Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Y finalmente está el capítulo de la segunda parte de esta historia, al final hice un recuento y toda una calendarización y dije: omg, seis meses es mucho, mejor que sean tres. 

Entonces aquí está el resultado.

Gracias por su comprensión y apoyo, en especial a Alcachofa. 

Espero les guste este reanudar que me costó un poquito más de lo que esperaba.

A leer :)

CAPÍTULO XXXI: Nos vamos enterando

 

Todo ha sido muy raro. Yo juraba que Roberto sabía lo de mi abuelo, que sabía para qué quería el dinero, pero no fue así. Sólo sabía que tenía un familiar y ya. Por eso aquella mañana que llegó y que se enteró de todo no me ha dejado solo.

Literalmente. Se ha venido a vivir conmigo, y no porque le haya dado permiso, él solito se vino a meter a mi departamento. Para nada ha abierto el cuarto de mi abuelo, me da mi espacio cuando yo lo hago. He entrado ahí varias noches a llorar y a pedir perdón. Llevamos así tres meses. Ya es diciembre, no lo vi venir.

Cumplí 17 hace una semana, pero ni siquiera me molesté en decirle a alguien. Le pedí a Fer y a Gabo que no le dijeran a nadie. Además, ya ni he ido al trabajo. Algunos compañeros me han venido a visitar, porque claro que ya todos saben qué ocurrió. Roberto tampoco me comenta nada sobre el trabajo, ni me deja pagar la renta a pesar de que tengo mis ahorros. Es muy terco y se mete en lo que no le importa, ni siquiera yo le importo.

Es domingo, son las diez, creo. Se escucha que alguien toca mi puerta.

―Martín, ya hice el desayuno ―dice con voz suave, últimamente usa mucho ese tonito conmigo; le doy lástima―. Tienes cinco minutos para salir ―cuando dice eso me pone de malas, es la primera vez en meses que me “amenaza” así.

―¿O qué? ―respondo fastidiado.

―Estarás más flaco y sin chiste que nada ―esa es la frase que colma mi paciencia. Me levanto de mi cama, doy pasos fuertes y aprisa. Abro la puerta con furia.

―¡No me digas eso, Roberto! Sabes que en cualquier momento te puedes largar. Eres una visita no deseada, así que déjame solo ―Roberto cruza los brazos y parece que sonríe.

―Qué bueno que ya saliste, ahora ven a comer ―jala de mi brazo y me sienta a la fuerza en la mesa de plástico que tengo para mi intento de comedor―. No sé si te gustan los huevos así.

Cuando veo el plato, me doy cuenta que hizo huevos rancheros. Tienen una tortilla medio frita abajo, una rebanada de jamón, el huevo encima y salsa. Y claro que al lado le puso verduras.

―Mi abuelo también hace… ―me quedo callado y luego continúo con lo que iba a decir. Quitando el nudo que tengo atorado en mi garganta― hacía eso de desayuno, hace ya muchos años.

Muerdo mis labios al apreciar mejor el desayuno. Sí, mi abuelo me hacía esto o hot cakes los domingos. Me consentía mucho.

―¿Sabes? Creo que sería buena idea que fueras con un psicólogo. Creo que tienes depresión y…

―¡Pues claro que estoy deprimido! ―grito con enojo, golpeando la mesa al mismo tiempo― ¡Mi abuelo se fue! ¡Ya no tengo a nadie! ¡Estoy solo! ―comienzo a llorar muy fuerte. Subo mis piernas a la silla y oculto mi cara entre mis rodillas. Estoy hipando de coraje. ¿Cómo se le ocurre decirme que estoy deprimido cuando trato de no pensar en eso?

Roberto no se acerca, sólo se queda en silencio un rato hasta que ya que me nota más tranquilo, habla― No estás solo. Yo te estoy apoyando, Martín ―extiende su mano hasta tocar mi rodilla―. Y te apoyaré hasta que ya no me necesites.

―¿No tiene hijos, esposa, amante o novia a quien cuidar? ―tomo una servilleta y me limpio mis mocos. Tengo la cara toda fruncida por el enojo― Yo puedo cuidarme solo ―me levanto de la silla y lo miro lo mejor que puedo―. Pero sigue aquí, dejando que dependa de usted. No puedo acostumbrarme a eso. Por favor, déjeme continuar mi vida y salir de mi depresión por mi cuenta ―Roberto hace una expresión de no entender, así que decido ser más directo―. No lo quiero en mi casa, le agradezco todo lo que ha hecho por mí. Se lo pagaré en un futuro, eso téngalo por seguro. Pero necesito que salga de aquí, me está estancando.

