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Mi Melodía Sin Sonido por UnaHumana

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            – En realidad soy tu tío. No esperaba que en serio fueras tú–. Me explicaba que sospechaba de nuestra conexión desde antes de la visita, desde antes de que me llamara a su oficina (de hecho, por esa misma razón me había llamado, para asegurarse un poco más).

            Mientras tanto, nos dirigíamos a la sala de estar que estaba al otro extremo del que se encontraba la habitación del piano. Mi madre se adelantó para contestarle cambiando el tema, lo cual fue bien recibido por el señor Woodrich. Resignado miré al azulejo por el cual caminábamos y noté esas decoraciones negras que residían sobre el color verde de éstos. Giré mi mirada a las escaleras de madera que al llegar a la pared daba rumbo a tres caminos distintos. Inevitablemente sentí curiosidad. Sobre todo al ver a la misma persona que miré en el jardín caminar por el pasillo de en medio. Sin pensarlo me había detenido, cosa que por alguna razón Woodrich había logrado captar.

            Dhurbeck cuestionó la razón de mi detenimiento, a lo que quise pedir amablemente que me ignoraran y al fin pudiéramos seguir nuestro camino. Sin embargo esa sensación de perderme entre nubes de oscuridad se apoderó de mí, evitando que lograra responder. Sam había hecho de las suyas sin avisar.

            –Disculpen, sólo estaba observando los detalles de la casa. Es todo–, dije de forma apacible y finalicé con una sonrisa. Woodrich sonrió de vuelta comprensivo.

            –Puedes pasear por ahí, si gustas. Igual ya sabes en dónde estaremos. Y si te pierdes, sólo toma un teléfono y llama a tu madre.

            Asentí. Ellos siguieron platicando mientras ingresaban a la sala de estar, aproveché que estaba andando solo y alcé mi mano para hacer mi cabello hacia atrás. Mientras seguía al muchacho de antes, presté atención a las sensaciones en mi cuerpo. Un corazón que late constantemente era el principal factor que me hacía saber que existía, era algo tan insignificante para los hombres de oficina, pero para mí… El sentir mi corazón latiendo era lo mejor de estar vivo.

            Los latidos se aceleraban conforme iba subiendo las escaleras. La sensación que estaba en mis manos al pasarlas por el barandal era fría, suave y fascinante. Mis pulmones se llenaban y vaciaban mientras las puntas de mis dedos pasaban con delicadeza por los marcos de algunos cuadros que colgaban en el pasillo, el relieve en ellos era interesante. Decidí concentrarme cuando el pasillo llegó a dividirse entre otros dos que llevaban a más escaleras, las de la izquierda iban arriba y las de la derecha iban abajo. Frente a mí había una ventana y me acerqué a observar. El muchacho estaba caminando hacia el fondo del jardín. Mi lógica me llevó a querer bajar las escaleras del pasillo a mi derecha.

            Sin embargo algo me detuvo. Una voz que hizo temblar mi pulso más de lo normal. Una voz que reconocería en cualquier parte del mundo. Se escuchaba lejana. Un debate comenzó en mi mente. Terminé ignorando mis emociones y proseguí a bajar las escaleras. Pero de nuevo resonó esa voz y preguntando por Alejandro. Una intensa tristeza inundó mis sentidos hasta dolerme el pecho y las encías por apretar tan fuerte los dientes. Revolví mis cabellos y los acomodé como Alejandro los dejaba usualmente. Estaba loco por lo que haría, pero… ¿Y qué más daba? Una pequeña charla con el dueño de esa voz, no podía ser tan malo para nadie.

            Subí las escaleras de vuelta mientras pensaba en mi plan, pero algo me detuvo. Miré a través de la ventana y permití que la tenue luz reposara en mí. ¿Qué estaba haciendo? Era magnífico haciendo locuras y engañando, ¿Por qué dolería tanto hacerme pasar por Alejandro para estar con Kevin? ¡Oh, claro! Porque es muy claro lo patético que sería conformarme con eso. Y no sólo por eso, sino que también por el hecho de estar en uno de los pocos momentos que tengo para existir físicamente, y yo queriendo actuar como ese niño. Miré el cielo azulado, adornado de algunas nubes y los árboles de aquél jardín. La vista me arrancó un suspiro de cansancio.

