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RENDICIÓN DORADA por Anmilepe

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Notas del capitulo:

Hola, Angie reportandose.

Estoy tan feliz por todos sus comentarios, en serio, y lamento muchi el hecho de aun no poder responderlos. Les pido que no dejen de hacerlo, me motiva mucho, un comentaria hace una gran diferencia.

Espero que este capitulo les guste, sin mas que decir, a leer.

Atentamente

Angie

Recordaba muy poco sobre su viaje a casa. Algunas imágenes que se deslizaban dentro y fuera de su mente. El color del cielo, el deslumbramiento cegador del sol cuando, de vez en cuando, abría los ojos para cerrarlos otra vez y hallar consuelo en la oscuridad. Estoy drogado, desde luego, pensó vagamente. Hiruzen, con sus pociones, podía aliviar el dolor de la carne y el espíritu con sus secretos brebajes de hierbas secas.

Hubo una notable diferencia cuando surgió del hechizo final de oscuridad. Ya no se encontraba empujado bruscamente contra la dura y áspera litera. Descansaba sobre algo suave que olia a aire limpio y a una fragancia débil de rosas de verano. Las sábanas estaban frescas bajo sus dedos, y su cabeza descansaba sobre una almohada de plumón. Pestañeó para ver el arco tallado encima de la cama, las pañerías finas de seda atadas sobre los postes tallados.

Estaba en casa, en su propia cama. Pero esta no era su cama, y esta no era su casa. Pensar en eso era absurdo. Era la casa del Zorro, el conquistador, el rey de Dubhlain. Él había estado fuera tanto tiempo que había empezado a pensar en ello como suyo. Había dormido en la amplia cama tantas noches solo, noches en las que recordaba su tacto, la única e irresistible fuerza de sus rasgos, la tempestad dulce y la serenidad de la rendición a sus pasiones.

Cerró sus ojos de nuevo. Reposando en esta cama era posible creer que nunca había cabalgado fuera de Dubhlain. ¿Dios querido, por qué se había marchado? ¿Cómo había sido tan idiota? Era increíble creer que, simplemente, se había equivocado de grupo de hombres. Estos parecían esperarlo. ¿Pero cómo?

Algo había salido mal, porque Sasuke no era idiota. Era el hijo de Fugaku Uchiha, un rey sabio en asuntos de guerra y de hombres. Algo se estaba tramando, pero Naruto nunca creería eso, porque él, de hecho, había montado a caballo a la cabeza de un grupo de hombres contra él.

¡No hice nada mal! su corazón gritó. Soy culpable de preocupación, de amar sólo. Incluso yo nunca habría cabalgado contra mi propio padre, pensó amargamente, yo nunca habría cabalgado contra Naruto.

El doncel se dio cuenta ahora de como, completa y patéticamente, lo amaba, y aquella comprensión lo atravesó con un dolor amargo, muy amargo. El amor era una hiel amarga de tragar. Uno podía ser fuerte sin ello, inmune al dolor, poderoso contra cualquier abuso de la carne porque no podía tocar el alma. Pero ahora él era vulnerable. Sus meras palabras eran una puñalada más fulminante que la espada más penetrante. Naruto no escucharía sus protestas de inocencia. Él ya lo había condenado como un traidor.

Entonces de repente supo que Naruto estaba en el cuarto con él. Sasuke no había girado su cabeza, abierto sus ojos, o escuchado el sonido del crujido más leve. Pero él estaba allí, mirándolo. Podía sentir los flujos nórdicos que lo abarcan desde las profundidades heladas de sus ojos.

Le pediré que solo me escuche, se prometió. No debe saber el poder que tiene para herirme, si no, estaré perdido. Soy un principe de Tara, el hijo del más grande rey que alguna vez haya gobernado a los irlandeses.

