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Estigmas por Pikacha-sama

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Notas del capitulo:

Un gran abrazo a mi beta que me sigue apoyando con esta loca idea que me sigue encantando. Bueno la pareja secundaria es ItaNaru, pero la principal siempre será SasuNaru.

¡Disfruten!

Estigmas.

Capítulo cuatro: No me rendiré ´ttebayo.

 

Si la noche es tan obscura que no llegas a divisar tus propias manos, puedes estar seguro de que el alba está muy cerca.
Proverbio tradicional.

 

«—¿Vas a matarme, Itachi? Deberías hacerlo… antes de que yo lo haga ´ttebayo».

 

Un leve sonido lo había despertado, sus ojos le pesaban de sobremanera y el cuerpo le dolía de nuevo, le pedía auxilio y no sabía cuánto. Dejó que su vista se acostumbrara a la luz mientras volvía a enfocar todo. Seguía en la misma habitación, sin embargo, ahora estaba conectado a un aparato que emitía un leve piteo. Miró sus manos, victimas de heridas que no recordaba de todo.

 

Al fondo, estaba Itachi.

 

Podía sentir como su rostro se contraía de verlo ahí, plácidamente dormido, como si ni siquiera en sus sueños pudiera hacerle ver todo el daño que le provocaba. Respiró profundo, tratando de menguar el odio, pero parecía renacer de algo más allá de sí, una oleada de ira lo consumió y no era capaz de darse cuenta de que ya caminaba de manera sigilosa hacía él.

 

Quería matarlo.

 

Matarlo de una manera dolorosa.

 

Sentía que podía acabar con él, con su encierro, enterrando todo el odio latente que se formaba en su pecho, ese tumulto de resentimiento y furia que estaba destinada a su exclusividad.

 

Miró a su alrededor, buscando un objeto pulso cortante, aquello que lograra dañarlo de la peor manera. Estaba tan cegado en sus pensamientos que jamás visualizó la puerta a medio abrir, ni que los ojos de su verdugo se habían abierto de una manera pausada. Sólo quería un arma, algún objeto físico con el cual pudiera agredirlo, ¡no iba a dejar de luchar!, ¡no se dejaría consumir!

 

—No deberías…                                                                                                                                                            

 

—¡No me digas que hacer!, ¡Voy a matarte, juro que te mataré! — rugió tratando de lanzarse encima, pero Itachi lo había detenido para volverlo a recostar sobre la cama. Y el miedo le saludó desde las lejanías.

 

—Has estado bajo mucho estrés, Naruto-kun… — le susurró separándose con calma, a pesar de que sentía sus sentimientos a flor de piel, no era el momento de pelear, tenía que hacer entender al rubio que las cosas desde ese momento iban a cambiar, por el bien de todos —. Tu situación es delicada.

 

—¡¿Delicada?!, ¡¿y de quien es la maldita culpa, infeliz?! —. Se había puesto de pie de nuevo, pero la mirada del contrario era calculadora, fría y en cierta forma, nostálgica, [.] se detuvo analizando su siguiente movimiento, la puerta había estado abierta y el había perdido todo ese valioso tiempo, consumido por su odio.

 

El azabache quería callarlo, no decirlo, odiar al maldito destino que se encargaba de burlarse en su cara, poniendo cada día a prueba ese amor tan verídico que le carcomía el alma. ¿Es que a pesar de todo lo que había hecho no merecía un feliz final con el rubio? Cerró los ojos para después suspirar.

 

—Estás en cinta.

 

La noticia le cayó como un balde frío a la cabeza, agotando toda su existencia. ¡¿Por qué diablos tenía que pasarle eso?! No era justo, ¡tenía que ser una vil mentira! No tenía que ser realidad, este tipo se la había pasado mintiendo desde que lo trajo en ese lugar, cerraría los ojos y contaría hasta tres para que el afamado rompiera su mentira ¡tenía que hacerlo!

 

—Estás de broma, ¿no? — preguntó con toda la indiferencia que pudo decir, ¡no iba a aceptarlo!, ¡no podía!, simplemente cada una de sus barreras estaba cayendo, ¿Cuánto tiempo había pasado ya en la inconsciencia?

