Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

K-141 por sasunarujonathan

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

 
¡Hola queridos lectores!
 
Gracias por leer y su apoyo.
 
¡Qué lo disfrute!
 

 
 
— Me gusta una chica…
 
— ¿De verdad? — sonrió el rubio mayor.
 
— Sí. — Dijo el menor sin ver a su padre. 
 
 
Manteniendo la vista frente al mar; estaban en una costa que se encontraba cerca del castillo. Ambos estaban sentados.
 
 
— ¿La conozco? — preguntó Minato.
 
— No. Es de la academia. Su nombre es Azul. Tiene el cabello blanco y largo,  hasta por las nalgas — el mayor dio una pequeña sonrisa — sus ojos son azules, tiene pecas en la nariz, alta…
 
— Todas las cuarenta y unas son altas. — interrumpió su padre y él asintió.
 
— Estoy saliendo con ella.
 
— ¿Ah, sí? ¿Cuánto llevan?
 
— 1 año y 4 días.
 
— ¿Por qué hasta ahora me lo dices? ¿Tu madre sabe? — cuestionó su padre, Naruto negó con la cabeza.
 
— Preferí contarte esto a ti.
 
— Te lo agradezco hijo, pero si sigues, es obvio que le debes contar.
 
— Es que… yo no sé si esto funcione.
 
— ¿Por qué?
 
— Llega el momento en toda relación donde el contacto íntimo se vuelve necesario.
 
— Ah…
 
— No es que yo no quiera, es que no sé, porqué no me gusta.
 
— ¿Cuántas veces…?
 
— Cinco — respondió antes que la pregunta finalizara.
 
— Oh, ¿Pero no te gusta ni un poco?
 
— Un poco.
 
— Un poco es algo. Puede ser el inicio de algo.
 
— O el final de algo. — exclamó el menor y su padre frunció el ceño.
 
— ¿Vas a terminarla?
 
— No lo sé… — exclamó y por un instante el mar golpeando las rocas era lo único que se escuchaba.
 
— Sólo has lo que creas mejor.
 
— Quería que me lo dijeras.
 
— No toda la vida estaré para decirte las decisiones que debes tomar.
 
 
 

 
 
 
— Terminé con ella. — habló el blondo menor.
 
— ¿Qué dijo ella? — preguntó Minato limpiándose el sudor con una toalla.
 
— Lloró y me pidió que volviéramos. — respondió Naruto haciendo lo mismo que su padre, después de entrenar por horas.
 
— Supongo que rechazaste la oferta — el menor asintió a lo dicho por el rubio mayor — ¿Cómo te sientes?
 
— Confundido. — respondió Naruto y el silencio se hizo presente.
 
— Ah, hijo. — suspiró su padre. Tomando un poco de agua, para después sentarse en unas gradas.
 
— Papá…
 
— ¿Qué?
 
— ¿Por qué yo no soy normal? — el rubio mayor junto sus cejas y preguntó.
 
— ¿De qué hablas? Te ves completamente ordinario.
 
— No. Yo no me siento normal, siento que todos están bien como son, pero yo soy diferente y quisiera sentirme como los demás. Es como si no encajara en el rompecabezas. Me esfuerzo por entender los sentimientos de los otros, sin embargo, ni si quiera entiendo los míos y es algo a lo que nunca le doy importancia. No soy malo, creo, pero, no imagino llegar a ser un buen rey… ja ja — se burló de sí mismo — no me estoy explicando bien.
 
— Acomoda bien tus pensamientos.
 
— El asunto es que me gustaría entenderlo todo, saber lo que debo pensar, decir, cómo debo actuar, ser más… sabio, supongo.
 
— Ja ja — su padre río — Naruto, la sabiduría viene con los años y la experiencia, poco a poco. No debes pretender saberlo todo en un instante.
 
— Si se pudiera.
 
— Yo tampoco lo sé todo.
 
— Pareciera.
 
— Es sólo apariencia. Como líder, tu debes confiar en algunas personas, y pensar en todas las posibilidades, puedes hacer las cosas lentas sin jamás pausar.
 