            –Alejandro, ¿qué haces aquí?

            “Maldición, no seas ridículo”, fue lo que dije en voz baja antes de arreglarme el cabello como me gustaba. No me sentía listo para enfrentar a ese idiota de ojos grises, ¡pero no era yo ningún cobarde! Me giré en mi propio lugar y respiré hondo a la vez que una sonrisa se asomaba para saludar al contrario sin haber conseguido permiso de mi razón, sino que de mis emociones. Y como todo un gran imbécil expresé mi alegría por la vista que el cielo me permitía presenciar. No me molestó su sorpresa. Se me clavó en el pecho como estaca a un vampiro esa mirada de decepción que me lanzó, seguramente sin pensarlo. Mi sonrisa desapareció y me giré a ver al exterior a través de la ventana. No era algo que fuera a superar como si fuera nada, en realidad.

            –Queríamos curiosear. De hecho… ¡Llegas justo a tiempo!, ¿me sigues el paso? –. Le invité con una sonrisa mientras comenzaba a girar a la izquierda, ya me ingeniaría para volver a este lugar.

            Kevin me siguió de cerca. Estaba en silencio y no podía exigirle más que eso por más que mis pulmones y pensamientos desearan salir. Al subir las escaleras pudimos ver una enorme habitación y al fondo había más escaleras junto a una gran ventana. En la habitación había libreros y sillones beige, había cuadros colgando de las paredes color vino. Kevin pasó de mí y se acercó a los libreros curioso, seguramente por saber si habría algo de su interés. Sabía bien que iría para largo, por lo que me senté en un sillón del lado contrario a donde se ubicaban la mayoría de los libreros. En realidad no estaba sentado, sólo me lancé hacia atrás; una de mis piernas estaba sobre uno de los brazos, aproveché y puse la otra pierna sobre la que ya estaba ahí; el resto de mi cuerpo yacía sobre los largos cojines y puse mis brazos bajo mi cabeza.

            Observé desde mi lugar a Kevin, y estuve pensando en mis sentimientos, recordando algunos hechos y factores. Al principio no estuve dispuesto a admitirlo, incluso ahora me parece terrorífico y emocionante a la vez el que estas emociones hubieran aparecido, pero jodía y jodía horrible ser la personalidad oculta, ese que en cualquier momento podía desaparecer si Alejandro lo decidiera. Era terriblemente doloroso no ser de quien Kevin se había enamorado. Y podría seguir con esto, podría seguir haciéndome el fuerte solo por un momento de su atención. Atención que debía conseguir sólo por ser diferente a Alejandro.

            – ¿Estás molesto por lo de hace unas horas? Digo… Pensé que eso les ayudaría, se nota en serio que ambos lo deseaban. Es una pena que prefirieran ignorar el empujón–. Expresé luchando por no mostrar emoción alguna, como el pinchazo en el pecho que sentí al dar mi explicación.

            –No estoy molesto… Sólo que había algo que necesitaba hablar con Alejandro. Supongo que no hay problema si lo digo dos veces–. Contestó, mi atención entera estaba en él. Se encaminó hacia mí y se sentó en el campo libre junto a mi cabeza. Sus ojos grises miraban sin atención un libro que había estado revisando desde hace un rato, y dijo: –Hay una muchacha que quiere que salga con ella.

            La sorpresa me inundó, me senté de repente en el sillón y me acomodé para poderle ver fijamente. Fruncí el ceño de molestia. Apreté mis puños sobre mis rodillas y apreté mis dientes. Me puse tenso, muy molesto.

