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RENDICIÓN DORADA por Anmilepe

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! Angie reportandose

Muchas gracias por sus lindos comentarios, me ayudan mucho y me motivan a continuar con mas ansias esta historia.

Lo siento la demora, pero tuve unos problemas y me costo trabajo haceme de un tiempo para seguir con la historia.

Pero lo importante es que ya estoy aqui con un nuevo capitulo, espero lo disfruten, es la primera vez que escribo sobre eso...

Atentamente

Angie

Montado en su semental negro, Naruto observaba a los hombres que se ejercitaban para la lucha en el campo de entrenamiento. Se detuvo especialmente en Obito de Clonntairth y en sus reales cuñados de Ulster y Tara. Había sido prudente al no infravalorar las fuerzas de Fugaku Uchiha. Habrían quedado realmente en tablas, teniendo que elegir entre formar una alianza o la aniquilación total como únicas alternativas. Y aunque la alianza escogida, afianzada por su matrimonio, no pudiera evitar las incursiones de bandidos o daneses por todo Eire, tanto Fugaku como Naruto se hallaban en relativa seguridad. Combinadas, sus fuerzas eran prácticamente invencibles.

Se rumoreaba que Gaara el Patizambo se ocultaba en las regiones norteñas que pertenecían a Itachi de Ulster. Naruto pretendía hacer salir un día a esas ratas danesas, y cuando lo consiguiera, tendría a los hombres de Ulster tras él. Ese Gaara se comía vivo a Naruto como un cáncer. Como Gaara, Naruto creía que él y los daneses estaban destinados a encontrarse otra vez para luchar a muerte. Sakura debía ser vengada. Sólo la muerte de Gaara podría consolarle del oscuro dolor que todavía devoraba su corazón.

Meditar sobre su dolor y su situación le recordó a su esposo irlandes. Una mueca de pesar contrajo su mandíbula cuando pensó en su último encuentro, y entonces emitió para sí un gruñido impaciente. Trataba de ser paciente con él. Intentaba comprender su forma de pensar. Pero el doncel era un problema. No importaba lo dulcemente que Sasuke le hablara, sus palabras siempre estaban afiladas. Y no importaba cuánto fingiera obediencia y "compromiso," él sabía que lo hacía tan sólo como una fuerza real, inclinándose ante una fuerza mayor mientras buscaba la oportunidad de reafirmarse. Sasuke pondría a prueba incluso la paciencia del hombre más tolerante con sus brillantes ojos negros que nunca ofrecían sumisión, y su engañosa, suave y curvada apariencia, constantemente rígido con un orgullo inexpugnable.

El doncel le había desafiado de forma evidente y había ignorado su posición como su esposo, para humillarle en su propio salón con una insignificante queja. Y Sasuke había conducido su ira sobre él mismo al calificar a Sakura como "querida". Se había merecido su enojo. 

Entonces, ¿por qué le atormentaba así haberlo golpeado? ¿Y por qué se había pasado miserablemente la noche ante el hogar en lugar de en la comodidad de su propia cama? Porque el doncel le embrujaba diariamente con su belleza y su espíritu, y él había jurado apartarse de Sasuke. Sus noches estaban volviéndose una tortura incluso en su propia cama, y había descubierto que no tenía ningún deseo de ir a otra parte, ni siquiera a aliviar el latido interior que él le causaba. 

Naruto resopló de repente y pensó en las mujeres y donceles con aversión. Él ni siquiera sabía qué era lo que había despertado su temperamental rabieta. No había estado cerca de Shion desde varios días antes de llevar a cabo la ceremonia cristiana que había hecho de Sasuke su esposo. Un suspiro de irritación escapó de él. Suponía que tendría que hacer algo — al menos comprobar si la queja era justificada. Él le había prometido a Fugaku que su hijo doncel recibiría el respeto debido al principe de Tara, y si su propia relación con Sasuke no podía ser interpretada así, él le debía al Supremo Rey irlandés velar para que fuera honrado entre su gente.

El ceño de Naruto se volvió más feroz, y giró a su caballo de la escena del campo de entrenamiento para cabalgar hacia lo más alto dentro de los muros de la ciudad para inspeccionar su reino. No le gustaba que se le molestara con asuntos domésticos. Ese, además de la alianza en sí, había sido el motivo que hizo que la idea de tomar un esposo le pareciera aceptable, aún cuando su corazón despreciaba tal acción. 

Sus agudos oídos, acostumbrados hacía mucho tiempo a los sonidos de la tierra, le advirtieron de que un caballo se aproximaba. Se movió en su fina silla de cuero, y el asombro hizo que su ceño se frunciera aún más. 

Su esposo irlandes cabalgaba hacia él, Sasuke que había empezado a atormentarle despierto y dormido, que le obsesionaba incluso en ese momento con sombras de remordimiento sobre su justificada conducta. Con la cabeza erguida, uno con su rápida montura, se aproximaba a él.

El doncel había llamado a Sakura su querida. Aunque sus palabras no habían sido crueles, simplemente desesperadas. Sasuke no podría entender que Sakura había sido su mundo... Su ceño se templó de repente por una expresión de respeto. A pesar del violento resultado de su último encuentro, Sasuke deseaba algo, y por eso venía a él. No importaba cómo retorciera las cadenas de su esclavitud, él no aceptaba la derrota. Ciertamente hubiera roto ya el espíritu de un doncel menos determinado que el bonito principe de Tara que el destino parecía haber puesto contra él. 

Él esperó, estrechando sus ojos mientras lo miraba. Pensó otra vez con sorpresa en lo bien que montaba. Tan natural, con tanto control. Normalmente sólo los guerreros podían gobernar sus vigorosos corceles con tanta facilidad, prácticamente sin esfuerzo. 

El caballo se detuvo delante de él. Sasuke le miró fijamente, con su cabello de ébano y su manto violeta ondeando orgullosamente con la brisa, sus ojos relampagueando fuego oscuro. 

—    Lord Naruto, quisiera hablar contigo.

Él inclinó su cabeza ligeramente, suprimiendo el impulso de sonreír abiertamente. Había notado que el doncel nunca se dirigía a él como marido, una de sus maneras de informarle que nunca le consideraría como tal.

—    Hay un problema doméstico que requiere tu atención inmediata. Hinata, una de mis mujeres, la que pertenece a tu Kiba, está esperando un hijo. Ella fue tomada en la incursión a Clonntairth de hace algunos años. Tengo entendido que ha estado con Kiba desde entonces, y también que él fue uno de los que la mancillaron. Has establecido la paz con mi primo Obito; has ofrecido devolverle la provincia de Clonntairth. A Hinata se le debe tanto o más, mi señor, por todo lo que ha sufrido. Así como honras tus acuerdos con mi padre — hizo una pausa ligera, permitiendo al sarcasmo seco de sus palabras penetrar el aire — yo insisto en que obligues a Kiba a casarse con Hinata. Ella nunca te ha causado problemas de ningún tipo, y a pesar de su posición de cautiva y esclava, os ha servido bien a ti y a Kiba. No puedes permitir que continúe sufriendo el abuso de las otras mujeres o donceles, ni permitir que su hijo nazca bastardo y no sea aceptado por ninguna raza—. Terminó su discurso y le miró insolentemente, como retándole a oponerse.  

Él alzó una sola ceja dorada sobre sus burlones ojos helados.

—    Deseas que fuerce a Kiba a casarse.

—    Desde luego. Yo fui obligado igualmente.

Naruto inclinó de repente hacia atrás sus rasgos de granito y rió.

—    ¿Ojo por ojo, Principe de Tara?

Sasuke bajó su barbilla momentáneamente.

—    No, mi señor, no hay recurso posible para la injusticia que se hizo conmigo.

Su voz era apenas un susurro, y aún así le conmovió como ninguna otra había hecho en mucho tiempo. Le poseyó otro impulso de abofetearlo y también una urgencia aun más fuerte de tocarlo, para sentir todo lo que sus ojos habían evaluado una vez y habían encontrado sorprendentemente perfecto, estrecharlo contra él y ver si la pasión que llameaba en sus ojos corría también por su sangre. El deseo de enseñarle que él era su amo y señor, y que le había hecho una gran concesión dejándolo solo, era demoledoramente fuerte. Las lecciones que le había impartido habían sido gentiles, más cuando él era un hombre con necesidades — y no una "injusticia" del destino. 

Él tironeó de su caballo con tanta furia que el gran animal pateó la tierra y se alzó de manos en protesta. 

Él miró fijamente a Sasuke, ajeno a los movimientos del semental, su cara de repente, tan fría y dura como el acero. 

Pero para su asombro, su brusca respuesta fue la que Sasuke apenas había osado desear al plantear su descarada demanda. 

—    ¡Así sea! — dijo con voz áspera.

Entonces el semental lo dejó envuelta en una nube de polvo mientras Naruto regresaba veloz al campo de entrenamiento. Sasuke le miró admirado por un momento, entonces volvió su caballo para llevarle las sorprendentes buenas noticias a Hinata. 

No se dio cuenta de que él observaba su suave galope de regreso, ni de que sus ojos se habían estrechado una vez más, especulando sobre su experta compenetración con el poderoso animal. Sasuke montaba excepcionalmente bien. Como un guerrero. 

Kiba montó en cólera y vociferó cuando le ordenó que se casara. Naruto permitió su mal humor, después le recordó que ellos habían venido a crear un reino propio, dado que ninguno les había sido ofrecido como hogar. Kiba parecía infeliz y Naruto se lamentó un poco de su propia situación, tras lo cual el gigante de pelo marrón incluso pareció avergonzado.

Naruto se dio cuenta, para su sorpresa, de que Kiba quería a su amante irlandesa y de que estaba orgulloso de ser padre. Su enfado era simple apariencia. Naruto le sugirió a su general que fuera él mismo quien se lo preguntara a la dama, y así nadie sabría que el matrimonio había sido idea de otro, aparte del propio Kiba. 

Naruto emitió un suspiro largo y cansado cuando su general volvió finalmente a las maneras orgullosas que acostumbraba a tener. Él tenía por delante otra tarea que no le apetecía especialmente, pero tenía que ocuparse de Shion. 

Dejó su residencia atrás con la cólera retumbando en su pecho. Odiaba que su vida se viera alborotada con los problemas mezquinos propios de las mujeres y donceles. Pero él se lo debía, quizás no tanto al hijo doncel cascarrabias del rey irlandés, como al propio rey.

 

 

Sasuke había vuelto a casa en éxtasis. A lo mejor había algo positivo en su desastroso matrimonio; el doncel podría ejercer su poder como rey para ayudar a su gente. 

La alegría en la cara de Hinata fue un rayo de luz para su corazón. Sasuke descubrió que incluso podía ser feliz cuando le aseguró a Hinata que su boda tendría lugar aquella misma noche. 

Cuando Hinata salió, ella estaba llorando otra vez, pero eran lágrimas de alegría. 

Todavía henchido de poder, sentimiento que lo aturdía más que si hubiera bebido demasiada cerveza, Sasuke vagó hacia la ventana y miró indolentemente hacia el patio. Su sangre corría de prisa, se sentía maravillado y rió en voz alta, entonces se serenó rápidamente cuando pensó en la noche de tristeza que había precedido a su momento de triunfo. Naruto le había concedido esta merced, probablemente porque se arrepentía de haber perdido su frío control, y debido a la violencia acalorada que le había mostrado. Pero aún así, no podía, no toleraría vivir con otra mujer gobernando su casa. Él era un principe de Tara.

