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La maldición de la sirenita por shiki1221

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Cap 3: La maldición de la sirenita

Hinata se encontraba sumamente confundida al quedarse completamente sola en el vestíbulo, mientras sus amigos se iban de la fiesta. En un principio tuvo intención de hacerle compañía a la dueña de la posada, pues no era muy dada a las fiestas. Mas pronto ésta se fue hacia la cocina a preparar unos postres. Anunció una serie de cortos relatos, presentados por ella mientras degustaban sus delicias. Para alguien como Chiyo, las leyendas eran algo digno de compartir, aun si no era así para los demás, quienes sólo las veían como cuentos para turistas. La joven Hyuga se decidió ayudarla a terminarlos para poder probarlos en menos tiempo. Después de todo, el tiempo de ocio le sobraba hasta que los demás regresaran. Asumió que Sakura y Sasuke estarían juntos, al ser Haruno la primera en perseguirlo cuando salió de la mansión, según le platicó Chiyo.

“Yo te amaba”

Esa frase resonó en la cabeza del rubio al pensar en su novio. Desde que llegó a ese lugar se sentía observado, pero no entendía por qué ni por quién. Sólo sabía que era algo que se aseguraba de mantenerlo a cierta distancia de Uchiha. Y sospechaba de “algo” debido a la extraña forma de actuar de Sasuke. Jamás creyó que vería al moreno armando un escándalo al pelear con personas de la fiesta, menos aun tratándose de una pareja que ellos ni siquiera conocían. Se acercó deprisa preguntando por lo sucedido y luego de corroborar lo dicho sobre el actuar de Uchiha, terminó ofreciendo disculpas. Al mismo tiempo, pidió un poco de información sobre lo ocurrido a los testigos del hecho y los afectados.

―¿Su novio se encuentra bien, joven? ―preguntó la anciana dueña de la posada mostrándose afligida―. Parece que aquel chico ha corrido hacia el bosque.

―¿Usted lo vio? ―preguntó Naruto esperanzado por encontrar a su pareja.

―Así es ―asintió Chiyo mientras se frotaba las manos temblorosamente―. Intenté advertirle que es una zona muy peligrosa, ya que allí la maldición de la sirena tiene mayor fuerza, pero me temo que…

Naruto no la dejó terminar y salió corriendo en busca de su novio. A pesar de ser un cobarde respecto a todo lo que fuera sobrenatural o estuviera relacionado a alguna superstición, el saber que Sasuke podía estar en peligro, era un miedo mayor a cualquier otro. Buscó en el bosque sin pararse a medir consecuencias. No pensaba en la posibilidad de perderse en la oscuridad y maleza crecida. Lo único en su cabeza en esos momentos era buscar a su azabache.

―¿Dónde estás, Sasuke? ―preguntó al viento con tono de súplica y angustia.

Su pecho le oprimía de una forma que nunca antes había experimentado. Era como si el aire le fuera arrebatado sin que él pudiera hacer nada para evitarlo. ¿Qué era lo que le sucedía? De haber podido, lo hubiera ignorado, puesto que su integridad física le parecía un precio bajo cuando se trataba del bienestar del Uchiha. No obstante, ignorar esa molestia fue una tarea imposible cuando sus oídos captaron susurros de una mujer. Eran varias y cortas frases que se deslizaban al interior de su tímpano, mas que no lograban llevar el mensaje completo. Sabía que algo le estaban diciendo. Algo sumamente relevante, pero no lo entendía.

“Yo lo daría todo por tu felicidad, mi amado príncipe”

Era la primera frase que captó por completo, empero no mejoró en nada su situación. Seguía sin saber del paradero de Sasuke y la desolación con la que aquella voz expresó esa oración caló con un frío invernal su columna vertebral. Se retorció un poco de forma involuntaria y sus piernas temblaron un corto lapso. Un dolor agudo surcó sus mejillas dejando una sensación de ardor en las curiosas marquitas que llevaba de nacimiento. Se tocó el rostro topándose con la sorpresa de que sus dedos estaban cubiertos de sangre.

“¿Lo prometes?”

―¿Qué cosa? ―preguntó como respuesta buscando con su azulina mirada en todo el bosque―. ¿Quién anda allí? ¿Quién me habla y qué quiere conmigo? ―interrogó mirando directo hacia la inmensa oscuridad de su alrededor.

Los ojos azules vagaron por los alrededores buscando a la mujer dueña de aquella extraña voz, mas no la encontraba. Parpadeó repetidas veces pensando hacia donde ir. ¿Cómo encontrar a Sasuke? Algo en su interior gritaba que fuera hacia el risco mencionado en la leyenda. Su corazón era la brújula de sus deseos más sinceros y puros, el cual en esos momentos clamaba por Sasuke. No obstante, Hinata llegó hasta su ubicación corriendo mientras se acercaba a abrazarlo. Se la veía agitada y asustada, ya que su cuerpo temblaba visiblemente. Más por instinto que por desearlo, el rubio la contuvo entre sus brazos dándole seguridad, aquella que provocaba naturalmente en quienes se le acercaban.

―Naruto-kun ―dijo ella ocultando su rostro en su pecho mientras sollozaba levemente.

―¿Qué sucede, Hinata-chan? ―preguntó el rubio no queriendo ser descortés, pero ciertamente se sentía llamado hacia el risco.

―Es que no puedo ocultar más tiempo mis sentimientos por ti ―dijo acercando su rostro hacia él.

