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RENDICIÓN DORADA por Anmilepe

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Notas del capitulo:

¡Hola! Angie reportandose

Aqui esta lo prometido, un nuevo capitulo de esta salvaje historia. Espero que les guste mucho, asi que... ¡A leer!

Atentamente

Angie 

Andando de puntillas dentro de la cabaña, Sasuke se vistió silenciosamente, poniéndose una túnica de lana corta, polainas de cuero gruesas, y un cinto de oro grabado. La necesidad de cabalgar enérgicamente podía surgir y no quería que un apropiado vestido virginal se lo impidiera. Se puso su manto y salió por la puerta, asegurándose el broche. Justo en el momento que tocaba el pesado pestillo de madera, Hiruzen paró de roncar.

— ¿A donde crees que vas, Sasuke?

—Al arroyo, Hiruzen, ¿a donde si no? —preguntó él inocentemente.

—No deberías ir cabalgando, Sasuke. Los bosques estarán hoy llenos de peligros.

—Llevaré mi espada, querido Druida— dijo Sasuke, agregando con una sonrisa traviesa, — después de todo, Hiruzen, ¿qué me puede pasar? ¡Fuiste tú quién dijo que envejecería con niños a mis pies!

Cerró la puerta rápidamente detrás de él, riéndose cuando oyó las suaves maldiciones del Druida que lo seguían. No estaba realmente preocupado, Sasuke estaba seguro de ello. Hiruzen sabía que él conocía perfectamente esos bosques, y sería precavido cuando se aproximara a la batalla. Tendría cuidado; escucharía los sonidos del viento y la tierra tal como él le había enseñado. Pero quería encontrar el campo de batalla. Tenía que verlo.

Lo que lo condujo en esa dirección nunca lo supo. Que él odiara a los Vikingos era, lógicamente, absurdo, porque sabía que los daneses eran, si acaso, más bárbaros aún. Pero su padre era el que trataba con la lógica y la política; él era el rey. Él sólo podía tener en cuenta la tortura de su propia alma, y esa tortura se la habían infligido los noruegos. Noruegos dirigidos por el Zorro, Naruto Uzumaki.

Hizo varias paradas mientras conducía su caballo a través de los caminos descuidados y campos que desembocaban en los pardos por encima de Lough, teniendo siempre presente la advertencia de Hiruzen de que mantuviese sus ojos y orejas abiertos. No intentó ninguna estupidez. Su meta era ver la tierra tintada de rojo por la sangre de los Vikingos, no con la suya. Pero era difícil sentir el peligro en el aire. El cielo era del color de un zafiro aquella mañana, con tan sólo unas pocas nubes blancas que parecían algodones de azúcar. La hierba verde relucía como millones de esmeraldas debido al rocío de la mañana.  Ricos grupos de brezo cubrían los campos, agregando el toque del color de la amatista a la belleza del día.

Cabalgó casi durante una hora antes de que se apeara del caballo escabulléndose cuidadosamente a través de las altas colinas de Carlingford Lough. Las zarzas y ramas tiraban de su cabello y lo cubrían como un manto cuando hizo su aparición a través del denso follaje. Pero él no sentía todo eso en su empecimiento por alcanzar su destino.

Cuando alcanzó un punto bastante cercano al precipicio para inspeccionar el inmenso campo que había debajo, cerró los ojos. Un vértigo le sobrevino; teniendo que agarrarse a una rama firmemente para evitar caerse. Su estómago empezó a doler y a tener nauseas. A pesar de sus esfuerzos, tuvo que sentarse en la hierba al sentir la repulsión.

El mundo se volvió negro durante un minuto, y después pudo levantarse por si mismo. Vine a ver, se recordó, para ver los cadáveres noruegos.

Pero nada en la vida, ni siquiera Clonntairth, le había preparado para la escena que había por debajo de él. Las aves de rapiña ya se encontraban entre los cuerpos mutilados. ¿Cuántos hombres yacían muertos? se preguntó. Miles. Literalmente miles. Ahogó una risa histérica que seguramente no haría nada más que aumentar sus nauseas.  En un solo día, un día sangriento, los vikingos habían diezmado a más hombres que los irlandeses había hecho en años.

Oh, Dios, pensó Sasuke una y otra vez. Cerró sus ojos con fuerza, intentando apartarlos de la pesadilla que asolaba el campo. Oh, Dios. . . Igual que había decidido que debía ir, ahora tenía que escapar. De repente, pareció que el aire se hubiera impregnado con el olor a muerte y putrefacción.

