La Única Excepción
I
"Si consigues durar tres años en esa compañía, lograrás lo que quieras" es lo que le sugirió de modo enérgico su tutor a modo de eslogan y presión para ser alguien en la vida, hecho que Bill estaba dispuesto a hacer.
A sólo una semana de su regreso a Londres, visitó a sus amorosos padres, hermanos y parientes incomodos como su tía Muriel y tío Fabián para corroborar que seguía con vida, reacomodó su pequeña casa en Shell Cottage para que fuera habitable para su nueva vida y ordenó sus pensamientos sobre lo que debía de hacer. Sí; Bill estaba listo para su entrevista de trabajo con redoblados ánimos.
Su condición de beta hacía todo más fácil pues con buen carácter, su perfeccionismo innato, entusiasmo y un buen desempeño podía escalar cuán alto quisiera. Sí que estaba agradecido con su condición de vida pues no podía negar que en su familia hubo variedad y siendo siete hermanos: 4 de ellos betas, 2 alfas y 1 omega, sí que parecía que trataban de genera la estadística poblacional.
-Buena suerte amor, ten mucho cuidado- murmuró su novia de cinco años Fleur en su oído con tono meloso en cuanto salió de su casa cerca del mar.
"Corrección, prometida..." se dijo con un temblor que recorrió su médula espinal. Aun no se acostumbraba con el cambio de etiqueta y dudaba algún día acostumbrarse.
Siempre se autonombró como alguien seguro de lo que quería, que en caso de necesitarlo seguía la corriente, pero el matrimonio con todas las letras, no era algo que estuviera en sus planes de corto plazo.
Si bien hasta hace un par de meses atrás consideró que primero tendría un trabajo fijo, un nuevo piercing en alguna parte de su cuerpo y probablemente un tatuaje de dragón en la espalda antes de pensar casarse... todo se sumergió en el caos cuando obedeció a su padre y su charla de "es mejor prevenir a lamentar". Por obvias razones, aquello sumado con él un arranque de nostalgia por 27 años recién cumplidos, compró un anillo de compromiso simbólico, una argolla sencilla que era un promesa a si mismo más que nada y su determinación a dársela al amor de su vida cuando estuviera listo.
Claro que en cuanto recobró la conciencia tras la cruda realidad, guardó secretamente la argollar en su chaqueta más vieja junto con sus cavilaciones y por obvias razones, Fleur la encontró al cabo de un mes con tremenda sonrisa pintada en sus labios y lágrimas en sus ojos, antes de abalanzarse contra el exclamando "Esto es justo lo que necesitaba, eres todo lo que quiero, Bill. Claro que quiero casarme contigo" ¿Cómo decir lo contrario tras de eso? Simplemente no podía idear una forma para escaparse de ello.
Sabía que tarde o temprano tendría que dar ese gran paso, pero no lo quería en ese mismo momento por más que sus padres, hermanos y amigos decían que estaba en su momento justo para sentar cabeza. No sabía que decir.
Amaba a Fleur de eso estaba seguro, pero algo siempre terminaba por detenerlo cuando trataba de imaginarse el resto de su vida con ella; la chica que pese a ser una omega, destinada a alguien más, le entregó sin miramientos su corazón.
No sabía si era falta de convención de su parte, desidia al buscar que era lo que realmente quería o algo que faltaba a su relación sumida en la inminente cotidianeidad y la tendencia a la aburrida perfección que comenzaba a cansarle.
-Este no es el momento para pensar en ello- se dijo apretando el puente de su nariz, esperando concentrarse para su entrevista de trabajo.
Miró hacia arriba el imponente edificio de un perfecto art deco con amplios ventanales, que se alzaba solemne sin deberle nada a nadie. Apretando más su mano alrededor del asa de su portafolio, se decidió entrar.