— Mmm…
 
 

 
 
 
— Tengo novio. — soltó de repente calentando sus manos cerca de la fogata.
 
Ambos se encontraban en el bosque congelado, solamente padre e hijo, junto a la naturaleza; era ya de noche.
 
— ¿Qué? — cuestionó sorprendido — Digo, ¿Ah, sí? Y ¿Lo conozco?
 
— Sí.
 
— ¿Ah, sí? — Minato volvió a juntar sus cejas. — ¿Quién es?
 
— Hamura Ōtsutsuki.
 
— ¿Hamura? — su padre posó su mirada en el fuego como si no viese bien, entrecerró los ojos y frunció el ceño, entreabriendo su boca. Luego, vio a su hijo y llevó sus manos a la frente, con los dedos índices simuló cuernos.
 
— Ja ja — Naruto dio una gran carcajada — ¡Sí! ¡Ese, ese mismo!
 
— ¡No! — exclamó aun sorprendido.
 
— Créelo.
 
— De acuerdo. — dijo Minato, una vez procesada la información. — ¿Tu madre y tu maestra lo saben?
 
— No.
 
— ¿Cuánto llevan?
 
— Dos años.
 
— Oh, dos años, ¿Eh? Y ¿Ya…?
 
— Sí.
 
— ¿Y qué tal?
 
— Igual que la última vez, un poco.
 
— ¿Lo vas a terminar también?
 
— No. Supongo que aunque no me guste lo intentaré.
 
— ¿Te gusta mucho?
 
— Es perfecto… — murmuró viendo el fuego y suspirando como niño enamorado.
 
— Ja ja — fue el turno de Minato para reír.
 
— Ja ja — Naruto se le unió — es broma, papá. Por supuesto que me gusta, creo que un poco más de lo que llegó a gustarme Azul y lo apreció mucho, realmente… Digo, sólo mírame papá, ¿Acaso no soy guapo? Sabes qué, no respondas porque mamá siempre dice que soy atractivo, entonces alguien como yo, necesita a alguien igual de fuerte y apuesto. Es la naturaleza. — sonrió fingidamente arrogante y su padre soltó otra carcajada.
 
— Ja ja, claro, hijo, como tú digas.
 
 

 
 
— ¿Hijo? — preguntó Minato acercándose a su hijo quien estaba de pie viendo a las luces de la ciudad.
 
 
Estaban ambos en el tejado del castillo, el edificio más antiguo de la ciudad.
 
 
— Papá…
 
— ¿Sucedió algo? Tenemos cuatro días de no verte.
 
— Sí, he estado un poco ocupado y ustedes también, creo que todo el mundo ha estado ocupado.
 
— ¿Qué pasa? — cuestionó el mayor poniéndose de pie a su lado.
 
— Yo fui, de nuevo. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué soy así? — exclamó frustrado sin dejar de ver al frente.
 
— ¿Terminaste con Hamura?
 
— Yo no quería pero lo hice y su cara papá… hubieras visto su cara… soy un monstruo…
 
— No hijo. Ven acá. — dijo su padre y lo abrazó. Sin embargo el abrazo solo duró unos segundos, ya que el menor se deshizo de el.
 
— Gracias papi. Pero tu abrazo sólo me hace sentir peor. — comentó y Minato sólo pudo darle una sonrisa reconfortante.
 
— Bien, entonces, ¿Hablamos? ¿Lloramos? ¿Golpeamos paredes? ¿Corremos? ¿Gritamos?...
 
— No, hablemos, yo ya lloré lo que tenía que llorar.
 
— Bien, ¿Qué exactamente fue lo que pasó?
 
— Ya te mencioné que terminamos. Por lo tanto, supongo que, debo decir... dah…— Naruto hizo un puchero antes de continuar — supongo que no soy lo suficientemente bueno para nadie. Esto es estúpido, se siente estúpido… ya sabes porqué lo terminé, y sabes que es tonto, porque… porque yo lo quiero tanto.
 
