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El fin del mundo y más allá por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“… y en resumen, necesitamos más ropa” deduje del largo discurso de los Hyuuga. Últimamente no he podido escribir en el diario por lo ocupado que he estado, aunque casi es mejor. No he hecho más que preocuparme por Madara desde que se marchó, además de extrañarlo mucho. Masajeé mi cabeza. Demonios, me sentía horrible. “Ya les he pedido a los exploradores que traigan algunas ovejas y la ropa que puedan, no se puede hacer más.”

“Bueno, creo que podríamos volver a explorar la zona hotelera” Yue comentó, meciendo a su bebé. Siempre lo traía con él al trabajo. “La comida está bien, la anexión de los parques y otras cosas están aumentando la producción. Inori nos ha enviado unos informes muy promisorios”

“He escuchado que el trigo es la nueva sensación”

“Porque los tomates tardan un poco en crecer, igual que las frutas” suspiré, cerrando los libros de contabilidad que me presentaban. “Los conejos producen bastante bien, dicen… dicen que podemos elaborar cosas de su piel.”

“Elaboramos prácticamente todos los utensilios con esa piel” me mostró una bolsita en la que guardaba sus shurikens. “Están mejorando el modelo”

“Genial” me paré cerca de la ventana. La escuela se había convertido en el centro de la ciudad, nuestra pequeña ciudad. Los niños se quedaban dentro del edificio, donde Namikaze-sensei hacía de profesora y maestra de guardería al mismo tiempo. “Dicen que los Hyuuga han armado una rueca.”

“También algo para tejer” añadió. Entonces vi camiones que se acercaban, lo que me sorprendió. La expedición no estaba programada para terminar hasta dentro de una semana. “¿Qué está pasando?” un miedo muy fuerte me invadió. “¿Habrá salido algo mal?”

“Hay que ver” hicieron el paseo reglamentario alrededor del anillo, triturando a los muertos debajo de las llantas antes de entrar en nuestra casa. Los miembros del grupo salieron rápidamente, incluidos Izuna, Setsuna y Hikaku. Eran magníficos guerreros a pesar de su edad. “¿Qué ha sucedido?”

“No lo sé” bajé a toda prisa las escaleras. Abrieron la parte de atrás de las caravanas. Bajando fardos enteros de comida, muchas frutas… montones de cosas. Y a un grupo de personas con bolsas en las manos. Madara también bajó, parecía pálido. Me acerqué a él, pero sostuvo una mano frente a mí. Durante un segundo creí que iba a hablar, pero entonces se tapó la boca y corrió a un basurero a vomitar.

“¿Qué le pasa?”

“Ha estado así un tiempo” me comentó uno de los expedicionarios, encogiéndose de hombros. Unos cuantos minutos después mi novio regresó.

“¿Regresaron por eso?”

“No, lo hicimos porque los camiones no eran suficientes para aguantar todo lo que traeríamos, necesitamos más” él chasqueó la lengua. “O al menos eso era lo que me gustaría decir. La cosa es que el combustible no iba a alcanzarnos para volver y además el comandante se enfermó… tuvimos que dar la media vuelta.”

“Media vuelta, ¿eh?”

“Todavía quedaba mucho por recoger” abrieron un camión del cual salió una estampida de ovejas. “Definitivamente son demasiadas”

“Y eso que nos costó mucho conseguirlas, se habían vuelto salvajes” otro contenía caballos. “Supongo que podemos criarlos y utilizarlos la próxima vez para volver a casa, jalando los camiones.”

“Buena idea” una de los recién llegado se acercó a las ovejas, sacando de sus cosas algunos materiales. “¿Qué está haciendo?”

“Linda, ¿no?” la miró con un poco recelo. “Ni ella ni los otros habían visto a otro ser humano en tres años, los encontramos tratando de contactar a alguien con señales de humo” la chica empezó a trasquilar la oveja. “Se ofrecieron a ayudarnos en labores como estas a cambio de un nuevo refugio.”

