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El obrero y el arquitecto por kurerublume

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Notas del capitulo:

Bueno jaja escribí tan en friega este capítulo xD.

Agradezco a Ushio-Tsuki, karii27, Violent, Un Amigo, bluelightofmoon, Light Behind, Flor de occidente, Honey lemon y a los anónimos por sus reviews. 

¡Disfruten!

CAPÍTULO VII: Hay que conocernos

 

La cara se me está cayendo de vergüenza. Esto es peor  que tropezarse o caerse en plena calle frente a personas… con ojos. ¡Esto es mil veces peor y maldigo el día de ayer con todas mis fuerzas!

 

Digo, ¿a quién chingados se le ocurre sentarse en las piernas de otro hombre frente a sus compañeros?

 

Solo a mí. Solo al pendejo de Gabriel.

 

Rezo por que jamás en la vida vuelva a ver a Diego. No. Me niego a hacerlo.

 

Aunque pensándolo medio bien, creo que en algún punto él me abrazó y me seguía el juego, el juego del ebrio. Me regresan esos flashazos de cosas o palabras. Es horrible. Hace una eternidad no me ocurría algo así y voy y lo hago frente a medio mundo. Soy tan listo.

 

En eso, mi celular vibra y de mala gana veo quién carajos me va a molestar.

 

Oh, no.

 

Oh, no.

 

¡No! ¿Diego? No mames, no pinches mames. ¡Y qué carajos con su mensaje de “¿Cómo amaneciste?”!

 

Y lo peor es que me siento nervioso porque justo un recuerdo acaba de despertar de su tumba: sí, Gabriel, te lo llevaste al baño a darle un piquito. [1]

 

¿Fue buena idea? Lo dudo.

 

¿Me arrepiento? Seguro ayer no, pero ya hoy, pensándolo bien… pues como que tampoco. Ya, chingar a su madre. Lo hice y punto.

 

La única solución es responder con sinceridad ese maldito mensaje.

 

“Amanecí” así le escribo y se lo mando con un nudo en… creo que en mi estómago. Pero bueno, contesté bonito, al grano y es sincero.

 

Me estiro un poco en mi cama, porque sí, sigo acostado en mi camita. Mis cobijas azules me calientan tan bellamente que no quiero levantarme. Por eso y porque mi cabeza está de luto.

 

Estoy a punto de recuperar el sueño cuando oh, sorpresa: me responde. Aunque su pregunta me confunde un poquito. ¡Cómo que si sí nos vamos a ver el jueves! ¿Cuándo quedamos?

 

Intento concentrarme en recordar, lo cual creo que es más cansado e inútil que derribar un muro con… no sé, un tornillo. Tendré que esperar a que los recuerdos vengan a mí, así funciona esto.

 

---------------------

 

Mi mañana se vuelve tarde. Mi fin de semana se vuelve lunes. Y obvio el pendejísimo de Fernando llegó bien sonriente a molestarme con mi borrachera. No me molesta que él lo haga, bueno, sí me molesta, pero no como me jode que los demás lo hagan. Si de por sí molestamos a los que estando ebrios se besan o cogen con alguna tipa, pues está más cabrón en mi caso. Es como el estelar de una mala función.

 

— ¿Estás bien? —me pregunta Martín, ya que también está conmigo.

 

— ¿Me veo mal? —él solo sonríe un poquito y ahí entiendo de qué iba su pregunta. Me han hecho algunos comentarios o bromas pesadas por lo que pasó el viernes— Escucha, Martín, a mí me vale un… pepino si ellos siguen con eso o no. Sí fue estúpido lo que hice el viernes, así que mi consejo para ti es que nunca lo hagas. Pero estoy bien, lo juro —Martín vuelve a sonreír y seguimos con lo nuestro. Este niño es tan buena persona que me da pena que se preocupe por mí. Sí, me da pena porque él debería de preocuparse por otras cosas.

 

He escuchado que está desesperado por ganar más dinero, pero nadie sabe para qué. Solo espero que no se meta en cosas feas, es tan joven que seguro muchos lo pueden ver para algo útil. Y no. No tiene que ir por ese camino. Así que siempre rezo por él, por mis amigos, por mi familia.