Abrió los ojos y giró la cabeza para encontrarse con su mirada fija. Lo encontró instintivamente. Él se apoyó en las contraventanas observando el paisaje. Estaba completamente vestido, resplandeciente en carmesí y negro, naturalmente arrogante en la postura, su capa con broche de oro fluyendo suavemente sobre la calmada amplitud de sus hombros.

El doncel estaba en clara desventaja, consciente de su pelo desaliñado, de sus pies descalzos sobresaliendo por debajo del dobladillo del vestido blanco transparente de lino con el que alguien lo había vestido.

Se incorporó hasta sentarse, con cautela, manteniendo sus ojos sobre él, metiendo los dedos de los pies bajo su vestido. No le gustó el frío de su mirada. Sus momentos de mayor calma y tranquilidad eran, definitivamente, los más mortales. Sus tonos más bajos eran los más peligrosos.

Había pasado mucho tiempo desde que él había partido. Sasuke se encontró con un extraño de nuevo, aúnque un extraño que había comenzado a conocer muy bien.

—    Bien — él dijo suavemente—, ya te has despertado. Y pareces bastante descansado—. Él se giró totalmente desde la ventana, cruzando los brazos sobre su pecho, reforzando una pierna contra un taburete—.  Podemos hablar.

—    ¿Hablar? ¿Ahora, mi señor? — El doncel se rió amargamente—. Tu no deseas oírme. No tengo nada que decirte.

—    Te sugiero que empieces con algo.

Determinado a esquivar cada ofensa con una tranquila calma igualando la suya, Sasuke no hizo caso del revoloteo de su corazón.

—    Intenté explicarte todo. Decidiste ignorarme e imponerme el castigo sin otro pensamiento sobre justicia o ley. Me has condenado, y nunca olvidaré... — como él me puso grilletes, me arrastró sin ninguna piedad, pensó, tal como yo le había hecho hace mucho tiempo, cerca de Carlingford Lough.

−       ¿Tan cruelmente lo traté, señor? Estoy seguro de que no sientes nada. Tuve mucho cuidado para evitar que no sufrieras ninguna herida permanente. No hiciste nada, ¡Pero aprendiste una lección bien necesaria de justicia y humildad!

−       ¡Lección! No tienes ningún derecho a...

−       ¡Tengo todo el derecho! ¡Recibí todos los derechos cuándo me casé contigo!

La frustración anudada dentro del doncel comenzó a convertirse en furia. Como le gustaría poder sacudirlo, aporrear el desprecio insolente de sus rasgos de granito... y mas aún desearía tocarlo, sentir la suavidad lisa de sus músculos tensos bajo sus dedos, enterrar la cara contra su cuello, inhalar el olor limpio, masculino de él.

Sus dedos se apretaban en las palmas de sus manos y cuando Sasuke habló, lo hizo con un susurro mordaz.

—    ¡Eres un idiota, rey de los tontos! ¡Aclamado como un hombre sabio y misericordioso ... aunque no buscas la verdad! ¡Si no me escuchas, Vikingo, busca tu propia lógica! ¿Y qué si realmente te deseé muerto, mi señor marido? ¡Yo encontraría una manera mejor que la de arriesgar las vidas de mis propios hermanos, padre y primo!

Su frente se elevó ligeramente. Aparte de ésto, no mostró ningún signo de creencia o incredulidad.

—    Sasuke, eres consciente de que hacía tiempo que no cabalgaba con tu padre

—    ¡Lo sé ahora, si, porque tu me lo has dicho!

—    ¿Me estás pidiendo que crea que lo único que ocurrió fue que tropezaste con los proscritos en vez de con los irlandeses de Meath?

—    Sí

Él siguió mirandolo fijamente y Sasuke sintió que tenía que decir más.

—    Ellos eran irlandeses, ya ves. Creí que los proscritos eran daneses o nórdicos

—    Finalmente has dado con algo que realmente creo, que asumirías que todos los proscritos eran vikingos antes que irlandeses. Y aún te digo esto, Sasuke. Afirmas que encontraste a los irlandeses. No lo hiciste. Los muertos encontrados sobre el acantilado y en la playa eran más vikingos que irlandéses.

