Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Quiero agradecer a Pepi, Light Behind, bluelightofmoon y Anross por sus reviews. ¡Son un encanto! 

 Ahora regresamos con el buen Gabo y su mal genio :)

Espero les guste.

 

CAPÍTULO XIV: Pinche día

 

Después de haber ido a casa de Fer a “saber” qué carajos había pasado entre él y Rafa, me voy a mi casa. Ahí están mis hermanos: David dándoles de comer a los pequeños.


—¿Y mamá y papá? —le pregunto.


—Ya se fueron —contesta, pero voltea a verme medio enojado—, ¿a dónde fuiste ayer?


—A ver, papá —contesto sarcástico—, te envié un mensaje para avisarte que me quedaba en casa de un amigo —David me ve sospechoso—. Si no me crees no es mi problema. Además, como si tú fueras tan santo.


Él se empieza a reír— El culpable busca excusas —termina diciendo mientras voltea otra vez con mis hermanos.


Si no estuvieran aquí mis hermanitos, ya le hubiera dicho una o dos palabritas a este David.


Dejo mi mochila y cuando estoy a punto de irme a mi cuarto me llega un mensaje del señor Ramón. Al leerlo solo me pongo de malas.


—Que no mame —digo quedito para que nadie más me escuche. Voy al comedor—. David, ustedes váyanse, tengo que regresar al trabajo.


—¿No se supone que ahorita tienen los fines de semana libres?


—Pues muy se supone. Aunque se me hace raro, supongo que pasó algo grave. Me voy a apurar para alcanzarlos —tomo otra vez mi mochila para dar mi maravilloso viaje al trabajo en pleno día de descanso.

 

Pinche mala suerte.


----------


Llego en… ¿veinte minutos? Creo, la verdad me vine medio rápido.


Pero todo parece extraño al ver que no hay nadie más. Casi con miedo abro la puerta y es cierto: no hay pinches nadie.


—¿Leí mal? Me mato si es así —antes de poder sacar mi celular para revisar el mensaje, alguien me agarra el hombro— ¡No mames! —grito sin pensar.


—¿Te asusté? —y su voz me pone como cabra loca. Es el estúpido guapo de Santiago.


—Obvio no —contesto aparentando estar tranquilo, pero él intenta no reírse al saber que sí me asustó bien cabrón. Decido desviar el tema— ¿Qué hace aquí? ¿Todo bien?


—Ah, sí. Seguro recibiste un mensaje del Lic. Ramón. Está en su oficina. Vamos —me deja pasar primero y ahí vamos como pendejos en fila. Santiago toca la puerta y la abre para dejarme pasar primero. No sé si es amabilidad o si piensa que soy vieja.


—Llegaron muy rápido —dice el señor Ramón—. Por favor, tomen asiento —con algo de miedo le hago caso. Ok, ya entendí que solo seremos nosotros tres aquí. Carajo, carajo, ¡se me olvidó que sigo siendo el “mediador” entre estos dos!


—Entonces estamos aquí para…


—Gabriel —habla el señor Ramón—, en serio qué bueno que viniste. Seguro ya te lo había comentado el Arquitecto Santiago, sobre los menores de edad que trabajan aquí.


Esto comienza a ponerse incómodo. Obviamente recuerdo que me lo dijo— Ah, sí. ¿Qué pasa con eso?


—Pues que hemos llegado a un acuerdo y queremos saber si lo apruebas.


—¿Y para eso me necesitan? Pues si ya llegaron a un acuerdo está bien, ¿no?


Santiago habla— Pero tú representas también a tus compañeros. Es cierto que es un acuerdo, pero no lo quería aprobar sin que tú también lo respaldes.


—Ok, entonces díganmelo.


Me pasa unas hojas— Léelo con calma —me pide Santiago—, si hay algo que no esté claro nos puedes preguntar.


—Más bien algo que yo no entienda, sin miedo puede decirlo así —respondo de lo más relajado y sin intención de molestar. Es la verdad, no es que estas hojitas no estén claras, sino que hay palabras o términos que yo no puedo entender.


—Jamás —apenas levanto la vista de las hojas para ver cómo este viejo de Santiago me sonríe.


Putos nervios. Qué sonrisa tan preciosa.


—Si quieren pongan música o algo, tanto silencio me pone de nervios —digo aparentando estar tranquilo.


Ambos se empiezan a reír.


Aunque no le encuentro la risa porque sí que lo dije de corazón. Nada de bromitas pendejas, lo dije muy en serio.


Parece que Santiago nota mis intenciones porque se pone a hablar con el señor Ramón. Y eso me da más paciencia para terminar de leer esto.


Y mientras más leo, más triste me pongo. Aquí dice que terminando el año le darán las gracias a ellos y su respectiva liquidación a modo de agradecimiento y de motivación para que sigan estudiando, porque si ellos quieren, el despacho de arquitectos les ofrece una beca del 10% en las escuelas que están aquí numeradas. Además, también tendrán su trabajo asegurado al cumplir la mayoría de edad o al completar sus estudios.