Al terminar de hablar me voy al cuarto de mi abuelo, como dije antes, es un lugar al que Roberto no se atreve a entrar, por eso sé que me dejará tranquilo.

Me quedo dormido y despierto cerca de las cinco de la tarde. Y ahorita que lo pienso, sí apesto a rayos. Hace cuatro días que no me baño.

Dios, de verdad estoy deprimido, creo que sólo he salido tres veces en estos meses. Por eso no me importa apestar. Pero hoy no soporto mi olor.

Al escuchar que no hay nadie, me da confianza de salir.

Voy al baño y de camino me quito mi ropa, obviamente no la dejo tirada en el piso, la cargo y ya cuando entro al baño y le pongo seguro, dejo todo encima del escusado. Me veo al espejo. Con razón doy lástima. No… este no soy yo. ¿Y cómo rayos se supone que soy entonces?

Agh, no tengo tiempo para pensar en eso. No, mejor dicho, no quiero.

Me baño intentando no gastar tanta agua. Pues recuerdo que Fernando es de esos locos que cargan su basura hasta encontrar un bote de basura y también de ahorrar agua. Huh, supongo que quiero ser como él. Fer es de verdad una gran persona. Tal vez le escriba para vernos con Gabo. Los extraño. Ni siquiera sé que ha sido de ellos.

Al terminar de bañarme, como media hora después de haber entrado, tomo una toallita de manos porque se me olvidó tomar la mía. Voy a la sala y me recuesto en el sofá un ratito, pero me vuelve a vencer el sueño.

―¿Gabriel? ―cuando abro mis ojos, ahí está Roberto― Te me vas a enfermar, te traje tu pijama.

Reacciono cuando siento una brisa muy fría― ¡Carajo, me quedé dormido! ―me levanto de golpe, le arranco a Roberto  mi pijama de sus manos y voy corriendo a mi cuarto.

Cierro la puerta de golpe, mi corazón late muy rápido. Qué vergüenza, Roberto me vio desnudo.

Ahora menos lo podré ver a la cara. Le grité que se largara de mi casa y aún así me trajo mi pijama para que no me enferme. ¿A qué está jugado ese tipo?

 

***

 

Sólo faltan seis meses para que termine la construcción. Es la primera semana de diciembre y ya desde hace días todos están como locos con la Navidad. Todo adornado e iluminado. Creo que me gusta pero no me gusta esto. Ya ni me acuerdo cómo se sentía tener novia en estas fechas.

Es domingo y ahorita estoy de compras con mi papá en un centro comercial, vinimos por unas luces para el árbol navideño. Pero me revienta venir a estas compras. Además, normalmente vamos a un mercado, no sé por qué ahora venimos a un lugar que es más caro.

―¿Sabes? También debemos comprar regalos para los demás ―dice mi papá sonriendo.

Ya en serio, ¿qué trae metido en la cabeza para querer comprar aquí? Tengo que bajarlo de las nubes.

―Si quieres mañana voy a la tienda de descuentos, a la que siempre vamos ―mi papá se detiene y voltea a verme―, ¿o no?

―Ya nos van a dar nuestro dinero de diciembre, hijo.

―Pero siempre lo hemos ahorrado, ¿este año no será así? ―él sonríe.

―Claro que ahorraremos, pero creo que este año quiero usar un poco más de dinero en los regalos, ¿tú no?

―No ―le contesto serio―,  prefiero ahorrarlo como me enseñaste.

―Me parece bien ―le resta importancia y sigue caminando. Yo lo sigo, pensando en por qué mi papá está actuando tan extraño.

En eso mi atención se dirige hacia una persona: Rafa. ¡Rafa está aquí también con su familia! Lo veo con sus papás y su hermano Rodri.

Empiezo a hacerle señas y él me ve. Nos acercamos y le doy un abrazo.

―Fer, ¿qué haces por aquí? ―pregunta emocionado.

―¿Hace cuánto no ves a una celebridad? ―bromeo― Pues vine con mi papá a comprar luces navideñas, ¿y tú?

―Mis papás quisieron venir a comer por el cumpleaños de mi mamá―me quedo callado y en eso caigo en cuenta de algo muy estúpido.

No puede ser.

