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TÚ NOMBRE por 691396

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Cap. VI


 


Initium


 


Gritó al sentir los labios ajenos sobre los suyos, se movió con desespero deseando ser soltado por quien identificó como su madre, las manos de ese rubio comenzaron a tocarle en lugares inadecuados, suplicó ayuda a su padre, más este le miraba sin sentimiento alguno, lloró, gritó, se revolvió, nada parecía funcionar con el que parecía convertirse en un monstruo, la imagen idealizada de quien le dio a luz se fue al carajo, fue despojado de su ropa con una rapidez que parecía inhumana, su parte privada entró en la boca de ese impostor, debía serlo, ese de ahí no era su madre, volvió a suplicar a quien sabia era su padre, pidió en desgarrantes gritos que le salvara mientras trataba de alejar a ese rubio con jalones de cabello.


 


 


-No se le para –escuchó en voz desilusionada que le decían a su papá, quien bufó con molestia.


 


 


-Igual que a los demás dobe –se levantó sacando un estuché de su pantalón –sostenlo –fue obedecido, Gaara sintió un pinchazo en su cuello, lloró aún más fuerte, el mundo comenzó a dar vueltas.


 


 


Debió llevar un libro, cualquier cosa para leer, para distraerse, su sangre bullía y no era de excitación, rabia, coraje, furia, podía jurar ver vapor salir de sus poros ¡Tenia tantas ganas de matarle! Pero no piensen mal, no era a Naruto, nunca a él, pero si a ese mocoso cuyo nombre era el de su peor enemigo, cuyas putrefactas letras y pronunciación salían de sus labios favoritos, trató de mirar el reloj contando el tiempo junto al segundero, distrayéndose de los gemidos “Gaara, Gaara” ¡Lo volvía loco! Cerró los ojos y trató de imaginar algo lindo ¡Nada! Incluso fue a su lugar feliz, pero ¡Vaya desdicha! Su lugar feliz era Naruto, no le quedaba de otra, los observó, ya faltaba poco, el niño no soportaría una quinta ronda, suspiró, se quedó observándolos con expresión aburrida, claro, no sería tan idiota de exteriorizar sus celos, además estaba –para su gusto –el que el impúber, quedaría jodidamente traumatizado cuando volviera a sus cinco sentidos, incluso ahora, en ese cuerpo casi inerte podía ver las lágrimas caer sin control mientras el rubio le montaba, un pequeño atisbo de sonrisa se quiso apoderar de su boca, de todas formas el recuerdo no le duraría mucho, lo mandaría a un “Internado” apenas Naruto acabara con él, ya quería ver la sangre mezclarse con ese horrible cabello, se lamió los labios, se estaba excitando.  


 


 


Miró el reloj, su libertad seria dada por sí mismo en cinco minutos, volvió a recostarse en la silla con desgana, disfrutaba mucho ver a su “mujer” lleno de fluidos, le causaba algo de morbo que el semen de su hijo se mezclara con el suyo, además, claro, de la sangre que el mismo hacia que saliera de ese maravilloso agujero –sonrió –la fantasía de estar de nuevo dentro de ese glorioso cuerpo hacia que el suyo –el cual apenas había podido controlar –despertara, respiró profundo por olvidada vez, una sonrisita se le escapó, después de todo, esta sería la primera y última vez que Naruto vería a su adorado Gaara, al menos –según lo creía el rubio -en mucho tiempo, alargando la u con gusto y no podía asegurar que el corazoncito seguiría latiendo, cerró los ojos suspirando, ya no lo soportaba, se levantó rápido bajándose los pantalones, le importó mierda las protestas, se metió con fuerza en el que consideraba su “esposo”, un gemido involuntario salió de sus labios, ¿era idea suya o el rubio estaba más apretado? ¡Que importaba! Miró los ojos del niño, las lágrimas dejaron de salir hace poco, más los ojos se encontraban opacos, muertos, ya la mirada no suplicaba, como si se rindiera a las sensaciones que Naruto le otorgaba, se burló silencioso aumentando el ritmo de sus caderas, el cuerpo del menor parecía convulsionar ante las sacudidas, el pequeño pene vibraba con la fricción del otro, eyaculó sin quererlo, más la droga en su sistema poco le dejaba pensar con claridad, apenas y podía moverse, se sentía mojado y sucio, veía el cuerpo del impostor frente a él, moviéndose con violencia de arriba abajo ya no teniéndolo a él adentro, veía a su padre sonreírle con arrogancia haciendo el mismo movimiento, enterrando los dedos en las caderas ajenas, veía salir el pene rojo, veía el propio del mismo color, sintió más nauseas, las ganas de llorar a gritos volvieron ¿Qué había hecho él para merecer aquello?