―¿Qué se supone que estás haciendo? ―preguntó sujetándola por los hombros―. Yo tengo un novio al que amo ttebayo ―declaró con seguridad y algo de molestia por lo que intentó hacer.

―Yo lo siento… es que pensé que quizás… ―tartamudeo con nerviosismo, mientras cubría su boca con su mano y se mordía los labios.

―Mejor ayúdame a buscar a Sasuke y Sakura-chan ―pidió controlando su molestia. Sus ojos seguían buscando minuciosamente alguna señal de que el camino que pretendía tomar era el correcto―. ¡Rayos! Debí traer una linterna o algo por el estilo. ¿Crees que podrás echarme una mano con esto? ―cuestionó rogando que ella tuviera algo que sirviera para alumbrar.

―Lo haré con gusto, Naruto-kun ―dijo Hinata mostrando su rostro visiblemente sonrojado, pese a tener como única iluminación la luz de la luna―. Y lo lamento lo que hice antes ―se disculpó sin atreverse a mirarlo directamente.

―¡Genial! ―celebró con una gran sonrisa. Alzó la mano y señaló con su dedo índice el camino que seguirían―. No te preocupes por lo que sucedió antes. Creo que los nervios nos hacen ponernos un poco locos ―explicó queriendo excusar la acción de su amiga.

No la culpaba de haberse comportado tan raro. Lo extraño era que ella fuera la única normal del grupo. Desde su llegada a ese lugar, Sakura no dejaba de mirarlo con reproche, aun cuando estaba quieto sin hacer o decir nada. Sintió varias veces su mirada de desprecio y al intentar confrontarla siempre lo evadía, dejándolo con la duda. Por su parte, Sasuke se estuvo comportando mucho más irritable y celoso de lo que normalmente haría. Podía entender algo del enojo en su persona por el repentino cambio de planes, pero había detalles, pequeños, mas lo suficientemente constantes como para llamar su atención. Era otro que lo miraba como si hubiera cometido una traición imperdonable. Él mismo estuvo ocultando su malestar para no preocupar a nadie. No obstante, todo ello no importaba ya, sólo importaban su novio y su amiga.

―Qué bueno que lo mencionas ―susurró Hyuga caminando a espaldas de Naruto mientras en la mano blanca de ella se reflejaba el brillo de la luna. Un objeto metálico descansaba en su palma manteniéndose oculto de los ingenuos ojos azules―. Yo no he perdonado lo que tú hiciste antes…

Aquella mañana el príncipe abrió sus ojos sorprendido de encontrar un cuchillo tirado cerca de su lecho matrimonial. Ignorando las palabras de su esposa salió corriendo de la habitación y fue en busca de su mejor amiga. Aquella persona que conoció casualmente en la playa un día en el cual estaba paseando por allí. Una dama algo caprichosa, pero hermosa y gentil, pese a su incapacidad para hablar siempre lo ayudaba en todo lo que pudiera. Su sonrisa le daba la alegría que necesitaba para no decaer frente a las imposiciones y exigencias de sus padres. La persona en quien depositaba toda su confianza sin reparos era ella.

Cuando salió a estribor, la vio a lo lejos saltando desde la proa del barco hacia el mar. Corrió presuroso a detenerla o auxiliarla luego de la caída, pero apenas llegó al borde del barco, no vio rastro alguno de ella. Temiendo que se hubiera hundido en las profundidades del mar, saltó a buscarla sin importarle estar aun en su ropa de noche. Bajo el agua no vio a su amiga de cabellos oscuros, empero lo que se encontró fue aun peor. Eran las hermanas de Sasuko, quienes lo miraron con profundo odio. No les importó romper las reglas de no dejarse ver por un humano. Frente a ellas estaba el responsable de la muerte de su hermana pequeña, puesto que ellas desconocían su nueva naturaleza como una dama del aire.

No deberías estar aquí ―dijo la bruja del mar a espaldas del príncipe―. Ellas no están felices de ver a quien asesinó a su hermana.

―Tú eres igual de responsable que él ―acusó una de las sirenas con furia mientras daba una fuerte cachetada al príncipe, provocándole tres cortes en su mejilla debido a sus afiladas uñas. Haciéndolo sangrar―. Ustedes la mataron.

―Ella pidió eso ―respondió la bruja calmadamente. A ella le dolía lo sucedido con su amiga, ya que tuvo fe en que todo saldría bien para ella.

El príncipe estaba en shock por lo que veía y aun si no estuviera bajo el agua, no habría podido pronunciar ni una sola palabra ante lo sucedido. Frente a él se encontraban hermosas y voluptuosas mujeres mitad pez, varias de ellas con cierto parecido a su amiga. Hubiera querido preguntar algo, pero ante la escasez de aire, comenzó a nadar hacia la superficie. Sin embargo, eso fue visto como un intento de huir cobardemente, ocasionando otra reacción fúrica de parte de las sirenas. Una de ella se apresuró a nadar para bloquearle el paso y usando sus afiladas uñas le hizo otras tres marcas en la mejilla que aún conservaba sana. La sangre del príncipe comenzó a teñir el agua de carmesí.

―¡Ya basta! ―gritó la bruja del mar apresurándose a interponerse entre las furiosas sirenas y el príncipe―. A Sasuko no le habría gustado esto.

―Él merece morir ―exclamó una lista para atacar.

―Tú también deberías morir, bruja.

―Ambos pagarán por lo que hicieron.