Claro que escuchó los rumores de lo turbia que era esa compañía, dudaba que alguien no lo hubiera hecho en toda Gran Bretaña ya que los chismes tan ligeros como el aire recorren grandes distancias a tan corto tiempo, pero él mismo no era una persona que le importara lo que decían los demás pues prefería corroborar con sus propios ojos para poder crear su propio criterio.
Fue por ello que le dio una oportunidad al trabajo, el cual aunque no se especificara en qué consistía, la paga parecía buena. ¿Qué tenía que perder?
-Buenos días. Vengo a una entrevista de trabajo para el puesto vacante. Me citaron a las 11- exclamó frente a la recepcionista que con su mejor gesto indolente, lo miró por arriba de sus gafas.
-¿William Arthur Weasley?- tecleó algo en su computadora sin regresar a verlo. Trató de sonreír para causar una buena impresión.
-El mismo-
-Pase. El director ejecutivo seguro lo está esperando, su junta debió terminar hace diez minutos- pronunció con profesionalidad escaneándolo de arriba abajo como si pudiera indagar más de él con solo hacer eso.
-¿Directamente con el director?-externó su duda. No es que estuviera muy familiarizado con las entrevistas pues entró en su anterior trabajo directamente tras terminar la universidad, pero sentía que un magnate multimillonario como decían que era ese hombre, no podía ser el entrevistador.
-Por supuesto. Le gusta encargarse el mismo de todo- dijo como si fuera lo más lógico del mundo -En la sala 203 al fondo es la segundo de izquierda a derecha- Bill asintió con la cabeza -Y te sugiero que no le muestres tu maletín, porque no la gusta perder el tiempo leyendo tonterías. Será mejor que le hables directamente viéndolo directamente a los ojos, no le gusta que divaguen-
Bill hizo nota mental, listo para enfrentar lo que se le pusiera en frente. No creía que fuera más difícil que lo ya logrado por sí mismo desde que salió de casa para buscar su camino por su cuenta, por tanto, con paso seguro se dirigió a abrir la puerta.
Lo que vio fue algo que no espero ver.
Al menos no en el primer día que pisaba ese edificio, justo el momento de su entrevista laboral. "Las habladurías se quedan cortas con esto..." se dijo tratando que la sorpresa no se reflejará en sus ojos.
Dos hombres sin pantalones arremetiéndose contra el culo y boca de un tercero más joven completamente desnudo. Revisó el número de la sala en la espera de algún error de su parte, pero el numero coincidía con el que le dio la recepcionista. Estaba donde debía estar, pero no sabía en qué momento atravesó un portal que lo introdujo como principal espectador de una película pornográfica.
"Tiene que ser una broma" pensó comenzando a cabrearse.
No creía que aquello estuviera pasando, estaba casi seguro que era una tomada de pelo. Supuso que el ruido que escuchó cuando tomó el pomo de la puerta en sus manos debió de alertarle, pero ¿Quién imaginaria ver un trio de buenas primeras con el que sería su tal vez futuro jefe?
Entre todo el tumulto de gemidos, movimientos proveimiento de varias direcciones y el sonido del escritorio rechinar, un par de ojos amatista lo miraban sólo a él. Un color extraño enturbiado con deseo que le era imposible mirar a otro lado.
Quedarse parado como palo ahí sin hacer nada le comenzaba a parecer una tontería, pero sus músculos no parecían responder; mucho menos cuando pudo ver que el teatro terminó y los vulgares hombres canosos mancharon la pálida piel del más joven junto con un par de sillas.
-Bueno es todo caballeros, pasen al salón de al lado a refrescarse y que tengan buen día- exclamó el hombre joven tras aclararse la garganta al momento que recogía del suelo una camisa arrugada para ponerse la sobre sus desnudos hombros.
-Un placer hacer negocios señor Black- exclamó el más calvo de los dos hombres, estrechando la mano del de ojos amatista. Se quedó de piedra ¿ese era el director ejecutivo Regulus Black? "no puede ser posible..." se dijo parpadeando un par de veces.