            –No lo consideras en serio, ¿cierto? –, mi cerebro simplemente me pedía que dejara todas mis esperanzas. Sentía un nudo en mi garganta. Eran las palabras “¿Prefieres a esa tarada desconocida incluso sobre mí?”, pero me las guardé en el alma, me las guardé para el día en el que Alejandro y Kevin decidieran dejar los rodeos y empezaran a salir juntos, mientras tanto… –Tienes que estar bromeando.

            –Lo sé, y tampoco quisiera ilusionarla a ella. Salir con ella no solo es una decepción para ustedes, sino que también para mis padres, incluso para mí.

            Me había quedado sin palabras, no porque me haya quedado sin ideas, sino que sabía que si abría mi bocota… Seguro diría hasta lo que no tenía significado real. Miré aún enojado hacia abajo, mis ojos se posaron sobre el libro que las manos de Kevin sujetaban. El título era uno que reconocí al instante debido a que Alejandro ya había leído éste alguna vez. Regresé la mirada al rostro de Kevin, irritado. Cuando me notó mirándolo, me cuestionó lo que pasaba.

            Sin decir nada me levanté. Le quité el libro y susurré: “En serio tienes problemas… No necesitas estas porquerías”. Dejé el libro en su lugar y me dispuse a subir más escaleras. Momentos más tarde, el otro me seguía nuevamente. Justo al terminar los escalones, nos encontramos una puerta, pero una voz nos dijo que no debíamos subir ahí. Obviamente le ignoré y traté de abrir la puerta, pero estaba cerrada con seguro. Fastidiado, regresé a la habitación anterior donde me esperaban Kevin y el otro idiota que nos recibió, ¿qué nombre tenía?

            –Lo siento mucho, Marcos. Disculpa los problemas–. Dijo Kevin apenado.

            –Sí, sí. Eso que dijo él, como sea. ¿Nos permites un momento? Estábamos discutiendo algo importante.

            El guardia me miró en silencio con el ceño fruncido. Se me había olvidado que fue el tímido y dulce Alejandro quien había sido recibido por éste hombre, no fui yo. Solté un suspiro y expresé en un tono bajo que “estaba de mal humor” aunque mis testículos ni lo creerían. Kevin estaba algo nervioso por la ligera tensión.

            –Como sea, no traten de abrir la puerta de las escaleras o sonará una alarma totalmente desesperante y ruidosa. Eviten las molestias al señor Woodrich.

            El hombre se fue tras darnos su pedido. Kevin iba a retirarse también, pero lo tomé de la muñeca antes de que se fuera. Le mostré mi irritación ante sus actos con la mirada, pero al ver sus ojos grises sobre los míos me vi obligado nuevamente por mis emociones a relajar mi semblante. Me quedé en silencio. Antes de permitir el regreso de Alejandro, me acerqué al dueño de ese cabello negro y ojos grises. Me acerqué lo suficiente como para tener un contacto cercano. Puse mi cabeza sobre el hombro del imbécil y dejé que un poco de mi dolor saliera en un último respiro. Sentí los últimos latidos acelerados. Sentí algo que nunca sentí antes; un ardor en mis ojos y un par de gotas saliendo de entre mis parpados.

            Alcé mi cabeza. Mi mejor amigo me miró con sorpresa. No supe bien porqué hasta que sentí una incómoda sensación en mi mentón. Noté el ardor en mis mejillas, mi nariz y en mis ojos. Extrañado, pasé la punta de mis dedos sobre mis mejillas y supe que estaba llorando. No comprendía bien porque hasta que analicé todo. No estaba con mi familia y al parecer Kevin ya tenía bastante tiempo conmigo. Él notó mi confusión y estaba apenado, lo notaba por su mirada. Podía asegurar que se sentía culpable. Al instante limpié mi rostro y le dije que todo estaba bien.

            Fue entonces que me contó la razón de su pena y culpa. Me dijo que una tal Carol gustaba de él. Me dijo que la aceptaría, pero no planeaba que fuera a largo. Entendía lo que me decía, pero algo en mí quería decirle que no lo hiciera, que esperara un poco más por mí. Aunque siendo honesto, no había algo para esperar, no había razones concretas además de mi estúpida inseguridad, mis miedos y en resumen: yo.

