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El obrero y el arquitecto por kurerublume

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por sus reviews. 

Hoy tocan los 3 jaja

Espero les guste.

CAPÍTULO XXVI: Ya pensándolo mejor


 
Hoy saldré con Santiago. Oh, Jesús, nunca he estado tan nervioso. Ni con Diego me puse así. Creo que me orinaré de la ansiedad, como la pinche dama que soy. 


Se supone que una cita es bonita y pinche rosita. Incluso una cita para tener sexo tiene que serlo, que es pues… lo que haremos. No hoy, no soy tan fácil, pero está claro que acabaremos cogiendo algún día y así hasta que digamos basta. 


¿Cuándo será ese día? ¿Terminaremos rápido? ¿Nos cansaremos? Tal vez solo queremos quitarnos las ganas y ya. 


Agh, jamás he tenido una relación así. Me gusta más tener pareja, aunque suene cursi. Pero creo que me da más seguridad. 


No está mal probar. 


Hoy es domingo, iremos a comer unas hamburguesas. Porque yo se lo dije como opción y él dijo que sí. Es cerca de mi casa. Un pequeño local, pero con comida muy rica. 


Veo ese auto negro tan familiar estacionándose. En cuanto sale, me quedo sin aire, Santiago es tan pinche guapo. 


—Gabriel —me saluda cuando le pone los seguros a su carro—, perdón si te hice esperar.


—Llegó a tiempo —digo sonriendo. Cielos, es rarísimo verlo sin su traje. Viene con un pantalón de mezclilla y una playera negra. Voy a tener una erección en cualquier momento. 


—¿Te gusta?  —parpadeo como pendejo para salir de mi estado de idiota. Estoy pensando en mamadas… y creo que de las literales. ¡Maldita sea, concéntrate pinche Gabriel!— Tú también te ves muy bien —dice mientras me barre con la mirada. Eso me da pena. Carajo, de verdad que debe tener un problema con sus ojos. 


¿Cómo es que se acabó fijando en mí? No entiendo. No tiene sentido. 


—Gracias. Es por aquí —camino delante de él. La calle es algo pequeña para caminar juntos. Estamos a una cuadra, así que llegamos jodidamente rápido. 


Este lugar es pequeño, con paredes marrón y algunos grafitis bastante padres en mi opinión. Pero no sé si a él le guste. Oh, carajo, ¿por qué yo dije ideas? ¿Qué tipo de lugares le gustan a él? 


Nos sentamos en una mesa para dos, de frente. Con un pinche silencio más incómodo que tener el pene de lado. 


Vemos las cartas, pero yo ya sé que pediré la hamburguesa con arrachera.


—¿Pedimos papas a la francesa? 


—Justo le iba a preguntar eso. No sería hamburguesa sin las papas —respondo con una sonrisa. 


—¿Por qué me sigues hablando de usted? No es necesario. Aunque no te mentiré, me gusta en un punto muy enfermo que me llames así —¿en serio acabo de escuchar eso? 


—Cielos, si dicen que yo hablo sin pelos en la lengua, no me imagino qué dirán de usted —él empieza a reírse. 


—Que soy un cabrón —sonríe de medio lado y hasta puedo decir que parece orgulloso el hijo de la chingada—. Lo cual es muy cierto.

 

—¿Es así? —hay que dejar algo en claro: cuando un hombre te dice que es un cabrón, es porque sí es un cabrón. Y eso me desilusiona un poquito. Recuerdo que Fer me dijo qué podría pasarme sí salía con Santiago. Y luego este tipejo me sale con esto. Puta madre— Entonces no sé a quién tengo enfrente —digo con sarcasmo. 


—Con un arquitecto que busca la excelencia —su respuesta no me deja nada en claro—. Que es bisexual hasta cierto punto porque prefiero más a las mujeres. ¿Y tú? 


—Yo… pues creo que yo sí soy gay. No me gustan las mujeres —creo que me estoy poniendo rojo de la pinche pena. Qué tema más perturbador. O sea que Santiago de verdad prefiere a las mujeres—. No sé qué tan buena idea sea esto —confieso—. No sé si quiero salir con alguien así de… de cabrón.


Y es la verdad. Con todo y mi pinche actitud de niño duro, la verdad soy muy sensible. Por algo siempre tengo mi cara de enojado. No quiero que me vean tan marica como soy en verdad. 