Sasuke se tocó la mejilla y recordó el golpe que lo había hecho caer. Demasiado para mi sensación de autoridad, pensó secamente. Pero él no lo había golpeado debido a Shion. Lo había hecho por Sakura, la belleza rosada a la que el amaba antes de que muriera. 

El doncel dudó seriamente de que Naruto albergase hacia Shion un gran sentimiento. Estaba seguro de que cualquier emoción parecida al amor que Naruto hubiera experimentado alguna vez pertenecía únicamente a su perdida Sakura. 

Sasuke sabía que Naruto disfrutaba mofándose un poco de él. Era otro juego de estrategia para él, una batalla que él no tenía intenciones de perder. Él lo había acaparado frente a Neji, y en el retiro de su dormitorio no tuvo escrúpulos para recordarle quién era el que gobernaba su reino. Pero en el gran salón, en público, él le manifestaba siempre una deferencia real. Él le había prometido a su padre que sería respetado, y a pesar de que era un vikingo, tenía su sentido de honor.

¿Haría él algo con respecto a Shion? Sería interesante verlo. Sasuke se rió entre dientes de repente, pensando que el Señor de los Zorros debía estar en una posición incómoda, dividido entre su esposo y su amante. Su risita se extinguió cuando se preguntó si a Naruto le preocupaban particularmente sus sentimientos o peticiones de una forma u otra, pero él le había hecho promesas a su padre. 

Él mismo se había enredado con Shion y esta desdichada fachada de matrimonio con él. En efecto, tenía un problema. Y él mismo iba a tener que salir de este igual que había entrado.

Sasuke palideció de repente, cuando comprendió que podría continuar ignorando la situación y burlarse de él, durmiendo con la querida que intentaba gobernar por encima de su esposo. 

¿Y qué me importa? se preguntó Sasuke falsamente. Pero le importaba. Su orgullo exigía que le importase. Le contrariaré una y otra vez, se prometió, y no permitiré que su ramera me haga la vida insoportable. 

Después, cuando el doncel llegó al gran salón y se centró en los deberes de la tarde, la ira que incubaba continuó creciendo a pesar de la próxima boda, que era una victoria que Naruto le había concedido. Él había hecho una cesión; y a su vez, Sasuke fingiría una cierta obediencia externa. Pero él sabría. Se aseguraría que él supiera que dentro de su corazón nunca, nunca, le aceptaría a él, un vikingo, como su señor.

 

—    ¡Naruto! — Shion cerró sus ojos durante un segundo agradecida por verle ante ella—. Te he extrañado muchísimo, mi señor — ella deslizó los brazos alrededor de su cuello sin presentir nada extraño, hasta que él se desembarazó enérgicamente de ellos. 

—Has sobrestimado tu posición, Shion. Sólo he venido para decirte que no volveré a verte y que debes abandonar la ciudad de Dubhlain. 

Sobresaltada, su cara palideció y se deslizó hacia el suelo, a sus pies.

— ¡No!

Naruto suspiró impaciente, sintiendo un inesperado pesar. Alzó a Shion y la miró fijamente mientras se sentaba en un banco junto a una mesa entablada, extendiendo sus largas piernas fatigadamente. Él la miró de pie ante él, y notó una mirada febril en sus ojos que le perturbó. Estaba asustada. Nunca había imaginado que esta ardiente mujer pudiera conocer el miedo. Era un auténtico cuadro el de ese momento, sus ojos muy abiertos, su pecho respirando pesadamente. Ella recordó a Naruto que su matrimonio había reducido sus actividades. 

Shion le había ofrecido sus voluptuosos consuelos durante muchas noches. ¡Maldito Sasuke por crear este problema! Pero Shion era la culpable, ya que, si no hubiera intentado burlarse de su rey, podría haber permanecido tranquilamente donde estaba. 

      —No creo que lo quieras — dijo Shion roncamente—. No puedes querer enviarme lejos...

      —Me temo que así es, Shion. Has ofendido a mi esposo enormemente — dijo con suavidad, y ella reconoció el sonido metálico de su voz, que significaba que su decisión era irrevocable. 

      — ¡No! — dijo ella desesperadamente, golpeando el suelo con su pie —. ¡No puedo creerlo! ¿El Señor de los Zorros gobernado por un pequeño perro irlandes altivo? ¿Y qué hay de nosotros, mi señor? ¿Qué hay del placer yo puedo darte? Ese doncel no puede amarte como yo hago. 

      —Ese doncel es mi rey, Shion — declaró Naruto con sencillez, elevándose.

Shion le miró desesperadamente, comprendiendo que la despedía con pesar pero que lo hacía definitivamente. Él era el rey, un hombre, pero primero el rey. Fuerte, a veces compasivo, pero frío, capaz de alejarse sin mirar atrás. 

—    Cuidaré de que encuentres un hogar con una familia adecuada — le dijo, todavía tranquilo, todavía firme—. Hasta entonces, me temo que no debes presentarte en el gran salón. 

Shion aun no podría aceptar lo que él estaba diciendo, no hasta que él se volviera para partir. La desesperación brotó de ella y arremetió contra él, arrojando su cuerpo hacia Naruto. 

—    ¡Eres un necio! ¡No necesitas echarme por ese perro maldito que te mataría en un momento! ¡Él huirá Naruto, te lo advierto, te engañará con cualquier hombre y alardeará de sus infidelidades porque te desprecia!

Shion le abrazó más fuerte hasta sentir el fino aroma masculino de la carne bajo su túnica, sintiendo los brazos musculosos que no podía ni empezar a rodear con sus dedos. Ella no podía dejarle marchar; ningún otro podría llenarla, hacerla sentir completa. Ella no era capaz de imaginar lo que sería no poder anticiparse a sus visitas, aunque hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que habían yacido juntos.

— ¡Te digo, Naruto, que él te desprecia, y no puede complacerte! Pero vigila esos ojos negros suyos, Naruto, porque seguramente vagabundean. Se dice que él se habría casado con Neji Hyuga, que todavía ronda por Dubhlain. Es a él a quien probablemente envuelve tu esposo con las piernas al dejarse llevar por el placer

Los dedos de Naruto apretaron cruelmente sus hombros y después la liberaron lentamente. Él estaba más afectado por sus palabras de lo que le hubiera gustado admitir.

—Procuraré que seas atendida, Shion. Te lo advierto ahora, hasta que haya encontrado una casa conveniente para ti, apártate de mi esposo, porque sea lo que sea lo que quieras creer, él es el rey de Dubhlain. 

Ella cayó de nuevo al suelo sollozando entrecortadamente. 

Naruto se inclinó junto a ella, la alzó en sus brazos y la dejó sobre su cama. Él besó su frente dulcemente, se enderezó, y salió de la cabaña. 

Pensó en Shion con pena mientras caminaba hacia su propia residencia. Había ido a ella para cubrir las necesidades básicas que obligaban a cualquier hombre, ya que Shion era toda una mujer. Y en su relación nunca había habido más que algo meramente sexual, o al menos así era como él pensaba. La había avisado de que no quería ninguna atadura y aún así, como él sabía, las emociones no se podían controlar. Sakura estaba muerta; él lo sabía y todavía le dolía. No podía controlar ese sentimiento. Ni podía controlar la fascinación que le atraía hacia su esposo irlandes, la belleza que estaba demostrando ser un puro problema.

De repente se encontró pensando en las palabras de Shion. Neji Hyuga. El rey irlandés con quien Sasuke había intercambiado suavemente unas palabras en el salón. Un rey joven y guapo; el hombre que lo miraba fijamente con gran dolor y ternura, cuyos ojos a menudo lo seguían por el gran salón. 

Él le había ordenado que no volviera a hablar con el Hyuga nunca más, y el doncel había intentado desafiar su orden, antes de asegurarle que le obedecería sólo porque no deseaba que le pudiera ocurrir daño alguno al irlandés. 

Una rabia desconocida agitó de repente el cuerpo de Naruto. ¿Había algo de verdad en aquellas acusaciones? Seguramente no. Fugaku no le habría ofrecido su hijo doncel si él hubiera tenido algo con Hyuga. Pero los padres no lo sabían todo... 

¿Estaba su esposo enamorado del irlandés? ¿Abrigaba sueños de escapar con él? ¿Había yacido con el hombre, sus ojos azabaches ardiendo con el calor de la pasión en lugar del enojo, su forma suave envuelta con la de él, su cabello de ébano, un tejido de nubes suaves, enredando su amor?

Su rabia aumentó enormemente con la visión, y al recordar cómo Sasuke yacía junto a él noche tras noche, apartándose con horror cada vez que le tocaba o se enroscaba inconscientemente contra él. 

Se obligó a relajarse lentamente, deseando saber el porqué de su furia. Estaba absurdamente celoso por un doncel que nunca había significado otra cosa que problemas para él. Entonces se encogió de hombros. Era simple. Él era un guerrero, y un rey. Un vikingo. Un hombre muy posesivo. Él no creía en las leyes Brehon. Su esposo era su propiedad, y él defendía su propiedad furiosamente. Si alguna vez descubriera que había sido traicionado, mataría primero al Hyuga y después retorcería la bonita columna de marfil que era el cuello de Sasuke. 

Naruto sonrió de repente. Neji Hyuga tendría que dejar la ciudad definitivamente. Quizás su partida podría acelerarse. 

El rey de Dubhlain se rió entre dientes con suavidad. Puedes hacer un movimiento, Principe, pensó, pero siempre habrá otro movimiento para contrarrestarlo. 

Naruto se serenó y empezó a preguntarse por la noche que tenía por delante. ¿Apreciaría su rey irlandes lo que había hecho por él hoy? Se rió. Probablemente no lo sabría nunca; dudaba sinceramente de que Sasuke estuviera esperándole para besar su mano con gratitud.

 

 

*****

 

 

Naruto entro al gran Hall y se encontró con que ya estaba casi lleno para la cena. Echo un vistazo para ver si Sasuke estaba presente cumpliendo sus deberes como rey. Por supuesto, el doncel estaba allí, dispuesto a no crear ningún problema aquella noche puesto que él había sido el que había organizado la boda.

Estaba hablando con su hermano Shisui frente al fuego cuando, repentinamente, volvió su exquisita mirada azabache hacia Naruto, como si hubiera sentido la suya sobre él. Sasuke se acerco con paso digno hacia él, pareciendo flotar en el aire.

—Mi Señor Naruto, — murmuro recatadamente, con los ojos bajos en ese momento.

—Estaría bien que Kiba y Hinata se casaran antes de que la cena fuera servida. Así todos los reunidos serian testigos de la ceremonia, ¿te parece bien?

—Está bien. Que empiece la ceremonia.

Hinata y Kiba fueron casados por un monje cristiano, y, a continuación, empezó el festejo. Todo el mundo bebía en cantidad y la noche se convirtió en algarabía. Naruto observó que su gran general estaba tan sonrojado como un adolescente y que la irlandesa irradiaba felicidad casi hasta el punto de las lágrimas.

Incluso el mismo estaba bebiendo mucho, notó, y eso le irritó; al igual que las ocasionales miradas que dirigía hacia su esposo, el cual estaba sentado recatadamente a su lado, le irritaban. Cada vez que se topaban sus miradas, podía adivinar esa superioridad tan suya en los ojos, y a pesar de sus intenciones para mantener la paz, lo único que quería era sacudirlo hasta que esa superioridad desapareciera de su mirada y así, poder verlo comportarse humildemente delante de él.