            “No hay problema”, dije lo más pasivo que pude para no dejar escapar mi tristeza y el ligero enojo que sentía. “Después de todo fue lo acordado, que no habría problema si alguno de los dos sale con alguien más”, le sonreí. Entre sus pretextos e insistencias para que le dijera que no lo hiciera, porque él sabía lo cretino que sería si salía con ella, él sabía lo muy bajo que caería si aceptaba iniciar este tipo de juegos, porque eso eran. Juegos para ganar experiencia. Sin embargo, si él lo creía lo mejor, ¿realmente había problema con eso?

            Me molestaba que jamás en la historia de nuestra amistad hablara de sus pretendientes femeninas, él decía que no tenía importancia alguna, pero realmente me importaba. ¿Cuánto sabía ella de Kevin?, ¿Y él realmente creía que podría quererla como me quiere? Las preguntas no paraban. Mis celos era algo de mí que no conocía. Una faceta que tras haberla experimentado, habría preferido no experimentarla.

            –Tranquilo. En serio, de todos modos iba a suceder en algún momento. Estará bien.

            Unos momentos de silencio se presentaron entre los dos, yo me intentaba convencer de mis propias palabras. Mis manos temblaban ligeramente hasta que me daba cuenta y trataba de controlar el pulso. Mi corazón latía de manera dolorosa y lenta, como si muriera en su lugar y se diera por vencido, pero no me daba por vencido. A pesar de mi inseguridad, yo sabía muy bien que Kevin si correspondía mis sentimientos. ¿A quién engaño? Pensaba. Mi expresión lo mostraba. Mi mejor amigo no estaba tan diferente a mí.

            El silencio era tortuoso, difícil de sobrellevar. Sin embargo ninguno de los dos decía nada. Tal vez él, al igual que yo, no podía asimilar los hechos. Tal vez era que simplemente no queríamos aceptar las cosas. Tal vez… Tal vez si algún tercero resultaba lastimado sería la culpa de uno de los dos (Kevin o yo), por aceptar que sucediera algo entre el tercero y el contrario.

            Desesperante. Una tensión entre ambos y no sabíamos cómo acabarlo. Porque sabía qué posibilidades había, entre muchas otras, de que una pudiese funcionar. Si mandaba todo al caño, probablemente no habría algún problema además del hecho de estar de visita en una casa ajena. Y considerar tales opciones simplemente me ponían nervioso a tope y con ganas de salir corriendo a una zona donde mis impulsos pudieran mantenerse al margen. Mis manos jugaban entre sí, nerviosas y buscando calmar el pulso que ambas tenían. Alcé mi mirada al rostro de Kevin, lo noté afligido. Mis impulsos se calmaron al empezar a ejecutarlos. Mis manos tomaron su rostro.

            Tímido como siempre, me acerqué un poco torpe y apresurado en busca de su calor y cercanía. Rocé sus labios con los míos por un par de segundos. Nuestras mejillas se tornaron de color rojo. Junté nuestras frentes. Suspiré y cerré mis ojos.

            – ¿En serio todo estará bien? –, cuestionó preocupado.

            –Honestamente me pregunto lo mismo–, rió levemente. –Pero, creo que ella no será difícil de superar–, dije con un tono un tanto arrogante, pero sobreactuado que sacó una risa de Kevin y una sonrisa mía. –Quiero decir… Dudo que ella pueda contra mí porque soy lo mejor de lo mejor, ¿Entiendes eso?

            – ¡Oh, disculpa, mi real majestad! –, dijo entre risas. En ese punto de la conversación ya nos habíamos separado a una distancia más discreta. –Pero claro que es usted lo máximo, ¡el máximo esplendor del mundo! –, poco a poco dejamos nuestras risas. – Al menos del mío.