“¿Nuevo refugio?”

“Su casa no iba a durar mucho tiempo”

“Ya… ya estoy mejor” Madara se me acercó con cara de aún estar mareado. Lo atrapé entre mis brazos, dispuesto a llevarlo a su cuarto para que tomara una siesta. Si no mejoraba, lo llevaría con Shirohebi-sensei. “Déjame dormir en tu cuarto”

“Es… está bien” lo llevé ahí, echándolo en mi cama. A Tobirama no le hacía gracia que alguien siquiera tocara la suya. “Quédate conmigo”

“Claro” me senté cerca de él, tomándole de la mano. Me preocupaba, nunca había necesitado algo como esto para dormir. Unos minutos después me retiré para terminar con mi trabajo. A pesar de la enfermedad de Madara y la interferencia, lo hicieron muy bien. Consiguieron suficientes suministros para una temporada. “Hoy habrá ramen de puerco para cenar, ¿no?” Yue asintió. “Les caerá bien tras la misión”

“¿Y cómo está Madara? Lo vi vomitar hace un rato” el Hatake meció a su bebé. Cerré los ojos, masajeando mi ceja. “¿Has tenido algo con él hace poco?”

“¿Ehhhhhh?” mi cara seguro no tenía precio, porque se rio. El niño lo imitó, sin saber exactamente de qué se estaba burlando. “Mira, no sé en lo que estás pensando, pero sin duda debe estar tan alejado de la realidad que…”

“Oye, sólo te estoy diciendo que debes tener cuidado, las consecuencias en estos días son algo difíciles de manejar” levantó a su hijo, poniéndolo a la altura de sus ojos. Se veía tan feliz que a veces me hacía envidiarlo. “Aunque es magnífico volver a tener una familia. Nos da una razón más para seguir con lo que hemos estado construyendo.”

“Desearía tener algo así” no sabía lo que estaba diciendo en ese momento. “Tener un hijo debe ser muy satisfactorio.”

“Quizás pronto lo consigas” salió del cuarto. Esto me dejó helado, hace pocas semanas Madara y yo habíamos estado juntos muchas veces. Él y yo… no éramos precisamente muy mesurados. Sí, nos éramos fieles, pero eso no significara que manteníamos las manos alejadas el uno del otro. Las consecuencias… Yue me dijo que su hijo era el producto de una calentura de una sola noche, yo había tenido muchas fogosas con mi novio… oh, Dios. Esperaba que no fuera lo que estaba pensando… pero ¿sería tan malo? ¿un bebé? Abrí el libro de cuentas, las cosas estaban mejorando. Era mucho más propicio que hace unos años para la reproducción.

“¿Trabajando mucho?” mi novio se apareció en la puerta de mi oficina, apoyándose contra la pared. “Tranquilo, tras un descanso me siento mejor” se sentó frente a mí. “¿Qué estás haciendo?”

“Revisando qué tal van las provisiones en contraste con la natalidad. Han nacido muchos bebés últimamente, ¿sabías?” él asintió, sentándose delante de mí. Siempre me comprendió, incluso cuando yo mismo no me encontraba un sentido. “¿Crees que debería implementar alguna medida contra la natalidad?”

“Somos un país un poco pequeño para eso” comentó. “Además… debemos tener en cuenta de que nosotros fuimos afortunados. Salimos del brote con un poco de familia. Ellos no tuvieron tanta suerte.”

“¿Tanta suerte? A veces me pregunto si los únicos que tuvieron suerte fueron los que habían muerto antes de que todo esto comenzara” lo examiné visualmente. No parecía diferente, pero había algo en él que me… bueno, no había manera de asegurarse antes de que pasaran unos cuantos meses. “¿Te has sentido mal durante el viaje?”

