Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lo logré jaja en una semana.

Agradezco muchísimo a Alcachofa, bluelightofmoon, karii27 y the vampire.

Ojalá les guste esto :)

¡Disfruten! 


CAPÍTULO XIX: De locos


Ok, soy valiente, soy sincero, soy… pendejo, a veces, pero esto necesita todo mi apoyo moral hacia mí. Puta madre.


Debí de haber hecho esto hace meses, cuando vi a Diego con ese pendejito del carro. Serán cabrones los dos.


Aunque supongo que le quería dar el beneficio de la duda, pero venga, es tan discreto como Fernando: nada, cero, nulo. Así que no queda de otra. Sí lo quiero y toda la cosa, pero todo tiene un límite y el mío se pasó ayer cuando volví a ver a Diego bien sonriente y babeando por el tipejo aquel.


Y al terminar la jornada, que tuvo chingos de bolsas de arena bien pesadas, decido ir a su casa. Como dije antes y lo vuelvo a afirmar, a mí me gusta decir las cosas de frente.


Ahora que estoy aquí, a dos pasos de su casa, siento que quiero salirme corriendo. ¿Qué le voy a decir? ¿Que me escondí a unos metros de él? ¿Que sé que se ha ido al hospital? ¿O que ya no me gusta y prefiero terminar? Tal vez decirle que tengo una enfermedad mental llamada estupidez y que… aunque me duela, ya no quiero seguir siendo su novio.


Nadie querría esto. En especial cuando yo lo quiero tanto. Ni sé cómo pasó, pero no hay nada que hacer, excepto tener un poco de dignidad.


Toco el timbre y es Diego quien me abre, pero…


¡Hijos de la chingada! ¡¿Qué carajos hace el pendejito ese aquí?!


Esto es lo que le sigue de incómodo.


—Hola, Gabo. Qué sorpresa —«así quería atraparte, cabrón». Es lo que pienso mientras intento sonreír. Obvio que va a ser sorpresa, hijo de la fregada.


—Oh, Diego. No sabía que tenías visita. Lo siento —doy media vuelta, mostrándome tranquilo. Pero Diego de inmediato me toma del brazo.


—Es un amigo, es un maestro.


—Maestro, huh —respondo como restándole importancia al asunto—. Qué noble trabajo. Un gusto, soy Gabriel.


—Ender — se acerca a mí y extiende su mano para darnos un apretón.


¿Quién chingados se llama así? En mi vida había conocido a alguien con ese nombre, maldito castañito. Me cae mal.


—Los veo ocupados, así que solo tomará un minuto. Diego —lo llamo y le hago una señal para que entienda que quiero hablar a solas. Salimos de su casa y dejamos entreabierta la puerta—. Bien, Diego, te propongo algo: dejémonos de hacer pendejos que no nos queda —abre los ojos por mis palabras.


—¿Qué…?


—A ti te gusta ese tal Ender, o te gusta o lo amas, no me interesa. Y yo, por mi parte, ya me fastidié. Esa es mi propuesta: terminar nuestro noviazgo, que estuvo bonito por cierto, de manera madura y tranquila —de repente siento un nudo en la garganta, una mezcla entre enojo, tristeza, ganas de ser sarcástico y agresivo… creo que quiero desquitarme. Diego se queda en silencio y en shock por unos segundos— ¿Sí fui claro? —pregunto para sacarlo de su estado de vegetal.


Empieza a parpadear repetidas veces antes de contestarme— Gabo, ¿por qué dices todo eso? ¿Te hice o dije algo? Yo…


—Omitiendo el hecho de que me ocultaste que trabajas de maestro en el hospital de ese tipo y que he visto cómo te le quedas mirando, pues… razones me sobran.


—Pero yo te quiero a ti. Yo… —se rasca la cabeza— ¿nos viste?


Ah, carajo, solté información. Pero ni modo— Sí, una vez que quise venir a visitarte y te vi yéndote con él. Diego, si te gusta tanto, sé valiente como conmigo para invitarlo a salir o que regresen. No sé si son exnovios, pero ya haz algo.


Cierra los ojos y luego me mira fijo— De verdad te quiero mucho, Gabo.


—Y yo a ti.


—Me duele lo que me estás diciendo.


—Igual a mí —al final me rindo y me acerco a él. De la nada lo veo como alguien chiquito y asustado—. Pero todo lo que dije es verdad y lo sabes. No te estoy reclamando nada, solo te digo que terminemos con esto. Será bueno para los dos.


Voltea a verme como si fuera un ángel, lo cual, creo que sí lo soy. Soy un pinche ángel caído del cielo.


—Perdóname, yo creí que ya lo había olvidado —me abraza y yo a él—. Te falté al respeto como mi novio. Te lastimé.


—Lo hiciste, eres bien maldito —le digo riéndome para que entienda que solo quiero molestarlo. Pero él me abraza más fuerte y me da un beso en mi mejilla.


—Te quiero. Te juro que jamás intenté nada con Ender.


—Lo sé. Así que ahora que estás soltero deberías intentarlo.


—No es gracioso, Gabo.


—Porque eres un amargado cobarde. No te eduqué bien en estos meses.


—Lo dices como si fuera un perro.


—El peor de todos —lo vuelvo a abrazar y me despido con una sonrisa.


Ok, creo que estuvo bien. Los dos lloramos un poco, pero nada de gritos o insultos como con mi ex, así que lo considero un logro.


Aunque ya no sé si podemos ser amigos o no. Para nada quiero andar ahí de mal tercio entre esos dos, pero me gusta hablar con Diego.


Además, soy medio fisgón y quiero que me vaya contando cómo le va con ese Ender. Ese mugroso Ender.


