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La maldición de la sirenita por shiki1221

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Cap 2: El principe y la sirena

―Esto me trae recuerdos…

La Sirenita al saber en buenas manos a su príncipe, regresó al mar antes de ser descubierta. Fuera por humanos o su familia, ella tendría consecuencias que prefería evitar. Sin embargo, con semejante encuentro, no podía borrar de su memoria al joven principe. Su mente divagaba acerca de lo que podría estar haciendo a cada momento. ¿La recordaría? Creyó verlo abrir los ojos unos momentos mientras nadaba. Por un lado, le haría feliz saberse centro de la atención de aquel joven, si es que la conservaba como recuerdo. Empero, si fue vista recibiría un gran castigo por parte de su padre por haber desobedecido una de las reglas básicas de las sirenas. Armándose de valor, nada más regresar, decidió hacerle una pequeña consulta a su anciana y sabia abuela. Su corazón guardaba esperanza de encontrar una forma de estar junto al hombre del que se enamoró.

Le preguntó si los humanos podían vivir por siempre si no se ahogaban. En su ingenuo pensamiento, la princesa creía que los humanos eran eternos o al menos, de longevidad parecida a la propia. La antigua reina, le explicó que los humanos tenían un tiempo de vida mucho más corto que los trescientos años de las sirenas. Una de las cosas diferentes en ambos, era que cuando las sirenas morían, se convertían en espuma de mar y dejaban de existir. Mientras los humanos tenían un alma eterna que continuaba existiendo en el Cielo. La sirenita, al oír aquello sintió como si su mundo hubiera sido puesto de cabeza. Jamás se le había ocurrido pensar en la eternidad y ahora que la conocía estaba anhelándola. No sólo al príncipe, sino también tener un alma eterna que viviera en el Cielo. No obstante, su abuela no le contó más del asunto alegando que no era necesario. Sería una ridiculez perder la maravillosa vida que tenían bajo el mar por algo así.

La negativa de su familiar a revelar más, no detuvo a la joven sirena de buscar respuestas. Terca como era, siguió buscando una forma de subir a la superficie como una humana. Sólo había una persona que podía ayudarla en ese tipo de problemas. Sin perder el tiempo visitó a la Bruja del Mar. Quien le vendió una poción para tener piernas, pero como en todo, había un precio a pagar. A cambio de cumplirle su encargo, la sirena tendría que entregarle su voz (ya que tenía la voz más hermosa del mundo). La Bruja del Mar le advirtió que una vez la convirtiera en humana, nunca podría volver al mar.

Además, tomar la poción la haría sentir como si una espada la atravesara. A cambio, cuando se recuperara, ella tendría dos hermosas piernas, y sería capaz de bailar como ningún humano había bailado jamás. Empero, constantemente sentiría como si estuviera caminando sobre espadas lo suficientemente afiladas para hacerla sangrar. Y tenía otro problema más sumado a su lista, sólo conseguiría un alma si el príncipe la amaba y se casaba con ella. Al hacerlo, una parte de su alma pasaría al cuerpo de ella. De lo contrario, al amanecer del día siguiente de que él se casara con otra mujer, la Sirenita moriría con el corazón roto y se convertiría en espuma de mar.

A pesar de las advertencias, la Sirenita bebió la poción y el dolor no se hizo esperar. Quiso gritar, mas la voz no le salía. Su agonía la sufrió en silencio. Acompañado de muecas llenas de dolor en su rostro. Una alegría insana llenó su corazón al ver los resultados. Era una ilusión que sólo la conduciría a la calamidad. Mas, confiada y orgullosa por sus piernas, nadó hacia la orilla y fue a encontrarse al príncipe. Al llegar le tomó algo de tiempo ubicarlo, pero al encontrarlo paseando por la orilla con intenciones de pescar, se le acercó de inmediato. Él por su lado fue atraído por su belleza y gracia, incluso aunque ella fuera muda. La Sirenita presumió su habilidad para el baile frente a él. Lo cual gustó tanto al principe que lo impulsó a llevarla a su palacio. Su mayor entretenimiento se volvió verla bailar. Y ella lo hacía para él, a pesar del insoportable dolor.

