Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ya regresé, después de dos mese y medio, creo. 

Y también para ponerlas al día, así como lo he puesto en los fic que ya he actualizado: no fueron buenos meses, hubo hospitalizaciones y mi abuelo falleció. Pero aprovecho ya de una vez para poder escribir porque extrañaba horrores esta historia.

Agradezco su apoyo y paciencia.

Espero este capítulo les guste. Ya tengo el siguiente :)

CAPÍTULO XXVII: Un mes después y todo aparentemente bien

 

Pasa como un mes desde que Rafa y yo nos volvimos a hacer amigos. Todo ha ido muy bien, vamos a la casa del otro a comer o ver series, pero no muy seguido porque estamos cada vez más apresurados con la construcción. Vamos ya a medio camino casi.

A Gabo igual lo veo más, de hecho, ha comenzado a salir con alguien, aunque no me quiere decir quién es, ni que fuera tan importante, pero bueno. Él se da sus aires de princesa. Supongo que las cosas con ese tal Santiago no funcionaron porque ya no he visto que se anden coqueteando cuando se ven, es más, Gabo se pone muy incómodo y el otro tipo igual. Ni le quiero preguntar a Gabo qué pasó, solo me dijo que ya lo había pensado mejor y lo dejamos ahí.

Hoy iré con Rafa a un cumpleaños de uno de sus amigos de la universidad.

Saliendo del trabajo, alrededor de las seis, voy a mi casa. Quedé de ver a Rafa afuera del metro para caminar las cuadras juntos y llegar pues… acompañados. Porque no he conocido a ninguno de sus amigos.

Dan las ocho para que salga y llego media hora después al lugar, apenas espero unos cinco minutos antes de que Rafa aparezca. Llegó muy puntual, qué encanto.

—Hola, Fer, perdón la tardanza —¿tardanza? Ja, para nada.

—Sí, ya decía yo que si llegarías para hoy —bromeo y él solo pone los ojos en blanco.

—Vente, es para acá —lo sigo y hablamos sobre qué haremos mañana en la construcción—. Po cierto, ¿no vienes muy arregladito? ¿Quieres ligarte a alguien o qué? —sonríe y yo me pongo nervioso.

—No, pero hoy me quería ver bien, así que aquí estoy —me señalo de abajo hacia arriba mientras intento respirar para calmarme. Creo que si me arreglé tanto fue porque estoy nervioso de conocer a sus amigos. Rafa no me habla mucho de ellos.

—Ah, ahí están —señala una bolita de unos cinco tipos riéndose. Todos alrededor de una mesa, en medio hay un misil de cerveza y una botella de ron al lado—. Tienes que saber, Fer, que ellos toman mucho; espero que no se pongan de pesados. ¿Hasta qué hora te vas a quedar?

—A las 11:30 para llegar a mi casa a medianoche, ¿y tú?

—Me voy cuando te vayas. Te llevo a tu casa.

—Espera, ¿no te viniste en metro como yo?

—No, lo dejé estacionado cerca de ahí. Ya te había dicho que si querías que te recogiera y me dijiste que no, ¿no te acuerdas? —me mira con cara como si estuviera hablando con un anciano.

—Sí,  sí. Ya acordé —seguimos caminando y cada vez estamos más cerca de sus amigos. El bar se llama «Puerto Escondido». Casi todo es de madera, excepto las mesas. Es pequeño por dentro: tiene la barra con un timón en medio y cinco mesas alrededor. Todas las demás mesas y personas están afuera. Tiene luces cálidas y de metal colgando.

Cuando llegamos, Rafa se les acerca— Ya comenzaron sin nosotros, qué grosería —los saluda chocando las manos y de inmediato me señala—. Él es Fer, trabaja conmigo —todos me saludan con la cabeza y Rafa comienza a señalarlos— Ellos son Gustavo, Sebas, Alan, Emilio y José —caray, todos aquí tienen barba menos el más bajito que se llama Sebas.

—Mucho gusto —respondo sonriendo y me siento junto a Rafa, entre él y Alan. Alan es alto, castaño más claro que Rafa y con más barba, creo que es el más barbudo aquí. Emilio es casi rubio; y Gustavo y José tienen el cabello como yo.

—Sírvanse lo que gusten —dice Emilio con una sonrisa para después darle un gran trago a su tarro de cerveza.

—¿Por qué tardaron tanto? —pregunta Alan— ¿Se estaban arreglando o qué carajos? —vaya, otro groserito.

—Estábamos trabajando, ya sabes, gajes del oficio —contesta Rafa.