Le sonrío de repente, sin que la expresión helada abandonara sus ojos mientras curvaba los labios. Alzo el cáliz.

—Bebé conmigo esposo, para celebrar tu victoria. Una unión feliz entre irlandeses y noruegos.

Tal como esperaba Sasuke obedeció, alzando el cáliz en repuesta y dedicándole una sonrisa con sus bien formados labios rojos pero que no llegaba a serlo del todo.

Entonces las desagradables palabras de Shion resonaron en su cabeza.

“Neji Hyuga ronda cerca... es a él a quien probablemente envuelve tu esposo con las piernas al dejarse llevar por el placer... Desea apuñalarte... Vigila esos negros ojos suyos...”

Un Kiba muy borracho lo distrajo con un enorme abrazo de oso. Rió y alejo al hombre de si, deseándole una fructífera unión con un guiño.

A continuación, se volvió para mirar especulativamente de nuevo a su esposo, pero el doncel no estaba.

Permaneció un rato más en la mesa antes de levantarse. Podía sentir el cansancio en todo el cuerpo. Había dormido miserablemente. Se había pasado todo el día ejercitando con la espada y ocupándose de esas triviales disputas entre los hombres. Tenía el ánimo por el suelo. Todo lo que deseaba era un baño.

Fatigado e irritado con la mente centrada en Sasuke, dejo el salón. Busco a Iruka y le ordeno que preparara un baño en su habitación.

Entró en la habitación. Sasuke todavía no esta en la cama, sino que estaba atando el cordón de su camisón situado a la altura del pecho. Sonrió al ver como el doncel no podía evitar pegar un pequeño saltito al entrar él dando un portazo. Corrió a través de la habitación hacía su parte de la cama, no antes de que el pudiera deslumbrar el suave relieve de sus pezones debajo de la fina túnica de lino y como había aumentado el sonrojo de sus mejillas.

Él no dijo nada y empezó a quitarse despreocupadamente la ropa. Iruka apareció entonces en la puerta, ordenando entrar la tina, seguida por el agua. Naruto se pregunto que le pasaba a Iruka, quien parecía sentirse muy incomodo en la habitación.

Naruto se metió en la bañera. Iruka permaneció en pie a su lado con el último cubo de agua. Con los ojos entrecerrados, Naruto miró hacia arriba con el ceño fruncido.

—El agua, Iruka.

Iruka tiró el agua sobre él, justo al pecho. Estaba condenadamente caliente lo que le hizo a Naruto rugir en protesta

— ¿Que te pasa Iruka? Sal de aquí antes de que decida que...

Iruka salió de la habitación dirigiendo antes un vistazo curioso a la curvada y cubierta espalda de Sasuke y salió rápidamente de la habitación antes de que Naruto pudiera continuar.

Durante un rato, Naruto se sentó entre el vapor, sin pensar en nada, dejando que el agua eliminara la tensión de sus músculos. Pero no pudo dominar ni la inquietud ni la irritación que sentía, y se encontró a si mismo desviando la mirada repetidamente hacia su silencioso esposo quien permanecía inmóvil en la cama, aunque estaba seguro de que no estaba durmiendo.

Maldito Sasuke y su fingida y burlona obediencia. Como tonto que era se había arrepentido de haberle pegado, y por eso había ordenado a su general a casarse y se había ocupado de esos estúpidos problemas que tenia con una puta, y ni siquiera podía dedicarle un granito de honesto agradecimiento.

Sonrió de repente.

—Sasuke, — ordenó, con los ojos perezosamente medio abiertos, —deseo que frotes mi espalda.

El doncel no respondió. Igual que fingía obediencia, ahora fingía que estaba dormido.

Él hablo de nuevo, con total tranquilidad.

—Se que no estas durmiendo, esposo, y he tenido un día muy largo y cansado debido en parte, debo decir, a tus peticiones. Te ordeno que vengas y me frotes la espalda.

—Mi señor Naruto, — respondió peyorativamente, sin dejar de darle la espalda — té obedeceré en todo lo relacionado con el mantenimiento de la casa, pero a tu persona, no le debo nada. Prometiste a mi padre respeto, y no paras de hablar sobre compromiso. Pero ayer por la noche estimaste apropiado golpearme, probando así la naturaleza barbárica que posees. Hoy, en cambio, has hecho que las cosas fueran tolerables para mí, pero lo que has hecho no ha sido más que lo que le debes a mi padre y a aquellos a los que tú has conquistado y con quienes tú deseas vivir en paz. Por lo tanto, debemos mantener la paz que tú deseas. No me voy a preocupar en absoluto por ti ya que tus asuntos no son mi conveniencia, al igual que no me sentiré ofendido por tus actos. Eso mantendrá la paz. Me mantendré a distancia y no te enfadare y así tu no tendrás razones para pegarme.

Salió de la bañera y se acercó tan silenciosamente que Sasuke no se dio cuenta hasta que, con un solo movimiento, lo levantó en brazos sin esfuerzo aparente. El doncel lo miró con sus brillantes ojos negros llenos de sorpresa y trató de librarse de su abrazo retorciéndose contra él.

—Esposo, — le dijo en tono cortante, —me calificas de animal bárbaro, pero a pesar de todo te sientes lo suficientemente a salvo para mofarte de mí. Supongo que lo que debo hacer es demostrarte que no soy un bárbaro, sino tan solo un hombre civilizado que no quiere otra cosa más que llevar una existencia placentera. No quieres frotarme la espalda, así que seré humilde y frotaré yo la tuya.

Sasuke no consiguió liberarse y tembló ante el fuego azul de su mirada. Había tratado tanto con su cólera como con su helada calma, y esta última era con diferencia la más peligrosa de ambas. Lo único que pudo gritar fue un — ¡No! —, antes de encontrarse a sí mismo dentro de la bañera.

Sus esfuerzos por asirse a los bordes de la bañera y así estabilizarse fueron frustrados por la irrupción de su esposo.

—Que descuido por mi parte, — murmuró él mientras le cogía por las muñecas con una mano y se metía dentro de la bañera, —No puedo frotarte la espalda si hay ropa por medio, ¿No crees?

—    ¡Maldito seas, vikingo! ¡No quiero que me frotes la espalda! — le replicó Sasuke desesperadamente al sentir como deslizaba la otra mano por su cuerpo y tiraba de su camisón, sacándoselo por la cabeza. Le soltó las muñecas para terminar de quitarle el camisón.

—    Estate quietecito, esposo. — dijo suavemente con expresión inocente. —Todo lo que quiero es servirte.

Forcejeó con él, intentando levantarse. Pero lo único que consiguió con eso fue que cuerpo rozara más el de su esposo. Se estremeció como si lo hubieran quemado y sus pezones se endurecieron al rozar con su pecho y notar su pulsante masculinidad llena de vida. Se hundió en el agua dándole la espalda, intentando alejarse de él lo máximo posible. Ahogó un grito de sorpresa al sentir su contacto de nuevo cuando él se movió para alcanzar el jabón y el paño.

—Relájate, Principe, — murmuró él, su suave susurro lleno de mofa al oírlo gritar sobresaltado —ya que te he asustado, tendré que enmendar la situación.

Lo sintió moverse a su espalda y el contacto de sus manos mientras enjabonaba sus hombros. Más que su contacto, lo trastornaba su presencia y la tensión que parecía irradiar de su cuerpo. Podía sentir hasta el más ligero movimiento de sus músculos. Se agarró del borde de la tina con fuerza, como si se encontrara en el borde de un precipicio y si se soltara, fuera a caer. ¿Que me está pasando? Se preguntó con desesperación. Él se había divertido a su costa muchas veces antes, pero ahora era diferente. Le era imposible luchar contra aquello, no conseguía reaccionar ni moverse. Ni siquiera era capaz de pensar; era como si su mente y sus defensas se hubieran adormecido de repente al sentir el tacto y el aroma del hombre al cual se había jurado a sí mismo que siempre despreciaría. Sí, está vez era muy diferente, aunque si lo pensaba bien... Siempre había temido más su lado amable que su ira. La tensión entre ellos era como una fiera agazapada, siempre dispuesta a saltar, incluso en el arroyo. Una tensión que lo mantenía en esos momentos preso de una extraña parálisis, acabando poco a poco con su razón y haciéndolo prisionero de peligrosas sensaciones eróticas.

Él no sabía bien que deseaba más, si castigarlo o acariciarlo. Tenía algo que ver con lo que había bebido, pero iba mucho, mucho más allá. Recordó aquel día en el arroyo cuando él le había provocado aquel dolor terrible al golpear su virilidad y le había llamado perro. O su noche de bodas, cuando había descubierto que en verdad le habían concedido una rara y valiosa gema y había pasado toda la noche sufriendo de deseo.

Su oscuro cabello corto era seda entre sus dedos, igual que la piel de su esbelto cuello. Humedeció sus hombros y enjabonó luego la espalda siguiendo la línea de su columna. Paseó la mirada por su estrecha cintura y la curva de sus nalgas. Continuó su labor en silencio, haciéndolo temblar con su contacto. Se inclinó para besar su nuca, rozando la piel apenas con los dientes. Lo sintió ponerse rígido en un intento vano por esconder su temblor, y vio como sus nudillos se ponían blancos de tanto apretar los bordes de la tina. Continuó moviendo los labios hacia el lóbulo de la oreja y sopló hasta notar como el doncel se estremecía otra vez.

—Soy un bárbaro, principe, un perro de noruega. Solo me estoy haciendo merecedor de tu calificativo.

Aún tras Sasuke, dejó resbalar sus manos por los brazos de él. Luego volvió a concentrarse en su espalda, enjabonando y aclarando, rozando su piel cremosa con calculada alevosía. Siguió con aquellas caricias hasta acunar sus nalgas con las palmas, ya bajo el agua. Naruto no tenía ni idea de como conseguía controlarse bajo el fuego del deseo que lo estaba consumiendo.

Lo besó de nuevo en la nuca con suavidad y su boca fue resbalando, acariciando con la lengua cada vértebra. Le sujetó las caderas y se puso de rodillas pegado a Sasuke para inclinarse y mordisquear levemente sus mejillas.

—No, maldito seas—, jadeó el doncel con voz casi inaudible. Él se deleitó con la danza de sus caderas mientras intentaba volverse y enfrentarlo.

Lo volvió hacia él y observo sus pupilas dilatadas sonriendo con masculino placer. El brillo de aquellos ojos azules hizo que Sasuke abriera aún más los suyos al caer en la cuenta de que sus movimientos sólo habían servido para incitarlo aún más. Lo soltó un momento para acariciar su pantorrilla con la excusa de buscar nuevamente el jabón.

—Por favor...— susurró el principe, y un rugido de triunfo escapó de lo profundo de Naruto porque comprendió lo que el doncel acababa de suplicar como animalillo atrapado en la red de un cazador. Lo único que deseaba Sasuke era mantener la calma, ignorarlo y mostrar indiferencia, pero no podía. Él había encendido en el doncel nuevamente las llamas de una pasión y sensualidad hacía tiempo ya perdidas y aunque lo odiara hasta el último aliento de su cuerpo, este renegaba respondiendo instintivamente a su contacto.