            Nuestras miradas se cruzaron. No habíamos borrado nuestras sonrisas del rostro porque aún queríamos reír un poco a carcajadas. Sabía que Kevin hablaba en serio con sus últimas palabras, pero era algo difícil dejar el humor atrás. Los ojos de Kevin se abrieron de repente, pensé que algo le había sorprendido, pero murmuró un “¡Oh, es verdad!”, clara señal de que había recordado algo.

            Se quedó pensativo unos momentos mientras miraba con curiosidad en su rostro al sillón que estaba a unos pasos detrás de mí. Volteé a mirar por si había algo, pero al no ver nada él dijo haber visto un libro en el estante y que se había sentado a revisarlo. Un brillo cruzó por mis ojos al notar los libreros, sin esperar una sola palabra más revisé los estantes. Encontré el libro que Kevin pudo haber encontrado. Y si lo era. Busqué uno de mis párrafos favoritos, mas noté que era una edición distinta y además estaba en su idioma original, el francés. Unas lágrimas se asomaron por la emoción. Miré a Kevin y él simplemente me observaba sonriente. Revisé algunas palabras. Sentí una frustración enorme por no poder entender el idioma, pero la emoción no se iba.

            Un rato más tarde decidimos ir de vuelta con nuestros padres y el dueño de la casa. La escena que nos encontramos en la sala de estar era totalmente fuera de lo esperado, muy lejos del contexto inicial. Ahora todos esos adultos elegantes habían perdido su elegancia y los hijos de las dos familias presentes mirábamos perplejos la escena. Mi padre y mi jefe estaban en unas luchitas, mientras el padre de Kevin hacía de árbitro. Nuestras madres estaban apostando unas cantidades de dinero que si bien no eran nada para ellas, podían alimentar a una familia de clase media por una semana.

            Todos cruzamos miradas y de repente la habitación se quedó en silencio. Como nadie decía nada, decidí hablar pidiendo permiso de tocar un poco el piano al otro extremo de la casa a Woodrich, quien aceptó al instante. Sin pensármelo mucho, tomé la mano de Kevin y nos retiré de la escena hasta el otro cuarto. Cerramos las puertas y nos echamos a reír. Cuando paramos, miré el piano de cola color negro que estaba en la habitación y expresé lo muy tentado que estaba por poder tocar una pieza o mi repertorio entero en ese piano.

            Me senté en el banquillo y me acomodé adecuadamente. Kevin se sentó junto a mí, pues quería ver de cerca ya que dijo tener curiosidad. Me puse a pensar en cuál tocaría primero y la melodía se empezó a reproducir en mi cabeza. Proseguí a interpretar esa misma pieza. Era una melodía triste que se tornaba alegre en algún punto, pero esa alegría se tornaba algo turbia. La historia detrás de esa pieza era tal como sonaba, pues fue dedicada a la amante del compositor. Ella era una persona solitaria que descargaba su melancolía en él. Cuando ambos tuvieron una relación formal, todo era perfecto. Sin embargo la perfección no existe en la mente de la mujer y se desquició al punto de terminar en un manicomio. El compositor estuvo demasiado dolido de lo sucedido que le dedicó varias composiciones obscuras a su amante. Siempre tuvo la esperanza de que ella le escuchara, pero todo fue de mal en peor cuando supo que ella se había suicidado.

            Cuando terminé la melodía, Kevin me habló:

            –Deberías hablar con Sam.

            Estuve unos momentos confundidos hasta que me puse a recordar el momento en el que volvía a tomar control de mi cuerpo. Había regresado llorando. Y no era porque yo estuviera triste… Un pequeño debate entre mi enojo porque nunca me había avisado que saldría y mi parte racional había pasado en mi cabeza. Casi al instante me calmé y decidí aceptar mi preocupación.

            – ¿Sam? –, Kevin me miraba atento. – ¿Estás bien, Sam?

            No hubo respuesta. Me empezaba a preocupar, ya que normalmente se habría burlado de considerarle al fin. Usualmente contestaría. Pero esta vez no. Miré a Kevin confundido y curioso. Mi ceño fruncido le hizo cohibirse un poco.