-Lo mismo digo señor Richards- sonrió enigmático estrechando su mano.
Los ojos amatista volvieron a enfocarse en el cómo apenas cayendo en cuenta que seguía ahí.
-Hola, debes de ser William, un gusto- dijo echando su cabello rizado hacia atrás con una mano- lamento haber tardado demasiado, esta estúpida junta demoró más de la cuenta, pero ya sabes, a los estadunidenses les vuelve loco el acento y tonterías como esa- mostró sus perlados dientes blancos como si fuera divertido.
-Claro, las negociaciones tardan de más cuando hay más envuelto que una simple reverberación con acento inglés- desvió la mirada, pasándole un pantalón que estaba cerca de su pie. Los ojos amatista se abrieron aún más como si le hubiese parecido ingenioso o la acción fuera curiosa. No supo discernir cuál de los dos era pero creía que ya era tiempo de irse.
-Ja- fue lo único que dijo tomando la prenda entre sus manos –ven, sígueme. Deja aclararme un poco para poder entrevistarte adecuadamente- le guiñó el ojo –y deja tu bendito portafolio en una esquina, es horroroso y de mal gusto-
La puerta lucia tan tentadora para salir por ella sin mirar atrás, pero sin saber porque su lado curioso ansiaba ser saciado; obedeció sin rechistar.
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Todo parecía surreal.
"Ni si quiera se porque sigo aquí" se dijo con pesadez viendo el pulcro despacho blanco con su escritorio de madera oscura tallada a mano con varias pilas de papeles desordenados alrededor de una computadora.
Conteniendo su manía del orden miró para otro lado, como los estantes de libros desacomodados aquí y allá, muchas gavetas de todos tamaños y colores y uno que otro cuadro colgado en las paredes que le parecían de Cezanne, pero no podía estar seguro.
El joven regresó con paso rápido sin que sus pisadas se escucharan en el alfombrado suelo. Se veía resuelto y con mayor profesionalismo con su traje de un azul marino y su cabello acomodado atrás. Nada que ver con la primera impresión. Se sentó frente a él y era obvio que era un omega, con sus feromonas envolviendo el ambiente y manipulándolo a voluntad. Sabía lo atractivo que era y jugaba con ello.
Había tanto que quería decir, tantas dudas que su boca como si tuviera mentalidad propia, escogiendo la que mas le mosqueaba, habló.
-¿No eres muy joven para ser el director ejecutivo de esta mega empresa mundialmente conocida?- preguntó queriendo darse un golpe mental y más porque no podía detenerse. Tenía mucho que preguntar y la curiosidad era más grande -¿Cuántos años tienes? ¿20?- el azabache río de buena gana.
-Sí que vas al punto. Me agrada eso- negó con la cabeza -para tu información soy más que el director ejecutivo. Soy gerente, incluso presidente, además tengo edad suficiente para dirigir una compañía. Tengo 36 por si te lo preguntas- Bill arqueó una ceja incrédulo, simplemente no podía creerlo "¿Es más grande que yo? Imposible"
Como si leyera su mente amplió su sonrisa antes de agregar -la esencia de hombre es rejuvenecedora, como un facial; aunque nunca me ha gustado tragarlo, es asqueroso… cada quien sus gustos- se alzó de hombros. Bill hizo una mueca.
-Claro. Es un tema muy profundo por abordar en un martes social-
-Si tienes razón, seguro deben de haber cientos de debates sobre ello en la televisión cada día- recargó sus codos sobre su escritorio -y cuéntame sobre ti William. ¿Qué te animó a querer formar parte de esta compañía? porque por cómo me estebas viendo allá atrás, supongo que eres de esos cerrados trogloditas que piensan que los omegas no pueden crear una megacorporacion de la nada-
Se ofuscó ¿Cómo podía pensar eso de él? Si bien lo tomó por sorpresa semejante espectáculo, creía en el "vive y deja vivir" por tanto, si no le afectaba a su persona ¿Qué importaba como hacia sus negocios?
