Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Ya llegamos a los 100 reviews! Qué emoción. 

Agradezco a Anross, Martha19 y Alcachofa por sus comentarios.

Espero este capítulo les guste.

CAPÍTULO XXIX: El martes que todo cambió

Una semana ha pasado desde mi salida con Fernando. Todo debería ser normal, pero la verdad es que no dejo de pensar en las palabras que me dijo de que me cuidaría las veces que quisiera. No sé, no estoy acostumbrado a mostrarme tan vulnerable, pero con Fer no me molesta.

 

Por eso lo invité esa noche, porque necesitaba a alguien que fuera como… mi soporte. De verdad quería ver a mis amigos de la universidad, pero algo en mí se acciona cuando salgo a beber con ellos, algo malo y que no controlo.

 

Le hablé feo a Fernando y aun así no me dejó, me llevó a mi casa como si fuera una quinceañera borracha, diciendo estupidez y media. No me reclamó nada. No pidió nada. ¿Qué clase de persona es él? Me intriga. Sé que es bueno, pero nadie puede ser tan bueno, ¿cierto?

 

Lo único de lo que estoy seguro es que ahora cada vez que lo veo me pongo súper nervioso. Entre la pena y las ganas de gritarle que es grandioso no sé qué es peor.

 

Por eso cuando este Alan me escribe para decirme que a la próxima vuelva a llevar a Fernando, como que me da una sensación mala. Como de ser posesivo o celoso. Es que creo que jamás me había dado eso. Es MI amigo, no de él. Y estoy mal, eso lo sé.

 

Además, no quiero que Fernando vuelva a ver a esa persona que procuro no ser más. De verdad que hace algunos años no estaba muy bien, sentía que algunas cosas no valían la pena; peleaba seguido con mis papás; me llegué a drogar y a ser un petulante odioso. Todo eso en un año y medio.

 

Cuando ocurrió lo que le conté a Fernando, sobre aquella vez que regresé a mi casa totalmente ebrio, me di cuenta que tenía que hacer un cambio en mi vida. He trabajado duro por eso y me ha ido bien. No he vuelto a fumar, mi relación con mis papás ya es muy buena.

 

Y hace una semana arruiné mi récord perfecto. Es que… Dios, me avergüenza portarme así frente a Fer, él es tan buena persona que me dan ganas de ser como él, ¿saben? Lo digo en serio, jamás había conocido a alguien como él. Es educado, desinteresado, honesto; cuida su lenguaje, su porte y todo. No sé cómo no tiene novia.

 

Por eso ya estoy confundido, porque a cada rato pienso en él; en su abrazo, en sus palabras bonitas y de apoyo. He pensado en… su cabello, en su olor. ¿Alguien tiene idea de lo asustado que me siento? No lo sé, no conozco a nadie que sí.

 

Estoy pensando en eso cuando recibo un mensaje de Sebas. Uno muy raro:

 

«Oye, te puedo hacer una pregunta algo… incómoda?» eso es lo que dice el mensaje y me saca de onda. Normalmente él no pregunta cosas así de raras, por eso le escribo que sí, que pregunte lo que quiera.

 

«¿Tu amigo Fer es gay?»

 

Abro los ojos de la sorpresa, qué bueno que esto fue por celular y no en persona.

 

«Por qué lo dices?» es lo que respondo.

 

«Mmm por nada, solo se me hizo raro. Pero me cayó muy bien»

 

Y así la conversación toma un aire “normal”, pero yo sigo en plena adrenalina. Quiero preguntarle por qué pensó eso, pero sería muy sospechoso.

 

Es hasta las seis de la tarde que me escribe si podemos vernos y yo le digo que sí.

 

Quedamos en un café cerca de mi casa, llego a las 7:45, ahí lo espero hasta que a las 8:00 llega. Sebastián es el más bajito de todos nosotros. Tiene el cabello negro y algo ondulado, y pecas medio oscuras en la cara. Su nariz para nada es respingada, pero nada anormal tampoco.

 

—Hola, Rafa —saluda cuando llega.

 

—Hola —le contesto de regreso. Él se sienta y pide un té verde. Sebas cuando no toma es el más saludable de todos nosotros.

 

Yo pido un chocolate y un pan.

