Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Un nuevo capítulo y creo que está intenso jaja.

Agradezco a bluelightofmoon, karii27, Flor de occidente y Light Behind por sus reviews. Alcachofa, thevampire y Martha19, les mando un saludito :)

Espero este cap les guste.

 

CAPÍTULO XX: Mi confesión

 

 

Sé que puedo. Sé que puedo. Lo haré y todo saldrá bien, así tienen que ser las cosas. Me irá estupendamente bien. Increíblemente fabuloso cuando le diga a Rafa la verdad.

 

Hoy se cumple el cuarto día. Y esas horas me las pasé, más que nada, pensando en mis sentimientos.

 

Y por Dios, fui muy terco. Estos dos meses en que no lo besé, luego cuando lo volví a hacer, incluso desde antes, ya había caído por él… o algo así.

 

No quería creerlo porque se me hizo tan de la nada, pero al mismo tiempo no. Se me hizo como una caída, en la que se supone que después de tanto tiempo cayendo ni lo sientes. Al menos hasta que llegas al fondo.  

 

Y yo ya lo hice ayer.

 

Mi cabeza empezó a imaginar que Rafa me correspondía, que me sonreía… me abrazaba y nos besábamos.

 

Sé que suena a delirio, pero sería precioso que fuera así. Me preocupa más que eso no pase a que me rechace. Por eso quiero ser valiente. No quiero imaginar nada si puedo hacerlo realidad.

 

Quiero que me dé una oportunidad. O mínimo que no me trate feo y me comprenda un poco.

 

—Oye —me llama Gabo—, ¿estás bien? ¿Se te bajó el azúcar o la presión o qué carajos que estás tan pálido? —me inspecciona como si estuviera a punto de desmayarme. Seguro será así en unos minutos.

 

—Hombre, estoy bien. Solo que me falta comida —contesto tranquilo pero con la voz temblorosa.

 

—¿Sexo?

 

—¡Dios, no! Comida de verdad —Gabo en serio no tiene vergüenza. Aunque, pensándolo bien, sí que lo he visto apenado solo con una persona—. ¿O qué?  —pregunto sonriendo— ¿Tú quieres comerte a cierto arquitecto? —y funciona mi malvada intención.

 

—¡¿Qué?! ¿Que quieres ser arquitecto? —grita histérico como respuesta y yo me asusto por el volumen que está usando. Pero apenas volteo a mi derecha cuando entiendo que estuve a punto de meter la pata: ese tal Santiago pasaba cerca de nosotros.

 

—Uy, mi culpa —pero no me arrepiento para nada. Estoy riendo por dentro.

 

—Pues claro que fue tu culpa, infeliz. ¿Sabes la vergüenza que hubiera pasado? No, no sabes porque estás en tu pinche nube todo el puto día.

 

Wow, creo que de verdad se enojó. Debe de gustarle mucho ese Santiago para ponerse así de histérico y asustado.

 

—Te trae pero si de su idiota, ¿verdad?

 

—¿Disculpa? —Oh, creo que metí la pata.

 

—Que te gusta mucho pues. No lo dije con mala intención —le doy unas palmaditas para calmar la situación—. Es que jamás te había visto tan apenado, sabes que luego te vale lo que digan los demás. Como lo que pasó con…

 

—Enrique… lo sé —suspira cansado—. Pues no sé, Fer. Solo sé que me pone todo pendejo.

 

Comenzamos a reírnos por lo obvio que es.

 

 

 

-------

 

 

 

Saliendo del trabajo espero a Rafa. Con una chamarra negra y mis pantalones de mezclilla, mis botas. Y los nervios, no olvidemos los nerviosos.

 

—Hoy sí que me quedé bastante, eh —dice a modo de saludo, pero yo me quedo callado—. ¿Qué quieres hacer, Fer?

 

Quiero confesarte mi oscuro secreto.

 

—Quiero ir a comer.

 

—Ok, ¿a dónde? —su cabello se ve más oscuro, se ve tan ignorante de mis sentimientos. Dios, en serio me gusta, me atrae, me encanta cómo es. Y es taan gay pensar estas cosas.