No se dio cuenta de que sollozaba de terror mientras volvía atrás imprudentemente hacia donde se encontraba su yegua. Una zarza desgarró su mejilla. Tocó su cara y a duras penas comprendió que sus lágrimas se estaban mezclando con la sangre. Inspiró profundamente una vez, y luego otra vez, y cuando puso su pierna en alto para montar su caballo, se percató que había estado demasiado aterrorizado para intentar discernir si los cuerpos eran nórdicos o daneses. La verdad era que ni siquiera sabía quién había salido victorioso.

Con todos esos muertos, tenían que haber sido los daneses. Tragó bruscamente, notando todavía el sabor de la bilis en su boca. Hubiera sido una ironía demasiado grande que el Zorro hubiera escapado. Si se había hecho justicia, y todos esos hombres eran comida para aves carroñeras, entonces Naruto Uzumaki tenía que estar entre ellos.

Haz que sea así, Dios mío, oró, para que yo pueda olvidar el pasado. Concédeme sólo su muerte y yo intentaré ser más sabio como mi padre y perdonaré como mi hermana Tenten… de verdad, Dios, lo que he presenciado es horrible. No puedo estar feliz por esta carnicería. No puedo, no puedo...

No podía parar de temblar, ni controlar las nauseas. Olía la muerte a su alrededor; había penetrado por su boca y su nariz. Tan sólo quería encontrar agua y limpiarse y limpiarse hasta que pudiera acabar con el horror que invadía su mente.

Cabalgó bastante distancia antes de desmontar y una vez más, se abrió paso a través del espesor de los arbolés hasta el arroyo que corría a través del bosque. Incluso entonces estaba alerto y cauteloso. Antes de atar su yegua, permaneció en silencio de pie, escuchando, percibiendo. El bosque estaba callado y pacífico; estaba solo. Aun así, cogió su pesada espada de acero cuando dejó a la yegua para aventurarse en busca del agua.

Al ver el arroyo cristalino que, brillando bajo el sol, Sasuke se olvidó de toda cautela y corrió hacia él. Echándose al suelo sobre sus rodillas, metió su cara en el agua sumergiéndola lo suficiente para que el agua fría lo cubriera, y así pudiera eliminar el terror. Sacó la cabeza y pudo respirar más fácilmente. A continuación, bajó su cara de nuevo para beber y limpiarse la boca. Inspiró profundamente, cerrando los ojos al mismo tiempo que cepillaba los mechones de su pelo mojado. Parpadeó para quitarse el agua de las pestañas, y entonces se quedó paralizado cuando sus ojos enfocaron un cuerpo en el agua a unos cincuenta pies de distancia.

Se arrodilló allí mismo muy rígido mientras pasaban los segundos, sin pestañear, aguantando la respiración. Sin dejar de mirar el cuerpo, tanteó a su alrededor hasta que sus dedos se cerraron sobre el acero de su espada. Solo entonces se puso de pie, levantando la espada en alto, con los ojos pegados al cuerpo.

Era evidente que él provenía de la batalla. Medio hundido en el agua, su cuerpo cubierto por una cota de malla muy sucia estaba cubierto de sangre. No llevaba ningún casco, pero era imposible de discernir el color de su pelo porque estaba cubierto de barro, y tampoco podía ver sus rasgos ya que su cara estaba vuelta hacia el otro lado.

Cautelosamente, con su espada preparada para atacar, comenzó a acercarse a él. Un pez saltó dentro del agua y el sonido le hizo retroceder de miedo. Como el cuerpo no se había movido, se obligó a avanzar de nuevo. Cuando se encontró al lado de él, primero pensó que estaba muerto, antes de notar como sus pesados hombros se movían al respirar.

Estando allí de pie preparado para atacar, la horrible carnicería que acababa de presenciar le hizo dudar a la hora de acabar con la vida del hombre.

Vislumbró sangre seca en sus sienes y enmarañado el pelo. Por debajo del agua podía ver una gran herida en su muslo. Una terrible cuchillada había destrozado sus calzas y desgarrado su carne.

Él gimió de repente, y una vez más estuvo a punto de correr a refugiarse entre los árboles. Pero después de esa emisión de dolor, él se había quedado en silencio de nuevo. Una piedad que no quería tener se apoderó de él. El hombre estaba terriblemente herido.