El aliento de Sasuke se encogó en su garganta.

—    No, ellos no tenían que haber sido...

—    Pues lo eran.

Sasuke sintió como si una agobiante banda de acero se enrollara a su alrededor.

—    Pero ellos me saludaron en irlandés, llevaban los delantales de cuero irlandeses ... hablaron de Meath, y el rey de Meath es un aliado de mi padre

Él lo interrumpió con un resoplido de repugnancia.

—    Sasuke, insultas mi inteligencia. Me pides creer en una gran estupidez, cuando sé, mi querido esposo, que eres el poseedor de una gran astucia.

Él abandonó su lugar a través del cuarto para acecharlo despacio, sosteniendo sus ojos mientras bajaba los suyos a su altura.

—    Me has amenazado con la tortura, la muerte, el infierno, y la condenación desde que nos hemos conocido, Principe. Durante la noche de bodas tuviste la intención de matarme. Y luego otra vez me encuentro atacado por ti, pero se supone que tengo que creer que te refieres a otros a los que querías asesinar. Había algunos hombres irlandeses hostiles entre los que atacaron. Pero no creo que te preocupes demasiado sobre la nacionalidad de los hombres que usas contra mí. ¡Y es tan simple dirigirlos! ¡Qué bueno para tu ego ! ¡El célebre Guerrero Dorado y Principe Sasuke de Tara, hermoso hijo doncel de Fugaku, casado con un despreciado Vikingo! Has debido de estar muy contento, mi esposo, mientras planeabas quedarte viudo.

—    ¡Estás equivocado! — Sasuke escupió, sintiendo un temblor por dentro. Él había sido una vez gentil; hasta en la cólera, raras veces era cruel. Pero ahora lo despreciaba

—    ¿Qué creerías tú?

Un temblor que no podía controlar llegó a sus labios. Tuvo que parpadear para evitar que cayeran las lágrimas. No lloraria, no temblaria, no ahora.

—    Podrías confiar en mí — arremetió

—    ¿Confiar en ti? Ni aun estando atado y amordazo, irlandes, yo confiaría en ti. Mi espalda ha estado amenazada durante demasiado tiempo.

—    No tienes ninguna intención de escuchar ninguna palabra que yo diga —,  respiró fuertemente, agarrándo la almohada con su fino bordado de lino contra su pecho, como si esto pudiera actuar como una barrera contra él—.  Piensa lo que quieras entonces, y déjame en paz.

Él alcanzó la almohada y se la arrebató.

—    ¡Ah no, irlandes! Estamos lejos de terminar con esta discusión. Quiero enterarme más sobre esto. Disfruto de esta historia. ¿Cómo, si no tenías contacto con estos proscritos, te enteraste de ello?

−       ¡Por Kiba! Bajé a buscar cerveza... Tenía sed. Lo escuché hablando con el capitán de la guardia.

−       He hablado con Kiba. Él dice que nunca te dijo nada. Tuvo miedo de que estuvieras ansioso. ¿Divertido, verdad?

−       Kiba no me vio—, contestó Sasuke con impaciencia, preguntándose si él lo estaba escuchando en absoluto—. Esperé en el hueco de la escalera porque no sabía lo que debía hacer.

El doncel se asustó cuando él se incorporó, dándole la espalda mientras se frotaba la barbilla y se alejaba varios pasos

—    ¿Para cuándo esperas al niño?

Un temblor se volvió a apoderar de Sasuke de nuevo cuando comprendió el curso de su interrogatorio.

—    Seguramente puedes contar, mi señor

Él se volvió para enfrentarlo.

—    Sí —, dijo secamente —,  puedo.