— La verdad hijo es que yo no te entiendo, lo siento…
 
— Ya sé.
 
— Mas, yo estoy seguro que en algún momento lo harás y si no, pues, qué más da, aprenderás a vivir contigo y saber qué está bien contigo y qué no. — habló su padre restándole importancia, perdiendo su mirada azul en los edificios brillantes. Naruto pensativo sin despegar su mirada de enfrente al igual que su padre, una sonrisa se le escapó y después comentó.
 
— Gracias papá… ven acá. — abrazando a su padre y dándole unas palmaditas en la espalda; de alguna manera lo que su padre le había dicho lo había hecho sentir mejor.
 
 

 
 
 
— Oye, yo sé que estás descansando. Pero quiero pasar un momento valioso contigo, vamos, nena…
 
— Ya habías dicho que cenaremos en la noche, es mi día libre amor, sólo quiero dormir y dormir, ¿Sí?
 
— No, olvídalo, porque ya estoy en el edificio, estoy subiendo el ascensor.
 
— ¿Qué?
 
— ¡Sorpresa! Me dieron permiso de salir temprano hoy, así que decidí pasar a visitarte un momento antes de cenar.
 
— ¡No!
 
— ¿Por qué no? ¿Pasa algo?
 
— Es que… estoy despeinada y sin maquillaje.
 
— Bah, ya te he visto así, ¿Cuál es el problema?... estoy frente a la puerta, abre.
 
— … sí, sólo… dame un minuto para arreglarme, ¿Sí?
 
— No. Ya te dije que no importa. Abre.
 
— De acuerdo, de acuerdo, espérame. — habló ella del otro lado de la línea, Sasuke esperaba impaciente, recargando su peso de un pie a otro.
 
Hasta que un “clic" proveniente de la puerta hizo dirigir toda su atención a ésta. Una hermosa cara, con una sonrisa deslumbrante, ojos azules, dientes perfectos, fuertes y blancos, largo cabello rizado y castaño, alta, un ser maravilloso e inigualable ante sus ojos, si ella estaba despeinada  incluso de esa forma era bella. Sasuke pensaba que era una de esas obras de arte en las que el artista rompe el molde al finalizarla.
 
— ¡Hola! — dijo ella.
 
— ¡Hola de nuevo!… estas perfecta. — dijo el depositando un beso en su frente.
 
— Ja ja ja, gracias bebé, si tú lo dices es cierto. — exclamó ella y él le sonrió caminando a la única habitación.
 
— Sabes que sí, no seas modesta. — exclamó el pelinegro besándola.
 
Judith respondió sus demandas, Sasuke sentía que ella era su mundo y podía hacerlo arder cuando ella así lo quisiera, porque su olor siempre lo envolvía en el placer, el olor adictivo, como el del cigarrillo.
 
 
— …cigarrillo… ¿Cigarrillo? — habló Sasuke juntando las cejas.
 
— ¿Cigarrillos? — cuestionó Judith desconcertada.
 
— Sí, huele, ¿Fumaste? — preguntó él separándose de ella y busco con su mirada, hasta que su mirada dio con un paquete de cigarrillos en una mesita pequeña a la par de la cama. — ¿Me engañaste?
 
— ¿Qué? — cuestionó nuevamente con incertidumbre — yo no… — agregó la mujer, sin embargo no pudo continuar sin ser interrumpida por Sasuke.
 
— ¿Malboro? ¿Desde cuándo fumas?
 
— ¡Ah…! ¡Eso! Ja ja — exclamó despreocupada y prosiguió — no quería decírtelo porque lo estoy dejando.
 
— Pero, ¿Por qué me lo ocultas?
 
— Ya no tiene importancia. — respondió acercándose a besarlo.
 
— Mmm… está bien… sabes… se me apetece un café, ¿Me haces uno?
 
— ¿Eh?, oh. De acuerdo bebé, ya vengo. — dijo ella saliendo de la habitación.
 
 
Sasuke se encaminó hacia el baño, cuando entró sólo se lavó las manos, mas, antes de salir, miró al retrete con la tapa levantada; analizándolo durante unos segundos. Luego negó con su cabeza.
 