Sasuke no sabía que hacer. No podía matarlo mientras estaba tumbado allí, pero también sería un necio si le permitiese escapar. Probablemente moriría de todas formas y se convertiría simplemente en otro vikingo muerto. ¿Pero no quería ver él a todos los vikingos muertos? Aunque, una cosa era pensar así en la seguridad de la casa de su padre, y otra distinta era hacerlo habiendo visto todos esos huesos rotos, cráneos aplastados y cuerpos mutilados. Y después de oir como sufría... Por Dios, ¿como podía ser él tan débil?

Entonces se le ocurrió que él podía ser un vikingo importante... un invaluable prisionero para llevar a su padre. En realidad, lo que le había pasado era fantástico. Al salvar a ese hombre, demostraría a su padre que era tan digno como cualquiera de sus hermanos.

¿Pero cómo le capturaría? Tendría que someterle antes de intentar reavivarlo y obligarle a que se moviera amenazándole con su espada. Él era bueno con el arma, pero sería más inteligente no contar tan solo con ello. El hombre que tenía a sus pies era increíblemente alto y musculoso.

Sasuke sólo se lo pensó un momento, después volvió rápidamente donde estaba su yegua y buscó dentro de sus alforjas. No tenía nada. Entonces se le ocurrió que tal vez las correas de cuero que sujetaban las bolsas a la yegua eran lo suficientemente fuertes y a la vez suaves para atar las muñecas del hombre rápidamente. Las mojaría, y al secarse se pondrían tan firmes y fuertes que él nunca podría librase de ellas.

Excitado por su objetivo, aunque todavía cauto, Sasuke volvió junto al vikingo caído. Se arrodilló a su lado y, sin perder de vista su espada, alzó cuidadosamente primero una muñeca y luego la otra. El peso muerto de los brazos del hombre era tal, que casi se tambaleó por el esfuerzo, dándose cuenta de lo afortunado que era de que él estuviera moribundo. Si este hombre hubiera estado consciente, dudaba de que, aun con toda su habilidad, él hubiera podido habérselas con el vikingo con alguna esperanza de victoria.

No pudo sofocar la piedad que surgió de nuevo dentro de él cuando echó un vistazo a sus anchas manos y a los dedos largos que colgaban flácidamente desde las muñecas que estaba atando. Diminutos cabellos dorados salpicaban sus dedos y el dorso de sus manos. Distraídamente Sasuke limpió el polvo acumulado en sus manos. Le extrañó cómo ese gesto hacía parecer al varón más humano. Estoy loco, pensó. Sus manos y sus dedos son fuertes porque esgrimen armas contra los irlandeses.

Él gimió una vez más, haciéndole apretar a el doncel los dientes. Su mente luchaba en una batalla silenciosa, por una parte, se decía que él era un animal bárbaro y debía morir, y por otra parte veía que era incapaz de provocarle sufrimiento.

Finalmente se encogió de hombros. Él estaba herido; era su cautivo, y si se alzaba en su contra, haría que la punta de su espada acariciara su garganta.

Tenía que moverlo, al menos hacerle rodar sobre sí mismo y así ser capaz de limpiarle la cara, determinar la magnitud de sus heridas, y hacerle caminar. Una vez que llegaran a la cabaña de Hiruzen, haría que el Druida le diera una poción para dormir. Si el gigante Vikingo vivía, sería muy peligroso cuando despertara.

 Sasuke primero intentó moverlo estirando de la cota de malla que vestía, pero pronto comprendió que el esfuerzo era inútil. Todo lo que tenía que hacer era hacer palanca con el codo del brazo de él, y si todavía estaba con vida, rodaría por si mismo para conservar el equilibrio. Utilizó el peso de su cuerpo cuando empujó como había pensado y él se movió. El movimiento estuvo acompañado por un profundo, bajo, y angustioso gemido. Él puso su gran cabeza mojada en su regazo y empezó a apartar el pelo de la frente del varón. Sin pensar en ello, comenzó a hablar tiernamente.

—    Shh... todo va bien. Yo limpiaré sus heridas

Se interrumpió cuando los ojos del hombre se abrieron de pronto, unos ojos fríos y azules como una mañana escarchada que expresaban alarma. Al mirar fijamente esos ojos los suyos se estrecharon peligrosamente. No había ninguna duda. Ni siquiera la sangre, el barro y la sucia barba podían ocultar los crudos y duros planos de ese semblante arrogante e indomable.

Su tono se volvió alto y chillón.

— ¡Tú! — jadeó el doncel. Era una cara demasiado familiar. Una cara que él había visto muchas veces en sus pesadillas. — ¡Tú!