 

—Tienes cuatro meses…

 

—¿Cuatro meses? — cuestionó sorprendido. La variable de sus conclusiones podían ser la actitud tan nostálgica del azabache, el hijo que estaba esperando de no era de él, si no de su hermano… Sasuke.

 

—Debido al medicamento es que has estado así, pero desde hoy sé que aprenderás a controlarte —. El médico comprobó el embarazo de la peor manera. Había tenido una amenaza de aborto que casi le ponía fin a todo eso, incluso, a la vida del rubio. No sólo iban a tener uno, si no que eran dos, el ultrasonido verificando su salud le había dejado ver esas dos criaturas que nacerían en un futuro.

 

Desde ese momento Naruto había dejado de pensar en todo su alrededor, ¡iba a tener un bebé de Sasuke!, ¡iban a ser padres!, y aún con todo el dolor del mundo fue capaz de sonreír como antes, de dejarse llevar por la euforia que le correspondía. No había mejor motivación para luchar que esa.

 

—Las cosas van a cambiar…

 

—¡Tienes que dejarme ir ´ttebayo!

 

—Las cosas…

 

—¡Voy a tener un hijo de tu hermano!, ¡no sé que más necesitas para saber que jamás voy a quererte!, ¡no después de todo lo que me has hecho, bastardo!

 

Las palabras le habían calado en sí, a pesar de que quería abrir sus ojos, el rubio seguía aferrado a un amor que no tenía futuro. De nuevo esos ojos rojos fueron un reflejo de la furia que comenzaba a gobernarlo. No quería herirlo, no quería lastimarlo, pero en ocasiones como esa, sentía que Naruto lo quería, quería que lo lastimara.

 

—Si quieres que nuestros hijos nazcan, desde hoy aprenderás a comportarte — soltó de forma pausada, observando como el control de nuevo lo tenía él, podía oler el miedo del rubio, sentirlo calar de sus huesos, esa batalla la tenía ganada. —Es una advertencia.

 

 

Los copos de nieve caían de forma pausada, lenta, segura de que pronto llegaría a ser un tumulto de color blanco. Las podría ver a través de la ventada, como un a un llegaba a su destino, sin ser capaz de escapar, más frágiles que su mismo espíritu. Habían pasado otros dos meses desde que fue capaz de razonar un poco más allá de violencia.

 

Las cosas con Itachi eran sólo un paréntesis en su vida, una experiencia que cerraría en la misma oportunidad que tuviera de escapar, él no era un frágil ampo, ni mucho menos una persona que se rendiría ante sus amenazas. Podría ponerle pausa con esa tregua a todos sus actos para huir, no podía darse el lujo perder aquello que lo llenaba de esperanza.

 

Sabía que su verdugo lo atacaría donde más le dolía.

 

—¿Dónde estás Sasuke ´ttebayo? — susurró pegando su cuerpo al frío cristal. Su frente reposó contra sintiendo como el glacial clima se colaba en su cuerpo y le recordaba que seguía vivo, que la llama de la libertad rugía en su corazón. Extrañaba al bastardo de su prometido, a su familia… ¿Seguirían a su búsqueda?, ¿estarían preocupados?, ¿llorarían su muerte? Jamás se había sentido tan solo en el mundo, llorando por recuerdos que parecían escapar de su memoria con cada parpadeo, con cada lágrima y con cada noche que pasaba.

 

En esos momentos se sentía tan débil.

 

Y tan patético.

 

¿En donde diablos estaban sus ganas de libertad? Todos sus recuerdos parecían lejanos, como si de su vida hubieran pasado diez años. Su cuerpo y pensamientos no le pertenecían, estaban a la defensiva, recios a aceptar la realidad que le proporcionaba su verdugo, ¿de verdad iba a rendirse?, ¿iba a aceptar que el bebé naciera al lado de un hombre así?

 

Iba a escapar.

 

—No me rendiré ´ttebayo.

