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RDragón por MiRoApril

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—Te prometo que iré pronto. —Apoyó su mano en el hombro ajeno. El delicado cuerpo que había conocido durante la noche, ahora parecía tener una fuerza similar a la propia. — Ve con YooBin y te explicará todo. 

Seguía recordando esa frase una y otra vez, no podía pensar en algo diferente que no fuera Seunghyun. No lo entendía, no tenía sentido en realidad, ¿Qué hacía ayudándolo? Bien, él también se arriesgaría por un amigo, por una casi pareja, pero, ¿Tan arriesgado para perder la vida en el proceso? Lo que estaba intentando hacer Seunghyun era una locura, lo que le estaba ocurriendo era una locura. ¿Tenía sentido? ¿Había lógica? ¿Por qué durante toda su vida no notó esa diferencia? ¿Qué le hizo ser humano que ahora debía de enterarse de la verdad? 

—También es difícil para mí, Dra-… Jiyong. — Corrigió inmediatamente tras hablar. 

YooBin llevaba tiempo intentando explicarle lo poco y nada que sabía de su raza. Sí, porque él no era un maldito híbrido, no tenía nada que ver con la transformación, nada de lo que le estuvo ocurriendo era parte de la academia, todo era nuevo para él pero resultaba ser que siempre fue parte de su vida. 

Un dragón. Era un maldito dragón. 

Miraba sus manos, sus brazos, su cuerpo, ¿Cómo se suponía que era un dragón? ¿Cómo fue que creció? ¿Por qué se sentía más humano que nunca? En su vida su madre le dijo algo al respecto, y ahora que lo pensaba, ¿Era realmente su madre? Siempre tan natural, nunca le mintió en absoluto, su confidencialidad llegaba al nivel de pedirle consejos de mujeres, su relación madre e hijo iba más allá de lo normal, era perfecta. ¡Incluso los problemas de ellos! De pareja, ¿Por qué no se lo dijo? ¿Lo sabía? Y si no, ¿Era adoptado? 

—Jiyong…—Le llamo YooBin desde su ubicación. — Tranquilo, podemos seguir hablando. 

—¿¡Como se supone que debo calmarme!? —Soltó exaltado. — Me están cazando. — Giro su mirada a la menor con furia. — Tu madre va a matarme si se entera. 

—No. ¡No! —La voz de la menor resonó en las paredes. —¡No dejaré que lo haga! —YooBin apretó sus manos y le dejo ver una expresión dolorosa en su rostro. — Mi madre no puede ser tan idiota, puede leer tu mente, ella sabe que no tenías conocimiento de tu vida… 

—Pero su problema no es con mi vida, es con la raza. —Agregó volviendo su mirada al suelo como ya había hecho en más de una ocasión. — ¿Qué intenta Seunghyun con esto? No logrará nada…—Tomo aire y volvió a suspirar suavemente. — Todos estos años…—Se dijo a si mismo mientras se dejaba caer al suelo, cosa que YooBin evito manteniéndolo elevado hasta dejarlo sentarse lentamente, utilizo su telequinesis. — ¿Sabes que no puedo dañarme ahora, no? —Pregunto apenas girando su mirada a la menor.

—¡Oh! Eh.. Lo siento, la costumbre. — Sonrió apenas la menor mientras se acercaba. 

Llevaban un par de horas en un castillo abandonado en medio del bosque, ese castillo abandonado pertenecía a la raza ya olvidada de los doppelganger. Como se notaba que no estaba habitada, todo lleno de polvo, tierra, incluso en el interior había vegetación, plantas y árboles, flores adornaban el interior, un contraste hermoso con la luz tenue que ingresaba gracias a los cristales que podía desarrollar YooBin.

—¿Cuánto lleva que enviaste esa cosa a Hero? —Soltó en una voz de lo más apagada. Estaba con una mezcla de emociones tan grande, entre tristeza, dolor, miedo, sobretodo miedo… Miedo por él, miedo por lo que podía enfrentar Seunghyun estando solo. ¿Qué mierda paso por su cabeza cuando decidió ir por su cuenta hasta la ciudad solo?

—Debe estar con Kibum en este momento, de seguro. — YooBin soltó un suspiro suave mientras deslizaba sus manos hasta las propias en busca de unas caricias. — Hero se encargará que Kibum no le diga nada a mamá. Hasta el momento solo lo sabemos nosotros. Kibum, Hero, tú y yo.

Yoobin había realizado con su magia, porque no sabía cómo más llamar a lo que había hecho, más bien el como lo hizo, una especie de ave de cristal. La menor manejaba los elementos entre sí, el tiempo que tenía de vida la había llevado a experimentar mucho más de sus habilidades, podía entenderlo, ya que la menor era una hibrida pura como su madre, con un porcentaje más alto de su ser vampírico pero aun así seguía teniendo una infinidad de razas en ella que incluso la misma Yoobin desconocía. Gracias a sus habilidades en el viento y en el agua, había conseguido el hielo, así como lo complementaba con la tierra con tal de que ese ‘hielo’ no se derritiera, así consiguió el cristal. ¿No era fascinante? Y él que no sabía hacer absolutamente nada. 

 

—¿Realmente crees que tu madre…? Ya sabes…—Tomo una pausa observando a la menor mientras intentaba retomar la postura sentado ya en el suelo. 

 

—Y-Yo…—YooBin tomo un poco de iré y negó en silencio. — Es complicado. — Termino con la mirada en el suelo, con esa expresión que a él le causaba temor, más sabía que ella se encontraba sufriendo ante el tema, porque él era su amigo y que su madre quisiera matar a su amigo.. ¡No tenía sentido! ¿Cuándo pasaba ese tipo de cosas entre los humanos? Ninguna madre querría acabar con uno de los amigos de su hijo, ¿No? O era que él había tenido una vida demasiado buena. —Ese Dragón nos dañó demasiado… Es un peligro saber que puede tener una descendencia o peor, que siga vivo. No creo que sea posible, lo vimos morir… ¿Qué probabilidad hay de que un dragón gigante siga vivo si termino en cenizas? 

YooBin volvió a alzar su mano como lo había hecho con la ave que envió a Hero. Esta vez la deslizo por sobre el suelo alzando desde este pequeñas piezas de cristal como lo era su magia natural. Era una copia a escala de ese lado de la ciudad que habían visitado para el carnaval, justamente en la calle donde se realizó el ‘desfile’, ahí estaban las escaleras por las que subieron a ese lugar donde YooBin le confeso todo. Pero en esa copia se encontraba un dragón enorme, del tamaño de los edificios tirado en medio de la calle, otra pieza más lejana también tirada y otra con una silueta femenina. 