Pobre tipo, debería estar más enojado con Diego que con él. Pero como dije, tengo una enfermedad mental llamada estupidez.


------


Voy caminando bien concentrado yo en todo lo que acaba de pasar. Es muy extraña esta sensación, pero tampoco me desagrada. Como estar solo pero en paz. No sé.


Suena un claxon, pero lo ignoro porque ha de ser algún pendejo queriendo que un carro se mueva. Vuelve a sonar ese claxon mugroso y ahora sí volteo a ver quién chingados está interrumpiendo mi momento sad.


—Gabriel —la pinche mala suerte no descansa nunca conmigo—, ¿a dónde vas?


Claro, no podía faltar para hacer esto aún más dramático.


—Arquitecto —sonrío medio forzado—, a mi casa. ¿Y usted?


—Al trabajo.


—¿A esta hora?


—Hay unos problemas. Súbete, te llevo a tu casa.


Ah, no. No, no, no, no y no. La vez pasada que me fui en su auto quedé como idiota y se burló de mí.


—Queda de lado opuesto. Todavía hay sol, así que…


—No te voy a rogar, así que te lo diré una vez más: sube, por favor —baja aún más el vidrio de su carro y como que su tono de voz da miedito.


Vale un reverendo pepino. Qué maldita incomodidad. 

—Me puede dejar en la Avenida 15 y de ahí solo tomo un camión a mi casa.


Prende el carro y yo dentro solo pienso: ¿Hola? ¡Tierra llamando a Santiago!


—¿De aquí a dónde me voy?


—Pues a su trabajo —respondo sarcástico y él empieza a reírse.


—Y yo pensando que seguía cayéndote mal. El sarcasmo te sale muy bien —dice sin mirarme. Maldita sea, este Santiago me pone demasiado nervioso. Me sigue cayendo mal este imbécil. Sí, me gusta, pero por Dios que no deja de caerme de la patada.


—Cada uno su talento, supongo —miro hacia la ventana, medio distraído. Hasta que escucho que empieza a toser— ¿Está bien?


—Gabriel, en serio no sé dónde vives. Me vendría bien si me dijeras por dónde.


¡Con una chingada, señor, que NO!


—Por aquí está bien —señalo con mi dedo hacia una esquina, ya preparado para abrir la puerta y salir corriendo como la vez pasada. Pero en eso escucho un extraño sonido.


—No había puesto los seguros. Mis disculpas —lo dice con educación, pero sé que lo ha hecho a propósito. Es un cabrón en toda su expresión.


Me quedo en silencio unos segundos hasta que me rindo— En la siguiente avenida a su izquierda, por favor —casi ni abro la boca al hablar, pero él me escucha a la perfección. Este mamón tiene un oído muy agudo.


Y así voy diciendo y diciendo instrucciones casi en automático.


—Por cierto, ¿cómo has visto a Rafa?


—¿Cómo que cómo?


—Siento que se está presionando mucho. Y cuando Raga se pone así puede ser algo duro con los demás. Por eso te pregunto.


—Ah, entiendo —lo pienso un poco antes de hablar—. Pues sí ha estado tenso, por eso Fer y su papá han hecho lo imposible para ajustar el calendario. Lo aprecian bastante, es buen tipo —vuelvo a quedarme en silencio, ya no sé qué más decirle, como que ya dije lo suficiente y es verdad, desde mi punto de vista.


—Qué bueno. Ahí en la oficina se siente aún más la presión. Rafa es muy buen arquitecto, por eso le dimos este proyecto.


—No pudieron haber escogido a alguien mejor. Casi todos los arquitectos que me han tocado se creen unos reyes o semidioses, pura inutilidad y ganas de mandar esos hijos de la… —me muerdo el labio al notar lo que estuve a punto se decir.


—¿Chingada? —él se está aguantando la risa, pero yo me muero de la vergüenza— ¿Y qué dices de mí? ¿Me creo un semidios?


«Sí, idiota. Te crees y pareces un pinche semidios».


—No, no. Obvio no.


Comienza a reírse tranquilamente otra vez.


—Ya veo. Qué bueno —pone su mano sobre mi hombro y nos quedamos mirando cuando el semáforo está en rojo— De verdad te ves muy joven. No puedo creer que estés saliendo con Diego.


—¿Disculpe? —me alejo de él muy asustado.


—Oh, ¿era secreto? Disculpa, es que eran muy obvios —él igual se pone nervioso y yo voy otra vez a intentar quedar bien.


—Pero ya no somos novios. Justo vengo de… —me vuelvo a callar más asustado que antes. ¿Qué carajos me pasa? — Aquí está bien, gracias.


—Disculpa, fui muy invasivo. Si te ofendí, lo siento mucho —se acerca a mí y yo me alejo.


—¡Gracias por traerme! —intento quitar el seguro, pero no puedo— Carajo, no abre —susurro molesto.


—Siempre sales corriendo de aquí —quita los seguros y yo abro la puerta—. Te juro que no muerdo… si no me lo piden —me lanza una mirada y una sonrisa que seguro ponen duro a cualquiera. Pero a mí no.


Este patán me trae como idiota de aquí para allá. A veces siento que nos llevamos bien y otras, como ahorita, siento que me quiero lanzar hacia él y callarlo con golpes o con besos. No sé.


—Qué mamón —digo sin pensar.


—Ya puedes bajarte —me pide sin mirarme.


Y no dudo en hacerle caso.


A esto yo le llamo día de locos.


No sé si reír o llorar.

Notas finales:

Santiaguito empezará a lanzar pedradas... ya veremos jajaja. Espero les haya gustado el capítulo :D

Nos seguimos leyendo.

¡BESOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).