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Colección PWP por RedGlassesGirl

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Colección PWP - Drabble 3 - Músculos

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Tenía un problema.

En serio, empezaba a considerarlo un poquito preocupante. A Yuuri siempre le habían gustado los músculos. Es algo que sucedió algún día de chico y obviamente estaba relacionado al deporte, pero con el correr del tiempo fue evolucionando.

Su fijación personal con mantener ciertos estándares de cuerpo no eran negativas. Era bueno mantenerse saludable, cuidar lo que comía, hacer ejercicio regular, y esa máquina de abdominales que compró estaba en super oferta. Lo único raro era su tendencia a preparar asquerosos batidos de vez en cuando, pero eran una etapa que iba y venia.

Más allá de una o dos particularidades, era normal que tuviera esos intereses. Muchos otros chicos e incluso estudiantes universitarios en su equipo amateur eran parecidos. Y la expectativa de llegar con un cuerpo torneado, fibroso y envidiable a los veinte era demasiado atractiva.

Pero todo se fue al garete con el sexo. ¿Qué es sexy y que no? Por supuesto que un cuerpo masculino con cierta cantidad de músculos era sexy, aunque no se veía atraído por esas moles de brazos y pechos que algunas mujeres admiraban en actores extranjeros.

Y he ahí el problema. Que a él le gustaran los tipos.

La leve sospecha inocente de un niño que mira mas a sus compañeros más que a las chicas era más fácil de dejar pasar que la forma en como se le iban los ojos sobre el poster de Ito en su mejor época pegado sobre la cama. Y a ese poster le siguieron uno que otro más chico, sacado de las revistas que de vez en cuando compraba con plata prestada de Shouri. Y las postales y tarjetas repetidas que le había entregado su padre.

¿Cuando fue que paso que los músculos pasaron de ser algo que deseaba en si mismo a algo que deseaba en jugadores de béisbol? Yuuri se cuestionó a si mismo tirado en la cama mirando el techo.

La adolescencia es un lío, especialmente a nivel biológico con todos esos químicos liberándose por aquí y allá y haciendo estragos en su cerebro. Era normal que estuviera caliente, incluso a niveles que podrían parecer bizarramente exagerados.

No era el único, incluso le había llegado algo tarde comparado con algunos compañeros. Las revistas porno tenían dos años dando vueltas por el colegio, aunque jamas le habían interesado. Y ahora que la pubertad estiró los brazos y decidió despertar para comenzar a trabajar, parecía que quería ponerse al día con todo lo que no había hecho.

Pero las revistas para adultos normales seguían sin moverle un pelo. Miró una o dos de reojo, por mera curiosidad, pero tuvo que fingir vergüenza y timidez para justificar su poca reacción cuando una terminó en su mochila de prepo. Y ahí estaba aun, miró de reojo hacia la tapa abierta de tela pero no podía verla dentro.

¿Qué pensaría su madre? No era una buena pregunta, probablemente haría un comentario super innecesario sobre que se alegraba de ver que tenía algo como eso. Porque Yuuri lo único que tenia escondido debajo de la cama eran DVDs con etiquetas que si reflejaban lo que había adentro. Partidos de béisbol.

El resto de las revistas escondidas allí debajo... más béisbol.

El chico rodó y colgando del borde estiró el brazo hacia la zona que había sido ultrajada hace poco por una aspiradora ajena a esta habitación. Tiró del borde del papel y arrastró la más alta de la pila hacia afuera, era su ejemplar favorito bastante viejo. La página se abrió sola, marcada a fuerza de costumbre con sus bordes desgastados por el tiempo.

El muchacho casi adulto en la foto ya ni siquiera se parecía en la actualidad a lo que fue en su momento. Un jugador de ligas menores, de una nota que realmente no le importaría a nadie ni que fuera digna de hacer ninguna mención especial al respecto.

Y ahí estaba, este tipo completamente desconocido, con su sonrisa y su bat de béisbol, posando sin camisa y los pantalones sucios, medio encorvado hacia adelante con el trasero apoyado a medias sobre un borde de concreto junto a los asientos.

Era una foto casual de muy buena calidad, incluso amateur. Carecía del cuidado de una producción de estudio con equipo y vestuario completo. Era un chico como podría ser cualquiera de sus nuevos compañeros mayores que venían a las prácticas con él en el complejo del barrio. Pero este hombre joven era increíblemente sexy.

Un rostro normal, un cuerpo envidiable. El sudor marcando sus hombros y los tendones del cuello, un pecho delgado pero de pectorales notables, unos abdominales para morirse. Yuuri dejó caer la revista sobre sus ojos y se llevo las manos al pecho, cruzandolas y encajando los dedos bajo sus axilas con las piernas estiradas.

Respiró bajo el papel satinado y gruñó descontento. Las cosas que habían en su mente...

Era injusto no poder hacer nada al respecto. ¿Por qué no podía elegir quién le gustaba? ¿Por que no era una chica delicada y bonita de otra revista como la que había en el fondo de su mochila en este momento?