Santiago me ve fijo— Entonces primero hay que dejar claras las cosas y tú decidirás. 


Noto que él quiere empezar a hablar. Pero algo dentro de mí me dice que lo detenga. Tomé una decisión. 


—Ya no me interesa —suspiro—. No creo que yo sirva para tener una relación así. Me gustan más las cosas serias —llega la mesera y yo le pido que nos deje seguir viendo la carta—. Perdón por hacerle perder el tiempo. Ya lo pensé mejor. Discúlpeme. 


Me pongo de pie, súper listo para irme. Gabriel no sirve para esto. Porque siempre siempre termino enamorándome. Es que… ¿quién podría tener sexo sin amor? Yo no. Agh, soy muy cursi y medio idiota. Fer me va a decir «te lo dije». 


Sí, sí… me derrito por Santiago. Y claro que quiero que me coja. Pero saldré lastimado y no quiero ser tan estúpido como para meterme yo solito el pie. Gabriel no es así de pendejo. 


Es mejor. Antes estaba muy indeciso si sí o no, pero ahora sé que para nada quiero algo así. Ya Santiago se conseguirá a otro que no le importe solo coger. Porque no seré yo, papacitos. 


***


¿Sí conocen esa sensación de persecución? 


Yo no, hasta hace unos días. Desde que besé a Roberto siento que me odia y que me mira ya no solo con decepción, sino con rencor y asco. 


Mi cabecita pensó que tal vez sentiría bonito. Pero soy hombre, eso no tiene nada de lindo. No soy lindo. Tengo algunos granitos por mi edad, siempre ando medio sucio y sudado. Mi cabello es algo seco. 


No sé por qué pensé tan positivo. 


Fui… muy tonto. 


—¡Martín, dame de comer, hijo! —salgo de mis tristes ideas y voy corriendo a la estufa. Estaba calentando la comida de mi abuelo. 


—Voy, abue —mi abuelito está ya sentado. Así que solo sirvo la comida en su plato. 


—¿Ya me habías dado de comer? —me pregunta y siento que voy a llorar. 


—No, abue. Apenas lo vas a hacer —le pongo la comida enfrente y luego voy por mi plato. Me siento y comenzamos a comer—. Tus pastillas para el corazón primero —me levanto y con cuidado le doy su medicina y un trago de agua. 


Sí, él es mi único familiar vivo. Por él es por lo que quería vender droga. Porque sus medicinas son medio caras. Para la diabetes, para el corazón y recientemente para el cerebro. Está olvidando las cosas muy rápido. 


Ese es mi mayor miedo: que mi abuelo ya no se acuerde de mí. El día que lo haga, me romperé en mil pedazos. 


Y llegará, lo sé. Pero quiero que ese día llegue cuando sea lo suficientemente maduro como para poder levantarme de eso. 


Viviré solo, ya sin familia. No quiero eso. No quiero.


La comida se vuelve medio triste porque empiezo a llorar mientras veo a mi abue acabar de comer. 


Tal vez sea hora de contarle a alguien sobre esto. 


***


Siento que soy muy frío con Rafa. Hasta me hace sentir mal. 


Antier parecía que me iba a decir algo y yo lo ignoré con una “facilidad” que parecía que se me salía una lagrimita. 


Soy bien débil. Hasta parece que me gusta ser así. Y claro, ya mis sentimientos por Rafa casi desaparecen. Pero aún lo quiero. Me preocupa y lo extraño. 


Hoy domingo me he levantado a las once de la mañana. Cuando me paré fue porque olía muy rico: hot cakes. Creo que son mi debilidad de domingo. Me gusta comerlo con cajeta o con mermelada de zarzamora. Poquitas veces con mantequilla y miel. Y ahhhh, creo que estoy babeando del antojo ahora. 


Fui al comedor con mi papá y Juan. Empezamos a desayunar y yo serví la leche. 


Todo va súper bien hasta que el timbre del departamento suena. Se me hace muy raro. La basura se supone que pasa los sábados en la mañana. 


Me pongo de pie después de la mirada de mi papá bien bonita. Con miradas dice todo ese hombre.

Qué miedo. 


Pregunto, como buen ciudadano que soy, que quién toca. Y la bomba me cae encima. 