            –Tal vez en otro momento podrías… Honestamente no sé porqué está así. Hoy estuvo raro desde que lo vi.

            Asentí comprensivo. Para tranquilizarnos, toqué una melodía que los tres conocíamos muy bien. Era una melodía que los tres podíamos disfrutar sin importar qué. Por un momento pude percibir un ligero suspiro, pero no era mío ni de Kevin. Una sonrisa se asomó por mis labios. Sabía que Sam seguía ahí. Entre la melodía, unos toques en la puerta fueron escuchados. Yo estaba demasiado centrado en lo que tocaba como para responder. Kevin se levantó en silencio y abrió la puerta.

            Silencio. Mis notas resonaban, pero no había ningún sonido extra para mí. Esto había sucedido antes. Esto pasaba cuando Sam se esmeraba por “estar” al mismo tiempo que yo. No tomando el control, sino que sintiendo y escuchando lo mismo que yo. Poco a poco, regresaba a mi realidad conforme la melodía se acercaba a su final. La melodía era muy poco dulce. Era fluida, pero también algo fría. Suave, pero cruel. Era la interpretación que le habíamos dado. El final sí era golpeado, repentino, grave. Era prácticamente como estar enamorado y no ser correspondido.

            Nuevamente una molestia en mi barbilla me hizo tocar mi rostro. Me había sorprendido, pues esa melodía nunca me había hecho llorar. No podía comprender lo que pasaba, no del todo. Supe que era por Sam, mejor dicho, supe que era Sam quien lloraba. Él había podido comprender el sentimiento. Debía ser eso, ¿qué más sería? Sequé las lágrimas y dirigí sonriente mi mirada a la entrada. Me levanté y pude ver un sirviente nuevo. Estaba aplaudiendo y limpiándose lágrimas falsas entre sus aplausos, el acto me hizo reír un poco. Hice mi reverencia como en un recital. Estaba contento por el momento.

            –Muchachos, yo soy Jack. Guardia de Woodrich, un gusto conoceerlooos…– alargó las vocales de la última palabra para cuestionar nuestros nombres, que fueron dichos por cada quien. – ¡Oh, pues qué gusto conocerlos, jóvenes! Alejandro y Kevin, sus familiares y mi jefe esperan por ustedes en el comedor. En cualquier momento Marcos terminará sus platillos maestros. Honestamente yo también tengo mucha hambre, ¿Les parece si vamos ya?

            Jack era muy divertido. Usaba lentes con un poco de aumento que hacían un poco más grandes sus ojos cafés claro. Llevaba peinado hacia atrás su cabello negro, pero un par de mechones caían detrás de sus orejas o frente éstas. Su traje estaba impecable y él era una persona muy alta. Kevin y yo asentimos en respuesta. Comenzamos a caminar, pero alguien entró desde la puerta principal. Esa voz había hecho que Jack se detuviera, ¿Y cómo no? Si llamaba a su nombre pidiendo que no avanzara más.

            Ese guardia era el mismo que estaba en la entrada. Cabello castaño peinado al lado derecho. Ojos obscuros. También era una persona muy alta. Traje perfectamente arreglado, a pesar de que se veía algo agitado, seguramente por haber corrido hasta el lugar donde estábamos nosotros.

            – ¿¡Cómo te atreves a no llamarme!? –, exclamó lanzándose contra Jack y siendo atrapado entre sus brazos sin llegar al suelo.

            –Lo siento, lo siento, lo siento–. Dijo sonriendo, no era una sonrisa normal, ya que sus ojos mostraban horror. –Cariño, luego me regañas. Estoy en medio de algo.

            – ¡Claro que estás en medio de algo! Espera… –, cuando miró hacia Kevin y a mí, se comportó. Bajó de los brazos de Jack y se disculpó. – Mi nombre es Sharon. Una disculpa por el espectáculo. No habrá secuela… A menos que-

            –No habrá secuela–. Apresuró a decir Jack.

            –Eso pensé–. Concluyó Sharon sonriente.