—¿También eres arquitecto? No mames, hay que variarle al círculo —vuelve a hablar Alan mientras señala a Gustavo—. Solo él no es de Arquitectura, es peor: Contaduría.

—No lo niego —dice Gustavo con un movimiento de hombros, muy despreocupado—, pero pagan muy bien. Además de que soy un erudito en eso.

—Qué bastardo tan superficial eres, Gustavo —Alan le avienta una papa de la mesa—, nosotros somos como la Madre Calcuta de la arquitectura.

—Cabrón, ni que no cobraran por eso —Gustavo y Alan continúan en lo suyo mientras yo volteo a ver a Rafa aguantando la risa.  Creo que me caen bien por ahora.

Su plática sigue hasta que Sebas los interrumpe— Bueno, no nos dijiste, ¿eres arquitecto? —me pregunta directamente a mí.

—No lo soy, soy obrero. Rafa es como mi jefe —todos hacen una cara de sorprendidos y empiezan a chiflar.

—¡No mames, seguro te trae con cadenas en manos y pies! Nuestro Rafa era el más matadito de la generación, pinche perfeccionista —vuelve a hablar Alan.

—Y mírenme ahora —responde la cotorrita.

—En eso tienes razón —contesta Sebastián.

José es el más callado de todos, se ríe, pero casi no habla. Gustavo y Alan se discuten cada cinco minutos, Sebastián es el más tranquilo pues no está tomando mucho. Emilio es el más serio, pues casi no se ríe, solo habla a veces. Y entiendo por qué, ya que después de media hora se acerca a una chava y empieza a hablarle.

—Puta madre, ese cabrón ya se fue a ligar, pinche Emilio mamón —de verdad que Alan podría ser una copia de Gabo en cuanto a cómo habla. Pero se ve que es más pesadito que mi amigo.

—Déjalo, de suerte no se ha contagiado algo —dice José.

—Todo el maldito ejército de ángeles lo está protegiendo de eso.

Y así pasa una hora, yo he tomado dos tarros de cerveza y es mi límite. Ya son las diez de la noche. Pero creo que ellos apenas están tomando ritmo. Piden otro misil de cerveza de cinco litros.

Rafa está contento.

Otra hora después, las cosas comienzan a cambiar, ponen una canción de reggaetón y es ahí que todos se ponen de pie junto a sus mesas para bailar y acercarse a alguien de paso. Gustavo se va con un grupo de niñas y poco después están con nosotros.

Alan, José y Sebas no les hacen mucho caso, pero les hablan y se ríen. Rafa… Rafa ya está en un estado de ebriedad que se soporta. Pero cuando se va a servir otro vaso de ron, le detengo.

—Recuerda que vas a conducir, Rafa. Ya deja de tomar, se te tiene que bajar —él me mira con la cara molesta y vuelve a ponerme los ojos en blanco.

—Gabo tiene razón, eres como un papá bien pinche responsable —se sirve un shot de ron y no lo detengo a tiempo—. Ya a la mierda, le pediré a José que me lleve.  

—Borracho eres muy terco —le digo mientras comienzo a guardar mis cosas y las de él—. Ya vámonos, yo conduzco.

—¿El don padre trae su licencia de conducir?

—Sí, sí la traje.

—¿No confiabas en mí o qué?

—No encontraba la otra identificación y me traje esta.

Me estoy poniendo tenso. Jamás había visto a Rafa así. Es muy diferente.

Me despido de sus amigos y les aseguro que cuidaré de Rafa porque lo llevaré a su casa.

Cuando vamos de camino y llegamos cerca del metro, me doy cuenta que no sé dónde dejó su coche.

—No te diré dónde mierdas lo puse, Fernandito. Quiero regresar —da media vuelta y yo lo jalo.

—Rafa, solo quiero acercar más el carro a donde estamos para que no nos pase nada, ¿va? —lo miro a los ojos y cielos, de verdad está muy ebrio. ¿En qué momento bebió tanto? — Luego regresamos —no sé de dónde, pero me animo a darle un beso en la frente y lo vuelvo a mirar con ternura.

Toma como cinco segundos para que Rafa se anime a decírmelo, cuando subimos me doy cuenta que es automático. Y claro que empiezo a dar vueltas a los alrededores porque noto que Rafa comienza a quedarse dormido.

Este Rafa no me agrada.

Creo que a esto se refería cuando me dijo que en la Universidad bebía mucho y muy seguido. Tal vez… él ya sabe cómo se pone y prefiere no hacerlo, pero ¿entonces por qué no se midió?

