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RENDICIÓN DORADA por Anmilepe

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Notas del capitulo:

¡Hola, Angie reportandose!

Lo siento la demora, pero he estado en examenes y no he tenido mucho tiempo, pero se lo recompenso con esta capitulo más largo.

En realidad aqui estan el capitulo VI, VII y VIII pero pensando en ustedes me propuse mejor unirlo y darles capitulos mas largos.

Sin mas que decir, ¡A leer!

Atentamente

Angie

A.D. 853

 

Sasuke se apoyó pesadamente contra el ancho tronco de un fresno, cerrando sus ojos y respirando profundamente.

La primavera se estaba aproximando y, con ella, las lluvias fuertes. El suelo estaba húmedo bajo sus pies, y el bosque olía fuertemente a tierra y a hierba. El propio aire daba la sensación de estar cargado y húmedo. Dentro de poco llovería de nuevo y la tierra se volvería barro y lodo.

Él ajustó su postura, agarrándose el hombro con una ligera mueca de dolor. Su mano entró en contacto con algo pegajoso y miró sus dedos con sorpresa. La sangre rezumó de su carne. Era extraño, no había sentido ningún dolor.

Se incorporó para quitarse el yelmo dorado que protegía su cabeza y escondía sus rasgos, y después se dejó caer hasta quedarse sentado al pie del árbol. En alguna parte, no muy lejos detrás de él, sus invasores estarían terminando con el campamento danés que había a la orilla del mar. Sasuke ya no escuchaba los lamentos de los hombres — se había enseñado a si mismo a no escuchar, así como se había enseñado a no pensar en la carnicería.

Una ramita chasqueó lo que le hizo abrir los ojos mientras alcanzaba su pesada espada, intentando calmar el pánico que surgía dentro de él. Se asombró al ver a Hiruzen de pie ante él. Pero al menguar su pánico, también lo hizo su asombro. El viejo Druida estaba acostumbrado a arreglárselas para estar en un lugar cuando se suponía que se encontraba muchas millas alejado.

Sasuke se encontró con su mirada implacable y permaneció en silencio, esperando a que el druida hablara.

—Los donceles y mujeres — dijo suavemente — están exentas de portar armas, mi señor Sasuke, como tu bien sabes, desde el 697, después de que la madre de San Adamnan viera a dos hermosas señoras en la batalla. Esas criaturas dóciles, ante de la visión de Ronait, se descuartizaron entre si con hoces de hierro de una manera tan salvaje y bárbara que San Adamnan decretó en Tara aquel año una ley a la que nosotros nos referimos ahora como Caín Adamnan. ¿No conoces esa ley, Sasuke?

El doncel quiso mantener la mirada del druida, pero sus ojos lo traicionaron. Dejo salir un suspiro cansado.

—Yo no tomo parte de las batallas, Hiruzen.

—No, tú lideras a los hombres, los apostas para luchar desde los bosques, para atacar una vez has sido atraídos los Vikingos a vuestras trampas.

El rubor se precipitó en su cara y se sintió miserable.

— ¿Qué estás haciendo aquí, Hiruzen? — preguntó con resentimiento.

Su brazo estaba empezando a doler y la cota de malla de oro que llevaba puesta parecía increíblemente pesada. Sasuke se sentía molido y cansado y mucho más mugriento que simplemente sucio. ¿Por qué Hiruzen tenía este efecto en él? Había salido victorioso ese día, como había pasado muchas otras veces desde que Sasuke había empezado sus correrías. Pero su victoria la sentía vana. El doncel quería estar en casa, en Tara, estar con su madre, peinando su pelo cuidadosamente, escogiendo sedas para los nuevos vestidos...

 

— ¡Oh! — Hiruzen se encogió de hombros en respuesta a la pregunta que él casi se había olvidado que había hecho—. Pensé que podría encontrarte aquí, hijo de Fugaku. —Se sentó al lado de Sasuke y separó la malla de su brazo, murmurando por debajo al ver su herida—. Lo ataré y lo sujetaré con una cataplasma— dijo él—. Pero tendrás que tener cuidado y conservarlo limpio o la carrera del Guerrero Dorado acabará sin honor ni grandes logros, sino pudriéndose en la enfermedad. ¿Me has entendido?

Sasuke asintió en silencio.

— ¿Supongo — Hiruzen continuó con un tono gruñón — que ni Fugaku ni mi señor Neji de Connaught saben que albergan en el seno de su familia al señor que conduce a los Vikingos a tal nivel de distracción con sus tácticas enrevesadas?

Sasuke negó con la cabeza, sin enfrentarse todavía a la mirada de Hiruzen.

—No — murmuró el doncel tragando nerviosamente

     Era extraño el hecho de que Sasuke pudiera enfrentarse a una horda de guerreros con poco más que un temblor, y que Hiruzen lo pudiera hacer sentir como un niño travieso. Pero él no era el "Guerrero Dorado" para Hiruzen, lo sabia muy bien. Él era un joven, que a menudo se preguntaba cómo alguien como él había acabado en tal camino.

Finalmente volvió los ojos hacia su viejo mentor.

—Hiruzen, Padre no debe saber que soy yo quién lidero estas correrías. Él me detendrá, Hiruzen, y me casará con Neji.

—Debo decírselo a tu padre — Hiruzen murmuró, haciéndolo jadear cuando apretó fuerte un trozo de su propia túnica alrededor de la cuchillada de su brazo—. Deberías estar casado con Neji y bien encerrado en su residencia real, alejado de este derramamiento de sangre e imprudencia.

Sasuke comenzó a temblar, sintiendo más miedo que en su primera incursión. La mayoría del tiempo no se permitía pensar. Después del día en el bosque en el que se había topado con el Zorro Noruego, se creía a si mismo inepto, había perdido todos los sueños de batalla. Se había dado cuenta de que era frágil y de que no tenía ningún deseo de morir, ni de ser herido.

Pero entonces su primo Obito había regresado a casa, y los sueños de venganza de Obito volvieron a encender los suyos. Sólo él y Obito habían estado en Clonntairth; sólo ellos podían recordar el horror. Y por ello habían creado fantasías, ensueños en los que ellos eran los vencedores, en los que daban muerte uno por uno a todos los Vikingos que habían destruido Clonntairth. Sasuke le había hablado a Obito sobre la hija de Maelsechlainn que había provocado la muerte de Turgeis el Vikingo y sobre la mujer guerrera Vikinga que tanto lo había impresionado. Obito había escuchado cada una de sus palabras. Y Sasuke había descubierto que su primo no sólo había ganado fuerza y salud con los monjes, sino una destreza que de lejos superaba sus años.

Pero, aunque Sasuke se permitió a si mismo tejer tales cuentos con Obito, Sasuke nunca había olvidado el campo de Carlingford Lough y había recordado la sensación de fría mirada del Zorro Noruego sobre él.

    Supuestamente, la paz había reinado después de que los daneses ganaron la batalla de Carlingford Lough. Pero en realidad la paz no había durado ni un día. Ni siquiera los daneses eran un enemigo totalmente organizado. Algunas de sus bandas habían estado saqueando pequeños pueblos costeros incluso cuando los reyes irlandeses se estaban reuniendo con Gaara el Patizambo, y los noruegos derrotados se estaban convirtiendo en una plaga. Sus incursiones se habían vuelto cada vez más feroces, y en su venganza atacaban más cruelmente que nunca a los daneses.

A Obito le importaba poco si los invasores eran noruegos o daneses. Estaba obsesionado con destruir. Él tenía la fiebre de destruir a todos los extranjeros. Más aún que a los extranjeros, quería destruir a los bandidos irlandeses que habían dado la espalda a su propia patria para unirse a los grupos de Vikingos y atacar en su propio beneficio.

Durante su recuperación en Armagh, Obito había estudiado las tácticas bélicas. Al combinar todo lo aprendido con los cuentos que Sasuke le contaba acerca de las valientes mujeres, había nacido el Guerrero Dorado.

Ante su primo, Sasuke había admitido finalmente que él era un cobarde. Le contó a Obito que se había encontrado con un Vikingo en los bosques después de la gran batalla, y que esa victoria se había convertido en derrota rápidamente. Obito había estado fascinado, asegurando a Sasuke que se había comportado loablemente y que había sido, obviamente, salvaguardado por los poderes del bosque porque él tenía un destino heroico.

Sasuke no estaba muy seguro de que estuviera destinado al heroísmo, pero Obito había diseñado un bonito yelmo dorado y una túnica de malla, y antes de que Sasuke realmente se hubiera dado cuenta, había aceptado sus audaces planes y se había convertido en el Guerrero Dorado, admirado por reyes, venerado respetuosamente por poetas y temido por los Vikingos.

Al principio sólo habían sido él, Obito y un puñado de jóvenes. No habían sido nada más que un pequeño grupo de jóvenes, que chillaban por cada gotita de sangre que veían. Pero la fe los había mantenido unidos, y después de varias noches sollozando de terror, gritando con agonía por sus heridas y viendo a amigos y familiares morir, se habían endurecido formando un frente formidable. Y con el éxito de sus veloces y hábiles correrías, más y más príncipes y guerreros irlandeses se habían unido a las líneas secretas.

    Se encontraban pocas veces, sólo cuando Obito y Sasuke podían escapar del trabajo y las formalidades de la casa, inventando excusa tras excusa para cabalgar desde Tara. Habían tenido más tiempo últimamente pues Fugaku estaba ocupado preocupándose sobre el resurgimiento del poder noruego que parecía propagarse como la pólvora. Él viajaba por las tierras intentando reunir a los reyes, pues una defensa organizada era vital si querían sobrevivir. Mikoto nunca había controlado mucho a su hijo menor, y era dudoso que alguna vez pensara que Sasuke podía estar mintiendo sobre las" peregrinaciones" que él llevaba a cabo con su primo.

Sasuke se encontró con sus tropas vestido con el uniforme dorado y su yelmo colocado cuidadosamente en su lugar. Durante meses había temido que le delatara su voz, pero la visera, delicadamente amoldada, creaba un eco extraño que camuflaba su voz. Sus tropas eran fieles y lo tenían sobre un pedestal así que respetaban el deseo que tenían de mantener su identidad en secreto. Cualquier hombre que se dejara llevar por la curiosidad y no por el honor, se encontraría rápidamente con espadas en su garganta.

—Hiruzen — dijo Sasuke suavemente — por favor, no digas nada a mi padre, o a Neji, o a cualquiera. No ahora. Yo no podría ser el esposo de nadie, Hiruzen, soy necesario. Hemos actuado con honor en contra de los vikingos. Hemos salvado innumerables pueblos irlandeses, incontables vidas irlandesas. — Él tocó las mejillas barbudas del viejo Druida y susurró —. Por favor, Hiruzen. Te lo juro, sólo llevo mi espada para que pueda defenderme en el caso de que...

— ¿Y si un día el Guerrero Dorado no puede desaparecer lo suficientemente rápido después de atraer a los hombres a su muerte?

Sasuke perdió los estribos. Estaba cansado, agotado y el brazo le dolía horrores, y Hiruzen estaba comportándose como si los Vikingos fueran la facción perjudicada.

