Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Espero este capítulo igual sea de su agrado. De verdad una disculpa, mi familia no ha estado bien de salud. Pero tomó casi dos semanas escribir esto.

Ojala les guste. Porque ahora vamos con Martin >:D

 

CAPÍTULO XXV: Un poco de valor


 
Pasa una semana sin que sepa mucho de Rafa. De hecho, falta un día, lo cual es muy raro. Muy muy raro. 


Cuando llega al día siguiente, parece que no durmió. Y me preocupa. Además ni sé bien qué hacer o si va a tomar a mal si voy o no voy. Pero en serio se ve medio cansadito. 


Él se da cuenta que lo estoy mirando y yo me volteo bien discreto. Jesús, ¿qué debo hacer? 


Se supone que ya no somos amigos, no tiene por qué contarme nada ni yo por qué preguntarle. Pero es de gente estúpida no preguntar. 


No sé si soy estúpido a ese nivel. No, no. Aunque me cueste o me mande al diablo, debo preguntarle. Mínimo por educación. Como si fuéramos compañeros normales. 


Así que uff, tomo aire y relajo mis hombros. Doy pasos y pasos para acercarme a él. Cuando nos vemos, él pone cara de preocupación y yo de miedo. 


—Hey —digo al llegar—, ¿todo bien? Es que faltaste ayer y supongo que debió pasar algo. 


Rafa también se ve confundido y sin saber qué responder— Mmmm —esa es su respuesta— pues todo bien. Solo que mi hermano tuvo un accidente en fútbol. Pero todo bien ya. Gracias por preguntar —si dicen que la tensión a veces puede tocarse, no podría estar más de acuerdo ahorita. Esto es in-có-mo-do. 


—Qué bueno. Si necesitas algo me puedes decir —le doy una palmada en su espalda y voy dando media vuelta cuando Rafa habla. 


—No tienes que hacer eso. Es… si te portas como un amigo es difícil, ¿sabes? —él baja la mirada y yo hago una cara de no saber qué rayos. 


—¿Cómo?


—Que si te portas como amigo es difícil hacer como que nada pasó. 


Otra vez lo miro raro— Es que sí pasó algo, Rafa —digo medio enojado, pero me calmo para seguir hablando—. Solo acordamos ya no ignorarnos en el trabajo. Y creo que es muy normal preguntar por qué faltaste y brindarte mi apoyo. Es lo que haría cualquier compañero —mi respuesta parece hacerlo infeliz porque ni siquiera me sonríe. 


—Ok, gracias, Fer —se marcha y otra vez estoy yo igual: solo y con una sensación de rechazo. 
Maldito Rafa. Siempre logra hacerme sentir así. Es un cabrón. Todo se lo toma a mal. Ya no voy a decirle nada porque capaz luego va a decir que me lo quiero ligar. Es más, ya ni lo voltearé a ver, no le diré ni los buenos días. 


Así que al día siguiente y toda esa semana hago como si Rafa fuera una molestia que evitar. No lo saludo, no le sonrío ni nada porque ese idiota va a pensar que sigo enamorado de él. 


Con actitudes como esa es casi imposible que me siga gustando.


Veo a mi papá solo para la comida y para regresarnos. Toda la construcción parece ir bien. Ya estamos a tres meses de terminar la conocida “obra negra”. El tiempo se ha ido volando, creo que ya van… siete meses. 


Honestamente esta construcción ha sido muy rápida para el número de departamentos que son. Cada tres días viene el tipo ese Santiago y junto al nuevo contratista Roberto supervisan los avances que se dieron en ese tiempo. No quieren dejar nada sin revisar. 


***


Bien, pues una semana ha pasado desde que besé a Santiago. Ahora sólo viene cada tres días, antes era casi a diario porque el inicio es lo más importante. No es que lo demás no lo sea, pero es más difícil reparar algo desde sus cimientos. 


Por eso cuando viene me pongo súper pendejo. Intento no mirarlo para no ser tan pinche obvio, pero creo que hasta me sonrojo y me sudan las manos. Es que carajo, de verdad lo besé y me fui como relámpago a mi casa. Para nada quiero mirarlo o que me diga algo. Qué puta vergüenza. 


Aunque claro, nada es perfecto y por eso pasada la semana, siento cómo Santiago me taladra con la mirada. Pero yo ni intento regresársela. 


Es que esto es tan… irreal. 