—    Sabes que eres el padre de mi hijo

—    Lo que yo se, Sasuke, es que harías lo que fuera para herirme. Pero sí, realmente creo que llevas a mi hijo. Fuiste vigilado meticulosamente mientras estaba lejos. Tienes suerte, Principe, ya que tus sueños de venganza se volvieron más enrevesados. Sin el niño, estarías en la mazmorra, y no tendrías que escoger negociar contigo mismo sobre en que cama traicionaste mi confianza.

—    ¡Vigilado meticulosamente... negociar... bastardo Vikingo! ¡No te pertenezco! — Sasuke perdió todo pensamiento sensato o controlado. Se abalanzó con un gruñido, como si fuera catapultado de la cama, lanzándose hacia él como una criatura desesperada y salvaje, arañando, utilizando los puños.

Naruto se quedó atontado por el impacto y la fuerza del ataque proveniente del cuerpo delgado de su esposo. Pensó fugazmente que no era nada asombroso puesto que hasta hombres robustos como sus fornidos hermanos habían encontrado difícil ser mejores que el doncel en el manejo de la espada. Su propia cólera y la superioridad simple de haber pasado la mitad de sus días en batallas deberían de haberle dado una victoria fácil sobre Sasuke en el acantilado, cuando se enfrento al Guerrero, pero ahora, con la guardia baja, estaba sorprendido al descubrir  que solo con los puños le tiraba muchos golpes de castigo.

—    ¡Suficiente! — él gritó, y usando su potente muslo para introducirlo entre sus piernas, lo desequilibró de modo que pudo cogerlo mientras caía entre sus brazos.

Quiso lanzarlo sobre la cama y abandonarlo como si lo rechazara, pero la sensación de su carne, tan caliente bajo el lino transparente, la llama ardiente de sus ojos negros cuando se encontraron, la palpitación salvaje errática de su corazón, como un pájaro enjaulado, se combinaron para barrer la lógica de su mente.

El doncel lo había traicionado, pero ese pensamiento no significó nada cuando la fiebre de la privación asaltó su cuerpo, encendido por el lametazo después del pequeño lametazo de una llama latente que invadía sus miembros, naciendo un dolor pulsante dentro de su ingle que crecía y tronaba como un toque de tambor.

Era un idiota. Sasuke lo quería muerto. Más de una vez lo despreció. Naruto lo había castigado cruelmente desde la silla de su montura. Tenía todo para llamarlo puto, aunque el doncel nunca sabría que sus acciones y sus palabras le atormentaban, retorciendo su corazón y su alma. Quería tanto creerle, pero no podía permitírselo. Era el rey de Dubhlain, un hombre que luchaba por su debíl arraigo sobre la tierra.

Quiso perderse dentro de Sasuke, aliviar su dolor dentro del refugio caliente de su cuerpo. Enterrando su cara dentro de la enmarañada y evocadora telaraña de seda negra desaliñadamente salvaje, sentía debajo sus dedos la suave lujuria por las curvas su carne.

Su necesidad se movió en espiral en su mente y se convirtió en una palpitación en su cabeza. No podía hablar, porque tartamudearía su deseo, dejaría su alma al desnudo ante Sasuke y sangraría. Pero Naruto sabía que él no aceptaría su caricia.

¡Por los truenos de Thor!, ¡El doncel lo aceptaría! Rabió por dentro, apretando su boca con gravedad. Él era su marido, su rey, su señor — e independemente de lo que había pasado entre ellos, él no le permitiría rechazarlo.

Lo tiró sobre la cama, luego atravesó con grandes zancadas la habitación para comprobar el cerrojo de la pesada puerta de madera. Se volvió hacia el doncel, dejando claras sus intenciones mientras lo enfrentaba con ojos duros y retadores que ocultaban la incertidumbre que temblaba dentro de él, cuando meticulosamente comenzó a quitarse la ropa, dejando caer su capa sobre una silla, y su amplio cinturón de cuero al lado de Sasuke.