La sirenita fue feliz por algún tiempo, pero todo terminó de forma abrupta. La madre del príncipe, la reina, le ordenó a éste casarse con la hija del rey del país vecino. El príncipe le dijo a la Sirenita que no lo haría, porque no amaba a la princesa. Él sólo podía amar a la joven del templo, quien él creía firmemente fue su salvadora. Sin embargo, el día que se suponía rechazaría el matrimonio resultó en algo completamente diferente. Ese día descubrió que la princesa era esa joven del templo. Su prometida había sido enviada por su padre, el rey, a ser educada con las sacerdotisas. Al saber esto, él le declaró su amor a ella y decidió casarse lo más pronto posible.

―Esa historia seguirá repitiéndose si no hago algo para evitarlo…

Aprovechando que aún no era muy tarde para unirse a las actividades turísticas, los cuatro salieron rumbo a una caminata por una colina. A la cual se llegaba luego de un pequeño viaje en autobús. Naruto se sentó al lado de Sasuke y las chicas juntas en asientos cercanos a los suyos. Uchiha miraba con fastidio el alboroto que armaron los turistas dentro del vehículo. Todos cantando y hablando a gritos, con su novio incluido. Miró por la ventana distinguiendo las largas extensiones de verde pasto y flores que adornaban el camino. Debía admitir, aunque fuera para sí mismo, que el lugar escogido por su novio era muy interesante; tenía lugares en los que podrían explorar y competir como tanto les gustaba a ambos.

—S-se ve muy aterrador este lugar —comentó Hinata en un susurró vacilando en las palabras al dirigirse a Naruto.

—No hay de qué preocuparse, esto será muy divertido ttebayo —afirmó Naruto con una gran sonrisa.

—Es que se ve pe-peligroso —dijo Hyuga temblando en su sitio mientras llevaba sus manos hacia su propia boca tapándola con vergüenza.

—No dejaré que nada te pase, para eso somos amigos —aseguró confiado Uzumaki mostrando su brazo en gesto de masculinidad.

—Na-naruto-kun —susurró ella con la cara completamente enrojecida.

Sasuke miraba molesto la escena. La chica de ojos aperlados le parecía insufrible por su manera de ser. ¿Para qué iba a un viaje si le daba miedo el aire libre? Fácil, sólo quería estar cerca de su novio. Decidió mirar hacia otro lado, a sabiendas de que Naruto le daría sermones sobre la amistad y una larga lista de excusas sin sentido. Todas palabras y frases que el rubio siempre usaba asegurando que no habría problemas. Todo para hacerle ver que Hinata no tenía malas intenciones. Empero, el moreno podía percibir algo sospechoso detrás de su insistencia. No se mostraría celoso, ya que eso sería algo impropio de él. No obstante, si ella seguía empeñada en acaparar la atención de su novio, tendría que ponerla en su lugar como correspondía.

Sakura sólo miraba la escena por sobre el pequeño libro que iba leyendo en el camino. Acomodó sus rosados cabellos enfocando su mirada en la actitud de sus tres acompañantes. Era un triángulo bastante molesto desde su punto de vista. Sasuke era posesivo y no le gustaba que se le acercarán demasiado a Naruto. Mientras éste, como buen samaritano, siempre se comportaba de forma atenta con quienes sintiera que lo necesitaban. Era un gran amigo, eso no se podía negar, pero con un novio celoso aquella actitud le jugaba en contra. A eso debía sumarle a la insegura Hinata, quien buscaba protección del joven de ojos azules. Haruno no tuvo más opción que aspirar profundamente, invocando toda la paciencia disponible en su ser, antes de exhalar pesadamente todo el aire de sus pulmones.

