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Moneda de cuatro caras. por contrateMCarey

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UNA SORPRESA PARA ARIEL

La boda había sido todo un éxito, en la iglesia ambos novios habían dicho “Acepto” y ahora todos se encontraban celebrando llenos de regocijo y alegría. Ariel podía notar que por alguna razón el ambiente era totalmente sincero y las personas ahí en verdad sentían felicidad por los novios. En la pista de baile casi todas las parejas festejaban, e incluso quienes habían ido solos lo hacían logrando no parecer solterones, sólo unas cuantas parejas permanecían sentadas en las mesas de aquel gran salón de eventos.

Él tenía que ayudar a su hermana a cambiar de ropa en uno de esos cuartos privados que todos los salones de fiestas tienen para los festejados, tras haber estado más de cuatro horas con tacones y un pesado vestido de novia era normal querer cambiar por algo más cómodo, aunque para su hermana la comodidad se materializaba en un vestido de noche y unos tacones levemente más bajos lo cual a Ariel le paecía infame.

Eventualmente César se encontraba con ellos en la habitación, pero no prestaba atención a lo que su novio y su cuñada hacían, estaba demasiado concentrado en la pantalla de su celular, pero Ariel también estaba demasiado concentrado en su hermana y las cosas que hacían falta en la fiesta pues lo último que quería era que ella siendo la festejada fuera la última en disfrutar del evento.

—Faltará vino y gaseosas para dos mesas, la comida apenas va a alcanzar para todos y si sacamos el pastel ahora comenzará a remojarse mientras reunimos a todos los invitados frente a la mesa central pero si lo hacemos después los haremos esperar, vaya, una boda es demasiado esfuerzo —dijo Ariel exhausto sólo de pensar lo que faltaría en toda la noche.

—Así es hermano, podrás ver que no es para nada fácil —respondió su hermana, con una mirada bastante especial le dio a entender que se preparara porque algún día sería su turno, Ariel la entendió perfectamente.

—Puedo hacer una llamada y pedirle a un buen servicio que transporte más bebidas para el resto de la noche, respecto a la comida…

—No te preocupes —interrumpió Isabel—, Mario ya viene en camino con más.

—Ah, con que por eso no lo he visto.

—Así es, además la gente en este momento se está divirtiendo, relájate un poco hermano, te estresas más que yo.

—Tú no tendrías por qué estresarte, es tu día especial hermana.

—Pero ni siquiera estás disfrutando tú, hice esta fiesta para todos.

—Ya vuelvo amor, tengo que hacer una llamada en el estacionamiento —se entrometió César mostrando una expresión en su cara bastante peculiar la cual Ariel no pudo distinguir, pero definitivamente eso no estaba unas horas atrás.

César salió por la puerta y la cerró con delicadeza, Ariel volteó y lanzó un gran suspiro, había entendido que estaba tan enfocado en la fiesta que no le estaba prestando nada de atención a su novio, a quien él había básicamente obligado a asistir.

—¿Ves? Debes calmarte hermano —regañó Isabel, tomó la mano de su hermano y ambos se sentaron en uno de los dos únicos sofás con los que contaba la pequeña habitación—. Este es mi evento, yo decidí organizarlo porque quería compartir la felicidad de mi compromiso y si te invité fue para que lo disfrutaras junto a César, no para que te estresaras.

—Lo sé hermana es sólo que no puedo evitar preocuparme por ti, nuestra madre ya no vive entre nosotros, no hemos sabido nada de nuestro padre en décadas y nuestra tía no pudo venir desde Nueva York, si nadie te cuida hoy ¿Quién lo hará?

—Yo misma, no soy ninguna debilucha Ariel y eso ya deberías saberlo, sé que me quieres cuidar y lo agradezco demasiado hermano pero debes darte cuenta de algo.

—¿De qué? —preguntó Ariel confuso.

—Todos estamos solos en el mundo y lamentablemente así vamos a morir pero ¿Qué tiene de malo si compartimos un lapso de nuestras vidas con alguien? Yo sé cuánto me quieres porque yo te quiero del mismo modo pero por nuestros compromisos y nuestro trabajo nuestras vidas han tomado caminos separados y es normal, podemos seguir en contacto pero ya no estamos juntos como cuando éramos niños, no necesito que me cuides, sin embargo hay alguien quien sí quiere estar contigo y a él lo ves todos los días, hermano, te quiero más que a mi novio y seguro tú a mi también pero por favor cuida de César que él es quien te acompaña ahora, y por favor no te estreses más, ya llegará el momento de tu boda en el que seré yo quien disfrute y tú quien sufra ¿De acuerdo?

Ariel vio perplejo a su hermana, definitivamente ya no eran aquellos niños que habían cruzado a través de tantas dificultades, ahora era una joven mujer sabia que no quería nada más que lo mejor para todo el mundo, por un momento sintió que ella brillaba como un ángel.