—Hiruzen — dijo él fríamente — estos hombres a quien yo “atraigo” a sus muertes son violadores, asesinos y ladrones. ¡Carniceros que saquean una tierra que no es suya! Yo no les quito a ellos sus mares para proporcionarles dolor. Ellos han venido aquí, Hiruzen, a mi tierra. ¡Sólo necesitan salir de aquí para resguardar sus malditos pellejos! Atacamos sus campamentos cuando sabemos que están a punto de diezmar nuestros pueblos.

    Se había puesto de pie mientras hablaba, cuadrando los hombros y enderezando la espalda. Hiruzen sabía que él había reunido un grupo de muchachos andrajosos a su alrededor que tenían un valor inestimable. Sus ojos relucían con dignidad. Dentro de sus profundidades azabaches, uno veía la tierra en toda su plenitud. Ni siquiera podía argumentar con lógica. No si se tenía en cuanta que sus hazañas secretas habían conseguido, irónicamente, unir a más reyes irlandeses que su propio padre.

 Era solo que estaba preocupado por Sasuke, preocupado hasta la médula. Pero al igual que sabía que un gran peligro relacionado con el gigante rubio lo acechaba, sabia también que no podía hacer nada para cambiar el curso de las cosas.

Él se puso de pie al lado de Sasuke y se alegró por un momento de ser un hombre alto. Con este salvaje hijo de Fugaku, uno necesitaba aprovechar cualquier cosa al alcance de la mano para dar la impresión de ser una figura de autoridad.

—Ve y disuelve tus tropas — le dijo brevemente—. He venido a escoltarte hasta Tara. Tu padre está llamando al concilio, y seguro que notará tu ausencia.

Sasuke miró fijamente al irascible Druida por un momento, escuchando el latido de su corazón. Él no iba a traicionarlo con su padre; sólo había venido a buscarlo.

—Bien, Hiruzen — dijo él suavemente. Se enderezó el yelmo dorado que le daba el druida, ajustando la visera.

Sasuke Uchiha, la belleza dulce e indómita de Tara, había desaparecido. La visera eclipsaba al dulce muchacho que él había conocido, aquel que curaba las alas de los petirrojos y derramaba lágrimas por las criaturas heridas del bosque. Vestía su uniforme dorado con una cantidad aterradora de autoridad.

Sasuke caminó rápido y silenciosamente a través del bosque, volviendo para rodear el claro dónde los vikingos habían sido emboscados. Apartó la mirada a la vista de los muertos. Como tantos hombres valientes antes que ella, había aprendido a no tener en cuenta a la muerte. Como había hecho desde el principio, empezó a rezar fervorosamente para que Obito no estuviera entre los caídos.

El bosque estaba en silencio, y se obligó a si mismo a hacer una pausa durante un minuto como Hiruzen le había enseñado hacía tanto tiempo. Al principio solo oyó el agitar ligero de las hojas con la brisa, pero entonces la brisa trajo un murmullo distante que parecía el sonido de voces masculinas. Siguió el sonido, comprendiendo que su banda había ido a arrasar el campamento Vikingo.

Anduvo suavemente e, inmediatamente, descubrió un gran claro cubierto de tiendas y frías fogatas de los Vikingos.

Se tragó su repulsión a la vista del daño hecho por sus compañeros irlandeses y contuvo la ridícula necesidad de llorar. Eran daneses, se dijo a si mismo, pero a veces, viendo la destrucción y la pérdida, dolía fuera quien fuera. Un hombre viejo yacía muerto cerca de un fuego para cocinar, una mujer — una seguidora del campamento— yacía muerta delante de su tienda, con una lanza irlandesa atravesando su corazón.

El horror desgarró a Sasuke, haciendo que casi se doblara sobre si mismo. Estoy perdiendo el control, pensó sintiéndose nauseabundo. Ellos son los carniceros, los bárbaros. Nosotros somos los educados, los instruidos... los cristianos.

Caminó por el claro y su voz sonó por todo el campamento. Los hombres empezaron a surgir de las tiendas, con el botín en sus manos. Pero cuando el doncel los reprendió por maneras paganas, sus caras se volvieron tímidas. Un hombre se apartó de la muchedumbre y postró una rodilla ante él.

—Nuestras disculpas, señor. La mujer murió en el frenesí de nuestro ataque. Apareció cuando nuestras lanzas volaban a discreción.

El hombre alzó la vista, y un estremecimiento de sorpresa atravesó a Sasuke. El guerrero arrodillado ante él no era otro que Neji Hyuga. “¡Dios Mío! Él sabrá quién yo soy”, pensó con pánico. “No” se aseguró a si mismo. Él no podía reconocerlo. Sólo sus ojos eran visibles a través de su visera. “¡Para de temblar y piensa!” se advirtió. “Ten cuidado con lo que dices, o perderás a tus valientes luchadores. Olvídate que es Neji.”

—Levántate, por favor — dijo en voz alta —. Pido a Dios que en nuestra lucha para librar a la tierra de los paganos no nos estemos convirtiendo nosotros mismos en paganos.

La mayoría de los hombres estaban ahora de pie cerca, con sus trofeos en la mano. A Sasuke no le importaba que ellos saquearan los campamentos. Lo que los Vikingos tenían generalmente había pertenecido primero a los irlandeses.

El doncel alzó sus manos cubiertas con guantes dorados.

—Amigos, dispersémonos. Os llegará la voz de cuándo y dónde nos encontraremos de nuevo.

Las tropas se fundieron silenciosamente en el bosque. Sasuke examinó las caras apresuradamente. Él se acercó a su primo e interiormente susurró una pequeña oración de gratitud.

Los ojos de Obito se encontraron con los suyos a través del campamento. Él torció sus labios en una sonrisa rápida que le indicó que estaba bien, después inclinó su cabeza ligeramente. Él sabía que el doncel estaba al borde del pánico debido a Neji.

Sasuke giró, tomando cuidadosamente la dirección opuesta a la que Neji había tomado. Se encontró con Obito en el lugar acordado de antemano, tirándose en sus brazos, permitiéndose finalmente temblar por las consecuencias de la confrontación.

— ¡Neji! — Sasuke susurró — Obito, él podría haberme reconocido. ¿Por qué no supe que él estaba con nosotros? ¡Me deberías haber advertido!

—No pude, Sasuke, él se incorporó a última hora. Todo lo que podía hacer era aceptarlo cortésmente, así como aceptamos a todo irlandés que desea unirse al grupo. No podía distraerte antes de la batalla—. Él se quedó callado, abrazándolo fuertemente, y después habló de nuevo. — ¿Por qué nos hemos disuelto, Sasuke?

— ¡Oh, Obito, mi padre ha llamado al concilio en Tara, así que debemos volver a casa! ¡Y ahora estamos en problemas, Neji sabe que tú estás entre los invasores que con tanto éxito han sido la perdición de los vikingos! Y Madre cree que cabalgamos juntos a las capillas...

Obito negó con la cabeza.

—Neji no mencionará esta incursión, te lo garantizo. Su padre no puede perdonar las hazañas del Guerrero Dorado y su banda porque estamos, básicamente, fuera de la ley, haciendo lo que queremos. Neji es el rey de Connaught. Se supone que él esta siguiendo la política de los reyes, que ahora mismo nos sugieren a todos que permanezcamos sin hacer nada hasta que pueda establecerse alguna organización. Él no admitirá su complicidad más de lo que yo lo haría.

Sasuke se encogió de hombros.

—Espero que tengas razón, Obito— murmuró—. Será mejor que vayas por los caballos. Y también necesitamos despojarnos de las cotas de malla.

Obito frunció el entrecejo.

— ¿Cómo sabes que tu padre está llamando a un concilio?

— Hiruzen apareció en el bosque.

— ¡Hiruzen!

Sasuke asintió y sonrió irónicamente.

—Ese viejo Druida tiene sus talentos.

Murmurando por lo bajo, Obito se escabulló para conseguir sus caballos. Sasuke continuó meditando a cerca de Neji. Había aumentado su estima hacia él gracias a lo que había hecho aquel día.

Cuando Obito reapareció, el doncel ya se había quitado su yelmo y visera y estaba intentando despojarse de su cota teñida de oro. Lo ayudó en silencio y después, aceptó su ayuda igualmente.

— ¿Sasuke? — Obito preguntó, extrañamente vacilante.

— ¿Sí, Obito?

Obito le daba la espalda mientras él plegaba cuidadosamente sus vestiduras de guerra para guardarlas en las alforjas y ocultarlas antes de que alcanzaran Tara.

— ¿Cómo nos encontró Hiruzen? ¿Cómo podía él saber donde estábamos?

Sasuke se encogió de hombros.

—Hiruzen… bien, a veces él simplemente sabe cosas. Venga, Obito, tenemos que encontrarlo de nuevo y continuar. Es una suerte que él nos encontrara. Mi padre creerá que hemos estado con él un tiempo.

No tuvieron que buscar a Hiruzen. Él trotó junto a ellos en su caballo bayo con la capa y su barba flotando en la brisa.

—Bueno — él exigió irritablemente—. ¿Nos podemos ir ya?

Sasuke y Obito montaron silenciosamente en sus caballos y lo siguieron. Ellos habían recorrido una distancia razonable antes de que Sasuke pensara en preguntarlo. El doncel clavó los talones en los flancos de su caballo y se puso a su altura en el sendero.

— ¿Hiruzen, por qué mi padre llama a un concilio? ¿Ha pasado algo?

Sus ojos lo miraron de forma extraña, como si él viera algo en su cara. Pero al momento tal mirada había desaparecido y se encogía de hombros.

—Se podría decir que algo ha pasado, mi señor Sasuke. Naruto Uzumaki ha derrotado a los daneses de Liffey y ha tomado Dubhlain. El Señor de los Zorros ha vuelto.

Se quedó helado por el miedo. Jamás había sentido algo parecido. Él había regresado. Dios mío, él había regresado.

Se encontró de nuevo con la mirada de Hiruzen, oscura e insoldable, mientras hablaba con un tono inquietante, desprovisto de emoción.

    —Se dice que él no quedará satisfecho con Dubhlain. Que el Zorro montará por toda Irlanda. Que se dirige hacia Tara.

 

 

*****

 

 

—No abandonarás Tara, hijo, mientras estoy fuera. He tolerado todo este sin sentido sobre Obito y tú rezando en distintas capillas, pero no saldrás mientras nosotros luchamos. ¿Me has entendido, muchacho?

Sasuke sentía un nudo terrible en su garganta. Las lágrimas brillaron débilmente en sus ojos. Su padre, sus hermanos, y Obito se iban todos para enfrentarse al Zorro que, se decía, viajaba con miles de guerreros. Los valles de Tara eran un caos ya que los reyes irlandeses se habían unido por fin bajo el Ard-Righ para luchar contra el enemigo común.

—Sí, Padre — dijo el doncel dócilmente.

Él tocó su barbilla ligeramente con un dedo.

—Ah, Sasuke, este viejo corazón tiene debilidad por ti... — Su voz se volvió áspera de nuevo—. Pero me molesta, muchacho, que tenga que decírtelo. Tendremos de verdad una cuenta pendiente si me desobedeces mientras estoy ocupado con el Zorro.

Sasuke asintió de nuevo. Su padre montó su caballo y él se dio prisa para colocarse detrás de su madre para besar a sus hermanos, haciendo una pausa para ajustar el broche del manto de Itachi.

—Cuidate, Itachi — susurró Sasuke, intentando sonreír a cambio de la mueca amable de su hermano.