            Sharon me miró al rostro fijamente. Lucía confundido. Me presenté y a Kevin también y le expliqué que veníamos con las visitas de Woodrich. El castaño miró a su compañero (aunque tras haber escuchado aquel apodo, dudaba de referirme a ellos como “compañeros”) pidiendo explicaciones en silencio. Ambos se alejaron a una distancia bastante exagerada y empezaron a susurrar. Miré confundido a Kevin y él en respuesta alzó los hombros. Regresaron a nosotros y comenzaron a guiarnos.

            – ¿Está bien si les pregunto cosas personales a ustedes dos? –, nos preguntó Sharon mostrando una sonrisa. Asentimos y se quedó pensando un poco. –Ustedes se conocen desde hace mucho, ¿cierto?

            –Claro, nos conocimos por asuntos de trabajo gracias a nuestros padres. Eso, sin contar que nuestras madres son muy buenas amigas desde hace tiempo–, apresuró a contestar Kevin. Ambos teníamos una sonrisa boba en el rostro mientras recordábamos un par de hechos.

            –Ya veo… ¿Y asistían a escuelas o tenían educación en casa?

            –Bueno, estuvimos en escuelas privadas hasta que tocó la educación media superior. Honestamente yo no tuve muy buenas experiencias, que digamos. Kevin si sigue asistiendo a escuelas privadas, hasta donde yo sé. –Dije mirando a mi amigo, quien afirmó lo que había dicho y regresé mi mirada a Sharon.

            – ¿Ustedes se gustan? –, preguntó Jack algo serio. Sentí demasiado calor en mi rostro y mi corazón acelerarse. El castaño comenzó a regañarle por incomodarnos. Miraba al suelo antes de que se me hubiera ocurrido ver el rostro de Kevin, él no estaba tan diferente a mí. – ¡Lo siento, lo siento, lo siento! –, se escuchaba lejano a nosotros mientras que Sharon seguía gritándole lo idiota que era.

            –Discúlpenlo. Sólo bromeaba, ¿No es así, amor? –, sonreía tranquilo mirando a los ojos del mencionado. Jack no paraba de asentir con la cabeza. –Mi pregunta era… ¿Sophie nunca les contó de nosotros?

            Rasqué el cabello de mi nuca con nerviosismo. Había preguntado con cierta ilusión en su mirada que temía contestarle la verdad. Estuve a punto de contestar, hasta que…

            –La verdad es que mi madrina se la pasa trabajando y atendiendo asuntos de su empresa que casi nunca hablamos con ella. Cuando hablamos es de los hechos más recientes y… Bueno, tal vez debamos aprovechar que estamos aquí y conocernos, ¿no?

            Kevin sonaba demasiado confiado al hablar. Aunque haya dado explicaciones, Sharon si se había desanimado un poco. Continuó preguntándonos unas cuantas cosas sobre nuestros intereses y pasatiempos. Cuando llegamos a un par de puertas, ellos dos las abrieron por nosotros. Había una gran mesa con demasiadas sillas y en algunas de esas, estaban los demás sentados. Conversaban alegremente. Parecíamos ser ignorados mientras nos acercábamos para sentarnos. Me senté junto a Kevin por inercia.

            Jack y Sharon se adentraron a una pequeña puerta en una pared en el fondo de la sala. Minutos más tarde, llegaron sirvientas y sirvientes con  bandejas. Ellos usaban uniforme, no el típico de épocas atrás, sino que era algo más cómodo; una camisa azul con el mismo logo que había en las puertas exteriores y las puertas principales (Una “W” con muchísimos detalles, color oro) y unos pantalones negros.

            Tanto hombres como mujeres vestían así, a excepción de la persona que me dejó mi plato. Le agradecí cuando le noté. No pude evitar seguirle con la mirada y examinarle mientras se retiraba. Ella usaba una falda y no un pantalón como el resto. Además que su cabello era corto, y estaba pintado de un color azul muy llamativo.