—De acuerdo, entiendo.

—Anda, ve por tu novio que ya lo tuviste toda una hora pegado a la pantalla de su celular —animó Isabel.

Ariel asintió y salió en la búsqueda de César, mientras corría hacia el estacionamiento pensó en las palabras de su hermana. Todo lo que había dicho era verdad, era duro de asimilar pero sus caminos ya eran distintos aunque eso no quería decir que su vínculo de cariño terminaría, ese perduraría durante mucho tiempo, sin embargo también tendrían que formar y cuidar de más vínculos durante su vida si querían disfrutarla, para él su vínculo más preciado en ese momento era César y no quería hacerlo enojar, al encontrarlo lo cargaría, lo besaría con pasión y bailarían juntos toda la noche, incluso pudo visualizar durante un momento la imagen en su mente de su preciado novio recibiendo el anillo de compromiso.

Llegó al terroso estacionamiento pero no vio a César, tal vez la obscuridad del pueblo y la falta de alumbrado en el terreno no ayudaba pero no veía ninguna silueta, pensó que seguramente ya habría vuelto al salón por lo que decidió volver pero alcanzó a distinguir una sombra a unos cuantos metros a pesar de la obscuridad, creyendo que era César se acercó con emoción.

—¡César! Al fin te encuentro.

—¿Ah? Lo siento amigo, no soy ese que buscas —respondió el hombre, cuando Ariel se acercó a él lo suficiente pudo ver que no era su novio, era un chico de rasgos muy anchos, cabello negro y mucho más alto que César.

—¡Oh, perdona! Es que estoy buscando a mi novio, no sé en dónde esté, me dijo que haría una llamada en el estacionamiento pero no le veo —dijo Ariel apenado.

— ¿Por qué no lo llamas por celular?

— ¡Buena idea! —reconoció Ariel, quien buscó en sus bolsas sin éxito, una imagen se interpuso en su mente y recordó que lo había dejado en la habitación donde su hermana cambiaba de ropas—. Demonios, lo olvidé en el salón.

—Vaya, estamos en la misma situación, el mío se fue hace un rato y no lo he visto, venía por mi celular para llamarle y yo lo olvidé en el auto, si quieres puedes acompañarme y  llamarle al tuyo desde mi número.

—¿En serio? —preguntó Ariel sintiendo algo de desconfianza.

—Claro, sígueme.

Ariel se encaminó junto con aquel extraño, el tipo ante sus ojos era bastante feo, habría a quien le gustara sin duda alguna por su estatura o la apariencia masculina que poseía, pero ante sus ojos era alguien que simplemente no le atraía.

—Eres el que entregó a la novia ¿Verdad? —preguntó el desconocido

—Así es.

—Por eso me eras familiar, mi novio no lo sabe pero siempre cargo conmigo una copia electrónica de la llave de nuestro auto, agradezco que sea así.

—Ya veo.

—Este es mi auto —dijo el extraño llegando a un hermoso Mercedes de no más de dos años de antigüedad, Ariel contuvo la sorpresa pero en verdad lo último que esperaba es que un tipo tan mal parecido tuviera un auto de ese calibre.

El desconocido tocó un botón en la llave electrónica de su auto, se escuchó el seguro de las cuatro puertas desbloquearse, entonces abrió las puerta del chofer y se inclinó por su celular. La luz interna que el auto encendió como todos los automóviles lo hacen cuando sus puertas son abiertas mostró algo que Ariel no creyó…

DANTE NO SE SORPRENDE.

Dante quiso llorar durante la boda, no era el hecho de conocer a los novios o el acto lo que le hizo sentir eso, es sólo que le ponía triste ver que en el mundo había personas que sí eran felices en pareja mientras él todos los días tenía que curar las heridas que le hacía su novio, cuando tu vida está mal y ves una que es perfecta tienes dos opciones, envidiarlos o sentirte miserable, él había escogido la segunda opción.

En la recepción todo parecía ir bien, las parejas se divertían, la música era buena y el ambiente formado por bebedores responsables le agradaba bastante a Dante. La mesa donde él y Bernardo pasarían la noche se encontraba un lugar a la derecha de la mesa central de los novios, ambos se sentaron ahí y no intercambiaron ni una palabra durante una hora, fue durante todo ese tiempo en el que Bernardo no prestó atención a otra cosa que no fuera la pantalla de su celular.

Por alguna coincidencia extraña se escuchó en todo el salón una de las canciones favoritas de toda la vida en el repertorio de Dante, “Summer nights” en la versión de la incomparable Olivia Newton John y el cuestionable John Travolta, temió preguntar pero no perdía nada si lo intentaba.

—Amor ¿Quieres bailar?

—Sí, ahorita, sólo espera, en el laboratorio hay problemas.