“No deberías estar aquí”

Cuando el autobús se detuvo, un guía turístico se encargó de guiarlos por los senderos de la colina. Allí había muchos árboles y altos arbustos dificultando la visión. A su vez que, hacían fácil perderse si no se conocía bien por donde caminaban. En alguna época pasada, cuando estaban en secundaria, tanto Sakura, Naruto y Sasuke iban de campamento por el club de deporte al que pertenecían. Recordaban bien las enseñanzas de Kakashi, su maestro a cargo, quien les dio las indicaciones necesarias para desempeñarse estando a la intemperie. Por ello, los tres eran capaces de lidiar solos con largas caminatas y exploración en terrenos desconocidos. Aun si llegaran a perderse, tenían plena consciencia de que encontrarían la manera de regresar con bien. Caso contrario de Hyuga, quien nunca fue de ir a los exteriores y moría de miedo ante el sólo pensamiento de que algún percance se presentara.

—Si-si sucediera algo… ¿M-me protegerías, Na-Naruto-kun? —preguntó la de ojos blancos sosteniendo la manga de la ropa del rubio.

—Claro que sí —prometió animado rodeándola con su brazo para hacerla sentir segura—. No dejaré que nada te pase ―dijo regalándole una sonrisa agradable y caballerosa que siempre usaba para infundir confianza.

—Si tanto miedo tiene debería quedarse en la posada —musitó Sasuke mostrando desagrado por aquella muestra de fragilidad extrema de la chica.

Teme —regañó Naruto mirándolo con reproche al notar el tono despectivo del de ojos negros.

—Es la verdad. —Se defendió con el ceño fruncido mientras cruzaba sus brazos haciendo notar su sentir—. ¿Para qué viene a un viaje en el que obviamente no se siente cómoda? —preguntó acusador. Sus ojos negros escudriñaron a Hyuga con desagrado.

—Todos tienen derecho a probar algo nuevo —intentó justificar Naruto queriendo aliviar la tensión que comenzaba a formarse en el ambiente—. Quizás hasta le tome el gusto y sea buena en esto.

—Lo dudo —expresó con sinceridad Uchiha.

—Ya cálmense, chicos —intervino Sakura sonriendo de forma forzada, mientras se ponía entre ellos por sí tenían ánimos de solucionarlo a los golpes, como solían hacer.

Hinata se limitó todo el tiempo a temblar cual chihuahua. Uchiha siempre había sido especialmente habilidoso en intimidar con su sola presencia. Siempre mostraba un porte orgulloso ante cualquiera que cruzara su camino. Aquella seguridad expresada en su lenguaje corporal, era la principal razón por la cual ni siquiera necesitaba hablar para causar una reacción en los demás. Sólo Naruto escapaba a sus aires de grandeza. Siempre lo trató como a cualquier otra persona, obviando su situación económica, status social y demás cosas que hacían lucir a Sasuke tan inalcanzable. Y esa fue la principal razón por la cual el joven de ojos oscuros se enamoró de él. Era la única persona sincera con su persona y tan transparente que jamás pondría en duda lo que le prometiera.

“Pero rompió la promesa que me hizo”

Para el grupo de jóvenes que buscaba un simple y agradable fin de semana recorriendo los bellos paisajes del lugar, sus mayores problemas residían en las peleas de la pareja del grupo. Sin embargo, aunque no lo sabían ellos eran observados por unos ojos que guardaban un profundo deseo de venganza. Habían pasado varias décadas desde que había perdido a aquella persona y ahora se le presentaba frente a ella. La sirenita sonrió complacida. Su malicioso deseo dibujó una sonrisa en sus rosados labios. Nunca se perdonaría haber permitido que la bruja del mar le arrebatara aquello que tanto anheló. Agradeció internamente al mar tal golpe de suerte. Casi juraba que era un regalo para compensar su trágico destino.

Con el paso del tiempo aprendió a sacarle ventaja a su condición. La condena que le había sido impuesta traía ciertas ventajas que le tomó tiempo pulir como herramientas de venganza. Ningún hombre volvería a dejarla como una tonta. No se repetiría lo que hizo aquel príncipe a quien ella amó. Todas las piezas estaban reunidas en el lugar idóneo. Ahora estaba sola. Condenada por alguien que no valió la pena, o quizás sí. Su mente le jugaba malas pasadas cada vez que rememoraba lo sucedido. Ocasiones donde tenía a su príncipe como un dulce recuerdo, seguidos de episodios en los que no entendía que le había podido ver a semejante persona. Dejó de pensar en esa historia, pues era cosa del pasado.