 

Mi amigo comienza a hacerme la conversación y de verdad quiero saber qué se trae entre manos porque es medio flojito para salir. Entonces que me haya dicho de la nada que si salíamos, pues es sospechoso. Todo esto es sospechoso y quiero saber qué está pasando.

 

—Bueno, Rafa —dice tranquilo, haciendo sonar como que viene lo importante—, es que… sé que me voy a ver muy entrometido, pero ese día que salimos como que me dio el aire.

 

—¿Aire de qué?

 

—De que le gustas a tu amigo Fernando. ¿Seguro que no es homo? —pregunta enarcando una ceja.

 

Yo vuelvo a ponerme nervioso. De repente llegan todos los recuerdos de cuando se me confesó y que yo le hablé súper feo— Pues… no que yo sepa, ¿pero por qué lo dices?

 

Sebas pone los ojos en blanco— Ya te dije que me dio un aire. No sé, tal vez vi mal.

 

—¿Viste?

 

—Pues que te cuidaba mucho, aunque eso cualquier buen amigo lo hace —voltea a ver hacia el costado y se muerde el labio—. Pero también te diré que… yo miraba así a alguien más hace unos meses.

 

—¿Qué? —ya no sé qué se trae entre manos, Sebas está raro el día de hoy— ¿A quién?

 

—Rafa —inhala profundo—, te lo contaré porque de verdad te tengo mucha confianza y porque sé que ya no eres como antes —voltea a verme súper serio y yo me quedo en silencio—. También porque sé cómo te has de sentir, creo. O tu amigo, bueno, a quien le quede el saco, ¿sabes?

 

—Ajá —digo sin pensar, porque no, no sé de qué habla.

 

—Estoy saliendo con Alan —confiesa de golpe.

 

Ambos nos quedamos mudos y yo volteo a los lados para saber si alguien escuchó lo que yo— Ahm, ¿con Alan? —repito en voz alta para procesarlo.

 

—Sí, con nuestro Alan —afirma con seguridad, casi orgulloso—. Es que mira, se siente horrible que te rechacen. ¿Recuerdas cuando Alan me dejó de hablar?

 

—Sí.

 

—Fue porque me confesé, y créeme que no fue lindo. Pero pues yo lo seguía viendo con una cara de idiota, que de verdad me asusté de mí mismo. Porque me la pasaba todos los días repitiendo que estaba mal, que era una confusión mía —toma un sorbo de su té.

 

—¿Y entonces? —pregunto impaciente.

 

—Pues no sé bien qué pasó, solo sé que el hermano de Alan le dijo algo y por eso me volvió a hablar —empieza a sonreír de una manera como atontada—. Agradecí eso y no quería arruinarlo, ¿pero sabes qué pasó?

 

—No —me meto lo que queda del pan directo a la boca porque quiero que ya me cuente qué rayos pasó para que Alan, el señor barba conquistador, esté saliendo con Sebastián.

 

—Pues que Alan terminó besándome una vez, por curiosidad. Y nos gustó —su sonrisa se ensancha cada vez más—. A tal punto que ya no podíamos vernos sin besarnos. Lo demás es de flojera, pero en fin. Quería contarte esto por si sientes que me quieres decir algo también y que tengas la confianza y seguridad que jamás serás criticado, al menos no por mí.

 

Se recarga bien en su silla y da otro sorbo a su té verde.

 

—¿Viste algo de eso conmigo y con Fernando entonces? —pregunto para estar seguro de que no estamos hablando de cosas diferentes.

 

—Sí, mmm —se la piensa un rato y al final vuelve a hablar—. En los dos, de hecho. Pero mira, a veces veo cosas donde no, entonces si te hice sentir incómodo de verdad que no era mi intención. Pero de seguro ambos han de tener miedo. El miedo aquí no sirve —se peina su cabello hacia atrás y de nuevo nos quedamos en silencio.

 

—Ya veo —digo después de pensarlo bien—. ¿Y Alan estuvo de acuerdo en que me contaras esto?

Sebas ríe de medio lado— ¿Bromeas? Convencerlo es muy fácil, además de que él también lo sintió. Él lo llama «el radar de los homos» y que en él se activó por mi culpa —ambos nos empezamos a reír.

