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Estigmas por Pikacha-sama

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Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenencen, son de Kishimoto-sama.

Capítulo uno: Secuestro.

 

La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren.

Arthur Schopenhauer.

 

Preparar la boda no había sido sencillo para ninguno de los dos, no por su habilidad natural para pelear, sino por la singularidad de sus familias. El clan Uchiha era más conservador y tradicional, mientras Namikaze, era moderno y liberal. En otras palabras, cuando Mikoto quería flores naturales, Kushina quería de plástico.

 

Sin embargo, y ante todo pronóstico el día tan afamado de la boda llegó. Una mañana de otoño, con la brisa fresca de un resplandeciente amanecer. Justo unas cuantas horas antes, Sasuke se había encargado de demostrarle a su prometido lo mucho que significaba su lazo con un par de caricias que terminaron con sus ropas regadas por la habitación.

 

Sonreía de medio lado con arrogancia, como sólo alguien de su clan podía expresar. Estaba lleno de unas emociones que pocas veces en su vida había experimentado, estaba seguro que Naruto era la única persona que podía provocar eso en él. Sus manos sudaban, nervioso del gran paso que estaba por dar, pero no le era posible exteriorizarlo, no estaba en su linaje demostrar señales de debilidad.

 

Esperaba paciente a un lado del altar mientras sus amigos cuchicheaban entre ellos. Era sorprendente que a pesar de que diez largos años habían transcurridos apenas llegara esa etapa de vida, había vivido tantas cosas con el rubio, tantos momentos guardados celosamente en su memoria. La mayoría de las personas que lo rodeaban conocían su historia, sus antiguos problemas, e incluso, apostaría que unos habían disfrutado sus peleas.

 

Bufó molesto escuchando a lo lejos como Sakura e Ino murmuraban algunas anécdotas embarazosas que no quería recordar del todo. Todos habían conocido las aventuras que habían tenido en la preparatoria con sus locas hormonas tomando el control. Se sorprendía de que Naruto no hubiera salido embrazado ya, al principio habían sido torpes y descuidados respecto a su sexualidad, pero un jalón de orejas de parte de Jiraiya les bastó a los dos.

 

—Tranquilo, Uchiha — le musitó Neji a su lado mientras se acomodaba la corbata de su traje. Le sonreía arrogantemente, también impaciente por el inicio de la ceremonia. El castaño había estado presente desde el comienzo de la relación de ambos, y aunque al principio no había estado del lado del azabache, se alegraba de que las cosas hubieran terminado así.

 

—¡Muy pronto estarás al lado de Naruto-kun! — exclamó otro azabache de cejas poblanas mientras hacía una pose con el pulgar hacia arriba. Lee era un gran amigo de Naruto, así como el novio de Sakura, un gran aliado a la hora de interceder por su pareja.

 

Pensó en que la mayoría de sus amigos eran gracias a lo mucho que su novio había influido en su vida de manera positiva, en como lo había jalado de las aguas turbias que lo inundaban con facilidad. Naruto le había salvado de tantas cosas que jamás encontraría la manera de pagarle, en ocasiones, sentía que sus acciones no le bastaban como una muestra suficiente de amor.

 

Minato observaba receloso desde lejos la vestimenta del prometido de su hijo. Dolía saber que el pequeño que había criado con tanto esmero pasaría a ser parte de otra familia, pero muy en el fondo de su corazón sabía que el azabache era muy buen partido, sólo que no le perdona haberle arrebatado a su pequeño de sus brazos.

 

Fugaku a su lado pensaba que el padre de familia rubio no podía dejar de ser tan infantil con respeto a su hijo. No había mejor partido para Naruto que Sasuke, podía casi apostar que estaban hechos el uno para el otro. En sus memorias todavía vagaba el día en que lo conoció, con aquella cálida sonrisa y dominación sobre su segundo descendiente. Al final, el azabache había comenzado una conversación de negocios sacando de su ensoñación al rubio. Hablar de las empresas que tenían fundadas y que muy pronto unirían para lograr una mejor utilidad siempre le hacía sentir mejor.