—Levanta esa barbilla, hermanito. Nos encontraremos pronto de nuevo.

Le dedicó una sonrisa deslumbradora. Se separó para despedirse de su esposa y Sasuke se aproximó a Obito.

—Parece que el Guerrero Dorado debe desaparecer por un tiempo — le susurró—. Me alegro, Sasuke. Estarás seguro mientras tanto.

—Obito, esto es peor. Estoy muy asustado por ti y por mi padre.

—Regresaré, Sasuke. Y lo mismo harán tu padre y tus hermanos.

—Eso creo, Obito. En mi corazón, eso creo.

Una mano en su hombro lo distrajo de Obito. Neji estaba de pie detrás de él. Lo acercó hacia él y lo besó ligera pero tiernamente en los labios.

—Volveré, Sasuke, y cuando lo haga, no esperaremos mucho más. Hablaremos con tu padre y nos casaremos en seguida.

El doncel abrió la boca para protestar, pero después la cerró. Quizás cuando volvieran el Zorro estaría muerto y la amenaza Vikinga ya no existiría.

—Ten cuidado, Neji Hyuga — respondió suavemente.

Lo besó suavemente de nuevo.

—No estaremos mucho tiempo fuera, lo prometo, belleza azabache — murmuró, después se lució montando a caballo y se alejó al galope para fustigar a los hombres de Connaught dentro de sus filas.

Sasuke se volvió para buscar a Obito, pero él ya había montado. El doncel vio a su madre mirando fijamente a su padre, pero Fugaku también estaba cabalgando a medio galope para alcanzar el frente de la procesión.

Mikoto deslizó un brazo alrededor de Sasuke. Juntos vieron como el último caballo desaparecía bajo la luz intensa del sol del mediodía.

 

Los días pasaban despacio en Tara. Los quehaceres se volvieron más tediosos y mundanos. A Sasuke le habían asignado como tarea cuidar las ovejas, y en lugar de permitir a su mente llenarse de visiones de derramamiento de sangre, se tumbaba en el césped mientras las ovejas pacían y soñaba que los irlandeses salían victoriosos. El Zorro noruego moría, y él se libraba de todos esos recuerdos tan difíciles de olvidar... Neji se postraba elegantemente a los pies de Fugaku, pidiendo a su hijo doncel en matrimonio, y, orgulloso del valor y victorias de Neji, Fugaku estaba de acuerdo, con tal de que su hijo pudiera ganar…

Tan solo soñar le provocaba estremecimientos en la espina dorsal a Sasuke. Se preguntó a si mismo cómo sería en realidad conocer y amar a un hombre con toda tu alma.

Se encontraba meditando sobre ello una de las tardes de la quinta semana después de la salida del ejército de Tara cuando el retumbar de unos cascos de caballos le devolvió de golpe a la realidad. Cuando el sonido penetró en su conciencia, se agachó rápidamente, sintiendo cómo su corazón latía tan rápido como el sonido que se aproximaba. ¿Cuanto se había alejado del rebaño mientras paseaba? No podía ser peligroso. Seguramente los guardias habrían visto a un intruso.

El ritmo del latido de su corazón disminuyó al ver que el jinete que se aproximaba no era otro sino Obito. Se puso en pie vestido con su raída túnica de lino y gritó su nombre con júbilo, precipitándose colina abajo para tirarse a sus brazos en cuanto este desmontó de su caballo.

— ¡Obito! ¡Estás aquí! ¿Estás bien?  ¿Y padre? ¿Cómo está? Obito, ¿Está bien? Itachi, mi…

— Shh...— murmuró Obito, alejándose levemente y sonriendo cariñosamente mientras miraba sus ansiosos ojos. — Tu padre y tus hermanos estaban bien hace dos días cuando los dejé. — Vio como el alivio encendía sus ojos. Se tomó un momento sólo para contemplarlo tranquilamente, más consciente que nunca de su extraordinaria belleza. Incluso con el viejo y feo vestido de trabajo, sus inteligentes ojos, tan brillantes y negros contra el marfil de sus elegantes rasgos cincelados, su cabello del color de la medianoche que contrasta con su pálida piel, sus finas cejas arqueadas hacia arriba interrogantes.

Lo abrazó de nuevo, susurrando.

—Oh, Sasuke, se te ve tan maravilloso. Eres tan maravilloso después de todo lo que he visto...

El doncel tiró ansiosamente de él.

—Obito ¿Va algo mal? ¿Por qué estás aquí?

—No — dijo rápidamente — las cosas van bien. Tu padre quería enviar un mensajero a Tara con noticias—. Él hizo una pausa, preguntándose si ese era el motivo real de su vuelta, o simplemente quería darle a Sasuke el placer de ver a un pariente vivo y sano. Él optó por esto último. — Es extraño, Sasuke, este Zorro es un luchador hábil. Hemos tomado parte sólo en unas pocas batallas. Aquéllas en las que hemos participado han sido feroces y terribles — hizo una pausa, no necesitaba describírselas— Naruto entra en las aldeas, pero solo mata a aquéllos que levantan las armas contra él. Roba todo lo pequeño que puede encontrar en las tierras de labranza para abastecer a sus tropas, pero no quema nada y después se retira—. Obito frunció el ceño — ¿Sabes, Sasuke? No creo que Naruto piense venir hacia Tara. Creo que nunca lo llegó a pensar. Me temo que lo que quiere es que nosotros creamos que va a regirse por las costumbres vikingas y estemos cayendo de pleno en su trampa.

 Sasuke deslizó una mano en la de su primo y lo guió hasta el diminuto claro donde el doncel había estado soñando tan recientemente con días de paz. Se había evadido de la realidad como si todo lo demás fuera una tontería. Frunció el ceño al reflexionar sobre lo que le había dicho su primo mientras obligaba a este a sentarse y le pasaba queso y pan fresco de su bolsa de comida.

—No lo entiendo, Obito — dijo mientras él empezaba a comer vorazmente. — ¿Por qué ese noruego furtivo querría aceptar a los irlandeses? Si él nunca hubiera amenazado Tara, podría habérsele dejado solo. Dubhlain ha pertenecido a los Vikingos durante décadas. Mientras no salieran de allí, nosotros los eludiríamos.

Obito sacudió la cabeza y aceptó el agua fresca que Sasuke le ofrecía. Bebió durante largo tiempo, derramando agua por la barbilla. Después se limpió la barbilla con la manga, suspiró y agitó la cabeza de nuevo.

—No lo sé, Sasuke, eso es exactamente lo que me preocupa. Nadie puede entender exactamente lo que pretende hacer. Lo acosamos diariamente, pronto lo obligaremos a volver a Dubhlain y, a pesar de todo, no tengo la impresión de que lo estemos acosando en absoluto. Es sólo que no...

— ¡Yo lo sé! — Sasuke dijo con un entusiasmo venenoso. — Mi padre ha vencido a ese zorro, ese perro de Noruega. ¡Saldremos victoriosos!

Obito detectó algo más detrás de sus palabras, una cosa muy extraña, poco natural. Un odio personal tan intenso... Clonntairth, claro. Pero era su familia la que había perdido debido a las tropas de Naruto Uzumaki, y él no enfocaba su odio a esa dirección en particular. Había luchado contra los vikingos como había podido; había sido él quien había creado las espectaculares tropas del Guerrero Dorado. Era valor sin fin y la dignidad de Sasuke lo que había hecho de esa aventura un éxito, pero el sueño de venganza había sido suyo. Había aprendido tácticas y política con su tío y había visto como la sabiduría de Fugaku solucionaba muchas de las situaciones en la que una conducta precipitada habría sido un suicidio.

Él luchaba contra el Zorro de Noruega ahora, y lo que hacía era gratificante. Pero la guerra no podía ser personal, y Obito comprendía ahora, con un poco de asombro, que él no culpaba a Naruto personalmente de la pérdida de sus padres. De hecho, había abandonado el campo de batalla cuando había tenido oportunidad de encontrarse con el noruego cara a cara. Quizás su huida había sido lo mejor porque había visto con sus propios ojos al gigante dorado en combate. Ningún hombre parecía tan poderoso. Era como un huracán arrasando todo a su camino.

Se volvió a mirar a Sasuke, preguntándose en que pensaba. Entonces se encogió por dentro. El doncel había sido más fuerte que él en Clonntairth, pero Clonntairth había sucedido hacía tres años. A pesar del valor que sólo él parecía apreciar, Sasuke era un doncel, más emocional que un varón. Nunca se le había ocurrido que el vikingo con el que se había tropezado cerca de Carlingford Lough pudiera ser el Zorro de Noruega.

—Dime, Obito — murmuró Sasuke, contemplando las ovejas — ¿Has visto alguna vez a Naruto Uzumaki?

—Lo he hecho

— ¿Él esta vivo entonces? ¿No lo has visto herido?

—Ni un rasguño. Muchos hombres creen que esta protegido por los dioses nórdicos. — No le gustó lo que vio en sus ojos, así que decidió que había llegado el momento de hablar. — Sasuke, solicité especialmente a tu padre ser el mensajero que traería noticias de la batalla a casa. Y fui yo quien eligió los que me acompañarían.

Sasuke no contestó, pero continuó contemplando las ovejas. Él estaba a punto de hablar de nuevo cuando el doncel murmuró finalmente

—Me alegro de que pudieras venir a casa, Obito. Valoro tu vida con tanto cariño como la de mis hermanos.

Él apretó su mano.

—Seremos siempre como hermanos — dijo. Por un momento se instaló un silencio entre ellos, y entonces Obito, aclaró su garganta, y habló de nuevo. —Me alegro de estar en casa, pero ésta no es una visita de cortesía.

El doncel se volvió finalmente hacia él, con expresión confundida.

—No entiendo de que estás hablando.

—Te necesito, Sasuke.

Él frunció el ceño.

—Entiendo incluso menos ahora, primo.

Él contuvo la respiración, sosteniéndolo un momento.

—El Guerrero Dorado debe cabalgar de nuevo.

— ¿Qué? ¡Obito, debes de estar loco! Preferiría afrontar solo una veintena de daneses antes de a mi padre si este nos descubriera...

Obito sacudió su cabeza.

— No vamos a ir a ningún sitio cerca de tu padre. Althrip ha estado explorando a caballo todo el campo. El Zorro no amenaza a Tara, pero si lo hacen un grupo de bandidos irlandeses y daneses. Althrip descubrió un campamento a menos de un día a caballo. Él cree que atacarán ahora porque Tara se encuentra en este momento desprotegida. Los esposos y esposas de los nobles están aquí, y serían un botín de primera para violarlos y luego venderlos como esclavos.

Sasuke pensó por un momento, luego habló.

—Obito, no sé cómo seré capaz de hacerlo. Mi padre me hizo prometer que no me marcharía, y mi madre se pasa una hora cada mañana elaborando los quehaceres que debo atender en Tara.

—Sasuke, no habrá un Tara si nosotros no actuamos.

—No puedo creer que mi padre no enviara tropas.

—Nosotros somos las tropas. No hay nadie más. Cada día la lucha se vuelve más crítica mientras alcanzamos Dubhlain. ¡Traje a todos de los que se puede prescindir! Tu padre confía en mí para ganar, Sasuke, y yo confío en mí mismo. Pero nosotros necesitamos un elemento sorpresa.