 

—¿Y cómo es salir con él?

 

—Estresante y placentero —responde sin dudarlo—. El estrés es por lo externo, por los demás. Pero el placer y la tranquilidad que siento junto a él es enteramente de nosotros. Claro que hemos peleado porque aún tiene la costumbre de coquetear por socializar —hace una cara de fastidio que me da risa, pero me la aguanto—. Pero como novio es el mejor. Depende de la pareja, claro.

 

—Ya, qué bueno, Sebas.

 

—Claro, ya sabes que estoy para contarte mis secretos.

 

—Jamás los hubiera imaginado juntos —confieso.

 

—Nadie —sonríe—, por eso es tan fácil esconder nuestra relación.

 

¿Esconder una relación?

 

—Sí, pero estoy feliz por ustedes —yo mismo empiezo a cambiar la conversación, pero mi cabeza sigue pensando en eso.

 

Entonces le sigo gustando a Fernando, eso… no me molesta. Solo me causa un poco de angustia.

 

Sebas y yo nos despedimos a eso de las 10:00, ya que están cerrando el café, llego a mi casa en quince minutos y como una manzana antes de ir a mi cama y pensar mucho, pero mucho las cosas.

 

Mi corazón se acelera cuando pienso en todo este asunto, porque le estoy dando muchas vueltas. Hace un tiempo hubiera dicho que no sin pensarlo, pero me estoy asustando justo porque lo estoy pensando.

 

Sebas se veía tan… tontamente feliz cuando me platicó lo de él con Alan, me confundió, me dieron envidia, me alegré por ellos. Me dio una mezcla de todo. Incluso estoy emocionado, ¿todo esto lo sintió Sebastián? Qué agotador.

 

 

Cae el martes de la nada. Veo a Fernando hablando con Martín y Gabo durante el receso. Y quiero ir con ellos, así que no lo pienso más y voy. Fernando hoy viste una camiseta de tirante de color gris y su pantalón azul. Oh, carajo. No puede ser, no puede ser; ya estoy empezando a ver cómo viene vestido.

 

—Hola —les saludo y ellos me hacen un espacio—, ¿cómo han estado?

 

—Estábamos hablando de que el viernes queremos ir a bailar a casa de uno de los obreros que se llama Miguel, ¿quieres venir? —sugiere Gabo con esa sonrisa que últimamente tiene pegada en la cara— Siempre se ponen buenas sus “reuniones” para bailar, y su esposa cocina riquísimo.

 

—Sí, deberías venir, Rafa —dice Fer sonriendo. Me gusta su sonrisa…

 

—Claro, le preguntaré a mis papás a ver si no tienen nada planeado. Les confirmo en la semana —tomo un poco de agua que me comparten y de tanto en tanto me sorprendo queriendo mirar a Fernando. No es que de la nada me guste o algo así, solo estoy diciendo que tiene buen perfil y que de verdad es tan buena persona que debería estar con alguien como él. Por eso yo no me incluyo en la posibilidad.

 

Digo, ¿es necesario recordar que lo traté bien miserable al principio, o que lo menosprecié como obrero cuando salimos al bar, que le dije cosas medio feas cuando se me confesó; o que me ha visto ebrio y gritando cosas estúpidas? He hecho de todo para que se deje de fijar en mí.

 

Dios, estoy asustado.

 

***

 

No quiero decirlo en voz alta, pero cuando Rafa se sentó junto a Gabo, Fer y yo, como que no fue muy discreto. Se le quedaba mirando mucho a Fer y parecía que lo estaba inspeccionado. ¿Habrá pasado algo entre ellos? ¿Es por haberse reconciliado?

 

—Oye, Martín —llega Gabo junto a mí. Hoy es martes—, si vas el viernes, por favor avísanos, ¿vale? Recuerda que no puedes tomar y así.

 

—Pero qué papás son ustedes dos —reclamo con algo de enojo—, no es como que tenga diez años.

 

—Pero eres nuestro pequeño renacuajo —contesta Gabo y se va de ahí.

 

Sí soy como un pequeño para todos. Sigo siendo inmaduro y con algo de acné, así que no me siento en las mejores condiciones.