            Escuchaba a los adultos conversar. En un momento llegaron Sharon, Jack y Marcos a acompañarnos a comer. Marcos estaba en silencio y por primera vez en todo el día se había quitado sus lentes obscuros. Sus ojos eran azules claro. Jack y Sharon conversaban divertidos y ligeramente amorosos entre sí. Comencé a comer y podía jurar que era lo más delicioso que había comido en meses. Incluso mi madrina lo había expresado por ella misma, haciendo que mi culpa a causa de mis pensamientos se fuera completamente.

            Marcos agradeció el comentario. Seguí comiendo al igual que el resto. Cuando terminamos, los sirvientes trajeron postres y cierta variedad de bebidas. Los tres guardias se levantaron y se acercaron a mi madre y a mi padre. Los cinco se habían ido fuera del comedor. Mi madrina nos llamó a Kevin y a mí.

            – ¿Se han divertido? –, preguntó. Asentimos contentos, pero algo en el fondo de mi memoria llegó de repente transformando mi sonrisa en una expresión de nervios.

            Por debajo de la mesa, mi mejor amigo tomó mi mano para tranquilizarme. No miré nuestras manos, pero si correspondí el gesto con una sonrisa. Le pregunté a Dhurbeck sobre la edición francesa de mi libro favorito.

            –Lo vimos en la pequeña biblioteca escaleras arriba, ¿usted entiende el francés?

            –No, yo no. Pero digamos que hay un joven rondando en la mansión que sí comprende el idioma perfectamente y me exigió que lo consiguiera.

            Mis ojos se iluminaron. Una emoción enorme me invadió y me dispuse a cuestionarle si podía hablar con ese muchacho alguna vez. Woodrich se sorprendió por mi reacción. Me miró con ternura y me prometió que llegaría el día en el que podría conocerle. Murmuró algo que no logré comprender del todo. Cuando iba a preguntar; entraron los demás. Regresaron en silencio y se sentaron para deleitar del postre.

            Poco a poco se nos empezó a involucrar en la conversación. Los postres también eran deliciosos y tenían una hermosa presentación. Esta vez Kevin fue quien los alagó, sabía que haberlo hecho lastimaría su orgullo, pero logró disimularlo. Nuevamente Marcos agradeció el cumplido.

            Le pedí que si podía enseñarme algún día, lo que le tomó por sorpresa. Se quedó en silencio y bajó su rostro. Se puso los lentes de vuelta y asintió. Jack estaba algo emocionado ante los actos de Marcos, que con mucho gusto estampó su mano en la cara del de lentes. Era divertido estar con los tres. Kevin me reprochó por haberle pedido a Marcos que me enseñara a cocinar y  no a él. ¿Y cómo le iba a pedir a Kevin que fuera a enseñarme? Era claro que no íbamos a concentrarnos. Le miré con la ceja alzada y en silencio.

            Después de una larga conversación, llegó el momento de irnos. Para cuando me despedí de Woodrich me pidió que un día fuera a visitarlo solo ya que aquél muchacho no era muy amante de los grupos grandes. Por un momento pensé que era raro, pero realmente quería conocerlo. Asentí y le dije que nos veríamos en el trabajo. Nos dirigimos a donde estaban nuestros carros estacionados. Me despedí de mi padrino y mi madrina. Luego me acerqué a Kevin. Le di un abrazo firme y fui al carro con mis padres. El fin de semana había terminado y el día siguiente tenía lecciones nuevas ce algunas materias con mi profesor privado, además que trabajaría por la mañana.

            Al llegar a mi habitación, me lancé sobre la cama y pensé en todo lo que había sucedido a lo largo del día. Mis dudas comenzaron a surgir. No sólo sobre lo que estaba por suceder con Kevin y su pretendiente, sino que también por lo que pudo estar sucediendo con Sam. ¿Cómo era que al fin reaccionaba emocionalmente ante nuestra melodía favorita? Le llamé rompiendo el silencio, pero no me contestaba. Solté un suspiro y decidí prepararme para dormir.


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