Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

No puedo creer que esté actualizando a tiempo, hasta me da felicidad. 

Agradezco sus reviews, muchísimo. Sé que han de estar así de: ya danos el lemon. 

Yo estoy igual. En fin, me gustó mucho escribir este capítulo. Ahora le cayó el drama a nuestro querido Gabo.

Espero les guste :)

CAPÍTULO XXXII: Un buen día

 

 

 

Ya es otro día, es lunes. Roberto me despertó a las 6:00 am para que me cambiara y lo acompañara a la construcción.

En cuanto llegué, todos comenzaron a abrazarme y eso sólo hizo que quisiera volver a llorar. Roberto se dio cuenta y por eso me ha traído a su oficina.

Estamos en silencio, él parece estar viendo unos papeles porque no me hace caso y eso me molesta un poco.

―¿Entonces? ―le pregunto para llamar su atención de una vez, pero sin voltearlo a ver.

―¿Qué cosa? ―me revienta el estómago cuando se hace el que no sabe― Bueno ―dice cuando decide no hacerse el tonto―,  ya es tiempo de que regreses al trabajo. Y también ―hace una pausa antes de seguir―… el señor Ramón ya va a regresar. Le pedí que tuviera la confianza de hacerlo, pues quería que estuviera hasta el final.

Su historia me parece extraña― ¿O sea que ya no estarás? ―le pregunto, creo que eso es lo que me quiere decir.

―Exacto, creo que eso también te dará la confianza de regresar aquí. Además, es tu obligación con la construcción.

―Pero renuncié hace meses ―le digo cruzándome de brazos―, te lo dije.

¿Saben? Es demasiado extraño, antes sentía que tenía que hablarle de «usted» a Roberto, y a veces aún lo hago, pero ya no se me hace tan raro hablarle con este nivel de libertad. Claro, aunque sigue tratándome como niñito.

―No recuerdo eso, ni me diste tu renuncia por escrito ―sus comentarios vuelven a enfadarme.

―¿Te divierte tratarme como tu regalada gana? Ya te lo dije: no trabajo aquí.

―Entonces díselo al señor Ramón ―suelta con intención de que cambie de idea―, vendrá en una media hora.

Dicho eso, se pone de pie y sale de su oficina –que es también del señor Ramón- y agh, maldición. Si de verdad  va a venir no creo poder verlo a la cara. Tuvo que irse por motivos de salud, pero parece que está mucho mejor. Dios… ¿se habrá enterado que falleció mi abuelo?

Me siento en una de las sillas frente al escritorio, jalándome el cabello porque ni me atrevo a irme de aquí. Quiero ver al señor Ramón, lo extraño también.

Me quedo observando la mesa de tono gris y los muebles negros llenos de papeles y portafolios del grueso de un árbol maduro. No quiero ni imaginarme cuánto han de pesar. Y se supone que no debe de haber mucho documento aquí.

Me distraigo cuando la puerta suena y se abre.

Fer abre los ojos al verme y comienza a observar toda la oficina― Sólo estoy yo ―digo para que deje de andar volteando a todas partes como si estuviera perdido o hubiera entrado en otra dimensión.

―Oh, ¿sabes dónde está Roberto?

―No, salió hace ratito, pero no me dijo a dónde.

―Ah, ya. Gracias, te veo a la salida ―comienza a cerrar la puerta, pero antes de hacerlo, la abre de golpe― ¡¿Qué haces aquí?! Llevamos tanto sin saber de ti, ¿todo bien? ¿Estás esperando a Roberto? Lo busco por ti ―sonrío al ver su preocupación.

―Tranquilo, fue Roberto quien me trajo aquí. Me dijo que regresará el señor Ramón.

Fer toma asiento a mi lado― Sí, nos lo dijo ayer, muchos se pusieron contentos. Yo también ―sonríe muy bonito y veo que está muy sudado, seguramente apenas se dio un descanso o tal vez lo llamaron para acá y por eso vino― ¿Tú cómo has estado? ¿Vas a regresar? Todos te extrañamos.

Sus preguntas me dejan una sensación de que ando de inmaduro y berrinchudo. Yo también los extraño, eso es cierto― No sé si regresaré ―confieso―, además, en cuanto acabe esto me echarán por ser menor de edad todavía.