“Ya te dijeron que sí, no te preocupes por eso. Al menos terminamos con nuestro trabajo y rescatamos a un grupo” me sonrió, algo que no hacía muy a menudo. “Izuna, Setsuna y Hikaku han demostrado que pueden tomar el mando de sus escuadrones.”

“Son sólo niños” dije. A pesar de mis palabras, empezaba a dudar que quedara algún niño en nuestro pequeño mundo, al menos alguno que hubiera nacido antes de ese loco brote. Y sabía que él pensaba lo mismo. “Me alegra que todos hayan cumplido su papel”

“Dime…” se cayó por un momento. “¿podemos ir a ver a los pequeños? Quiero saber qué les están enseñando.”

“¿Por qué?”

“Por nada” estaba extraño. Lo tomé de la mano, levantándolo de su asiento con cuidado. En primer lugar le mostré el curriculum que Namikaze-sensei había elaborado con el objetivo de mantener una malla curricular organizada con la que enseñar a los nuevos integrantes de la comunidad… nosotros incluidos. Todavía recuerdo cuando nos reunió a todos para impartirnos algunas clases con los libros que había logrado reunir, en un esfuerzo por darnos al menos un mínimo de educación formal. Y funcionaba para los más pequeños también, a pesar de que no estaban separados por clases. Además siempre contaban con alguno de los guerreros para enseñarles educación física y complementar su programa.

“Me parece bien que les enseñen mates” concedió él, pasando la página. “Y lenguas, van a necesitar ambas. Aunque no veo razón para que les enseñen música, es irrelevante en el mundo en el que estamos ahora.”

“Es importante mantener nuestra cultura, nos mantiene humanos… aparte, usar nuestros talentos siempre es bueno, el artístico es uno de ellos” particularmente a mí me gustaban los murales que decoraban Konoha. Otras muestras de arte también, como las esculturas. Me encantaba pensar que al menos eso había quedado, no sólo las ansias de vivir sino otra cosa que todavía nos hiciera humanos.

“Bueno, supongo que de alguna manera eso ayudará” suspiró, cansado. Por alguna razón, lo estaba mucho últimamente. “Hay que ir”

“Por aquí” Madara me agarró del brazo y comenzó a caminar a mi costado. Llegamos a un área del tercer piso acondicionada especialmente para que los niños estudiaran. Eran de todas las edades, los menores aún no habían dejado los pañales. Estaban echados en pequeñas cajas con mantas, moviendo sus manitas, jugando con cosas de estimulación temprana. “¿te parece bien lo que están aprendiendo?”

“Supongo, no soy profesor…”

“¡Hashirama-chan, Madara-chan!” Namikaze-sensei se nos acercó con alegría. Su hijo se mantenía a su costado, callado. “No esperaba que pasaran a visitarnos. ¿Van a impartir clase en la siguiente hora?”

“Bueno…” ella me sonrió, así que no pude negarme. Los chicos mayores se pararon, algunos aburridos. “¿Qué les sucede?”

“Ahhh, es que nunca han estado tanto tiempo sin juegos de video, algunos se quejan por eso” ella se encogió de hombros. Su hijo lo miró con un poco de curiosidad. Pobre, jamás había experimentado algo que considerábamos tan común. Al menos antes. “También por tener que entrenar, se los advierto.”

“Es para que se preparen para el futuro, cuando tengan que salir allá afuera” me acerqué a los niños. “Hoy vamos a tener un ejercicio especial. Vamos a ir afuera a recoger metal. La disposición se ha realizado hace un par de minutos, es momento ideal para salir. Lleven sus sables, el área será pequeña, pero nadie sabe lo que se encontrarán. Algunos de los guardias de las murallas actuarán como sus líderes de escuadrón. ¡En marcha!”

“Hashirama…”

“Lo siento, pero tienen que aprender. Algunos tienen la edad de tus hermanos y piensan que esto es una pérdida de tiempo. No puedo sentirme tranquilo sabiendo que no va a haber nadie que ayude si llegamos a faltar. Esto les dará motivaciones para hacerlo.”