—Soy Rafa —Cristo, no puede ser verdad. ¿A qué vino? 


—¿Qué pasa? —pregunto con un gallo saliendo de mi garganta por culpa de los nervios— ¿Todo bien —me seco las manos porque siento que me sudan y luego abro la puerta. 


Rafa se ve medio deprimente— Hola, Fer. ¿No molesto?


—No más de lo usual —contesto bromeando. Me hago a un lado para que pase— ¡Papá, vino el arquitecto Rafa! 


Mientras vamos caminando escucho pasos y trastes sonando. Genial, mi papá seguro cree que en cinco segundos puede arreglar el desastre de comedor. 


Antes de que lleguemos ahí, aparece Juan sonriendo— Hace mucho que no venía —su sonrisa es muy falsa y lo hace por una sola cosa: darle tiempo a mi papá de arreglar el resto de la casa—, qué milagro.


Rafa le sonríe— Es que andaba medio ocupado. Perdón —se ponen a platicar de algunas cosas mientras yo voy rápido a terminar de acomodar la mesa. 


Una vez que está lista, mi papá es el que va por Rafa. 


Espero que esto deje en claro que mi papá, Juan y yo nos sincronizamos muy bien para estas cosas. 


Le ofrecemos comida a Rafa y la acepta. Y claro, se nota que quiere hablar solo conmigo, por eso mi papá jala a Juan y los dos se van a ver la tele. 


—Y… ¿qué pasó? —comienzo con mis manos en la mesa y mis pies bailoteando bajo ella. 


—Pues… ay, Fer. En serio sí soy un completo imbécil —sus ojos se ponen vidriosos. Oh, no. No. Si se atreve a llorar me enojaré. Solo Gabo sabe que no me gusta ver gente llorar porque no sé qué hace mi cuerpo que empiezo a llorar también y es muy incómodo. 


—Pues…
—Fer, perdóname —dice mirando al piso—. Fui muy insensible y rencoroso. Te pedí algo muy feo, y luego lo que me dijiste me hizo sentir terrible. Tú también fuiste un imbécil —me mira de repente con enojo—. Sentí que si no cogía contigo o ni lo intentaba, entonces era un cobarde. Me enojé contigo.


Se queda en silencio y yo ni sé si esto fue una disculpa o un reclamo— ¿Entonces qué quieres? Si viniste a sacar lo que tenías guardado, pues no hay problema. Los dos sí fuimos imbéciles.


Él me jala y me abraza— Ya volvamos a ser amigo, Fer. Yo…


—Porque eso de que solo quiero coger contigo es mentira —le aclaro antes de que se me olvide—. Creo que entendiste mal lo que quise decir. 


—Ya lo entendí. Pero no deja de sorprenderme. Es que… sí te entendí ese día. Pero luego me dijiste cosas muy feas y entonces yo pensé que solo buscabas eso —se aleja un poco de mí—.  Pero estas semanas creo que… tú de verdad no serías capaz de eso. 


—Sí lo soy —respondo con sarcasmo. Rafa me voltea a ver asustado y yo pongo los ojos en blanco—. Dios, de verdad eres de imbécil y tonto. No sé por qué me fijé en ti —hago drama y me empiezo a reír.


—¡Hey! —me golpea en el hombro y yo no dejo de reír. 


—Podrías inventarte una novela tú solito —lo abrazo y ya contento mi risa—. Pero no te preocupes, ya no me gustas. No después de ver tus berrinches. 


Me vuelve a golpear y ahora él pone los ojos en blanco— Entonces no era amor de verdad. 


Ya después de eso solo seguimos comiendo. 


Y me pregunto si de verdad era un amor en serio o no. 


Yo lo sentí así. Digo, no mentiré, claro que imaginé alguna vez que lo hacíamos y que no me veía siendo el de abajo. Pero que lo iba a disfrutar y lo ansiaba. 


No recuerdo muy bien. Solo que yo lo sentí muy en serio y que no me importaba mucho si los demás se burlaran si Rafa me aceptaba. 


Supongo que será un tema que no saldrá de nuevo. No cuando ya recuperé a mi amigo. 


No soy tan tonto. Esto es algo muy bueno. Me alegra que Rafa se haya animado. Me alegra mucho. 
 

Notas finales:

Ojalá y les haya gustado. Nos seguimos leyendo.

¡BESOS!


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