 

Kushina miraba a su esposo con fascinación, por un segundo había pensado que se levantaría y se empeñaría en que la boda se cancelara, siempre había sido sobreprotector con su primogénito. Aun a ella, le dolía saber que su único hijo pasaría a formar su propia familia, aunque, desde el principio había sabido que Sasuke era la única persona que amaría con tal intensidad a su pequeño rubio.

 

—¿Crees que Minato se pueda contener? — preguntó Mikoto soltando una pequeña risa nerviosa. Se había esforzado tanto en esa boda como la misma pelirroja, las dos librando una batalla para tomar las decisiones correctas, sin embargo, Naruto al final se había hartado y las había amenazado con contratar a un profesional. Ahí fue cuando comenzaron a trabajar en equipo.

 

—Traje una mordaza y cloroformo por si es necesario ´ttebane — contestó con una sonrisa pícara, mientras su compañera la daba palmadas en la espalda en señal de aprobación.

 

Tsunade sonrió escuchando los planes de contención en contra de su hijo, Jiraiya le había dicho lo problemático que sería si el rubio se ponía de pie para robarse al nieto, sin embargo, nada podía evitar la felicidad que se respiraba en esos momentos. La llegada de Naruto estaba siendo esperada con muchas ansias. Sin embargo, tal vez solo fuera ella, pero a pesar de que había ganado la apuesta contra el albino sobre la propuesta de matrimonio en el cumpleaños del trigueño, algo no le olía bien. No cuando siempre que terminaba ganando una apuesta significaba un mal augurio.

 

 

 

 

 

Algo malo estaba pasando y su maldito instinto se lo dictaba. Habían pasado dos horas desde que Naruto debería de haber llegado y no había dado ni una señal de vida. Se cansó de hacerle múltiples llamadas al rubio, si quería jugarle una maldita broma se había excedido con creces.

 

Hace más de media hora comenzó a caminar de orilla a orilla escuchando los cuchicheos de los invitados, lejos de importarle, le estresaban. Necesitaba silencio, no podía concentrarse ni comunicarse consigo mismo. Se sentía naufragante en la obscuridad, pero… ¡Naruto no podía abandonarlo! ¡Jamás!, no después de haber vivido millones de capítulos a su lado ¿de verdad pensaba dejarlo plantado? Cerró los ojos mientras apretaba los puños.

 

Uno, dos, tres minutos pasaron y la situación seguía en su mismo estado. No encontraba ninguna razón justificable para que el rubio demorara tanto tiempo, sus malditos nervios lo estaban llevando a pensar en cosas inverosímiles. Suspiró mientras se tocaba la cien tratando de mantener la compostura, ¡al diablo con todo ese bullido!, si Naruto lo que quería era jugar lo iba a hacer.

 

Él mismo iría a buscarlo.

 

Caminó por el largo pasillo del altar hacia la puerta. Sus pasos habían hecho eco por el recinto mientras las miradas se enfocaban solamente en él. Minato fue el primero en ponerse a su lado. Tal vez Sasuke no le cayera bien, pero estaba seguro de que su hijo era incapaz de dejarlo o abandonarlo.

 

Algo malo debió haberle ocurrido para no llegar.

 

 

 

 

Dos horas antes, Naruto no podía dejar de mirarse delante del espejo. Se sentía realizado con la boda, un poco adolorido por el deseo que lo había consumido unas horas atrás, pero inmensamente feliz de saber que desde ahora su apellido sería el mismo que el de su prometido.

 

Ese día sería el más especial de todos.

 

Volvió a mirar el hermoso kimono que lo adornaba, blanco. Era ilógico y le causaba mucha gracia que significara pureza, se había dejado amar y perdido tantas veces por la pasión en las manos de Sasuke, que ya no creía poder tenerla o recuperarla algún día. Sonrió perversamente esperando que esa misma noche pudiera volverse a perder entre las llamas del amor.

 

—Será m-mejor irnos y-ya — tartamudeó su mejor amiga mientras se alisaba el vestido, totalmente nerviosa, por un minuto pensó que era la azabache quien se casaría y no él. No le carcomían los nervios, sólo se sentía volando en una nube de felicidad.

 

Hinata llevaba un hermoso vestido de tonalidades moradas, era muy atractiva. Con el cabello negro perfilando su rostro y un labial rosado pálido, sus mejillas teñidas de un durazno discreto, le hacían ver inocente y humilde, una princesa digna de ser la pareja de Neji Hyuga.