—¿Ves la diferencia? —Yoobin apuntó al gran tamaño de cristal con la figura del dragón. — Ese cuerpo es imposible de cubrir, debe estar muerto. —Tomo una pausa. — Lo vi hacerse cenizas. Yo misma lo toque…—Soltó un suspiro suave mientras acercaba a su cuerpo sus rodillas con tal de abrazarlas. — Para una criatura pura como yo, es difícil que los recuerdos se pierdan, aún más las sensaciones cuando tienes una parte ángel o demonio dentro de ti…

Podía entender a YooBin, o en cierta parte hacerse la idea de cómo se sentía. Debía de ser difícil para ella tener que volver a enfrentar luego de años, un nuevo posible encuentro con quien había causado pesadillas en el mundo sobrenatural durante tanto tiempo. Había estado preocupándose solo por él, que no era para menos, ¿Qué tenía que hacer? ¿Preocuparse por los demás? ¡Él era un dragón! Lo peor que podía hacer era perder la consciencia y atacarlos como una vez hizo el dragón rojo, si es que a esas alturas aun no le confesaban que realmente el dragón rojo era él, pero sin sus memorias. ¿No sería demasiado? Con todo ocurriendo a esa velocidad, era imposible no tener en su mente esas ideas, eran posibilidades que no dejaría de considerar. 

—¿Él?... —Apunto a la pieza de cristal tirada al lado del gran dragón. 

—Él…—YooBin volvió a tomar aire, bajo una vez más su mirada al suelo. — Él es Yoochun. — Pronunció ella con esa expresión de lo más triste en su rostro. 

Ese nombre… ¿Yoochun? ¿YooBin estaba en lo correcto?

—Claro. —Dijo sonriente. — ¿Por qué no vas al castillo? 

 

—Porque el otro inspector me hará limpiar los salones y… osh.. —Se quejó. —Debí fijarme en la hora. 

 

—Oh.. Yoochun. 

 

La mujer se acomodó en los pastos bien sentada, cruzo sus piernas como si nada y se quedó observándolo. 

 

Recordó. 

—Pero…—Volvió su mirada a la mujer, más bien intentando buscar sus ojos, ya que los ajenos solo estaban sobre aquella pieza de cristal. — Él… Yo… 

 

—Si, Yoochun estaba esa noche que te conocí como inspector. — La menor elevo la mirada hasta conectarla con la propia. — Era Seungho. —Confesó. —Es su hijo, llego tiempo después de la muerte de Yoochun, era pequeño como yo. La vida de Seungho es otra historia… Pero el debió de tomar la forma de Yoochun para encontrarse en dos lugares a la vez. Ya sabes, castillo de la luna y castillo del sol. Le funciono bastante bien, además de que cumple el papel de inspector. —Tomo aire y soltó un suspiro suave. — Yoochun murió en manos del Dragón Rojo para salvar a mamá. Era como mi padre, Seungho de todos modos creció conmigo como un hermano.

 

Estaba asombrado, aun cuando creía conocer ya la academia, se suponía que los secretos habían acabado, seguían existiendo, uno tras otros, de los que menos esperaba. Si Seungho pudo cambiar su cuerpo con facilidad para reencarnar a su padre, ¿Quién decía que el dragón rojo no estaba vivo? ¿Y si era una carnada? ¿Había una posibilidad de que este estuviera vivo? Y si lo estaba, ¿Él?... ¿Qué era de ese dragón? 

 

Necesito apartar la mirada de Yoobin, no podía verla, en realidad estaba teniendo un problema con sus propios pensamientos. De  la nada su cabeza comenzó a  llenarse de preguntas, todo parecía una mala película, ubico sus manos frente a él, intento observarlas detenidamente. ¿Todo era real? ¿No estaba en un sueño? Quizás estaba equivocado y realmente había estado soñando en todo ese tiempo. ¿Cuándo fue que su vida cambio tanto? ¿Cómo llego a ese punto? Descubrir un mundo irreal para los humanos, no solo eso, sino que era parte de él. Después de tanto tiempo leyendo historias de fantasía, sobrenaturales, películas, videojuegos, anime, mangas, revistas, comics; podría quedarse eternamente enumerando todo lo que el hombre creo a base de historias que jamás fueron irreales, sino que eran la cruel realidad. Cruel… Cruel para los humanos y para aquellos como él, que habían estado bajo los efectos de esas malditas habilidades que tenían todas esas criaturas. 

 

¿Qué más iban a jugar con ellos? ¿Qué esperaban de él? ¿Por qué ocultarle su naturaleza? Pero más bien, ¿Cómo?... 

 

¿No se suponía que Minah era la más poderosa del lugar?, ¿YooBin? ¿Hero? ¡Por favor! Siempre alardeando de su poder, quizás no la menor pero los otros dos tenían una actitud de superioridad que no se les bajaba con nada, desde mirarlos hacia abajo con ese deje de grandeza, hasta mantener un maldito misterio en preguntas sin respuestas, menos en hablar todo directamente,  sino por partes, y lento, muy lento, podrían llegar a pasar días para que hablaran realmente la verdad. ¡Quizás como con Seunghyun! Que bloquearon sus pensamientos, ¿Cómo es que no los borraron? Claro, solo para torturarlo más cuando este lo recordara todo, porque todo… Todo estaba en su contra. 

 

Su respiración comenzó a agitarse, ya siquiera respiraba por su nariz, estaba utilizando su boca como todo un animal para intentar regularla, un intento nada más, puesto que no podía siquiera sentirse cómodo tirado en ese suelo. 

 

—¿Jiyong?... —Lo llamo la menor frente a él. 

 

Él solo negó. Se puso de pie a duras penas, quería salir al menos por un poco de aire, no podía con todo lo que estaba sintiendo y aun con esa naturaleza en el interior, no podía más, parecía como si la respiración le faltaba. Apenas estuvo lo suficientemente recto, intento dar un paso en falso que lo llevo de inmediato al suelo, alertando a Yoobin. 

 

Como si pudiera lastimarse. 

 

—¡Que mierda haces! —Le regaño la menos tomando de inmediato su cabeza para mantenerla en sus piernas tras ubicarse frente a él. 

 

—No…—Apenas logro hablar alejándose de Yoobin. 

 

Volvió a sentarse. 

 

—¿Qué me pasa? —Dijo con la respiración agitada. 

 

—Lo mismo me pregunto yo… —Yoobin tomo su rostro con ambas manos para mirar sus ojos. — Déjame ver… Por favor. Me preocupas. — Rogo la menor refiriéndose a lo obvio, su cabeza. 

 

Negó. 

 

—No… No quiero. No es bueno que te metas en los pensamientos ajenos Yoobin. — Soltó alejando las manos de esta de su rostro. 

 

¿Qué le estaba pasando? ¿No era suficiente con volverlo loco? ¿Era un sueño? Porque su vista comenzaba a nublarse a ponerse extrañamente roja, era una especie de filtro que retocaban las imágenes, aparecía cada vez que pestañeaba, pero después de un par este desaparecía, más volvía a hacerlo al siguiente pestañear, no se detenía.  Necesito llevar sus manos hasta su cara para cubrirla por completo, la refregó, deslizo estas hasta sus orejas y terminando en su cabello hasta despeinarlo. 

 

—Jiyong… Por favor. Mira como estas…

 

Podía sentir la preocupación en las palabras ajenas, pero él estaba tan perdido en las mil preguntas que tenía en su cabeza que no podía, no podía ponerle atención a Yoobin aun cuando estaba a su lado intentando llamar su atención. 