Sasuke inhaló bruscamente, apretando los dedos del pie contra el lecho y doblando sus pies debajo, el borde contra la cabecera en una postura rígida de desafío, como arrinconado, como un gato escupiendo y silbando.

—    ¡No lo harás! —el doncel gritó—. ¡No me llamarás traidor y pretenderás que de buena gana juegue a ser tu puto, para luego pensar en tomarme como una posesión para ser usado a tu conveniencia! No lo harás.

Naruto siguió mirándolo mientras sus botas resonaban en el piso. Su túnica fue depositada sobre su capa.

Él lo miró maravillado. Como otras veces Sasuke evitó la mera vista de su desnudez, el cuerpo de su guerrero, musculoso como el roble, enjuto, elástico y ágil. Los amplios hombros de bronce. Los brazos poderosos con sus músculos claramente delineados y las delgadas líneas de venas azules destacando bajo la carne tensa.

No puedo dejar que me toque, pensó, porque no seré capaz de rechazarlo... de negarme a mi mismo, y él lo hará pero pensando en mi no más que como un puto.

—    Si te acercas a mí ahora, Rey de Dubhlain, — dijo con la mayor dignidad que pudo reunir — será una violación.

—    Lo dudo, — contestó él con un encogimiento de sus hombros—. Pero si es lo que eliges, esposo, entonces será una violación. — dijo él suavemente.

 Se acercó a la cama despacio, pero seguro, con sus pies desnudos silenciosos sobre el duro suelo. Lo atrajo entre sus brazos y presionó los labios contra los suyos, intrépidos por su rigidez. Sus puños golpeaban contra su espalda, pero él no hizo caso de los golpes. Lo sostuvo por la nuca y por su melena de ébano enredando los dedos entre su tacto de seda. Presionaba su boca con su lengua, una y otra vez, rodeando la forma de sus labios, empujando con una fuerza cada vez más provocadora hasta que el doncel jadeara y cediera ante su poder aplastante.

 Un sollozo se elevó en su garganta cuando sintió el empuje de su lengua en su boca, íntima, con un toque conmovedoramente añorado de sus manos sobre él. ¡Debía de rechazarlo! Pero a pesar de su cólera, él lo tomaba a la deriva en un mar de sensaciónes, con cada matiz diminuto de aliento y el tacto tembloroso llegándole al alma, robándole de todo lo demás que no fuera su necesidad de él. Contra su voluntad, Sasuke respondía... dándose a cambio.

Se quedó atontado cuando Naruto, de repente, se separó de él mirándolo con unos ojos que nunca se habían parecido más a la turbia tempestad de una tormenta en el mar. Sasuke estaba tan sorprendido por su sentido de pérdida y por aquellos ojos que de una manera extraña parecieron combinar la furia del fuego con un mortal dolor azul que, sin ser consciente, murmuró un confuso.

—    ¿Naruto?

El color había comenzado a explotar en su mente. Un color hermoso, color de arco iris. Suave, malva seductor, pulsando a rojos calientes que encontraba  engranando con el relámpago corriendo hacia su interior, enrollándose en su ingle, pulsando dentro de él como las olas acercándose a la playa. Él se estremeció por dentro de deseo por su doncel. Era más fuerte que cualquier cosa que hubiera nunca sentido por una mujer o doncel; era aún más fuerte que su ansia por conquistar y gobernar su tierra.

Pero no podía tomarlo. Sasuke le había llamado violador. Él no podía darle esa satisfacción.

Él parpadeó, y la tormenta desapareció de sus ojos. Lo afrontó con el escudo del azul acero nórdico de sus ojos, y una curva burlona apareció en sus labios sensuales, insultante.

—    He decidido no violarte, querido esposo, — le informó con burlas suaves, mientras rodaba fuera de la cama mirando fijamente a través de la ventana.

