amados hijos corrompiendo su insignificante alma. 

Su sonrisa retorcida se reflejó en los ojos de los vampiros.


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