Ah, mierda. Creo que no está mal. Aunque…


—El 10% es muy poco —suelto de golpe—, digo, con todo respeto —añado al ver la carota del señor Ramón.


Santiago lo piensa unos segundos— Bien, del 15% durante el primer semestre, y si logran un promedio mayor a 9.0, lo subiremos. O en la misma escuela podrían lograr ampliar su beca —nos quedamos mirando— ¿Te parece?


Muevo mi cabeza hacia arriba y hacia abajo.


—Perfecto, Gabriel. Muchas gracias y en serio perdón la molestia. Sé que tienes tu evento familiar, así que ya no te quito más tiempo —me pongo de pie y estrecho la mano del señor Ramón.


—No fue molestia, me alegra que me hayan considerado. Solo espero que los demás piensen lo mismo —sueno medio temeroso porque así estoy: con mucho miedo de que termine dañándolos.


—Nosotros igual.


Sonrío una última vez y me salgo de ahí.


Pero cuando apenas tomo aire para relajarme, escucho que alguien está detrás de mí.


—¿A dónde te llevo? —así bien natural me pregunta el arquitecto Santiago.


Pero no, me niego— A ningún lugar, gracias.


—Vamos, te quitamos tiempo y no se me hace justo dejar que te vayas así —vuelve a abrirme la puerta y ahí ya mi paciencia se va al caño.


—¿Sí sabe que no soy mujer? —Santiago abre los ojos como platos.


—Perdona, es la costumbre, supongo —su cara de arrepentimiento logra quitarme lo mamón.


—Ah, no importa. Ya me voy —él me toma por el hombro y de la nada empieza a sacarse un discurso sobre las buenas acciones que yo creo ni Jesús dio. No pasa mucho para que empieza a fastidiarme—. Bien, bien —digo intentando callarlo—; es en el Parque Politas. En serio no debe molestarse.


Comienza a guiarme a su carro. Y cuando llegamos, wow, está muy padre. De color negro, yo creo de este año o del pasado.


—Así que eres de rogar, eh —Santiago me dice eso como si siempre estuviéramos bromeando y me quedo sin nada qué decir. Abre la puerta y me deja pasar—. Así me gusta —me siento en la parte del copiloto y parece que estoy con otro Santiago. Con uno relajado y nada serio.


Arranca el carro, pasan los minutos y él sigue pinches hable y hable; y preguntando esto y lo otro. Que cuántos hermanos tengo, qué estudian; qué vamos a hacer en el parque. Y todo es sobre mí.


Y no me gusta, pero sí me gusta porque me hace sentir… importante.


No es que me sienta una mierda o algo así, pero que una persona muestre ese interés en mí me hace sentir así. Y obvio, ¡obvio que mi cerebro inútil no pone límites!


Yo creo ya hasta nos ve casados a Santiago y a mí. Qué pinche ridículo es mi cerebro, yo no, mi cerebro. Es cosa aparte.


Una vez que me deja, estoy a dos, en serio a dos de darle un beso en la mejilla ve tú a saber por qué. Y parece que se da cuenta porque se queda quieto.


—Ahm… tiene una basurita en el cabello —y así de pendejo como me veo, así de pendejo le quito la “basurita” —. Listo —abro la ventana simulando que ya la tiré—. En serio muchas gracias. Fue agradable el camino.


—¿Y yo no? —pregunta muy serio.


—¡Sí, sí! Usted y el camino, ambos —contesto angustiado.


Pero Santiago hace algo que jamás en la vida me imaginé: reírse— Lo siento, creo que ya me pegaste eso de querer hacer bromitas.


—Yo no hago bromitas —respondo—. Yo… ¿lo dice por esa vez que fui a su oficina?


Se pone algo serio— En parte.


—Ah, ok. Pues… así es uno, ya ve —abro la puerta del carro, listísimo para salir corriendo de aquí—. Con permiso y gracias.


Me quito el cinturón y Santiago me vuelve a sujetar del hombro— Tú también tienes una basurita en el cabello —dice al tiempo que se acerca demasiado a mí. Tanto, que tengo que aguantar la respiración. Incluso así puedo oler su colonia—. Listo —abre su ventana y tira algo por ella. Pero… su sonrisa me dice que lo hizo de broma.


Espera, ¿acaso fui obvio? ¿Se dio cuenta que él no tenía ni madres en el cabello y así es su forma de decirme que lo sabe?


Trágame, tierra.


Trágame, pinche tierra mamona.


—Ja, doble gracias —contesto nervioso y en un segundo ya salgo del carro, cierro la puerta y voy corriendo como marica por el parque.


¡No mames pinche día de la chingada!

 

Notas finales:

Nos leemos el próximo jueves. Disculpen que me haya salido tan cortito el cap. El próximo lo haré más extenso :)

¡Besoos! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).