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El obrero y el arquitecto por kurerublume

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Notas del capitulo:

Perdonen la mega demora, estuve yendo a velorios y hace dos semanas mi hermoso perrito estuvo súper mal, vomitó sangre; estuvo dos días en una veterinaria con suero y terapia de líquidos y al final tenía daño renal terminal, entonces lo dormimos y estuve llore y llore por mi negrito (así le decíamos).

 

Entonces no tenía ganas de escribir, pero pues... hace dos días me llego la inspiración, hice un borrador y l pude redactar más rápido de esa manera en la compu :) para compensarles ya tengo el otro y lo subiré el domingo. 

 

Muchas gracias a Alcachofa, Eduardo, Nyl Mabel y Martha19 por sus reviews y apoyo. Sé que esperaban que no tardara tanto en actualizar, ni yo esperaba eso.

 

Espero les guste y pues... a darle :)

CAPÍTULO XXXV

No puedo, no quiero olvidar

 

Siento que esto no es verdad, que soy yo el que se pasó de copas y por eso ando imaginando cosas o peor aún, que yo me le acabo de lanzar a Rafa para besarlo y que por eso él se separa primero. Pero su cara de culpa me hace sospechar que tal vez no fui yo el que inició el beso.

—Sólo te quería besar a ti —es lo que susurra antes de esconderse sobre el volante.

Me quedo en blanco, ¿eso quiere decir… que cuando me comentó algo así en el bar, se refería a mí? Pero… no, él estaba ligando con las chavas de la otra mesa. Tal vez le dio pena acercarse, pero está claro que él quería con ellas.

¿Cómo es que me dice esto ahora? Tan de la nada.

Paso saliva cuando me doy cuenta que estuve todo este rato con la boca abierta. Diablos, tengo que decir algo.

—Escucha, si estás tan borracho no hubieras conducido. Vente, te pediré un taxi. Apaga el carro —quito el seguro de la puerta, cuando volteo a ver a Rafa, pareciera que le acabo de decir groserías porque su cara me dice que está lo que le sigue de ofendido.

—¿Crees que es eso?

—Es eso, Rafa —le insisto e intento poner cara del mejor amigo del mundo—. O bueno, aunque sea pasa a mi casa nada más a tomar un café y ya —pero no, Rafa sigue bien pegado a su asiento y el motor sigue encendido.

—No estoy ebrio, Fer. Tomé como cinco en todas estas horas, así que no estoy tan mal como piensas. ¿Quieres que te haga un cuatro o algo así? —se acerca otra vez y no huelo alcohol en su aliento. Quiero decir, no en exceso. Sus ojos no se ven idos ni rojos.

Así que eso sólo lo vuelve más incómodo, de verdad no está ebrio— Bueno, no es necesario. Veo que estás bien, entonces ya me voy. Me avisas cuando llegue a tu casa, ¿va? —abro la puerta, pero Rafa me detiene casi desesperado.

—¡Fer! ¿No… no vas a decir nada más?

—¿Sobre qué? —parece que hice otra mala pregunta, pero no parece enojado, sino herido. Creo que jamás había visto una cara tan triste en alguien.

Sonríe sin ganas y se voltea— ¿Entonces esto fue lo que sentiste? Dios, qué insensible fui.

Al principio no comprendo, pero me toma unos segundos darme cuenta que se refiere a cuando me le confesé y después me dijo que fuéramos amigos y que actuáramos como si nada. Por eso tengo que decirle algo antes de que piense más— Rafa, eso fue lo correcto.

—¿Y te dolió tanto como me está doliendo a mí? —voltea a verme de nuevo y sigue con esa expresión tan triste— Yo… tomé tanto valor para hacer lo que hice y tú, actuando como si no hubiera pasado nada. Porque dices que es lo correcto —pasa sus manos por su cabeza, como si le doliera—. ¿Cómo es que no me odias, Fer? Yo te dije todo lo que se necesita para romper un corazón y aquí estás conmigo, celebrando mi cumpleaños.

Su comentario me altera mucho— No te odio porque eres mi amigo, Rafa.

—¿Y sigues sin querer algo más conmigo? —susurra y ladea la cabeza, esperando que le responda rápido. Pero no puedo, mi cerebro está tonto en estos momentos.

—Rafa… no —suspiro—, porque ya no me gustas. Tal vez te pase como a mí.

—Fer, llevo semanas sintiéndome así. Y por fin comprendí que es porque te quiero. Sé que no se me va a pasar nunca porque hace mucho no me siento así, tan enamorado de una persona —me sonrojo por sus palabras, no tenía idea. ¿Pero por qué ahora? ¿Por qué?—. No sé cómo te lo pude pedir antes ni cómo lo lograste, pero no puedo hacer como si nada, olvidarlo y ya —sus manos se acercan a las mías, pero yo las alejo.

—Pero lo hice por nosotros, nuestra amistad. ¿Sabes cuánto me costó? —volteo hacia otra parte, apenado por confesar lo mucho que me tomó llegar a este punto de sólo amistad.

—¿Y de verdad ya no sientes nada? —me animo a mirarlo, con su barba, su cabello castaño y sus ojos tan… esperanzados de que ocurra un milagro.