 

El rubio volvió a sonreírle como si no hubiera un mañana mientras se giraba de nuevo al espejo, detallando cada parte de sí. Sus ojos azules brillaban con más intensidad, su piel acanelada relucía con la prenda blanca, una pequeña capucha adornaba su cabellera rubia. El obi lo llevaba contorneando su silueta de doncel, mientras su rostro sobresalía por la euforia reflejada en él.

 

—Ese teme babeara por mí ´tteba — susurró entusiasmado. Estaba seguro de que su novio se miraría muy atractivo con su traje japonés, pero él, en ese momento, lucia como todo una Deidad.

 

La fémina soltó una pequeña risa encantada por los comentarios del chico, siempre había sido único y especial, su prometido había tenido mucha suerte en acapararlo desde su pubertad. No recordaba un sólo momento en que no estuvieran juntos, no había Naruto sin Sasuke y viceversa.

 

Cerró los ojos cegándose por el amor que lo recorría, en unos minutos más estaría junto su persona destinada, aquella con la que había vivido miles de anécdotas. Sonrió como bobo enamorado recorriendo la habitación con la mirada. En su casa sólo quedaban ellos dos, la azabache era quien lo acompañaría a la ceremonia en la limosina. Toda su familia ya se encontraba en el salón de eventos.

 

Cuando la puerta de la recamara fue abierta lentamente Hinata seguía embalsamada mirando la apariencia de su amigo para prestarle atención a algo más. Sin embargo, el trigueño lo observó con ilusión mientras le regalaba una tierna y pequeña sonrisa, esperando una broma por su imagen.

 

Lejos de mirar sus intenciones lo saludó con un pequeño movimiento de manos, pero antes de que la azabache pudiera girar a mirar a su invitado, un objeto se impactó contra su cabeza y cayó en la inconsciencia al instante. Naruto abrió los ojos sorprendido sin poder creerlo.

 

—¡HINATA! —vociferó tupido a la situación, había corrido a auxiliar a su amiga, pero unos fuertes brazos lo detuvieron —. ¡¿Qué diablos te pasa?!  — Quiso morder la mano que lo apresaba mientras pataleaba asustado, sin embargo, cuando el pañuelo con cloroformo le tapo la nariz supo que no escaparía tan fácil.

 

Luchaba contra sí mismo y del sueño que lo apoderaba al instante, sabía que no había manera de escapar y eso era lo que más le aterraba, porque a pesar de no saber qué iba a pasar con él en cuento cerrara los ojos, a su mente solo podía ver venir la imagen del rostro de su prometido y lo mucho que se preocuparía…

 

«Sasuke…» divagó su mente antes de perderse en un mar de incertidumbre.

 

 

 

 

Neji había corrido al encuentro con su novia tirada en el piso. Su cara de horror no caía en el asombro de la situación. Hinata no respondía a su llamado ni a los pequeños golpes que soltaba sobre su mejilla, había sangre en su cien; él se preocupaba más y más.

 

A penas dos semanas atrás la azabache le había dicho que estaba en cinta.

 

Minato había recorrido la casa gritando el nombre de su hijo sin recibir respuesta. Al ver el escenario de la chica desmayada y ni un rastro de su primogénito las lágrimas habían empañado su visión, temiendo lo peor. ¡El maldito chofer de la limosina tampoco había aparecido! ¡¿Dónde diablos estaba Naruto?!

 

Sasuke estaba parado en el marco de la puerta, sin decir absolutamente nada. Su mente divagaba en diferentes escenas que pudieron haber pasado, cada una más terrorífica que la anterior. Su mente parecía perdida en un sueño, una pesadilla. Era como si todo comenzara a pintarse de colores grises, el sonido se había apagado para solo escuchar un zumbido, como si estuviera aturdido. La habitación comenzó a hacerse cada vez más grande a su alrededor, como si las paredes cobraran vida y su vista poco a poco dejara de enfocar.

 

«Naruto…» susurró su mente sin ser capaz de aceptar la realidad que lo golpeaba.