Una lenta y helada sensación de nuevo horror y humillación se asentó sobre Sasuke. Él había respondido a su tacto cuando todo lo que su esposo había buscado era demostrar su poder. Naruto le había dado la vuelta tan fácilmente. ¡Gracias a Dios! ¡Sasuke lo deseaba, pero no de esta forma! El doncel lo quería amándolo, creyendo en él.

 Sasuke luchó momentáneamente para difuminar aquel dolor, pero ahora era difícil, ya que su rabia era tan intensa que apenas podía ver.

—    Bastardo, —  rechinó los dientes con una tranquilidad mortal, cubriéndose con las sábanas como restos andrajosos de su dignidad. — ¡Bastardo Vikingo! ¡Nunca me tocarás otra vez! Irlanda tiene leyes, Lord Vikingo, y usaré esas leyes contra ti. ¡Exijo que me dés cuartos separados mientras solicito el divorcio! ¡Asi no tendrás que preocuparte de mis peligrosas cualidades ya que me importará un bledo si vives o no!

 El doncel estaba aturdido al ver que él sonreía cuando se dio vuelta de la ventana.

—    Mi señor esposo, nunca te das por vencido, ¿verdad? Pero estás equivocado sobre tu propio poder. Nunca tendrás una habitación separada, y si te garantizara dicha concesión, no significaría que no vendría a ti si lo deseara. Al igual que haré en mi propia habitación, o en mi propia cama; incluso si realmente logro controlar mis vikingas tendencias de violador, te dejaría en paz. No buscarás ningún divorcio. Tu hablas de tus leyes Brehon, pero olvidas, que no significan nada para mi, ni para nadie más en nuestras circunstancias. Nuestro matrimonio fue una alianza. Y como te he dicho, irlandes, soy Vikingo. Sostengo mis propias leyes. Lo que es el mío, lo conservo. No dejarás esta habitación hasta que yo lo diga.

 

Sasuke apretó sus dientes tan fuertemente que temió que se rompieran. Cada músculo de su cuerpo estaba rígido de furia.

—    Me escaparé  —   pronunció.

—    Por favor, irlandes — dijo él tranquilamente —   cesa en tus amenazas. Tu dorada cota de malla esta siendo rediseñada para ti. Grilletes y cadenas. Si es necesario, pasarás tu vida dentro de tu armadura de oro, recordando los errores del pasado.

Él esperó su reacción, no vio ninguna excepto la cólera en sus labios pretados, y miró fijamente a través de la ventana de nuevo.

 Era todo que Sasuke podía hacer para impedirse lanzarse de nuevo contra él con una explosión acalorada de su rabia. Pero esto sería una locura y lo sabía. Él no emitió sus palabras como una amenaza, simplemente como una declaración dolorosa.

—    Naruto —  dijo Sasuke, luchando por controlarse para hablar con calma y con serenidad —, no puedo romper las imágenes en tu mente, pero te advierto de algo. No busqué matarte, como tampoco antes busqué la fuga. Pero no me das ningún permiso, ningún espacio para nada, excepto para la amargura. Te digo otra vez que no tuve la intención de ir contra ti. Deberías buscar por donde viene el peligro, ya que fui engañado.

Él se volvió hacia Sasuke, pero no pudo leer ninguna emoción en sus rasgos. Anduvo a través del cuarto hacia la cama y se sentó al lado del doncel, mirando fijamente en sus ojos.

Naruto intentó tocar su barbilla, pero él retiró su cabeza.

—    No quiero que me toques — dijo rígidamente.

Él suspiró suavemente.

—    Creo que he probado que no tienes ninguna opción en este asunto, Sasuke.

—    Entonces que sepas que lo que tomes será todo lo que recibas, ya que mientras me etiquetes de traidor, no te daré nada.

—    No puedes darme lo que yo podría tomar, si lo deseara.

—    Hay mucho más, Naruto, de lo que te he dado. El amor no es poseído, es recibido.

—     No soy un gran creyente del amor, irlandes. Esto es sólo una debilidad que hace tontos a los hombres.