— No… no… no… — murmuró para sí mismo, caminando de regreso a la cama, se agachó buscando debajo de está y después suspiró. Con pasos ligeros llegó frente al enorme armario lo abrió de par en par. — dime por favor que no hay nadie ahí — le habló a la nada.
 
Sasuke hizo a un lado las prendas, le pareció ver a alguien, extendiendo sus brazos delante en una de las esquinas, con fuerza tiró de la otra persona, dejándolo caer de  trasero y sus ojos se abrieron más por la sorpresa.
 
 
— Dime que esto es una jodida broma…
 
— Sasuke yo… lo siento amigo.
 
— ¡¿Amigo?!
 
— Ah… yo, Sasuke, ¡Perdóname!
 
— ¿Qué está pansando? — preguntó Judith entrando a la habitación y su cara de confusión pasó a cara de sorpresa.
 
— ¿Qué “qué está pasando”? ¡No me jodas Judith! ¡¿Enserio?! ¡¿Enserio?! Y ¿Con él?, ¿Con él? ¡Es mi mejor amigo!, ¡Más bien dicho era! ¡Hijos de perra! ¡YO CASI MUERO POR TI DESGRACIADO!
 
— Sasuke yo lo siento mucho… ¡De verdad, de verdad perdóname! — gritó el hombre de cabello blanco y en cuanto terminó de pronunciar la última palabra un fuerte golpe lo hizo caer boca arriba mirando el cielo raso.
 
— ¡Sasuke, no! ¡Déjame explicarte!
 
 
El hombre de cabello negro, le dio unos cuantos golpes más a su ex mejor amigo y antes de salir del departamento le dio una bofetada a la mujer.
 
Una vez en el estacionamiento; dentro de su coche, abrió la guantera sacando una pequeña caja y la abrió, observándola recordó lo que se había propuesto hacer esa noche. Lo que ya no haría.
Todo se le había ido en un momento,  sus planes y no había pensado en otros. Guardó la cajita donde estaba minutos antes; golpeó con furia el volante gritando maldiciones, de último cuando se calmó, soltó un suspiró, invadiéndolo una ridícula tristeza.
 
 
 

 
 
 
— ¡Sai! — gritó un hombre de cabello negro con algunos mechones pintados con canas ya, desde la cocina.
 
— ¡Voy! — respondió el más joven.
 
— La cena ya está servida, ¡Lávate las manos! — habló obstinado.
 
— A eso iba.  — respondió con un toque de fastidio en su voz.
 
 Después de lavarse las manos, se sentó a la par de su padre; era una pequeña mesa con cuatro sillas. Era una casa pequeña de dos habitaciones, rústica, en una agradable calle.
 
— No se te olvide dejarme el dinero para el pago de mañana en el banco.
 
— Sí, papa, yo sé.
 
— Como a ti todo se te olvida.
 
— No se me va a olvidar, a parte, me lo recuerdas cada vez que puedes.
 
— Sí, porque si no se te olvida.
 
— Mmm… y… fuiste al hospital, como tenías la cita hoy. — cambió de tema Sai.
 
— Ah, sí fui… pero ya sabes como son en los hospitales, me dejaron una cita para en un año.
 
— ¿Qué? ¿En un año? ¿Por qué tanto tiempo?
 
— Así son ellos, ya sabes.
 
— Sí, lo hacen así para que las personas se mueran y no molesten más.
 
— Ay, hijo. No digas eso, quizás son demasiadas las personas y las listas se hacen cada vez más largas.
 
— Yo no creo. Son unos malditos…
 
— Bueno, esperaré un año.
 
— Ay, papá — suspiró Sai. — primero si es que no mueres antes, de verdad me preocupa que estés siempre así, con tus dolores crónicos.
 
— Es la edad hijo, espero verte a tus cincuenta y con un empleo como el mío y te recordarás de éste pobre viejo.
 
— Ja Ja yo creo que sí. — exclamó dando una carcajada y su padre exhaló.
 