—Es hasta estúpido  —susurro mientras tomo mi lunch y me voy a uno de los departamentos del primer piso. Entrando al cuarto, al que será el principal. No quiero que me encuentre. 


—Volviste a venir aquí —me quedo como estatua. Este tipo sabe cómo hacer que todo lo cliché sea perfecto. 


—Supongo que… ya sabía que como aquí. 


Él sonríe y asiente en silencio— Has estado evitándome. Como un gatito escurridizo —su sonrisa se vuelve tan pervertida que trago saliva. 


—No me andaba escurriendo —ah, pero qué pendejo soy. Suena terrible mi respuesta. Ahora sí ya quedé como imbécil—. No soy un pinche gatito.


—¿No? —comienza a acercarse a mí y yo intento quedarme en mi lugar. Solo que hago la cabeza para abajo y hacia mi derecha— Hey —dice mientras toma mis cachetes y me obliga a levantar la cabeza—, lo que menos quiero es asustarte, Gabriel. Pero no he dejado de pensar en ese beso que me diste. Dime… ¿te gustó? 


¿Por qué los adultos siempre piden honestidad? Me caga. No quiero contestar, Dios, se supone que me queda algo de dignidad. 


—Me gustó, es todo lo que diré —Santiago se acerca demasiado a mi cara, en serio demasiado. 


—A mí también, mucho —vuelve a sonreír y noto todas sus pinches intenciones de besarme. No es como que me tenga arrinconado, yo jamás retrocedí.

 
—Creo que planea repetirlo —yo también sonrío algo nervioso. Estos arranques de estupidez me ponen así—. Yo también —susurro mordiendo mis labios.


Santiago nota eso y se relame los suyos. 


Lo hace: me besa y nos pegamos más. Ah, Dios, pero qué cuerpazo se carga el señor este.  


Sí besa riquísimo. Su lengua se enreda con la mía y jugamos un poco. Succiona mi labio inferior y me duele un poco. 


Acaricia mi cabello y luego me obliga a pegarme más a él. 


Lo que me hace reaccionar es un sonido muy raro que hago, que para nada puede ser un gemido porque se escuchó horrible, cuando lame mi cuello y lo muerde. 


—¿Estás bien? ¿Lo hice muy duro? —pregunta preocupado y separándose un poco de mí.


—Duro lo que tengo abajo —contesto sin… sin pensarlo. Hoy ando de un inteligente pero bien cabrón.

Y claro, cuando me escucho decir esa mamada, me pongo rojo y hago cara de enojado—. Ya váyase, necesito comer.


Él se aguanta una risa que sé que quiere salir— Mañana podemos salir. Creo que nunca hemos ido a cenar.


—Más bien es que nunca hemos convivido bien —de nuevo me hago chiquito cuando proceso mi respuesta. Creo que tener la boca cerrada no es lo mío—. Pero sí, salgamos. Siempre me da hambre.


—A mí también —ah, que no mame. Su respuesta fue cero CERO inocente. Y lo compruebo cuando lo volteo a ver y se acerca a lamerme mi labio—. Cuida que nadie vea ese chupetón en tu boquita. 


Y ahí voy de idiota a tocarme el labio. Porque ahora puedo ver con las manos, si seré pendejo. ¡Un espejo es lo que necesito! 


Espero a que se vaya para ponerme histérico y maldecir su estupidez y la mía. 


¿Me está bromeando o lo dijo en serio? Porque claro que sentí su pinche succión, pero para sacarme un moretón como que… no me lo creo. ¡Es un cabrón! 


***


Me da miedo. Me da mucho miedo estar aquí con Roberto. Él tiene unos ojos muy oscuros, como de cazador, como si fuera a comerte si te descuidas y te muestras débil. 


Yo soy débil, por eso me atrapó y me dejé llevar. 


Pero no en un sentido feo. No, no, no. Al contrario. Yo iba a caer en un mal camino y fue él quien me ayudó a estar aquí. Me enseñó de construcción por seis meses y luego me mandó con el señor  Ramón a trabajar. 


Me obligaron a quitarme mis perforaciones. Tenía dos en mi oreja izquierda y tres en la derecha. Solo conservo una que escondo con mi cabello.


—¿Qué te dije de esas cosas? —me pregunta serio.


—¿Qué cosas? —mi pregunta lo molesta porque se pone de pie. Me mira como siempre me mira: con enojo y algo de decepción.


Se suponía que lo iba a conquistar, a invitar a salir o algo, pero desde que hablé con Fer no he podido.

No me atrevo. 