 


 


Siempre se había portado bien, tenía un comportamiento ejemplar, notas sobresalientes, pasatiempos regulares, nunca había hecho berrinche alguno, ni reído de desgracia ajena, siempre buscó la aceptación de su padre, siempre tratando de ser un buen niño, entonces ¿Por qué le castigaba así?


 


 


Los ojos azules le miraron con lujuria, las manos volvieron a recorrerle el pecho, cerró los ojos, no quería que la imagen de su madre terminara de dañarse, sentía el movimiento sobre él, los gemidos, su corazón dolió, sintió el estrujar de ese órgano, incluso podía escuchar el “Crack”, esa desvergonzada persona frente a él era quien le trajo a éste mundo, lo supo desde un principio, no, se contradijo, no importaba lo que su corazón sintiera, aunque supiera la verdad, lo seguiría negando, ocultaría ese conocimiento de sí mismo en alguna alejada parte de su memoria, ese día nunca ocurrió, se iría a un internado en unas horas, no volvería hasta grande igual que sus hermanos, sus hermanos, abrió los ojos con pesadez ¿Pasarían ellos por lo mismo? de pronto se sintió cansado.


 


 


Ya los gemidos no decían su nombre, gritaban el de su padre, más los zafiros aún lo miraban, le sonreía con lo que aprendió, era lujuria, su corazón latía, su entrepierna dolía, el sabor del vomito se volvió más fuerte en su boca, se atragantaba, volvió a cerrar los ojos, las lágrimas salieron otra vez, que muerte tan patética.


 


 


Satisfecho, así se sentía luego de unas cuantas rondas, de recordar la desesperación del rubio al ver el cuerpo inmóvil, ahogado en repugnancia, la expresión con la que el rostro lozano pasó al otro mundo era extasiante, tanto que le importó mierda el haberse quedado sin otro niño, ni la desesperación por revivirlo de Naruto, se lo cogió, el culo del rubio se apretaba más cuando sufría, ya lo había dicho, pero en ese momento luchó como nunca antes, tratando de proteger un mísero pedazo de carne, la estreches de su interior le recordó a la primera vez, fue salvaje, por lo que el comportamiento le fue perdonado, él, como pocas veces pasaba, no le levantó la mano al estar tan satisfecho con el sexo, de hecho, le tomó el rostro con fuerza para besarle de igual forma, el beso le supo a mocos y lágrimas.


 


 


No fue fácil volver a encerrarlo, los pataleos le hacían casi imposible dominarlo, más en momentos como esos no podía evitar sonreír, le recordaba a los días de escuela, miró su reflejo, se sentía como un adolescente otra vez.


 


 


-Sabes hermosa –le habló al bebé en la cuna –tu mami y yo vamos por buen camino –escuchó balbuceos como respuesta –sonrió –más de 20 años para que Naruto fuera suyo, acarició el anillo en la cómoda, la pareja del que el rubio llevaba en el anular, se sentía tan tontamente enamorado que su pecho se sentía lleno, los sentimientos del comienzo no hacían más que acrecentarse con los años, ahora su hermanito también estaba lleno de él –de un odio inconmensurable- sus pensamientos le pertenecían por completo, tomó al bebé, contempló el brillo metálico en su dedo, de verdad se sentía generoso, le daría un pequeño regalo a su -¿Por qué no? –esposo-.


 


 


La mansión tenia tantos pasadizos que no podía aburrirse de ellos, tenía años recorriéndolos y aun encontraba nuevos, recuerda cuando encontró su lugar especial, tendría unos seis años y como cualquier mente inocente lo utilizó para guardar sus objetos “mágicos” y cacharros que de contrabando pudo meter a la propiedad, eran su secreto más preciado en ese entonces, ahora, lo que guarda ese lugar es muy distinto, pero también se consideran sus juguetes, su preciosa colección, a la que adicionaría dos nuevas obras, en una, se veían los rubios cabellos bailar en formol, el rostro con una expresión de horror, el otro, cabellos azabaches que estuvieron en el lugar justo para que pudiera desahogarse, más aún, era la culpa de la víctima parecerse tanto a quien odiaba.