 

La temperatura se elevó, cuando volvió su mirada hasta el rostro femenino lo hizo refrescándose al mover su camisa desprendiéndola apenas de su cuerpo, necesitaba aire, pero pararse sería volver a caerse. 

 

—Jiyong…—Volvió a acercarse está manteniendo sus manos en su cabeza. Su mirada… Estaba decidida a hacerlo aun cuando se lo negará, la conocía demasiado bien para creer que no lo haría. — Déjame… Puedo ayudarte a relajarte…

 

—¡No!... ¡No puedes! —Volvió a quitar las manos de la menos de su rostro. ¿Por qué? ¿Por qué a él? 

 

¿Qué sucedería si Minah lo encontraba? Peor, ¿Si volvían a atacarlo? ¿Yoobin podría con ellos? Porque el claramente no podía siquiera mover un dedo, no sabía hacer nada, sus habilidades estaban tan apagadas como su cuerpo, de no ser por la cicatrización espontanea, no tenía nada. 

 

—¿Cómo lo hicieron? —Pregunto a la nada, siquiera se refería a lo que Yoobin o Minah pudieron hacer en su momento. — ¿Cómo me mintieron? ¿Por qué no lo notaron en un principio? ¿Por qué no lo noté? Pude darme cuenta en todos estos años, llevo tiempo viéndome la maldita cara al espejo y jamás vi una criatura… Mis padres… ¿Siquiera son mis padres? ¿Qué tal si soy el hijo de ese dragón Yoobin?... —Pregunto a la menor con una expresión de lo más triste en su rostro. — ¿Me odiarías? ¿No? —Mantuvo apenas un silencio, uno que compartió con Yoobin, ya que esta no respondió. Lo tomo como un ‘si’. — ¿Qué tal si soy ese dragón? ¿Qué tal si pude modificar mis pensamientos y recuerdos, mi estado natural para pasar desapercibido? ¿Y si lo recuerdo todo y vuelvo a odiarte a ti y a todo este lugar?... ¿Qué mierda soy Yoobin?

 

Ella negó. Negó mientras apenas retrocedía aun sentada en el suelo. En todo momento cumplió con su palabra, lo sabía. YooBin no había entrado a su cabeza por el miedo de saber la verdad, de la misma forma, no hacerlo le causaba temor de que podrían responder un par de preguntas. Ella solo intento meterse a su cabeza un par de veces, jamás busco más allá…. ¿Y si podía encontrar sus recuerdos? 

 

—¿Puedes hacerlo?... —Preguntó cerrando sus ojos con fuerza. Su vista… Se nublaba cada vez más. 

 

—No eres ese dragón…—Volvió a negar, esta vez acercándose como un animal, en sus cuatro extremidades hasta tener su rostro una vez más entre sus manos. — Lo sé… Ese dragón no era el más inteligente que digamos… No podría haber logrado un avance como ese…. Es imposible…

—¿Cómo estas tan segura de eso Yoobin? —Pregunto sin quitarle la mirada de encima. — Agh…—Pronto, un dolor en su cabeza lo obligo a poner sus manos sobre las contrarias intentando sostener su cabeza. — No puedes… No puedes Yoobin. —Continuo quejándose.

 

—Para… Jiyong.. Te harás daño. Por favor. — La voz de Yoobin ya no sonaba suave, estaba quebrada, y no podía entender el porqué, pues su vista estaba una vez más con ese rojo profundo, siquiera podía distinguió bien su rostro con lo borroso que lograba ver. 

 

Lo sintió. No estaba solo en su cabeza con todas esas dudas, esos sentimientos de temor, confusión, Yoobin ingreso en ella, por al menos dos segundos. 

 

La tranquilidad jamás llego. 

 

Su voz se escuchaba en gritos en todo el castillo, el dolor era insoportable. Apenas logro ver frente a él a Yoobin quien de la nada estaba contra la pared, no por alejarse, sino porque había sido repelida hasta dar con ella. Tras su cuerpo, un poco más arriba se encontraba el golpe que esta dio con el concreto, un daño como si se tratara de una posible demolición, pero lo había provocado el cuerpo de la menor. Un humano estaría inconsciente luego de un golpe como ese, Yoobin estaba sobre sus rodillas, ambas piernas bien separadas, sentada en el suelo con sus manos apoyándose; su mirada en él, llena de preocupación y temor… 

 

Mientras intentaba calmar su cabeza con sus manos en ella, su cuerpo comenzó a arder, no solo por la temperatura, sino por una extraña sensación que realmente iba con la palabra ‘arder’. Como si se estuviera quemando, sus brazos, piernas, rostro, cuello… ¡Dolía! Por inercia llevo a su cuello sus manos para tocarse, más bien rascar la zona en un intento de aliviar ese dolor, pero de solo tocar la zona, una comezón se hizo presente y sus uñas se clavaron a su piel para darse un poco de alivio. Lo consiguió, más no era solo en ese lugar, sino en todo su cuerpo. 

 

—Y-YooBin…. Agh…—Se quejó rindiéndose por completo contra lo que provocaban contra su cuerpo. Su rostro cayó al suelo, apenas logro ubicar su mano bajo este mientras se daba por vencido, ese dolor, no solo había acelerado su respiración, su visión ya estaba por completo roja, era tal cual ver una imagen con un filtro saturado en color, un contraste alterado, y un brillo en el mínimo, con una capa roja en cincuenta por ciento de opacidad para darle ese toque sangriento a su visión. 

 

—J-Jiyong…—Le llamo YooBin desde el lugar con sus lágrimas saliendo de su rostro. 

 

¿Cuántas veces la había visto llorar? ¿Por su culpa? 

 

No pudo hacer más que sonreírle con suavidad, era la única sonrisa que podía regalarle para mantenerla tranquila. Su visión luego se perdió con el cerrar de sus parpados. 

 

¿Estaba?... ¿Inconsciente? 

 

 

—¡Eso es! ¡Tu puedes Jiyong!  

 

¿Esa voz? ¿De dónde venía? 

—No te frustres… Es un buen comienzo. ¡Inténtalo de nuevo! 

 

Ahí estaba, otra vez esa voz. 

 

No podía identificarla, en realidad siquiera se le hacía familiar, estaba lejos de encontrarse entre aquellas que conocía o escucho alguna vez. 

 

—¡Quiero volar!.... —La voz de un niño pequeño se escuchó esta vez. — ¡Abuelo, quiero volar! —Volvió a pedir la voz aguda del niño. 

 

Sus ojos se abrieron. ¿Se abrieron? 

 

Ya no se encontraba todo teñido de rojo y menos ese malestar en su cuerpo. Por inercia levanto sus manos para inspeccionarlas rápidamente, debía asegurarse de no tener un solo rasguño o más bien comprobar que todo había sido un sueño, YooBin y el resto de ese cuento de hadas al cual insistía no pertenecer. Aun se creía un humano pese a todo lo que le habían dicho. 

 

—No. Jiyong, es muy pronto para que lo intentes. 

 

Elevo su mirada de inmediato. Si no había sido todo un sueño, ¿Qué hacía ahí? ¿Cómo llego ahí? ¿Y si ese era un sueño y su realidad estaba con Yoobin? 