 

Se sintió incapaz de todo, un manto le había cegado la vista. Los siguientes minutos miró a todos moverse, pero para él no era nada. Sólo eran manchas borrosas pasando de un lado a otro. Sus sentidos seguían sin reaccionar, su boca no podía emitir sonidos, era mudo. Trató de volver en sí, de pensar en que nada malo podría pasarle a una persona como su prometido.

 

Se habían ido al hospital más cercano para atender a Hinata, Neji parecía ser el único que no había caído en desesperación. Minato lloraba en silencio mientras se agarraba la cabeza, y Sasuke parecía perdido, obsoleto, estaba estoico a todo lo demás. La peor parte se la había llevado él.

 

Había tenido que llamar a la madre de Naruto para informar la situación. La pelirroja los alcanzó en el hospital al igual que los padres de Sasuke, unos cuantos amigos y familiares de ambos. El silencio se había hecho en la sala de espera mientras los demás no hallaban la manera de ayudar.

 

Itachi había tratado de acercarse a su hermano menor, pero este había rechazado cualquier tacto. No podía si quiera asimilar la idea de perderlo, la idea de saber que no estaría nuevamente a su lado, para sentir la compasión de alguien más. Estaba recargado sobre una de las blancas paredes del recinto cuando una voz pudo sacarlo de su mutismo.

 

—¿Familiares de Hyuga Hinata? — preguntó un hombre de bata blanca, cabello castaño y lentes de fondo de botella, traía una tabla con papeles sobre puestos y miraba directamente hacia ellos.

 

—Soy su prometido — señaló Neji, acercándose al doctor. Se había mantenido lo más sereno posible que había podido, pero sus nervios eran visibles a través de sus ojos cristalinos. Sus suegros no tardarían en llegar y hacer toda una escena digna de una familia tan adinerada como la suya —. ¿Cómo se encuentra ella?

 

— Acaba de recordar la consciencia, le hemos dado unas puntadas en la herida — diagnosticó con una sonrisa ladeada —. Sólo pasará la noche aquí para que podamos verificar su proceso, le hemos hecho estudios y todo indica que no fue nada gra…

 

—¿Podemos verla? — preguntó Sasuke con soberbia, la esperanza de saber algo del rubio le nublaba el juicio. Había interrumpido al otro sin detenimiento, sin importarle lo grosero que pudiera ser. Neji había fruncido el ceño ante sus acciones, pero tampoco había alegado nada.

 

—Sí, pero sólo una pers…

 

—¿En qué habitación está? — volvió a interceptar la palabra del doctor. Sentía la adrenalina recorriendo su cuerpo, llenándolo de ilusiones, necesitaba saber que había pasado con su rubio ¡ya! Su mente acumulaba recuerdos, pensamientos errados y la ira lo dominaba por no obtener lo que quería.

 

—Piso dos, habitación 630 — soltó el profesional arrugo la frente por la actitud tan grosera del moreno. No esperaba ese trato con una buena noticia, esperaba por darles más indicaciones sobre la salud de la señorita cuando el hombre había salido corriendo directo a las escaleras.

 

—¡Sasuke! — le llamó Neji, pero el otro se hizo oídos sordos. Sí el azabache seguía con esa actitud solo sería capaz de cometer una locura. Corrió detrás de sus pasos mientras el medico los miraba, despectivo. Ese era un lugar de descanso, no para que dos adultos mayores corrieran por los pasillos.

 

Uchiha no tardo en subir las escaleras y dar con la habitación de la fémina. Una enfermera le había mirado con el ceño fruncidoal pasar a su lado y golpearla ligeramente el hombro, pero al moreno no le importaba nada más que saber de Naruto, definitivamente todo había pasado a segundo nivel.

 

Abrió la puerta sin tocar, topándose con Hinata en bata de hospital, una venda sobre la cabeza y muchas lágrimas delineando su perfil. La chica parecía pedirle perdón con la mirada y eso, eso simplemente lo mata de manera lenta. Sentía apuñaladas sobre la espalda, un vacío dentro de sí y no lograba controlar ese sentir.

 

—¡Habla, maldita sea, Hyuga! — rugió sin importarle nada más. No podía con el maldito nudo en su garganta para volver a vociferar, no podía con sus piernas que parecían a punto de caerse, ¡¿Por qué no le decía dónde estaba Naruto?! ¡¿POR QUÉ?!