 

Es como gritar salvación para mí y para todos mis amigos. [2]

 

— Gabriel —me llama el señor Ramón—, ¿puedes venir a mi oficina, por favor?

 

— Claro —me va regañar, segurísimo que lo va a hacer. Este señor es como un papá.

 

Una vez llegamos, cierra la puerta y voltea a verme con esa seriedad que hace que me cague; creo que solo un papá o mamá tiene esa habilidad… y algunos maestros.

 

 

— ¿Cómo llegaste el viernes? ¿Tus papás qué dijeron?

 

— Pues… nada. No me vieron llegar —le confieso—, así que no hay castigo ni nada.

 

El señor Ramón se relaja un poco y se sienta en su silla— Gabriel, tienes que medirte más cuando tomes. El viernes pudo terminar o muy mal o muy bien.

 

— Lo sé. Hace mucho no me pasaba. Disculpe mi mal comportamiento.

 

Fue como otra media hora de sentirme como en una confesión de pecados y rezar diez Padre Nuestro y veinte mil Ave María. Ese señor Ramón es tan estricto cuando se le da su regalada gana.

 

Y bueno, el lunes se despidió para dar paso al martes, al miércoles.

 

Y ya es jueves, ¿y saben de qué me he dado cuenta en este tiempo? Fernando y Rafaelito parecen viejas cotorras, hable, hable y hable… y hable todo el puto día.

 

Me siento desplazado, ofendido, abandonado, exiliado… purgado, solo y sin amigos.

 

Porque hoy es jueves de dramas.

 

---------------------

 

Voy ya de salida cuando alguien toca a la puerta. La abro, y creo que estuve a punto de desmayarme como doña. Jesucristo redentor, ¿qué hace Diego aquí?

 

— ¿Por qué no me has contestado? —hay que aclarar una cosa: no soy experto en comportamiento humano y esas madres. Pero cualquiera llegaría con una expresión triste, no con una mirada como si tuviera cien volcanes haciendo erupción en su cuerpo.

 

— Pues…

 

— Sé que estabas hasta atrás, Gabriel. No hay que ser genio para saberlo, pero lo que te dije ese día fue en serio. Quiero salir contigo y conocerte más. Eres agradable, dices lo que piensas de la manera más inadecuada y pues… eres agradable a la vista.

 

Ahora me siento ofendido— Caray, no mames, gracias. En cuanto a ti, pues eres soportable a la vista, pero qué le vamos a hacer —ven a mí, sarcasmo.

 

— No, es que… —de repente se pone nervioso— esa fue mi manera de decirte que… que… ya sabes.

 

— No, no sé, soy ignorante y tú un adulador de primera.

 

— ¡Gabriel! —me grita— Eres guapo, eres muy guapo. Eso y tu personalidad me llaman la atención. El viernes no parabas de decirme que yo estaba muy bueno y de repente me jaloneaste para darme un beso en el baño. No te mentiré, me gustó. Me gustó tanto que no he dejado de pensar en volver a hacerlo. Por eso te dije que si nos veíamos hoy, no para molestarte ni reclamarte nada, sino por gusto.

 

Creo que mi corazón se acaba de hacer popo.

 

— Yo…

 

— ¿Qué dices, Gabo? —creo que Dios mismo esculpió esa sonrisa tan sensual que tiene Diego y que me está dirigiendo justo ahora.

 

Bueno, como siempre digo: chingar a su madre.

 

— Pues yo quiero unas enchiladas.

 

Solo ríe y nos dirigimos a su carro.

 

Solo para conocernos.

 


[1] Un beso en el que solo juntan sus labios.

[2] En el juego de las escondidas, el que llega a la base tiene que gritar: ¡salvación para mí y para todos mis amigos!

Notas finales:

Bueno, este fue un capítulo corto, pero espero les haya gustado.

También quiero avisar que este fanfic va a ser medio corto: 25-30 capítulos.

Y ya jaja.

Tengan un hermoso día.

¡BESOS!


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