 

—Por favor, enséñame a hacerlo. —Pidió el menor. 

 

Miro a su alrededor, ¿Dónde mierda estaba? Parecía encontrarse en un bosque, en una zona de campo abierto con los arboles más grandes un tanto alejados, más no dejaban de ser un escudo perfecto para cubrir sus cuerpos y sus presencias. 

 

Frente a él, dos personas. Un niño pequeño que sostenía entre sus manos una playera dejando su torso desnudo, frente al chico, un tipo, probablemente un par de años mayor que él. 

 

El tiempo pareció detenerse cuando lo notó. 

 

—¿Abuelo? —Se preguntó en voz alta. 

 

¿Ese chico era el abuelo de ese pequeño? ¿Tan joven? Su rostro era casi perfecto, definitivamente no podía tener más de veinte años, como mucho hasta unos veintidós. ¿Abuelo? No existía logi… Una criatura. 

 

—Por favor, abuelo. — El pequeño insistió. 

 

—¡Disculpa! —Alzó la mano acercándose a esos dos. — ¿Podrían decirme don-…? 

 

—Es muy pronto, Jiyong. Tus alas no están preparadas para sostener tu cuerpo. —Insistió el chico de su edad similar, arrebatándole al menor la playera de sus manos para extenderla. — Vamos, póntela otra vez… 

 

¿Jiyong? 

Poco le había importado que le ignoraran, mucho más luego de escuchar el nombre del chico. ¿Podía ser una coincidencia? Pero en ese mundo tan extraño, había aprendido que las coincidencias no existían. Entonces, ¿Ese era un sueño? 

 

—¿Quién eres tú? —Volvió a acercarse. — ¿Cuál es tu nombre? —Pregunto al chico, pero no recibió respuesta. 

 

El niño pequeño se encontraba con los brazos cruzados frente a su cuerpo negándose a ponerse la playera, esquivando cada vez que el mayor buscaba ponerla sobre su cabeza, el menor lo evitaba alejándose un poco más, como si de un juego se tratara. 

 

—Hey…—Volvió a llamarlo, esta vez, alzo su mano para tocar su hombro. 

 

Era una mala película, tenía que admitirlo, ¿Cuántas veces habían creado una escena como esa para los grandes cines? Donde al estirar la mano para tocar a otra persona, no llegaba jamás a tener el contacto, puesto que la atravesaba como si de un holograma si de un holograma se tratara. No le sorprendió, pero de todos modos retiro su mano de inmediato como si esa figura quemara, cosa que estaba lejos de hacerlo. 

 

¿Qué hacía ahí? 

 

—Vamos Jiyong, tienes que seguir entrenando. Debes hacerte más fuerte. —Insistió el chico. 

 

—Enséñame a volar. ¡Puedo hacerlo! —El pequeño se alentó el mismo alejándose de ellos dos, corriendo varios pasos lejos hasta voltearse. 

 

Ambas manos las empuño, encogió sus brazos apoyando sus codos contra su vientre, como si este reuniera fuerzas para algo, cerro sus ojos concentrándose y frunciendo el ceño, ¿Tan difícil era conseguir lo que intentaba hacer? Aunque no era difícil de adivinar, si el menor quería volar solo podía estar haciendo una cosa. Acertó, cuando este logro sacar de su espalda dos alas, grandes para el tamaño de su cuerpo, rojas aperladas, con un ligero brillo dorado tipo tornasol cuando la luz daba en ellas.

 

No había que hablar de la forma. Inmediatamente identifico la ‘raza’ al verlo. Esas alas solo podían ser de un dragón. Sabía que estaba en lo correcto, incluso se sintió orgulloso de el mismo de dejar de ‘sorprenderse’ en ese maldito mundo y más a buscar la lógica y la realidad en la que estaba. Si ese pequeño era un dragón… 

 

Tomo aire y soltó un suspiro pesado…. Comenzaba a entender. 

 

—Soy yo. —Bajo la mirada unos segundos apretando su mano en un puño sin dejar de ver esa escena. 

 

El chico más grande fue en dirección hasta el pequeño dragón, quien yacía corriendo por el campo meciendo sus alas en un intento de vuelo, pero sin conseguirlo. De su boca solo salían palabras de incentivo, además de la risa que soltaba por tener a su ‘abuelo’ siguiéndolo a su espalda, más el pequeño jamás pudo emprender el vuelo. Más atrás el chico, sin importarle rasgar su prenda superior, desprendió sus alas de su espalda, en una ubicación perfecta para que Jiyong lograra ver cómo estas salían de ella, desdoblándose poco a poco hasta conseguir un tamaño adecuado a su cuerpo. Tal y como Hara tenía unas enormes alas por sobre su cuerpo, lo eran las de un dragón, con tal de sostener el cuerpo humano. 

 

En comparación al pequeño, ese dragón tenía alas de un color diferente, un azul metálico poderoso, con ciertos contrastes en un anaranjado, eran los colores que podían apreciarse en un atardecer o amanecer, pero esta vez en alas. Ese color naranja se veía como el dorado en las alas del pequeño, un brillo generado por la luz del sol reflejándose en ellas. ¿Esas eran las escamas? 

 

El gran dragón tomo al pequeño de sus brazos una vez que emprendió vuelo. El menor sin quejarse y más bien disfrutando de todo lo que estaba haciendo, siguió en risas intentando mover sus alas al ritmo que el viento daba con ellas. Ya no lograba escuchar sus voces, pero podía ver como sus bocas se movían, y como el menor intentaba obedecer a las órdenes de su abuelo. 

 

En ningún momento pudo verse reflejado en ese niño, no por no sentirse como él, sino porque esas memorias parecían estar borradas en su cabeza. Siempre creyó que era normal, entre broma y broma con sus amigos, había comprobado que no todos recordaban su niñez, era algo natural del ser humano olvidar el pasado cuando no era ‘importante’ si nada interesante le ocurrió, el cerebro lo omitía, pero de igual forma, existían recuerdos. Recordaba estar con su madre, recordaba jugar a esa edad, lo recordaba, ¿Por qué olvidaría algo como eso? No parecía ser irrelevante, después de todo su abuelo lo estaba entrenando. 

 

¿Por qué bloquearon su memoria? ¿Por qué buscaron que fuera un humano nada más? 

 

Su corazón se alteró cuando volvió su mirada al pequeño entre los brazos del dragón azul. No quería comenzar a buscar lógica en lo que estaba viendo, ¿Es que todo lo razonaría tarde? Ese era su abuelo, ese pequeño era él, había sido entrenado en su raza, por lo que estaban en lo cierto, él siempre fue un dragón… ¿Su nombre?... ¿Fue por eso? 

 

Su color… Era un dragón rojo. 

 

De una cosa podía estar seguro. Él no era el ‘dragón rojo’ de la historia de Minah. Pero no quitaba la posibilidad de… Ser un descendiente directo de él. 