Siguió ascendiendo por la pierna, frotando suavemente hasta llegar al interior de sus muslos. Luego se dedicó al estómago y la curva adorable de las caderas antes de cubrir con las manos sus nalgas para sopesarlas primero y luego ascendió a su pecho rozando con el pulgar los pezones cubiertos de espuma

Sasuke muy quieto, con los puños apretados con fuerza y el pulso latiendo con violencia en la garganta. Él con los ojos fijos en los de Sasuke mientras que con toda la calma del mundo sostenía sus oscuros pezones que se erguian entre sus dedos. Los ojos de Sasuke se encontraban abiertos como platos y nublados por el deseo, con la mandíbula tensa y los labios entreabiertos a punto de volver a suplicar. Se acercó aún más hasta rozarle los labios con los suyos. Sasuke al sentirlo pareció salir del trance que lo paralizaba e intentó alejarse de él, pero Naruto le sujetó la nuca con fuerza mientras lo obligaba a abrirle el tesoro de su boca para invadirlo con su lengua hambrienta. Sasuke se quejo débilmente, pero la seguridad que mostraba él no le dio otra opción excepto dejarse llevar por la marea. Él deslizó la mano desde el pecho hasta la sedosa piel entre sus nalgas. Sasuke gimió una tibia protesta, pero Naruto siguió sin dudar hasta encontrar el centro de su ser y frotarlo una y otra vez con sus dedos.

Tan solo entonces Sasuke se sujetó con fuerza a los hombros de Naruto en lo que, supuso, era el último intento desesperado de el doncel de incorporarse con las escasas fuerzas que le quedaban y luchar contra él.

Entonces interrumpió el beso. Llenó sus manos de agua y la dejó caer sobre Sasuke, disfrutando al notar como él se aferraba con ansia a sus hombros, sus labios hinchados moviéndose en vano en una súplica muda.

Alzó su cuerpo mojado y lo llevó hasta la cama. Lo depositó con suavidad devorándolo con la mirada. Sus ojos negros, nublados de pasión; su blanco pecho coronado por aquellas rosadas y duras cimas, su perfecto ombligo, su rosado miembro erguido y aquellos montes de suave carne que esconden su tierna entrada que promete los mayores placeres entre sus largas y sedosas piernas

Las palabras de Shion volvieron a perseguirlo. En algún lugar recóndito de su mente se registró la idea de que mataría a Neji Hyuga con sus propias manos si descubría que había habido otro antes que él, aunque creía en la inocencia que se reflejaba en sus ojos asustados. A pesar de que el fuego de su propio cuerpo parecía estar a punto de estallar y arder fuera de control, aguantó férreamente su deseo. Continuó mirándolo, emborrachándose de su belleza.

Sasuke ya había perdido cualquier vestigio de lucidez. Su cuerpo tembloroso se había convertido en una masa lánguida y a la vez se sentía recorrido por una poderosa energía que amenazaba con hacerlo estallar. Un salvaje río de lava lo recorría entero en ardientes oleadas. Su mente había pasado de la oscuridad a las estrellas y de nuevo a aquel abismo oscuro. Crecía dentro de él como el germen de una tormenta, subía desde lo más profundo de su ser como un torbellino que lo debilitaba dulcemente. Las manos de él lo llevaban poco a poco a la locura sobretodo aquellas caricias centradas entre sus piernas.

Ahora se sentía como si hubiera caído del cielo. Él lo observaba y todo lo que podía hacer era devolverle la mirada, sin fuerzas, solo con aquel extraño y dulce fuego que lo había dejado tembloroso en un lugar a medias entre el cielo y el infierno.

Se sentía como si lo hubieran drogado y aunque él se apartó ya no le quedaban fuerzas para intentar escapar. Lo siguió con la mirada hasta el oscuro arcón de donde sacó un frasco de aceite perfumado. Solo cuando se sentó a horcajadas sobre él tuvo un conato de resistencia, pero ya fue tarde. Lo mantuvo inmóvil bajo él mientras lo miraba con una tierna burla en los ojos en la que se reflejaba que sabía lo que el doncel estaba sintiendo.

—Nunca osaría, mi querido esposo, solicitar un servicio de ti que yo no estuviera dispuesto a devolverte con creces—, murmuró con voz ronca mientras vertía unas gotas en las palmas de sus manos antes de poner el frasco en el suelo.

—No contiene esencia de sándalo sino de flores. Quizá pueda demostrarte que mi aguijón puede ser dulce si la rosa lo merece...

Sasuke sin poder contestar intentó empujarlo con las manos, pero él las apresó con facilidad y empezó a masajear sus dedos con suavidad atendiendo luego a sus palmas.

Tenía que detenerlo.

—Naruto...Suéltame. Yo, yo...— Intentó incorporarse sin éxito, aquella mirada lo inmovilizaba tanto como sus firmes manos en los hombros.

—Quédate quieto — ordenó.

Sus ojos, no podía luchar contra lo que veía en ellos.

—Las leyes—, murmuró el doncel antes de oír su risa socarrona.

— ¡Malditas sean las leyes de Brehon! Estoy seguro de que no le niegan a un rey el placer de servir a su esposo.

—No me estás sirviendo—, protestó Sasuke temblando. Pero él continuó su labor ignorando sus protestas, movió con seguridad sus manos acariciando sus hombros y bajando hasta sus clavículas, dejándolo de nuevo en aquel estado de dócil lasitud.

Casi gritó al sentirlo en su pecho, presionando con firmeza y dulzura, mientras rozaba sus pezones con el pulgar una y otra vez hasta que pensó que no podía más y justo entonces desplazó las caricias hasta sus caderas y su vientre extendiendo nuevamente las olas de fuego más abajo, hacia su miembro.

Sasuke cerró los ojos con fuerza por las intensas sensaciones que lo recorrian como si con ello pudiera escapar de su hechizo.

Él lo giró apenas sin esfuerzo y recorrió su espalda con aquel ritmo hipnótico sumergiéndolo cada vez más en aquel ardiente mar de sensaciones. Siguió por sus nalgas pasando una conciente caricia sobre lo que se escondia bajo ellas, parando solo para añadir más aceite a sus manos, luego sus piernas hasta acabar en los dedos de los pies.

Naruto estaba también llegando al límite de la cordura, la sensación de triunfo que experimentaba al verlo rendido ante el poder de sus manos se veía empañada por la agonía que experimentaba al tocarlo. Su hiriente espina se transformaba en algo suave y tentador, como un tierno capullo de rosa que abriera sus pétalos al sol de la pasión.

Con el cuerpo ardiendo de deseo lo giró de nuevo y se levantó de la cama sin quitar sus ojos de aquel maravilloso cuerpo, lo vio abrir los ojos nublados de deseo y no pudo por menos que sonreír ante el intento de Sasuke de juntar las piernas en un último vestigio de pudor, él ya no pensaba permitir más barreras entre ellos, nunca más.

Sasuke estaba totalmente perdido en la niebla de la pasión y su cuerpo solo obedecía a aquella mirada sensual que lo tenía totalmente subyugado. Voces lejanas de aviso no conseguían romper las brumas de su mente, lo único que podía hacer era observar la altísima figura que dominaba todo su horizonte, su amplio pecho, la cintura estrecha, su potente y amenazadora virilidad orgullosamente erguida. Su voluntad no intervenía en sus actos, solo podía mirarlo y sentir aquellas punzadas en su vientre... Fue entonces cuando la realidad consiguió abrirse paso por fin en su confusión.

De sus labios secos y ardorosos brotó un grito al darse cuenta de que el juego se había terminado. Él había decidido tomarlo en aquel preciso momento sin más demoras.

Se revolvió desesperado intentando golpearlo.

— ¡No! No me toques más, bárbaro salvaje.

—Ambos sabemos que no te toco como un salvaje— dijo él con suavidad.

Él había notado el cambio en sus ojos, despertando a luchar nuevamente contra lo que Naruto le hacía sentir, pero él ignorando sus frenéticos esfuerzos por liberarse lo aplastó con su peso y clavando su mirada en la de Sasuke le sujetó las manos a los lados de la cabeza enredando sus dedos con los de el doncel y manteniéndolo quieto con la firmeza de su cuerpo y de sus ojos.

 Sasuke tragó saliva con el corazón galopándole desbocado en el pecho y volvió a intentar liberarse de aquel abrazo.

— ¡Por favor!... ¡Te lo ruego, Naruto!

—Sasuke, eres mío. Mi esposo. Es nuestro destino estar juntos. Acéptalo, no puedes esconderme como tiemblas cada vez que te toco—. Él esperó a que el irlandes dejara de luchar y se rindió, de nuevo víctima de su hechizo de fuego.

Naruto lo besó lentamente, sin apresuramiento, trazando la curva de sus labios con la punta de la lengua, mordisqueando su fino labio inferior y luego hundió la lengua dentro de su boca saboreándola entera. El roce del mentón en sus mejillas aumentaba si caben las sensaciones que lo recorrían. Aún con las manos de el doncel sujetas con las suyas alzó la cabeza atrapando su mirada una vez más.

A continuación, apresó un pezón con su boca y lo acarició lentamente con la lengua y con ardiente exigencia después. Sasuke sabía a ambrosía y a rosas y acrecentó el deseo en su interior hasta proporciones gigantescas. Lo miró de nuevo con sus bellos ojos cerrados a todo lo que no fuera la pasión, repitió sus mimos en el otro pezón igual de firme y dulce y sintió los dedos del doncel aferrarse a los suyos con desesperación.

Fue tarde cuando Sasuke se dio cuenta de que él estaba ya estaba colocado entre sus piernas y bajó sus labios por su cuerpo, mordisqueando suavemente y lamiendo hasta llegar a su húmedo y palpitante sexo. Un — ¡No! — que era apenas un leve suspiro salió de su boca.

Él acarició con la lengua la suave piel de su miembro y Sasuke se arqueó salvajemente gimiendo bajo sus expertas caricias. Naruto soltó entonces sus manos para sujetarlo por las nalgas y buscar lentamente el centro del doncel. Lo elevó más cerca de su boca para devorarlo completamente hasta llevarlo sin piedad al orgasmo que lo sacudió entero en dulces oleadas.

—Por favor— pidió Sasuke retorciéndose contra él en una danza febril que hacía ondular su cuerpo sensualmente. El deseo había acabado con todas sus inhibiciones y Naruto ardía en el mismo fuego al sentirlo aferrarse fieramente a sus hombros demandándole más y más placer. A Naruto le costaba contenerse ante el espectáculo del doncel en el naufragio de la pasión, pero tras tomar su escencia continuó preparándolo con los dedos y acariciándolo con la lengua hasta sentirlo nuevamente llegar al clímax. Aún así Sasuke gritó cuando Naruto se colocó sobre él y lo penetró con una lenta y segura embestida. Naruto le susurró al oído con dulzura para calmarlo.

 —Tranquilo, precioso... Ábrete para mí, el dolor pronto pasará.

—Naruto...—le dijo Sasuke aferrándose con fuerza a sus hombros. Él estaba ya completamente dentro del doncel, el dolor lo traspasaba como un hierro al rojo, pero aquel duro pecho sobre él le producía extrañas sensaciones de seguridad y bienestar. Él lo había hecho enteramente suyo y Sasuke necesitaba ahora refugiarse en su poderosa fuerza masculina.