“Hashi…”

“Tranquilo, no tienes que venir” le aseguré. No iba a arriesgarme con él, si estaba enfermo se quedaría donde los demás pudieran protegerlo. También si estaba… todavía no me hacía a la idea de que podría estar... algo. Él asintió, sabía que yo tenía la razón. Guio a los estudiantes mayores a la puerta. Llamé a algunas personas y los coloqué por escuadrones. Parecían estar escépticos respecto a trabajar con niños. “El objetivo de los escuadrones es regresar con las mochilas rellenas de metal. Cualquiera funciona por ahora. El ejercicio se limitará a la zona de visión de los guardias. ¡Vayan!”

“Por aquí” Hideyoshi señaló a los suyos, negando con la cabeza. Sabía que muchos dudaban de mi cordura por esto, pero era necesario. Los niños empezaron recogiendo la chatarra de las distintas casas. Entonces uno de los chicos salió corriendo de la casa donde estaba, moviendo locamente su espada. Uno de los cadáveres lo seguía, casi alcanzándolo con sus dedos putrefactos.

“Tobirama…”

“Ya lo tengo” una flecha cayó en el ojo del ser, derrumbándolo. Su víctima rápidamente se puso de pie, llorando. Pasó más veces, hasta que por fin regresaron temblando al cerco. Yo los miré con algo de decepción. Ahora… soy una persona muy amable, excesivamente tal vez. Pero para que pudieran sobrevivir en este mundo y para que los otros también pudieran vivir era necesario que estos niños aprendieran a luchar. Por eso es que necesitaba ser firme con ellos, más firme que nunca.

“Bien, parece que todos están correctamente asustados” me pasee frente a ellos. “A partir de este día vamos a repetir este ejercicio semanalmente. ¿Y saben por qué? ¡Porque así van a aprender lo que realmente importa! ¡¿Creen que están a salvo aquí, bostezando en las clases de espada?! ¡¿Qué van a hacer en caso de una invasión?! ¡¿Y si se tienen que defender?! ¡¿Y si necesitamos que asistan a una misión?! ¡Porque algún día lo vamos a hacer!” todos temblaban bastante. “¡Así que se acabó lo de llorar por su Nintendo o su ex box! ¡Van a vivir en el mundo real!”

“¡Sí, señor!” me sentí realizado. Por fin había logrado que los más jóvenes se movieran, aunque fuera por el miedo. Madara se acercó, aplaudiendo.

“Ya era hora de que alguien hiciera eso” me dedicó una gran sonrisa. “Si no me hubiera preocupado mucho por el futuro de este lugar” señaló a mi alrededor, los otros me dedicaban miradas de respeto. “Por lo que sabemos somos el único asentamiento humano y…”

“No hay que pensar en eso” le besé la frente, haciéndolo enrojecer ligeramente. Volvimos al cuarto, donde Mito me esperaba. Frunció el ceño un poco cuando vio a Madara, pero se abstuvo de hacer comentarios. No entendí ese gesto, ella estaba con Tokka… además éramos parientes, nunca hubo nada romántico entre nosotros. ¿Quizás eran celos de hermana? Debía ser.

“Estás algo diferente, Madara” le comentó mientras yo lo ayudaba a acostarse. “Ah, felicidades por lo de afuera. Esos ociosos ya me tenían harta con sus demandas de que les trajera celulares o cosas así cuando estuviera fuera.”

“Me alegra ser de utilidad”

Querido diario, sé que no he podido escribir hace mucho, pero… bueno… he estado muy ocupado. En primer lugar, la enfermedad de Madara no daba signos de estar terminando. Vomitaba todos los días, dormía de más y por alguna extraña razón comenzó a explotar rápidamente a cualquiera que hiciera preguntas. Sucedió un par de veces con dos de los alumnos en uno de los ejercicios semanales y no fue lindo. Hasta a mí me asustaba a veces. Traté de arrastrarlo con Shirohebi-sensei un par de veces, pero él me miraba con esa expresión de enojo que me amedrentaba y se soltaba fácilmente.