 

—Y-yo…

 

—¡¿Dónde está?! — gritó más fuerte, estaba cayendo al borde de la desesperación por no encontrar respuestas. Sus ojos destilaban furia, pero al mismo tiempo preocupación. Ni siquiera notó cuando sus manos se habían vuelto tan ariscas como para tomar de los hombros a la chica sin delicadeza.

 

—¡Sasuke, suéltala! — vociferó con ira desde el marco de la puerta. Neji también estaba colérico del comportamiento del moreno. La enfermera había llamado a seguridad por ello. Le arrebató a su novio tomándola bajo sus brazos, la chica había soltado un sollozo incapaz de mirar a cualquiera de esos dos hombres a los ojos.

 

—L-lo s-siento — trató de disculparse, pero el castaño le susurró que no tenía que hacerlo. Él iba a protegerla, incluso, de sus propios amigos.

 

—¡Joder, habla! — clamó golpeando la pared más cercana a sí. No podía esperar más, no quería hacerlo ¡quería a su prometido y lo quería ya! ¿Es que nadie lo comprendía? El rubio lo era todo para él, absolutamente todo.

 

—Naruto-kun y y-yo… — comenzó el relato con nerviosismo, sintiendo como Neji le apretaba la mano en señal de apoyo. Sobre el marco de la puerta habían aparecido los rostros preocupados del rubio y no pudo hacer más que agachar el rostro, escuchó el rechinar de dientes de Uchiha e inhaló todo el aire que pudo —. A-alguien entró a la hab-habitación, golpeó mi cabeza… y-yo no p-pude ver s-su rostro, sólo r-recuerdo c-como gritaba mi nomb-bre

 

—¡No puedes hablar en serio! — gritó Uchiha al borde de la cólera. Aventó la pequeña mesa que había en el costado de una esquina. Miraba fijamente a la azabache buscando una pizca de duda en su confesión y lo que más ardía en su pecho, es que sabía que era verdad —. ¡No, no, no! — exasperado había corrido a la salida ¡tenía que buscarlo! Todavía tenía que estar cerca, él no podía desaparecer, así como así. Tenía que estar por algún lado ¡tenía que rescatarlo!

 

—Sasuke… — trató de llamar su madre desde el fondo, Fugaku estaba en el mismo estado estoico que los demás. Itachi se había retirado un par de minutos atrás y ella era la única que podía calmar a su hijo —. Sasuke… — volvió a llamarlo, pero el otro seguía en estado de negación.

 

Había retrocedido, golpeó la ventana de la habitación que daba para fuera hasta que se rompió. Vaciló en sus pasos, pero al final trató de apartar a todo aquello que estuviera a su paso. Iría a buscarlo, aunque fuera al mismo infierno. Sus ojos se habían vuelto opacos, nublados por su propia tormenta, porque la lluvia delineaba su perfil. Las lágrimas recorrían sus pómulos hasta perderse en su barbilla.

 

Mikoto trató de acercarse a la mano de su hijo, sangraba. Pero el moreno la trató con indiferencia quitándose de su camino. No quería saber nada de nadie que no fuera Naruto. Empujó ligeramente a Minato para pasar a través del marco de la puerta mientras el hombre derramaba lágrimas con dolor, su mirada estaba perdida, opacada por su tempestad.

 

—¡Sasuke! — llamó su progenitora una vez más, pero ni siquiera eso lo detuvo —. Basta, Sasuke — susurró en forma de suplico, su voz había sonado quebrada, al punto en que el contrario giró a verla. El hombre parecía muerto en vida, la fémina corrió a su encontró abrazándolo con calidez, pero para el azabache no era suficiente.

 

—Tengo que buscarlo, mamá… tengo que encontrarlo…

 

—Detente, Sasuke…

 

—¡No!, ¡Voy a matar a quien se lo haya llevado!, ¡voy a matarlo! — exigió con énfasis mientras su progenitora trataba de detenerlo. Su hijo se estaba dejando guiar por la furia y la sangre seguía corriendo por su costado, como su madre debía de detenerlo, aunque por su cabeza pasara la misma idea que el menor.