—Ábrete a mí y acógeme Sasuke, déjate llevar...— y empezó a moverse de nuevo dentro de él, una y otra vez continuó sus embates mientras le susurraba tiernas palabras al oído.

Luces rojas y plateadas estallaron en su cabeza en una sucesión de fuegos de artificio que marcaban su camino al paraíso. Ya no quedaba nada más que el ansia por llegar a aquel mágico lugar adónde Naruto lo estaba llevando.

Él también se perdió en aquella tormenta y devoró su boca con la suya y después sus pezones para volver a su boca ya sin control. Cuando las piernas de Sasuke lo rodearon sintió su húmedo y duro miembro ser presionado entre sus vientres y cuando se apretó más contra él, se elevó con el doncel por fin hacia el éxtasis largo tiempo que culminó en un salvaje grito de placer.

Después sin soltarlo se quedó dentro de Sasuke dejando que el mundo volviera de nuevo a su eje, y solo entonces lo liberó lentamente, saboreando incluso la maravillosa sensación de retirarse de aquella cálida funda.

El había tenido la intención de abrazarlo, decirle cosas bonitas, pero sus palabras se congelaron al observarlo. El doncel no se había movido, excepto para juntar los muslos. De nuevo empezó a hablar, pero entonces frunció el ceño, cambiando de idea. Sasuke se había retraído de el y la rabia aumentó cuando se dio cuenta de que le estaba volviendo la espalda avergonzado, aunque él lo hubiera preparado cuidadosamente y minuciosamente antes de hacerle el amor. Aunque el doncel hubiera disfrutado su primera experiencia después de sufrir el dolor inicial, dando al igual que recibiendo, llegando a la cumbre.

Al menos, se consoló amargamente a si mismo, Sasuke era suyo. Había sentido un infame y varonil placer en ese momento de dolor que le había causado y al ver esa mancha de sangre entre ellos. Hubiera matado si hubiera sido traicionado.

Frunció el ceño de nuevo, mirando las esculturales líneas de su espalda. Estaba seguro que estaba llorando en silencio. La rabia creció dentro de su cuerpo, y después fue reemplazada por confusión y furia hacia si mismo. No lo había violado; no lo había maltratado. No había cubierto simplemente sus necesidades.

Sakura...

El doncel había hecho que se olvidara completamente de Sakura, y con su olvido, había traicionado su memoria. Había tomado a mujeres y donceles, pero no había hecho el amor desde su muerte. Pero había hecho el amor a un puto irlandes que lo despreciaba más que a nadie, por cuya muerte había rezado. Le había dado todo como nunca había hecho, ni siquiera a Sakura, y Sasuke se lo agradecía lloriqueando.

La rabia, la confusión y el dolor se mezclaron por dentro, y el hielo que ennegrecía su corazón volvió a sus ojos.

Recorrió la esbelta espalda de su esposo con un dedo.

—Bueno, principe, ahora puedes repetirte a ti mismo que has sido tratado por tu bárbaro marido vikingo como esperabas. Has sido golpeado... Y cruelmente violado.

Esto último había sido pronunciado con un tono tan sarcástico que Sasuke se sintió como si le hubieran atravesado el corazón con una lanza. Él mordió su nudillo hasta hacer brotar sangre para que su esposo no escuchara sus sollozos. Sintió como el le tocaba el brazo y escucho su voz, súbitamente gentil.

 —Sasuke...

Se deshizo de su contacto.

— ¡Por favor! ¡Al menos déjame en paz ahora!

Naruto se quedo congelado. Salto de la cama y permaneció un instante mirándolo fijamente, con las manos en puños. La rabia y la confusión se hicieron paso de nuevo, las cuales maldijo por el tormento que le estaban causando.

Se vistió con un par de pantalones y una túnica del arcón y se puso sus botas de cuero. Después salió de la habitación dando un portazo.

Naruto echó un vistazo a la luna llena mientras paseaba bajo ella, pero tan solo le dedico un minuto en sus pensamientos. Había salido para aclarar la mente, no a ensombrecerla más

Todavía no había averiguado lo que le roía por dentro y le desgarraba el corazón, que era lo que le dejaba febril. Lo había tomado, que era lo que había querido hacer durante tanto tiempo, pero todavía no estaba saciado. El lo quería de nuevo con renovada hambre, y sabía que dicha hambre podía ser dulcemente saciada, pero que surgía de nuevo, como un fuego inapagable.

Droga, si, Sasuke era como una droga para él. Un doncel poseedor de la sensualidad apasionada y provocativa de un dios del sol, y lo despreciaba.

Por una vez en su vida había querido dejarlo libre, llegar a un acuerdo de paz. Pero ya nunca podría dejarlo libre, pero tal vez si que podían alcanzar la paz.

Sakura. El nombre acudió a su mente, y pensó acerca de su amor sintiendo un dolor profundo y desgarrador. Pero cuando cerró los ojos, los ojos que acudieron a su mente eran del color azabache más puro, brillando terca y orgullosamente, entornados, nublados.

—Esposo—, él murmuró en alto, —aprenderás que soy yo el que manda. Pararas de soñar con una vida y señor diferente, en la muerte de todo aquello que es vikingo. Pues yo soy vikingo, esposo, pero también soy la Irlanda que a partir de ahora tú conocerás. Si, mi esposo azabache, serás mío. No puedes engañarte a ti mismo. Por decisión tuya o mía, vendrás a mí y tomare lo que es mío. Pero intentare solucionarlo de forma agradable primero. No lloraras nunca más después de haber sentido el goce de estar entre mis brazos.

Sacudió la cabeza mientras rechinaba los dientes.

  Fue entonces cuando fue consciente de la luna. Una luna extraña. Bailarines oscuros parecían jugar a su alrededor. Las sombras de los dioses... Disturbios en el Valhala.

Un sonido pareció propagarse a través de la brisa lo que le hizo pensar en las Valkirias, siempre detrás de aquellos que van a morir, ofreciéndoles bebida en el gran hall del Valhala. Ni siquiera sabía si creía en los dioses; en la sabiduría de Odin; Thor, el gran guerrero; Frey y Freyda, hermano y hermana, deidades de la fertilidad...

 

 

Rodeado de vastos y verdes pastos, colinas y acantilados, Fugaku Uchiha se despertó en medio de la noche. Frunció el ceño, preguntándose que le había despertado. Echo un vistazo a su esposa, quien dormía tranquilamente, con una sonrisa en los labios.

Nada en particular le había despertado. Pero no podía volver a dormirse así que se levanto y se puso una túnica corta y se encamino silenciosamente hacia el salón.

Quedaba poco fuego en el hogar así que, aunque todavía calentaba, toda la luz provenía de la luna. Salió fuera hacia la noche, apenas notando la frialdad del ambiente.

Miró hacia la luna y fue como si una sombra pasara por el reluciente círculo, envolviéndolo en una extraña oscuridad.

    Un estremecimiento le recorrió, con la certeza de que algo había nacido de la oscuridad. Trató de deshacerse del hechizo que parecía haber echo presa de sus ancianos huesos. Y después volvió a pensar en su hijo mas pequeño, Sasuke, lo que últimamente hacia muy a menudo desde su vuelta a casa. Podría jurar que más de una vez había oído su suave y contagiosa risa en la brisa. Podía cerrar los ojos e imaginárselo, sus brillantes ojos, su corto cabello oscuro flotando tras el doncel al correr hacia él.

Puede que sea hora de que cabalguemos a Dubhlain, su madre y yo, pensó. Su esposa se había horrorizado al enterarse de que había dado a Sasuke al vikingo. Pero Mikoto no podía imaginarse como era Naruto. Nadie podía hacerlo a menos de que viera al gigantesco rey dorado, a menos de que sintiera el poder a su alrededor que parecía emanar su cuerpo.

Si, llevaría a Mikoto a ver a su "bebé". Rezaba para que el rey de su corazón le diera la bienvenida. Esperarían dos semanas más. Le daría un poco mas de tiempo para que se acostumbrara a su nueva vida y entonces, el Ard-Righ, Rey de Tara haría su primera visita real al príncipe vikingo.

Al darse la vuelta para volver a la cama, sintió un cosquilleo en la nuca. Se volvió de nuevo hacia la luna y no le gusto nada la apariencia que tenia. Una sombra parecía rodearla. Daba la impresión de ser la portadora de algo oscuro y letal. Protegiéndose los hombros de la brisa nocturna, entro en la residencia. Parecía haber un lamento fúnebre en la brisa, un temblor en la tierra. Te estas haciendo viejo, Fugaku, pensó tristemente, con los tontos miedos típicos de un viejo.

De vuelta en la cama, rodeo el dormido cuerpo de su esposa y lo abrazo fuertemente contra su corazón.

 

 

En lo más profundo del bosque, Hiruzen también observaba la luna. Pero su mirada era dura y calculadora, y no temblaba. Alzo la cabeza, sintiendo la brisa. Levanto los brazos e invoco a la tierra. Espero, sintiendo la respuesta del cielo. La tierra de las sombras. El traidor de la luna.

Una estrella fugaz cruzo la oscuridad y desapareció, y la sombra que rodeo la luna aumento.

Hiruzen se dio la vuelta. Sus ropas, barba y cabello ondeaban salvajemente con el viento. Entro en la cabaña y añadió algunos troncos en el hogar, calentando el ambiente. Coloco su caldero encima del fuego y empezó a echar sus ofrendas druidas. Sus ojos empezaron a brillar. Empezó a recitar monótonamente palabras antiguas, las palabras de la tierra. No podía remediar el desastre. Tan solo podía esperar disminuir su fuerza.

Los daneses ya estaban cabalgando por el país. Podía sentirlo, podía sentir la tierra temblar. Gaara el Patizambo buscaba la venganza. De todas formas, no era eso lo que temía. Hacia tiempo ya que el destino había decretado que el Zorro debía enfrentarse con el Mapache y, así pues, tenían que enfrentarse. En algún momento, uno saldría victorioso. Pero, ¿Había llegado ya el momento?

Hiruzen sacudió la cabeza. Había algo mas que le preocupaba. Algo tonto... Un error consecuente del capricho del destino, y a pesar de todo, desastroso. ¡Viejo tonto! Se maldijo a si mismo. No tienes suficiente talento para saber el qué, para tocarlo. Es innegable.

Suspiro y se alejo del fuego. Salió al encuentro de la noche de nuevo y observó la luna. Pronto viajaría con su rey y el Zorro. Tendría que vigilar de cerca al Zorro, y tal vez discerniera ese peligro que no conseguía percibir.

 

 

*****

 

 

Soplaba mucho viento y parecía que a cada a momento éste aumentaba. Sasuke permanecía quieto como una estatua en el acantilado que daba al mar irlandés, excepto por el su oscuro cabello, que ondeaba con cada ráfaga de viento.

El mar estaba gris, revuelto, hirviendo. Enormes olas rompían ensordecedoramente contra la escarpada costa. Estas caían y rebotaban, alzándose muy alto en el aire. Había veces que incluso gotitas transportadas por el aire golpeaban la mejilla del doncel.

El cielo también estaba gris, siniestro y estruendoso, avisando de la gran tormenta que se avecinaba. La tierra daba la impresión de estar cubierta de púrpura, solo interrumpida por pequeñas plantas de brezo inclinadas por el viento.

