El sol se filtraba de manera hermosa a través de aquellas espesas nubes aclarando los bosques que rodeaban la academia Cross el suave olor a naturaleza invadiendo lentamente los dormitorios del Sol, un nuevo día se presentaba con esplendor tras una noche de fuertes tormentas. En una habitación en específico los rayos del Sol no se filtraban por la ventana, gruesas cortinas y una ventana cerrada le impedía el paso a la alcoba de un joven de curiosos cabellos platinados como luz de luna, facciones perfiladas con una piel blanca como porcelana, unos exóticos ojos amatistas que miraban el techo de la oscura habitación.
El joven se llamaba Kiryuu Zero un cazador de vampiros y por desgracia para él un vampiro nivel E el más bajo de todos los vampiros, hacía ya un año que Yuuki se había ido junto a su hermano Kuran Kaname y la persona a la cual el cazador amaba, más que el dolor de la sed era el dolor de la traición lo que lo estaba consumiendo, todos esos años en que vivió junto a la castaña ¿no significaron nada para ella? ¿tan poca cosa valía él para el castaño mayor y la castaña menor? ¿enserio él solo era un peón? ¿solo servía para eso? Tubo que reírse.
—claro que solo sirvo para eso, nunca me verían de otra manera— una solitaria lagrima cayo por su mejilla.
Claro que lo sabía, él durante toda su vida fue utilizado, incluso por sus padres que querían hacer de él un gran cazador, incluso por Yagari su maestro el cual no dudo en dispararle tras el acontecimiento con Yuuki entendía su comportamiento a fin de cuentas él era un cazador y como tal su trabajo era exterminar a las amenazas algo que se había grabado como fuego ardiente es su cabeza, él era un monstruo, una amenaza, un peligro, un…un vampiro. No paso mucho tiempo cuando un intenso dolor de cabeza amenazaba con destrozarle el cerebro, la sed de sangre era agonizante como si ríos de infinita lava amenazara con derretirle sus cuerdas vocales, derritiendo su garganta y acabando con su vida sin morir realmente y eso era la parte más desesperante de ser un vampiro de nivel tan bajo, una patética plaga que tarde o temprano sucumbiría ante la locura de la sangre.
Suspirando con fastidio cerro los ojos para dormir otro poco, rezando para que la sed se fuera y pudiera iniciar otro día de soledad ahogándose en pena y tristeza, pero al cerrar los ojos algo diferente pasó la tristeza y agonía que sentía se esfumaron como espantadas por un sentimiento mayor, un sentimiento que hasta ahora nunca había sentido… Paz.
—No llores mi pequeño Zero— ¿de quién era esa dulce voz? Era tan suave, delicada y le hablaba con ¿amor? ¿Por qué le hablaba en ese tono?,— No llores mi niño, mamá está aquí para ti, sonríe como antes mi niño, deja que la luz de nuestra reina te proteja y te acompañe.
Podía sentir tantos sentimientos en esa aterciopelada voz, tan dulce y cariñosa, fue entonces que se percató de la caricia en su mejilla, en sus cabellos y el cómo la fresca brisa mecía sus mechones como si lo acunaran, suspirando gustoso sonrió sincero con los ojos aún cerrados, ¿cuándo fue la última vez que pudo dormir así de tranquilo? Tenía ganas de abrir los ojos y ver de quien provenía tan hermosa voz, quería ver aquellas manos cariñosas que lo mimaban con dulzura.
—No abras tus ojos aún mi niño—sintió la delicada mano tapando sus ojos—Aun no es momento de despertar nuestro Zero, permanece dormido— un beso fue a dar en su mejilla y las lágrimas cayeron de sus cerrados ojos era un sentimiento de añoranza tan grande, las ganas de abrir los ojos eran fuertes, pero aun llorando esa mano no dejo de mimarlo, sentía que poco a poco ese sueño se desvanecería pese a que él aun no quería irse.
—todo a su tiempo mi pequeño—sintió un beso en su frente y antes de dormirse de nuevo abrió un poco los ojos, alcanzando a ver unos cabellos tan blancos como la nieve que caían en bucles hasta su pequeña cadera, ojos amatistas brillando con cariño y una sonrisa de puro amor, era tan hermosa y de nuevo ese sentimiento de añoranza se instaló en su corazón mandándole un sentimiento cálido y confortante para luego cerrar sus ojos como si el simple hecho de escucharla hablar fuera una dulce canción de cuna, despertó con el mismo sentimiento en su corazón y lágrimas deslizándose por sus ojos ese sentimiento hacia palpitar su corazón haciéndolo llorar como un pequeño niño desconsolado, estaba tan perdido, tan herido, esa caricia de aquella mujer fue suficiente para derrumbar sus muros y ablandar su herido corazón, su alma fue moldeada en esas cariñosas manos para confortarlo, para entenderlo, para protegerlo.
“—no llores mi pequeño”—esta vez sintió unos delicados brazos rodeándolo, acariciando sus mechones platinados, no veía a nadie, no escuchaba nada solo el murmullo de esa delicada voz.
—¿Quién eres? —eso era lo único que podía articular y escuchando la suave risita melódica que poco a poco se iba desvaneciendo escucho aquellas palabras que toda su vida añoro oír y que hasta ahora todas las personas que se las habían dicho lo habían abandonado.
—soy tu familia mi Zero—dejo de sentir el abrazo y la voz se había ido pero aun así sonrió con honestidad ya que aquella voz pronuncio esas palabras con honestidad.
—ojalá pueda volverte a ver—un deseo mudo que conllevaba a algo más grande, pero eso aún él no lo sabría.
CONTINUARA