-Yo no lo veía de tal manera y no tengo ese pensamiento retrógrado. Creo que sin importar la clase las personas son personas al fin y al cabo, con habilidades que pueden explotar. Si usted siendo Omega llegó hasta aquí fue supongo por convicción lo cual es muy admirable… incluso puedo decir que debe ser bueno en su trabajo para que lo siga manteniendo en la cima... Y para que lo sepa, yo soy un beta. Tengo hermanos Alfa y Omega. Incluso mi novia es Omega y no creo que nadie sea menos que el otro solo por ello-
"Prometida, Fleur es mi prometida ¿porque no puedo decirlo?" se repateó por no acostumbrarse aun a aquello. ¿Era muy difícil acaso?
Sin notar su debate mental, el mayor rió entrelazando sus dedos sobre el escritorio.
-Estaba bromeando contigo. No creí que te lo tomaras tan apecho, eres extrañamente serio para el aspecto que te cargas... por cierto me gusta tu piercing y con ese cabello rojo te da un aire salvaje- se llevó la mano a la oreja "No puede ser" No recordó quitárselo antes de salir de su casa pero ya era muy tarde para lamentarse.
-Eh… gracias, supongo- dijo avergonzado alzándose de hombros.
-Entonces señor sin prejuicios y de alta moral ¿qué es lo que esperas conseguir trabajando para mí? ¿Has trabajado antes en una empresa? Porque supongo que alguna experiencia has de tener…-
-Si tengo experiencia. Fui el mejor de mi clase en la Universidad y estuve trabajando por seis años en Egipto en el Banco Nacional- asintió -y lo que espero es poder adquirir mayor experiencia laboral, sin embargo no sabría decir "en que" con exactitud, porque no sé exactamente en qué consiste el trabajo-
-Ansioso por adquirir experiencia… bien, bien entonces ¿Estarías dispuesto a trabajar en la zona caliente? Porque no hay mejor lugar para empaparse de un poco de esto y aquello-
-¿Perdón?- no entendía a que se refería, pero sonaba truculento.
-Me refiero a ser mi asistente personal. Así es como se le llama al puesto pues hay mucha acción y debes aprender a meter tus manos en el barro. No todos pueden soportarlo- dijo indolente quitándose una pelusilla invisible de su saco -pero viéndote bien- hizo una pausa analizándolo de arriba abajo con sus preciosos ojos amatistas que centellaban con frivolidad -no te ofendas, pero no pareces de los resistentes mucho… incluso con tu perfil de chico malo, creo que eres blando…- eso lo ofendió muchísimo que lo obligó a contraatacar.
-No soy blando, claro que puedo hacerlo. Si lo duda póngame a prueba- amenazó poniéndose en pie. Los ojos amatista destellaban aun más. Cayó justo donde lo quería y no se dio cuenta.
-Bien, siendo así te doy 6 meses de prueba Billy, sin embargo no creo que dures más de 3. Tu predecesor apenas soporto sin colapsar dos meses y fue el que se ha quedado más tiempo- esa maldita sonrisa socarrona comenzaba a sacarle de quicio.
-Le demostraré lo contrario; seré el mejor asistente del mundo y se tragará sus palabras-
-Vale. Bienvenido a la empresa William Weasley- exclamó alargando su delgada mano para estrechar la suya –pídele a Mayen tu horario y el anexo para que comiences mañana… ya veremos de que estas hecho-
Prácticamente lo empujó fuera del despacho antes de cerrar la puerta de tras de él.
¿Que acababa de pasar?
No lo sabía a ciencia cierta, pero sin lugar a dudas comprendía con forme se alejaba de aquel lugar, con dos folders en la mano, que acababa de venderle su alma a Regulus Black y su limpia manipulación en un viaje que parecía no tener retorno.