―¿Quién te crees que eres, bruja? ―cuestionó una de ellas abriéndose paso entre sus hermanas para estar al frente y más cerca de ella―. Estas hablando con miembros de la realeza. En el mar la voluntad de nuestra familia es la ley ―le recordó con odio en su mirar.

―Yo soy una exiliada ―dijo la bruja mientras llamaba a sus serpientes marinas para que las mordieran―. Mis serpientes son muy venenosas ―afirmó con una sonrisa al ver como quedaban paralizadas.

El príncipe llevaba tanto tiempo bajo el agua que estaba a punto de desmayarse. Por ello, Sakura nadó junto a él hacia la superficie manteniéndolo cerca del barco. El hombre tosió el agua que había ingresado a su cuerpo y comenzó a tomar grandes bocadas de aire para recuperarse. Mientras intentaba ordenar sus pensamientos. Lo de las sirenas, pese a ser un hecho importante, palidecía frente a su preocupación por su amiga.

―¿Dónde está Sasuko? ―preguntó angustiado.

―¿No oíste a sus hermanas? ―preguntó la de ojos verdes con pesar―. Ella está muerta.

―Imposible ―susurró sin entender―. ¿Por qué…? ―cuestionó sin atreverse a terminar la pregunta por temor a la respuesta que podría obtener.

―Hizo apuesta donde se jugó la vida ―respondió siendo breve―. Ella te amaba, por eso renunció a ser una sirena y si lograba ser correspondida, obtendría un alma humana con la que podría pasar el resto de su vida a tu lado ―comentó bajando la mirada.

―Yo la quiero mucho ―afirmó en un vano intento de que volviera.

―Eso no sirve ―aclaró enojada―. Si no la amas como ella lo hizo, el hechizo no funciona. Y aun si ahora te dieras cuenta de que sientes amor por ella, es inútil porque se convirtió en espuma de mar.

El príncipe quedó mudo ante las palabras dichas por aquella sirena. Era demasiado surrealista lo que estaba sucediéndole. Hasta cerró los ojos repetidas veces pensando que pronto despertaría y todo sería producto de un mal sueño. Eso tenía que ser, eso deseaba que fuera. De esa manera, podría despertar en su lecho matrimonial al lado de su bella esposa y su mejor amiga estaría allí bailando como siempre solía hacer. La bruja del mar simplemente lo miró con algo de decepción por ser tan ciego. Aun así ya nada se podía hacer. Sólo le dijo al príncipe que retomara su vida normal y olvidara lo sucedido aquel día. Además de aconsejarle no volver a acercarse al mar o las hermanas de Sasuko seguramente lo matarían.

El juicio final sería expedido ese mismo día, usando la luz del nuevo amanecer como señal de inicio, nadie que llevara el pecado corriendo por sus venas podría escaparse al castigo impuesto. Era lo justo. Ellos faltaron a su palabra. Ella mintió y él incumplió. A quienes más rencor les guardaba era a aquellos cuyas palabras le endulzaron el oído un momento y al siguiente eran las mismas voces melosas que un día le trajeron alegría, las que destruían los pedazos de su ya roto corazón. Los fuertes vientos de la tempestad invocaban las nubes de tormenta y hacían romper a las olas con furia, mientras las sirenas desde las profundidades del mar reían. Era un espectáculo que tradicionalmente veían. El epitafio dejado por su semejante anunciaba la sangre de los pecadores como tributo hacía ellas, quienes gustosas lo recibían.

―Ya basta ―dijo Haruno sujetando con fuerza la mano del azabache quien permanecía suspendido en el aire―. No dejaré que te mates de nuevo ―afirmó ella mirándolo directamente a los ojos.

―Tú eres la persona menos indicada para reclamarme algo ―acusó él intentando soltarse de su agarre―. Es por tu culpa que estoy de esta manera ―dijo con sus ojos negros mirándola con desprecio.

―Yo no hice nada que no quisieras… ―justificó con sus ojos verdes inundados de lágrimas por las palabras de quien alguna vez fue su mejor amiga.

―¿Cuáles fueron tus palabras? ―preguntó Sasuke mirándola con rencor―. Así “Sólo necesitas pagar con tu voz y tu sufrimiento, no necesito nada más” ―remedó de forma burlona las palabras que intercambiaron el día en que sellaron su trato.

―Esas son las condiciones de usar magia negra ―le recordó Haruno sin dejar de sujetar con todas sus fuerzas la pálida mano. El cuerpo de un hombre era más pesado de lo que ella podría soportar, pero hizo lo mejor posible por no dejarlo caer.

―Creía que eras mi amiga ―susurró Uchiha con una mirada distinta. Se veía triste y herida.

―¡Lo fui!

―¡No es cierto! ―reclamó Sasuke nuevamente, comenzando a moverse sin importar el daño que le estaba causando a las manos de Sakura―. Una verdadera amiga te ayuda sin esperar nada a cambio y te advierte lo que no te conviene.

Los reclamos que hacía la sirenita a través de Sasuke, lastimaban a la joven de cabellos rosados. ¡Esa estúpida sirena! No pudo evitar maldecirla brevemente en su mente. Si había alguien a quien ella quiso verdaderamente fue a la sirena de cabellera azabache que alguna vez cantó para ella. Por su estatus como bruja del mar todos le temían u odiaban. Los primeros evitaban cruzar por su territorio y los segundas buscaban oportunidades para matarla y hacerse con su magia. Sin embargo, la única persona que le habló sin miramiento fue Sasuko. Fue un encuentro casual. No sabían nada la una sobre la otra y eso sin dudas le permitió ser ella misma. El saber de su mala fama no evitó que la sirenita fuera frecuentemente a visitarla. Si cumplió aquel descabellado deseo, fue por la insistencia de su mejor amiga. No obstante, su amistad no la exentaba respecto a las normas básicas de la magia negra.