Sus exclamaciones se habían vuelto gruñidos. A la señal de peligro instantáneamente los reflejos de guerrero volvieron a Naruto. La cabeza le daba vueltas, tenía el cuerpo completamente dolorido, y no sabía ni donde se encontraba ni sus circunstancias. Sólo sabía que los ojos que le miraban expresaban sorpresa y un odio profundo.

— ¡Tú! El zorro bastardo del Norte...

Intentó moverse para agarrar al doncel chillón que lo estaba atormentando, y descubrió que no podía mover los brazos porque sus muñecas estaban firmemente atadas. Y entonces fue cuando recordó todo. La batalla… Sakura… Sus ojos se cerraron de nuevo.

Cuando volvió a abrirlos para mirar a su atormentador, éstos estaban curiosamente vacíos, desprovistos de miedo, enfado, nada. Miró a Sasuke como si él fuera el captor en lugar del doncel, observándolo casi ausentemente, como si fuera totalmente inconsecuente.

Sasuke se echó hacia atrás de golpe, dejando caer su cabeza al suelo con un crujido. Él hizo una mueca de dolor, y sus ojos se estrecharon afiladamente observándolo con irritación. Sasuke corrió en busca de su espada y rápidamente la puso en su cuello.    

— ¡Arriba, Naruto Uzumaki! Perro de Noruega.

Él ignoró su orden. Sasuke apretó sus labios mientras acercaba su espada más a su yugular.

El doncel observó con satisfacción la sorpresa que apareció en sus ojos.

Aún él no hizo ningún movimiento. Sasuke sonrió. Se habría sorprendido al ver el grado de crueldad que despedían sus propios ojos.

Él movió su espada siguiendo una línea imaginaria a través de su torso, rozando la cota de malla. Su espada revoloteó hasta debajo de sus caderas.

—Arriba, ahora, perro. Tú, violador, saqueador, asesino bastardo. Deseo alargar al máximo tu sufrimiento. ¡Oh, vikingo, no te puedes imaginar lo que yo te haría! Pero serás el rehén de mi padre. Así que, vamos a buscarlo. ¡Pero te lo advierto ahora, perro bastardo del Norte, un movimiento en falso y perderás tu masculinidad y la asaré ante tus ojos!

     Sasuke había conseguido enfadarlo. Sus ojos se encendieron cual fuego azul a la vez que apretaba su mandíbula, pero inició un doloroso esfuerzo por levantarse. Cuando el vikingo vaciló en sus pies ante él, Sasuke dio un paso hacia atrás sin querer. Aunque él era bastante alto para ser un doncel, este hombre sobresalía muy por encima de él. Los músculos gigantes de sus brazos y muslos se hinchaban por el esfuerzo que tenía que hacer para permanecer de pie. Sasuke vio como rechinaba los dientes cuando se vio obligado a apoyar el peso en su muslo herido.

—Vuélvete despacio, Vikingo, —  siseó. —Te aseguro que la caricia de mi espada puede ser poco placentera. No te mataría rápidamente, Vikingo. Los daneses mostrarían mayor misericordia.

Él se volvió. Sasuke apretó la punta de su espada en su espalda.

—Camina, Vikingo, y no, ni se te ocurra darte la vuelta.

Él empezó a caminar, vacilando. Tropezó y se cayó. Sasuke sintió una llamarada de compasión, pero cerró sus ojos y recordó Clonntairth: el olor del fuego, los gritos de las mujeres… Su espada se hincó en la parte baja de su espalda.

—Tienes cinco segundos para levantarte, Vikingo.

     Él se puso de nuevo de pie. Una vez más se movieron hacia los árboles donde la yegua de Sasuke estaba atada. El doncel no apartaba la vista del guerrero mientras desataba las riendas de su montura. Pero él estaba medio muerto, cansado, cubierto con sangre y suciedad. La armadura debe de pesarle terriblemente, pensó Sasuke. Se mordió el labio al darse cuenta de que no iba a poder llevarlo lejos en sus condiciones. Pero una vez más, los recuerdos pesaron sobre la lastima. Él caminaría hasta que cayera.

Con cuidado, con un ojo sobre su casi inconsciente prisionero, cortó la rienda izquierda de la brida de su yegua para usarla como cuerda. La rienda no era particularmente fuerte, pero, a estas alturas, tampoco lo era el Zorro.

—Extiende tus manos — le ordenó ásperamente.

