A veces aún dolía recordar cada centímetro marcado en su piel, el acero caliente rebanando su espalda para cuidar el secreto del faraón, una experiencia que ni por nada en el mundo querría repetir y para su fortuna no era el único que pensaba de ese modo.
“Eres patético cuando piensas en eso”
-¿Pedí tu opinión?
“El recordarlo es pensar en mí, olvidas que soy producto de tu odio”
No le gustaba que ese tipo de charlas afloraran cuando estaba en público, específicamente cuando salía a los mercados de pulgas en excusa de buscar una pieza para reparar su flamante motocicleta que, después de mucho al fin había logrado conseguir y, gracias al mismísimo diablo en persona era que se había volcado en una de esas noches que le daba por echarla a andar a toda marcha en pleno desierto.
Ishizu trataba de convencerlo de que seguir con ese lado pesado era malo para él, que con mucho gusto si decidía expulsarlo por siempre de su cuerpo podría intentar algún ritual antiguo que el chico conocía muy bien y declinó de la generosa oferta de su hermana.
A diferencia de Yugi y Bakura, la parte oscura de Marik no tenía un pasado en el Egipto antiguo por ende seguía estando juntos de algún modo menos agresivo que en sus inicios, a el pequeño Ishtar le daba por pensar en voz alta y al loco por entrometerse y burlarse de sus dilemas personales, al paso del tiempo ambos se acostumbraron a su extraña y nada convencional relación personal – alter ego.
-Sí y por eso mismo lo pienso.
No pudo predecir que sentiría sus dientes en el brazo, una mordida que le dio por querer soltarle un gancho a la quijada si tan sólo no fuera tan transparente y tuvo que fingir que lo había pinchado un insecto pero después la cosa fue peor… la pierna, la mano, los costados, la nuca, a ese maldito le fascinaba verlo hacer el ridículo.
Una vez de vuelta a su hogar se desvistió la playera para observar esas marcas amorfas y tocarlas delicadamente para palpar su profundidad que no debía ser nada superficial pues parecía que en cualquier momento sangrarían.
-Ya estarás contento. Te odio.
“Lo siento, me irrité.”
-Para no existir causas bastante daño…
“Existo porque así lo deseas”
Ignoró por completo lo último para vestirse una playera holgada de tela suave y de mangas largas, si Ishizu le volví a encontrar esas mordidas movería cielo mar y tierra para extirparle su alter ego, sacarlo de raíz como a una hierba mala. Quiso sentarse pero el flexionar las piernas parecía un reto, acostarse ni pensarlo era como si lo hubieran vuelto a tatuar al calor del metal.
-Una disculpa no estaría de más, sabes.
Nada.
-Bien…
Una vez estuvo en su habitación y puso el pestillo a la puerta se desvistió para recostarse despacio en su cama. Entonces lo sintió, su oreja estaba atrapada entre las fauces de su maniático reflejo.
“Voy a volver a morder cada marca de hoy…”
-¿Esta vez serás cuidadoso? En verdad arden.