Dicen que los lazos de hermandad son los más fuertes, los hermanos Kaiba lo tienen bien presente en el sentido literal de la palabra.
-¿Qué me traes hoy, Mokuba?
Hacía un par de meses que el pequeño de cabellera negra había comenzado a tomar un curso de Shibari o mejor conocido generalmente como “bondage”, a petición y curiosidad de Seto ¿En qué pensaba? No estaba seguro pero sabía bien en quien confiar para compartir sus secretos. Ahora su voz estaba ligeramente cargada con frustración porque a su parecer habían ido demasiado lentos, demasiado suaves.
Mokuba por su parte iba a su propio ritmo, Seto tendía a desesperarse cuando no obtenía lo que quería pero simplemente no le parecía algo tan sencillo tener que someter, aunque fuera a petición, a su hermano mayor, ni mucho menos que fuera en su oficina.
Hubiera preferido mil veces la mansión y de preferencia en su habitación para mayor privacidad pero a consideración de Seto era una pérdida de tiempo tener que buscar un espacio ideal.
-Algo que esta vez puede gustarte, supongo.
Traía consigo su portafolios que en vez de contener informes y demás chucherías de oficina pero en lugar de ello traía consigo su repertorio de cuerdas y un par de telas, esas que Seto detestaba por su aparente suavidad pero que una vez se vio atrapado en sencillos pero firmes nudos, les dejó de rezongar.
-Usa la sintética de Nylon.
Siempre era el que elegía, Mokuba no puso más objeciones y comenzó a extender las cuerdas mientras Seto aflojaba un poco su corbata y se despojaba del saco, después tomaba asiento mientras mostraba sus muñecas a su hermano para indicarle que podía comenzar a atar.
-Antes de iniciar… Recuerda la palabra de seguridad, por favor, Seto.
Otra de las cosas que molestaban al empresario pero su hermano menor era en algún sentido apegado a las normas de lo nuevo que aprendía, pero no era sólo eso sino que realmente temía llegar a lastimarlo, por ello adoptaba las medidas de seguridad necesarias. Bajo un gruñido contestó.
-Exodia ¿Contento?
Mokuba asintió satisfecho. Ya recordada procedió con los nudos que recién había estado practicando antes de llegar a la corporación, su principal regla de oro era el jamás atar en el cuello además de tener a la mano tijeras por casos de emergencia.
Entre cada nudo se llevaba una cuerda completa por lo general y otras cuantas para las ligaduras, esta vez tenía pensado usar un nudo especial, recordaba que le decían que no era un nudo cualquiera sino uno que ataba voluntades, también uno de los más peligrosos además de complejos.
Eso por la parte superior, la inferior era en donde más dudas llegaba a tener pero el ver el rostro mata personas en Seto le hacía sacudirse esas ideas y procurar que hubiera un roce con las cuerdas con sus genitales, que la firmeza en sus glúteos lo dejara sin aliento, que sus talones no se separaran ni aunque quisiera de su trasero.