―No dejaré que te lleves a Sasuke-kun ―advirtió decidida viendo como de su piel lastimada comenzaba a caer sangre. Gotas rojizas que se deslizaban lentamente por la mano del contrario.

―Tengo derecho sobre esta alma, ya que me pertenece, me la he ganado justamente ―declaró la sirena mirándola con molestia. No entendía la costumbre de la bruja de siempre contradecir sus deseos.

―Si vuelves a morir, ¿qué esperas conseguir? ―interrogó Sakura queriendo entender qué era lo que estaba deseando ella.

―Yo quiero ser libre ―respondió con una media sonrisa que expresaba cansancio.

―Entonces no asesines a Sasuke-kun, tu objetivo debería ser el príncipe ―dijo Sakura antes de tomar impulso y usar sus pies para subir a Uchiha al risco nuevamente―. Deberías seguir asesinando al príncipe como has estado haciendo ―comentó ella jadeando por el esfuerzo de ponerlo a salvo.

―¿Qué? ―preguntó el azabache confundido mientras se acercaba a Sakura―. Yo nunca he asesinado al príncipe.

―No intentes mentirme ―pidió la de ojos verdes con un bufido de disconformidad por intentar engañarla―. Desde que llegué aquí he estado averiguando sobre la leyenda. Has estado asesinando hombres, ¿estás haciendo lo que te enseñé?

―No ―negó Sasuke moviendo la cabeza y las manos―. Quiero librarme del príncipe, sí ―admitió sincero―, por eso intento morir. Él siempre amará a su esposa. Yo soy quien sobra.

―El alma del príncipe no puede reencarnar lo suficientemente rápido como para que lo asesines cinco veces en una semana ―murmuró la de cabellos rosados meditando la nueva información―. No creo que seas capaz de mentirme acerca de esto, pero…

―¿Pero? ―cuestionó el azabache sin entender. Sólo intentaba llevarse su alma reencarnada.

―No me gusta nada la leyenda que se formó alrededor de tu muerte ―explicó Haruno antes de levantarse y tenderle la mano para ayudarla―. Tienes media alma sin tu príncipe, así que no puedes tocar el agua del mar, ¿entendido?

―Lo sé ―respondió el azabache rodando los ojos como si se tratara de un niño pequeño siendo regañado por un adulto―. Incluso mi reencarnación lo presentía ―aclaró levantándose.

―Estuviste evitando que se metiera al mar ―dijo con intención de que fuera una pregunta, pero sonó como una certeza.

―Si el príncipe no hubiera incumplido nuestra promesa yo no estaría de esta manera ―susurró con rencor al recordar aquellas promesas vacías que quedaron en el olvido.

―Gracias, Sasuko ―dijo el príncipe mientras le sonreía gentilmente―. Yo habría muerto, pero tú lo evitaste…

―Yo lo daría todo por tu felicidad, mi amado príncipe ―respondió ella aprovechando la que sería la primera vez desde que reencarnó en que podía toparse con él sin problemas.

―Está vez estaremos juntos como siempre debió haber sido ―aseguró mostrándole una gran sonrisa.

―¿Lo prometes? ―preguntó ilusionada. Una vez que reencarnó ellos podrían estar juntos olvidando todos los malos momentos de su vida anterior.

―Por supuesto ―aseguró dándole un cálido beso―. No hay nada ni nadie que nos pueda separar.

Pero aquel día la historia se repitió

―Él no te ama. Se casará con ella ―le dijo aquella mujer mostrándole la traición de su príncipe al llevarla al lugar donde él se reunió con su amante―. Si no lo matas serás tú quien morirá ―le ofreció tal y como lo habían hecho sus hermanas cuando ella aún era una sirena. Y al pensar en ellas la nostalgia inundó su corazón―. Entonces regresa a casa… Sasuko ―dijo aquella mujer cambiando sus palabras.

Esa fue la primera vez en que hizo que una de sus reencarnaciones acabara con su propia vida. En la primera ocasión bebió veneno. Cuando murió nuevamente, pudo notar un detalle del que antes no sabía: sólo tenía media alma. Mientras el príncipe no cumpliera su promesa de desposarla, ella nunca sería libre de aquella maldición. Seguiría viendo una y otra vez como él desposaba a otra frente a sus narices, a pesar de haberle jurado amor eterno. Si tan sólo hubiera permanecido como una dama del aire en vez de bajar a la tierra volviéndose humana sólo por él. Se regañó a sí misma por esa decisión. No fueron una, sino dos veces, las que ella arriesgó su vida, la única diferencia fue que la segunda vez tenía promesas que la convencían de creer nuevamente en el amor al príncipe.

―¿Qué harás entonces? ―cuestionó la de cabellos rosados mirándolo fijamente―. ¿Quieres salvarlo? Podrías seguir con tu vida y dejarlo lidiar solo con sus malas decisiones.

―Yo creo que debería… ―dijo el azabache meditando lo que sería su destino en esa reencarnación.

―¡Sasuke! ―interrumpió el grito de Naruto.

