NAPHALEM
Y, desgraciadamente, somos de nuestros padres y madres, iguales y aún opuestos, una decadencia y la otra luz. De hecho, la unión de ángel y demonio creó una tercera esencia. Y nosotros somos esos niños. Somos los nephalem. Existimos como medio ángel y mitad demonio, pero completamente una nueva entidad. Y debido a nuestro linaje, nos amaron. Y debido a nuestra diferencia, nos temían. Dentro del equilibrio tembloroso entre el amor y el miedo está la relación de nosotros con nuestros padres y madres”
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14 AÑOS ANTES
Las noches en la sala de emergencias eran las favoritas para el doctor Hanibal Lecter, las horas previas al amanecer solían generarle una extraña sensación de paz. Habiendo atendido una considerable cantidad de accidentes caseros, intoxicados y un par de apuñalados, el joven doctor se disponía a tomarse unos minutos al aire libre. Las noches de febrero en New Orleans, frías más no congelantes, ofrecían un agradable ambiente para relajarse. A pesar de ser más de las dos de la mañana, la ciudad respiraba vida y bullicio, gracias al carnaval anual.
Ser un alpha, con un exacerbado sentido del olfato tenía en ocasiones sus desventajas, en momentos le hacía sentirse realmente abrumado. Este agudo sentido, fue justo lo que le impulso a volver la vista hacia su izquierda, justo hacia la entrada trasera del hospital. Allí caminando tambaleante y lentamente, pudo observar la figura de alguien pequeño, con ropa raída, la cabeza cubierta con el gorro de su sudadera y oliendo espantosamente a alcohol, como si hubiera tomado un baño con los contenidos de una licorería. El pequeño personaje entro vacilante a la sala de emergencias, quizá buscando un lugar en donde pasar la noche, o en donde conseguir algo más fuerte que el licor.
Apenas un par de minutos después, una de las enfermeras vino en su búsqueda, una llamada por una colisión múltiple de autos, requería de todo el personal en la sala.
El accidente cobro al menos 15 víctimas, cuatro de ellas mortales, el Dr. Lecter caminaba por el pasillo con su ropa manchada de sangre y los brazos adoloridos por intentar salvar a una mujer de 15 años , dándole CPR. Necesitaba con urgencia un cambio de ropa y de ser posible un buen baño. Su sentido del olfato le advirtió de nuevo; el tipo con olor a licorería estaba cerca. Se detuvo de repente en la esquina, cuando vio a la pequeña figura, escurriéndose cuidadosamente hasta el cuarto de insumos, probablemente en busca de opiasios o algo más.
Espero un par de minutos y siguió sigilosamente a aquel misterioso personaje, abrió cuidadosamente la puerta y encendió la luz de repente y allí estaba. Sorprendido el individuo volteo y el Dr. Lecter se encontró mirando en los ojos más azules que hubiese visto, el ladrón era un chico escuálido, de no más de 12 años, con mejillas rosadas.
El chiquillo salió de su estupor y se lanzó con todas sus fuerzas hacia la puerta... la cual estaba bloqueada por el lituano. Hanibal sujeto con facilidad al muchacho, mientras este pateaba y empujaba con todo su ser.
- Suélteme por favor!, Déjeme ir! No he robado nada! Déjeme ir- chillaba desesperado. El Dr. Lecter se limitó a sujetarlo fuertemente, casi en un abrazo. El olor a licorería asalto de nuevo sus sentidos, acompañado de un olor dulzón, como el de los albaricoques recién cortados. Allí fue cuando lo supo, el muchacho, literalmente se había “bañado” en licor barato para disimular otro olor, el aroma de un omega en celo.
- Tranquilo, relájate, no quiero hacerte daño- decía Hanibal, tratando de respirar por la boca, mientras el omega seguía pateando. - Escúchame! Voy a soltarte, pero tienes que calmarte! De acuerdo?- le susurro al muchacho usando su voz de alpha, mientras lo apretaba de nuevo contra su pecho. Después de unos segundos, el ladronzuelo asintió con la cabeza y el doctor relajo poco a poco sus brazos.
Apenas lo hubo soltado, el muchacho se alejó lo más posible, mirándole de reojo desconfiadamente, evaluando el espacio, posiblemente buscando una ruta de escape. – Mi nombre es Hannibal Lecter, estoy a cargo de la sala de urgencias, puedo ayudarte si me lo permites- le decía mientras levantaba ambas manos en señal de paz.
El cuerpo del joven omega parecía vibrar de cansancio y desconfianza, sus irritados ojos lucían a punto de desbordarse en lágrimas, pero aun así, su mirada reflejaba una ferocidad y resistencia admirables. – Ayudarme? Si claro, me ayudaras enviándome a la policía? O tal vez calentando tu cama?
El rostro del doctor esbozo una leve mueca de disgusto, ante la vulgar mención. – Eres un omega, probablemente entrando en su primer periodo, estas en medio de un hospital a horas de la madrugada, luciendo bastante maltrecho, por lo que obviamente necesitas ayuda rápidamente. Porque no te sientas en esa camilla y me permites examinarte, así ambos terminamos de una vez con todo esto-
El joven miro hacia donde el médico le señalaba y sin saber porque y contrario a sus instintos siguió su indicación. Con una mueca y quejido de dolor subió a la camilla, mientras observaba con cautela al doctor. –¿ Hannibal Lecter? ¿Qué clase de nombre es ese? ¿Eres ruso o algo?- pregunto sardónicamente.