Él se rió ligeramente, aliviando algo de tensión a su cara.

—    Y, irlandes, no escaparás de mi. Puedes odiarme por la mañana, al mediodía, y por la noche, pero todavía serás mi esposo, mi embarazado esposo. Pero te haré esta concesión. Aceptaré tus advertencias de que otros pueden desear dañarme. Y procuraré ver si no hay algún otro modo de averiguar si alguna vez podras ser creído.

—     Eres generoso — dijo Sasuke con un frío sarcasmo.

 Él se rió otra vez y Sasuke estuvo tentado de arañar sus ojos. Pero Naruto agarró sus manos para prevenir, conociendo el chisporroteo de advertencia en sus ojos. Él tiró de la colcha a pesar de su protesta rígida y enfadada.

—    El niño es tan mío, irlandes, como tuyo—. Él tocó su estómago con cuidado, frotando sus nudillos por encima ligeramente—. Hay cambios en ti—, dijo  suavemente, pero su voz se volvió dura de nuevo—. Que es otra razón por el que deberías haber sido azotado.

Sasuke bajó sus ojos, permaneciendo rígido ante sus caricias.

—    ¿O intentaste, quizás, matar al niño porque también es Vikingo?

El doncel levantó sus ojos hacia los suyos, con la luz de azabache en ellos ardiendo misteriosamente.

—    Más bien, Naruto, el niño es mío. Será irlandés. Hiruzen nació de un padre Vikingo, pero, él es un irlandés.

—     Este no es un mundo justo, irlandes. El niño será el mío.

—    ¿Me mantienes aquí sólo por el niño, Lord Zorro? ¿Soy preso porque deseas un heredero? ¿Qué pasará cuando nazca el niño? ¿Entonces me dejarás de lado?

—    Te conservaré — dijo Naruto —, porque eres mío. Y porque me has complacido, y quizás lo harás otra vez. Y sí, porque quiero a mi hijo. Ya veremos adonde llegamos a partir de ahora.

—     Viviremos en desgracia. Entonces ¿Qué queda?

Él levantó la frente y rió, devolviendo la burla.

—     No te vi sufrir de dolor ante mi proximidad o mis caricias de hoy.

 La ira se encendíó dentro de Sasuke otra vez por la total injusticia de todo aquello. Su mano se dirigió hacia su cara tan rápidamente que Naruto no tuvo tiempo para desviarla y sólo pudo mirarlo fijamente con desconcierto, atontado, cuando el doncel se sentó, orgulloso hasta en su desnudez, clamando contra él.

—    Nunca otra vez, Vikingo, no mas miedo. ¡Átame, encadéname, golpéame, amenázame, tómame, pero no te daré nada más!

 Con la exclamación de su cólera, Sasuke tembló por dentro. Tenía que ser lo bastante tonto para golpearlo y desafiarlo cuando no tenía ninguna prueba de su propia inocencia y un conocimiento seguro de que Naruto realizó todas las amenazas porque las creía justas. Pero el doncel no podía darle más. Se había vuelto vulnerable ya y por ello se sentó silenciosamente, esperando su estallido.

 Él frotó su mejilla entrecerrando los ojos.

—    Sasuke, realmente admiro tu coraje —. Su tono bajó otra vez para advertirlo de que su admiración sólo llegaría hasta ahí—. Pero no me golpées de nuevo. Soy el bárbaro, recuerda, el que practica la crueldad.

Sasuke apartó la mirada de él, estremeciéndose por su sarcasmo.

—Tu practicas la crueldad, Naruto, mucho más que cualquiera que administre azotes o cadenas.

—    ¡Por todos los fuegos de todos los infiernos concebibles! —Naruto explotó—. Me enfrento a mi propio esposo con mi espada. ¡Y esto es crueldad porque no me rindo ante sus bonitas excusas!

Él saltó de la cama y comenzó a vestirse, con sus dedos casi rasgando la tela de su ropa mientras lo hacía.