“Nunca más, mi amado príncipe”.

En lo que la ánima vengativa planificaba con minucioso detalle sus pasos futuros, los jóvenes se volvían cada vez más irritables. El primer paso de aquel viaje ya se había arruinado, sólo con pensar en tener que convivir con Hyuga ponía de malhumor a Sasuke. Naruto y él estaban muy poco tiempo juntos debido a la universidad. El tiempo requerido para estudiar era demasiado y el que se dedicaban entre ellos muy poco. Estando a la mitad de sus respectivas carreras, las que por cierto eran diferentes, hacía difícil la tarea de poder coincidir en algo. Ambos habían puesto todo su empeño en no dejar nada pendiente para disfrutar el fin de semana juntos sin preocupaciones. Sin embargo, de la nada apareció Hyuga en sus planes. Al saberla junto a ellos en su viaje, sumó a Sakura, para estar en igualdad de condiciones.

Sus planes cambiaron completamente y pasaron de tener un fin de semana romántico sólo para ellos dos, a un viaje de “amigos”. Su novio tendría que compensarle mucho por haber estropeado todo. Sin embargo, en eso pensaría luego. Por ahora se dedicaría a disfrutar un poco de lo que los rodeaba. Apartó su oscuro mirar del espeso y verde bosque que estaban atravesando y volvió a centrarlo en el camino frente a él. El guía les indicaba la ruta que les permitía hacer la mayor cantidad de paradas para contar leyendas o parte del folklore de la zona. Había una gran cantidad de historias para ser contadas por el guía, quien lo hacía con gran entusiasmo. Hinata temblaba ante la más ligera mención de la sirenita. Según ella, la anciana de la posada le advirtió acerca de sus susurros en el bosque en el cual se encontraban.

“No deberías temer a tu destino”

—Aquí está el risco desde donde la sirena saltó al mar. Luego de que el hombre que ella amaba desposara a otra —explicó el guía mientras señalaba un pequeño vallado con el que se indicaba hasta qué punto era seguro acercarse.

—Es ridículo suicidarse por alguien que no te ama —comentó Sasuke restándole importancia a la tragedia—. Hay que estar muy desesperado para hacer algo así ―agregó sin entender cómo alguien era capaz de morir por una persona de la que se enamoró a primera vista.

—La joven sirena iba a morir de todas maneras —explicó el guía forzándose a sí mismo a mantener una sonrisa. El tiempo que llevaba trabajando le había enseñado a tolerar a los turistas sabelotodo—. La única forma de salvarse era asesinando a la persona que amaba, porque como es bien sabido, no puedes forzar a alguien a amarte.

“Así es, pero no sólo traicionaste mis sentimientos, sino que también causaste mi muerte”

Cuando la boda se celebró, el corazón de la Sirenita se despedazó. Su martirio empeoró al abordar el barco donde se llevó a cabo la unión del príncipe. Sólo agradecía que no estaría presente cuando se llevara a cabo la luna de miel, pues moriría al llegar el nuevo día. Ella pensó en todas las cosas a las que renunció y todo el dolor que tuvo que sufrir. Se desesperó pensando en la muerte esperándola el amanecer del día siguiente. Pero antes de eso, a la medianoche, sus hermanas le llevaron un cuchillo que la Bruja del Mar les dio a cambio de sus largos cabellos. Aquellas hermosas melenas eran muy preciadas. Tanto como lo eran los hilos de seda para las personas fuera del mar, mas ellas eran capaces de dar lo que fuera por su hermana pequeña. Si la Sirenita asesinaba al príncipe con el cuchillo y dejaba correr la sangre de éste por sus pies, volvería a ser una sirena. Todo su sufrimiento terminaría y podría vivir su vida de sirena bajo el mar, con sus trescientos años de vida.