 

—Vamos por unas crepas —sugiero porque me dio frío y se me antojó algo dulce. Rafa parece demasiado contento.

 

—¡Sí, qué buena idea! Estás lleno de buenas ideas, eh —nos dirigimos no muy lejos de ahí, a un parque en donde, justo en medio en el kiosko, se ponen varios puestos de comida—. Ay, no sé. Creo que comeré algo salado y luego algo dulce.

 

Y dicho y hecho, primero come un hot dog y después se compra una crepa de cajeta.

 

Yo apenas he podido terminarme la mía. Estoy lo que le sigue de nervioso y ansioso. Se supone que ya preparé todo un discurso. Ayer este Juan me escuchó decirla y me dijo que sonaba como acosador enamorado, pero que estaba bien.

 

¿Cómo eso puede estar bien? Juan sí que sabe cómo animar.

 

—Oye… —le llamo quedito y él me escucha—, hay algo que tengo que decirte. No, algo que quiero decirte —él me pone toda su atención y yo comienzo a jugar con mis dedos—. Rafa, me he sentido muy basura estos meses. Te hice algo y apenas tuve el valor para decírtelo.

 

—¿Qué me hiciste, Fer? —se acerca más a mí con cara de sufrimiento.

 

—Lo hice por una razón, por un… sentimiento —me muerdo los labios antes de seguir hablando—. Perdóname, eres mi amigo.

 

—Fer, ¿qué pasa? ¿Qué hiciste? —ahora sí suena preocupado.

 

Es ahora o nunca— Te besé en mi casa, Rafa. Te besé porque me gustas. Porque no pude decírtelo antes y fui un cobarde. Me gustas muchísimo, de hace meses que sentía algo por ti, pero… suena tan enfermo ahorita que me escucho hablar. Pero es en serio. Y te pido mis más sinceras disculpas. Tienes que saber esto que siento para que ya no confíes en mí.

 

Exacto, no soy de confianza si ando por ahí aprovechándome de la gente inconsciente.

 

—¿Qué? —es lo primero que le oigo decir— ¿Estás hablando en serio? —quisiera que no.

 

—Sí.

 

Y su silencio golpea directo en mi cara.

 

—¿Dices que hiciste eso porque no te podías controlar? ¿Besarme?

 

Me pregunta sin verme a la cara y no sé cómo tomármelo— Sí.

 

—Eres un infeliz —se pone de pie y me avienta su basura de la crepa— ¡Eres un maldito infeliz!

 

Sale corriendo y yo ni me molesto en seguirlo, sería muy estúpido hacerlo.

 

Y como soy estúpido, al final me levanto para ir a seguirlo y que no me odie más. Siento que si se va, ya jamás se podrá arreglar esto.

 

—¡Espera! —corro detrás de esa cabecita que parece huir de un asesino serial— ¡Rafa!

 

Lo persigo unas calles más hasta que al fin se detiene, pero no para hablarme, sino para darme un golpe en la cara.

 

—¡¿En serio crees que quiero hablar contigo?! Vete ya, déjame solo, ¿entiendes? No te quiero ver.

 

Y yo muy rápido voy y le cubro los ojos— Ya no me ves, así que por favor, escúchame —empieza a forcejear unos segundos para al final rendirse y quedarse quieto—. Rafa, te pido una disculpa. No solo me gustas, te quiero. Seguro piensas que es de la nada, pero te juro que no. Llevo meses así —relajo más mi agarre y mi voz—. Eres un  gran amigo, Rafa. Te traicioné, lo sé. Por eso quise decirte la verdad, porque no soporto la idea de ocultarte algo que para mí ha sido lo más extraño, horrible; hermoso y nervioso que me ha pasado en la vida. Ahorita me iré, pero quiero que te quedes con esa idea de que lo que siento por ti es sincero y… muy nuevo para mí. Espero me perdones.

 

Poco a poco quito mi mano de su cara. Creo que se ve más confundido que antes, pero al menos ya no me mira como hace rato.