— Hijo, si sigues pensando así, realmente serás un fracaso como yo. — dijo el mayor con tono cansado.
 
— Ya te dije que hasta el otro año entraré a la universidad y aún nadie me contrata.
 
— Y que por eso trabajas con la chusma. Ya sé, lo que vienes diciendo desde hace cinco meses.
 
— Pero — habló Sai e hizo una pausa alzando un dedo índice — te traigo dinero y hemos pagado el préstamo, nos faltan tres meses y estaremos libres de deudas.  Es más, te pagaré una clínica privada para que te revisen; no es normal estar tan enfermo.
 
— No tienes que hacer nada de eso Sai.
 
— Lo haré porque quiero.
 
— Ay, hijo, ¡Eres tan terco!
 
— Igual que tú. — respondió socarrón.
 
 

 
 
— ¿Cómo te fue hoy en los exámenes? — preguntó Sai mientras daba un bocado de la cena que había preparado su padre.
 
— No muy bien que digamos. — contestó desanimado.
 
— ¿Por qué? — cuestionó nuevamente Sai, concentrado en la mirada del mayor.
 
— Sai, dijeron que… tengo cáncer. — habló y Sai pareció no entender lo que había dicho su padre.
 
— Es una broma.
 
— Crees que bromearía con eso.
 
— No lo sé. Tú dime.
 
— Sai…
 
— Pero ¿Tiene cura, verdad?
 
— Tengo 6 meses, me quedan seis meses. — exclamó su padre y Sai pareció perder el oxígeno por un momento, su apetito se había ido y no sabía que palabras decir exactamente, sólo se quedó ahí en silencio, hasta que agregó.
 
— ¿Qué harás? ¿Quimioterapia?
 
— No lo sé. Primero dejaré mi trabajo.
 
— Por supuesto.
 
— Segundo quiero visitar a tu tía un par de meses y luego pasaré lo que me quedé con el vago de mi hijo. — habló y sonrió en la última frase.
 
— Papá…— murmuró y sus ojos se aguaron, Sai desvió la mirada para que su padre no lo viera.
 
 

 
 
— Lo siento mucho, Sai. Sé que hace dos meses que murió tu padre, sin embargo, espero que entiendas que no me puedo quedar contigo por lástima, yo ya no te amo…
 
— ¿Así de simple? ¿Así lo dices? — preguntó incrédulo Sai.
 
— Lo siento pero, es todo.
 
— Dime por lo menos, dime el porqué.
 
— Sólo ya no te quiero más.
 
— Yo a ti sí.
 
— Perdóname, Sai, te diría que quedemos como amigos, pero sé que sería una tontería. Si de verdad me quieres, solamente te haría daño verme.
 
— Nadia… ¿Hice algo mal?
 
— No eres tú, soy yo.
 
— ¡Ay, por favor! ¡No uses la típica frase cliché! ¡Dime! ¿Hice algo malo? ¿Olvidé tu cumpleaños, aniversario? ¿Qué fue?
 
— ¡Es sólo que ya no te quiero! ¡Ya no quiero estar contigo! ¿Es tan difícil de entender?
 
— No… es difícil de asimilar.
 
— Sai. Adiós. — ella colgó el teléfono. Sai dejó escapar una sonrisa burlona.
 
— Al menos hubieras tenido el valor de terminar conmigo en persona…
 
 
 

 
 
 
— Yo también quería ser reina… pero no pudo ser. Estoy feliz que Kushina lo haya sido, sí, por supuesto… me casé primero que ella, me separé antes que ella… no tuve hijos. Sólo soy una médico que cura enfermedades no letales. Es decir, eso es bueno, ¿Me entiendes?... Ahora, ahora es cuando más nos necesitan, ¿Por qué?, porque se están matando entre ellos por nada… por nada… Cuando Kushina y yo éramos adolescentes, queríamos ser las reinas que protegieran al Reino Central y a todo el planeta K-141… como los antepasados. Tú, tú eres el único que tiene el poder actualmente para detenerla… ¿Por qué no lo haces? ¿Por qué?, no entiendo porqué...  — murmuró lo último Mito viendo a su sobrino fijamente, con ojos llenos de tristeza y desesperación.
 