Las sirenas sonrieron felices de hallar una solución para salvar a su pequeña hermana. La cual tomó la resolución de acabar con el príncipe. Él la había dejado, eligió a otra atribuyéndole una hazaña que no le pertenecía y la sacerdotisa no se merecía su amor. No cuando ella bailaba día tras día para divertir al príncipe a costa de soportar el infernal dolor en sus piernas. Con el tiempo se había convertido en amiga y confidente del principe, alguien que siempre velaría por su bienestar. Ese pensamiento surcó su mente cuando el cuchillo en su mano reflejó la luz de la luna contra su propio rostro. Había hecho tantos sacrificios para estar con él, pero no era correspondida.

¿Lo merecía?

La Sirenita fue incapaz de matar al príncipe mientras dormía en el camarote nupcial del barco de la familia real con su nueva esposa. Se dio cuenta de que aún lo amaba. Hizo mucho por él ciertamente, mas su amor no lo consideraba tan superficial como para tratarlo cual trueque. Ella no podía forzarlo a corresponderle y todo lo que perdió, fue sólo una decisión suya. Al sentir los primeros rayos anunciando la pronta llegada del amanecer, ella se alejó hacia el frente del barco y se lanzó al mar. Durante su caída pensó en todo lo que vivió y se cuestionó si se arrepentía de sus pasos hasta ese momento. La respuesta llegó clara y casi instantánea a su mente. Sin embargo, ya era tarde para pensar en hacer algo más que entregarse a su destino. Su cuerpo se convirtió en espuma, pero en vez de dejar de existir, sintió el calor del sol. Se había convertido en un espíritu etéreo, una hija del aire.

La Sirenita no sabía que había pasado, pero para su fortuna las demás hijas del aire le dieron la bienvenida y le explicaron lo que había sucedido. Su amor por el príncipe y su deseo por obtener un alma eterna había sido tan fuerte que logró conmoverlas, por lo cual se volvió una de ellas. Sin embargo, al ser una hija del aire sólo tendría media alma, si deseaba tenerla completa, debería esforzarse para demostrar ser digna de la oportunidad que le dieron. Ella podría ganarla haciendo buenas acciones por trescientos años; por cada niño y niña buenos que encontrara, se le restaría un año a todo ese tiempo de espera y por cada niño malo y niña mala, ella lloraría y cada lágrima significaría un día más. Entonces si cumplía lo encomendado, un día, ella llegaría a tener un alma inmortal que viviría eternamente en la gloria del cielo.

“Pero tú lo evitaste…”

—Tonterías —resopló el moreno sin darle importancia al asunto. Se cruzó de brazos e ignoró las miradas de reproche que le lanzaba su novio rubio―. Vaya estafa. Nos mostraste un risco del cual “la sirena saltó”. ¿Y ahora dices que se arrojó desde el barco? ¿Al menos se aprendieron bien la historia? ―preguntó mostrándose insatisfecho por las contradicciones. ¿Y así pretendían engañarlo?

—Bueno sigamos —anunció el encargado contando hasta diez internamente para controlar su molestia. De esa manera el paseo fue retomado con calma, dejando atrás los comentarios del azabache.

En el camino había zonas en las que la tierra no era pareja, si no que tenían algunas zanjas que requerían de un pequeño salto para cruzarlas. Sakura se había quedado unos momentos con la mirada perdida en el agua del pequeño arroyo que corría cerca de ellos. Por un momento se había aislado completamente del mundo y no regresó a la realidad hasta que Sasuke le llamó tocando su hombro. Sacudió apenas su cabeza y prestó atención a lo que tenía frente de ellos. Todos pasaban saltando sin dificultades, todos a excepción de una persona: Hinata. Nada más intentar saltar resbaló en el borde del extremo contrario de donde ella saltó, Naruto se volteó y la ayudó a levantarse con su característica amabilidad.

—Gra-gracias, Naruto-kun —dijo sonrojada tomando su mano para levantarse.