—¿Las UFC presentan anormalidades ambientales? —preguntó Dante interesado.

—Te dije que me esperes.

Una de las materias favoritas que Dante había cursado antes de abandonar el bachillerato fue microbiología, el mundo microscópico era su especialidad y lo que más llamaba su atención, de vez en cuando leía a escondidas los ensayos de su novio para aprender un poco más yotras veces corregía sus cálculos sin que éste se diera cuenta, le ponía triste no poder opinar, pero una depresión la cual tuvo que resistir estoicamente atacó a su corazón cuando terminó la canción y varias de las parejas se besaron, era imposible resistirse con esa canción.

Bernardo finalmente dejó el celular, sirvió en una copa un poco del vino que se encontraba en el centro de la mesa, la bebió rápidamente de un solo trago, limpió sus labios con la manga de su esmoquin y se levantó de la mesa.

—Voy al baño, no te muevas de aquí —ordenó a Dante

—Pero yo quiero bailar.

—Entonces ve, pero no hables con nadie ¿Vale?

—Claro —accedió Dante, comprendiendo que no tendría caso ir a bailar si no iba a socializar.

La espera no habría sido inusual de no haber sido que Bernardo ya había demorado más de veinte minutos en el baño, no importaba la necesidad, Dante ya había vivido lo suficiente con él como para comprender que jamás tardaba tanto en el baño, esta observación habría sido pasajera en la mente de Dante de no haber sido porque recordó que aún no entregaban a los novios las copas con las que brindarían en el clímax de la noche.

Fue a buscar a Bernardo al baño para recordarle pero no lo encontró, le pareció extraño, buscó su teléfono celular en su esmoquin y grande fue su sorpresa al no dar con el aparato, lo había olvidado en el auto y por haber gastado todo su tiempo autocompadeciéndose no lo había percibido hasta ese momento en el que lo necesitaba.

Incluso una persona tan controlada por su pareja como Dante le guardaba secretos, uno de ellos era la copia electrónica que había hecho de las llaves de su automóvil, lo había hecho como medida preventiva por si alguna vez quería escapar de casa, pero por esta vez le serviría para ir al automóvil por su celular y así recordarle a Bernardo que debían entregar las copas, él no las podría entregar o de lo contrario su novio notaría que tenía un duplicado de las llaves.

Salió hacia el terreno que servía como estacionamiento en aquel salón, le sorprendió que fuera de un lugar en donde tanta gente celebraba eventos hubiera tan poca iluminación, apenas podía distinguir el camino hacia su auto al cual se encaminaba hasta que un extraño lo abordó.

—¡Cesar! Al fin te encuentro —dijo aquel extraño que por alguna razón no lo asustó, sin embargo había dado con la persona incorrecta.

—¿Ah? Lo siento amigo, no soy ese que buscas.

—¡Oh perdona! Es que estoy buscando a mi novio, no sé dónde esté, me dijo que haría una llamada en el estacionamiento pero no le veo.

—¿Por qué no lo llamas por celular? —le sugirió Dante al notar su pena y preocupación por su novio.

—¡Buena idea! —el extraño busco en su ropa, pero Dante sabía que si una persona se toquetea demasiado y no encuentra lo que busca es porque no lo lleva consigo—. Demonios, lo olvidé en el salón.

—Vaya, estamos en la misma situación, el mío se fue hace un rato y no lo he visto, venía por mi celular para llamarle y yo lo olvidé en el auto, si quieres puedes acompañarme y puedes llamarle desde mi número.

—¿En serio?

—Claro, sígueme —respondió Dante al notar la desconfianza de aquel sujeto.

El sujeto le parecía familiar por algún motivo, al verlo le gustaba su físico pero detestaba su estilo, especialmente esa barba que tenía el arreglado hípster que tanto odiaba, no era una barba como la de Bernardo que reflejaba seriedad, era más bien una barba por moda, como si tuviera la intención de llamar la atención.

—Eres el que entregó a la novia ¿Verdad? —preguntó Dante.

—Así es.

—Por eso me eras familiar, mi novio no lo sabe pero siempre cargo conmigo una copia electrónica de la llave de nuestro auto, agradezco que sea así.

—Ya veo.

—Este es mi auto —dijo Dante al llegar a su vehículo, lo abrió y la luz interna se encendió mostrando su celular, cuando entró para alcanzarlo el extraño suspiró terriblemente y después lanzó un grito.

— ¡Cesar! —gritó el extraño desbordando desesperacón en su voz.

Dante volteó la mirada al asiento trasero de su carro y ahí vio a Bernardo, con la camisa desabotonada y los pantalones abajo acompañado de un completo extraño el cual aún tenía el pene de Bernardo insertado, no le sorprendió, ni siquiera le dolió, lo que sintió fue un miedo terrible porque había descubierto que su novio le era infiel.


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