―Ah, tienes razón. ¿Entonces buscarás en otro lugar? ―me molesta que empiece a preguntarme eso―. Perdona, creo que estoy siendo muy invasivo. Pero sabes que en mi familia siempre tienes lugar y apoyo. Lo digo muy en serio, si quisieras mudarte con nosotros estaríamos encantados ―ahora sus palabras me causan ternura, siento que mis ojos están a punto de querer llorar. Muerdo mi labio para intentar calmarme.

―Muchas gracias, Fer. La verdad no sé qué haré de ahora en adelante ―suspiro y me cubro la cara con las manos―. No sé nada ―Fer pasa sus manos en mi espalda a modo de apoyo y de abrazo.

―Te diré que yo recuerdo que aquí eras muy feliz, puedes serlo en cualquier otra parte así como volver a serlo aquí. Eres inteligente y muy buena persona, te irá bien aunque ahorita pienses que no, sólo porque no lo sabes  y tienes miedo ―se queda pensando un rato antes de seguir hablando―. La verdad yo estaría aterrado, muerto de miedo si fuera tú ―me río un poquito con su comentario y él también―. Eres muy maduro, por eso puedes aceptar ayuda de los demás, ¿sabes? Porque eso no significa que eres un inútil, sino que tienes a muchos que te quieren.

Me recargo en él y nos quedamos en silencio.

Silencio que se interrumpe cuando alguien más abre la puerta.

―¿Martín? ―esa voz. Me levanto de inmediato, nos vemos a los ojos y ambos sabemos todo el dolor que traemos tras nosotros.

Ni lo pienso.

―¡Señor Ramón! ―corro hacia él y me abraza. Vuelvo a llorar por la felicidad de verlo y porque siento mi dolor cuando él me abraza con más fuerza. Él también está llorando― Lo extrañé mucho. Espero esté mejor.

―Créeme que estoy excelente ―seguimos abrazados un rato más, hasta que por fin nos separamos y limpiamos nuestras lágrimas entre sonrisas―. ¿Te veré mañana por aquí para terminar este trabajo o te veré después para comer? ―dice cuando ya parecemos más tranquilos. Y pobre Fer, al final se tuvo que ir y ni me di cuenta. Quizás nos abrazamos más tiempo del que sentí.

Limpio una vez más mi cara antes de responder― Ambas ―digo separándome un poco más de él y sonriendo―, creo que… quiero terminar mi trabajo aquí.

 

 

***

 

 

El bendito lunes, no, de bendito no tiene nada. Puto lunes mamón.

Le escribo en la mañana a Arturo para decirle que nos veamos en el parque de su casa. Como dije, me va a conocer el hijo de la chingada con su actitud tan pedante.

Así que la jornada laboral se me hace lenta y eso que nos traen como putos esclavos todo el pinche día. Están todos tensos por terminar ya la construcción. Faltan seis meses, falta tan poquito.

Y además estoy súper nervioso, ¿podré con el trabajo y la escuela? Seguro me pasará como a los Presidentes: me saldrán canas, bajaré de peso, me veré todo demacrado y agotado. Y ni me voy a poder dar vida de rey, qué mala pata.

En fin, en mi descanso le mando un mensaje a mi novio de que lo quiero puntual, ni siquiera ha visto el otro que le mandé, pero bueno. Yo le avisé.

Estoy en eso cuando escucho chiflidos y aplausos. No creo que sean por mi guapura natural, así que me asomo a ver qué rayos pasa.

―No mames ―digo cuando veo al señor Ramón y a Martín. Estoy fuera de mi cuerpo, ¿en qué momento pasó esto?

Voy corriendo como histérico buscando a Fer y cuando llego con él sin querer lo empujo un poquito― Sí, dime ―dice con sarcasmo.

―Fer, ¿qué está pasando? ¿Qué hacen aquí?

Fer pone los ojos en blanco― Ay, pinche Gabo ―se jala la cara hacia abajo como si estuviera cansado de mí. Qué cabroncito―. Ayer este Roberto nos dijo que el señor Ramón iba a regresar, y bueno, lo de Martín sí es sorpresa. Va a regresar a trabajar.