“No necesito ir al doctor” me dijo haciendo un puchero. No parecía estar de humor para pelear o gritar, lo que me favorecía mucho. Finalmente conseguí que pusiera un pie en la enfermería, donde el médico nos examinó con ojo crítico.

“Parece que por fin se han armado de valor para venir… o mejor dicho tú te has armado de valor para traerlo, Hashirama” le dio una mirada crítica. “Has engordado, Madara”

“¡¿Qué quieres decir con eso?!”

“Y tu humor también aumentó de tamaño” lo agarró del hombro y lo subió a una balanza. Anotó el número en una libreta, sin duda era mayor que en el pasado examen de salud (teníamos uno mensual). “Definitivamente has subido mucho de peso, aunque no en las proporciones que uno esperaría, incluso cuando has estado comiendo tanto” yo temblé al recordar su apetito. “Yo diría que lo que te pasa es diferente.”

“No puede ser, he estado expulsando todo lo que como por la boca.”

“Hummmmm… eso lo explica todo, nauseas matutinas… te daré algunas hierbas, no las tomes si no es necesario” abrió un cajón, sentándose en su escritorio. Los dos lo observamos sin entender. “¿Qué? ¿Creían que sus cosas eran privadas? Debieron ser más cuidadosos si no querían que saliera a la luz, aunque ahora mismo no hay manera de ser cuidadoso” negó con la cabeza. “Supongo que debería darles crédito, son un poco mayores que la media de padres primerizos de aquí.”

“Pa…” mi novio puso una mano en su estómago. Le temblaron las rodillas, por lo que me coloqué detrás de él en caso de que fuera a desmayarse. Dios, debí haberlo sabido, también tenía conocimientos de medicina. Entonces Madara pareció recuperarse y se volteó hacia mí con furia. “Todo esto es tu culpa”

“Mi… ¿mía?”

“¡Sí, tuya!” estalló en otro arranque de furia hormonal. Yo me encogí de miedo, rezando porque esa fase pasara rápido. “¡Tú y tu enorme libido! ¡Obviamente no estaría así si tú no pensaras con la cabeza equivocada!”

“Fuiste… fuiste tú el que dijo que quería…”

“¡No me interrumpas!” me pegué a la puerta, esperando escapar cuando terminara de gritarme. Él levantó una ceja cuando me vio hacer esto. Me apartó de un empujón y salió, dejándome ahí con un muy impresionado Shirohebi-sensei. Ambos nos miraron y capté la indirecta. Debía ir con él ASAP. Lo encontré en el cuarto, ordenando todo por milésima vez. “Eres terriblemente exasperante a veces”

“¿De verdad?” me senté cerca de él, tratando de no agitarlos. “Yo pensé que me querías mucho”

“Eso también” se revolvió incómodo, posando una mano en su cadera. “Este bebé… quiero que tenga la mejor vida posible, considerando las circunstancias. Y para eso necesito que… yo sé que somos muy jóvenes.”

“Lo cierto es que ya no, somos considerados mayores para tener hijos ahora” coloqué una mano en su pequeña protuberancia. “Los quiero mucho… y voy a hacer lo posible para que tengan una vida feliz. Una larga vida feliz” me quité el collar, aquel que había quitado del cuello de mi madre, poniéndolo alrededor de su cuello. “Es una promesa”

“¿Me estás proponiendo matrimonio?”

“¿Sonó como eso?” besé su cuello. “Exactamente” acaricié su vientre, queriendo sentir a mi hijo. “Tobirama tendrá que buscarse a otro compañero de cuarto”

“Que duerma en la perrera”

Notas finales:

¿Qué les pareció? Review!!!


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