—Gregory, los guardias.

—No son suficiente. Debes pensar en algo, debes actuar.

Durante un momento su cara reflejó dolor. No estaba muy seguro que es lo que más le hacía daño, ponerse de nuevo el traje y enfrentarse a los bárbaros, o ir en contra de las órdenes directas de su padre.

Se estremeció momentáneamente, sus hermosos rasgos se volvieron desprovistos de emoción.

—Tengo la excusa perfecta. — dijo, clara y concisamente. — Dile a mi madre que Hiruzen se encuentra mal. Que me escoltarás hasta él. A los hombres se les contará la misma historia, y así no les extrañará que su señor dorado se una a ellos en la misma área.

—Bien pensado, primo — murmuró Obito.

Sasuke se puso en pie, se sacudió la suciedad y las briznas de hierba de su túnica. Miró fijamente los hermosos edificios desde lejos. Tara parecía relucir bajo el sol. Pensó sobre aquel día tan lejano en la cabaña de Hiruzen cuando él había soñado con ser un heroe. Ahora lo era, pero irónicamente, deseaba ser cualquier otra cosa.

—Vamos — dijo, cogiendo la mano a su primo —Vayamos, demos una alegría a mi madre con tu visita y oigamos las buenas noticias acerca de mi padre y mis hermanos que nos traes. Akane te atormentará sin compasión. Luego... luego tendrás que hablar con las mujeres que no verán a sus maridos e hijos de nuevo.

Obito colocó un brazo alrededor de su hombro. Se acercaron a su caballo y Obito tomó las riendas para conducir al animal. Sasuke silbó fuerte a los perros y estos acosaron a las ovejas para que se movieran.

El pequeño grupo triste y silencioso, hizo su camino a casa.

 

 

Naruto Uzumaki jugaba increíblemente bien al ratón y el gato. Durante días había atacado pequeños pueblos, desapareciendo a continuación tan rápido como un rayo, siempre un paso por delante de los irlandeses, siempre retirándose hacia Dubhlain.

 Pero hoy él se había quedado para luchar tras los terraplenes de Dubhlain. Empleando las mismas tácticas forestales que, sin el conocimiento de Fugaku, su hijo doncel también había utilizado, el Vikingo había atraído a los irlandeses a una emboscada. La batalla había durado toda la mañana y la tarde, y aun ahora continuaba, mientras el crepúsculo empezaba a caer.

En medio de la batalla, Fugaku lamentaba su edad mientras luchaba. Se había llevado la impresión que los irlandeses habían aguantado en el campo de batalla bastante tiempo en el bosque que había en la cumbre de la colina. Ahora comprendía que todo esto había sido una ilusión. Durante un momento él había estado luchando entre sus hombres y un minuto más tarde estaba rodeado de vikingos por todos lados.

“Estoy viejo”, pensó, “ya he vivido toda una vida.”

Pero ningún hombre podía enfrentarse a una muerte segura con tal pensamiento. Pensó en Mikoto, en sus hijos, y en la Irlanda por la que había luchado y, a pesar de las desigualdades, levantó la espada.

Tan de repente como se había encontrado rodeado del enemigo, se encontró de pie a solas. Todos se habían alejado un paso de él. La cabeza le empezó a zumbar, los ojos se le nublaron. Cerró los ojos y al abrirlos de nuevo vio ante él a Naruto Uzumaki.

Era cierto que un aura parecía irradiar del hombre. Incluso para ser Vikingo él era alto, y bajo su cota blasonada parecía haber un cuerpo musculoso. Al andar, la tensión parecía saltar chispas.

— “¡No quiero morir! “- pensó

Fugaku se estremeció cuando fijó la mirada en los glaciales ojos azules del escandinavo, aunque su semblante no translució ninguna señal de ello. ¡Por Dios! Me he convertido en un anciano que teme la muerte, pensaba mientras empezaba a rezar. Si, puede que estuviera caminando en un precipicio... Fugaku levantó su pesada espada en alto mientras la oración fluía en su mente. Y fue él quién atacó primero. Un golpe paró su ataque. Parecía ser más un baile de agilidad que un baile de muerte mientras los dos hombres se enfrentaron el uno contra el otro. Cada roce de acero sobre acero parecía echar chispas.

Los brazos de Fugaku temblaban por la fuerza a la que tenía que recurrir para parar cada golpe. Notó vagamente que se habían quedado totalmente solos. Al menos tenía la ventaja de no tener que preocuparse por que le atacaran por la espalda con un hacha. Era un guerrero extraordinario. Un guerrero que nunca había fracasado, ni siquiera contra los más feroces y habilidosos oponentes. El hecho de que hubiera aguantado durante tanto tiempo consolaba a Fugaku, lo suficiente al menos para hacerse a la idea poco a poco de su inminente muerte, para aceptarla orgullosamente. La muerte de un guerrero, la muerte de un rey.

Un golpe de espada del vikingo le hizo tambalearse y cayó de rodillas. Trató de ponerse en pie otra vez, pero resbalo con la sangre y se vio incapaz de manejar la pesada espada de guerra eficazmente. Cerró los ojos y pensó en hierba verde, en el olor de la tierra mojada por la lluvia, en la sonrisa de Mikoto y en los cielos azules. Se obligó a sí mismo a no temblar cuando sintió la punta de la espada del vikingo tocando su arrugada garganta.

La punta de la espada se alejó y Fugaku abrió sus ojos, preguntándose por qué el rey Vikingo no le concedía la muerte en batalla. Creía que, aunque el hombre que tenía enfrente era conocido por un extraño sentido de la misericordia, este fuera a concederle ninguna al Ard-Righ de Irlanda.

Ante el asombro de Fugaku, una mano enguantada parcialmente de cuero, se extendió hacia la suya. Había un rastro de diversión en los ojos árticos.

—Levántate, Ard-Righ de Tara — una voz profunda y sorprendentemente agradable le dijo en su propia lengua. Más bien inexpresivamente, Fugaku aceptó la mano. — Ojalá tenga su fuerza y valor cuando tenga su edad— continuó discretamente el gigante rubio.

Fugaku se puso en pie, rezando para no volver a caer.

—Si me vais a matar, Zorro de Noruega— Fugaku replicó usando a su vez la lengua nórdica — reconoced a un rey su derecho y acabad aquí mismo.

El Vikingo rió. Fugaku no sabía que en esos instantes estaba viendo el primer rastro de calor que la mirada de sus ojos tenía desde hacía mucho.

—Por su Dios cristiano, Fugaku Uchiha, Ard-Righ de Tara, yo no tomaría su vida. Sólo ese Dios suyo sabe quién debe seguir sus pasos. Además, me gustan las personas racionales. Regrese con sus tropas, Ard-Righ. No será molestado. Usted es un hombre de honor y coraje.

Apenas creyendo lo que oía, Fugaku miró como un océano de gigantes corpulentos se separaron para permitirle pasar entre ellos. Miró fijamente la dura y hermosa cara de su enemigo, después se volvió y se obligó a sí mismo a alzar su barbilla sin vacilar mientras empezaba a caminar.

En cualquier momento un hacha caerá sobre mi espalda, pensó mientras lentamente recorría su camino. Pero como le había sido prometido, no fue molestado. Dejó atrás los vikingos y el ahora campo de batalla. La lucha había terminado por aquel día. Una trompeta estridente sonó; y el nórdico pareció fundirse entre los árboles.

Cuando Fugaku terminó su silenciosa pero ferviente agradecimiento a Dios por la peculiar oportunidad que el Zorro de Noruega que le había concedido a su vida, comenzó a analizar los resultados del día. Debido a su supervivencia, él no supo quién había tenido la victoria.

Cuarenta millas tierra adentro, el hijo doncel de Fugaku abandonaba la escena de su propia batalla particular. Tara había sido salvada por Obito y las tropas del Guerrero Dorado, pero Sasuke no estaba lleno de júbilo mientras cabalgaban a través del bosque. Obito había sido herido y el doncel estaba ansioso por alcanzar a Hiruzen rápidamente para que éste pudiera ser tratado. Incluso Obito, quien había expresado cierto miedo al Druida alguna vez, anhelaba su toque mágico.

Sasuke se topo con la mirada de su primo mientras cabalgaban en silencio. Él sonrió, pero el doncel podía ver el dolor en sus ojos.

—Hiruzen sabrá que nosotros estamos yendo — aseguró Sasuke—. Tu dolor pronto será aliviado.

Obito se encogió de hombros.

—Me preocupas tú, Sasuke, no yo.

Sasuke no hizo ningún esfuerzo por contestar. Casi lo habían atrapado ese día. Se había visto enredado en la batalla, forzado a un combate cuerpo a cuerpo con un danés voluminoso. Había logrado eludir su hacha letal, menos mal que Obito había llegado en su ayuda y no se había visto obligado a asestar el golpe mortal. Se había convencido a sí mismo de que podía matar, si era para sobrevivir. No era suficientemente fuerte para la guerra. Sabía que a Obito le preocupaba la posibilidad de que se encontrara de nuevo en una situación similar, y no tuviera el valor suficiente para golpear.

—Obito — dijo finalmente — por favor no te preocupes más. Si la necesidad llega alguna vez y estoy solo, haré lo que sea necesario por mi vida.

Obito medio sonrió, pero su sonrisa era miserable.

—Yo rezo, primo, para que nunca tengas que ponerte el traje dorado de nuevo.

Ellos permanecieron en silencio mientras continuaban atravesando el bosque.

Como Sasuke había intuido, Hiruzen los esperaba. Se hizo cargo de las heridas de Obito, los alimentó, y les hizo descansar. No les regaño, ni les dio ningún sermón. Acariciaba su larga barba continuamente, con mirada distraída.

Pasaron la noche en la cabaña del bosque. Sasuke durmió muy bien, como un niño pequeño. Por la mañana casi llegó a sentirse feliz, como si fuera pequeño de nuevo y se hubiera quedado con Hiruzen simplemente para aprender a escuchar a la brisa y deleitarse con la vista de un arco iris. La cabaña de Hiruzen era acogedora; era segura. Parloteó incesantemente con el anciano mientras preparaban un desayuno a base de pescado ahumado. Pero ni siquiera con sus mimos pudo hacerle perder ese aire de distracción que tenía.

Él y Obito se marcharon después de la comida. Sasuke se dio la vuelta para despedirse con la mano, con una sonrisa en los labios. Pero cuando volvió la vista al frente, fruncía el ceño. Estuvo a punto de pedirle a Obito que se diera la vuelta para mirar al Druida, pero su primo casi no podía mantenerse en su caballo y su expresión era cansada e irritable.

Sasuke se estremeció de repente, incapaz de olvidar la mirada en los ojos de Hiruzen. Lo habían mirado tan tristemente... Nunca había visto a nadie dirigirle una mirada con tal expresión de... lástima.

Pudieron volver a Tara sin incidentes. Obito permaneció otro día y luego montó para volver al campo de batalla. Sasuke reasumió sus tareas calladamente. Paso las tardes con sus hermanas y al ver que Guren se dejaba llevar por la alegría al saber que los irlandeses estaban presionando a los noruegos para volver a Dubhlain, una vez más, Sasuke permitió a sus sueños envolverlo mientras cuidaba de los gansos o las ovejas.