―Oh ―wow, cuántas sorpresitas para el descanso, eh. ¿Cuándo avisaron estas madres? Carajo, de verdad que debo poner más atención.

Así que como fans en concierto, hacemos una cola eterna para saludar a los recién llegados. Yo obviamente abrazo a Martín con unas pinches ganas que se asusta― Gracias, Gabo ―me dice riéndose.

―Nos vemos mañana entonces, Martín, sin falta ―me alejo de ellos para continuar con mi trabajo.

 

 

Dan las 6:00 pm, es hora de irse a casa. O en este caso, al parque que queda por la casa de mi novio.

Llego ahí como a las 6:40 y me siento en la banquita de cemento, tiene varias así alrededor. Comienzo a comer un poco de pepinos con limón y chile, creí que ya sabrían amargos, pero no. Aún saben bien.

―Hola, Gabo ―volteo un poco la cabeza al escuchar a Arturo, así que me arrimo para que se pueda sentar―. No, así está bien.

Su respuesta me caga― ¿Y eso? ¿No harás nada conmigo si no es coger ya? ―le pregunto con demasiado enojo. Si es por eso que está en ese plan tan mamón, no vale la pena.

―¿Y tú? ¿Sólo das besos calientes a los hombres… no sé, en la puerta de tu casa?  ―abro los ojos y siento que morí en vida. Me quedo mudo― Porque parece que coger todavía no, ¿cierto?

Del asombro y susto paso otra vez al enojo― No puedo creer que vieras eso ―estoy tan sorprendido aún―, sí fue mi culpa, pero lo detuve y no pasó nada más.

―No, sólo lo invitaste a pasar a tu casa ―puta madre, ¿este cabrón vio todo o qué chingados?

―¿Qué querías que hiciera? Él me ayudó a estudiar y fue quien me consiguió el cupo si pasaba el examen.

Su expresión se vuelve más sombría― Ah, estabas pagándole. ¿Y qué tiene que hacer alguien para que le abras las piernas, Gabo?

Rápidamente me pondo de pie y le doy una bofetada― No me refería a eso, imbécil. Si lo dejé pasar fue porque mi familia quería agradecerle y merecía aunque sea las gracias.

―¿Sabes qué, Gabo? Olvídalo. Yo pensé que eras diferente, pero no lo eres ni tantito ―da media vuelta―. Ya puedes ir a besuquearte o coger con ese tipo. Para mí ya no vales la pena. Eres demasiado mojigato.

Se marcha y me deja ahí con un pinche nudo en la garganta y los puños más apretados que nada. Estoy triste y enojado. Estoy muy ofendido y arrepentido.

Mierda.

Mierda.

Ya decía yo que por algo uno debe de hacer bien las cosas. 

«Eres un mojigato» esa frase se repite en mi cabeza porque no es la primera vez que me lo dicen. Mi exnovio Enrique también me lo solía decir, entre broma y serio. Pero bueno, sí pensaba que era así.

Es que no lo entiendo, ¿cómo debo ser con mis novios? Si soy lindo se asustan, si me abalanzo también se asustan. Y lo peor es que me tachan de alguien que se hace el santo sólo para gustarles.

No soy santo, pero tampoco soy un fácil. No encuentro un punto medio.

Sólo soy yo. Soy medio pervertido, tierno… soy muchas cosas. Pero les gusta tacharme de esa manera.

Aunque creo que en este caso tiene razón. Fui un total imbécil con Arturo y lo peor es que fue en su cara y sin que yo supiera hasta ahorita. Con razón contestaba tan seco, tal vez estaba pensando si seguir conmigo o no. Y bueno, ya tomó una decisión y seguramente estuvo pensando qué decirme. Tal vez era su intención decirme todas esas cosas o quizás fue porque al verme se volvió a enfurecer y se dejó llevar.

Como sea, creo que esto también es lo mejor. Yo también ya me estaba fastidiando.

También creo que este es uno de los rompimientos más rápidos que he tenido. Pfff, pues ni tiempo me dio de hablar.

Vuelvo a sentarme en la banca, ya anocheció. Noto que en los juegos infantiles, a unos metros de mí, unos niños están jugando. Uno de ellos se tropieza y se cae de cara.

