Ser un duelista de entretenimiento le daba un amplio repertorio de ropa extravagante y para él era parte del espectáculo el variar las vestimentas cada cierto tiempo.
En una de sus tantas sesiones de modelaje no supo cómo terminó en un vestido con mangas largas color vino. Sólo supo que tenía curiosidad, mucha curiosidad y gracias a la ausencia de su amiga Yuzu en el lugar, él mismo tuvo que salir en busca de una botella de agua. En su andar entre los pasillos del estadio de duelo terminó por tropezarse con un sujeto cualquiera que iba de paso.
-Disculpe, jovencita, no vi por donde iba.
Se sonrojó tímidamente y es que no pudo evitar verse como una chica aun sin tener un atuendo como tal, por su complexión podía hacerse pasar por una agraciada jovencita. Incluso se había olvidado por completo de que llevaba ese atuendo pero se sentía tan normal, tan natural que lo pasó por alto.
De repente se escuchó un estruendo, algo había caído y para cuando miró en todas direcciones se encontró con su amiga pelirosa recargada sobre la pared después de haber dejado caer la caja de trucos que Yuya solía llevar casi a todos sus duelos para tontear en momentos críticos.
-¿Yuya, eres tú?
Y para el despiste del mencionado todavía giró su cabeza en todas direcciones para asegurarse de que no le hablaba a nadie más. Recibiendo casi al instante un golpe de los abanicos que siempre cargaba la chica.
-Serás despistado ¿En serio no encontraste nada más?
-Bueno, la tela es cómoda y muy fresca.
A Yuzu le escurrió una gota en la sien y meditó mejor el aspecto de su amigo.
-Ahora que lo pienso, no te sienta nada mal. Realmente pareces una chica.
Dese ese momento Yuzu se volvió una especie de asesora de imagen femenina para Yuya, en un punto muy interno de la chica, una pequeñita y diminuta voz gritaba de emoción cada que Yuya le pedía ir de compras y claro, resultaban tiendas departamentales femeninas.
Había ido un par de veces con Ruri, Rin y Serena pero nada se comparaba a esa nueva experiencia. Y lo mejor del asunto fue que no terminó ahí, también le consiguieron extensiones en color carmesí con destaques de ese verde de su cabellera, además de adornitos casuales para el pelo, moños, pasadores, diademas y uno que otro accesorio mono como esos mini sombreros con plumas de múltiples colores.
Por si no fuera suficiente el chico no quería sólo limitarse a la ropa sino también al calzado y eso implicó tacones, de todos tipos y tamaños. Yuzu le recomendó que con los flats era más que suficiente pero Yuya insistió tanto que no pudo negarse que en su interior también le emocionaba ver eso.
Total, ya había mucho furor por el motivo de algunos hombres que podían caminar y hasta bailar como diosas, y no como venaditos recién nacidos, con tacones de aguja. Eso moría por verlo en Yuya.