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Fiebre por Dtzo

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Lo observó por semanas, claro que desde la comodidad de su oficina y llegó a un acuerdo consigo mismo y con lo que estaba por hacer, que no sería fácil o algo que no dejara repercusiones a largo plazo pero no es de esas personas que se rinden sin hacer el intento.

Además notaba como, al igual que él, resentía la ausencia del espíritu del faraón.

 

 

Abordó a Yugi de la manera más inusual que hasta a sí mismo le sorprendió, tal como un vándalo fue en una noche fría hasta su hogar y buscó entrar por la ventana, para su fortuna no tendría que romperla, Yugi acababa de levantarse de una pesadilla.

Como Seto Kaiba es un hombre de hechos y negocios fue directo al grano comenzando por el primer e irrefutable síntoma que era el recuerdo de Atem en ambos a lo que Yugi pudo responder en silencio con un llanto ahogado, con nadie había vuelto a tocar el tema y que alguien que los repudia a muerte se acercara para extirpar sus remordimientos le dejó sin defensas a sus verdaderos sentimientos que reprimía a toda costa.

Algo que quedó claro esa noche fue que comenzarían una relación que tuvo un par de líneas a seguir en ciertas circunstancias, nada que comprometiera la integridad de ambos pero si tenía que ser sincero, lo que Yugi sabía era que no iba a ser algo cien por ciento rosa.

Tampoco fue algo que quisieran ventilar por doquier pero tampoco iban a dejar que fuera una cosa cualquiera, atención era lo que ambos pedían cada cierto tiempo en que las salidas y juntas de trabajo que eran para una sesión de besos tiernos y un par de abrazos entre leves suspiros de sus respectivos nombres.

 

 

Cuando Seto pasaba un día arduo o por algún lapsus de estrés pedía que Yugi lo acompañara a la mansión y era ahí donde todo cambiaba para ambos. Lo tierno que dejaban en la oficina o en sus salidas casuales se tornaba algo candente y desesperado por sentir sus respiraciones, sus pieles y las sábanas.

El recorrido que compendia de la entrada a la habitación era casi una eternidad para Yugi por lo abrumador que resultaba la mansión, para Kaiba por la desesperación que le martillaba el cuerpo comenzando por su creciente erección que a penas y lograba ocultar.

No era rudo o delicado, no era romántico o indiferente, no sabía qué hacía teniendo sometido a Yugi bajo su cuerpo mientras lo exploraba buscando memorizar cada centímetro con sus cinco sentidos, su sabor, su aroma, su tacto, su vista, sobre todo grabar a conciencia esa voz delirante de placer por el momento.

Adentrarse en su pequeño amante y poseerlo en todo el sentido de la palabra era algo que venía buscando desde hacía tiempo atrás pero no precisamente a él, sino a quien sus ojos podían ver, a quien sus labios podían invocar de entre los muertos para traerlo a la vida en sus encuentros sexuales.

Algo que a Yugi le dolía en el alma más que las estocadas que experimentaba pero Kaiba había sido bastante claro desde un inicio:

“En donde quiera serás Yugi, pero en la cama serás Atem”


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