Por si un fuera poco, la fascinación de la ropa de color negro no era su única obsesión, también estaba por vestir latex, a su punto de vista era mejor que la ropa convencional de poliéster y algodón que lo hacían sentir inseguro además de desnudo. Irónicamente.
-¿En serio prefieres estos, otro yo?
Cuando Yugi se tomaba la tarea de acomodar el guarda ropa de ambos, siempre sacar esa ropa con apariencia de hule y chicle le daba un escalofrío inexplicable.
-Es cómoda, con ajuste perfecto, básicamente es un segunda piel ¿Qué más puedes pedir?
Yami inconscientemente al estar cruzado de brazos, con su índice hacía un movimiento de fricción sobre su piel al hablar del tema además de que su expresión se suavizaba y sus ojos tendían a brillar incluso más que cuando buscaba nuevas estrategias para su baraja.
En el repertorio de Yugi había de todo un poco para Yami, playeras sin mangas; algunas capuchas que prefería usar cuando quería pasar desapercibido en la noche cuando solían perseguir a los cazadores de sombras y alguno que otro pillo que les robaba algo; no podían faltar sus pantalones, esos que Marik y Bakura le solían hurtar de vez en cuando pensando que tenían algún poder místico que le daba las victorias inexplicables, sigue preguntándose de dónde sacaron tal chorrada, pero no los culpaba, si los habían vestido ya habían entendido su comodidad; chaquetas y esos botines, sus favoritos para ser más específicos.
Con la ropa interior no fue la excepción, salvo con las calcetas, único y pequeño detalle.
A veces excedía un poco su gusto, cuando Kaiba se abrió un poco con Yugi, e inconscientemente con su espíritu, y les narró un poco de su vida con Gozaburo, al mencionar los objetos como la fusta y alguno que otro látigo, su sentido de alerta se activó, sus ojos nuevamente brillaron y su mente trabajó a años luz pensando en cada detalle pero haciendo mucho énfasis en los objetos mencionados.
El problema fue que no pudo imaginar la tortura en un sentido cruel, quiso golpearse por tener pensamientos eróticos al respecto.
Cuando estaba en el cuerpo de Yugi, dentro de la casa, y tendía a aburrirse por no tener nada importante o interesante que hacer, jugueteaba con la gargantilla que su compañero siempre portaba desde antes que él apareciera.
Sonreía para sí al pensar en una persona tan adorable como Yugi compartiendo su mismo gusto culposo aunque al instante desechaba la idea y la sustituía por una lasciva en la que el mismo chico que armó el rompecabezas del milenio se encontraba portando una máscara completamente cerrada, con una bolsa de aire como las que hay en los aviones en caso de despresurización de la cabina como único modo de respiración.
Tal vez cubierto de pies a cabeza por el mismo material, imaginar una fusta por su boca para separar sus labios y que mordiera la punta de la vara. Para cuando dejaba de navegar en su imaginación ya se había quedado dormido.