Se pone frente a mí y hace que lo mire— ¿Qué cosas? Martín, te estoy hablando de esto —quita mi cabello y jala un poco de mi arete—. El señor Ramón y yo te dijimos que no queríamos esta presentación. 


—Pero es que me gusta cómo se me ve —junto mis manos y hago un puchero.


—Eso no te lo voy a negar, pero al menos en el trabajo quítatelo —mis nervios me hacen hablar. 


—¿Entonces le gusta cómo me veo? —creo… creo que este es el momento donde debo sacar mis intenciones. Tengo que atreverme. Aunque de verdad me dé miedo Roberto, no dejo de pensar en él. Quiero que me bese, que me diga cosas bonitas— Pero sí, en el trabajo me lo quitaré —digo cuando no veo ni una reacción de su parte. 


—Gracias. Ya puedes retirarte —vuelve a sentarse en su escritorio y empieza a hojear unos documentos. 


No resisto. No resisto. Ojalá hubiera una manera fácil. Si a Fer le fue de la patada y eso que era con su amigo y también es torpe pero prudente. Seguro a mí me iría peor. No me llevo con Roberto, no somos amigos; no soy bueno hablando, solo con Gabo y Fer porque ya les tengo más confianza. 


 No quiero seguir siendo tan cobarde. No cuando he sido tan valiente para cuidarlo a él. Yo… estuve a punto de… 


Cierro mis ojos y no lo pienso más. Cuando los abro, solo lo veo a él. Me acerco. 


Siento cómo me emociono y me asusto. Pienso en que es una gran idea o lo más estúpido que haré en mi vida. 


Y cuando llego a su lado y él apenas voltea para saber qué me pasa, lo sostengo muy bien de la cabeza y lo beso en sus labios. En su nariz, en su barbilla. Acaricio un poco sus lados medio rapados, su cabello negro me gusta mucho y hace un buen quería tocarlo así.


—Gracias por todo lo que ha hecho por mí —digo quedito para irme con una sensación que jamás había tenido: satisfacción. 


Roberto no reacciona. Parece una maldita estatua. No dice nada tampoco, así que salgo sin hacer nada más. 


Pero estoy sonriendo. 


Me llamo Martín Hernández. No tengo 14 ni 15 años. Tengo 16, pero sí me enamoré a los 15. De él cuando me ayudó a tomar el buen camino, en lugar del fácil. 


Yo hace más de un año estuve a punto de empezar a vender droga. Terrible, ya sé. Pero necesario y era lo mejor que se podía hacer. Mi cabeza tonta pensó incluso en dar servicios especiales sin tener que abrir mis piernas. Como mamadas o masturbar a alguien.


 Eso pensé porque si algo he notado es que los hombres se vuelven como animales con tal de sentir placer. Y en este lugar hay cada enfermo que con seguridad no le importaría que fuera menor, es más, le gustaría. Yo seguía estudiando. 


En fin, en ese entonces estaba desesperado porque mi único familiar estaba enfermo. Aún lo está… y lo seguirá estando. Su enfermedad ya no se cura, solo se controla. Solo no quiero que llegue a olvidarme para siempre. 


Así que  cuando había decidido vender droga, llegó él de no sé dónde. Quizás había escuchado mi conversación, no sé, pero llegó, me golpeó y me gritó que era un niño idiota. 


Me dio su tarjeta para al final decirme que él me enseñaría un oficio honrado.


¿Y saben qué? No lo pensé mucho. Siempre he creído que si Dios te da algo, aunque sea a golpes, pero algo bueno, entonces debes tomarlo y moldearlo para algo en serio de bien. 


Me tomó seis meses aprender y ser medio bueno. Me llevó con el señor Ramón. Y en esos meses fue que me enamoré. Es que Roberto es… tan apasionado. Me explicaba y resolvía mis preguntas. Jamás me pidió algo a cambio, solo mi buena conducta en el trabajo. 


Pero me dejó por mucho tiempo, nunca me dio su número ni yo el mío. No supe de él, hasta hace varias semanas en las que el señor Ramón me dijo que Roberto lo iba a suplir. Sería como tener a mi maestro de regreso, y a la persona que me gusta tan cerca de mí otra vez. 


Soy muy tímido, pero creo que hoy he sido muy valiente. Soy fuerte, pero jamás me había sentido tan vulnerable. 


Quiero repetirlo. Espero que ese beso le haya hecho sentir cosas bonitas y no asco.
 
 
 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).