— No me veas así, no soy ella ni él… ¡No me veas así! ¡Maldita sea! — habló alzando la voz molesto Naruto y Mito no respondió.
 
 
 
Siguiente, un exasperado Naruto salió del salón en el que estaban. La mujer era la única que quedaba ahí presente, hasta que un hombre de corto cabello rojo, ojos verdes, un fiel soldado; entró exaltado.
 
 
— ¡Mi señora, el enemigo está aquí!, ¡Se aproxima!, ¡Debe irse, pronto!. — advirtió él.
 
— ¡Naruto! — exclamó preocupada ella.
 
— El está enfrente, sin embargo, debe estar en camino hacia la nave ahora.
 
— De acuerdo… — respondió y salió sin perder tiempo.
 
 

 
 
— ¡Naruto! — gritó Mito a su sobrino.
 
— Llegaste… entra. — ordenó Naruto. — Viste que llegaron los rebeldes. Mira… — señaló — desde acá se ve el humo… que terrible. En fin, vamos, debemos llegar a la base siete del Oeste.
 
— Sí, pero escucha, creo que primero debo disculparme por haber…
 
— No. ¿Por qué? Está bien, está bien así… Tía, si yo muero… — habló el rubio viendo a su tía, mas, desvió su mirada detrás de ella, una luz se acercaba. — ¡Ay, no! ¡Mierda! ¡Es la quinta vez que nos encuentran! — exclamó exasperado. — ¡Ah! ¡Pero van a ver lo que voy hacer! ¡Esos malditos perros!
 
— ¿Qué? ¿Qué vas a hacer? — preguntó con curiosidad y preocupación su tía.
 
— ¡Entra de una puta vez!
 
 
Mito entró en la nave y Naruto la puso en marcha; a una velocidad considerable se alejó y una explosión se formó, segundos después de donde se encontraban.  Varias naves más los seguían.
 
 
— ¡Nos disparan!
 
— ¡Dispárales también!
 
— ¡No puedo!
 
— ¿Por qué?
 
— Soy médico, no puedo lastimar a otros.
 
— No me jodas... — murmuró Naruto dándose una palmada en la frente y respirando profundo. — Bien, vamos a ver si nos siguen hasta el fin del mundo.
 
— ¿De qué… de qué estás hablando? Oye creo que estás volando muy arriba, estamos saliendo.
 
— Esa… es la idea. — balbuceó presionando los controles, poniendo la aeronave en toda su capacidad.
 
— ¡¿Estás loco?!
 
— Ja, si ya sabes, para qué preguntas. — dijo con sarcasmo.
 
— ¡Aún nos siguen!
 
— No por mucho.
 
— ¿Estamos huyendo?
 
— No. Vamos a arreglar ésta mierda. No vamos a huir, volveremos.
 
— De acuerdo, Naruto, se que puedes hacerlo… confío en ti. Antes, ¿Qué me ibas a decir?
 
— Están regresando. — habló sin prestar atención a su tía y luego inhaló reteniendo el aire en sus pulmones unos segundos para después botarlo.
 
— Dijiste que si morías ¿Qué?
 
 
Naruto posó sus gemelos azules en los oscuros ojos de su tía. Después, desvió la mirada enfrente, pensativo, devolviéndola una vez más a la pelirroja y le sonrió agregando.
 
 
— Era sólo que… si yo moría me gustaría que hicieran una estatua de mí. En mi honor; que diga: “He aquí un rey joven, apuesto, valiente...” y otros adjetivos.
 
— ¿En serio?
 
— Sí.
 
— Ja ja ja, ¡Sólo tú podrías pensar en algo como eso! — río Mito.
 
— Te saqué una sonrisa. — comentó aliviado y sonriendo Naruto.
 
 
 
 

Notas finales:

 
Quiero agradecerles otra vez más.
 
¡Qué tenga una bonita semana!
 
¡Hasta pronto!
 
:)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).