Ni siquiera podía pensar en eso, su mente le bombardeaba con una imagen una tras otra de otra clase de pechos. Piel tostada y una mandíbula angulosa, un estómago que no era ni liso ni recto, el tentador borde de los pantalones con medias hasta la rodilla y botines viejos, el bulto en el medio que encendía su imaginación por completo.

Estaba duro. Rayos.

No se resistió, siempre prefirió el baño y el ofuro caliente para eso, pero no seria la primera ni ultima vez que hacia esto. Dejo caer la revista al moverse de lado y estirar el brazo hacia el cajón contiguo de su mesa de luz, donde estaban los pañuelos.

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—¿De qué te estás riendo? —preguntó Wolfram con el grueso pañuelo de algodón en la mano que acababa de sacar, su mesa de noche abierta no llegaba a dejar ver que más escondía dentro.

—Nada, solo recordé algo que no viene al caso.

En otras circunstancias, probablemente el curioso mazoku hubiera dicho algo más al respecto, pero no era el momento. Yuuri estiró la mano y observando fijamente el cuello flojo de la holgada camisa que llevaba puesta, tiró del borde sacándola de un tirón cuando se inclinó hacia adelante más recto.

La tela que serviría más tarde quedó abandonada a un lado sobre las almohadas del lado derecho. Yuuri abrió las piernas y dejó que su compañero se acomodara en medio.

Los músculos de este chico eran los mejores a sus ojos desde hace mucho tiempo.

Había olvidado por completo aquella revista, incluso el tiempo en que dudaba respecto a eso. Era gracioso pensar ahora las incontables veces que se tocó pensando en un desconocido y el placer obtenido de ello. También la exageración de las fantasías, ese tipo no se parecía en absolutamente nada a su actual pareja, y eso nada tenia que ver en la diferencia de razas o belleza.

Hablando estrictamente del físico, Wolfram se parecía mucho a él en altura y contextura física, aunque Yuuri perdía inmediatamente la batalla cuando pasaban al rostro. Al menos desde su punto de vista. El resto... el resto estaba perfecto.

Detuvo a Wolfram antes de que se recostara más cerca sobre él, aprovechando lo tenso que lo mantenía esa posición y pasando la mano por su estómago. Aunque era bastante liso, sus dedos trazaron las formas que conocía de memoria y que tanto le gustaban, hacia abajo, un lado y el otro. Mordiendo uno de sus pectorales estiró las brazos hacia abajo, tomando con ambas manos toda su entrepierna.

Hubiera sido mejor sin pantalones, lo cual fue algo que no perdió tiempo en solucionar. Su extremada decisión al hacerlo desbalanceó al chico que aun no parecía de tan buen humor en comparación. Yuuri aprovecho que ya estaba a medio camino de caer, y empujó a Wolfram sobre las sábanas ahora desnudo.

Abriendo sus piernas, apretó la comisura de sus caderas con los pulgares y enterró la cabeza entre ellas. Besó y jugueteó con los labios directo entre sus testículos y la base del pene, comenzando a lamer hacia la punta. La erección a medias se endureció paulatinamente gracias a sus osadas caricias.

—¿...Qué te ha dado? —preguntó Wolfram medio riendo, medio suspirando.

Yuuri rió entre dientes con los labios pegados al tronco ya grueso, excitado y a la vez divertido. Observó a Wolfram desde abajo con mucho menos pudor que otras veces, tal vez a causa de la costumbre. Sus ojos negros brillaron con picardía, se hizo evidente que a él le gustaba su actitud.

No importaba el cambio, lo que importaba es que había sucedido. Hoy Yuuri estaba de buen humor. Decidido a disfrutar.

Metió la carne caliente en su boca para saciar esos bajos instintos que palpitaban en su propia entrepierna, contento de haberlo excitado tanto con tan poco y de poder disfrutar de esto sin esperar. Sentía la necesidad de estar lleno, lamer y succionar, enterrar la nariz en el olor del cuerpo de su amante hasta que su boca no pudiera avanzar.

Se entregó a su tarea moviendo el rostro y la cabeza con énfasis, dejando que la humedad corriera por su barbilla y los dedos que acariciaban el áspero bello alrededor de la base. Wolfram abrió más las piernas, y Yuuri aceptó la invitación al espacio extra manteniendo los muslos hacia los lados con sus palmas, usando solo la boca sin sostener.

Bajando las manos, echó ambas piernas más hacia arriba y los enérgicos besos bajaron aun más, apresurándose a lamer el lugar que más le excitaba pero no seria tolerado por demasiado tiempo. Se levantó contento solo con eso, sonriendo ante la mirada cuestionable del chico rubio tendido en la cama.

Sin importarle eso, se echó sobre él sin decoro con un codo a un lado de su cabeza y lo besó de la misma manera que estuvo aplicando en el resto de su cuerpo, con la boca abierta y la lengua dispuesta a saborear lo que sea que pudiera alcanzar. Probablemente nunca había sido tan erótico durante un beso como esto.