 

 

—¿Jiyong?... —YooBin tomo una pausa para asegurarse que este estuviera nada más sumergido en el dolor de su cuerpo. — ¿Jiyong?... —Volvió a intentar esta vez moviéndose hacia el en sus cuatro extremidades. — J-Jiyong… Por favor… —Comenzaba a desesperarse. 

 

Una vez que estuvo a su lado, sus manos movieron con suavidad el cuerpo. Jiyong estaba inconsciente.

 

—¡Agh! —Se quejó retirando de inmediato su mano del hombro contrario. Por inercia, su mirada se clavó en la herida, un par de gotas lograron salir de su piel poco antes de que esta cicatrizara en cuestión de segundos, esa era la parte vampiro que tenía Yoobin en sus genes. — Pero, ¿Qué?... —Cuando busco el causante, notó con cierto temor lo que estaba viendo. 

 

No pudo evitar retroceder, sus manos se ubicaron tras su cuerpo para sostenerla mientras continuaba viendo el espectáculo que daba el cuerpo de su amigo. Comenzaba a rasgar parte de la tela que traía encima, más no por completo, era como si estuviera resistiéndose a lo que era. Las escamas salían y desaparecían de su piel. Una escama, con eso había cortado su dedo, Jiyong estaba asumiendo su forma natural luego de haber liberado por medio de la sangre de Kibum el bloqueo de su naturaleza. 

 

Comenzaba a entender porque todo iba tan lento en su ‘transformación’ y es que precisamente no se estaba transformando, sino que estaba retomando lo que había dejado estancado en la niñez. 

 

—Jiyong…—Pronunció en una voz apagada. 

 

Volvió a acercarse a duras penas, sus manos se ubicaron frente a ella como una guía mientras volvía a arrastrarse como un animal hasta él. Sus sentidos ahora se encontraban alerta, más cuando sabía que ese cuerpo podía reaccionar ante cualquier cosa, como tenerla cerca. Así fue. Las alas contrarias  se desprendieron directamente hacía ella, no sabía si era o no un modo de defensa, quizás solo no tenía el control de su cuerpo. Gracias a su velocidad logro esquivar el tamaño de esa ala que volvió a desaparecer en la espalda contraria. Jiyong ahora si tenía las telas de su torso rasgadas por completo. 

 

Sus ojos se abrieron inmediatamente. Ese aroma, ese aroma era la sangre de Jiyong, podía reconocerla. 

 

—¡Jiyong! —Volvió a llamarlo desde su ubicación, pero al no recibir respuesta, volvería a acercarse. 

 

Para Yoobin, Jiyong era mucho más que un amigo, no era necesario pensar en él como algo romántico o lo que para los humanos era ‘amor’, ella no conocía esas emociones, paso su larga vida en entrenamientos, lejos de la realidad humana, si bien tenía que convivir con ellos, espiarlos, estudiarlos, interactuar, gracias a su capacidad de no descansar, tenía horas de sobra al día, toda la noche, mientras la luna estuviera en el cielo, ella entrenaba, con o sin su madre, con o sin Hero, con o sin Kibum. Para su edad era poderosa, había conseguido dominar su parte vampírica, gracias a Kibum controlar sus razas  y a su madre, por incrementar su poder con conocimientos. Era la próxima ‘Minah’, todos lo decían, más ella seguía con la idea de hacer de su vida una muy diferente a la de su madre.

 

Sentía dolor, su pecho apretado, le faltaba el aire aun cuando ella no necesitaba siquiera respirar. Sus lágrimas no dejaban su rostro, jamás había derramado lagrimas por nadie más que su madre cuando era pequeña, Jiyong seria al único por quien lloraba de preocupación. Al no poder dejarlo en ese estado, volvió a realizar el mismo intento. Se acercó a este con la intensión de ingresar a su cabeza a la fuerza, darle calma y que todo su sufrimiento terminara, era una especie de hipnotismo directo al cerebro. Más no lo logro. 

 

Una vez que estuvo cerca del cuerpo, fue repelida como el mismo campo magnético de unos imanes. Su espalda dio de nueva cuenta contra el concreto creando una vez más una marca, que esta vez no era ovalada, sino que logro dejar caer ladrillos dejando ese vacío en conexión con el exterior. Se quejó y se dejó caer al suelo, sus manos frenaron su caída, ahora si existía dolor, no tanto como para morir, pero logro toser y dejar salir unas gotas de sangre de su boca, algunos órganos internos habían sido dañados por el golpe, pero sabía que se encontraban en una pronta cicatrización, era medio vampiro gracias a su padre. 

 

—J-Jiyong…—Se quejó entre expresiones de dolor mientras alzaba su mirada al cuerpo que aún se encontraba tirado en el piso. 

 

Jiyong había logrado asumir partes de su cuerpo en su naturaleza, sus manos eran garras, sus brazos se encontraban escamados hasta sus codos, ya había logrado ver las alas aparecer, y a juzgar por cómo se encontraba parte del pantalón rasgado en su parte trasera, su cola había hecho aparición al menos dos veces. Partes de su rostro también tenían escamas, hasta ese momento Yoobin solo estaba preocupada por la salud de Jiyong, en ningún momento comenzó a realizar análisis de lo que estaba viendo, si es que se le hacía o no conocido, si esa presencia que adopto Jiyong era su naturaleza y no la de ese maldito dragón que los ataco. 

 

—¿Un campo de protección? —Dijo en voz alta, para ella misma claro. 

 

Habían muchas cosas, en realidad la mayoría que desconocía de la raza de su amigo, no entendía sus habilidades, como las utilizaban, como era su transformación, porque los dragones además de tomar forma en partes de su cuerpo, podían sacar ‘masa’ de algún lugar para darles el gran tamaño, como lo hizo ese dragón hace años. A diferencia de Jiyong, ese dragón rojo tenía la edad de su madre, todo ese tiempo había servido para aumentarlo en tamaño, al menos quería seguir creyendo que ese dragón no era su mejor amigo, sino otro completamente diferente. 

 

—Entonces…—Volvió a hablar sola, en un vago intento que Jiyong la escuchara. —¿Siempre fuiste un dragón?... —Apenas logro formar una suave sonrisa de orgullo en sus labios. — ¿Te entrenaron, no? —Lo sabía, de lo contrario ese campo no la hubiera repelido. Alguien había estado protegiendo a ese dragón… 

 

La presencia de Jiyong cambio, una nueva sorpresa para Yoobin cuando intento finalmente ponerse de pie y en un nuevo intento, acercarse a Jiyong. Aun sin necesitar aire, soltó un suspiro, se acercó paso a paso con una mano estirada frente a ella. Había un campo, estaba segura de eso, cuando dio con él, lo palpo, nadie lo entendería, esos campos de protección eran invisibles a cualquier ojo, a excepción de aquellos ojos de dragón. 

 

Golpeo con fuerza, necesitaba que este lo escuchará y le permitiera ingresar. 

 

—¡Jiyong! ¡Jiyong despierta! 

