Ah, un hermoso y cálido día, con rebosante luz y brisa fresca. El cantar de las aves era precioso, la melodía viajaba junto con el viento, haciendo al denso follaje de los árboles danzar junto con el sonido del lugar. Sin duda una mañana perfecta.
Ese día, Kenma, a pesar de su gran flojera, se levantó lo más temprano posible. Incluso comenzó a asearse y a arreglársela un poco, cosa que nula vez hacía. Aunque no lo demostrase, se sentía emocionado. Kuroo y él se irían a la capital del reino. Se dice que es un sitio totalmente diferente al pequeño pueblo donde se conocieron.
Kozume después de sus arreglos y elegir una ropa medianamente elegante, bajó desde el segundo piso para ir hasta la cocina. Ahí se encontraba Hinata. Ambos se saludaron amigablemente y tomaron asiento. La madre de Kenma había salido a comprar unas pocas cosas, por lo que la esperarían para desayunar.
En un principio, la habitación estaba en silencio, pero tras un poco de tiempo se rompería.
Shoyo sabía que debía aprovechar esta situación. Kenma se marcharía, y quizá no lo volvería a ver. Ese momento era crucial para poder hable con él.
-Ummm, y... Cómo te sientes...?- Su voz estaba llena de dudas, pero sabía que no era momento para vacilar.
-Bien, podré conocer un sitio nuevo y salir de este- Como siempre el medio rubio hablaba sin mucho interés. Era muy difícil saber qué sentía o pensaba el joven de apariencia gatuna.
Hinata dejó salir un pequeño suspiro y miró atentamente al otro.
-Quiero que sepas que eres muy importante para mí, y que siempre estaré contigo para lo que quieras. Así que me gustaría agradecerte por todos los días contigo y por lo que hemos pasado. Todo eso antes de que te vayas...- El pelirrojo bajó un poco la mirada, estaba triste, pero sabía que no cambiaría nada.
Kenma le dirigió una mirada compasiva y amorosa a Hinata. La relación de ambos era muy fuerte.
Kozume recordaba el día en el que encontró a Shoyo justo después de la gran tragedia de su hogar. Recordaba aquel momento con nostalgia por haber conocido a alguien como él.
Pero, Kenma era sumamente intuitivo y astuto. Con el pasar de los días se dio cuenta de la amnesia que afectaba a Hinata. Así que para evitar abrir viejas heridas, lo mejor sería guardar el secreto, no?
-Si... Te extrañaré a ti también...- Kozume jamás fue muy expresivo, así que el hecho de que hiciera varios gestos de agradecimiento y cariño era algo que nunca se veía.
Justo por esos momentos fue cuando la madre de Kenma entró a la casa. Fue a conseguir la comida favorita de su hijo para su último día en casa.
Un gran y delicioso pie (pay, como se pronuncia) de manzana era lo que se encontraba frente a ambos. se veía de lo mejor, y no dudaron en comprobarlo.
Y en efecto así era. De los mejores que habían probado en su vida. Y es que todo debía ser muy bueno para despedir a Kenma.
Una vez acabado el platillo, ambos quedaron satisfechos. Pero el final del desayuno sólo significaba algo. Ya era la hora del "rubio" para irse.
Kozume agradeció a ambos por todas las cosas juntos. Su madre lloraba y lloraba mientras le abrazaba, despidiéndolo también. Pero de algún modo sabía en su interior que Kenma estaría bien... Fue una decisión suya sin pizca alguna de duda o arrepentimiento.
Cuando Kenma abrió la puerta principal de su casa, vio que Kuroo ya le estaba esperando afuera. Salió con pasos sorprendentemente firmes y se detuvo un momento. Miró hacia atrás para ver su hogar, a su madre y a Shoyo por última vez.
Pero justo cuando volvió a mirar al frente, Shoyo no pudo evitar salir corriendo de la casa y saltar hacia Kenma. Fue un gran impacto para todos la magnitud del salto del pelirrojo, pero todos guardaron silencio.
Hinata se aferró al cuerpo de Kenma, con lágrimas en los ojos y sollozando.
-Adiós-
Un adiós que bastó para expresar todo sentimiento en Shoyo. Ni una palabra más fue necesaria para decirlo mejor.
Así fue como Kenma sonrió con amor y soltó tan sólo una lágrima. Ni una más. Seguido a eso, alzó la mano he hizo un ademán de despedida, para después ir junto a Tetsuro y comenzar a irse.
Ahí fue el fin de la despedida.
Al volver a casa, Shoyo sintió sin duda la ausencia de Kenma, pero sabía que debía aprender a lidiar con eso. Así serían sus días de ahora en adelante.
Y pensó, qué mejor que hacer su último viaje hasta su sitio tranquilo y aceptar la partida de su querido "hermano". Ahí podría obtener su tan ansiada paz y volver a su vida normal.
Así que eso decidió. Dictó que superaría ese episodio de su vida para dar inicio a otro.
Al atardecer, se encaminó hasta el pequeño lindero del bosque. Respiró hondo los frascos aromas del Rocío y polen en las flores. Admiró la inmensa calma que había ahí. Así cómo las flores, él miraría siempre hacia el sol, hacia el mañana. No dejaría que algo le retuviera en el pasado.
Siguió caminando, pero justo al borde del río, sintió cómo sus tobillos se atoraron contra una planta. No recordaba que estuviera ahí antes.
En su intento por zafarse, perdió el equilibrio y se desplomó sobre una gran cantidad de barro. Esté lo salpicó por completo.
Al momento de caer, logró zafarse, pero ese ya no era el problema. Ahora estaba totalmente cubierto de tierra y lodo. No podía volver a casa así, por lo que debía hacer algo.
El río. Eso le serviría para sacarse la mugre y limpiar su ropa. Gran idea.
Se acercó más al riachuelo, tocando el agua y comprobando la temperatura. Era relativamente cálida, perfecta para la situación.
Hinata tomó su prenda superior y se despojó de ella, seguida de las prendas inferiores. No había nadie, así que pensó que no pasaría nada si se quitaba toda su ropa.
Entró al agua y comenzó a asear sus prendas, asegurándose de quitar la mugre lo mejor posible.
-Caíste- Susurró la persona al otro lado de la frontera, esbozando una muy macabra sonrisa. Kageyama Tobio.
CONTINUARÁ~