 

Pero eso realmente no importa, no cuando lo peor de todo es que desde hace una semana mi abuelo ha empeorado. Apenas ayer lo hospitalizaron y saliendo de aquí me iré corriendo a hacer la guardia. Traigo una mochila con algo de comida y mi muda de ropa, porque me quedaré a dormir y vendré en la mañana a trabajar.

 

Me gustaría pedir permiso de faltar unos días, pero… tendría que hablar con ese imbécil de Roberto. Y seguro me dice que no porque va a pensar que quiero irme de flojo o algo así, tiene una imagen muy fea de mí. Qué fiasco.

 

A eso de las 5:30, voy guardando mis cosas. Ya no aguanto más, quiero irme al hospital. Ya si me regañan pues ni modo, pero quiero irme ya.

 

Así que no le presto atención a nadie cuando salgo de la construcción, solo me lavo un poco mi cara para poder irme.

 

Me voy en el transporte público y llego en una media hora, no había mucha gente y estuve escuchando música de camino. Aunque eso sí, hace un calor espantoso, odio el calor. Parezco señora con el calor, de verdad que no lo aguanto.

 

Una vez que llego a la entrada del hospital con unos barrotes grises, enseño mi pase a los de seguridad, llego justo a tiempo para el reporte de los pacientes. Observo alrededor, hay varios enfermos, pero mi abuelo está un poco más al fondo. En un cuarto con otras cinco personas en cama. Él está en medio.

 

Me quedo quieto antes de respirar profundo y agarrar coraje. Mi abuelo debe verme feliz, mis lágrimas las puedo soltar después; ahorita no tengo tiempo para llorar.

 

—Hola, abue —lo saludo y acaricio su cabecita. Él ya casi no puede abrir los ojos.

 

No entiendo, hasta hace unos días estaba medio bien, pero de repente ya no podía hablar ni caminar. Le he estado dando pura papilla para que no tenga que masticar. Hace días que no hablo con él. Lo extraño, ¡lo extraño!

 

—Mmmm —es todo lo que dice al escucharme.

 

—Iré por agua y ahorita vengo contigo, ¿ok? —acaricio su mano antes de ir por agua porque mis labios están resecos.

 

De repente, cuando doy el primer sorbo, escucho que gritan el nombre de mi abuelo. Buscan a algún familiar de él, por eso me voy corriendo hacia donde está el doctor.

 

—Su abuelo tuvo un paro cardiaco —es lo primero que dice cuando le aclaro que soy su nieto—, estamos intentando reanimarlo, pero no está respondiendo.

 

Mi pecho empieza a acelerarse, mi garganta se tapa y duele. No puede ser, no puede ser. ¡No! ¡No!

 

Pero me aguanto, no quiero llorar si aún no ha pasado nada realmente terrible. Solo es un tropezón, se salvará. Solo es un paro cardiaco, pero lo pueden reanimar.

 

—Bien —contesto quedito. Le doy la espalda y empiezo a ponerme más nervioso. No tengo que entrar en pánico, no debo exagerar las cosas. Estará bien.

 

Me recargo en una pared, cuando, segundos más tardes, sale el mismo doctor.

 

Su cara lo dice todo…. No lo logró. Nadie lo logró.

 

En ese momento es que empiezo a derramar lágrimas y lágrimas antes de atreverme a volver a ese cuarto. No quiero verlo, no quiero. No quiero despedirme así, sin que él me conteste. ¿Qué le puedo decir si ya se fue?

 

Debí darle cientos de besos antes de irme por mi estúpida agua. Mejor dicho, nunca debí ir por mi agua.

 

Me hubiera aguantado mi sed, era la hora de visita y reporte, no de tomar agua.

 

Jamás debí salir.

 

Ya no me queda nadie, y ni siquiera estuve para mi abuelo.

 

¿Ahora por quién lucharé y tendré ganas de salir adelante? Justo ahora siento que no vale la pena seguir luchando. Siempre uno termina perdiendo todo. 

 

 

 

 

Notas finales:

Siento que este capítulo estuvo muy intenso. Espero les haya gustado porque ya se viene lo bueno, en especial para Martín :) dentro de lo que cabe.

Nos seguimos leyendo.

¡BESITOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).