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El obrero y el arquitecto por kurerublume

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Notas del capitulo:

 Queridos lectores, otra disculpa de mi parte. Ayer estaba lista para irme del trabajo a las 2:30 para poder escribir el nuevo cap, pero a la 1:00 nos avisaron que la jefa de jefas quería que fuéramos a una junta de 6 a 8. Entonces llegué a mi casa a comer, arreglar la casa, arreglarme a mí jaja (porque era una cosa importante según) y ya no tuve tiempo de escribir nada :(

 

Aquí aparece otro personaje, alguien medio oscuro... espero les guste. 

CAPÍTULO XVI: El nuevo contratista

 

—Oye, ¿estás bien?

 

—¿De qué hablas, Martín? —pregunto nervioso.

 

Pero él se me queda viendo, siento que tiene la misma mirada que mi hermano Juan cuando sospecha algo— Pues es que estás muy raro, por eso te pregunto. Pero si no me quieres contar, está bien.

 

—Martín, no tengo nada…

 

—He dicho que si no me lo quieres contar, está bien. Sé que algo te pasa.

 

Le sonrío— Eres muy observador, eh.

 

—No tanto —me sonríe también—, pero es que eres muy obvio, Fer.

 

«Al menos no tanto como para que sepas por qué» pienso con algo de culpa. Por algo siempre me han dicho que no me nace mentir… bueno, que no me sale, porque de nacer eso sí.

 

Me empiezo a reír con muchos nervios— Sí, bueno, ¿quién tiene hambre?

 

Martín se empieza a reír y va por su lonchera. Caray, de verdad que es como un niño con su lunch; los demás solo traemos nuestra comida en una bolsa de plástico, pero él trae su comida muy bien guardadita. Sí, por algo es el más pequeño de por aquí.

 

—¿Escuchaste que vendrá un segundo obrero-contratista? —me pregunta Martín mientras me da la mitad de su sándwich— Tómalo, Fer, por favor —me pide cuando ve que NO quiero comerme la mitad de su comida—. Traigo otro —dice y… saca un segundo sándwich.

 

—Vaya, sigues en crecimiento, huh —los dos nos reímos y ya con más confianza tomo parte del sándwich. Me siento en el suelo, que es más que nada tierra, mientras comemos del sándwich de jamón— ¿Y cómo sabes eso? ¿Y qué es eso de obrero-contratista?

 

—Lo escuché por ahí… del señor Ramón. Y le entendí que lo va a suplir una temporada, pero que también estará activo en la parte de construcción.

 

—¿Te dijo por qué?

 

—Creo que el señor Ramón no se ha sentido bien estos días. Ha hecho citas con el doctor, pero los horarios y así… pues le complican estar aquí.

 

Lo abrazo— Confías mucho en el señor Ramón, ¿verdad?

 

—Sí, obvio. Él me ha ayudado bastante con… —aprieta sus labios, por poco me dice, creo, su gran secreto.

 

—Sí, ayuda mucho. Es buena persona —Martín sonríe otra vez—. ¿Te pone nervioso cómo será el nuevo contratista?

 

—Un poquito —palmeo su espalda con suavidad—. No te preocupes, Fer. Estoy seguro que será bueno.

 

Aunque dice eso, sé que está asustado. Entiendo que solo el señor Ramón sabe para qué necesita el dinero, aunque seguro tiene que ver con un familiar enfermo o algo así. La verdad, prefiero que Martín me cuente cuando quiera. O igual y no lo hace nunca, es muy reservado.

 

Seguimos platicando cuando hace su aparición el respetado más ruidoso de toda la construcción.

 

—¡A ver, flojitos, ¿van a venir a ayudar o qué chingados?!

 

Martín se levanta rápido— Voy.

 

Gabo lo ve con sorpresa— Ay, eres tú, Martín. Ah, tú no eres flojito; solo Fernando —lo veo de mala manera. Aquí nadie está flojeando, solo teníamos hambre—. Papacito, te me levantas o te levanto.