Los ojos oscuros se alzaron mostrando sorpresa al encontrarse nuevamente con su príncipe, pero su expresión cambio a horror al verlo cubierto de heridas. Naruto corría de forma torpe sujetándose un costado de su abdomen, donde al parecer tenía una herida profunda. Detrás de él se acercaba Hyuga con una expresión de temor mientras les hacía señas con las manos. Ella también tenía algunos cortes y marcas de golpes. Además de exhibir su maquillaje corrido, a juzgar por las oscuras marcas en sus mejillas, estuvo llorando antes de llegar donde ellos. El rubio jadeaba del esfuerzo de llegar donde había visto a su novio.

―¡¿Qué les sucedió?! ―preguntó alarmado Uchiha mirando las heridas que portaban los recién llegados―. ¿Quién les hizo eso?

―Fue él/ella ―se señalaron mutuamente Uzumaki y Hinata.

―No lo escuchen ―pidió la de ojos blanquecinos llorando mientras e abrazaba a sí misma en forma de protección―. Me atacó cuando me lo encontré en el bosque y me vi forzada a apuñalarlo en defensa propia ―señaló al rubio con temor guardando distancia, temiendo un ataque sorpresivo.

―Está mintiendo ―declaró el de ojos azules mientras intentaba dar un paso hacia su novio, quien dio uno hacia atrás al mismo tiempo en que el otro intentaba acercarse―. Yo estaba buscándolos y ella me interceptó.

―Ven aquí, Hinata ―dijo Haruno acercándose a ella para alejarla de Uzumaki rápidamente―. Él está mintiendo, tal y como lo hiciste hace décadas cuando prometiste desposar a Sasuko.

―¿De qué demonios me estás hablando, Sakura-chan? ―interrogó el de ojos azules viendo como Hyuga se refugiaba en los brazos de la otra fémina.

―¡Tú me mentiste! ―reclamó con furia el joven de cabellos ébanos.

―Yo… ―dijo Naruto sintiendo un agudo dolor en sus mejillas, las cuales comenzaron a arder nuevamente. Al mismo tiempo que a su mente venían recuerdos de una vida olvidada.

―¡Está vez morirás! ―Oyó el grito de alguien, pero no pudo prestarle atención al mismo por estar divagando entre los recuerdos que iban agolpándose en su cabeza.

El príncipe había decidido tomar la última hoja en blanco de aquel libro imaginario que representaba su historia de amor y le escribiría un final digno usando su propia sangre de ser necesario. Las aguas embravecidas rechazaban su cercanía, incluso cuando sólo estaba en la orilla de la playa. Tenía a una mujer amada, quien se negaba a pertenecerle, pero eso no lo detendría. Pese a poseer una esposa esperándolo en su castillo, sus pensamientos habían sido monopolizados por aquella hermosa criatura que se le escapó de entre sus brazos.

El príncipe decidió lo mejor para todos dentro de las posibilidades disponibles. Regresó a sus aposentos y se encontró con su esposa ya despierta. La besó castamente y mintió respecto a las heridas que tenía en sus mejillas. Su vida pareció seguir adelante. Todo el mundo seguía moviéndose, menos él. Desde que supo de la muerte de Sasuko, no pudo fingir que nada sucedió. Quiso engañarse, pero la costumbre, la necesidad, el confort o lo que fuera que traía ella, era irremplazable. No obstante, los nombres con los que llamó al sentimiento que guardaba por quien era su mejor amiga, carecían de significado real. Era demasiado tarde cuando se dio cuenta de sus verdaderos sentimientos.

―Sirena ―llamó a la orilla del mar gritando de forma desesperada―. ¡Necesito hablar contigo, bruja del mar!

―Creí haberte dicho que te alejes del mar ―dijo Sakura saliendo a la superficie del agua―. ¿Qué demonios deseas de mí?

―Quiero ver a Sasuko ―declaró fuerte y claramente mirándola con decisión.

―Eso es imposible, ella está muerta ―respondió molesta por semejante blasfemia. También querría a su amiga de regreso, pero ni siquiera ella era capaz de traer de regreso a un muerto.

―Debe haber alguna manera ―suplicó él negándose a creer que ese era su final.

―No la hay, por favor deja de insistir ―dijo retirándose de allí con una mirada de tristeza.

Sin embargo, el príncipe no desistió. Cada día salía del castillo e iba al risco en el cual podía apreciar el mar. No se perdía ningún atardecer o amanecer. El resto del día cumplía con sus deberes de rey, mas no como esposo, dejando de lado a su consorte por mucho tiempo. La reina presenciaba molesta las idas y venidas de su esposo. En diversas ocasiones lo siguió buscando a la amante del mismo. En su cabeza y en los murmullos de sus súbditos, esa hipótesis era sumamente popular. Empero, de la misma manera en que resultaba plausible, también lo era la vergüenza de la reina al ser el blanco de semejante historia.

―Esto es inaudito ―exclamó la solitaria reina en su alcoba mientras al mismo tiempo lanzaba su cepillo para el cabello contra el enorme espejo de cuerpo completo―. Él me ama a mí, jamás se atrevería a tener una amante teniéndome a su lado.

