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Estigmas por Pikacha-sama

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Notas del capitulo:

No estoy muerta, solo que me ando estableciendo, jajaja. Me casé, me mudé de casa y cambié de trabajo, demasiados cambios y traumas.

Por el momento sólo diré que en el siguiente capítulo entramos en recta final, porque ya tengo un fic en mente que me carcome comenzar.

Saludos.

Estigmas.

Capítulo seis: Lazos de sangre.

 

No hay palabra ni pincel que llegue a manifestar el amor a un padre.
Mateo Alemán.

 

«“Perdóname, dobe” maldijo lentamente el episodio mientras una lagrima delineaba su perfil, después de los años, de los sucesos y la melancolía el seguía vivido, anhelando regresar el tiempo, sin esconder sus sentimientos, silenciando su futuro con luz. Había fallado en su búsqueda, en su muerte y en las ganas de seguirlo»

 

—Estás pidiendo imposibles, Suigetsu.

 

—Será una gran oportunidad, Sasuke, y lo sabes.

 

Eran alrededor de las once de la mañana y ya le dolía la cabeza. Tenía negocios que cerrar y el susodicho no parecía dar su mano a torcer con las condiciones del nuevo contrato sobre exportaciones e importaciones que quería manejar, a pesar de que la mercancía podía tener un nuevo giro le fastidiaba tener que ir hasta Estados Unidos para poder resolver las clausulas y los aranceles que tendrían que manejar, más al ser un producto chino.

 

—No entiendo como es que sigues en esto.

 

—¿Qué dices? Es más fácil comerciar en E.U. por los tratados de libre comercio y lo sabes, sólo es cosa de evitar los aranceles de china y tú mi amigo, eres experto en eso.

 

Quería desistir de tener que hacerlo, podría mandar a un representante del departamento, pero ese idiota no quería a nadie más que a él. Había argumentado que nadie podría hacer el trabajo como sólo sabía hacerlo él, en eso estaba en total acuerdo, pero no por eso le evitaba más problemas.

 

Era tan sencillo, que lo convertía en algo tedioso.

 

—Además, podría presentarte a varios CEO que se dedican a lo mismo y expandir el monopolio de tu padre en la nación del capitalismo, ¿qué dices?

 

Le hubiera encantado decir que no, no quería tener que viajar, por lo menos no cuando Itachi y su sobrino estarían de visita como acostumbraban a hacerlo a finales del año. Suspiró tratando de negarse de nuevo, pero su socio era demasiado insistente en sus beneficios. Al final terminó aceptando al ver que pagaría todos los gastos de viaje. No era como si le importara mucho el costo, sólo lo hacía para joderlo.

 

Cerró la negociación con una fecha, argumentando que tenía más clientes que atender. Se sobó la cien mientras tomaba asiento en la oficina. El gran ventanal que daba directo a un atardecer en la ciudad, pequeños detalles que en ocasiones como esa se tomaba la molestia de mirar. Sobre su escritorio estaba los avances sobre la investigación de Naruto que Minato y él estaban llevando a cabo, todo el día los había estado evitando.

 

A pesar de que le carcomía la mente conocer el avance en ocasiones no quería saber nada del tema. El principio había sido pésimo, quince días después de su desaparición la policía argumentó que no era un secuestro, que no buscaban dinero, ni fortuna, si no a Naruto. Alguien tan enfermo de convertir el mejor día de sus vidas en el peor. Después de ello, no había nada. No había vídeos, ni fotos, ni siquiera testigos, su prometido había desaparecido a plena luz del día…todo se había maquillado, un plan estratégicamente brillante.

 

Después el interrogatorio hacia todos los familiares, sobre todo, aquellos que no habían asistido a la boda. Familiares, amigos, vecinos y nada, ni una pista, ni mucho menos una luz que les mostrara algo. Pasaron largos momentos en ascuas, donde Sasuke había desconfiado de todos, de cada uno de ellos.

 

En marzo se descubrió la primera pista de paradero. Se había dado una alerta amber de Naruto sobre todo Japón, pero el testigo había argumentado que no estaba seguro de haber visto las marcas en sus mejillas, sólo que el parecido era demasiado. La policía investigó el caso encontrando una casa desierta, donde se había presenciado una escena de tortura.