 

El cuerpo no se movía en absoluto. Lo único que le aseguraba a esas alturas a YooBin que Jiyong seguía vivo, era ver como su pecho se inflaba en busca de aire y volvía a vaciarse. ¿Cómo era que para una criatura más poderosa que ese dragón no consiguiera acabar con una barrera? Yoobin no lo había intentado, tampoco utilizaría su poder para probablemente dañar a su amigo, mucho menos sabía si este repelaría sus ataques, no sabía que tan fuerte era, si habían intentado proteger a ese dragón, habían buscado la forma de crear un campo poderoso para él. 

 

—¡Vamos Jiyong! ¡Despierta! ¡Por favor! 

 

No se detuvo, no había forma de que Yoobin se detuviera en el llamado a su mejor amigo.

 

Se quedó quieta observando la figura aun en el suelo. No había duda, la figura había cambiado su presencia, ya no tenía esa similitud con el dragón rojo, si bien habían detalles similares, como el aroma, y un ligero toque de poder, Jiyong tenía una naturaleza diferente, pero, ¿Por qué cambio? 

 

Se dejó caer poco a poco sobre sus rodillas, deslizándose poco a poco por ese campo hasta ver ese rostro aun con escamas en la piel. Ese color lo conocía perfectamente, no había duda de que era un rojo aperlado, muy similar, en realidad, igual al del dragón que los atacó, pero en Jiyong, había una ligera diferencia, un toque de un dorado. Aun así, seguía siendo de ese temido color… Rojo.

 

—Jiyong…—Pronunció a duras penas dejando su cabeza cargarse contra ese campo de protección como si de una pared se tratara. — No eres él… Por favor… Vuelve. —Quizás estaba exagerando, en algún momento Jiyong recobraría la consciencia, estaba segura de eso, pero mientras estuviera ahí con ella, necesitaba saber que se encontraba bien, poder ayudarlo, no había nada peor para una criatura que lo privaran de su naturaleza. ¿Cómo debió ser la vida para Jiyong intentando imitar a un humano? Ni ella podía hacerlo, con todos esos años de experiencia seguía teniendo que pensar antes de actuar, ya que estaba acostumbrada a las comodidades que le traía ser una criatura en ese mundo, la velocidad, la telequinesis, leer las mentes. — Vuelve…—Pidió una vez más. 

 

Pronto la presencia se hizo más fuerte. Poco a poco iba creciendo. Se alertó en seguida y atinó a alejarse inmediatamente, aun con ese campo de protección, lo más probable era que la mandara a volar una vez más, para cuando Jiyong despertara, con todas las veces que le repelía, ese castillo estaría en ruinas. 

 

Lejos, ya cerca de esa conexión que había dejado con el exterior, fue que noto la presencia acercarse, no era Jiyong. 

 

Trago en seco retrocediendo esta vez de las paredes para mantenerse cerca del cuerpo. No había intentado probar con la resistencia de esa cosa, si sería capaz de soportar un ataque de una criatura como ella o de la que se acercaba hasta ellos. Porque Yoobin no dudaba de que criatura se trataba, aun cuando tenía una ‘presencia’ diferente al dragón rojo, seguía teniendo una conexión con este, lo sentía, sabía del poder que este tenía, eso era lo peor. 

 

Termino ubicándose frente al cuerpo de Jiyong, los pensamientos ajenos solo le indicaban por donde ingresaría y ella estaría preparada para eso. Retiro el abrigo de la academia, reemplazo su camisa en un destello por una protección de cristal pegado a su torso, manteniendo así sus senos protegidos y su espalda descubierta. Sus alas en cuestión de segundos hicieron aparición, no permitiría que se acercará a Jiyong. 

 

<<Él es mío.>> Escuchó en los pensamientos ajenos. 

 

Apretó sus manos en un puño. 

 

Para cuando la puerta fue arrojada al suelo, porque no tuvo una forma más decente de ingresar al castillo. Sus alas se encontraban cubriendo gran parte del escenario, entre ellas protegiendo el cuerpo de Jiyong tras su espalda, sin importarle que este ya tuviera la protección de ese campo. 

 

La sorpresa no se la había llevado por asegurarse de la raza que estaba por atacarla, menos por sentir ese parecido al ‘dragón rojo’, lo sospechaba desde que le sintió acercarse. La sorpresa se la llevo cuando vio el rostro del chico frente a ella. Llevaba el torso descubierto, llevaba ciertos tatuajes por su morena piel, los pantalones bien amarrados a su cadera permitiéndole ver perfectamente los oblicuos que guiaban a su entrepierna. Para Yoobin la imagen no era excitante, ni menos provocadora, ella no conocía el sentimiento de la lujuria o deseo sexual, menos sentirse avergonzada, se había preparado toda su vida para enfrentar a tipos poderosos que llevaban un cuerpo como ese, y es que para una criatura el cuerpo era lo de menos, la gran mayoría llevaba un cuerpo humano como camuflaje entre la gran masa, una especie de escudo que aprendieron a desarrollar para mimetizarse. 

 

—Tú…—Su voz sonó raspada por el silencio que estuvo guardando al verlo. — ¿C-Como?... Cuando te vi yo…

 

—¿No sentiste mi presencia? ¿Mi aroma? ¿No notaste que soy un dragón?. — El tipo rio burlándose de ella, cosa que le molesto bastante. — Tengo mis métodos… 

 

—Fuiste tú. ¿Todo este tiempo? —Apretó sus manos con más fuerza. — ¿¡Como te atreviste a engañarnos!? —Apunto a tras su espalda. — ¡Te dio su confianza! ¿Por qué? 

 

 —Es estrategia niña. —Bufó el dragón frente a ella sin moverse aun de esa entrada. No era un idiota, sabía que Yoobin no era una híbrida débil, menos siendo consciente que era la hija de la gran Shin Minah. — Tenía que acercarme a él para obtener lo que quiero. ¿También lo sentiste, no? —Soltó una carcajada. — No hay que ser adivino para saberlo. 

 

Yoobin finalmente comenzaba a entender, los hilos se conectaban poco a poco. Esa criatura frente a ella era el causante de la pérdida de memoria de Jiyong, de ese bloqueo en su pasado, en su naturaleza, él lo hizo un humano, pero, ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién se suponía que era ese dragón? Y ¿Por qué hacía todo eso? 

 

Verlo dar un paso hacia ella, solo la ubico en una posición de lucha. Estiro su mano formando de ella la espada que una vez tuvo Jiyong en sus manos. 

 

—Ni te acerques. —Advirtió en un tono seco. 

 

La diferencia entre sus poderes no era demasiada, más aun así existía una. Probablemente ese chico tenía unos cuantos años más que ella, veinte… Quizás treinta. Si contabilizaba su edad probablemente serían cerca de dos siglos, mientas ella aun no los alcanzaba. Por ello la diferencia de poder, pero nada que la estrategia no pueda vencer. 

 

—Vengo por lo que es mío. —Dijo el dragón dando un nuevo paso hacía ella. — ¿Quieres comenzar una guerra, preciosa? 

 

—La guerra entre nosotros siempre existió, yo solo la continuaré. —¿Por qué no hablo de acabarla? Porque era bastante obvio que no lograría conseguir matarlo, a menos que ambos terminaran más dañados que nunca. 

 

—Muy bien. — Este dio un par de aplausos a su respuesta. — Conoces la historia de rivalidad. ¿Qué edad tienes, niña? ¿Estuviste ahí para verlo, no? 