—No hay de qué —respondió con una amable sonrisa antes de seguir caminando sujetando su mano para asegurarse de que no volviera a caerse.

Sakura notaba el gesto reprobatorio en el rostro de Sasuke, aunque al parecer Uzumaki no lo notaba como ella. Él avanzaba con una sonrisa como si nada hubiera sucedido. Mientras aquel simple acto había conseguido ennegrecer un poco más el ánimo de Uchiha. Caminaba delante junto a Sakura mientras que el rubio miraba desde atrás aquella actitud con molestia. Sólo fue amable con Hinata. ¿Por qué su pareja se lo tomaba a mal? Y peor aún, se iba con Haruno, quien, a pesar de ser una amiga desde hace mucho tiempo, seguía causándole celos a Naruto. Quería alejarla de su novio, mas sabía que sólo conseguiría pelear con Sasuke. Por consejo de Hyuga, prefirió darle espacio al moreno, si ambos estaban enojados no podrían hablar como personas civilizadas.

El resto de la caminata fue igualmente incómoda, mientras Sasuke y Sakura colaboraban entre ellos para realizar las actividades correspondientes para seguir el trayecto: conseguir agua, juntar frutas no venenosas, entre otras cosas para mantenerse preparados, Naruto andaba como niñera de Hinata. La chica gritaba por la más pequeña cosa, insectos, que según sus gritos eran venenosos. Una total equivocación, pues todos eran inofensivos. Un poco de telarañas en su cabello y se acercaba a pedir rescate a Naruto para que se las quitara. Incluso lo llamaba para tomar agua, y no para pedirle que le indique donde había o si compartía de la que tenía. ¡Ella quería que le dé agua de sus manos! Uchiha no podía acallar sus ganas de gritarle que si iba a estar estorbando mejor se fuera de regreso. Esa excursión era un fracaso total. Por suerte, ya estaba atardeciendo y el martirio de la vergüenza ajena al fin terminaría.

Al regresar a la posada la dueña del lugar les avisó que se llevaría a cabo una fiesta para todos los visitantes esa misma noche. El lugar estaba adornado con guirnaldas y algunos globos cuya única función era darle colorido al panorama. Como era costumbre en Naruto, éste no podía evitar socializar con las personas desconocidas. Se sumó a los juegos y competencias que llevaban a cabo sin ningún tipo de vergüenza. Y cumpliendo con lo típico también en Sasuke, éste se encontraba apoyando su espalda en una pared. Quedándose en una parte apartada del bullicio, pero que aún le permitía vigilar que su novio no hiciera alguna locura producto del alcohol ingerido. Ya habían pasado varias horas y él no encontraba lo divertido de estar rodeado de completos desconocidos.

—Sa-Sasuke-kun —llamó la tímida voz perteneciente a Hinata. De no ser por su buen sentido auditivo ni la habría notado.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó el moreno mirándola de reojo. A su parecer, ella no valía su tiempo. Era un completo suplicio soportar como tartamudeaba para decir la más pequeña oración.

—Yo-yo quiero decirte que termines de una vez con Naruto-kun —soltó tan rápido aquella frase que contuvo el aire hasta decirlo. Sasuke apenas si le había entendido lo que dijo. Estaba tan sorprendido que hasta se planteó haber oído mal.

—¿Qué dijiste? —preguntó con una mirada de superioridad, logrando intimidar a la chica.

—Yo amo a-a Naruto-kun y puedo darle fa-familia y tú-tú no —tartamudeo mientras dirigía su mirada al suelo y jugaba con sus dedos.

—Eso no es de tu incumbencia —afirmó tajante el azabache queriendo dar por zanjado aquel tema.

—Yo lo amo de verdad, no como tú —elevó un poco la voz para poder decir eso antes de escapar.