 

La casa pertenecía a bienes raíces y no estaba habitada. Después de ello las cosas volvieron a trastornarse un poco con su accidente de automóvil, encontrando una falla en los frenos. La policía había dicho que la falla había sido mecánica y su caso se había cerrado…

 

Pasó dos meses hospitalizado y tres en poder recuperarse del todo. Toda su familia había estado ahí, incluido su hermano. A pesar de que Itachi se había casado con Deidara e ido a vivir a Reino Unido por un tiempo, le había apoyado con la rehabilitación. Para nadie fue una sorpresa que un pequeño azabache lo acompañara.

 

Él había hecho su vida, tal cual como Gaara, como Hinata y Neji, al igual que muchos de sus amigos. Él iba a cumplir los treinta años y seguía tan enamorado de Naruto que jamás pensó en rehacer su vida, simplemente no podía, no albergaba ninguna luz que le brindara una oportunidad.

 

Las nuevas pistas se esfumaron y el recorrido volvió a comenzar. Entre más indagaban, más se daban cuanta que el secuestrador había hecho de todo para que no encontraran rastro de él. La policía lo había descrito como alguien brillante, un talento nato que probablemente sufría de algún tipo de trastorno; bipolaridad, esquizofrenia…

 

Después de años sin nada; apareció su cuerpo. Sasuke había comprobado que era Naruto, que ese cuerpo inerte le pertenecía sólo a su amado que alguna vez intentó proteger. Tuvo uno de sus peores colapsos nerviosos junto con Minato y los dos fueron hospitalizados. Fugaku le había reprochado su debilidad ante la caída de su imperio.

 

Itachi se había largado con un don nadie, Sasuke estaba consumido y su esposa no encontraba la forma de ayudar al menor. Sólo lo había visitado una vez en el hospital para reñirlo de lo débil y patético que era. «Naruto no merecía a alguien tan cobarde como tú» Desde ese momento su vida cambió. Viviría para la venganza de ese bastardo, iba hacerle pagar todo lo que le había hecho al rubio, no le importaba pasar la vida detrás de esa mierda ¡iba a conseguirlo! No le importaba mancharse las manos de sangre.

 

Minato y él juraron vengar su muerte a oídos sordos, iban a hacer su propia justicia. Su mala relación se acabó justo en el momento en que les dieron una motivación. Y los años siguieron pasando, siguieron avanzando con pequeños pasos, sin ley ni tregua, sin justicia ni impedimentos, siguieron investigando, indagaron en barrios de mala muerte, trataron con personas que eran verdugos y la información comenzó a fluir como un débil elixir.

 

Tomó suavemente el sobre que tenía delante, esparciendo un rompecabezas que seguía sin poder embonar: había dado con un mafioso ruso que se dedicaba a la trata de blancas; les había dado muchos datos relevantes como irrelevantes. Pero su reciente muerte les había vuelto a dejar en dónde mismo.

 

—¡Maldita sea! — bramó mientras marcaba desde celular a Minato, ¿cómo era posible que cuando las cosas comenzaran a aclararse se perdiera la información? Su muerte se había llevado acabo en Belice en un altercado entre mafias ¡¿qué diablos hacía un ruso en tierra latina? Cerró los ojos de furia mientras se escucha el timbre de contestación.

 

—¿Terminaste de leer, Sasuke? — preguntó una voz fría del otro lado de la línea. Estaba por decirle que “no” cuando al final del informe apareció una foto que tenía cuatro años sin ver, una pequeña nube pintada con aerosol rojo.

 

—… Akatsuki.

 

 

 

 

Itachi había llegado con Kuro esa misma tarde, el infante de ojos azules, cabello oscuro y piel clara ¡era una odisea! Recordaba la primera vez que lo había mirado, después de la batalla campal que tuvo en el hospital. Su hermano se había justificado por la enfermedad de Deidara y había traído con ellos a su único sobrino.