 

—Se ve que a alguien lo consintieron anoche, eh —digo mientras me levanto, sin perderme ni un segundo de la cara de indignación de este Gabo— ¡Oh, no! ¿Di en clavo, Gabito? ¿Te pusieron de buenas?

 

—Hijo de la rechingada —susurra mientras le tapa los oídos a Martín—, hay niños presentes, por Dios, Fernandito. Cuida esa puta lengua que te cargas —noto cómo está todo enojado, pero se está aguantando justo por Martín. Aguantarse para Gabo es no gritar, sino casi susurrar las groserías.

 

—Esa lengua tuya ha dicho y hecho cosas más descaradas —le contesto con una alegría tal, que debo morderme la lengua para callarme o de verdad mi amigo va a explotar—. Es bromita, sabes que no es cierto —uso el diminutivo «bromita» porque Gabo así dice cuando sus comentarios son… muy malos.

 

—Mejor ya vámonos —pide Martín con carita tierna. Aunque igual y esa es su cara pero ya todos la vemos tierna.

 

—Vámonos pues —contesto abrazando a mis dos compañeros.

 

Vamos de camino a ayudarles a los demás a tomar unas medidas de las vigas porque parece que quedaron más grandes de lo que se había pedido.

 

—Seguro tu cotorrita está como loca.

 

—No creo, es una persona paciente —decimos Martín y yo al mismo tiempo.

 

Espera… ¡¿Martín ya sabe que le decimos así Rafa?!

 

No mames.

 

Me quedo callado, con la preocupación de que ya todos sepan el apodo que usamos con Rafa. Bueno, él ya sabe que le decimos así, pero no creo que alguien quiera que le digan así de apodo. Suena medio ridículo.

 

Voy pensando en eso cuando…

 

—¡Ay! —escucho que alguien se queja y cuando volteo a ver quién fue, pues es este Rafa sobándose el hombro— ¡Fernando, Dios! Pareces pared.

 

Gabo se empieza a carcajear y cuando acaba de hacerlo toma aire para calmarse— ¡Es que es una pared, Rafita! ¿Estás bien? —se acerca a él— Ay, Fernandito, lastimando a tu cotorrita de este modo de verdad es muy triste.

 

—Perdóname, Rafa, ¿estás bien? —yo también me acerco a él con cara de susto.

 

—Sí, hombre. Estoy bien. Tampoco es para tanto, ¿me crees de cristal o qué? —pregunta sonriendo por fin. Aunque contestando a su pregunta, no es que sea de cristal, pero…— ¿Fer?

 

—¡No! ¡No eres de cristal!

 

—Ok… —contesta medio confundido por mis gritos. Lo tengo tan pegado que de repente me doy cuenta de algo muy interesante.

 

—Oh, por Dios, ¿tienes barba? —le pregunto sorprendido.

 

De inmediato, él empieza a acariciar por su mandíbula—Ahm, pues no mucha, pero sí me tengo que andar rasurando.

 

—Qué suerte tienes, a mí no me crece nada —admito derrotado— ¡Siempre he querido tener barba!

 

Rafa se ríe con ganas— No te preocupes, me gustas más así.

 

—¡Wuh! ¡Le gustas, Fer! —grita Gabo, quien, se me había olvidado por completo que anda aquí con nosotros.

 

Puedo ver cómo Rafa hace una cara extraña— Me encantas, papi —dice siguiéndole la broma a Gabo. Ambos se empiezan a reír y ahora soy yo el que le cubre los oídos a Martín. Estos dos indecorosos, ¿no están viendo que hay un menor aquí?

 

«Me encantas».

 

Esas dos palabras se empiezan a repetir con el tono medio sensual que usó Rafa. Sé que lo hizo de broma, es común que digamos cosas como esas. Obvio no tan seguido porque sería incómodo. Pero si sabemos que alguien va a salir con una chava, pues le hacemos bromas de que está bien bueno o que va con todo.

