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Otras vidas por Yaoi lovers

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Notas del capitulo:

Regresé de entre los muertos(?) sólo para traerles este nuevo capítulo antes de que la escuela vuelva a enterrarme(?)

Y nada, ya estoy de vuelta y espero el cap sea de su agrado

La primer sesión de su terapia había llegado y, tal como había prometido, el castaño acompañó a su amigo, acordando esperarlo en un pequeño jardín cercano a la clínica mientras el veía a la psicóloga.

Entró por fin y se dirigió a la recepción para informar que había llegado. Luego de un par de minutos la recepcionista le informó que podía ingresar, la habitación en que lo esperaba y el tiempo que duraría la sesión. Al llegar al consultorio se sentía un poco nervioso pero decidió enfrentarlo una vez que la voz del otro lado de la puerta le llamó.

—Buenas tardes, soy Rin Matsuoka—abrió la puerta lentamente haciendo una pequeña reverencia antes de entrar.

—Bienvenido, pasa, estaba esperándote—la mujer sonrió de manera cálida intentando que el chico se sintiera más tranquilo pues pudo darse cuenta apenas entró lo tenso que estaba.

—Discúlpeme, creo que me equivoqué de consultorio—miró a la mujer tras el escritorio, quien apenas debía rondar los treinta años de edad, sintiendo la vergüenza instalarse en su rostro—Buscaba a la doctora Kaidou, me dijeron que se encontraba aquí.

—Así es, soy yo—miró un poco confundida al pelirrojo esperando lo que tuviera por decir.

—No puede ser, fui su paciente hace algunos años y definitivamente no es usted—no quería parecer grosero pero no se sentía preparado para hablar del tema que lo llevaba a ese lugar con alguien a quien nunca había visto.

—La recepcionista me informó que viniste a buscarme hace unos días y que, explícitamente, pediste una cita conmigo—la mayor no entendía lo que pasaba y le molestaba la idea de pensar que se trataba de una broma por parte del chico.

—Pero no es posible, fui su paciente hace más de diez años—él tampoco lograba entender lo que sucedía y, definitivamente, no se sentía cómodo ante la situación.

—Eso lo sé, revisé tu expediente y aún eras muy pequeño en ese entonces y según la información que le dejaste a la recepcionista acabas de cumplir la mayoría de edad. Si se trata de una broma preferiría que no pierdas tu tiempo ni hagas que lo pierda también—se mantuvo en silencio por unos instantes consternada por la expresión tan confundida del chico frente a ella—¿Dices que fuiste paciente de la doctora Kaidou?

El pelirrojo asintió aún sin entender lo que sucedía hasta que la vergüenza se vio reflejada en el rostro de la mayor antes de volver a sonreír mientras lo miraba.

—Te ofrezco una disculpa, pensé que estabas bromeando pero ahora todo tiene sentido—señaló la silla frente a ella dedicándole una pequeña sonrisa intentando relajar el ambiente—Creo que la doctora Kaidou que conoces es mi madre. Ella se retiró hace un par de años y me he encargado de cubrir su lugar desde entonces. Dado que tu última consulta fue mucho antes de que esto sucediera seguramente no lo sabías.

—Pues no, esta es la primera vez que escucho algo sobre eso—tomó asiento mirando a la mujer aun sintiéndose un poco incómodo.

—Discúlpame, por favor. Los pacientes que ella atendió y luego se convirtieron en mis pacientes estaban informados de la situación y no había pensado en la posibilidad de que también tú fueras uno de ellos. Por cuestiones de confidencialidad médico-paciente el único registro que mantenemos es la razón porque comenzó el tratamiento, los avances que mostró el paciente y el documento que acredita que fuiste dado de alta pero el registro ha tenido algunos problemas y...—pudo ver la confusión en el rostro del chico y optó por detener su explicación ahí—Cuestión de papeleo. Pero dime ¿En qué puedo ayudarte?

—Bueno, la primera vez que vine fue a causa de una pesadilla recurrente...—seguía sin sentirse del todo cómodo y era difícil hablar.

—Claro, las nubes negras y los gritos que no sabías de donde provenían—intentaba que pudiera relajarse y sintiera más confianza para hablar.

—Sí, justo esas. El asunto es que volvieron hace unas semanas, creí que sería algo pasajero pero no se han detenido. Por el contrario, se volvieron más frecuentes y cada vez puedo ver o sentir algo que en la anterior no.