 

El ceño de ese tipo se frunció en odio, los músculos se tensaron, el poder lo lleno, pudo sentir la energía recorrer el cuerpo del dragón. No bajo la guardia y menos se sintió intimidada, aun cuando era el primer contrincante que tenía con tal poder, ya que obviamente sus superiores como Hero y Kibum, no serían capaces de atacarla con todo lo que tenían. 

 

—¿Para ver como se suponía que se acababa esa guerra? —Preguntó a este amenazante. — Si, lo hice, lo vi morir. —No lo estaba provocando, lo que menos necesitaba era aumentar su odio, pero era lo que tenía para responder. 

 

—Imagine eso. — Soltó en una voz baja que incluso fue audible para una criatura como ella. — Si Minah me arrebato a mi padre. Yo le quitaré a su hija. Estaremos a mano, ¿No crees? 

 

Tenía que admitir que por un segundo dudo por completo de sus habilidades, esas palabras le hicieron sentir temor, incluso su pie izquierdo dio un paso atrás, estaba bajando la guardia simplemente por escucharlo amenazar en contra de ella directamente, no iba por su madre, sino a matarla a ella. ¿Su padre? Entonces, estaban en lo cierto, era probable que el dragón tuviera un descendiente en algún lugar de ese mundo y ahora se encontraba frente a él. 

 

<< Tengo que tomarlo y apresurarme en irme.>> Se quejó el dragón en su cabeza. 

 

Él no iba por ella, iba por Jiyong. 

 

—Inténtalo. — Esta vez el mismo pies que había retrocedido lo puso en un paso al frente. Su espada apunto al chico, no lo dejaría escapar. — No dejaré que te lo lleves. Si mi madre pudo con el tuyo. ¿No crees que yo pueda contigo? 

 

Las palabras no parecieron caerle de lo mejor al dragón, este de inmediato dejo que sus brazos poco a poco cambiaran desde sus codos hasta sus dedos en esas escamas rojas aperladas, un rojo intenso y brillante, no tenían ese color tornasolado de Jiyong, estas estaban apagadas en comparación a las de él, pero si seguía reconociendo el color, esas escamas eran idénticas a las del dragón rojo. No había duda de ello. 

 

Esas manos se encontraban con grandes garras negras, un tamaño aproximado de un dedo humano era el largo y la forma de las ganas que este tenía en sus dedos. De su brazo izquierdo mientras avanzaba paso a paso hasta ella, las escamas fueron consumiendo su cuerpo hasta su cuello y parte de su rostro, logrando que su ojo izquierdo tomara la forma y el color entre amarillos y anaranjados, con la pupila alargada verticalmente como si de un gato se tratara. 

 

El dragón no necesito dar una advertencia o hablar antes de arrojarse a ella, lo hizo sin pensarlo dos veces. 

 

Su mano fue en dirección a su rostro, que en cosa de segundos detuvo con su espada impidiéndole acercarse más. Sus miradas se conectaron, el dragón no estaba pensando, estaba actuando por inercia, una clara desventaja para quien leía los pensamientos como método de predicción ante los movimientos. 

—Era de esperarse que Minah no perdiera el tiempo. —Hablo refiriéndose al entrenamiento de Yoobin. 

 

Ella en cambio no pronuncio palabra mientras estaban en esa tensión que solo requería fuerza para separarse, y ya que ninguno la ejercía, fue ella quien decidió acabar con la poca distancia, tenía que alejarlo. Sonrió casi victoriosa cuando el cristal de su espada se expandió cortando exitosamente parte del hombro del chico y sus manos, más no escucho quejidos de su parte. 

 

El aroma de la sangre ajena era exactamente al de ese dragón, ya no tenía dudas, era su hijo, aun teniendo la mezcla de lo que podía ser el aroma de sangre humana mezclada con esta, era mínimo. El chico era hijo de ese dragón y una humana, que seguro esa mujer se encontraba muerta. No había humana que soportara tener a un hijo siendo una criatura, era demasiado poder, mucha alimentación, eran casos de vida o muerte.

 

Logro que ese tipo retrocediera, mientras ella una vez más estaba preparada para atacarlo, su misión era alejarlo de Jiyong, por ende no se hizo de esperar para sacarlo de ese castillo, ambos tenían alas, podía ser una pelea aérea, quizás en tierra, pero no se lo permitiría, estar otro segundo cerca de su mejor amigo. Voló hasta él tomándolo y sacándolo por la misma entrada en la cual ingreso, llevando con ella unos cuantos ladrillos que tiraron sus alas al intentar pasar por la salida, había que recordar que esas alas abiertas eran casi dos veces su cuerpo por ala. 

 

La guerra se desató en el exterior. Yoobin ya no necesitaba contenerse en cuanto a sus habilidades, y menos ese dragón, ya que aun necesitando el cuerpo de Jiyong, lo necesitaba vivo para conseguir lo que deseaba. El dragón utilizo el fuego en su contra, mientras la hibrida hacía de las suyas con la cantidad de elementos que sabía dominar. El bosque comenzaba a incendiarse, podría ser un gran problema humano, para criaturas como ellos era diferente, luego podrían encargarse del fuego, mientras estaban perdidos en utilizar de igual forma, ese entorno para causarle daño al otro. 

 

—Yoo…Bin…—La voz de Jiyong sonó suave, demasiado. Yoobin ni el otro chico lograron escucharlo. 

 

Jiyong comenzaba a abrir sus ojos de ese sueño, que en realidad había sido una pérdida de consciencia. Su cuerpo pesaba, más no dolía. No sentía que hubiera despertado, de hecho parecía que su cuerpo estuvo en todo momento alerta, incluyendo su cabeza, que le había hecho viajar al pasado en aquellas memorias que apenas estaban volviendo a instalarse en su cabeza. 

 

Era un dragón, uno rojo aperlado con un color tornasol dorado. Entre las habilidades que había aprendido de niño, se encontraban el poder volar, el manejo del fuego y una muy especial… ¿Un campo de protección? 

 

—Esto te protegerá siempre…

 

Ahora tenía en su cabeza grabada la voz de su abuelo, aunque apenas había logrado verlo entrenar a su pequeño ‘él’, parecía que se perdió horas en ese lugar, sin poder hablar con alguien, solo, siendo observador. Quiso intentar sentirse bien con lo que estaba observando, recordar lo bien que se sentía ese pequeño al entrenar con ese chico, pero sus pensamientos humanos hicieron aparición. ¿Cómo un chico como ese podía ser su abuelo? ¿Por qué no sentía la felicidad de esos días? Y ese abuelo… ¿Dónde estaba ahora que su vida corría peligro? 

 

Su cabeza… Era su gran debilidad para ese momento. 

 

Un gran ruido, que debió de alertarlo, siquiera logro que levantara su cabeza para ver pasar a su lado el cuerpo de un ángel atravesando la pared frente a él, logrando que cayeran piezas del segundo piso. Ninguna de ellas le hizo daño, de hecho cayeron a sus lados como si el repeliera cualquier tipo de objeto. 