 

Las semanas siguieron transcurrieron, siguieron avanzando mientras los arboles poco a poco iban perdiendo su color y sólo el blanco se asomaba por su ventana. La estación de invierno estaba en su pleno esplendor y Naruto sentía la oportunidad de escapar más cerca de sí.

 

No le costó mucho entender la rutina de Itachi, aprendió a escuchar todo aquel ruido que proviniera fuera de su habitación. Por las mañanas el azabache salía, no sin antes despedirse con comida, después la casa era puro silencio. Cuando el sol estaba por meterse volvía a casa y se dedicaba estar con él hasta que se dormía. Eso ocurría tres días a la semana, los demás días él estaba en casa, podía escuchar en ocasiones su voz hablando por teléfono, el ruido del televisor, entre varios factores que le hacían saber que no estaba solo.

 

Era momento de hacer una apertura.

 

—Estás más callado que de costumbre, Naruto-kun.

 

—Desearía ver a mis padres — respondía mientras comía su desayuno. En sus piernas estaba una base de madera con una charola encima de comida; huevos, pan tostado, una manzana y un vaso de jugo natural de naranja. A su lado, en una silla Itachi estaba comiendo lo mismo, le faltaba poco para ir a trabajar y quería disfrutarlo al lado del menor.

 

—Desearía que lo entendieras, rubio… — no comprendía porque la necesidad de aferrarse a su pasado debía de bastarle con su nueva realidad. Tal vez las cosas no estaban sucediendo como quería, pero debía de hacerlo entender, de transmitirle sus verídicos sentimientos. Tomó su mejilla con su mano, para besarla suavemente —. Regresaré más tarde.

 

—¿Podría terminar mi desayuno? — preguntó mientras picaba con el tenedor su comida. Fingiendo que estaba más afectado que veces anteriores. El mayor asintió mientras salía de la habitación, sin voltear a ver las lágrimas que destilaban por su perfil, una dolorosa culpa en ocasiones lo embriagaba.

 

Naruto por los siguientes próximos veinte minutos no se movió de su lugar fingiendo que comía cuando en realidad estaba esperando que el silencio lo gobernara. Los cubiertos eran de metal, estaba seguro de que le podían servir, tenía la experiencia, sólo tenía que ser práctico con lo que haría.

 

Tomó el tenedor y se dirigió a la puerta, no tenía que dudarlo ¡tenía que salir de ahí! Él no le pertenecía a Itachi, era libre, tan libre como quisiera serlo, dispuesto a buscar lo que se le había arrebatado. Sentía que poco a poco una realidad distinta lo golpeaba y desgraciadamente lo absorbía.

 

Le bastó alrededor de diez minutos hacer que la puerta cediera, un pequeño grito de éxito se escapó de sus labios para avanzar cauteloso por el pasillo. La casa era de dos pisos al estilo cabaña. Era acogedora, con una chimenea en medio de la sala, sillones de cuero y una gran alfombra en medio. Su mirada recorrió cada rincón buscando un teléfono, pero no encontró ninguno. Se dirigió a lo que parecía ser la cocina buscando un objeto para defenderse, abrió cajones hasta dar con los cuchillos.

 

Tomó uno, lo cubrió con servilleta y lo guardó en el resorte de su pantalón por la espalda. La puerta trasera estaba a su lado, pero sabía que no sería así se sencillo, quería abrirla, pero un presentimiento se lo impedía, le decía que no, que aguardara un segundo. Pensó en las precauciones que debía de haber tomado Itachi. Probablemente la casa tuviera alarma de seguridad. Regresó a la sala vaciando los pocos cajones que tenía buscando algún teléfono, pero no lo encontró.

 

Observó a la gran puerta de madera antigua que se presentaba ante sí, a su lado podía mirar el parpadeo de una luz roja. La alarma estaba prendida y en cuanto diera un paso fuera de la casa Itachi lo sabría. Por supuesto que el azabache no era tan idiota para que la policía llegara cuando se activara, probablemente sólo él sabía de ella.

 

Tenía que buscar una abertura.