—Veamos, la primera vez que te presentaste se planteó que pudiera ser una fase de parálisis del sueño con alucinaciones hipnagógicas o terrores nocturnos pero algunos de tus síntomas no formaban parte del cuadro para diagnosticar ninguno de ellos—ojeó en el expediente las notas que había sobre su diagnóstico y tratamiento antes de volver a mirarlo—Al final se trató como una fase de pesadilla recurrente y al asistir a la terapia  manifestaste que estas disminuyeron y pudiste volver a dormir con tranquilidad.

—Así había sido pero un día volvieron y no sé qué sucede. Recuerdo que logró encontrar la razón de mis pesadillas y me recomendó hablar del tema y mis sentimientos al respecto y que con eso debería bastar para que no se repitieran.

—De acuerdo con lo que dice tu expediente, tus pesadillas fueron relacionadas con el miedo a perder a tus amigos cuando te mudaras ¿Fue así?

—Eso fue lo que me dijeron, y sonaba muy lógico porque mis mejores amigos no iban a estudiar en la misma escuela que yo y tampoco iba a vivir cerca de ninguno de ellos—cerró un momento sus ojos intentando recordar con la mayor precisión posible lo que había ocurrido.

—¿Recuerdas lo que sucedió antes de que las pesadillas volvieran?—hizo algunas notas en una libreta sobre el escritorio mientras escuchaba al menor.

Comenzó a explicar lo que había sucedido antes de que las pesadillas regresaran, desde el estrés generado por los exámenes finales y lo cerca que tenía los trámites para la graduación hasta el incidente con el chico que conoció un par de semanas atrás.

Pasaron el resto de la sesión hablando de sus hábitos alimenticios y sus horarios de sueño, de su estado de salud en los últimos meses e incluso hablaron un poco sobre sus antecedentes médicos y personales intentando obtener la mayor cantidad de información posible para que el chico pudiera encontrar una solución a su problema.

En cuanto el tiempo de la terapia concluyó ambos se despidieron, no sin antes acordar la fecha y hora para su siguiente reunión y que la mujer se disculpara nuevamente por la confusión inicial.

—Discúlpame, de verdad. Sé lo difícil que puede ser hablar de temas tan complicados y personales y más aún con alguien que apenas conoces y que parecía tan agresiva—sonrió de medio lado aún sintiéndose culpable por lo ocurrido.

—Ni lo mencione, supongo que tampoco es agradable ser tratada como alguien que está fingiendo ser otra persona—sonrió un poco mientras comenzaba a caminar hacia la salida volviendo a despedirse de la mayor una vez más.

Pasó rápidamente por la recepción para agendar la siguiente cita y, una vez terminado, salió hacia el jardín donde su amigo lo esperaba. Sonrió un poco hasta acercarse a él y sentarse a su lado.

—¿Cómo fue?—lo miró unos instantes antes de volver a fijar su vista en las ramas de los árboles ligeramente mecidas por el viento.

—Extraño, resultó que estaba confundiendo a la doctora y ella lo estaba tanto como yo—suspiró profundo dirigiendo su vista hacia el mismo punto que el castaño—Hizo muchas preguntas y me siento aturdido, no esperaba tener que recordar tanto desde el principio.

—¿Vas a seguir viniendo?

—Por supuesto, me dijo que no puede darme un diagnóstico hasta entender bien lo que sucede y mientras no lo haya no puede darme un tratamiento.

—Bueno, cuando pueda acompañarte lo haré ¿Está bien?

—Claro, sabes que me siento más tranquilo cuando estás cerca—le dedicó una pequeña sonrisa antes de levantarse y estirar un poco sus músculos—¿Vamos a comer? Sólo desayuné algo ligero antes de venir y juro que muero de hambre.

—Es bueno saber que no pierdes el apetito por mal que te sientas—se dio la oportunidad de bromear mientras se levantaba para seguirlo.

—Comer es importante, si dejara de hacerlo y con lo difícil que está siendo descansar no resistiría...—continuó con la broma mientras caminaban hacia la estación para volver.

Durante el camino acordaron lo que prepararían para la comida, decidiendo que comerían en casa y el más alto sería el encargado de cocinar. Simplemente debían realizar unas cuantas compras para tener todos los ingredientes necesarios y quizá pensar también la cena o la comida del día siguiente.

Conversaron un poco en el camino de regreso hasta llegar a la tienda de conveniencia ubicada a unas cuadras del departamento del pelirrojo, donde su amigo seguía instalado para apoyarlo en lo que necesitara, donde se encargaron de realizar las compras necesarias.

Curiosamente, a esa misma tienda habían asistido el azabache y su mejor amigo, y no precisamente por ser la más cercana a su hogar, sino porque tuvieron actividades extracurriculares a unos metros del lugar y decidieron comprar un refrigerio antes de volver.