—¡Fernando! —el grito me asusta demasiado, brinco en mi lugar. Con el corazón en las manos, noto que es mi papá quien me está llamando desde la ventana de nuestro departamento— Hazme el favor de subir ya —cierra la ventana y suspiro porque al parecer sí pasó un milagro: pude zafarme de esto.

—Rafa, me tengo que ir. Pero hablamos de esto el lunes —él ya no dice nada—. Avísame cuando llegues a tu casa —cierro la puerta y saco las llaves porque me urge entrar a mi casa ya.

Saludo a mi papá, quien se enojó de que no le avisara a qué hora iba a llegar. Así que lo calmo y me disculpo con él, prometiendo hacer el desayuno mañana.

Así que una vez calmo a la bestia de mi papá, me voy a mi cuarto y ahí me doy cuenta de algo muy importante: mi corazón no ha dejado de latir rápido.

Cielos, ¿esto vale como una confesión? Porque hace mucho no me daban una, justo porque me pongo nervioso y siento que me da el infarto.

No puedo dormir.

¿Ya no siento nada por Rafa? Su pregunta me hace pensar muchas cosas que hace tiempo no me permití.

¿Por qué de repente le gusto a Rafa? Yo no hice nada, sólo seguí siendo su amigo.

¿O será una prueba para saber si aún me gusta? No, Rafa no haría algo así.

Me paso muchos minutos acostado en mi cama, mirando el techo, hasta que me llega el mensaje de Rafa de que llegó bien a su casa. Pero en cuanto veo su mensaje, de nuevo mi corazón late muy fuerte.

—Es que ya no me gustas, Rafa —susurro para mí mismo, pero vuelvo a hablar sin sentido—. Por eso tenemos que olvidar esto. Cualquiera diría que nos gusta arruinar nuestra amistad —sonrío por decir eso, porque parece que es verdad, Rafa y yo nunca podemos estar bien como amigos.

 

Una pregunta azota mi cabeza como una cachetada:

«¿Y como novios?»

 

***

 

El fin de semana para mí fue de lo más normal. Nada comparado con hoy.

Es lunes, y de verdad, si pudiera, me estaría retorciendo de la pinche risa que tengo atorada en la garganta. Santiago pendejo, ¿es que no sabe lo que significa ser discreto?

Me está mirando con tanto odio justo ahora, sí, lleva horas así. Y si no me equivoco es por una razón. Sólo hay una manera de comprobarlo.

—Paco, ¿ya nos vamos a comer? —jalo del brazo a Paco, el “compañero” nuevo de la construcción. Llegó la semana pasada y creo que vernos tan juntos es lo que ha hecho a Santiago tragarse su propia bilis del coraje que le da.

—Sí, vámonos —rodea mi cuello y me guía hacia el cuarto piso, que es donde últimamente hemos ido a comer—, ¿qué te hicieron tus papás? —pregunta una vez llegamos, estamos esperando a Fer.

—¿Me lo vas a quitar?

—Sólo si vale la pena —responde travieso y yo le saco la lengua. Pinche Paco.

—¿Me darás algo a cambio? —subo y bajo mis cejas repetidas veces, porque sé que eso le da risa

—Ok, tú ganas —se acerca a mí y yo abro la boca.

—¡Jóvenes! —el grito de Santiago nos asusta y nos ponemos de pie a una velocidad sorprendente— Les agradeceré que las muestras de afecto sean fuera de estas instalaciones, por favor.

Paco y yo nos quedamos con cara de qué pedo. Intento hablar para aclararle lo que estaba pasando— Santiago, esto no es…

—Es todo lo que diré, si los vuelvo a ver así, considérense despedidos —da la media vuelta y se marcha.

—Pinche viejo amargado —suelto molesto cuando se va, me siento en el piso de mala gana—, ¿qué carajos se cree?

—Parece que lo malinterpretó —dice tímido este Paco, sacando los dulces que tenía en la mano y que me iba a lanzar para que yo intentara atraparlos con la boca.

—¡Obvio que lo malentendió con esa pinche mente pervertida que tiene! No mames, ¿qué pensó que me iba a tragar con la boca así de abierta?—respondo más enojado que antes.

—¿Y tú qué sabes de eso? —su pregunta me toma desprevenido y comienzo a tartamudear, lo que le ayuda a saber mi secreto— Wow —abre los ojos sorprendido y voltea a ver por donde Santiago se fue—, entonces es él con quien casi…

—¡Cállate! —me lanzo hacia él para taparle la boca— Pfff, obvio no. Qué pena andar con ese señor que se emputa por todo.

—Pues es como tú, Gabo —dice sin malicia. Y agh, yo también me emputo por todo.

—Sí, sí. Así soy.

Paco se ríe y eso me calma. Es que es imposible no contarle todo a mi primo favorito.

¿No les había dicho eso de Paco? ¿No? Pues es lo que el cabrón de Santiago no quiso escuchar por mamón.

 

Así que a la salida, voy caminando con Paco y Martín hacia la entrada, pero alguien me toma del brazo, deteniéndome.