La reina se repetía constantemente sus virtudes y lo codiciada que era en diversos reinos. Ella lo tenía todo, belleza, gracia y una educación envidiable, luego de pasar años en el templo entrenándose como sacerdotisa. Nadie podía igualarla, ni ser lo suficientemente mujer como para tentar a su amado esposo. Sin embargo, sus dudas sólo crecían con el pasar del tiempo junto a los rumores de los súbditos. Un buen día decidió confrontar al príncipe. Lo siguió a escondidas y fue testigo de cómo éste le juraba amor eterno a su querida Sasuko por medio de gritos desde la punta del risco. Confirmando la cruda realidad: él amaba a otra mujer. La ira se apoderó de ella nublando sus pensamientos. Se alegró de haber guardado aquella daga plateada que encontró el día posterior a su boda, la cual había guardado a espaldas de su marido. Con la misma lo atacó por la espalda dándole una certera puñalada. Ambos se precipitaron al mar, al haber usado todo el peso de su cuerpo para conseguir arrojar a su esposo por el risco.

―Parece que moriré aquí ―susurró el príncipe mientras caía y cerraba sus ojos resignándose a su destino―. Y sin volver a verla ―lamentó en un susurro viendo hacia el cielo.

―Yo cuidaré de ti ―oyó decir a una bella voz que lo hizo abrir sus ojos―. Hace mucho que no nos vemos, príncipe.

―Sasuko ―dijo él sorprendido al verla frente a él, flotando como si se tratara de un bello ángel.

Ella tan sólo sonrió mientras le daba un cálido beso en sus labios, al igual que lo hizo en su momento cuando era una sirena. La muerte que le aguardaba al príncipe era cruel y llena de rencor, temió que su amado príncipe se volviera un ánima vengativa a causa de las circunstancias en las que encontraría su final. Por ello, se encargó de bendecir su alma y darle descanso. Como dama del aire tenía algunas ventajas para protegerlo.

―Volveré por ti, lo prometo ―dijo él cuando sus labios se separaron.

La esposa del príncipe cayó al mar con aquella cuchilla plateada llena de la sangre del hombre al que tanto amó. Creyó que tendría una muerte a su lado, mas al momento de estar a pocos metros de las rocas del fondo del risco vio a una joven parecida a un ángel. Se sorprendió al ver a la “sirvienta”, como le decía despectivamente desde que la conoció. Ella estaba besando a su esposo delante de sus narices. Su corazón se llenó de odio e ira por saberse perdedora del amor de su príncipe.

―Prometió frente a mí y Dios en el altar amarme hasta el día de su muerte, pero rompió la promesa que me hizo ―murmuró con odio mientras se hundía en el agua salada. Pronto sus piernas manchadas de la sangre de su esposo, desaparecieron, dejando en su lugar una aleta de pez. Tardó bastante en darse cuenta, pero se había convertido en una sirena―. No sólo me traicionaste sino que también causaste mi “muerte”. Nunca más, mi amado príncipe ―murmuró ella mirando hacia la superficie mientras en su mano aún mantenía el cuchillo con el que le dio muerte―. No deberías temer a tu destino ―se dijo a sí misma observando su reflejo.

Su nueva apariencia debió ser motivo de sorpresa o temor, pero ella no era como cualquier otra persona. Estaba dispuesta a morir con tal de tener a su príncipe a su lado, pero no tardó en notar la causa de que su plan se viera frustrado. Poco le importó haberse vuelto una sirena. Únicamente estaba interesada en los beneficios obtenidos de su nueva apariencia. Ser una sirena resultó increíblemente sencillo, gracias a la ayuda de las hermanas de Sasuko, quienes al ver al príncipe muerto, la ovacionaron como a una heroína.

Por su parte, la sirenita debió pagar un precio nuevamente para proteger a su amado principe. Ella renunció a su cuota de buenas obras para obtener un alma completa, con la condición de tener a su principe libre de cualquier mal. Eso la condenó nuevamente a tener media alma hasta ser correspondida por el principe. Su alma dependería por completo de las elecciones tomadas por sus futuras reencarnaciones. No obstante, tener media alma reencarnando constantemente en busca de su otra mitad, trajo consecuencias. Ella comenzó a olvidar un poco sobre él, cada vez que el príncipe fallaba la sirenita lo olvidaba un poco. Eso, paulatinamente iba haciendo sus recuerdos sobre el mismo cada vez más confusos, ya que él dejaba por otra en cada ocasión, llevándola a suicidarse por la pena.

―No es posible… ―susurró Sasuke viendo horrorizado el cuchillo brillando tenuemente en color escarlata gracias a la sangre en su superficie.

―¡Sasuke! ―gritó Haruno preocupada por lo que estaba sucediendo frente a sus ojos.

―Hinata ―tartamudeó el rubio con dificultad al ver lo que había hecho.

―No te me volverás a escapar, estúpida sirena ―dijo la joven Hyuga viendo a su víctima desangrándose.

El cuchillo de plata había atravesado la ropa y su piel con la facilidad con la que se rompe el papel. La sangre brotó abundantemente de la herida mientras su víctima hablaba de forma entrecortada. Sus ojos velados de resignación asumieron la muerte a manos de la chica de ojos blancos. ¿Era su castigo? Posiblemente, tantas décadas volviendo a nacer, buscando el perdón de su amiga y sólo consiguiendo ver su tumba luego de repetirse la tragedia. Los nombres y las fechas cambiaban, pero el alma seguía siendo la misma, así como su error también. El príncipe era quien debió morir. A él podía sacrificarlo sin remordimiento alguno, pero no si eso afligiría a Sasuko.

―Esta es la última vez que te metes con mi amiga, sacerdotisa de cuarta ―insultó la joven de ojos color jade antes de sujetar la mano que tenía el cuchillo enterrado en su vientre.

―¿Qué estás haciendo, maldita? ―preguntó Hinata con una mirada de molestia.