 

Tenía dos días de volverse a instalar en los aposentos en su departamento. En cada rincón podía mirar a Naruto, en ocasiones se preguntaba si eran espejismos, delirios o simple melancolía. Escuchaba sus gritos, sus desplantes y como el bello “teme” salía de sus labios, cada vez que quería tocarlo, el delirio se esfumaba de sus manos. Escapaba como la misma historia, con el capítulo inconcluso y el protagonista muerto en algún momento de su vacía vida.

 

Ese mañana Mikoto lo había arrastrado por las calles concurridas de Japón para terminar comprando los ingredientes para la cena, en ocasiones, la oía, pero no podía escucharla del todo. Era como su mente viajara a otro tiempo, a otro espacio o incluso a un mundo paralelo donde Naruto seguía a su lado.

 

—Oh, te encantará conocer a Kuro, es un niño muy activo, pero demasiado tierno, querido.

 

Lo gracioso del viaje era que su madre jamás compraba la comida, siempre lo hacía la servidumbre, ¿tan mal estaba?, ¿tan patética era su mirada? Trató de no pensar en ello, pero las palabras de su propio exilio le hacían eco en la cabeza. Le decían que no era momento de rendirse, que tenía que enfrentar los hechos… pero estaba tan hueco…

 

Dejó que el tiempo corriera, que los eventos transcurrieran, que las personas vivieran y que el mundo no dejará de girar. Respiró con la misma tranquilidad de siempre, aguantó la monótona melancolía y permaneció en la cena viviendo su día con día, con la mente en otro lado.

 

—¿Qué le pacha a eche cheñor?

 

«Esa voz chillona» pensó. Había levantado la vista para encontrarse con unos hermosos ojos azules. Un pequeño rayo de esperanza a la nueva vida. Y un recuerdo golpeó aun más sus pesares; “¿Tú quieres hijos, teme?” … A Sasuke jamás le había gustado los niños, menos cuando eran tan imprudentes como aquél, pero Itachi le había sonreído a su hijo con calma mientras despeinaba sus cabellos.

 

—¿Por qué no se lo preguntas, Kuro?

 

Lo miró acercarse, caminando levemente y con una sonrisa en el rostro. ¿Cuántos años tendría? ¿uno, dos? Su expresión neutra no cambió, ni siquiera cuando el infante se sentó a su lado en lo amplio del sillón. Sólo se quedó ahí, jugando con sus manos, esperando a que dijera algo que él ni siquiera quería decir.

 

Fugaku se había retirado, Mikoto e Itachi tenían una platica banal donde trataron de incluirlo en vano, contestó con dos o tres monosílabas y siguió pensando en la nada. Estaba tan distraído que no notó cuando los mayores se iban a preparar un té, su consciente recobró sentido justo en el instante que el niño invadió su espacio personal.

 

—¿Tú eles el tío Sachuke? — preguntó con curiosidad enfrente de su rostro, sólo unos centímetros los separaban. Estaba por hacerlo retroceder cuando los ojos azules de nuevo lo aturdieron. Lo sacudieron con pequeños recuerdos que su mente albergaba como el mismo oro, su sonrisa se asomó y por un segundo se vio sumergido en una burbuja efímera.

 

—Sí — respondió secamente —. ¿Conoces lo que es el espacio personal, niño? — cuestionó mientras lo empujaba de manera lenta hacía atrás.

 

—¡Mi nomble no es niño! ¡Es Kulo!

 

En ese momento no supo sí reírse o sentir lastima por el infante. Sin querer había ladeado una pequeña sonrisa que había sido observada por su madre y hermano. Los dos estuvieron a la expectativa de la situación, mirando la pequeña pelea que se desarrolló.

 

—¡Te eslas liendo de mí! — declaró tomándose de pie y haciéndole frente. Todos los adultos eran tan amargados, no comprendía su pequeña mente que era tan hiperactiva, pero al mismo tiempo tan torpe —. Bastaldo — murmulló sin querer que nadie más le escuchara.

 

—¿Cómo me llamaste, mocoso?

 

Esa había sido su primera interacción, estaba un poco impresionado por el estilo liberal que tenía, pero también se alegraba de ver que por lo menos a sus ojos era un adulto más, no simplemente alguien a quien tenerle lastima. A pesar de que Itachi había intervenido por faltarle el respeto a un mayor. Ese día Sasuke sintió como su corazón volvía a latir…

 

«Sólo si son tuyos, idiota».