Pese a lo reducido del espacio no coincidieron pues cuando ellos llegaron estaban por atender al otro par haciendo que el encuentro fuera imposible. Sin embargo, cuando el pelirrojo salió, seguido por el más alto, el de ojos azules sintió un ligero cosquilleo en la nariz que le provocó un ligero estornudo.

—¿Está todo bien...?—los ojos verdes se posaron sobre el más bajo mientras él rascaba ligeramente la zona cercana a su nariz.

—Sí, debió ser sólo el viento que me causó frío—no quiso decir más, la sensación había sido demasiado extraña, ni siquiera similar a los indicios del resfriado, pero no existía una explicación más lógica que el choque de temperaturas entre el interior y el exterior para lo que acababa de suceder.

Por su parte, en cuanto estuvieron fuera del establecimiento el de ojos rojos sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral causando que detuviera un momento sus pasos antes de mirar al más alto quien se mostraba preocupado.

—No es nada, quizá sólo fuera el viento que me causó frío—no sabía la razón para sentir aquello pero no creía que fuera algo relevante o que necesitara más atención que esa.

El de ojos turquesa no preguntó más y siguieron caminando hasta llegar para poder preparar la comida. Compartieron un par de comentarios mientras cocinaban y comían antes de seguir con sus actividades antes de que el día terminara.

 

 

______________________________________

 

 

Un par de días habían pasado y, aunque la situación con sus pesadillas no había mejorado, seguía realizando sus actividades intentando sobrellevar el cansancio que se acumulaba pues aún le resultaba complicado conciliar el sueño luego de despertar.

Ese día había decidido ir a correr antes de volver a su hogar, no es que tuviera energía para ello pero sentía la necesidad de despejar su mente y no pensar en lo extraño que se sentía.

Y no se trataba sólo de lo que su inconsciente se empeñaba en repetir pues, además de eso, desde el momento en que se encontró con el azabache no se sentía tranquilo. Era una sensación que no podía definir, y no por las razones que su amigo había sugerido, simplemente era una sensación extraña.

Había corrido desde la escuela hasta el parque a unos metros de la misma, deteniéndose a descansar un momento en una de las bancas cercanas luego de dar una vuelta completa a la periferia. Suspiró profundo mientras un par de personas recorrían el mismo camino que él había hecho.

Cerró un momento los ojos dejando que la ligera brisa impactara contra su rostro. Intentaba relajarse más que reponer fuerzas luego de la actividad realizada pues mientras hacía su recorrido no había podido dejar de pensar en sus pesadillas.

Luego de unos minutos partió nuevamente volviendo a su trote hasta la biblioteca ubicada un par de estaciones antes de su hogar, el resto del recorrido lo haría en tren para visitar la tienda de conveniencia y comprar algo para preparar la comida.

Al pasar frente a la entrada de la biblioteca, la sensación de escalofríos que sintió en la tienda el día de su primera terapia. Disminuyó la velocidad con que corría debido a la incomodidad aunque intentando no darle importancia y concentrarse en lo que tenía por hacer.

Sin embargo, en el momento que él pasó, Haruka y Makoto salían del lugar y el azabache no pudo evitar seguir con la mirada su figura. Detuvo sus pasos por unos segundos llamando la atención del de ojos verdes.

—¿Haru? ¿Pasa algo?—se detuvo también mirando hacia donde el chico intentando descubrir la razón para detenerse.

—Nada...—no dijo más y continuó con su andar esperando que su amigo continuara con la conversación.

—¿Qué sucede? Has estado actuando extraño desde hace varios días—no le gustaba insistir y menos aun cuando se trataba de un tema del que el de ojos azules no quería hablar, pero no podía dejar que siguiera actuando indiferente cuando sabía que algo lo hacía sentir incómodo.

—Sólo estoy cansado, hay demasiado por hacer en estos días—no mentía, también se sentía abrumado ante tantos pendientes que tenía en la universidad aunque las razones de su actuar no eran del todo claras para él.

Su amigo no insistió más, prefería esperar a que el chico se sintiera cómodo y tranquilo para hablar pues sabía que forzarlo no ayudaba en nada y que lo mejor era estar ahí para apoyarlo en cuanto lo necesitara.

Continuaron el camino intercambiando un par de comentarios de vez en cuando hasta regresar a casa. Se encargaron de las labores que le correspondían y posteriormente de sus actividades escolares limitándose a compartir unos pocos momentos y una breve conversación durante la hora de la comida y en la cena.