―Lo que debí hacer hace varias vidas ―caminó hacia atrás rumbo al filo del risco.

―Para ―ordenó asustada intentando retroceder―, allí está el risco ―advirtió temiendo que hiciera una locura.

Y no era la única. Sasuke intentó acercarse a ellas para separarlas, pero fue retenido por el rubio. Él no podría dejar que le sucediera algo a su azabache al acercarse a ellas. La situación no era nada sencilla para él, mas al ver el rostro de la joven de cabellos rosados, se dio cuenta de que su decisión era la correcta. Ella misma le estaba asintiendo, dando a entender que dejaba a Sasuko en sus manos y su deber sería protegerla de su propio impulso de ponerse en peligro.

―Exacto ―secundó Sakura con una sonrisa maliciosa al llegar al borde antes de saltar llevándose consigo a Hyuga, quien gritaba de terror al no poder soltarse a tiempo.

―No importa ―comentó mientras caían y se salpicaba a propósito con su sangre en las piernas―. Volveré a hacer lo mismo de la primera vez ―aseguró confiada de poder sobrevivir.

―Oh querida, ¿no lo sabías? ―preguntó Haruno con una sonrisa aún más amplia dibujada en sus ensangrentados labios―. El cuchillo de plata sólo funciona una vez para volver a un humano en sirena. Y quienes lo usamos no podemos tocar el mar o dejamos de existir ―aclaró disfrutando de la reacción obtenida.

Un último grito proveniente de la joven Hyuga resonó desde el fondo del risco. Sus alaridos se prolongaron gracias a los incontables ecos producidos por las formaciones rocosas, siendo en realidad que ella murió al instante de impactar contra las rocas. Su cuerpo se hundió en las intempestivas aguas del mar, las cuales reclamaban furiosas la sangre acostumbrada. Las sirenas subieron a la superficie a reclamar los cuerpos de ambas chicas y se los llevaron a las profundidades del mar mientras entonaban su tradicional canción. Una de ellas saboreó con gula la sangre dejada en las rocas sabiendo que era observada por los jóvenes curiosos sobre el risco. Sasuko soltó un grito de desesperación al ver a su amiga muerta por protegerla, sino fuera por la confusión sucedida, ella hubiera sido apuñalada. El alma de Sakura había dejado de existir al igual que la de Hinata. Ella misma podría haber sufrido ese final de sólo entrar al mar. Todo por haberle dado la espalda a su hogar a cambio de piernas.

—Sasuko yo... —dijo el alma del príncipe a través del cuerpo de Naruto. Se acercó lentamente al otro queriendo darle consuelo, ya que en cuanto ambas mujeres cayeron se habían separado.

—Tú y yo no tenemos nada más que hacer en esta vida —dijo ella cortando la frase del otro.

—¡Sí tenemos! —exclamó sujetando sus brazos mientras sus ojos lo veían con desesperación—. Hay mucho que debo explicarte. Desde la primera vez que moriste por mí.

—¿Te parece el momento adecuado para hablar de eso? —interrogó ella con mucha molestia por su insensibilidad ante lo sucedido—. Mi mejor amiga acaba de fallecer junto a tu esposa. ¡Muestra algo de respeto! —ordenó dándole una cachetada en su mejilla.

—Lo siento —respondió él mostrándose arrepentido sujetando la zona afectada—. No tengo mucho tiempo, pronto debo abandonar este cuerpo. Sin embargo, no quiero volver a irme sin decirte cuanto te amo —soltó sin reparo mientras sujetaba sus manos.

—Yo... Debo dejar este cuerpo —se disculpó la sirenita con pesar mientras cerraba los ojos—. No podremos estar juntos —se lamentó mientras desaparecía del cuerpo de Sasuke.

Uchiha se desvaneció en los brazos del rubio, mientras éste le regalaba un corto beso en los labios. Acarició sus mejillas con ternura y memorizó cada detalle de quien fue la última reencarnación de su amada. Pensó en lo hermosa que era la sirenita aun en una apariencia de hombre. Sin embargo, sabía de su error al haber querido hablar sobre sus viejas promesas de amor cuando la pérdida de la bruja del mar era todo en la mente de Sasuko. Ella sólo podía pensar en buscar como rendirle tributo, mas no podría hacerlo, puesto que la declaración del principe había sido sincera y luego de varias vidas buscándola, finalmente le entregó la parte de su alma que necesitaba para tener una propia. Luego de ella, el principe no tardó mucho en seguir su ejemplo y abandonó el cuerpo de Uzumaki, quién sintió un fuerte mareo. Estaba aturdidos por lo sucedido, mas sólo le quedó cargar a su novio de regreso a la posada. Dadas las heridas en ambos, debían atenderse.

La anciana Chiyo ayudó a Naruto a curarse luego de revisar al moreno. Pese a sólo estar desmayado, el blondo insistió en darle atención primero. La mujer mayor no pidió explicaciones. Ella con tan sólo verlos aseguró que ellos fueron víctimas de la maldición de la sirenita. Uzumaki no sabía si sacar o no a la mujer de dudas o intentar mentirle al respecto. Se decantó por callar. Nadie le creería lo sucedido y en caso de hacerlo, no quería alentar a curiosos a comprobarlo también. Perder a sus amigas en medio de una pelea ajena a ellos, ser poseídos por almas de espíritus de enamorados, tener alucinaciones y demás no eran parte de sus planes cuando eligió ir allí de vacaciones. Lo único que le quedaba era cuidar de Sasuke e irse lo antes posible. Nadie podía asegurarle que todo había terminado allí.