—¿Donde esta el lubricante? —preguntó con los dedos de una mano ya jugueteando sobre el lugar donde pensaba acceder. Se lamió la mano con exceso de saliva de sobra y volvió a bajar, como dejando en claro que cuanto mas tardase, más avanzaría sin él.

Wolfram no parecía descontento con la idea, no seria la primera vez que usaran lo que había a la mano para estimular el cuerpo. Aunque sus planes parecían ser pasar a mayores lo antes posible, porque volteo estirándose hacia su lado, intentando alcanzar el vial abandonado entre los pliegues de las sábanas.

Aprovechando la posición, Yuuri lo hizo dar vuelta y se aplastó contra él recostado encima. Con una rodilla abrió una de sus piernas y luego de colocar una cantidad de liquido en sus dedos los restregó para esparcirla, rápidamente llevándola de nuevo a su lugar. A fuerza de costumbre, perdió dos dedos dentro rápidamente, penetrando hacia fuera y dentro, en el limite de la suavidad necesaria para no provocar dolor y la fuerza para estremecer.

Era el movimiento de todo su cuerpo que actuaba por costumbre lo que marcaba el vaivén, disfrutando del rose interno de su pene en su ropa y la piel caliente de Wolfram a la que podía acceder. Queriendo sentir más, tiró del borde de su camisa solo logrando desatar algunos botones sobre su estómago, y enseguida desabrochándose los pantalones.

Antes de que pudiera liberarse del todo, escuchó la voz de Wolfram algo ahogada decir: —Puedes hacerlo ahora si no quieres esperar.

El cuerpo tendido en la cama frente a él tembló levemente, los músculos de sus omóplatos desplazándose bajo la piel, su columna vertebral levemente visible a la altura del cuello. Todos los detalles que le encantaban en un solo lugar.

El miembro hinchado y duro de Yuuri pasó directo de la ropa interior al interior de él. Con los pantalones sin bajar abiertos por completo y el borde de la tanga mazoku ejerciendo presión sobre la base de su pene empujó penetrando mientras observaba el cuerpo expandirse deliciosamente. Lo hizo lo suficientemente despacio y constante para no forzar, la tensión extra del comienzo haciéndolo estremecer.

Adoraba esta sensación, nublandole la mente y llenándolo de placenteros escalofríos que compartía con el chico frente a él. Se dejó caer hacia adelante, sin cesar el movimiento de caderas mientras apretaba los bíceps bien formados de Wolfram contra el colchón y su espalda con la presión de su pecho.

Arrastró las palmas por sus brazos hacia atrás, hasta sus hombros y el cuello, teniendo que soltarlo para poder erguir la parte superior de su cuerpo. Se sentía tenso, con las caderas bien inclinadas hacia adelante y las piernas extendidas. Wolfram intentó voltear pero apenas podía moverse, ese poder sobre él le hizo sonreír.

Agachó solo el cuello y la cabeza para besar tras su nuca la zona sensible bajo el nacimiento de sus cabellos. Wolfram se apoyó en los codos y los dejo hacer, inclinado hacia adelante con su cabello ondulado escondiendo todo lo que se pudiera ver de su expresión.

No necesitaba verlo, le bastaba con escucharlo, y sentirlo. Sentir cada músculo tensándose bajo esa tersa piel, al ritmo de sus movimientos y sus caricias. Sus besos, sus mordiscos y la fricción placentera de cada lugar conectado entre los dos.

Yuuri se empujó con los dedos clavados en la cama, las rodillas arrastrando las sábanas y la fuerza meciéndolos a ambos al compás de su intentos por coordinar. El sonido húmedo llenaba sus oídos y los dulces gemidos le indicaban que hacer. Obnubilado de placer, continuo montando sin pensar en nada, ido en la repetición y ya sin planear cual seria el mejor momento de terminar.

No era distinto para Wolfram, que con desesperación se retorcía debajo de él, tan cerca que Yuuri casi podía sentirlo él mismo. Manoteando la tela de algodón que había preparado de antemano, y sorprendiendo a Yuuri al ser tan pudoroso de tomarse esa molestia, la arrastró directo bajo su cuerpo. El chico rubio se vino apretando los puños justo frente a su vista, con la cara aplastada contra las sábanas y un gemido ronco que provino desde el interior de la mata de cabellos despeinados color de la miel.

Él le siguió, jadeando sobre su hombro y tratando de abrazar su torso con fuerza, apretando cada músculo y su pelvis contra él, sintiendo el espasmo en lo más profundo de su ser. Jadeo tomando aire, seguro de que se le había parado el corazón y la mente se dio de baja por completo. Inmediatamente luego de eso, y con los sentidos aun nublados por las oleadas de placer, se separó de él. Transpirado pero contento, cayó en la cama de lado buscando cobijo entre las sábanas desordenadas.

Era bueno darse rienda suelta con los fetiches una que otra vez.

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Fin


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