 


 


Después de escabullirse observó su obra de arte, un estante lleno de sus cosas favoritas, montones de frascos que brillaban en luz azul, el cuarto le tranquilizaba, le daba –solo un poco –ese calor familiar del que carecía y que hasta hace poco había logrado obtener, se dejó caer frente al anaquel, embelesado por la vista, perdiéndose en las memorias de su obtención, en especial en uno, el primero, el que casi ve la luz, el que era tan parecido…le cargó, le abrazó sin importar llenarse de químicos, veía el cabello rubio, la segunda persona a la que poseyó, la que casi le hace enamorarse, más su pecado fue ese, porque nadie le apartaría de su amado, dejó el frasco en su lugar, sus ojos se veían enamorados, algo enfermos, besó el vidrio para marcharse, debía dejar el otro frasco junto a otros que igual que él, casi ven la luz.


 


 


Lavó su cuerpo con fuerza, no le importó que, en vez del jabón, era sangre lo que generaba espuma, se agarró el cabello al punto de arrancarlo ¡¿Qué le sucedía!? ¿¡Qué le estaba pasando?! Su mente no estaba bien, lo sabía, hace años que dejó de estarlo, perdía la conciencia de sí mismo por largos periodos de tiempo, más para su mala suerte, recordaba todo lo que hacía, era un violador, un asesino, abusó de sus propios niños, mató a dos, quien permitió que Sasuke hiciera lo que le diera la gana, no lloraría, llorar no servía, pero le ayudaba a que el peso en su pecho mermara y el no merecía que lo hiciera, era un pecador, se mataría si pudiera pero no había nada para hacerlo, el Uchiha se encargó de eso, aún si se golpeaba contra los azulejos, estos eran especiales, no ocasionaban el daño necesario, quedaba inconsciente, cuando despertaba era castigado, que no era más que sexo hasta quedar preñado y su debilidad no le dejaba lastimarse con una vida adentro, no iba a dañar a otro niño, no iba a dejar que Sasuke los lastimara.


 


 


Sentía asco, repugnancia de él mismo, aversión de su vida, se abrazó aún en la ducha, un repentino ataque de ira le invadió, le importaba un comino que el lugar estuviera plagado de cámaras, le valía mierda que probablemente Sasuke estuviera mirando, necesitaba dolor, con toda su fuerza se golpeó contra el azulejo, su cráneo hizo el sonido de ruptura, la vista se le puso roja, cayó inconsciente, que débil era.


 


 


Despertó al oír un llanto demasiado fuerte para su gusto, la cabeza le dolía, el agua seguía cayendo sobre su cuerpo, se levantó con pesadez, tenía a Kimimaru, el bebé le necesitaba, veía borroso, pero el instinto le hizo ir, el tintineo de la cadena se le hizo lejano, su cuerpo estaba frio, aunque se bañó en agua hirviendo, se encorvó, los pasos eran lentos, cayó en la cama con fuerza, si había sangrado, el agua borró cualquier rastro ¿Cuánto tiempo estuvo inconsciente? Kimimaru se pegó feroz a conseguir alimento.


 


 


Naruto tenía sueño, su instinto de médico le dijo que no debía hacerlo, aun así, se dejó ir, solo sería un poco antes de vestirse.


 


 


Entró en el lugar sonriendo, viendo en el quinto sueño a su rubio con el bebé en brazos, silencioso, se acercó para acomodarse en la cama asegurando a Naruto en sus brazos, a los bebés juntos, atrajo con fuerza el cuerpo de su amado, un beso, uno en la frente, uno cariñoso, sintió los brazos ajenos rodearle, no sintió el frio de la piel, sonrió para cerrar los ojos, le amaba, tanto Naruto como él se amaban –eso quería creer –afianzó el abrazo dando su energía, su calor, momentos así eran los que, desde niño, desde que recordaba añoraba, momentos en que se sentía amado, en que se sentía parte de una familia, la sonrisa en sus labios no tenía pizca de arrogancia u orgullo, ya no era ladeada, no era de autosuficiencia, allí, por primera vez en ese rostro de marfil se mostraba una sonrisa de completa felicidad, se sentía pleno, ahora más que nunca se convencía de que hizo lo correcto, Naruto era su todo, su mundo, su corazón, su alma, ya no había marcha atrás para él, estaba enamorado, se sentía en las nubes, sintió a su esposo buscar calor en su pecho, sonrió aún más –si se podía –Naruto era su felicidad, destruyó todos los peligros que amenazaban con esfumarla, había soportado compartirla con sus hijos, pero ya no más, ya era hora de comenzar la purga, ya era hora de que Naruto le perteneciera solo a él, como al comienzo.

Notas finales:

Con esto terminamos el inicio, y damos la benvenida al nudo.


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