-------

Al día siguiente, después de esperar ahí a medianoche para que el rey se despertara y llevarlo a su casa, que sus papás me llevaran luego a la mía y recibir un mensaje de disculpa a las siete de la mañana, me baño y pido disculpas a mi papá.

A eso de las diez ya estoy en la construcción. A la hora del almuerzo Gabo se sienta conmigo y luego se acerca este Martín también a comer. Últimamente ha estado más animado y eso me pone de buenas.

A la hora de la salida, a las seis, Rafa me evita por completo y maldición, ¿va a empezar de nuevo con sus estupideces? Como sea, ya me da igual.

Camino hacia la salida y Rafa me detiene, me jala y hace que lo siga por la construcción. Cuando llegamos a una de las habitaciones, muy fría, dicho sea de paso, veo que Rafa tiene los ojos vidriosos como si quisiera llorar.

—Fer, ¿ayer qué hice? ¿Te dije algo ofensivo? —sus preguntas me sacan de onda.

—¿No recuerdas?

—Sí recuerdo, pero hay espacios en blanco. Fer… —se encoge— por eso no me gusta salir a beber con mis amigos de universidad —confiesa triste—, porque regreso a esa época en la que era un caos con el alcohol. Contigo es diferente cuando hemos salido, pero algo me pasa con ellos que no me mido y empiezo a ser un imbécil.

—¿Por eso querías que te acompañara? —él dice que sí con la cabeza— ¿Por qué no me lo dijiste? Te hubiera detenido antes de que terminaras así.

—Me da vergüenza, Fernando —suspira—, a mi edad y sigo siendo un borracho.

—¿Lo eras en la universidad?

—Ya ahorita que lo pienso, yo creo que sí. No sé, hace mucho tiempo que no me ponía así. ¿Te imaginas? El más matadito de la generación era también el más ebrio —da una sonrisa cansada—. Como sea, te quiero pedir disculpas y agradecer por lo que hiciste ayer. De verdad confío mucho en ti, Fer —se acerca a mí y se pone un poco de puntitas para darme un beso en la frente, sonriéndome cómplice porque parece que de eso sí se acuerda.

—No fue molestia —contesto algo apenado. Lo abrazo—. Me gusta más cómo eres ahora, tan fuerte y dedicado. Pero sabes que cuentas conmigo en las buenas y en las malas.

—Gracias, Fer —me da unos golpecitos en la espalda antes de querer separarse, pero yo afianzo su cuerpo al mío— Ahm —exclama sintiéndose incómodo, pero quiero abrazarlo un poquito más.

—Te quiero, Rafa —noto cómo su cuerpo se tensa—, te cuidaré las veces que quieras.

Él me empuja levemente con los ojos bien abiertos— Fer…

—Ya vámonos, me congelo en este refrigerador —comienzo a avanzar y Rafa va detrás de mí.

Sé que Rafa probablemente lo malinterpretó, no dije eso de manera romántica, solo me di cuenta que lo quiero mucho.

 

***

 

Desde esa vez que me decidí a contarle a alguien sobre lo de mi abuelo, he querido platicar con Gabo y Fer. Pero no encuentro las palabras.

Una semana después, me di cuenta que seguía viendo a Roberto sin querer. Sé que a él no le importo y que si le cuento me mandaría por un tubo. Porque no tendría por qué preocuparse, soy un niño más al que ayudó.

—Martín, ven acá —me pongo nervioso cuando me llama.

—¿Qué pasa, señor?

Él sonríe— ¿Señor? ¿Por qué me llamas así? Qué desconsiderado eres —bromea con ese tonito que me pone más nervioso. Él es tan serio que me da miedo.

—¿Para qué me llamó?

—Ah, sí. Toma —me da un folder—, es sobre meterte a una escuela, estas dos son las que se abrieron a la posibilidad. Léelo y dime tu respuesta en una semana para meter la inscripción.

—Pero aún falta para que termine la construcción —reclamo.

—¿Y? —me mira mucho más serio que antes— Cuanto antes empieces con eso mejor para todos.

—¿No me quiere aquí? —pregunto triste— Creí que era útil.

Roberto se pone de pie frente a su escritorio— Eres útil, en serio que sí, pero tienes que estudiar y cumplir la mayoría de edad para regresar con nosotros. Si no te parece te puedes ir a trabajar a otro lugar —es tan frío cuando habla así. Me acuerdo que antes era más… bueno, no era tan así como es ahora.

Supongo que desde esa vez que quise coquetearle le di asco— Entonces me voy —doy media vuelta y abro la puerta.

Bien, nadie entiende que no me interesa estudiar, no me interesa ser menor de edad. Quiero trabajar porque solo eso te da dinero. Si decidiera estudiar solo lo gastaría.