 

Subió las escaleras verificando los demás muebles en busca de un celular. Entró a un despacho donde supuso que el Uchiha trabajaba mientras estaba en casa, había un gran escritorio con varios cajones, uno a uno los abrió hasta encontrar lo que quería; era un celular un poco antiguo para su generación, sin embargo, no había señal en el lugar.

 

—¡Mierda! — gritó queriendo evitar que las lágrimas recorrieran su perfil. No podía ser, sentía que perdía la poca esperanza que todavía le quedaba. Se recargó unos minutos sobre la pared buscando el valor para continuar, para llenar esa calidez que le faltaba a su espíritu, iba a hacerlo ¡por su hijo!, ¡no se iba a rendir!

 

Bajó de nuevo la escalera hasta llegar a la puerta, debía de haber una manera para lograr salir. Recorrió la casa con cautela buscando la solución, no fue hasta que sintió una pequeña ventisca sobre sus desnudos pies que visualizó la ventana a medio abrir. Era una pequeña apertura que la alarma no detectaría.

 

No tardó en encontrar calzado y una chamarra de Itachi para salir por el hueco. La nieve estaba ahí, tan blanca y fría como la recordaba. Sus piernas flaquearon un poco al entrar en contacto con la primera helada, pero avanzó sin importarle más. No había ningún vehículo a la vista, nada que le ayudara con su huida.

 

Estaba solo.

 

Parecía que la casa estaba ubicada en medio de la nada, no se miraba ninguna civilización de vida más que él. Tocó su abultado vientre caminando con dificulta entre la nieve, pensó en perderse por el sendero del bosque, pero conocía la vida salvaje, estaba seguro de que los lobos en temporada de invierno serían su principal persecutor.  

 

Debería llegar a la avenida, al camino principal y buscar ayuda.

 

Itachi tardaría en regresar.

 

Debía hacerlo.

 

Caminó lo más rápido que sus piernas le respondían, la nieve había comenzado a crecer con los pequeños copos que caían, el único beneficio que miraba es que sus huellas se borrarían, podía tener cierta ventaja. 

 

Siguió avanzando pensando en su situación, no quería tener que concentrarse en el frío que comenzaba a entumecer sus manos, comenzó a frotarlas divagando entre sus pesares. En todo momento había pensado en Sasuke, pero tal vez sus padres fueran quienes la estuvieran llevando peor.

 

No era padre, pero pronto lo sería y estaba seguro de que daría la vida por su bebé. Como iba recorriendo el sendero podía sentir como la temperatura bajaba, como sus pasos se hacía más lentos y como la poca luz iba desapareciendo.  Poco a poco sus piernas se negaban a seguir avanzando por el frío, buscando un calor inexistente.

 

Debía de seguir, tenía que encontrar ayuda.

 

¿Cuánto tiempo llevaba caminando? No lo sabía con exactitud, sólo que sus ilusiones estaban ansiosas por encontrar algo que les diera más esperanza. El dolor comenzaba a calarle, a sucumbirlo en recuerdos, en el nulo rescate de Sasuke y en la poca posibilidad de salir con vida. Itachi comenzaba a robarle cierta parte de su cordura sin que se diera cuenta.

 

Decidió descansar un poco sobre el tronco de un árbol, sacó el arma que tenía sobre su espalda para terminar tirado sobre la nieve tratando de recuperar calor. Se había camuflajeado un poco con los altos cipreses con tal de esconderse un poco más…

 

—Sólo cinco minutos ´ttebayo — murmuró tocándose los hombros y frotándolos con sus manos. Un pequeño vapor había salido de sus labios provocando una pequeña risa. Tenía que seguir, tenía que avanzar, Itachi estaría próximo a llegar a casa, el sol había desaparecido en un parte del camino mientras la nieve danzaba por los aires, cada vez más densa.

 

Cerró los ojos pensando en que tal vez debía pensar su plan mejor, debía hacer las cosas de otro modo, sin arriesgar la vida de su hijo. Tocó de nuevo su vientre acariciando la curva que se formaba, podía sentir los leves movimientos del bebé indicándole que está ahí, dándole fuerza para ponerse de pie.