 

 

Los saludos cordiales no se hicieron esperar. Itachi los había abrazado a todos mientras Kuro hacía pequeñas reverencias hacía sus abuelos. Mikoto lo había envuelto en sus brazos con esmero mientras su padre asentía levemente a la mirada del menor. Las fechas decembrinas estaban a la vuelta de la esquina, y a pesar de que Deidara no acompañaba a su esposo de nuevo, su hermano se portó de la manera más animada posible.

 

Por la noche había quedado de reunirse con Minato sobre el altercado y la maldita mafia, pero por un momento se divertiría molestando al pequeño azabache que tenía un deje más parecido a Mikoto que a su mismo padre. Kuro seguía siendo un infante hiperactivo e imprudente, pero al final de cuentas, era su sobrino.

 

—¡Tío Sasuke! — gritó ilusionado, lo había abrazado con calidez mientras él fingía que le molestaba. Así eran todos los años, pasaban un mes en convivencia y cada uno regresaba a su vida cotidiana.

 

Itachi lo abrazó para después revolver sus cabellos y dedicarle una sonrisa. A pesar de que ya tenía casi treinta años y el contrario unos más, seguían siendo hermanos, en las buenas y en las malas, dejó que lo hiciera mientras pensaba en que siempre lo extrañaría, aunque se hubieran distanciados, sabía que su hermano en cierta parte lo comprendía y estaba agradecido por ello.

 

—Iré al centro, Kuro.

 

—No necesitas decirlo dos veces, viejo — ¿seis, siete años? Ese engendro lo trataba como si fueran iguales, y lo peor de todo es que no le importaba. Esos malditos ojos azules lo hacían sentir que nada más importaba, que todo estaría bien mientras la luz brillara en esos hermosos iris.

 

—¿A dónde lo llevarás? — preguntó su padre mientras bajaban las maletas del taxi. Estaban en la entrada de la mansión. Itachi y Kuro habían entrado con su madre discutiendo que sería lo próximo para cenar cuando el grito de “ramen” lo albergó en una atmosfera, viviendo un pequeño deja vú.

 

—Iré a ver a Minato.

 

—¿Cómo van las cosas?

 

Quería contestar un simple “bien”, pero de nuevo volvían a un punto sin retorno. En ocasiones se preguntaba como diablos es que alguien tan enfermo había dado con Naruto. No había cabos que ataran al rubio a pertenecer a una mafia, a los yakuzas, sicarios o a un grupo social que tuviera características símiles.

 

Fugaku golpeó su espalda en señal de apoyo, al final de cuentas, era su padre. Cuando sus ojos se cerraban en ocasiones podía ver al menor corriendo entre sus piernas detrás de su hermano mayor. No se arrepentía de haber sido duro con él, se había convertido en un buen hombre. Lo había visto ser débil, postrado sin tener esperanza, hasta que las duras palabras salieron de su boca.

 

Sabía que donde quiera que hubiera estado Naruto, había sufrido. No sólo en un aspecto físico, si no emocional. Había esperado que Sasuke lo rescatara, que albergara su salvación, pero al verlo postrado en una cama, se dio cuenta lo débil que era. A pesar de que sus expectativas habían cambiado con la rebeldía de Itachi al cambiar la sucesión de líder de Clan, por una cara bonita, esperó que su hijo menor se recuperara para que tomara su lugar. Sí necesitaba hacer justicia por sus propias manos para tener paz, Fugaku haría lo posible por ayudarlo.

 

—Es el contacto de un viejo amigo, tal vez les pueda ayudar…

 

Sasuke tomó el pequeño papel que su padre le ofrecía con cierta duda. No pensó que realmente su progenitor pudiera tener un “amigo” con las cualidades que necesitaban. Al haberse acercado al bajo mundo, su mente se había abierto a diferentes finales para Naruto. Asintió mientras terminaban de bajar las maletas, ninguno de los dos añadió nada más.