Se escucha un gran ruido: la puerta cerrándose. Cerró la puerta en mi cara— ¿Qué es eso de que te vas, Martín?  Te vas a ir a meter a una escuela, ¿entendiste?

—Acaba de decirme que si no me parece me puedo ir a otro lugar, y eso haré.

Roberto me mira entre enojado y confundido—  Martín —dice más relajado—, dime la verdad. Hace años no quise preguntarte todo porque eras más joven, ¿por qué quieres el dinero? No creo que sea por avaricia o para algún vicio.

—Pues tiene razón en eso, solo lo necesito.

—¿Para qué? —me acorrala en la puerta.

—Para algo.

Se acerca más a mí— Dímelo, quiero ayudarte —trago saliva y mis manos empiezan a sudar.

—No es de su incumbencia. Usted solo quiere que me vaya, no me entiende. No le importo y está bien. No somos nada como para que se preocupe —comienzo a mirar a los lados.

—¿Sabes? La vez pasada quise preguntarte algo —se aleja un poco— ¿Sientes atracción hacia mí?

Abro los ojos y bajo la mirada cuando lo pregunta— Sí —contesto muy nervioso—, por eso quiero irme de aquí —y agh, mi voz comienza a quebrarse—. Porque…

—¿No te corresponderé? —termina mi oración y da un paso hacia atrás— En eso no te equivocas, Martín. Pero si por esa razón no quieres tomar esta gran oportunidad, me temo que sigues siendo igual de tonto que hace años.

En definitiva, levanto la mirada sorprendido— ¿Por qué es así? —una lágrima se me sale— Me enseñó lo que sé, fue paciente y considerado, pero ahora…

—Porque así hay que tratar a los corderitos o los asustas —dice sin remordimiento—. Si te trataba como trato a los demás no confiarías en mí y hubieras hecho quién sabe cuánta mierda.

Y comienzo a llorar, ¿quién es esta persona? Yo no recordaba así a Roberto, sí era alguien estricto, pero jamás me había hablado así. No le duele contestarme de esta manera, no repara en cómo me trata. No… no sé de quién me enamoré.

***

Voy yo, perros.

No quiero hacerla larga, pero las cosas tienen que superarse y saber cuando algo ya no vale la pena. Así fue con Santiago y sigo seguro de mi decisión.

A las dos semanas, cuando salí a un puto museo porque Rafa me pinches insistió, porque no hay nada más deprimente que dos idiotas en un museo, pero bueno. El punto es que ese día el cielo se abrió e iluminó a un tipo alto, moreno claro; puta madre, precioso el hijo de la chingada.

¿Y lo mejor? Que nos entendimos de inmediato. Aunque a veces es algo afeminadito, pero es normal cuando ya todos saben que los maricas suelen querer demostrarlo. Yo no, a la mierda, pero no me molesta cuando él lo hace. Y con afeminadito me refiero a que me da flores, dice cosas bien empalagosas y a mitad de la calle me jala para besarme.

Se llama Arturo, tiene 26. Trabaja en un restaurante de mesero y los sábados está en el museo.

Muy agradable sujeto, un pinche caballero. Sabe cómo prenderme cuando empezamos a besarnos a solas, tampoco es que en plena cuadra empecemos con esas mamadas.

Llevamos ya una semana así. No es que seamos novios, pero es implícita esta parte de que solo salimos nosotros dos. Bueno, al menos yo le soy fiel. No quiero verme como un histérico con eso cando aún no somos algo formal.

Así que aquí viene la parte en la que me llamaré yo solito como un hipócrita. ¿Por qué con Arturo sí y con Santiago no?

La respuesta hasta duele decirla porque es una pendejada: porque me había enamorado de ese maldito cabrón de Santiago. Sé que esa madre de que «clavo saca otro clavo» es una reverenda estupidez. Pero hey, aún soy joven y si no he aflojado del todo con este Arturo es porque sigo firme en que ya para esas cosas yo quiero hacerlo con mi novio y no con cualquiera. Soy súper marica en ese asunto.

Fernando ya sale más conmigo, ya no se cotiza tanto. Me divierto con Arturo, salgo seguido con él, me hace reír mucho; y el trabajo va excelente. Mi familia está en perfecto estado, mi hermano David está rarito, eso sí, pero creo que todo está fluyendo.

Y que me caiga un rayo si miento, pero puedo decir que todo va aparentemente bien.

 

 

Notas finales:

Espero les haya gustado este capítulo que escribí con tanto cariño. 

Nos seguimos leyendo.

¡BESITOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).