 

Sonrió con nostalgia, debía seguir.

 

Se puso de pie a duras penas quitando una capa blanca que se había instalado en su cabeza. Estaba por comenzar a caminar cuando unos gritos se aproximaban, su nombre se escuchaba sonoramente, alarmándolo por completo ¡¿cómo era posible que lo hubiera encontrado tan rápido?!

 

Comenzó a correr, pero el móvil salió de sus bolsillos entre su sacudida, lo tomó para emprender su carrera. Pero la voz estaba más próxima… más cerca, a lo lejos divisó las luces de un motor ¿una moto para nieve, tal vez? Se escondió entre los arboles cuando un leve “pip” llamó su atención. A pesar de la poca carga, tenía señal. Era la oportunidad de escapar, marcó lo más rápido que sus dedos pudieran [pudieron] teclearlo…

 

Itachi estaba a la vuelta, lo sabía, no hacia falta que girara para saberlo. Los malditos tonos de la llamada se le estaban haciendo eternos, lejanos a su salvación… “uno”, “dos”, “tres”…

 

—¡Te tengo! — lo tomó sintiendo como el teléfono escapaba de sus manos y caía a la nieve, estaba por lanzarse a él cuando el golpe en su quijada no se hizo esperar. Cubrió su vientre esperando que el azabache cumpliera sus amenazas, pero este golpeó su rostro de nuevo, lanzó de nuevo otro golpe a su cabeza haciendo que cayera para atrás. Trató de defenderse, de contratacar, pero sus fuerzas eran nimias.

 

—¡Sasuke! — gritó esperando que hubiera contestado la llamada, ¡era su única esperanza! ¿es que nada podía salirle bien? Sollozó al recibir otro golpe justo en su cabeza. Itachi le estaba atacando con todo lo que tenía dispuesto a hacerlo desistir. —¡Sasuke, Sasuke, Sasuke! — no paró de gritar en todo momento, no fue hasta que Itachi buscó el teléfono para destrozarlo cuando dejó de hacerlo.

 

Las lágrimas empañaron su vista, furioso de sus intentos en vano por librarse de él. Con el pesar que tenía se puso de pie, escupió sangre directo a los pies del Uchiha, apretó sus puños sin dejar que la fuerza lo dejara.

 

—¡No me voy a rendir, Itachi!, ¡Maldita sea, no lo haré!, ¡Voy a escapar y te haré pagar por todo esto!, ¡No podrás conmigo ´ttebayo! — bramó con cólera, un monstruo en sí parecía recobrar el sentido, fijar su meta y odiar con demasía a su verdugo. No se iba a quebrar, iba a matarlo, iba a volver a ver a su padre y a su madre, pero sobre todas las cosas su hijo iba a conocer a Sasuke.

 

¡Lo juraba por su vida!

 

Itachi volvió a golpearlo con fuerza en la cabeza una vez más. Naruto no había resistido y había caído sobre la nieve, de manera tan suave como lo hacían los copos de nieve. El azabache quiso sostenerlo, pero desistió mientras gritaba de rabia. Estaba furioso por haberle dado más esperanza al rubio, poco a poco las cosas se le salían de las manos y la cólera creaba otro monstruo dentro de sí.

 

Ese maldito celular no funcionada dentro de casa por la mala señal, y aún así había logrado marcar su número. Esa maldita fuerza de voluntad estaba ahí, viva por su maldito hermano ¿de verdad tendría que matar a Sasuke para que Naruto pudiera mirarlo a él?

 

Fin del capítulo cuatro.

Notas finales:

DOS ACLARACIONES: 

*Itachi jamás confirmó la paternidad de Sasuke, ni la suya.

*Naruto habla de su hijo porque no sabe que son dos.

¡Hello! ya tenía rato sin actualizar pero parece que una ola de enfermedades me persigue, jajajaja. Muchas gracias a los que llegaron hasta aquí, ya terminamos como quien dice un ciclo "el secuestro", en el siguiente capítulo estará Sasuke y la familia Namikaze.

¡Saludos a todos!


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