 

—Sí, sí, ya sé que soy irresistible —contesto, sacando a Martín de aquí antes de que escuche alguna marranez de Gabo.

 

Antes de llegar a donde ahora sí están los demás, él me detiene— Fer, ¿entonces tú eres… gay?

 

Ok, si tuviera comida o si estuviera tomando agua… ahorita mismo me estaría atragantando a propósito porque todos sabemos que la tierra no puede tragarte y escupirte en otro lado.

 

—¿Qué? ¿Qué? —empiezo a mover mi cabeza a los lados— ¿Cómo? ¿Por qué? No entiendo… ¿Qué?

 

—Era más fácil decir que no, Fer. Pareces en pleno ataque de loco.

 

Me empiezo a reír más fuerte para sacar los nervios hasta que por fin me tranquilizo— Es que tu pregunta me tomó desprevenido, Martín. ¿Por qué dijiste eso? —le pregunto en voz bajita.

 

—Pues… sí soy observador, entonces ahorita que estábamos con el arquitecto Rafa —dice señalando hacia su dirección—, pues como que… casi babeas.

 

—¡Hombre, cómo crees! —intento hacerlo sonar casual, pero me sale un gallo de no sé dónde y siento cómo me estoy sonrojando de la vergüenza— Seguro sigue siendo el hambre, ya ves cómo es.

 

—Ah, sí. Eso del amor es así.

 

—Pues sí —escucho una risita y ahora sí estoy indignado—. ¡Te estás burlando de mí! ¡Jamás te creí capaz de quererme ver la cara![1]

 

—¡No es eso, Fer! —Martín intenta calmarme, pues creo ya me puse como cabra loca.

 

—Ya me voy, sí, ya me voy, tengo que… —comienzo a chasquear los dedos para recordar qué tengo que hacer— ¡supervisar!, ya sabes, mi trabajo, ¿no? Martín, compañero, nos vemos después —digo nervioso mientras le estrecho la mano y antes de que pueda largarme de ahí, choco con algo.

 

—Lo siento, ¿está bien?

 

—Sí, sí —contesto despreocupado, hasta que me doy cuenta que a este sujeto en la vida lo he visto.

 

—Fer, ¿estás bien? —Martín llega a mi lado— Ah.. —se queda como momia ahí junto a mí mientras ve al tipo ese.

 

—Hola, Martín —le sonríe a mi amigo.

 

—Señor…

 

—No me digas señor que me hace sentir viejo, apenas tengo veintiocho —contesta este sujeto raro, muy raro. Que bueno, si dicen que yo soy una pared, este no se queda atrás. Creo que tiene más músculos que yo; los lados de su cabello están medio rapados. Da un aire como de criminal educado o algo así.

 

—Roberto —suelta quedito este Martín. ¿Qué fregados es este ambiente más tenso que una cuerda de guitarra o que… lo más tenso que pueda existir? Me siento incómodo.

 

Pero como sería muy obvio salir corriendo, no queda de otra que saludar y despedirse— Roberto, mucho gusto, me llamo Fernando. ¿Buscas a alguien? —le pregunto muy amable para poder largarme con Martín.

 

Vuelve a sonreír de una manera que solo puedo llamar como macabra, como de asesino a punto de perseguirte—En realidad, vine para presentarme. Soy el nuevo contratista.

 

«No chingues».

 

 

 


[1] O engañar.

Notas finales:

 Todo el rollo de arriba radicaba en que se los voy a compensar actualizando el lunes 20 de agosto (justo cuando entran mis alumnos jaja) y nuevamente el jueves 23, ¿va? ¿Les parece bien o prefieron otro día de la cuarta semana de agosto?

¿Qué opinan de Roberto? 

Espero les haya gustado :)

¡BESOS!


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