Sasuke no contestó. Cerró sus ojos y se cubrió con la colcha de nuevo, como un escudo contra su desesperación.

 Cuando él habló de nuevo, estaba relajado, frío y controlado una vez más.

—    Me preguntas que es lo que queda entre nosotros ahora, esposo. Una pared. Me desprecias; no confío en ti más allá de mi propia visión. Pero somos marido y doncel, y quiero al hijo que llevas. No se me negará participar en su crecimiento. Sólo unos pocos de confianza saben que era el rey de Dubhlain el que causó las muertes de doce hombres. No querría tener a las familias de estos muertos buscando venganza. Por lo tanto puedes seguir dirigiendo esta casa. No la abandones. No te avisaré de nuevo. Y una cosa más: No me huyas, nunca. Eres mi esposo, y te hablaré siempre y cuando lo desee, y te tocare ... siempre y cuando lo desee—. Se quedó en silencio durante un momento, dándole la espalda. Él sonó triste cuando habló de nuevo—. Soy un idiota, Sasuke, ya que todavía me gustaría creer que hay esperanza.

Él hizo una pausa un momento, como si esperara que el doncel asimilara sus palabras, luego añadió:

—    Si pudieras levantarte, Sasuke, el gran salón espera a su reyes.

No había nada más que hacer. Sasuke debería estar agradecido. Naruto podría haberlo encadenado, o enviado a las mazmorras, o repudiado a él y a su hijo. Pero nada en realidad nada había cambiado excepto los sentimientos del vikingo por él, y la terrible cólera y amargura que Sasuke le producía.

Sus dedos temblaban mientras se vestía rápidamente, luego ajustó su capa. El doncel echó un vistazo nerviosamente hacia donde él lo esperaba en la puerta.

Naruto estaba totalmente vestido ya, impaciente, con su mente en otros asuntos. Alto, dorado y real, su espléndido guerrero. El Zorro de Noruega, poderoso, seguro de si mismo...

Sasuke contuvo su tristesa mientras recordaba que él también podía ser sensible cuando lo deseaba. Su posesión...

Él estiró un brazo hacia Sasuke y el doncel lo tomó. Que diferentes podrían haber sido las cosas...

—     Naruto — se dirigió a él con tranquilidad.

—    ¿Si?

—    Te obedezco ahora, porque eres el más fuerte.

—    No me importa porqué me obedeces o porqué prestas atención a mis advertencias, sólo quiero que lo hagas.

Sasuke no permitiría que las lágrimas llegasen a sus ojos. Cuando él abrió la puerta, el doncel pasó por su lado tranquilamente. Ellos descendieron al gran salón con un esplendor real — y con una dolorosa rigidez.

 

 

Naruto permanecía de pie bajo la luna llena una vez más, con su alma atormentada. Ni él ni Sasuke se habían quedado dentro del salón para cenar. En su dolor y furia, él había olvidado hablarle sobre las muertes de su hermano Izuna y Neji Hyuga.

Una vez en el salón, el doncel rápidamente había averiguado que su hermano no estaba presente, y se había roto en sollozos incontrolables.

Naruto no había sido capaz de tocarlo. El doncel lo habría rechazado, por lo que Shisui, su hermano, lo consolaba por el hermano perdido, mientras él permanecía de pie bajo la luna y se torturaba con el deseo, el dolor y la incertidumbre.

¡Sasuke lo había traicionado! ¿Lo había echo? Las pruebas estaban en su contra, y esto lo hería muy amargamente, porque él acababa de aprender a vivir otra vez. Él acababa de saber que iba a tener un hijo. Un heredero.

 ¿Lloraba Sasuke por su hermano? ¿O por Hyuga? ¿Lamentaba el doncel que él no hubiera muerto antes que el rey irlandés? Naruto suspiró profundamente. Entendió el dolor. Respetaría el suyo. Buscaría el descanso de sus noches frente a la tierra.


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