Desgraciadamente el pequeño doncel era inconsciente de que sus sueños, el sustento de su existencia, estaba a punto de ser roto. Del modo más increíble.

 

 

***** 

 

 

Fugaku Uchiha permaneció de pie apoyado cansadamente en un árbol mientras observaba la fortificación de Dubhlain, la cual estaba siendo reemplazada por un muro de argamasa y piedra. Sus generales estaban celebrando el día. Él sabía que los murmullos que él oía provenientes de la fogata central del campamento eran de gloria. Fugaku no podía considerar el día como victorioso. Los verdes montes de Irlanda estaban rebosantes de la sangre de sus hijos. Hombres con los que había cenado la noche anterior habían quedado irreconocibles. De hecho, incluso el cielo nocturno resaltaba la exhibición de muerte grisácea cambiándola por una espeluznante colección de carmesíes y burlones rojo sangre.

Cerró sus ojos, al sentir las nauseas. Intentó apartar de su mente tal pérdida de vida sin sentido, tanto de irlandeses como noruegos. La mayoría de los muertos eran hombres jóvenes, fuertes, saludables... el orgullo de sus padres y madres.

“¡Dios se apiade de nosotros!” Pensó enojadamente. Y su enfado se volvió contra sus propios generales al pensar cuanto había costado unirlos a todos. Ellos habían nacido y habían sido criados contra la amenaza Vikinga, nacidos y criados para batallar. Hoy se habían enfrentado a los Nórdicos y, aunque ellos mismos se creían cristianos civilizados, solo podían ser considerados carniceros. Fugaku empezó a preguntarse cuánto tiempo tardarían los reyes en guerrear entre sí de nuevo si la amenaza del Vikingo disminuía.

—Quizás nos lo merezcamos, —susurró en alto. Y quizás la amenaza Vikinga nunca termine, pensó, descorazonado. Naruto estaba jugando muy bien al ratón y al gato.

Naruto Uzumaki. Fugaku lo había visto de nuevo hoy, liderando sus tropas, manteniendo su pesada espada en alto al atacar en el campo montado en su inmenso semental negro. Había gritado el grito bárbaro de guerra más penetrante que alguien había oído en su vida y había cabalgado a través del campo tan fieramente como lo habían hecho los señores Vikingos anteriores a él.

Pero él era diferente. Eso había quedado demostrado el día anterior. Fugaku conservaba su vida como testimonio. Sí, Naruto era diferente —joven, fuerte, y tan firme, alto y poderoso como un viejo roble. Su dorado cabello, al aparecer por encima de la colina, había sido suficiente para infundir el terror en los corazones de muchos hombres valientes. Además, era un hombre que solo luchaba contra hombres. No se aprovechaba ni de las mujeres ni de los donceles ni de los niños. Era un feroz guerrero en la batalla, pero no un verdugo.

El aire poco a poco perdió esa sensación de burla que lo impregnaba, pero ello no aliviaba el espantoso día que había tenido. En cambio, las fogatas del campamento llameaban con la brisa de la noche, cual doradas advertencias.

Con impaciencia, Fugaku lanzó su casco a un lado y se libró de la pesada cota de malla. Muchas de las tropas irlandesas todavía luchaban con livianas túnicas de cuero y caían por la superioridad del acero.

Se sentó apoyándose en el tronco del árbol, sintiéndose de repente muy viejo, demasiado viejo. Quizás su cabello y barba encanecidos eran señales exteriores de la debilidad que sentía en los huesos y en la mente.

Todos querían que atacara la ciudad. Quizás eso era exactamente lo que debía hacer. ¿Por qué no lo hacía? Porque no podría ganar. Él sabía que Naruto anticipaba el ataque y que estaba esperando el próximo movimiento de Fugaku con curiosidad. Y porque, si existía alguna esperanza para sus vidas y para la paz, esta residía en el Zorro. Él era diferente. Un salvaje bárbaro del Norte, sí. Pero de algún modo civilizado. Al contrario del danés Gaara el Patizambo, Naruto era escrupuloso. Se rumoreaba que había asumido muchas costumbres irlandesas, como por ejemplo la higiene diaria. Era un constructor y un soñador. Dentro de las murallas ya había sido construido un gran castillo de piedra, y Fugaku también había oído que en Dubhlain llegaba agua directamente a sus casas a través de troncos huecos.

El lamento de agonía de un hombre mortalmente herido atravesó los tímpanos de Fugaku como una lanza. Apretó los dientes y cerro fuertemente los puños intentando ignorar los angustiosos lamentos del hombre agonizante. Entonces de repente Fugaku Uchiha, el Ard-Righ de Tara, el hombre que había unido a los nobles del país para enfrentarse al enemigo común, lloró. Lágrimas, las cuales no habían tocado su curtida cara en cuarenta años, cayeron por sus bronceadas mejillas. Y durante un momento él se dejó llevar por el dolor que residía en su corazón. Lloró por los hijos de la nación dispuestos en montones mutilados.

Fugaku volvió a ponerse de pie despacio. No tocó su cota de malla, ni su espada cubierta de sangre. Él caminó con sus viejas, aunque todavía poderosas, piernas hacia la fogata de campamento dónde los generales y reyes aguardaban el Concilio, creyendo que daría la orden para atacar Dubhlain el día siguiente.

Los hombres miraban a Fugaku con curiosidad mientras él se acercaba a ellos con sus ojos relucientes por el destello lujurioso del poder y la victoria. Necios, pensó Fugaku. ¿Habéis visto como nos atraía hacia él incluso más cerca y todavía creéis que este día ha sido realmente nuestro? Fugaku arrugó el entrecejo al observar los ojos de sus hombres. Eran cristianos a pesar de que parecían animales, carnívoros y sedientos de sangre. Dios Mío, se preguntó Fugaku silenciosamente, ¿Somos nosotros, hombres de fe, mejores que la bestia que viene desde el Norte?

La respuesta la tenía ante él. Los reyes que estaban junto al fuego, aquéllos que habían resistido semanas de batalla y el horror de hoy con tan solo una pequeña o ninguna lesión, continuaban alardeando de sus logros. Fugaku calentó sus arrugados dedos en el fuego mientras esperaba a que la conversación cesara a su alrededor. Después alzó la vista con ojos feroces, sin embargo, convincentes, debido al humeante matiz que había quitado él, una vez, brillante azul.

—Se acabó — dijo simplemente—. Cuando amanezca, enviaremos una comisión a Naruto para ofrecer una negociación.

La única respuesta que recibieron las sorprendentes palabras de Fugaku fue el chasquido y el chisporroteo del fuego. Las expresiones de las caras de los hombres situados alrededor del fuego diferían; algunas eran de alivio escasamente disimulado, otras eran de enojo. Fue finalmente Neji Hyuga quien habló, rompiendo así el tenso silencio de tan macabra escena.

—Fíjese en nosotros, Fugaku — protestó mientras se ponía en pie — Usted nos reunió. Usted exigió la derrota definitiva de los vikingos. Ahora propone que nos retiremos cuando estamos a un día de la victoria final.

Fugaku miró a Neji pacientemente y después habló tranquilamente.

—Es cierto que yo les reuní a todos. Naruto amenazó a toda Irlanda. Pero nosotros nunca nos libraremos realmente del Vikingo. Él ataca a voluntad, no es un enemigo común. El Vikingo es danés, noruego, sueco. Se alimenta así mismo como hemos visto. Y tal como también hemos visto, Naruto no es un enemigo del tipo al que estamos acostumbrados a enfrentarnos. Así que piensen en esto, mis nobles señores. Parece que hayamos ganado hoy. El nórdico se ha refugiado dentro de sus murallas. ¿Pero, podemos confiar en esta victoria? Queda la posibilidad de que hayamos sido atraídos hasta aquí por un grupo. Podríamos atacar mañana por la mañana y descubrir que Naruto tiene miles de guerreros esperándonos.

—O podríamos negociar. Él es más fuerte que cualquier Vikingo anterior a él. Los hombres obedecen su palabra ciegamente. Una alianza con él podría concedernos ayuda contra las correrías que se llevan a cabo en los litorales, y que están devorando poco a poco Irlanda. Ha demostrado ser un hombre mejor que cualquiera de los daneses. Le hemos visto luchar; y también hemos visto su generosidad. Nos permite llevarnos nuestros heridos. No ha dejado ningún sendero de muerte en los pueblos que a dejado atrás. Ésta, mis nobles señores, es mi opinión. Piensen sobre ello y al alba tomaremos una decisión. Pero yo creo que Naruto nos ha atraído hasta aquí hábilmente. Que él no quiere nada más a parte de Dubhlain, pero lo que sí que quiere es que reconozcamos que la ciudad es suya. Yo creo que debemos permitirle tenerla; la ciudad siempre ha sido nórdica. La otra opción podría ser la matanza final de los reyes de Irlanda. Una última cosa sobre la que pensar. Nosotros hemos recobrado la tierra hoy. No hemos podido con Naruto Uzumaki. Aunque lo venzamos, él tiene la capacidad de recuperar sus fuerzas una y otra vez, y quizás en el futuro aniquilar nuestros reinos.

Se instauro el silencio de nuevo alrededor del fuego. Fugaku inspeccionó los ojos de los reyes, sin esperar ninguna palabra más o discusión. Permite a sus mentes recobrarse de la sorpresa, pensó mientras se alejaba. Estaba cansado. Anheló estar en casa, oyendo la agradable risa de Mikoto, sintiendo su toque aliviante sobre la frente. Puedo haberme hecho viejo, pensó, y las pasiones y fuegos de juventud pueden haber sido dominadas, pero mi esposa es todavía mi amante y mi amiga.

No había alcanzado su tienda y su hijo Itachi ya le había detenido.

— ¿Padre?

La ceja alzada de Fugaku expresó su agotamiento.

Itachi habló rápidamente.

—Creo que los reyes te respaldaran. Pocos de ellos están obsesionados todavía con la victoria. — Itachi cambiaba de postura nerviosamente. — Muchos de los reyes creen que el Zorro tiene a los dioses de su lado, que él es indestructible. Les preocupa sólo una cosa: como consolidar la paz, cómo asegurar que Naruto no cabalgará de nuevo contra nosotros.

Fugaku sonrió y apoyo las manos sobre los hombros de su hijo.

—Gracias por decírmelo, Itachi. — Él sabía que Itachi disponía de la confianza y el respeto de los reyes más jóvenes. — Ahora me voy a descansar, pensaré sobre el problema. — Él hizo una pausa. — Itachi, ¿cuál es tu opinión?

Itachi dudó, después se aclaró la garganta.

—Igual que tú, creo que el Zorro es hábil. Creo que él te perdonó la vida porque te respeta y tiene la esperanza de que os inclinareis por la paz en vez de forzarlo a una matanza sin sentido. — Itachi hizo una pausa de nuevo. Después habló roncamente, casi susurrando. — Mira esos muros, Padre. Dios solo sabe qué horrores tiene preparados tras ellos.

Fugaku asintió y se alejó de su hijo. Al entrar en su tienda se encontró a un doncel joven, un seguidor del campamento, un prostituto. Sonrió secamente, mientras pensaba cual defraudado se sentiría el chico. Él era un hombre fiel, y, en el caso de que no lo fuera, estaría demasiado viejo para jugar a ser guerrero y amante el mismo día.