Él se negó a hacerlo hasta que el doncel le amenazó con la punta de su espada. Él pestañeó, pero ni siquiera entonces cambió la expresión gélida de sus ojos. Él levantó sus manos.

    Fue difícil mantener su espada levantada con una mano y doblar la rienda firmemente alrededor de las ligaduras que ataban sus manos, pero a pesar de su condición, Sasuke no podía confiar en él, no podía bajar su guardia ni un momento. Fue aún más difícil montar su yegua mientras sostenía al prisionero y a la espada, pero no se atrevía a soltar ninguna. Ayudó el que la yegua fuera una criatura dócil, y aunque en ocasiones se inquietaba, permanecía tan mansa como un corderillo mientras Sasuke forcejeaba para sentarse en la silla de montar. Por fin clavó las rodillas contra los ijares de la yegua y empezó un trote vivo.

Sasuke observó desde su posición al cautivo. Otra llamarada de compasión no deseada se dio paso a través de él junto con un rastro de admiración y envidia. A pesar de estar tan pálido como las nubes y su cara tensa por el dolor, él corría. ¡Clonntairth! se recordó el doncel, y cerró sus ojos rápidamente, forzando las imágenes de terror a aparecer en su mente. Sentir compasión de esta bestia peligrosa era traicionar la memoria de aquéllos que él había amado.

Abrió sus ojos para encontrarse con los suyos, azules como el hielo, mirándolo fijamente. Eran tan extraños, tan desprovistos de vida; y aún así parecían burlarse de él. Sus rasgos eran rudos, su cara hermosa e increíblemente arrogante incluso en una situación tan desfavorable como esa.

La forma en que lo miró mientras se esforzaba en correr le provocó escalofríos a lo largo de la columna. Había algo de él que lo asustaba terriblemente. Él parecía ser algo más que un simple hombre. Herido, harapiento, manchado de barro, atado y arrastrado, todavía se las arreglaba para caminar y dirigirle miradas llenas de provocación y arrogancia desde esos ojos tan fríos y… vacíos. Sasuke se estremeció, mirándole fijamente de nuevo. Era un hombre gigante, musculoso y en buena forma, tan alto que la cabeza dorada quedaba a la altura de su cintura, aunque él iba sobre el caballo... Si él hubiera estado en plenas facultades físicas, yo ya no estaría sobre el caballo, pensó. Él lo habría atacado, arrastrado del caballo, roto sus ataduras.... Apuntó su espada hacia los ojos de él...

—    Te lo advierto, Vikingo, un solo movimiento y sufrirás horriblemente.

Sus ojos todavía estaban fijos en él cuando cayó, primero de rodillas y más tarde de bruces.

Sasuke saltó de la yegua sin olvidar que su acción podía ser sólo una treta. Pero cuando le rodeó cuidadosamente y apretó la punta de su espada a su columna, él no se movió. Se quedó de pie, perplejo, riñéndose por no haber pensado más sobre la magnitud de sus heridas. Lo podía haber matado. Se encogió de hombros. ¿No quería ver muerto a ese vikingo en particular?

—Oh, Dios…— susurró en alto.

 Sasuke quería que él sufriera, como habían sufrido los irlandeses. Pero había una línea delgada, frágil, entre la vida y muerte y, aunque no entendía del todo el porqué, Sasuke sabía que no quería un asesinato sobre sus espaldas. Tal responsabilidad pertenecía a su padre, a sus hermanos, a los guerreros que encontraron a sus enemigos en el campo.

El doncel suspiró, doblándose para tocar su ancha espalda. Él todavía respiraba. Se puso de pie de nuevo, mirando hacia los árboles. No había llegado muy lejos, y habían seguido el sendero paralelo al arroyo. De algún modo Sasuke tenía que devolverlo al agua. Suspirando una vez más, la furia carcomió su estómago cuando estudió su cara de nuevo. No le asombraba que él fuera conocido tanto entre los vikingos como entre los irlandeses, que pensaban que estaba protegido por los antiguos dioses escandinavos. Incluso tirado, inconsciente, prisionero, él parecía irradiar un aura de poder dorado como si fuera uno de esos dioses rubios con ojos azules. ¡Ah! Él no era ningún dios. Él era su prisionero. Y nunca poseería de nuevo el poder de ningún dios porque, si no era ejecutado, sería encarcelado por aquellos irlandeses que él había asumido tan arrogantemente que podría conquistar y dominar.

— ¡Yo soy el conquistador, Vikingo! — susurró Sasuke—. ¡Tu eres el cautivo… el conquistado… mi prisionero!