 

 

Kuro adoraba a su tío, a pesar de que casi no tenían contacto durante el año, sabía que era un sentimiento correspondido. Era difícil tener viajar sin sus otros familiares, pero se sentía feliz de hacerlo. Habían ido a comer a un lugar llamado “Ichiraku” donde vendían su especialidad favorita “ramen”.

 

A pesar de que lo tenía casi prohibido por su poca nutrición alimenticia, siempre terminaba saliéndose con la suya cuando se trataba de Sasuke. Eran pasadas de las diez de la noche cuando llegaron al restaurante, se sorprendió un poco de que todavía hubiera gente, pero le restó importancia cuando miró al rubio de ojos azules al final de las mesas.

 

Había hecho una pequeña reverencia cuando se presentaron y no pudo evitar emocionarse un poco. Calculaba una edad promedio como la de su abuelo por las pequeñas arrugas que se formaban alrededor de sus ojos cuando los ceñía. Tenía un aspecto cansado, se miraba tan jovial como su tío.

 

—Es mi sobrino.

 

—Itachi no ha perdido el tiempo.

 

—Ordenaré algo rápido, espera aquí Kuro.

 

El niño se sentó frente a la banca de Minato observando como era levemente analizado. Siempre era así cuando se trataba de mencionar el nombre de su progenitor. Estaba un poco harto de que todo mundo tuviera grandes expectativas por ser el varón. Itachi le había recriminado su falta de interés por los estudios, entre otros factores.

 

No siempre era el excelente padre que figuraba ser.

 

—¿Te gusta mucho el ramen, pequeño? — preguntó el rubio. A decir verdad, podía mirar como los iris del niño crecían a ver los platillos de los demás. Kuro era muy parecido a Sasuke, casi podría jurar que era su hijo, sin embargo, conocía a Mikoto, y eran los mismo rasgos dulces y delicados que la fémina.

 

—Kuro, puede llamarme Kuro — contestó con euforia.

 

—Entonces tú puedes llamarme Minato.

 

—¿Está bien que lo llame así? — ha decir verdad, pocas personas en Japón eran llamadas por su nombre de pila y sin una terminación de respeto al finalizarlo. No conocía del todo la cultura, pero su padre no había sido indulgente en ello.

 

—No hay alguien más para decirte que no.

 

Kuro sonrió ampliamente mientras asentía. No conocía a esa persona, pero ya le caía bastante bien. Sasuke se había sentado entre ambos para comenzar una charla trivial entre adultos. El pequeño había dejado de prestarles atención justo en el momento en que el ramen había llegado a la mesa.

 

Minato no había podido sonreír como hacía unos años atrás. Era inevitable no mirar lo símil que aquel niño de iris azules era a su hijo. Podía verlo en él, la forma descuidada en la que comía, la manera en que manchaba sus mejillas, pero sobre todo, la eufórica sonrisa que contagia a los demás cuando se sentía feliz. Dejó que la atmosfera se llenaba de calidez mientras disfrutaban los alimentos.

 

Por un segundo quería fingir que Naruto estaba entre ellos, por un minuto quiso creer que en realidad pasaba un bello momento con su nuero y nieto. Podría protegerse con una mentira mientras disfrutaba de un platillo que hacía años no tenía sabor…

 

—He conseguido un contacto.

 

—¿Crees que pueda servir?

 

—Su nombre es Orochimaru.

 

 

 

 

 

Rubio, jamás había odiado tanto su cabello. Ojos azules, parecía el mínimo requisito para estar ahí, a su lado. Sonriendo como si el mundo no importara más ¿Qué tanto tenía que amar para poder recibir una caricia correspondida? Su vida en algún momento había cambiado a ese grado, a tal intensidad de amar que el dolor opacara su euforia por él.

 

Dejó que las lagrimas nublaran su vista, que las caricias borraran su dolor y que sus sueños le hicieran vivir en una utopía. Podía sentir ese sabor impregnando sus labios, esa fragancia matando su coherencia, ese sentir tan apasionado mezclando sus sentidos, haciendo cada día más débil su razón de ser. No podía escapar de esos brazos, no podía decirle que no.

 

Itachi lo necesitaba y Deidara haría cualquier cosa por complacerlo.

 

Fin del capítulo seis.

Notas finales:

Dejen comentarios, SON GRATIS.


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