Pero ahí, al menos, Sasuke se encontraba por fin en paz consigo mismo. La tempestad, al igual que los ondulantes campos verdes, formaba parte del país que consideraba como suyo, intrínsecamente irlandés.

Se había despertado calmado y dolorido... Como si lo hubieran hecho pedazos. Entonces, al recordar las hirientes palabras de Naruto, se había echado a llorar, sintiéndose totalmente traicionado y usado. Sin embargo, la rabia había vuelto y había llorado todavía más.

Más que confusión, tenía una sensación de pérdida. Como si le hubiera dado la oportunidad de coger una gema reluciente y no hubiera podido examinarla apropiadamente porque su brillo le hubiera dejado pasmado.

 Admítelo, se dijo a si mismo sarcásticamente, tal vez tenía razón. Lo has aborrecido, si, pero mas todavía que eso, te ha fascinado. Quizás desde Clonntairth, cuando él había aparecido tan majestuoso y austero como un magnifico dios dorado y se había vuelto a sonreírle a Sakura. Desde entonces, en alguna parte escondida en tu corazón, te has preguntado como sería estar en sus brazos, protegido por el calor de su pecho. Y a lo mejor él sabia, al igual que Sasuke, que el fuego recién creado empezaba a arder. Podía maldecirlo por mostrar tal desdén e indiferencia, pero cuando él había tomado su cuerpo se había llevado también su alma. Jamás volvería a ser completamente el mismo.

Pero mientras las olas del mar crecían y el cielo se nublaba, él se dio cuenta de que no sabía que sentía por Naruto. El era un vikingo. Los vikingos eran hombres rudos, pero Naruto se alzaba por encima de todo hombre o tiempo y vivía basándose en un extraño código de honor. El podía ser cruel, pero tenía que reconocer que le había dado motivos. Podía haberlo golpeado; aunque cualquier hombre que tuviera un doncel o mujer hostil lo hubiera hecho con toda seguridad. Y respecto lo de violar... Ambos sabían que utilizar dicha palabra entre ellos era ridículo.

Pero ¿Qué era lo que le hacia así? Se pregunto Sasuke. Él no lo amaba, aunque a pesar de su inexperiencia, supo que ningún hombre hubiera podido ser tan tierno, tan dulce, tan decidido a que él cruzara el umbral de las relaciones intimas con el menor dolor posible. Pero después se había enfadado. Aunque cuando lo había oído llorar, había intentado consolarlo. Había sido cuando lo había rechazado con tanto desprecio cuando Naruto se había vuelto tan seco y frío como su tierra natal.

Sonrío con expresión arrepentida. Había escuchado historias sobre cautivos que se enamoraban de sus captores, pero siempre los había considerado ridículos. Esas mujeres y donceles debían ser estúpidos, sin orgullo. Tales historias habían sido solo fantasías absurdas para Sasuke. Pero ¿Cómo podía ridiculizar a Hinata? No solo había visto el amor que sentía hacia su señor vikingo, sino que también había visto como su gigante guerrero la correspondía.

Sasuke no era un cautivo, era un trofeo de guerra. Era el rey de Dubhlain; el esposo del Zorro de Noruega, aunque estar legalmente casado con el hombre le servia de bien poco. Como si no bastara, se estaba rindiendo vergonzosamente rápido a su poderoso y devastador hechizo, aunque se lo había prohibido a si mismo. A pesar de haberlo jurado. Jamás dejaría que lo supiera, porque utilizaría sus sentimientos en su contra al igual que lo hacia con todo, y el desprecio que Naruto mostraba hacia él crecería junto con su diversión.

Pero ¿Cómo podía luchar contra él? No importa en que batalla se ensañaran, parecía que jamás podría ganarle. Tal vez fuera conveniente hablar con Tenten, pero ella se marchaba ese día.

No le escuchó acercarse, ni sabía que lo había estado observando mientras se acercaba con esos ojos suyos tan rapaces, sin percibir el dilema que desgarraba su corazón. El tan solo vio la tranquilidad que irradiaba su cuerpo, la forma con la que su pelo flotaba en el viento, la gracia aristocrática con la que llevaba su manto. Como siempre tenía la cabeza bien alta, con los ojos en blanco mirando hacia el oleaje.

Cayó en la cuenta por primera vez en su suavidad mientras pensaba en el padre del doncel. Ciertamente, Fugaku no había exagerado al calificar a su hijo como un trofeo; tan bonito, tan lleno de espíritu, tan majestuoso en su orgullo. Uno con la tierra, inclinado, pero siempre luchando contra el viento...

Un rayo de luz cruzó el cielo, seguido por un tremendo trueno que bien hubiera podido hacer temblar los cielos. Él cabalgó hasta quedar justo tras Sasuke.

—Se dice que en días como estos Odin cabalga en su caballo Sleipnir por los cielos. Sleipnir tiene ocho patas. Cuando se le hace trotar, tal es la velocidad que hace pedazos el cielo.

Sasuke se volvió para mirarlo, sorprendido por lo agradable de su tono. Como nadie lo había detenido al dejar atrás las murallas de la ciudad, asumía que Naruto estaba disgustado por haberlo hecho. Tenía pocas razones para confiar en él.

A pesar de que su semblante era ilegible, Sasuke sabía que no estaba enfadado con él. Sus ojos tenían un inusual e impresionante tono azul, aunque todavía parecían estar cubiertos por nubes, haciéndolos mas misteriosos que nunca. Su boca, no estaba apretada ni se torcía en una sonrisa.

Es un extraño, a pesar de todas nuestras disputas, a pesar de todo lo que hemos compartido. Es un extraño incluso para sus propios hombres porque no es lo que aparenta; tiene profundas capas y a veces nos deja ver algo de lo que hay detrás de esa fachada física. No importa durante cuanto tiempo viva con él, jamás lo conoceré, porque siempre se encerrará en si mismo y no dejará entrar a nadie.

El desmonto de su caballo y se acercó a el doncel, estirando una mano mientras lo miraba fijamente a los ojos. Sasuke sintió una vez mas como si una fuerza invisible lo empujara. Busco respuestas en su mirada, inconsciente de que así dejaba sus ojos al desnudo momentáneamente. Lentamente colocó su mano en la de el.

— Vuelve a casa conmigo, Principe de Tara— dijo el suavemente, con tono agradable. —Pues busco el consuelo de mi esposo.

 No era una disculpa, ni una declaración de sentimientos. Pero había sido dicho muy tiernamente, así que no pudo negarse a el.

—No estaba huyendo— se oyó decir. —Tan solo ansiaba venir al mar.

Él asintió brevemente, guiándolo por el precipicio hasta donde el caballo del doncel.

—Me temo que no vamos a conseguir dejar atrás la tormenta.

Lo ayudó a montar y se volvió a recuperar su montura. Sasuke esperó hasta que él hubo montado su semental y disminuido la poca distancia que los separaba.

El doncel se permitió a si mismo una sonrisa nostálgica.

—Quizás Odin necesitaba cabalgar por el mar también.

Él le devolvió la sonrisa.

—Quizás, —respondió suavemente. Un nuevo rayo de luz iluminó el cielo; seguido por el trueno y finalmente, la lluvia.

— ¡Ven! — grito Naruto por encima del sonido del fuerte viento y las gruesas gotas de lluvia. —Hay una cueva...

Obligo al enorme semental a moverse y Sasuke imitó su galope hacia la falda de la colina.

A pesar de que la velocidad de la cabalgada de su caballo, la tempestad de viento y lluvia latían tan rápido como su corazón. Naruto estaba sintiendo una extraña y placentera ligereza en el corazón.

Los cascos de los caballos de Sasuke y Naruto chocaron ruidosamente contra el suelo de piedra al entrar en la cueva. Naruto desmontó rápidamente y fue hacia su esposo con los brazos en alto para levantarlo de la silla. Aceptó su ayuda manteniendo los ojos lejos de su mirada.

Él camino hacia la entrada de la cueva y, al ver como diluviaba, se estremeció con el frío. Se volvió hacia Sasuke, quien permanecía en silencio empapado y temblando, lo que le hizo sentir de repente un nudo en la garganta.

—Esto continuará un buen rato, — dijo él, deseando que el doncel hablara. Caminó hacia interior de la cueva donde encontró un montón de leña que hacia tiempo había guardado junto con algunas pieles. —Haré fuego— dijo un poco a lo tonto.

Finalmente, Sasuke habló suavemente, como dudando.

— ¿Vienes a menudo?

El le dedicó una rápida sonrisa, una de esas que cambiaban sus rasgos angulosos haciéndolo parecer casi un muchacho.

—No muy a menudo, solo a veces. Me gusta el acantilado donde estabas hoy. Me gusta sentir el mar y el viento.  A veces, tengo la impresión de que he estado demasiado tiempo lejos del mar y tengo que ir a él de nuevo.

Sasuke se puso rígido al oír sus palabras pues recordó que había sido él el invasor que había surgido de la densa bruma en el drakar. Nada notó él pues estaba mirando fijamente el fuego que tan expertamente había encendido, alimentándolo con ramitas hasta que pudiera hacerlo con troncos secos. Alzó la vista, y su rigidez y la expresión de su mirada lo avisaron de su error.

Bajó la mirada y permaneció pensativo durante un minuto. Después se levanto y se acerco hasta quedar a un paso de Sasuke. Le colocó las manos sobre los brazos.

—Sasuke, no puedo cambiar lo que soy. Ni lo que he hecho. Pero ahora eres mi esposo, y me gustaría darle una oportunidad a nuestro matrimonio. Una vez dije que te dejaría solo; pero he descubierto que no puedo hacerlo. Pero también he considerado tus peticiones. Kiba y Hinata están felizmente casados, y tú nunca serás molestado de nuevo por mis antiguas relaciones.

El doncel le miro a los ojos, y lo que vio en ellos le hizo comprender que todavía era un extraño. También vio que el le estaba dando todo lo que podía.

Sasuke sonrió y alargo la mano para acariciarle la mejilla. El lo sorprendió cogiéndole la mano y besándole la palma. Lo miro a los ojos y le prometió suavemente.

—Siempre seré gentil, irlandes mío.

El doncel se acerco hacia él, disfrutando del calor que emanaba su cuerpo incluso a través de las ropas mojadas de ambos. Él lo abrazó antes de inclinarse a saborear sus labios.

Le devolvió el beso vorazmente, disfrutando del roce de su lengua, buscando a su vez las profundidades de la cálida cavidad con la suya. Ese aroma tan intoxicante, tan particular de él lo llenaba con cada aliento. Una fragancia sutil, a la vez que masculina, que tan fácilmente lo envolvía. La hambrienta boca de él buscaba la suya, sus ojos, sus cejas, su nariz.

—Nos resfriaremos si continuamos llevando las ropas mojadas, — murmuró él con voz ronca.

Sasuke se retiró unos pasos, tragando saliva, aun dispuesto a satisfacer el fuego que se había empezado a formar en su interior. Ese día tomaría todo lo que Naruto estuviera dispuesto a darle. Puede ser que lo único que le hubiera llevado a él fuera el deseo, pero al menos sería suyo físicamente, y aprendería cada parte de su bien formado cuerpo, cada matiz de sus músculos, cada cabello dorado.

—Permíteme asistirte, mi señor esposo, — le dijo en voz baja. Él se sintió como si súbitamente se hubiera perdido en un mar de color ébano. Apenas podía creer lo que acababa de oír, pero así había sido. Su voz había sonado como una melodía. Lo había tocado cual objeto tangible, dejándole los nervios a flor de piel.