―¿Cuándo es tu cumpleaños? ―pregunto más que sorprendido. Oh, por Dios. Nunca supe su fecha de cumpleaños en este año que llevo de conocerlo. Qué bruto soy― ¿Por qué no me lo has dicho?

―No me preguntaste nunca. Y tampoco me gusta decir mi fecha de cumpleaños ―voltea a ver a sus papás para indicarles que lo esperen un poco más―. Yo sí sé la tuya ―sonríe como si hubiera ganado una apuesta―, aunque cuando cumplí años fue cuando ya no nos hablábamos.

―Oh… ―recuerdo esa época―. Pero el mío es en enero, qué flojera. Cumplí los veintidós poquito antes de conocernos―se empieza a reír un poco y luego decido seguir hablando―. En serio perdón por no haber sabido, nunca se me vino a la cabeza porque soy estúpido. ¿Y cuándo es? ―estoy muy avergonzado, ojalá no este molesto conmigo.

―En serio no te preocupes, casi nadie de la construcción lo sabe. Es en mayo.

―¿Y qué dices de salir el viernes o sábado a festejarte de este año que se nos pasó? Porque hoy ya tienes planes con tu familia, no quiero arruinarlos.

Rafa se queda pensando y al final acepta― Pero no quieras pagar todo, eh Fernando.

―Eres el cumpleañero, todos tienen que invitarte algo. Y no todos los días cumples veinticuatro, abuelito oculta edades ―Rafa se ríe más, guardaba muy bien ese secretito.

―Cálmate que también me vas a alcanzar y no podrás decir lo mismo. Además, soy mayor que tú ―ambos nos quedamos mirando al reaccionar en ese detalle, nos llevamos casi dos años.

Nos reímos más fuerte.

Seguimos bromeando un rato hasta que noto que sus papás siguen esperándolo― Bueno, creo que ya me voy, seguramente mi papá ya me dejó en la plaza porque no le gusta esperar ―me encojo de hombros y palmeo su espalda―. Cuídate, nos vemos mañana y feliz cumpleaños muy muy atrasado ―lo abrazo rápidamente. Pero cuando me quito veo que Rafa abrió mucho los ojos y creo… que se sonrojó.

―G-Gracias, Fer ―¿acaso acaba de tartamudear? Imposible.

―Adiós ―me alejo de él con una sensación muy rarita. ¿Qué fue eso que acaba de pasar?

Es más, ya pensándolo bien, no es la primera vez que Rafa se pone así. Desde hace unas semanas que se pone nerviosito, torpe y colorado.

Qué raro.

 

 

Esa misma noche le escribo a Gabo para decirle si puede salir el viernes a festejar el cumple de Rafa y a los cinco minutos me contesta que sí. Y que si puede invitar a su novio Arturo, así que seremos cuatro sujetos en un bar.

 

***

 

El resultado de mi examen para ingresar a la Universidad será hoy. Publicarán todo por internet.

Estos meses estudié tanto, recibí tantos regaños de Santiago. Pues aunque me dijo que iba a empezar en agosto del siguiente año, se apresuraron las cosas y al final hice un examen casi exprés hace tres semanas.

No sé por qué de la nada fue de esa manera, supongo que fue una especie de examen para practicar, pero me dan unos nervios muy cabrones. Y hoy en la noche publicarán si me quedé o no. Si me gané el lugar o no llego al nivel que ellos buscan. Jamás había sentido tan juzgada mi puta inteligencia.

Son las siete, en tres horas más esa cosa estará publicada. Demonios, carajo. Maldita sea. Me lleva la verga.

―Gabo, tranquilo ―me dicen mis papás―, estudiaste mucho estos meses.

―¡Sólo fueron dos meses y medio! ―grito jalándome el cabello― ¡No es nada! ¡Todos los demás seguro no dejaron de estudiar por dos años como yo! ―me dejo caer en el sofá porque me tiemblan mis inútiles piernas― ¿Y si no quedo?

―Haces el otro examen y listo ―contesta David con voz de fastidio.

―Hazlo tú, idiota ―contesto enojado por su cero apoyo o intento por calmarme. ¡Que se vaya a la chingada si no va a apoyarme! Ni lo quiero aquí con su cara de pendejo y actitud de cabrón.

Mi mamá se acerca y me abraza― Si hasta te ayudó el otro arquitecto, hijo. Lo hiciste bien ―me acaricia mi cabello―. Fue muy poco tiempo, el resultado que hayas sacado, es sólo por la fracción de tiempo que tuviste, porque créeme que las ganas jamás faltaron.