—Vete, muchacho — le dijo suavemente — pues no voy a hacer uso de tus talentos esta noche.

El doncel era muy joven y muy bonito, demasiado joven y bonito para esa clase de vida. Su cara ardió debido a sus palabras, lo que le hizo darse cuenta que creía que el mayor pensaba que él no valía lo suficiente. Eso le hizo ceder.

—Si me proporcionaras el agua para lavar el hedor de la sangre de mis manos, encontraría placer en una pequeña limpieza.

El muchacho asintió con una sonrisa.

—Le conseguiré agua, mi señor — murmuró tímidamente — y puedo frotar sus hombros para aliviar la tensión.

—Eso estará muy bien — dijo Fugaku suavemente. Al observar como el muchacho se procuraba el agua y le limpiaba las manos se sorprendió al darse cuenta de que él le recordaba un poco a Sasuke. Su piel no tenía el mismo matiz, ni su cuerpo su perfección, pero tenía la misma edad que su hijo.

El muchacho empezó masajearle el cuello y los hombros. Fugaku sonrió y cerró los ojos, sus pensamientos todavía en Sasuke. Sería bueno volver a casa.

Él tenía que parar de pensar sobre su casa. Él tenía que pensar sobre Naruto Uzumaki y el tratado de paz que podría llevarse a cabo, pero estaba tan cansado. Pensar era un proceso doloroso, pero él tenía que pensar sobre el Zorro, sí, tenía que pensar sobre el Vikingo. El muchacho era bueno dando masajes; casi tenía el tacto tan suave como Sasuke.

Había empezado a relajarse; pero entonces todo su cuerpo se tensó de repente. Los pensamientos del Zorro Noruego y su hijo doncel habían surgido a la vez. Como padre, se encogió de dolor. Como Ard-Righ, él había sabido instantáneamente lo que tenía que hacer, ofrecer una tregua, una alianza que no podría romperse.

Fugaku pasó una noche miserable, pero con el alba los mensajeros fueron enviados a las murallas de Dubhlain. El Zorro estuvo de acuerdo en encontrarse con Fugaku, y un Itachi infeliz fue enviado a Tara para traer a su hermano doncel Sasuke a ver a su padre. El Ard-Righ había conseguido su alianza.

 

 

Sasuke probó cada truco doncelino que sabía durante el viaje con su hermano, desde camelar y engatusar hasta poner mala cara y rogar. Cuando todo lo anterior falló, probó con las lágrimas, pero ni incluso con ese esfuerzo pudo sonsacar a Itachi una explicación.

Se le había ordenado que viajara como un principe, y el grupo que se había preparado en Dubhlain era impresionante. Las sedas más finas y los mejores rasos adornaban a los hombres, así como a las señoras. Incluso los caballos estaban vestidos con adornos de seda y ornamentación de oro y plata. El esplendido manto de Sasuke del color índigo más profundo resplandecía desde sus hombros formando suaves pliegues que caían por encima de las caderas de su caballo. Estaba aterrada, y, debido a su miedo, mantenía su barbilla bien alta.

 Con las mejillas sonrosadas por el fresco aire y los ojos brillando con dignidad y a la vez cautela, Itachi de Ulster jamás había visto a su hermano Sasuke más hermoso. La sensación de traición era muy clara, pero debido tanto a su lealtad respecto a su padre como a la certeza de que el compromiso llevado a cabo por Fugaku era perfecto, se estaba forzando a sí mismo a mantener el secreto. No dudaba ni por un segundo que Sasuke intentaría escapar si tuviera el más mínimo presentimiento de cual iba a ser su destino.

— ¿Itachi? — Su voz irrumpió en sus pensamientos. El sonido suave y seductor le hizo saber que iba a ser victima de otra sesión de preguntas.

— ¿Sí, Sasuke?

— ¡Por favor, Itachi, si tengo algún problema con Padre, viajaré mucho mejor si soy consciente de lo que he hecho! Oh, Itachi...

—Sasuke — mintió Itachi — yo soy sólo el mensajero de Padre. De verdad que no sé por qué te ha convocado. Lo siento, Sasuke.

Lo siento más de lo que nunca sabrás, hermanito, pensó tristemente. Ojalá tan solo fuéramos niños y tu fueras a ser castigado por alguna tontería...

El viaje duro varios días, pero a pesar del tamaño de la partida que incluía cien hombres armados debido a la obvia riqueza e importancia del grupo, encontraron el entusiasmo de la hospitalidad irlandesa y las leyes de hospitalidad Brehon en los pueblos dónde descansaban. A Sasuke siempre se le obsequiaba el cuarto más hermoso de la posada o en la casa del jefe del pueblo. Fueron alimentados muy bien y entretenidos con entusiasmo incluso en las comunidades más pobres.

Al acercarse al campamento irlandés situado ante Dubhlain, Sasuke sintió como los estremecimientos con los que el doncel había aprendido a vivir los últimos días aumentaban hasta volverse escalofríos incontrolables. Intentó razonar consigo mismo, diciéndose repetidamente que él era el favorito de su padre. Si él sabía algo de su doble vida, él podría gritarle durante horas, pero, ¿qué más podía hacer él en realidad? Era absurdo tener miedo; lo que había hecho no era tan terrible, sino honrado, y él se lo contaría a Fugaku con dignidad. Después rogaría pidiendo su perdón y comprensión. Él lo amenazaría con encerrarlo en un convento, o uniéndolo en matrimonio a algún rey poderoso pero repulsivo, pero él nunca llevaría a cabo tal amenaza. Después de todo, él había sido el Guerrero Dorado y había protegido Tara cuando las tropas de su padre estaban ocupadas enfrentándose a la amenaza vikinga.

Sasuke palideció al darse cuenta de que todos sus razonamientos no cambiaban el hecho de que Fugaku debía estar furioso para convocarlo cuando él todavía se mantenía cerca de las murallas de Dubhlain. Y entonces sintió una furia rebelde en si mismo; Itachi había mascullado algo sobre una tregua que iba a ser declarada ante las mismas murallas que alojaban al perro noruego.

Perdió el hilo de todo pensamiento cuando, al llegar a la cima de una colina, vio la ciudad. En el campo alrededor de la muralla, el número de tiendas de los irlandeses parecía interminable. Pero fue la vista más allá de la muralla lo que la aturdió. Dubhlain era enorme, mucho mayor que el espacio que ocupaban las tiendas. Desde su posición ventajosa Sasuke podía ver magníficos edificios dentro de los límites, edificios que combinaban madera bellamente tallada y piedra.

—Padre querrá verte inmediatamente — dijo Itachi bruscamente, mientras dirigía su caballo hacia adelante. La comitiva de Sasuke le siguió automáticamente. Pasaron por delante de las tiendas de los nobles y sus servidores, y Sasuke inclinaba la cabeza cada vez que alguno de los hombres lo saludaba al pasar, los cuales de vez en cuando vitoreaban a Itachi de Ulster y al joven hijo doncel de Fugaku. Sasuke intentaba sonreír, pero en realidad lo único que quería hacer era darse la vuelta rápidamente con su caballo y volver por donde había venido con su propia partida hasta que encontrara a su hermana Tenten, confesar todo a la familia religiosa, y suplicar que Tenten pidiera ayuda a Dios para que lo hiciera desaparecer por arte de magia.

La tienda de su padre estaba instalada en alguna parte separada de la de los demás. Se dio cuenta cuando llegaron a la entrada que Itachi y él montaban a solas. El tiró de su caballo para que parara y desmonto para ayudarlo a él a hacer lo mismo.

Sasuke se encontró con los ojos de su hermano, y la lastima que leyó en ellos le infundió pánico de nuevo. Padre lo sabe, él debe saberlo, ¿qué otra cosa podría ser? Dichos pensamientos le invadieron la mente. El doncel había desafiado una orden directa…

Se le ocurrió entonces que se encontraba más cerca de su mayor enemigo de lo que nunca había estado. Yo soy el que ha sido traicionado, pensó. El ejercito de mi padre esta posicionado por la fuerza en los talones del Zorro y no hacen nada para aniquilarlo a él y a sus fuerzas armadas de la faz de la tierra.

Cerró los ojos y por un segundo visualizó aquel día en el arroyo. Si tan solo hubiera atravesado su cuello con la espada... Otra ola de pánico lo atravesó cuando se preguntó si vería al mismo Zorro de nuevo. ¿Lo recordaría? Era posible. Sasuke le había amenazado y humillado mientras estaba herido, y además había aumentado bastante su dolor al escapar de él.

El doncel tragó saliva con dificultad y enderezó su elegante manto. No, él no tendría que enfrentarse al Zorro. Fueran cuales fueran las treguas establecidas. Ciertamente Fugaku no se sentaría a la mesa con un animal. Y fuera como fuera la furia de Fugaku, el no esperaría que su hijo doncel hiciera de anfitrion con los bárbaros.

—Entra — dijo Itachi suavemente.

— ¿No vienes conmigo, Itachi? — le preguntó.

—Padre desea verte a solas.

Con ese comentario como despedida Itachi monto de nuevo su caballo. Sasuke dejo salir un hondo suspiro, haciendo planes de última hora desesperadamente. ¿Debía comportarse desde el principio humildemente o debía mostrarse enfadado porque su padre lo hubiera separado de su madre y su hogar trayéndolo tan cerca de la muralla Vikinga?

Se agacho para entrar dentro de la tienda y después hizo una pausa. Quizás por primera vez, vio a su padre tal como los demás lo veían. El estaba sentado en una silla detrás de un escritorio improvisado, estudiando pergaminos. Su manto de color violeta profundo le envolvía hasta tocar tierra. Su cara, concentrada, parecía feroz. La mano que descansaba sobre sus rodillas era grande y fuerte. Alzó la mirada para observarlo, y de repente pensó que nunca había conocido en los ojos de su padre una mirada tan seca.

—Sasuke — dijo simplemente.

Jamás me había mirado así, pensó el doncel, sintiéndose como si su corazón hubiera dejado de latir momentáneamente. Algo iba mal, terriblemente mal. Fugaku era su padre. El no vería la parte positiva de su papel como Guerrero Dorado, el simplemente pensaría que su hijo había desobedecido tanto a él como a las leyes del país, las leyes Adamnan Cain.

Si tan sólo él no estuviera temblando tanto, si tan sólo estuvieran en Tara y no delante de la muralla de la fortaleza Vikinga; Sasuke hubiera corrido hacia él, lo hubiera abrazado y besado, y hubiera intentado disminuir la gravedad de la situación.

¡No, incluso en Tara él no hubiera podido hacer eso, no con esta tensión terrible entre ellos! Sasuke bajó sus pestañas sintiendo que su corazón latía de nuevo, demasiado fuerte, demasiado rápido. Inclinó la cabeza de la forma más humilde, elegante y profunda que sabia para mostrar respeto.

—Humildemente te pido perdón, mi padre y señor.

— ¿Por qué? — los ojos que habían estado tan helados brillaron debido a la confusión durante un instante.

—No lo sabe, pensó Sasuke, temiendo desmayarse por el alivio. Así pues, nada de lo que había hecho podía ser tan terrible para él como para convocarlo.

Mantuvo la mirada baja.

—Sea lo que sea aquello que te ha ofendido, Padre — dijo el doncel gravemente.

Él ajustó su armadura incómodamente y apartó su mirada para observar perdidamente su pergamino.