Uchiha parpadeó unos segundos y frunció el ceño con molestia. ¿Había oído bien? ¿Aquella mosquita muerta venía a decirle que él no amaba a Naruto? Estaba más que dispuesto a darle una respuesta lo más certera y dolorosa posible, cuando notó que apenas terminar de decirle aquello, huyó como una vil cobarde. Sin embargo, eso no se quedaría así. Nadie le venía a exigir nada y a meterse con su vida personal y salía ileso. Completamente colérico fue en busca de aquella chica. ¿Cómo se atrevía a insinuar semejante cosa y huir sin dar la cara? Patética. Fue la palabra con la que definió su comportamiento. Si bien, él no le levantaría la mano a una mujer, era capaz de causar suficiente daño con sus palabras. Sinceras, crudas y directas, con ello supuso que sería suficiente para dejarle en claro que nada ni nadie lo separaría de Naruto. Menos aun por la orden de alguien que no tenía nada que ver con su relación.

Se movió entre la multitud de personas bailando allí, ¿cómo había tantas personas cuando el hotel no tenía tantos visitantes? Ignoró aquello e hizo lo propio de apartar lo más educadamente a todos los que se metían en su camino. Se aseguró de mantener sus ojos negros fijos en aquella chica y la siguió insistentemente. La logró alcanzar unos metros más adelante, sorteando la enorme cantidad de personas que había en la fiesta. Ella miraba hacia todas direcciones con desesperación, tal cual como un animal temeroso de que el depredador lo alcance. Y él era ese depredador. Se acercó sigilosamente y le bloqueó las posibles escapatorias.

—Repíteme lo que dijiste antes —ordenó Uchiha con voz grave.

—Yo-yo… —dijo temblando de miedo ante aquellos aterradores ojos que la despreciaban profundamente.

—Anda —alentó con sarcasmo mirándola de forma reprobatoria—. ¿No que estabas muy valiente antes?

—Dé-déjame —pidió con una expresión facial que buscaba compadecer, mas en Sasuke esa mirada y cara asustada no ejercían ningún tipo de efecto.

—¿Quién te crees que eres para venir a meterte en mi relación? —preguntó Uchiha de manera retórica—. Tú que no eres más que una acosadora.

—No lo soy —intentó negar con su voz temerosa a punto de romper en llanto.

—Lo eres —afirmó el de ojos negros mostrándose frío e inexpresivo—. Siempre has espiado al Dobe y lo has seguido para todos lados como un perrito faldero. Entiende de una vez que no quiere nada contigo.

—¡Cállate! —gritó levantando su mano dispuesta a darle una cachetada.

—Ni se te ocurra —dijo Sasuke sosteniendo su muñeca, evitando el golpe—. A mí no me va a pegar una persona de tu nivel.

Uchiha sostuvo la muñeca con firmeza buscando dejarle el claro mensaje de que dejara de entrometerse en su relación. Hyuga miraba aquellos ojos de un color negro como el abismo causándole temor. Debido a eso comenzó a llorar y gritar que Sasuke la estaba lastimando, pese a que la fuerza de su agarre era moderada.

—¡Sasuke! —gritó Naruto viendo la escena a unos metros de distancia―. ¡Suéltala! ―exclamó enojado.

—Naruto-kun que bueno que llegas —dijo Hyuga entre sollozos e hipidos de llanto.

Dobe ella… —intentó explicar Sasuke, pero fue rápidamente interrumpido.

—No puedo creer que seas capaz de lastimar a una chica sólo por tus ridículos celos ―regañó Uzumaki acercándose a abrazar a la de ojos blancos, quien sonrió de forma sólo perceptible para Uchiha.

—¿Perdón? —preguntó con incredulidad Uchiha—. No la estoy lastimando y no es por celos, es porque ella me dijo…

—Naruto-kun él… él me lastimó la muñeca —interrumpió Hyuga entre sollozos como si le hubiera roto la mano.

—Esta enrojecida —dijo Uzumaki con enojo al ver los dedos de Sasuke marcados en la muñeca de la chica.

Era fácil que los dedos del azabache se marcaran si la chica tenía una piel tan blanca y fácil magullar. Lo que no entendía Sasuke era como su novio se dejaba llevar por el teatrito de desvalida que hacía. Era verdad que ella era una cobarde y llorona. Ese no era motivo para ponerse en su contra. Su pareja estaba priorizando tanto su palabra que, llegaba al extremo de no darle siquiera la posibilidad de explicarse o de defenderse de las acusaciones hacia su persona.