—¿Puedo ver contigo lo de la tubería? —es Santiago, totalmente serio y con un aura negra que hace parecer alegres a las nubes más grises— Será rápido —aclara cuando ve mi cara de querer huir.

—Ok —suspiro agotado. Le hago una seña a los demás para que se vayan adelantando.

Lo acompaño a ese dichoso piso que no me ha traído más que problemas— ¿Quieres decirme por qué se ve así? —suelta de golpe y señalando la parte de la pared.

—Pues tuve que hacer una perforación pequeña y lo volví a tapar, ¿por qué?

—Gabriel, esto está mal hecho —volteo a verlo muy ofendido, ¿mal hecho? ¿De dónde saca eso? —. Además, la tubería sigue sacando agua.

—¿En serio? —me agacho y reviso, abro la llave para comprobar eso, pero no pasa nada— ¿Pues de dónde? Yo no veo que salga agua.

—Como sea, ya mejor se lo pediré a otra persona mañana —responde enfadado y agh, haciendo que me sienta inútil y mal por mi trabajo. Pero qué mentira, dejé la tubería en perfectas condiciones—. Perdón por retenerte, buen día —da la media vuelta, últimamente se le está haciendo una puta costumbre eso.

—¿Se está desquitando conmigo? Porque de verdad sólo tiene que olvidarlo, superarlo y ya —la pregunta me sale solita, como si mis neuronas mamonas hubieran hecho conexión y ni se molestaron en pedirme permiso para hablar.

Santiago voltea a verme extrañado, como sorprendido y enojado, como si hubiera olido un pedo o algo así— ¿Disculpa? ¿Crees que es eso? —su tono de voz me dice que oh, sí, hice molestar al dios de la soberbia.

—Sólo pregunté, sólo tiene que contestarme y ya —me pongo yo también a la defensiva, no me voy a dejar hacer por este inmadurito.

—Pues no, no me estoy desquitando.

—Ok, entonces todo olvidado. Buen día —paso junto a él, dando a entender que estoy terminando la conversación y aclarando que ya nada va a pasar. Pero no puedo alejarme del todo. No puedo cuando Santiago me jala y me empieza a besar con brusquedad, como si estuviera enojado todavía— Mnnn —gimo cuando muerde mi labio inferior, lo jala un poco y me llega a doler— Santiago —jadeo, intentando alejarme de él, pero no funciona. Me pone su peso encima para que dé pasos hacia atrás. Al final, termino contra la pared.

—Gabo —jadea él también para volver a besarme, sujeta mi cintura y la aprieta. Y de repente, empieza a pegarme su cadera, a moverla como si…

—Y-Ya —con una de sus manos toma mi cara y me obliga a permanecer frente a él, su lengua no deja de lamer y succionar. Se siente extraño— ¡Dije que ya! —con mis brazos, empujo lo más fuerte que puedo y funciona, Santiago se separa de mí— ¡¿Qué vergas pasa por su cabeza?! —me tapo la boca antes de que se le ocurra volver a acercarse— ¿Qué pasa?

Santiago baja la mirada y yo me relajo al verlo más tranquilo— No lo sé —dice casi triste, pero segundos después vuelve a mirarme como si tuviera fuego en su interior—, pero estoy seguro que te daré lo que quieres —hago cara de no saber a lo que se refiere—: quiero ser tu pareja.

De la pinche sorpresa creo que me desconecté del mundo— ¿Qué?

—Que quiero ser tu pareja, Gabriel.

Oh, cielos, en serio que está perdiendo la razón este hombre, y todo por su pinche orgullo— No creo que sea lo que quiere, ni tampoco yo. Intentamos algo pasajero, pero al final no quise eso. ¿Por qué no puede aceptarlo? —pregunto calmado por fuera, pero en serio estoy muy preocupado.

—Porque sé que quiero intentarlo a tu modo —se empieza a acercar a mí y yo me pongo más tenso que una cuerda—, ¿me darás la oportunidad? —pregunta mientras toma mi mano y besa mi cachete.

¿Y a este viejo qué pinche mosco le picó? ¿Como de aquí a cuándo ya quiere algo serio? — Lo… Lo pensaré —contesto tragando saliva.

Obvio no tengo nada que pensar, es un rotundo no. Pero es mejor decirlo con más testigos y no aquí estando solos.

—Lo conseguiré —pongo los ojos en blanco por sus palabras pendejas de siempre.

—Sí, sí, entonces espero tu mejor esfuerzo —logro zafarme de su presencia. Bajo las escaleras en modo automático, hasta con miedo de levantar sospechas si camino muy rápido.

Llego a la entrada con cara de pendejo, Paco y Fer me esperaron, y ambos al verme me preguntan si estoy bien— Es que te ves pálido, Gabo —mencionan preocupados.

—Es que ya me muero de hambre —digo sonriendo.

Ah, todo sería más fácil si la pinche gente terca decidiera olvidar ciertas cosas.

 

Notas finales:

Ojalá me haya quedado bien el capítulo, espero les haya gustado.

 

Nos seguimos leyendo.

 

¡BESOS!


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