 

Ese aroma… Podía  reconocer ese perfume natural. 

 

—Yoobin…—A duras penas intento ponerse de pie. Se afirmó de sus brazos para levantarse pero fue imposible hacerlo, volvió a caer con fuerza sobre el suelo. — Mierda.. —Se quejó.

 

—¡Hija de puta! ¿¡Dónde mierda aprendiste a luchar!? 

 

Escucho una voz del otro lado del castillo. Pero su cuerpo pesaba a tal punto que moverse no era una opción.

 

—No puedo creer que me hiciera ocupar la rosa. —Dijo entre dientes el tipo que termino parado a un lado de él. 

 

Podía ver nada más sus pies, y estaban en dirección al cuerpo de la menor. Como no podía alzar su vista tampoco tenía conocimiento de donde se encontraba YooBin. Esta había atravesado la entrada seguido de volver a salir al exterior por dar con otra parte del concreto. Cayó entre los escombros que muchos de ellos terminaron cubriendo su cuerpo. 

 

—Ahora como mierda me llevaré a este…—El dragón escupió fuego de su boca entre quejas, cosa que necesito de su antebrazo para limpiarla como si se tratara de restos de comida. — Tienes el apellido de Minah por todo el maldito rostro grabado. 

 

Jiyong seguía sin entender que estaba ocurriendo. Apenas estaba asumiendo que Yoobin se encontraba enterrada en esa pila de escombros que era lo único que podía ver además de las alas sobresaliendo en algunas zonas. ¿Qué era eso de la rosa? ¿Qué tuvo que utilizar? Si Yoobin podía con ese tipo, ¿Qué la derroto? 

 

—Será mejor que deshagas ese campo si no quieres terminar como tu amiga. —El tipo se había girado a él. Alzó su mano con esas garras tocando una especie de cristal frente a él. 

 

De todo lo que podía ver, no estaba enfocándose en su rostro. Si, por la mirada panorámica de los ojos debía de poder ver todo sin problema, pero su vista seguía nublada, con ese ligero tono rojizo, si no enfocaba no podía apreciar que estaba observando, por ende solo pudo dar con esas garras que lo alertaron de inmediato. Escucho un chirrido provenir de cómo este clavaba estas en ese invisible vidrio que parecía protegerlo. 

 

El campo protector. 

 

—¡Ahora! —Ordenó en un grito amenazador. Dio uno tras otro golpe intentando romperlo. Era imposible, o al menos eso era lo que podía ver. — Maldita sea. ¿Qué mierda hace esa tipa con ustedes? —Se quejó una vez más el dragón. 

 

¿Estaba a salvo en ese campo? No debía moverse, aunque tampoco sabía cómo concentrarse del todo en esa protección. Su cuerpo estaba débil, ¿Serviría de algo en esas condiciones? 

 

El chico frente a él saco de su bolsillo un pétalo negro. Lo apretó con fuerza en su mano soltando un quejido de su boca y luego lo puso contra su campo. 

 

¿Qué era esa rosa? ¿De que servía un pétalo negro contra él? 

 

Como si un cristal se rompiera, así se escuchó la zona donde el brazo de este logro atravesar la barrera, lo suficiente para tomarlo de las pocas telas que aun cubrían su torso y arrastrarlo a él. 

 

Lo golpeo. Pudo sentir el sabor metálico en su boca cuando este logro su cometido. 

 

—Todo a la mala. No pueden hacer nada bien. — Volvió quejarse arrastrando su cuerpo como si de un saco se tratara. — Ya que no tengo la maldita rosa por culpa de tu puto campo y esa chica de mierda, no me queda de otra. —En una sonrisa victoriosa, porque fue lo último que logro ver apenas de ese rostro, recibió un golpe en el rostro, lo suficientemente fuerte para acabar una vez más con su consciencia. 

 

 

—¡Vamos! ¡Tienes que hacerlo Jiyong! 

 

Esa voz. Era su abuelo. Le era extraño llamarlo así cuando apenas lo conocía y menos por tener un físico tan joven, era irreal tener un abuelo de su misma edad, más se conformaba con algo, tenía un abuelo. 

 

—Esto te protegerá siempre…

 

El pequeño sonreía emocionado. Junto sus pequeñas manos y las extendió dando paso a una burbuja, de esas que parecían ser creadas con jabón y agua. Esta fue creciendo conforme el chico abría sus manos, hasta que explotó. 

 

—¡Viste eso! ¡Casi lo logro! —Habló emocionado el pequeño chico. — ¡Otra vez! 

 

—Muy bien Jiyong. Esto te ayudará. —El chico extendió su brazo, y tras transformar su dedo en una garra negra, corto parte de su muñeca. — Bebe un poco… 

 

Como si estuviera acostumbrado, la pequeña figura del niño acerco su boca hasta esa muñeca para lamer el par de gotas que había logrado sacar poco antes de que esa herida cicatrizara. 

 

—Uno… Dos… Tres…

 

¿Por qué contaba? 

 

Jiyong volvió a sentarse en el suelo como la última vez que vio sus recuerdos, era un espectador más en el cine, solo que le ayudaba a recobrar su memoria y no solo eso, sino a entender como era que debía de entrenar a futuro. En ese mundo, no importaba nada más que ver esas imágenes, porque estaba inconsciente, no recordaba a Yoobin en esa pila de escombros, y menos su cuerpo siendo arrastrado por un extraño. 

 

—Despierta. — Se escuchó una orden de la nada. 

 

Alzó su mirada al cielo como si alguien más estuviera en ese lugar además de él y las imágenes de su memoria. 

 

—¡Que despiertes, mierda! —Volvió  escucharse esa voz. 

 

—¡Listo! —Habló el menor. 

 

—¿Puedes sentirlo ya? —Preguntó su abuelo ubicándose frente al pequeño que asentía una y otra vez mientras ubicaba sus manos una vez más frente a su cuerpo listas para seguir entrenando. — Hazlo. 

 

—Eres un…

 

Pronto, un golpe fue lo que sintió contra su mejilla. Las imágenes frente a él desaparecieron, ya no estaba recordando, había vuelto una vez más a esa extraña realidad. 

 

—Nhm…—Se quejó moviendo su cabeza de un lado a otro. ¿Por qué estaba tan débil? 

 

—¡Al fin! ¿Qué esperabas? ¿Comida? ¿Un par de copas?. — Soltó un bufido la figura frente a él. — No estamos de fiesta Jiyong. No es otra de tus salidas por ligues… 

 

Esa forma de hablar… La de referirse a él con tanta confianza… 

 

—Necesito que estés despierto Jiyong. —Dio un par de palmaditas a su rostro. — Muy bien… Ri estaría orgulloso de ti. Obediente. —Soltó una risa a carcajadas. — Apuesto que se hubiera burlado… 

 

No podía creerlo. Frente a él se encontraba su secuestrador, mientras su cuerpo estaba atado a una especie de roca o algo que con suerte había logrado observar, y es que su mirada no podía despegarse de esa figura ya conocida. Su piel, sus tatuajes… Su rostro… 

 

—¿Taeyang?... 

 


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