—¿Qué sucedió? —preguntó Sasuke cuando finalmente despertó en la cama de la posada—. Dime que tuve una horrenda pesadilla y ellas están en su habitación —pidió casi con desesperación mientras Naruto negaba con la cabeza.

—Es la verdad —confirmó haciendo estremecer a su novio. Todo lo sucedido era una cruel broma de la vida. Una leyenda debía ser parte de la entretención al viajar, no el motivo de sus muertes—. Todo lo que nos sucedió fue cierto —dijo sin entender del todo cómo terminaron metidos en una disputa de fantasmas.

—Debemos irnos de aquí de inmediato —afirmó Uchiha con algo de temor.

Aunque Uchiha quisiera mostrarse valiente ante su novio, no podía evitar sentirse vulnerable en ese sitio. Aborrecía el recuerdo de verse incapaz de controlar su propio cuerpo. Estuvo forzado a presenciar su propio intento de suicidio sin tener la posibilidad de negarse al mismo. El rubio accedió a su petición, pensando también en la seguridad de ambos. Además se sentía con la responsabilidad de informar a las respectivas familias del deceso de sus hijas. Forzosamente deberían mentir un poco para justificar lo acontecido sin ganarse un pase al manicomio por su paranoia o terminar presos por homicidio. Sin perder el tiempo, empacaron todas las pertenencias propias y de las difuntas, con intención de regresar estas últimas a sus padres.

―Vengan a visitarme nuevamente ―despidió la anciana Chiyo cuando los vio en la puerta con sus maletas―. Les tendré preparadas sus habitaciones y muchos dulces deliciosos ―ofreció gentilmente.

―Gracias ―respondió Naruto con algo de nervios. Era muy malo mintiendo, pero no quería decirle la verdad, dado que jamás volvería a acercarse a semejante lugar―. Cuando volvamos de vacaciones vendremos a su posada.

La pareja agradeció los cuidados de la hospitalaria anciana con una leve reverencia y siguieron su rumbo. Fueron al autobús con destino a la estación de trenes, pues debía hacer un par de trasbordos antes de estar nuevamente en sus hogares. Todo fue bastante normal, cosa que agradecieron infinitamente. No soportarían volver a pasar por todo eso nuevamente. Se sentaron juntos y Naruto aprovechó para tomar la pálida mano y besarla con cariño.

―Te amo ―dijo mirándolo con los ojos azules afligidos―. No quisiera perderte ―confesó agachando un poco la cabeza.

―No lo harás, Dobe ―respondió Sasuke con una leve sonrisa al sentir la mano del rubio temblorosa y algo pegajosa. Los nervios estaban haciéndolo sudar―. Sólo lamento lo sucedido con las chicas. Aunque Hinata me diera celos muchas veces… eso no quiere decir que le deseara una muerte como la que tuvo.

―Ni yo a Sakura ―comentó Uzumaki soltando un suspiro―. Ahora lo único que tenemos para recordarlas es esta foto juntos ―dijo mostrándole a Uchiha una foto impresa de ellos cuatro.

―Sí ―asintió con melancolía viendo la foto atentamente―. ¡Naruto! ―gritó de improviso asustando al otro.

―¿Qué? ¿Qué? ―preguntó mirando en todas direcciones buscando la razón del grito de su novio.

―En esa foto estamos los cuatro ―señaló Sasuke con su dedo índice temblando visiblemente. El rubio no entendía qué tenía de malo una foto de ellos cuatro y su cara lo expresaba claramente. Por ello, Uchiha aclaró la razón de su grito―. Nunca posamos para una foto grupal en este sitio. Además ninguno de nosotros está mirando a la cámara directamente, ¿quién tomó esa foto?

Los ojos azules se expandieron invadidos por el terror y regresó su atención a la fotografía. Allí estaban ellos cuatro distraídos, hablando entre ellos. Se les veía claramente los rostros, pero ellos no miraban a la cámara, eso sólo quería decir una cosa…

―Ese refrán se equivoca. No es verdad que el diablo sabe más por viejo que por diablo o esa maldita bruja habría notado mi engaño ―dijo Chiyo acariciando la fotografía de su esposo mientras colgaba a su lado una copia de la foto que tenían Sasuke y Naruto―. Esa maldita sirena aún sigue buscando a mi marido ―dijo con asco y odio mientras sus dedos manchaban con sangre el rostro de Uchiha y su novio en la foto―. Nunca los dejaré estar juntos, ni a ustedes ni a sus reencarnaciones ―prometió la mujer mientras olfateaba las gasas ensangrentadas del rubio―. Extrañaba tanto tu sangre, mi amado principe. Pronto lograré mezclar mejor mis venenos y pócimas para que esa estúpida sirena no pueda reaccionar a tiempo nuevamente.

La anciana sonrió mientras paseaba la mirada por las diversas fotos que adornaban su posada hasta llegar a una más cuidada. Su marco, aunque viejo, se conservaba en muy buen estado. Allí se encontraba la sacerdotisa recién casada con el principe. Siempre conservaba la imagen más hermosa de su momento de júbilo cuando joven para recordarse la razón por la cual debía esforzarse en destruir a la sirenita.

―Sólo agradezco a esa maldita bruja decirle a mi marioneta que no puedo tocar el mar de nuevo ―murmuró para sí misma mientras quemaba una muñeca con la apariencia de Hinata.

 

OWARI

 


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