El azabache se mantuvo aún más silencioso que de costumbre, no había podido dejar de pensar en lo que sucedió cuando estuvo con su amigo en la biblioteca. Le parecía extraño encontrarse con el pelirrojo y más aun considerando que hasta el día del accidente nunca lo había visto, no aseguraba que lo que vio fuera real y era justo eso lo que lo mantenía distraído. No quería pensar más en ello así que prefirió sumergirse en los estudios y repasar sus apuntes intentando despejar su mente.

Mientras tanto, el pelirrojo y el castaño se encontraban preparándose para dormir, luego de haber conversado un poco sobre lo que sucedió en el día, y por la sugerencia del más alto quien insistía en que era mejor que intentara descansar o el cansancio acumulado lo haría enfermar.

—Créeme que lo sé, he estado distraído en clases con todo esto pero apenas he podido dormir y tú lo sabes—se había tumbado sobre la cama mirando al techo sin intenciones aún de dormir.

—Pero mantenerte despierto no soluciona nada. Sé que tardas mucho en poder conciliar el sueño luego de las pesadillas y que despiertas constantemente pero entre dormir unas horas y que no lo hagas la decisión es evidente.

—De verdad lamento mucho que te esté arrastrando en este lío, sabes que confío en ti más que en nadie y por eso pido tu apoyo.

—Ya deja de ponerte sentimental—golpeó suavemente su puño contra el hombro del chico con una pequeña sonrisa—Intenta dormir, hasta que no salgas de esto estaré aquí para tranquilizarte cuando despiertes.

No hizo más que agradecer una vez más y luego girar sobre la cama de manera que mirara hacia una de las paredes del cuarto intentando dormir. El sueño lo venció más rápido de lo que esperaba y sus ojos se cerraron lentamente, aunque sin dejar de pensar en todo lo que había estado ocurriendo en esos días.

Todo parecía indicar que ese día la pesadilla no llegaría pues pasaba casi un cuarto de hora desde el momento en que su sueño seguía apareciendo cada noche puntualmente. Sin embargo, luego de media hora más, las nubes negras volvieron a oscurecer sus sueños y la misma carga de sentimientos de tristeza e impotencia volvieron a asfixiarlo.

Contrario a las demás ocasiones, en esta no fue necesario que su amigo lo despertara. Un impulso lo llevó a levantarse, motivado por la angustia que reflejaban aquellos ojos azules en los que tanto pensaba luego de que la pesadilla se los revelara. Conocía a su poseedor, o al menos eso le indicaba la ilusión que creaba su inconsciente, le era insoportable verlo tan desconsolado y sólo quería ayudarlo a sobrellevar la pena.

El sudor frío corría por su frente y había pequeñas lágrimas pegadas a sus pestañas y otras más corriendo por sus mejillas. Todo era demasiado confuso pero si algo podía tener claro aún ante tantas dudas era que esa persona que lloraba no merecía tanto dolor. Miró al castaño, quien afortunadamente seguía durmiendo y parecía no estar enterado de lo que le sucedía al pelirrojo.

Secó su rostro antes de salir rumbo al baño para mojar su rostro; las manchas negras bajo sus ojos eran cada vez más evidentes y parecían dispuestas a seguir creciendo a menos que pudiera dormir normalmente. Salió del baño y partió a la cocina por algo para beber, terminó el vaso con agua y caminó hasta el sofá para sentarse.

Colocó sus piernas cruzadas sobre el asiento mientras tomaba uno de los libros que había dejado sobre la mesa de centro. Pasó las páginas lentamente leyendo de manera rápida las frases junto a las que había colocado un pequeño marcador para resaltar los puntos que debía estudiar.

Apoyó su codo sobre el reposabrazos y descansó su rostro en su mano mientras seguía pasando las hojas del libro una por una aunque el contenido del mismo había dejado de importar desde hace más de veinte páginas.

Sus pensamientos habían vuelto a girar en torno a su sueño. Aunque sabía que no podía esperar solucionar sus problemas de la noche a la mañana, quería encontrar una explicación lógica para que, lo que fuera que intentaba decir su cerebro, fuera claro lo más pronto posible y pudiera volver a su vida normal pues tenía demasiados pendientes por resolver.

Sus ojos volvieron a cerrarse sin que siquiera pudiera darse cuenta. El cansancio había vuelto a vencer y, esta vez, el descanso fue mucho más prolongado permitiéndole dormir lo que restaba de la noche, aunque sólo fueran unas horas.

Notas finales:

Hasta aquí el cap de esta ocasión, espero haya sido de su agrado y, como mencioné antes, estoy a punto de iniciar clases así que quizá demore un poco en actualizar el siguiente capítulo pero intentaré que no sea demasiado...

Nos leemos en el siguiente...


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