Ambos niños continuaron andando por el bosque. Seguían un pequeño sendero que cruzaba tanto praderas como riachuelos.
Ese ambiente era relajante para Hinata, pues su mente aún no asimilaba lo que había pasado.
De cierto modo, de sentía tranquilo al estar con Kenma. No lo había rechazado, sino que incluso de dio un rayo de esperanza en medio de su desesperación. Se sentiría feliz de poder llamare amigo.
Mientras más caminaban, comenzaban a hablarse más, conociéndose y socializando para aminorar el tiempo.
Hubo una parte del trayecto en la que Hinata tropezó si querer, cayendo a un charco que se había formado por la lluvia. Ambos rieron y siguieron su camino.
Llegada una parte, los árboles eran cada vez más escasos, por lo que Hinata deducía que se acercaban a una zona poblada.
-Hey Shoyo, estamos llegando. Este es mi pueblo.- Kenma movió algunas ramas y abrió paso a la mirada de Hinata.
Era una ciudadela, bastante más grande que su antiguo hogar, pero era lindo. Las banderas de Nekoma estaban por todo el lugar.
-Oh, por cierto, usa esto- Kenma le dio al pelirrojo una tela algo larga. Al principio no lo entendía, pero ya venía la explicación.
-Quizá mis padres y yo seamos pacíficos, pero no garantizo que los demás también. Usa la tela para cubrir tu rostro- Kozume le dio una pequeña ayuda para acomodar la prenda.
Cada reino se distinguía por rasgos físicos. Karasuno por pequeñas manchas negras similares a las plumas de los cuervos en la espalda. Nekoma por facciones felinas, como los ojos o los movimientos. Fukurodani por la agilidad y mirada de sus habitantes, Shiratorizawa por su musculatura e imponencia. Seijoh era más neutral, podía variar mucho.
Ya colocada la tela, Kenma guió al Cuervo hacia una casa; la suya.
-Estoy en casa!- avisó Kozume al llegar, acto seguido entró Hinata, aún con un poco de miedo.
-Bienvenido!- una mujer salió de una de las habitaciones. Era sin duda la madre de Kenma. Se parecían mucho.
-Oh! Veo que traes visita- La señora de acercó a los niños, pero Kozume se adelantó y le susurró algo a su madre.
-Hmm... Ya veo...- La mujer miró a Hinata y se acercó a él, le indicó que tomase asiento y que se quitara la prenda. No había que preocuparse.
-Bien... Cuéntame lo que pasó- Sus miradas se cruzaron. Shoyo se armó de confianza y empezó a relatar su historia y de cómo había llegado ahí.
-...- Silencio. No había sonido alguno dentro de la habitación. Eso comenzaba a poner nervioso a Hinata.
-Bueno, se ve que has sufrido mucho. No importa, quiero ser de ayuda! Con gusto te aceptaré en este hogar. Además de que a Kenma le hace falta hacer amigos- La señora muy amablemente palmeó la espalda de Hinata. Estaba a punto de llorar. Podía continuar con su vida, con un sitio donde poder comer, dormir, etc. De fondo también se escuchaban las risas de la madre de Kenma, mientras el pobre niño se trataba de esconder de vergüenza.
Quizá no todo estaba perdido...
Continuará~