 

—Ya, solo vete, por favor —él mira hacia el suelo y yo a sus ojos. No sé qué está sintiendo del todo. Parece toda una mezcla extraña.

 

—Si puedes, me avisas cuando llegues a tu casa —doy media vuelta y camino por las calles hasta llegar al parque otra vez. Veo una banca vacía y medio alejada de los demás, lo cual me parece perfecto. Me siento y me recargo para cerrar mis ojos e intentar calmarme.

 

No sé si metí la pata o si hice algo bueno. Tal vez un poco de las dos. Quién sabe.

 

Pero no me arrepiento, dije que prefería su rechazo a quedarme con la duda. Y ahorita mismo solo es una consecuencia, no es ni un rechazo ni una afirmación; solo es algo que se veía venir para lo que decidí hacer.

 

Después comenzará la tortura. Y Dios, tengo miedo.

 

 

 

***

 

 

 

Ha pasado menos de una semana desde que terminé con Diego. A veces lo extraño; extraño sus pinches besos que me encantaban; hablar con él y salir con él.

 

Prefiero irlo soltando que retenerlo como exnovia loca. Y no porque yo sea niña o algo así, pero creo que es muy obvio a qué me refiero.

 

Claro que seguimos hablando, al principio fue incómodo, pero lo manejamos bien. Él también quiere seguir con nuestra amistad y eso me hace feliz. Sé que ninguno de los dos cometerá la estupidez de pedirle al otro que regresemos.

 

Él quiere a ese tal Ender y yo quiero pues… a mi persona. No, no me quiero, me amo. Me pinches amo un chingo.

 

Nadie me llega ni a los talones.

 

Ok, ya le paro. Si sigo distrayéndome voy a provocar un accidente. Ah, eso sí, ninguno tan feo como el que iba a hacer el pendejo de Fernando con eso de que me iba a comer a Santiago.

 

Sus mamadas de siempre por despistado. Tuve que gritar como sordo para aparentar que todo iba bien. No me pude haber visto más idiota.

 

 

 

-----

 

 

 

Acaba la jornada y claro que termino sucio y súper sucio.  

 

Se me antoja ir por algo para comer, pero no. Es mejor ahorrarlo para mis hermanos porque luego el estúpido de David se gasta su dinero. No todo, pero sí lo gasta luego en salidas con sus amigos.

 

Ok, solo iré a comprar un dulce y eso será todo. Me regresaré a mi casa.

 

Así que a paso veloz voy al parque. Ese idiota de Fernando me volvió a dejar plantado porque tenía quién sabe qué fregados por hacer. Se cotiza el cabrón.

 

Y de repente, veo a ese cabrón y está ahí con su cotorrita. Este idiota, hasta parece enamorado de Rafa. Le dedica todo el tiempo del mundo. Qué pesado. Pero es mejor hacer como que no los vi.

 

Voy a un puesto y me compro unos plátanos doraditos. Ah, cómo me encantan.

 

Sigo caminando hasta que un imbécil pasa corriendo, seguido de otro imbécil. Espera, esos son los dos imbéciles de mis amigos. ¿Por qué se están correteando? Ya no son niños para andar jugando, que no chinguen.

 

En fin, no es mi problema si quedan como tarados.

 

Me termino mi postre y decido que es hora de regresar a mi casa.

 

Al llegar, veo que David está muy raro, como que anda con cara de borrego medio muerto, pero… no sé, tiene algo raro. Todos están raros el día de hoy. Qué bueno que yo no.

 

 

 

-----

 

 

 

Al día siguiente, antes de siquiera poderme poner mi casco de seguridad, el nuevo tipejo ese me llama a la oficina.

 

—¿Qué pasa? —pregunto al entrar. Cuanto más rápido me diga qué rayos quiere, más rápido me iré de aquí.

 

—Necesito que vayas al despacho de los arquitectos y les des esto —dice extendiéndome un folder azul. Uy, sí, ahora soy cartero, ¿no?