 

Tres guardias de seguridad habían llegado mientras la enfermera le seguía por detrás. Fugaku intervino entre los presentes, tratando de evitar un escándalo. Lee se había acercado para ayudar a la azabache, pero éste se había puesto más violento. Era como si en ese momento no fuera Sasuke, si no otra persona, una llena de ira, furia y cólera. Como si esa parte noble de sí hubiera muerto.

 

¡Nadie podía arrebatarle a Naruto!, ¡absolutamente nadie!, ninguno de los dos sabía vivir sin el otro. Se amaban y el lazo de su conexión no sería tan fácil de romper. Ni aunque la enfermera le inyectara un sedante, ni si sus ojos se cerraban, el rubio era suyo, solamente de él, y si para recuperarlo tenía que matar o herir a alguien no dudaría en hacerlo.

 

No sabía vivir sin él.

 

Y trató de no caer en la inconciencia, pero las lágrimas le indicaron que era mejor dejarse perder, antes de que su corazón dejara de tener la fe.

 

 

 

 

Algo le hacía querer despertar, un extraño ruido en su cabeza le gritaba que era hora de abrir los ojos, pero no quería. Sentía que algo no estaba bien, que estaba teniendo una pesadilla, pero el ligero dolor en sus muñecas hizo que abriera los ojos asustado. Ante la paranoia, por dos segundos temió estar ciego, pero la habitación estaba a obscuras. Tardó un par de minutos para que sus ojos se acostumbraran a ello.

 

Pero aquello estaba lejos de tranquilizarlo. La opresión en sus muñecas junto con la de sus pies le ponían los nervios de punta. Estaba amarrado en una silla en un recinto sin ningún filtro de luz, en un lugar que ni siquiera conocía, justo el día que debería ser el más feliz de su vida.

 

Los parpados le pesaban con malestar, su cuerpo estaba entumecido por la posición y el tratar de liberarse solo empeoraba la situación. No supo cuento tiempo duro intentándolo, pero juraba que no iba a darse por vencido. Los recuerdos en su cabeza todavía eran borrosos, pero no permitiría que nadie le dañara.

 

Ni el miedo haciendo mella en él.

 

La luz apareció como un rayo violento sobre sus ojos, los apretó con fuerza mientras sentía su respiración hacerse pesada. Podía escuchar el mismo los latidos agitados de su corazón. Apreció sus costados, su kimono roto sutilmente de sus piernas y el sudor palmar su rostro. Estaba hecho un asco.

 

Giró la vista al frente, encontrando a su verdugo. Quiso susurrar su nombre, pero no pudo; las palabras murieron atoradas en su garganta, mientras recordaba su último momento en casa. Mirando caer a una de sus mejores amigas sin poder hacer nada, sintiendo como unas manos ajenas lo abrasaban.

 

—Tú, no… — musitó sin poder recuperar el aire, sentía como la respiración lo estuviera abandonado, ¿por qué?, ¿Por qué él haría algo como eso? Frunció el ceño mientras apretaba los puños —. ¡Déjame ir, ttebayo!, ¡Suéltame, maldita sea! — clamó moviéndose más, intentando liberarse de la soga que lo detenía.

 

El hombre delante de él, era otro, no era el mismo que conoció un día. Se estaba relamiendo los labios como si fuera a comerse a su presa en ese mismo instante. Naruto no podía mirar la belleza que destilaba, con su vestimenta esparcida por su cuerpo acanelado, roto, sucio y perdido. Se acercó hasta quedar frente así, acariciando lentamente su mejilla con calidez, intentando transmitirle esos sentimientos que tenía a quema ropa, por el contrario.

 

Aquellos sentimientos que le nublaban el juicio.

 

—Desde hoy nada nos separará, Naruto-kun… — le susurró para tomar su barbilla y dirigir su vista hacia arriba. Se había inclinado hacia su cuello hasta depositarle un suave beso sobre la piel desnuda.

 

Y sin quererlo, supo que los dos hermanos Uchiha estaban perdidamente enamorados del ultimo Namikaze.

 

 

Fin de secuestro.

 

 

Notas finales:

Esto fue lo último que revisó mi BETA, espero que comprendan un poco la ausencia que he tenido, espero que todo este embrollo termine para septiembre.

Gracias por continuar leyendome.


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