—Me gustaría, mi señor esposo, — le respondió igual de suave. Observó como Sasuke daba un paso adelante, alcanzaba con sus temblorosas manos el broche de su manto y después, se inclinaba para quitarle la túnica.

El doncel besó la línea que dibujaban sus esbeltos dedos sobre la piel de Naruto, gozando del sabor de su cuerpo húmedo. Oyó su respiración entrecortada mientras le sacaba la túnica por la cabeza y tomaba suavemente uno de sus pezones entre los dientes. Sintió el desbocado latido de su corazón a través de la piel. Fue entonces cuando comprendió porque su comportamiento había sido tan tierno la noche anterior, porque con cada una de las caricias que Sasuke le proporcionaba, una ola de placer atravesaba su propio cuerpo.

Tentándolo se alejó de él y le cogió de la mano, sonriéndole mientras lo guiaba hacia el fuego. Hizo que se sentara. A continuación, lo despojó de sus botas de cuero y las medias de lana, dándole pequeños besitos en las puntas de los dedos de los pies. De nuevo, el doncel percibió como él contenía la respiración y le miró la cara de reojo. Los ojos de Naruto estaban fijos en él, brillantes cielos azules contrastando con los rasgos dorados y bronceados de su cara.

Dirigió luego su atención hacia sus pantalones de estilo noruego. La perplejidad que Sasuke mostró ante ellos le hizo sonreír a Naruto, pero se obligó a no ayudarlo. Sus dedos temblaron al soltar el cordón, pero ya estaban firmes cuando se introdujeron bajo la tela y rozaron su cadera. Él entonces se quedó rígido por un momento, luego lo atrajo hacia sí, hundiendo los dedos en su cabello mojado por la lluvia y lo estrechó contra su pecho.

—Eres la joya de la isla, irlandes, — murmuró él con una voz ronca que acarició a Sasuke. Él le quitó el manto, ansioso por eliminar todo lo que impedía el contacto entre sus ardientes pieles.

Pero en cuanto le hubo quitado el manto, Sasuke sacudió ligeramente la cabeza y se puso nuevamente en pie, con los ojos chispeantes. Desató el cordón de su túnica y dejó que cayera a sus pies. Moviéndose con elegancia, se despojó primero de un zapato y luego del otro, y después, como si tuviera todo el tiempo del mundo, se quitó una a una las medias sujetas con finas ligas.

Después se quedo quieto, muy quieto, una ofrenda por la que él bien hubiera podido esperar toda su vida. Esos ojos que a la vez prometían tempestad y paz le sostuvieron la mirada. Las gotas de lluvia se deslizaban por su cabellera negra húmeda cayendo sobre los hombros y el pecho, acariciando su piel. Los erguidos pezones, altas y orgullosas cimas del color de rosas primaverales, incitando, prometiendo. Después llegaron las caderas que sabía, por propia experiencia, que podían moverse con un ritmo increíblemente sensual. El provocativo miembro rosado ya erecto. Sus redondas y suaves nalgas que escondían el núcleo de su tentadora doncelidad. Y, por último, esas largas e invitadoras piernas.

—Eres la joya de la isla, irlandes, — Tragando saliva y parpadeando se puso en pie para unirse a Sasuke, juntando sus pieles desnudas. Frotó su cuerpo contra el del doncel que emitió un pequeño jadeo cuando él separó sus muslos, y lo sintió crecer contra él con un glorioso ardor.

Sasuke le puso las manos en la nuca, rozándolo suavemente. Las yemas de sus dedos parecían ser capaces de percibir nuevas sensaciones así que se libró de todas las ataduras que impedían su libertad y se permitió disfrutar de la sensación de los músculos de los hombros bajo sus dedos...de su espalda tensa. Naruto gimió al sentir las uñas resbalar por su columna. Lo apretó aún con mas fuerza, sintiendo hasta la más ligera de las caricias de sus dedos sobre sus nalgas prietas y fuertes y sus dulces labios sobre su amplio pecho de guerrero, parando su exquisita tortura para frotar su mejilla contra él, fascinado con la sensación que le producía el contacto de su suave y a la vez firma pecho con la suavidad de su cara.

Sasuke recorrió con las manos los costados del cuerpo de su esposo, deleitándose con la forma de sus caderas. Pero por un momento temió seguir adelante.

Hacía mucho tiempo desde la última vez que Naruto había sido amado, y mientras el hambre lo devoraba por dentro se dio cuenta de que en realidad eso nunca había ocurrido. Sasuke era suyo, completamente suyo y, entre sus brazos, tan solo existía dulzura y calidez. Se parecía a una tierna flor, abriéndose como si él fuera su sol. Aquella sensualidad era una parte inherente del doncel, y él se había convertido en el único receptor de toda su pasión. Sasuke quería complacerlo...tanto a él como a sí mismo, respondiendo a cada uno de sus gemidos, acariciando aquello que ansiaba ser tocado, con indecisión primero, y después con toda la seguridad del mundo, explorando, descubriendo nuevas formas de complacerlo.

Lo sujetó contra su cuerpo mientras extendía las pieles y lo tumbaba junto a él. Besándolo profundamente para, a continuación, enterrar la cara en el perfumado cabello de Sasuke, más oscuro que la misma noche. Este pareció devolverle la acaricia, rozando su piel de una forma insoportable, mientras lo envolvía como si tuviera vida propia. Empezó a besar su pecho, sus pezones, adorándolos y succionándolos. Pero ese día Sasuke no pudo quedarse inmóvil, se arqueaba contra él, recorriendo con los dedos su esbelta cintura. Gimió al sentirlo mordisquearle ligeramente los pezones. A pesar de todo, continuaba dudando, así que él no paró de susurrarle palabras intentando alentarlo.

—Tócame... Sasuke... Tócame...

Y el doncel al final lo hizo y titubeó al sentir la caliente y desbocada pulsación de su miembro, pero al oírlo gemir se fue volviendo más audaz, acariciándolo con las yemas de los dedos, encontrando el movimiento que era capaz de llevarlo hasta la incoherencia y el olvido. Él buscó sus labios moviendo las manos por todo su cuerpo. Susurró contra su boca.

—Oh, esposo... Mi dulce, dulce esposo, no te pares ahora. No muerde ¿Sabes?

Sasuke soltó una risita hasta que la respiración se le quedó ahogada en la garganta por el movimiento de sus manos, una acariciando lenta pero firmemente su miembro y la otra probando y jugando entre sus nalgas hasta hacerlo gritar y aflojarse contra él, suplicando clemencia.

La tormenta que bramaba en el exterior no era nada comparada con la que lo sacudía por dentro. Sentía el suelo bajo él, sentía las caricias de Naruto en cada nervio de su cuerpo, le parecía volar entre nubes. Hubo momentos de ceguera y momentos donde el brillo a su alrededor lo deslumbraba. Temblaba, sollozaba de necesidad, y la tensión en su vientre era dolorosa y atrozmente dulce a la vez. Quería deshacerse de ella. Si no explotaba pronto, con toda seguridad, se volvería loco.

No podía parar de acariciarlo y saborear la sal de su piel con labios y lengua. Algo dentro de Sasuke se quebró convirtiéndolo en un doncel lascivo. Se elevó sobre él. Las sensaciones se volvieron arrolladoras, obligándolo a moverse para apaciguarlas. Dejó atrás cualquier duda y lo amó guiándose por sus instintos, aprendiendo, tal como siempre había deseado, cada fracción del cuerpo de Naruto.

El doncel se miró en sus ojos, aquellos exigentes ojos azules, y sollozó cuando lo colocó bajo su poderoso cuerpo...el momento había llegado.  Ambos gritaron cuando lo penetró, llenándolo con la vitalidad que tanto ansiaba. Y Sasuke, a cambio, lo recibió entero dentro de sí, preguntándose vagamente como había podido alguna vez dudar de su capacidad para acogerlo. Jamás podría vivir de nuevo sin tenerlo así, sin sentirlo moverse en su interior, expandirse, rozándolo por dentro, acariciando su corazón.

Él lo llevó hasta las alturas de la pasión más salvaje y más alto aún, hasta que Sasuke creyó estar en el cielo, un cielo ardiente donde estalló en mil pedazos en un momento de éxtasis tan intenso que lo hizo estremecerse espasmo tras espasmo, mientras se dejaba llevar por la espiral del placer. El doncel gritó su nombre, y después lo susurró una y otra vez mientras lo oía a Naruto decir el suyo, hasta que él ahogó ambos sonidos con el más tierno de los besos.

Después Sasuke sonrió perezosamente, sintiéndose como si el mismo sol hubiera dejado toda su calidez en su cuerpo. Pero no era solo sentirlo dentro de él, notaba también su cálida simiente. Y no podía arriesgarse a moverse y perderla.

Naruto lo estrechó con fuerza contra él, esperando a que el aire fresco calmara el calor de sus cuerpos.

Mientras alisaba el húmedo cabello de su esposo, Naruto se preguntó con una pizca de temor como una experiencia de tal calibre había sucedido entre ellos. Fue estúpido el haberlo subestimado alguna vez. Desde aquel día en el arroyo donde él había salido victorioso, hasta la noche en que supo que le había sido concedida una joya especial de tempestuosa belleza, el había sido un tonto. Su esposo jamás podría ser intimidado, pero Sasuke tampoco podría mentirse a sí mismo. Ahora era suyo, pero a pesar de que él lo había seducido, la elección de otorgarse libremente al final había sido del doncel...

Y al igual que antes se había creído ajeno a su poder, ahora estaba obsesionado. No creía en el amor, pero estaba impresionado por la magnitud de lo que había llegado a sentir por Sasuke. Lo protegería hasta su último aliento e incluso estaba empezando a experimentar una especie de sentido de posesión. Temía llegar a ser capaz de matarlo si él fuera capaz de pensar en otro hombre.

Naruto cerró los ojos, absurdamente cómodo entre las raídas y viejas pieles y sobre el duro suelo solo porque Sasuke descansaba a su lado, en íntimo contacto con su cuerpo. Movió con cuidado el brazo hasta que reposó justo sobre la estrecha cintura y dejó que el monótono sonido de la lluvia le arrastrara hacia el sueño.

 

Mientras el Zorro dormía, una aldea de los alrededores de Ulster ardía en llamas. Gaara el Patizambo no miraba las llamas. Su mirada se dirigía hacia el sur mientras sonreía. Puede que el Zorro tuviera Dubhlain y al hijo doncel de Fugaku Uchiha, quien se rumoreaba que era el más bello de la isla. Pero el Zorro había establecido una alianza, así que vendría. Y moriría. Por fin se encontraría con su destino...

Itachi de Ulster preparó a sus hombres para la batalla. El recién casado Kiba se pregunto con irritación que le había pasado al Señor de los Zorros mientras ordenaba a los guerreros de Dubhlain a que siguieran a sus aliados.

 

Y en lo más profundo del bosque cercano a Carlingford Lough, Hiruzen permanecía en pie bajo la lluvia como un lunático con sus ropas flotando en el aire. Levanto los brazos hacia el grisáceo cielo y susurro las antiguas palabras de la invocación. Llamo a los cielos y a la tierra. Sobre un pequeño altar de piedra, corto la garganta de una cierva, mirando sus ojos marrones, ofreciendo vida, ofreciendo sangre.