- Es lituano, significa lector- Hannibal, caminaba lentamente, telegrafiando sus movimientos al joven omega.
- Ja! Un caníbal culto- espeto el muchacho
- ¿Disculpa!?- el medico se detuvo por completo, parpadeando y mirando desconcertado al insolente.
- ¡Hannibal, suena como caníbal! - sonrió el muchachito, agitando una ensangrentada mano frente a su rostro.
El medico sonrió, recuperando su compostura. Tomo con delicadeza la mano del muchacho para examinarla. Percibiendo de nuevo ese olor a frutas bajo el hedor del alcohol.
- ¡Bien chico listo! ¿Cuál es tu nombre?- Pregunto, mientras empezaba a examinar al joven
- Joe Smith- contesto el menor, agachando la mirada.
Hannibal, suspiro audiblemente, abandonando toda auscultación y dirigiendo al chico una dura mirada le dijo: – Escucha: estoy corriendo un gran riesgo contigo, solo porque creo que necesitas ayuda, pero si sigues con tonterías, puedes irte ahora mismo- continúo dando unos pasos atrás.
Después de reflexionar por unos segundos, el joven omega, respiro hondo y paso saliva, prueba visible de que lo que hacía no era nada fácil. – Will Graham-
El medico dio un paso adelante, acercándose de nuevo al muchacho.
– ¡Hola Will! ¡Un gusto conocerte!. ¿Qué edad tienes?- continuo dando un paso más. El omega le miro calculadoramente y con recelo. – La verdad Will, necesito saber tu edad para calcular una dosis.
- 15, tengo 15 años- contesto temeroso el muchacho de ojos azules.
- ¡Bien! ¡Necesito pesarte!- informo el doctor, extendiendo su mano hacia el joven. – ¿Es tu primer celo? ¿Cuando inicio? ¿En donde están tus padres? ¿En donde puedo contactarlos? - pregunto, mientras media y pesaba a su paciente.
- Es el tercero. Inicio ayer . Y buena suerte tratando de encontrarlos. – respondió Will con rapidez. De pronto sintió como un enorme cansancio lo invadía. Un fuerte dolor en el abdomen lo hizo doblarse sobre sí mismo. Lecter lo sujeto rápidamente y le ayudo a regresar a la camilla, en donde cuidadosamente le quito la maloliente sudadera y le ayudo a recostarse. El aire frio del lugar le causo escalofríos y rápidamente el hombre mayor lo cubrió con una frazada. De forma eficiente y metódica, el medico continuo su revisión, prestando especial atención a las laceraciones y golpes esparcidos por su cuerpo. Will podría jurar que vio en los ojos del extranjero algo similar a la ira, cuando reparo en la lesión que presentaba en el abdomen. – ¿Quien demonios te hizo esto?-
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- Un alpha muy entusiasmado, que no entendió el significado de la palabra NO.- Hannibal tuvo la sospecha de que había mucho más historia tras esa herida, pero prefirió por ahora no incomodar más al jovencito.
- Will, tu periodo está muy avanzado, tengo que darte una dosis alta de supresores, por lo que voy a necesitar la autorización de tus padres.
El muchacho apretó sus puños con fuerza, lidiando con un nuevo espasmo, cuando recobro el aliento, miro con ojos inmensamente tristes y desafiantes al médico. – No conocí a mi madre, desapareció después de que nací. Me crio mi padre, pero decidió que no podría soportar a un hijo omega, así que se largó hace casi un año. Antes de irse me dio una buena cantidad de supresores, pero me robaron la maldita mochila, he usado las pocas que había en casa y ahora necesito más….. Dijo entre jadeos y retorciéndose por el dolor y la incomodidad.
-¿En dónde vives? ¿Quien se hace cargo de ti? - Inquirió el doctor, mientras preparaba una intravenosa para aplicarle al muchacho.
-¡Puedo cuidarme solo! Mi padre rento un pequeño apartamento en Louisiana y he estado trabajando para conservarlo desde que se largó. Tengo un lugar donde vivir, trabajo para subsistir y estoy estudiando. Así que como le dije, puedo hacerme cargo de mí mismo. ¡No necesito de nadie!-
-¿ Louisiana?¿ Viajaste casi dos horas y te echaste encima un litro de licor barato, para poder conseguir supresores?.¡ Vaya Will! ¡Eres un chico listo!- El omega se sonrojo y le miro de reojo.
- ¿Trabajas? Debe ser complicado con los horarios de la escuela secundaria – Continuo el doctor mientras preparaba el brazo del muchacho, revisando al mismo tiempo por marcas de agujas o mutilaciones. Satisfecho de que el chico no parecía usar drogas, al menos no intravenosas, el doctor le informo: – Will, el celo está avanzado, así que necesito aplicarte un supresor intravenoso además de las píldoras. Así detendremos las molestias y estarás más cómodo.
Will asintió con la cabeza, quejándose en voz baja, mientras la aguja penetraba su piel.
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