—Iré a curarla —avisó Naruto con seriedad—. No deberías hacer cosas como estás o terminarás haciendo que te odie.

Esa última frase la dijo dándole la espalda mientras se alejaba junto a Hinata. A Sasuke lo llenaba de cólera y sobre todo tristeza que estuviera tan al pendiente de ella. Entendía que el espíritu justiciero de Naruto siempre lo llevaba a velar y querer proteger a los más débiles, empero lo que estaba haciendo era absurdo. Decidió que era momento de salir a tomar aire o definitivamente terminaría desquitándose con alguien. Uchiha salió de la fiesta apartándose de todos y caminó hacia la zona donde estuvo incursionando en la tarde. Se detuvo frente a un árbol y comenzó a golpearlo con fuerza hiriendo un poco sus nudillos.

—Idiota —susurró enojado con ganas de golpear la cara del estúpido rubio. Podía entender que Naruto fuera amable, pero debía darse cuenta cuando estaban aprovechándose de él.

“¿Y si en verdad le gusta?” . Fue la pregunta que surco velozmente por su cabeza. Quizás sólo se estaba engañando a sí mismo al pensar demasiado en ello.

 

Oyó que susurraban. Volteó mirando detrás de él por si alguien había estado escuchándolo. Deseaba mandar al demonio a quien se atrevía a molestarlo cuando estaba de tan mal humor. Sólo observó las hojas de los árboles dando vueltas a causa del viento.

“Se casará con ella”

De nuevo aquella voz susurraba palabras que le causaban mucho dolor. Se tapó los oídos negándose a oír más de aquella molesta voz. No sabía qué era, pero no deseaba adivinarlo.

“Si no lo matas serás tú quien morirá”

Cerró los ojos visualizando como Naruto compartía la cama con Hinata, en su mano tenía un puñal. Debía matarlo; era su vida o la de él, temblando se veía a sí mismo a punto de ejecutar un limpio corte. Y luego de instantes dejaba caer el arma blanca huyendo de allí. Corría hacia la proa de un barco viendo como la noche iba muriendo. Los colores anaranjados del cielo indicaban que pronto amanecería. Sus ojos repentinamente perdieron su brillo y sin ser consciente de lo que hacía corrió rumbo al risco.

Entonces regresa a casa… Sasuko”

Desde el borde del acantilado miraba las olas romper contra las rocas. Por un momento su mirada viajó del cielo al mar repetidas veces. Una sonrisa triste surcó sus labios, ya tenía una resolución sobre qué es lo que debería hacer. Antes de que avanzara siquiera otro paso, se vio detenida por el grito de Sakura.

—¡Sasuke! —llamó ella con preocupación y al ver como volteaba puso una cara de extrañeza—. ¿O debería decir Sasuko? ―preguntó entre enojada y preocupada.

—¿No has cambiado nada verdad, bruja del mar? —preguntó mirándola con una sonrisa de melancolía.

—¿Matarás a tu reencarnación? —preguntó asustada la chica de cabellera rosada.

—Es lo que hay que hacer —se limitó a decir en un tono de voz monocorde―. Mi príncipe nunca me amará, sin importar cuántas vidas pasen, siempre escogerá a su esposa —afirmó la sirena controlando el cuerpo de Sasuke.

—No mates a Sasuke-kun —pidió Haruno en un ruego desesperado—. Sé que debería haber evitado que tu nuevo “yo” estuviera al lado del príncipe, pero no se pudo evitar.

—Pues yo lo evitaré —dijo con seriedad—. Él sólo me hace daño. Esta vez me aseguraré de no volver a encontrarme con él.

—¡Sasuke! —fue el grito que se oyó como un eco lejano en los oídos de Uchiha.

—Adiós, mi dulce príncipe.

 

CONTINUARÁ…

 


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