—No me has ofendido — dijo Fugaku inexpresivamente. — Te he convocado porque he acordado tu matrimonio.

Sasuke frunció el entrecejo. Si él no estaba en problemas, entonces tendría todo el derecho de estar indignado.

—Pero, Padre.

—Ningún “pero”, señorito — rugió Fugaku de repente — He sido generoso e indulgente contigo, hijo, por demasiado tiempo.

Sasuke todavía podría discutirlo con él, a menos que, claro, el noble fuera de su gusto. ¿Neji? ¡Por supuesto! Se dejo llevar por sus pensamientos y sus sueños en la colina allí en pie delante de Fugaku, incluso casi sonriendo. Quizás era, finalmente, un tiempo para la paz, el momento de examinar sus sentimientos hacía Neji. Sí, decidió, se casaría, pero sólo si el hombre era Neji. De repente cayo en cuenta, Fugaku tenía otro hombre en mente. ¿Por qué sino lo convocaría en un campo de batalla para casarlo con un hombre que él conocía desde hacía años? Sasuke alzó la mirada y se enfrentó a Fugaku con renovadas energías.

—Entiendo los deberes de un principe, Padre, y, tal como usted ordena, yo me casaré. Pero creo que debo recordarle, Padre, que solo puedo casarme con el hombre que yo elija. Si has decidido que me casare con Neji...

Fugaku hizo un gesto con su brazo impacientemente e interrumpió su discurso.

—No es Neji Hyuga. Lo he acordado con Naruto Uzumaki. Mañana dirás tus votos antes del crepúsculo.

— ¿Qué?

La sangre abandonó su cara. Sasuke se sintió como si le hubieran tirado encima un cubo de agua congelada.

— ¡Ya me oíste! —Fugaku Uchiha estaba rugiendo porque no podía soportar la estupefacción por la traición que mostraba su pálida cara. —Mañana te casarás con Naruto. Los contratos se han establecido, se ha llegado a un acuerdo.

— ¡Padre! ¡No! ¡No puedes hacerme esto! Sabes cuanto desprecio a los Vikingos, cuanto aborrezco a Naruto Uzumaki. — Sasuke empezó a temblar. Había intentado convencerse a sí mismo de que todo era una broma pesada, que no podía ser verdad, pero lo era, lo podía ver dentro de los ojos de su padre. — ¡No lo haré! — dijo firmemente, tratando de parar de temblar.

—Lo harás— él era inflexible.

Por fin pudo mover las piernas. Se tiro a sus pies, buscando a tientas sus manos. Se arrodillo a sus pies.

—Padre, por favor, no puedo. ¡Él es un bárbaro! ¡No puedes ser capaz de dar tu propia sangre a un animal del norte! ¡El Zorro de Noruega! ¡El Perro de Noruega! ¡No puedes, Padre! Me casare con Neji, me casaré con cualquiera, entraré en un convento, ¡Cualquier cosa excepto casarme con el noruego que masacró a mi familia! Padre, somos irlandeses. Las leyes de Brehon... nuestras leyes... protegen a los donceles...

—Y también declaran que los hijos donceles se deben a sus padres —. Él ni siquiera lo miraba. Permaneció inmóvil, con sus ojos fijos en el pergamino.

— ¡Padre! — Sasuke gritó la palabra — ¿No lo entendéis? ¡No puedo hacer esto, antes prefiero morir! ¡No diré las palabras que debo responder! — Él continuaba sin mirarlo. El doncel estalló en las lágrimas. — ¡Oh, por favor! ¡Padre, por favor!

Se desplomó sobre sus rodillas, sollozando histéricamente. Él nunca había podido ignorar mis lágrimas antes, pensó amargamente, pero ahora que eran reales, él se mantenía tan frío como acero.

—No lo entiendes —jadeó el doncel al pensar en que tendría que enfrentarse a Naruto Uzumaki. Probablemente él lo mataría, o encontraría una manera de hacer de su vida una tortura interminable.

Notó de repente que la puerta de la tienda se había abierto y dos guerreros corpulentos que Sasuke no conocía habían entrado. Su padre alzó una mano ligeramente y ellos se acercaron.

—Aseguraos que esté encerrado — dijo Fugaku suavemente.

Los guerreros intentaron cogerlo, pero Sasuke se sacudió de ellos furiosamente, poniéndose de pie por el mismo mientras alzaba la barbilla orgullosamente. No era ninguna broma, ningún sueño. El padre que él había adorado durante toda su vida estaba lanzándolo fríamente al enemigo. Sasuke nunca hubiera pensado que Fugaku ofrecería siquiera a la más inferior prostituta irlandesa a un Vikingo, pero ahí estaba él, ofreciendo a su propio hijo doncel. Y él no podía sobornarlo. Él había creado un escudo irrompible a su alrededor.

—No me toquéis — les dijo a sus guardias personales mientras se colocaba el manto — Soy bastante capaz de andar solo. — Sasuke precedió a los hombres que tenían la cabeza inclinada, haciendo una pausa a la salida para decirle. — Me lo has dicho, Padre, y por ello te lo diré. No me casaré con el Vikingo. Intenta obligarme a hacerlo y montaré una escena que hará palidecer al guerrero más curtido.

Fugaku todavía no lo miraba.

 —Yo soy el Ard-Righ — dijo en voz baja mirando al frente. — Soy tu padre, y todo lo que puedo hacer es advertírtelo. Provocarte dolor solo causa agonía dentro de mí, pero lo que yo hago ahora lo hago porque debo hacerlo. Por Irlanda. Por el país. Él es más importante que tú o que yo, Sasuke. Y por la tierra, y por los siglos y personas venideras, tú te convertirás en el esposo del Zorro de Noruega.

Sasuke se giró, intentando no temblar ni llorar de nuevo frente a los hombres. Caminó regiamente entre ellos mientras estos lo conducían desde la tienda de su padre a una segunda tienda un poco más allá en el bosque.

Había más guardias alrededor de la tienda. Desechó con un movimiento de la mano al varón que tendría que haberlo asistido a la entrada y cerró bruscamente la tienda. Sólo entonces empezó a temblar.

— ¿Sasuke?

Tenten lo esperaba dentro de la tienda, sus ojos desprendiendo amor y compasión. Sasuke estalló en lágrimas una vez más y se refugió en los brazos de su hermana.

—Oh, Tenten — sollozó patéticamente — Padre... él... Naruto...

—Lo sé — Tenten intentó calmarlo, acariciando su negra cabellera — Shh, tranquilo, Sasuke...

Sasuke siguió sollozando. Los temblores de su hermano le rasgaban el corazón a Tenten. Pero no fue hasta que su hermano paró de llorar cuando se dio cuenta de que ella misma estaba temblando.

Mortalmente calmado con sus preciosos e inmensos ojos tan brillantes como una piedra preciosa, Sasuke susurró rencorosamente:

—No lo haré, Tenten. No me casaré con él, y nadie puede obligarme a ello. Ya pueden poner un cuchillo en mi garganta porque ni siquiera entonces lo haré. — Sasuke se puso de pie y empezó a caminar por la tienda nerviosamente. — Contrataré a un Brehon para hablarle de mi caso.

Tenten sabía que Sasuke hablaba en serio, lo que la hizo temblar. La mirada en la cara de su hermano era más que fría.

—Sasuke — lo interrumpió suavemente — nunca encontrarás un Brehon que acepte tu caso contra el Ard-Righ. Y yo he oído que, aunque el Zorro es un luchador feroz, es un buen hombre. Itachi me ha dicho que su residencia es la más hermosa que él ha visto jamás. Naruto ha jurado que tú recibirás el respeto que se merece un principe de Tara. De verdad, Sasuke, no será tan malo. Yo me quedaré algún tiempo contigo, y tendrás a tus señoras. Y muchas familias irlandesas estarán al otro lado de la muralla. Nuestros arquitectos desean estudiar el método que utilizan los nórdicos para construir. Y él es un hombre magnifico según ellos. Sus dientes están sanos, ninguna cicatriz de viruela estropea su cara. Él será amable.

Sasuke empezó a reírse de tal forma que Tenten se aterrorizó. ¡Amable! ¡Con él! El hombre nunca, nunca ni en mil años será amable con él. No es que le importara, porque Sasuke lo odiaría hasta la muerte.

Debería haberlo matado cuando tuve la oportunidad, pensó furioso consigo mismo.

Entonces tuvo una revelación. Quizá si él le hablara a su padre sobre el encuentro en los bosques, Fugaku comprendería que lo estaba entregando a un animal.

No, Sasuke podría decírselo, pero eso tan solo aumentaría la determinación de Fugaku para que se casara como se había planeado. Su mente se había endurecido contra él y todo en lo que su padre pensaba era en su precioso país.

—Deberías acostarte y descansar, Sasuke — murmuró Tenten interrumpiendo la batalla que se producía en el interior de el doncel.

Sasuke miró a su hermana.

—No voy casarme con él, Tenten. Voy a escapar esta noche. Ya he dado bastante a las personas y al país — dijo amargamente haciendo que Tenten frunciera el entrecejo.

— Sasuke, ¿cómo escaparás? Hay guardias alrededor de la tienda...

—Hay personas que me ayudarían — dijo Sasuke —. Cuando sea de noche me escaparé. Tengo mi espada entre mis cosas, y sé usarla.

Tenten estaba asustada, pero más que eso, estaba angustiada, tanto por el estado mental de Sasuke como por las consecuencias que de este derribarían.

—Bueno, hermano — dijo en alto — si quieres escapar, deberás comer. Voy a conseguir una completa y nutritiva cena.

Sasuke la miro a los ojos, brillando de alegría de repente.

— ¡Tienes razón, Tenten, voy a necesitar todas mis fuerzas! Mira a ver también si me puedes conseguir algo de pan y carne seca extra. No se cuanto tiempo tendré que cabalgar.

Tenten sintió una punzada terrible de culpa, pero ella asintió y sonrió.

—Volveré enseguida.

Tenten dejó a Sasuke y se dirigió hacia la tienda de su padre. Él estaba reunido con Itachi y algunos de los reyes menores de Ulster, pero en cuanto él vio su cara de preocupación, pidió que los dejaran a solas.

—Padre — dijo Tenten con ansiedad — estoy preocupada por Sasuke, muy preocupada. Esta convencido de que no se casará con el vikingo; quiere intentar escapar esta noche. Seguro que fallará, Padre, pero eso me asusta aun más. Yo creo que él preferiría morir, incluso en el altar, para escapar de todo esto.

El dolor que se reflejó en los ojos de Fugaku provocó que Tenten se quedara sin respiración. Apoyo un brazo alrededor de sus hombros, siendo consciente del dolor.

—Algún día te perdonará, Padre.

— ¿Lo hará? — Fugaku dio golpecitos en su mano distraídamente y después agitó su cabeza. — Si tan sólo fuera razonable... — Arrugo la frente en un gesto desesperado. — ¿Sabes lo que es extraño, Tenten? Yo confío en él mucho más que en la mayoría de mis propios generales. Él es un hombre honorable.

Tenten no dijo nada, pero permaneció de pie en silencio.

Fugaku suspiró fatigadamente.

—Sean cuales sean sus sentimientos, debe casarse con Naruto — Hizo una pausa como perdido en sus propios pensamientos y después dijo.  — Quédate aquí. Hiruzen está en alguna parte del bosque. Estaré de vuelta enseguida.