Hiruzen no pensó ni sobre el pasado ni sobre el presente. Luchó contra las telarañas de su mente tratando de entender el mal venidero. Pero no pudo ver nada, ni tampoco cuando golpearía. Solo supo que era un hijo de la noche, de quien se nutria para sobrevivir al día.

Pidió a la tierra y al cielo que lo ayudaran; a los árboles, follaje y tierra que actuaran como testigos a favor de él. Dio su ofrenda de sangre; las hierbas al viento, la cierva a la tierra. Rezo a los poderes que asolaban el mundo.

Rezó por Sasuke.

 

Naruto se apoyó sobre un codo, mirándolo al hablar mientras su dedo recorría las delicadas líneas de sus costillas y su esbelto ombligo.

—Los dioses siempre han estado predestinados a morir, ¿Sabes? Desde el principio.

 Sasuke le había explicado que Iruka lo había entretenido con un cuento sobre el principio de los dioses. Le había contado que había un final, pero no se lo había explicado.

—Surt liderara las fuerzas desde Muspell, como siempre se había planeado. La gran batalla tomará lugar en Vigrid. El principio del fin vendrá precedido por tres terribles inviernos. Un enorme terremoto hará temblar las montañas, el sol será comido por un gran lobo y la luna por otro. Fenrir, el más malvado de los lobos escupe fuego, se tragará a Odin. Pero entonces el hijo de Odin, Vidarr, matará a Fenrir. Thor, quien siempre está luchando contra la serpiente Midgard, conseguirá por fin acabar con ella, dará 10 pasos hacia atrás y morirá envenenado. Surt matará a Frey. — hizo una pausa para sonreírle durante un instante. —De verdad que Frey es nuestro dios de la fertilidad.

—Lo se. — Rió indignado. —Iruka me lo contó.

—De todas formas, es entonces cuando Surt hará que el mundo enteró arda en llamas.

— ¿Y la tierra y todo acabará? — Le pregunto Sasuke con el ceño fruncido. Ahora entendía, aunque solo vagamente, porque Iruka no había acabado el cuento, pues tenía que oírlo de otro lugar.

—Si, y no. — le dijo Naruto, sonriendo de nuevo, volviendo otra vez su perezosa mirada a su estomago donde sus ausentes dedos habían llegado. —El fuego destruirá todo, pero con el tiempo el mundo volverá a crecer verde y fresco otra vez. El sol dejara una hija que traerá el calor de nuevo al mundo, e hijos de Odin y Thor morarán en un lugar llamado Idavoll y repoblaran el planeta. Y Baldr, el más amado por los dioses, quien había sido asesinado por su hermano Hod, abandonará el mundo de los muertos e ira a Idavoll junto con el hermano que le mató. Ellos vivirán, por fin, en paz.

Naruto vio como el doncel sonreía por lo bajo dulcemente.

— ¿A que viene eso? — murmuro él, delineando sus labios.

—Oh... Nada, mi señor — le respondió Sasuke. Así que eso era lo que Iruka quería que aprendiera por si mismo, que las disputas llevaban a la destrucción, pero tras ellas venía la calma. Jamás creería en esa perfecta paz entre vikingos e irlandeses. Hacia ya mucho que Hiruzen había dicho que tal cosa no llegaría durante su vida, ni con la de sus hijos, pero bien podía encontrar su propia paz. Siempre le quedarían momentos como ese los cuales recordar cuando todo fuera mal.

Un brillante rayo de sol de la tarde encontró su camino dentro la cueva, lo que le hizo a Sasuke mirar hacia la entrada.

—Ha parado de llover—, sonrió tranquilamente. Entonces fue Naruto quien sonrió.

—Lo sé— sonriendo maliciosamente. —hace tiempo que paró.

 Sus miradas se encontraron y se echaron a reír. Después Naruto le dio un último beso en el ombligo con pesar, se levantó y le ofreció una mano para ayudarlo a levantarse. —Será mejor que volvamos antes de que Kiba envíe guardias en nuestra busca.

Sasuke asintió con la cabeza. Las ropas se habían secado junto al fuego. Se vistieron silenciosamente, ayudándose el uno al otro a ajustar los mantos y broches de tácito acuerdo.

En la entrada de la cueva él se paro para besarlo brevemente en los labios, mirándolo penetrantemente a los ojos durante un minuto.

Después le dio un golpecito al caballo de él en el flanco para que se moviera, lo subió y monto el suyo propio.

Mientras cabalgaban de vuelta, Sasuke lo observó subrepticiamente. Pensó en lo apuesto que era y, todavía con un poco de dolor, que todavía era un extraño. Montando tan erguido con el manto flotando con la brisa, una vez más se había convertido en el Señor de Noruega, con la mente y el corazón cerrados para él. El doncel nunca lograría traspasar su armadura.

Se volvió hacia Sasuke al acercarse a la ciudad, con el helado fuego de nuevo en su mirada, increíblemente azul.

— ¡Vamos! — le gritó. — ¡Algo ha sucedido en nuestra ausencia!

Asustado, Sasuke se aferro a las riendas e hizo que su caballo iniciara el galope siguiendo al semental de Naruto. Observó que el patio tras la muralla estaba llenándose de hombres armados con espadas, picos, hachas y escudos. Los hombres se estaban preparando para la guerra.

 

 

 

¿Por qué?, se preguntó Sasuke mientras miraba desde la ventana de su habitación como su esposo, su primo y sus hermanos se preparaban en el patio para la guerra, ¿Era su destino en la vida ver como aquellos a los que amaba se marchaban?

Las lágrimas brotaron bajo sus párpados, pero se obligó a no llorar. Él era el rey de Dubhlain, y cuando se marcharán al amanecer, sería su deber mantenerse calmado frente Naruto y despedir a los hombres con vítores y plena confianza de su victoria.

No había hablado con él desde su vuelta. En el patio, los caballos, percibiendo la emoción en el ambiente, se alzaban sobre las patas y hacían cabriolas. Portadores de estandartes, sirvientes, herreros y guerreros se daban prisa para dejarlo todo a punto y Naruto, estaba totalmente absorbido por las preparaciones. Sasuke estaba seguro que había olvidado su existencia por completo. Ni siquiera podía conseguir mucha información de Obito, Shisui o Izuna, y a Itachi ni lo había visto. No se apartaba de Naruto.

Las preparaciones continuaron hasta bien entrada la noche. Finalmente, agotado físicamente tanto por la noche anterior como por la ansiedad del momento, Sasuke subió las escaleras hasta su cámara. Se quito la ropa y trepó hasta quedar entre las sabanas de lino, envolviendo con estas y las pieles su tembloroso cuerpo.

No era justo. Había esperado muchísimo tiempo la paz, y ahora, justo cuando la tranquilidad empezaba a sosegar su alma, se la quitaban.

Permaneció despierto durante mucho tiempo, hasta que sus párpados se hicieron pesados y se durmió.

El doncel no se despertó cuando él se tumbó a su lado, pero sumido en el sueño acercó su cuerpo al de él para que lo abrazara, curvándose instintivamente como un gatito. Él no pudo dormir mucho, pero el estar junto a Sasuke le proporcionaba una especie de serenidad.

Cuando Sasuke abrió los ojos, él lo estaba mirando y, durante un instante, creyó haber visto ternura en su mirada, un destello del hombre que jamás pensó que conocería.

Tendió la mano para acariciarle el pelo, extendiendo los oscuros mechones sobre la almohada.

—Me pregunto, — dijo suavemente, —si todavía abrigas la esperanza de que tenga un encuentro mortal con un hacha danesa.

Abrió la boca y las palabras que casi salieron de esta fueron —Te amo. — Pero consiguió no pronunciarlas. Lo miró fijamente en silencio sabiendo que no podía dar esa parte de si mismo, no cuando había recibido tan poco de él.

—Me temo, — le respondió ásperamente — que no tengo ninguna intención de morir para darte el gusto.

Quiso decirle que no deseaba su muerte; seguro que Naruto lo sabía, veía con toda claridad el poder que ejercía sobre él. Pero no importaba ya que él lo arrastró furiosamente hacia sus brazos. Se aferraron uno al otro con un abandono que resplandecía ferozmente con una pasión desesperada, ambos olvidando la promesa de suavidad que él había hecho.

 

Charló con Shisui y Izuna, diciendo las mismas fatuas cosas que su madre hubiera dicho como preocuparse por no vestir prolongadamente ropas mojadas o comer apropiadamente. A Itachi no le dijo nada. Lo beso y acepto su abrazo de oso, aguantando silenciosamente sus lágrimas.

—No será tan malo, Principe, — le susurro Obito mientras se alejaba de Itachi, —porque sabremos que tú estas aquí a salvo. Además, no existe ningún maldito danés que pueda superar a Itachi de Ulster, a Fugaku Uchiha y al Zorro de Noruega.

Sasuke trato de sonreír.

—Desearía poder ir con vosotros, Obito. Lo más difícil es siempre la espera.

Obito sonrió.

—Tus días de gloria han acabado, primo, gracias a Dios. Si alguna vez te hubiera sucedido algo, hubiera sido mi culpa. Además, Sasuke, tus hermanos lo saben. Shisui lo adivinó. Me lo contó la noche que te casaste, al igual que a Itachi y a Izuna. Nunca han dicho nada, creo que están muy orgullosos de ti, pero también les asusta. Si las cosas hubieran continuado, hubieran hallado la forma de detenerte. Estuvo bien mientras duró, creamos una leyenda.

Sasuke sintió que las lágrimas lo asaltaban. Siempre lo habían sabido, Itachi, Izuna y Shisui, y habían guardado el secreto. Eso le haría muchísimo más difícil verlos alejarse.

Obito lo beso en la mejilla.

—Por favor no llores, Sasuke. Estamos respaldados por una espléndida fuerza. No hay que olvidarse de Naruto. Además, vamos a encontrarnos con las tropas de tu padre. Estaremos de vuelta dentro de nada.

—No voy a llorar, Obito, — murmuró besándole la mejilla. Pero su cara estaba mojada. Se enjuagó las lágrimas impacientemente con los dedos.

El agudo y alto sonido de un cuerno de batalla sonó. Sasuke vio que Naruto ya estaba montado sobre el caballo. Le alzó el cáliz de plata. El Zorro lo elevó bien alto y bebió mientras los hombres vocicefaban gritos de victoria y sus monturas se encabritaban con la excitación.

Naruto se inclinó y le devolvió la copa. Le acaricio la mejilla, con los ojos brillando cual fuego azulado.

—Cuídate, irlandes— le pidió con tono suave.

El doncel le cogió la mano e inclinó la cabeza para besarle la palma. No alzó la mirada de nuevo, pero el entrevió lágrimas en sus ojos. Caminó hacia atrás mientras el río de hombres y caballos empezaba a estrecharse y salían de la ciudad.

Notas finales:

Sinceramente espero que les guste el lemon, no estoy muy acostumbrada pero a mi me gusto como quedo ¿y a ustedes?

Naruto y Sasuke porfin llegaron a un acuerdo (y muy bueno), pero ya saben lo que dicen, disfruten de la (pequeña) calma antes de un gran tormenta.

Espero sus opiniones sobre este capitulo con ansias.

Sin más que decir, Angie se retira

Atentamente

Angie


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