 

—¿Y por qué yo? —Ups, creo que soné molesto. Ups…

 

—Ya sabes por qué. El señor Ramón me lo dijo, que confiara y pidiera tu apoyo para los que se irán.

 

Eso despierta mi curiosidad— ¿Qué hay adentro?

 

—Es entre ellos y yo. Por favor, joven Gabriel. Si no puede lo comprendo, se lo pediré a alguien más —antes de que me quite de enfrente ese folder, se lo arrebato.

 

—Ok, ya le pasaré factura.

 

Y así bien contento yo, como siempre, me voy al despacho de abogados.

 

Al llegar, la veo igual o más bonita. ¿Cómo le harán?

 

—¿Se le ofrece algo? —es la secretaria amable de la vez pasada.

 

—Me pidieron que entregara esto al Arquitecto Santiago. De parte de la constructora…

 

—¡Ah, sí! Firma aquí. A la próxima necesito que traigas una identificación, ¿sí, cariño?

 

¿Cariño? Ja, sí cómo no.

 

—Claro. Muchas gracias.

 

Avanzo hacia la oficina de Santiago. Al llegar, obviamente toco la puerta. Pero… apenas voy cayendo en cuenta de lo nervioso que estoy.

 

La vez pasada que vi a ese cabrón me estaba tomando el pelo con sus mamadas. ¿Y si hace lo mismo hoy y no puedo irme? Es capaz de encerrarme en su pinche oficina con tal de joderme. Digo, joder no en el sentido de…

 

¡Dios, cállame!

 

—Adelante.

 

Me sobresalto al escuchar su voz, pero entro con valentía, con las piernas temblando. Bien pinche valiente yo.

 

—Buenas tardes. Yo… tenga. Me pidieron que le entregara esto —me acerco a su escritorio y él se levanta.

 

Se le queda mirando al fólder y al abrirlo veo cómo retiene una risita— Gabriel, esto… gracias. No te hubieras molestado. Fuiste muy amable al traerlo —me sonríe como solo él sabe dar una sonrisa y eso me choca.

 

—Por nada, pues me lo ordenaron, no tenía mucha opción —se empieza a reír.

 

—¿Te dijeron que me lo dieras a mí?

 

—Claro que… —espera, no, no me lo pidieron. Yo asumí que era con él—. ¿No era para ti?

 

—No precisamente, pero yo lo enviaré a la persona que lo pidió —empieza a jugar con el fólder y casi me lo pasa en mi cara. Se detiene en la puerta—. ¿Quieres salir o quieres ver qué hay adentro? —cierra la puerta y eso me pone nervioso.

 

—N-No, no quiero ver nada —avanzo hacia la salida, pero él sigue ahí. Igual que esa vez del baño que parecía un pinche roble de 100 años—. Con permiso, arquitecto.

 

—Sabes que me puedes decir Santiago.

 

—Preferiría no hacerlo.

 

—¿Y eso? —se acerca a mí.

 

—Pues formalidades, a mí me gustan las formalidades —respondo y me crece la nariz como a Pinocho. Mentirota más grande no pude haber dicho.

 

—Ah, entiendo. A mí también me gustan, entonces iré como todo un caballero contigo —se pega más de la cuenta a mí y yo retengo la respiración. Siento que me lo está diciendo en un sentido nada profesional. No entiendo sus pinches cambios de humor.

 

Pero yo, muy educadamente, me hago a un lado y abro la puerta— Sí, sí; todos somos caballeros, a la chingada —doy media vuelta y me muerdo el labio. Dije otra puta grosería en voz alta. Por favor, que nadie me haya escuchado.

 

—No sé qué dirían tus hermanitos si te escucharan hablar así, Gabriel.

 

Antes de responderle, cierro la puerta. No había nada que decirle excepto un «¿qué te importa, viejo?».

 

Gordísimo que me cae este cabrón. De la patada.

Notas finales:

¿Cómo sienten que reaccionó Rafa? Fernando se puso de positivo con eso de que técnicamente no lo rechazó jaja. 

 

Nos seguimos leyendo. 

¡BESOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).