—Le dije a Sasuke que le traería algo que comer y algo para llevarse cuando escapara — dijo Tenten nerviosamente.

Fugaku cabeceó, llamó a un guardia y lo envió en busca de provisiones. Desapareció fuera de la tienda dejando a Tenten caminando nerviosamente por la tienda. Ella odiaba decepcionar y dañar a Sasuke. Pero al igual que su padre, Tenten tenía la capacidad para olvidar lo personal y pensar en el bien de los demás. Era un milagro que se hubiera establecido un trato entre los vikingos y los irlandeses. Quizás seria un milagro que no duraría. Todavía quedaban muchos grupos de daneses que se consideraban fuera de la ley, al igual que vikingos y suecos que morirían antes de cambiar sus costumbres. Pero con el tiempo, innumerables personas iban a vivir gracias a que las fuerzas de su padre y Naruto se habían unido.

Fugaku volvió silenciosamente y le entregó a Tenten un diminuto frasco lleno de polvos.

—Con la mitad dormirá toda la noche. Se levantará dócil. Ocúpate de que se tome un cuarto más por la mañana y lo que quede antes del crepúsculo. ¿Lo has entendido?

Tenten hizo una mueca de dolor, pero asintió a su padre.

Estoy despierto, pensó Sasuke. Pero la verdad es que él no estaba realmente despierto, tenía que estar soñando. La luz traspasaba la tienda cuando en realidad tenia que estar oscuro. Y él debía estar soñando mientras dormía, porque Tenten debería haberlo despertado hacia ya tiempo si era de día.

Si, todo era un sueño, porque todo a su alrededor estaba un poco confuso. Intento sentarse, y pudo, pero la niebla no desapareció. Tenten estaba en su sueño. Esta de pie delante de él.

—Te he traído algo para desayunar, Sasuke. Comételo todo — Sasuke le obedeció. Era un sueño ya que todo lo que le pedían, lo hacía. Era un sueño maravilloso. No se sentía débil, pero se sentía como el aire — Bébete el aguamiel, Sasuke, debes beberte el aguamiel — le pidió Tenten y él se lo bebió.

Después aparecieron más mujeres y donceles al lado de Tenten. Sasuke les sonrió, porque todos eran muy amables. Una de ellas empezó a peinarle y la caricia era muy agradable y suave... Sasuke no tenía que hacer nada más que disfrutar de la maravillosa sensación. Lo ayudaron a lavarse, lo cubrieron de seda y lo hicieron sentir maravilloso mientras se ocupaban de su piel.

Su padre entró en la tienda y durante un minuto frunció el entrecejo. Estaba enfadado con su padre. El no debería haber estado en su bonito sueño. Después su ceño se relajó. Él quería a su padre, así que no podía estar realmente enfadado con él. Además, le estaba mirando tan preocupadamente...

Le sonrió y extendió su mano hacia él. El la tomo y caminaron juntos.

— ¿Puede montar? — susurro Fugaku.

—Si, permaneceremos cerca de él.

Era extraño que su padre dudara de su habilidad para montar, pensó Sasuke mientras oía a su padre y a su hermana intercambiar susurros

—Por supuesto que puedo montar — les aseguro Sasuke con una sonrisa. Su voz sonó tan divertida... El doncel casi ni sentía al caballo bajo de él. La sensación era tan parecida a flotar...

Luego descubrió que su sueño se volvió más y más fascinate. Estaba en una preciosa sala de piedra con los más bonitos adornos. Y había muchísima, muchísima gente. No paraban de sonreírle así que Sasuke les devolvía la sonrisa. Era una fiesta, una maravillosa fiesta. Todo el mundo era muy feliz.

Caminó mientras era conducido al principio de la sala. Su padre le soltó la mano, pero eso no le preocupó porque otra mano, firme y fuerte, cogió la suya. Y Tenten continuaba con él. Un pequeño hombre muy divertido que vestía como un monje estaba diciendo cosas, y Tenten le susurraba que debía repetir esas palabras.

Sasuke tuvo que poner todo de su parte para no echarse a reír porque era muy gracioso que Tenten y toda esa gente estuvieran gastando bromas al cura.

Pero se ve que Sasuke había dicho las palabras adecuadas porque, de repente, todo el mundo estaba gritando muy feliz. El doncel sonrió feliz por haberles complacido. Miro a la mano que sujetaba la suya y pensó desapasionadamente lo bonita que era, tan fuerte a la vez que cuidada, con dedos largos y uñas cortadas y limpias, y suaves, cubiertas de pocos vellos finos que parecían hilos dorados. Alzó la mirada y su sonrisa se desvaneció.

Naruto Uzumaki estaba en su sueño. Alto y dorado. Abrumadora y elegantemente ataviado con un manto de color morado oscuro sujetado en sus hombros mediante un broche dorado. Lo miro fijamente dejando entrever su sorpresa y a continuación con una rabia oscura que crepitaba en sus ojos como peligrosas piedras preciosas. De golpe él rió mostrando una sonrisa burlona, y sus ojos reflejaban un fuego azul. ¿Fuego? Parecían hielo, un fuego helado. Parecía un zorro que acababa de cazar una presa y esperaba, saboreando su captura.

Sasuke se paralizó de miedo, pero después rió. Era todo tan divertido. El Zorro pensaba que tendría venganza. No sabía que era solo un sueño...

Él bajó su cabeza y rozo sus labios con los suyos. Apenas se tocaron, pero la caricia fue cálida y firme y lo hizo sentir todavía más como si estuviera flotando deliciosamente entre las nubes. A continuación, el festejo empezó. Había deliciosa comida, juglares, bailarines y los vinos más selectos de todo el continente...

 

 Naruto se había sentido aturdido. Después solo había sentido rabia hacia el muchacho. Después la justicia irónica de la situación le había hecho reír con el más grato de los placeres. Era increíble que le hubieran dado como esposo justamente a ese irlandes. O tal vez no. En el bosque el doncel no había parado de decirle que lo estaba llevando a ver a "su padre". ¿Qué otra cosa podía ser él a parte de un principe irlandes? Le divertía la rabia que generaba en él, por el interés. Se dio cuenta de que el doncel ocupaba sus pensamientos incluso cuando estaba trabajando con sus generales o sus constructores. Verlo le había calentado la sangre que corría entre sus venas ya que le hacía recordar como le había hecho doblarse por el dolor aquel día al golpearlo. Tenía a ese pequeño demonio directamente entre sus manos...

Habría un ajuste de cuentas. Por todos los dioses que lo habría. Pero sería rápido, únicamente para limpiar el aire. El no quería ninguna guerra con los irlandeses, ni siquiera con el demonio que había tomado por esposo y que tanto le despreciaba. Era un alivio volver a sentir, poder olvidar el dolor de su perdida por un momento. Pero la indiferencia que se había convertido en un parte de si mismo volvió de nuevo. Haría lo que fuera necesario para convertirlo en el anfitrion que necesitaba en su casa, pero nada más. Se lo dejaría solo, garantizando todo lo que le había prometido a su padre. Su odio sería bienvenido siempre que aprendiera que era algo personal, que se lo guardara para si mismo, mientras el aceptaba su propio dolor. Sasuke sería su esposo, pero una vez que le hiciera darse cuenta de que no había olvidado todo por lo que le había hecho pasar, el varón sería feliz.

Sentía poco interés por el doncel. A pesar de todo su padre, pensó objetivamente, no le había mentido. Con toda seguridad era uno de los donceles más bonitos que nunca había visto. Tenia el pelo oscuro mientras la mujer a la que él había amado lo tenia rosado, pero el matiz oscuro de ébano de su cabello era tal, que parecía que tenía destellos azules. Sus ojos enmarcados por largas pestañas eran deslumbrantes. Los rasgos de su cara eran elegantes, delicadamente moldeados como si se hubieran esculpido según indicaciones específicas de la realeza. El violeta pálido de su traje de ceremonia de seda, moldeaba su joven silueta como si se tratara de un guante, y entendió cuan importante era la paz para Fugaku al haberle ofrecido esta ágil y curvilínea belleza.

Una rápida sonrisa se dibujo en su cara mientras lo observaba. El podría ser el Zorro de Noruega, pero con toda seguridad Fugaku era el Lobo de Irlanda. El muchacho lo despreciaba y Naruto era bien consciente de ello. La primera vez que lo había visto se había preguntado como Fugaku lo había obligado a casarse con él. Era poco probable que Fugaku Uchiha supiera que él, el Zorro, se había encontrado con su hijo doncel; pero su el doncel seguro que se había negado rotundamente al matrimonio. Parecía que, si lo había hecho, porque estaba drogado, y la poción había sido bien diseñada. Parecía actuar con normalidad. Pero si mirabas fijamente a sus ojos azabaches, claramente se veía en que circunstancias se encontraba. Pero la poción empezaba a dejar de hacer efecto, lo que era bueno. Quería que el doncel estuviera totalmente consciente cuando hablaran.

 

 

Empujo hacia abajo la silla con el emblema esmaltado del Zorro. En una esquina alejada vislumbró a la hermana de él, la monja. Una joven con unos ojos llenos de sabiduría e inteligencia. Le hizo un gesto y esta asintió. Un segundo mas tarde fue en busca de Sasuke.

Sasuke miró a su hermana, a continuación, miró a Naruto, y en ese momento Naruto se dio cuenta que finalmente se estaba dando cuenta de lo que había pasado. Todavía se encontraba bajo los efectos de la poción para luchar, pero estaba consciente.

Se soltó de su hermana lo suficiente para mirarle fijamente con sus ojos negros azabaches llenos de un fuego abrasador de puro odio.

—Perro de Noruega — siseó el doncel — te desprecio. No eres otra cosa excepto un bárbaro, un animal carnívoro...

Naruto apretó la mandíbula y sus ojos se volvieron del color del hielo. El ajuste de cuentas sería pronto.

El novio fue conducido fuera, momentáneamente dócil de nuevo. Volvió a mirarlo, sintiendo como la rabia le recorría, después cogió el cáliz y lo apuró. Él quería quebrantarlo, devolvérselo, dominar el odio que reflejaban sus ojos. Era el Señor de Dubhlain y había luchado duramente para conseguir el título, y él seria también el señor de su casa.

Pero después la rabia desapareció. La indiferencia tan típica en él últimamente volvió. Sakura... su nombre rompía su corazón.

Suspiro al sentir que la ira volvía de nuevo. Su esposo irlandes era un pequeño maldito con demasiado carácter del que se tenía que ocupar. El doncel aprendería que el no era la clase de hombre al que se podía hablar con esa lengua afilada. No volvería a dejarle en ridículo.

Su rabia aumentó todavía más, pero al igual que sus ojos, era una rabia fría. Una ira calculada y controlada. Observo la sala. Era el momento, y los efectos de la poción seguramente habrían desaparecido ya.

Notas finales:

y bueno: ¿Qué les parece?

Por favor digame si les gusto este capitulo más largo, estaba pensando mejor comenzar a subirlos asi de largas, pero ustedes digame que prefieren.

Tambien comente que les parecio el capitulo en si, ya se casaron, aunque tuvieron que drogar a nuestro azabache :D

Sin mas que decir, Angie se retira

Atentamente

Angie


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