«Ah, pero qué niño tan pendejo» pienso intentando aguantarme una risa que se me quiere escapar. Pero no sale ninguna risa, en cambio comienzo a llorar.

 

 

***

 

Después de hablar con Martín, me siento mucho mejor

Así que muy animado voy con el niño fresita de Rafa― ¿Quieres ir al cine? Acaba de salir una pelí buenísima desde hace una semana y no he podido ir a verla ―Rafa se queda callado y empieza a abrir y cerrar la boca muchas veces― ¿estás bien? ¿Te hace falta aire? ―le pregunto de broma y en serio porque se ve muy raro.

―No, no ―se agarra la cabeza―. Sí, te acompaño. Vamos en mi carro, ¿vale?

―Sí, está bien.

Me voy de ahí muy feliz, parece que hoy es un buen día y eso hace que me ponga todavía de mejor humor. Así que sólo tres horas después, el turno termina a las 06:00 pm. Todos comienzan a tomar sus cosas y a limpiarse un poco el rostro y el cuello. Dejamos nuestro uniforme en una parte del edificio para no tener que estar cargando.

Cuando salgo, que cabe mencionar ya tiene cemento, entonces uno puede salir más decente de la construcción, veo a Rafa. Se está mordiendo las uñas.

―¿Estás bien? ¿Pasa algo en la construcción que te ponga tan ansioso?

Rafa hace una mueca muy rara― No es eso, sólo… ya falta tan poco tiempo para que acabe esto.

―Ya sé, en menos de lo que piensas vendrán los demás a terminar el trabajo de instalaciones ―sonrío y él también lo hace, pero de inmediato se pone serio y voltea a otra parte.

―Bueno, vámonos. Estuve viendo funciones y hay una a las 06:30.

―¿Sí alcanzaremos?

Rafa pone los ojos en blanco― Tomando en cuenta los veinte minutos de comerciales, sí, sí llegamos a la función, Fer ―me vuelve a sonreír casual y comenzamos a caminar a su coche.

En el trayecto Rafa pone su música como es costumbre, muy variada y que no sabes si quien conduce es un puberto o un anciano.

Llegamos al cine, pedimos los boletos y yo pago― Déjalo así ―le pido cuando veo que comienza a sacar dinero de su billetera como si lo estuvieran asaltando―, mejor tú paga la comida. Siempre lo hemos hecho así, aunque… casi nunca venimos al cine.

―Ok ―se pone muy tímido al momento de entrar a la sala. Pero no digo nada.

En serio se me hace muy rara su actitud, ¿otra vez se enojó conmigo o algo? Y voy pensando mirándolo fijamente, no me doy cuenta de eso hasta que Rafa lo nota y me voltea a ver todo espantado― Perdón, creí que tenías algo en la cara ―me acomodo en mi lugar y empiezo a comer las palomitas, no me quiero esperar a que inicie la película.

Rafa empieza a hacer unos movimientos muy raros con su brazo izquierdo, tardo en entender qué quiere, así que ya mejor yo le paso las palomitas, porque eso es lo que quiere― Gracias ―su tono de voz es casi suavecito, como si tuviera miedo. Agarra unas pocas palomitas en su mano para volver a sentarse normal.

―No te iba a comer la mano, ¿sabes? Sé que trago como animal, pero no es para tanto ―nos reímos y Rafa muerde sus labios y voltea a otra parte―. Oye… ―quiero preguntarle qué tiene.

―Ya va a empezar la peli ―interrumpe cuando las luces de la sala se apagan.

Comienza la peli y me olvido de lo que quería decirle.

Sigo comiendo mis palomitas cuando siento algo suavecito, algo suavecito que se quita de jalón. Ah, era la mano de Rafa. Y aunque la poca luz no me deja ver bien, noto que tiene una cara de espanto que hasta contagia.

¿Qué le está pasando a mi amigo?

Notas finales:

¿Y qué tal? 

La cotorrita se sobresaltó del susto de que Fer le tocara la mano jajajaja. 

Ojalá les haya gustado.

Nos seguimos leyendo (recuerden que la siguiente será en dos semanas).

¡BESOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).