Sus palabras me tranquilizan un poquito. Pero no deja de acurrucarme y al final termino dormido en el sofá.

 

Despierto de un brinco.

¡Carajo!

Me lanzo hacia mi celular a ver la hora: diez y media de la noche. No mames, pinche Gabo.

En friega entro a la página, alguien empieza a tocar el timbre de mi casa. Ahorita que lo pienso, eso fue lo que me despertó: hay alguien tocando el timbre como si no hubiera un mañana.

Al notar que mis papás no abren, voy yo corriendo a abrir la puerta.

Y cuando lo hago, me quedo mudo.

―S-Santiago ―su cara de enfado me asusta―, no puede ser ―me tapo la boca al pensar lo peor. Pero ese cabrón de inmediato comienza a reírse como loco

― ¡Ahora sí estás adentro! ―me carga y abraza como si no pesara nada.

Pero no me importa, yo lo abrazo de regreso y grito de felicidad. Es más, hasta estoy pinches llorando de felicidad― No puedo creerlo ―digo cuando me baja por fin y nos calmamos―, ¿no está bromeando?

―Mi humor no va por ahí, Gabriel ―dice ofendido y yo empiezo a reírme―. Oh, Gabriel, de verdad que eres tan capaz ―se acerca a mí y yo poco a poco dejo de reír―. Aparte de lindo eres muy inteligente. Te esfuerzas tanto, no eres mediocre como los demás ―habla mientras con su mano derecha toca mi cabello y mi cara como le place.

―Mmmm ―suelto cuando aprieta mis labios con su pulgar. Pero no termina ahí. Vuelve a tomar mi cabello, lo jala hacia atrás y me besa. Me besa como puberto caliente. Siento su lengua en toda mi boca, moja mis labios y juraría que podríamos hacer un pinche hilo de saliva de tanto que nos estamos besuqueando.

Se siente tan bien. Es como mi recompensa o mi manera de quitarme el estrés.

Yo succiono su labio superior. Él jala el mío con sus dientes en cuanto termino. Me toma de la cadera y me pega a él. Me pone contra la pared de la entrada. Creo… creo que me estoy poniendo duro.

Santiago empieza a lamer mi cuello y apretar mi cadera contra la pared para que… para que me sienta a su merced― Lo hiciste muy bien ―susurra para morder con fuerza mi cuello.

―¡Ahm! ―aprieto mis labios para no ser ruidoso. Qué pinche vergüenza. Es entonces que reacciono. Oh, por Dios. Esto está mal. Yo tengo novio… y rechacé a este cabrón hace meses. Así que pongo mi mano entre los dos para irnos separando― Gracias ―digo sin mirarlo a los ojos, no me atrevo―, ¿quiere pasar a tomar algo? Seguro mis papás se morirán al saberlo, y querrán agradecerle.

Santiago nota mi cambio de actitud y lo comprende. Vuelve a su porte tranquilo y de señor― Claro, me encanta que me agradezcan ―dice con burla para pasar a mi casa como si fuera suya.

Le escribo a Arturo para decirle la noticia y me contesta con su mamada de «ok. Felicidades». Este pedazo de cabrón me va a conocer mañana que nos veamos. ¿Qué clase de respuesta es esa?

Ah, pero yo sé por qué tiene esa pinche actitud. Es porque no he aflojado con él. No hemos cogido pues. Le he hecho un oral y unas cosillas más, pero no le he abierto las piernas ni el culo.

«Ahora menos, papacito» pienso mientras bloqueo mi celular y regreso mi atención hacia el comedor. Mis papás están atendiendo a Santiago con mucha felicidad. Y él también se ve feliz. Voltea a verme y me guiña el ojo.

¡Que no mame! Pinche viejo creído.

Sacudo mi cabeza e inhalo con fuerza antes de dar mis pasos hacia la mesa y sentarme junto al cabrón de Santiago.

Podrá ser un cabrón, pero enseña como un dios. La verdad le estoy muy agradecido, pero ni loco se lo diré porque… bueno, sí se lo diré porque se lo ha ganado. Pero nada más y empieza de idiota ya no le voy a decir nada.

Pinche Santiago.

 

Notas finales:

¿Qué les ha parecido? Me costó un poquito retomarlo pero ya va encaminado :)

No seguimos leyendo ¡BESOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).