Rechinando los dientes, se puso de pie y agarró firmemente sus muñecas atadas. Gimió al intentar arrastrar su tremendo peso con la poca fuerza que tenía. Iba terriblemente lento, y gruñó y jadeó la mayor parte del camino, pero finalmente lo llevó de vuelta a la orilla del arroyo.

Utilizando la poca fuerza que le quedaba, apoyó su torso contra el tronco de un roble y aseguro sus muñecas atadas al árbol con un pedazo de rienda. Una vez seguro de que él estaba bien amarrado, ató la yegua y corrió al arroyo para beber. Después miró atrás hacia su prisionero. Él también necesitaba agua.

Sasuke volvió hacia su yegua y cogió la pequeña taza de plata que llevaba siempre consigo, la llenó de agua, y volvió hacia el vikingo. Sus labios estaban resecos y sus ojos aún cerrados. Acercó la taza cautelosamente a sus labios y permitió que el agua goteara encima de ellos. Sus ojos empezaron a fluctuar y los labios a moverse. Apretó la taza de nuevo contra ellos y él empezó a beber instintivamente.

— ¡Despacio! — le advirtió cortantemente cuando él empezó a tragar y la penetrante mirada azul de sus ojos de hielo lo miró.

Pareció considerar la prudencia de su orden porque hizo una pausa para realizar una profunda inspiración. Cerró los ojos antes de beber de nuevo. Al intentar moverse, comprendió que tenía atadas las muñecas al árbol.

Arqueó una ceja ligeramente y sonrió secamente, mientras sus labios se torcían en un gruñido.

—Gracias — murmuró en nórdico.

Sasuke se alejó de él. Cuando estaba consciente, lo asustaba, sin importar lo fuerte que estuviera atado. Era demasiado consciente de la anchura de su pecho, de la fuerza de acero de sus potentes brazos.

—No me lo agradezcas, vikingo — contestó con irritación —. Te mantengo vivo para que puedas sufrir mucho más. Una muerte rápida sería demasiado buena para ti, perro de Noruega.

Con la esperanza de demostrar su lugar, Sasuke caminó desdeñosamente por encima de sus piernas extendidas y volvió deprisa a su yegua. De sus alforjas sacó un pedazo de pan. Estaba a punto de sostenerlo para él cuando se detuvo. Él era un vikingo, y los vikingos eran conocidos por sus terribles atrocidades. Él podría intentar morder sus dedos.

Sonriendo ampliamente, Sasuke pinchó el pedazo de pan en la punta de su espada y lo colocó bajo su nariz.

—Tu comida, vikingo — se mofó orgullosamente — todo lo que comes en mi tierra proviene del uso de una espada. Hoy no debe ser diferente. Pero ten cuidado, vikingo, no querrías tragarte la punta o descubrir que se me fue.

Se alegraba de que Fugaku lo hubiera hecho aprender el idioma de los invasores cuando era joven. Sasuke sabía que el Zorro entendía cada palabra perfectamente. El vacío de sus ojos fue reemplazado por puro odio y deseo de venganza. A pesar de todo, mirando el pan empezó a comer cuidadosamente. Sasuke controló un pequeño escalofrío que le recorrió al verlo morder el pan y recordó aquel día que él se había reído con su loba rosa en Clonntairth.

Sasuke apartó su espada con el pan todavía en ella, obligándole a que torciera su cabeza rápidamente para evitar que se hundiera en la mitad de su boca. Sus ojos parecían dagas de color azabache mientras se ponía el sol. Sasuke bostezó exageradamente.

    —Discúlpame, Señor Perro de Noruega. Estoy demasiado agotado para satisfacer tu apetito. — Sasuke se alejó diez pies de él y se acurrucó en la orilla con la espada bajo él con la empuñadura a mano. — Duerme bien, Vikingo —susurró— ¡Mañana correrás junto a mi caballo y conocerás la ira de mi padre, la justicia de los irlandeses!

Notas finales:

¡Que emoción! ¡Por fin se encuentran cara a cara!

¿Se esperaban este encuentro? A mi me encanto, Sasuke puede ser un buen rival para los noruegos, más con sus deseos de venganza por su gente amada.

Aunque Sasuke siempre seguira siendo mi hermoso vengador que ahora tiene el mando de la situación, me pregunto ¿Qué hara Naruto al respecto? ¿Logrará Naruto, estando tan debil, escapar de las filosas garras de Sasuke?

Sin más que añadir, Angie se retira.

Atentamente

Angie


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