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Traslape por Marbius

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7.- Dos veranos diferenciados entre sí.

 

Reunirse de vuelta en Berlín implicó un abrazo que les hizo doler los huesos, un beso en donde la fuerza del impacto les sacó sangre, y que al intentar dirigirse a la superficie plana más cercana para consumar su amor, Bill cayera de espaldas y se llevara a Tom consigo, poniendo punto y aparte a sus planes cuando el dolor les impidió proseguir. De momento.

—No era así como imaginé nuestro reencuentro —dijo Bill todavía en el piso y con Tom encima de él—. Había preparado una cena romántica, con velas, flores, vino…

Tom olisqueó el aire, y en efecto, el aroma de comida le invadió las fosas nasales mezclado con aquellos otros que ya había mencionado Bill.

—Yo podría omitir la parte donde caíamos y nos partíamos la crisma, pero sí, algo así era como lo que tenía en mente.

—¿Tanto me extrañabas? —Preguntó Bill, ondulando sus caderas y haciendo un contacto íntimo entre su erección y la de Tom.

—Bill… —Respondió Tom de vuelta, aumentando esa presión y dándole un ritmo adecuado.

Fue así como la cena de esa primera noche la comieron helada… Y ellos vestidos en un nuevo par de bóxers limpios que suplieran el desastre que hicieron con los anteriores.

Por descontado para ambos, que no habría podido ser mejor que eso porque se tenían el uno al otro y al final eso era lo único que valía.

 

Julio fue un mes excepcionalmente caluroso y húmedo, donde las lluvias por Alemania y Europa marcaron nuevos precedentes en cuanto a mililitros de agua precipitados y se vivieron algunas situaciones de catástrofe que aparecieron en los periódicos como advertencia de que el calentamiento global era una realidad para la que se tendrían que extremar precauciones.

Si bien Bill pasó esas casi cinco semanas que componían el mes lánguido con la mirada en la ventana viendo cómo Berlín se asemejaba a una nueva Venecia cuando el sistema de alcantarillado no se daba abasto, su estado melancólico más bien tenía que ver con Tom, a quien había visto un máximo de tres veces en casi la totalidad del mes.

Y no por falta de esfuerzo de ambas partes, pero… Eran sus horarios y locaciones las que se les oponían, y cuando no tenía que salir Bill de la ciudad justo cuando Tom podía hacerle una visita, era que Tom estaba sobre los escenarios con su máscara de gas de A~TomiK cuando Bill tenía que conformarse con una retransmisión vía internet porque los boletos se habían agotado.

Incluso en los escasos momentos libres y en los que podían coincidir eran contados por chat o llamada telefónica, y últimamente les dejaban un regusto amargo por culpa de la abstinencia al otro que sabían se sobrevendría apenas cortar comunicación.

Para Bill en especial, que se estaba resintiendo por el clima que imperaba en Berlín y que iba como anillo al dedo a la insatisfacción que sentía de no tener a Tom cerca.

Ni siquiera los avances con los que Andreas le presentó el arte de su demo, el booklet, y el libro que le acompañaría lograron ahuyentar las nubes de tormenta que perennes flotaban (metafórica y literalmente) sobre su cabeza, y éste así se lo hizo saber.

—Si te sirve de consuelo… Tom la está pasando igual de mal que tú.

—¿En serio? —Inquirió Bill con ojos apagados, pues se sentía como una planta a la que le faltara el sol y con las raíces podridas por el exceso de humedad, ya no de lluvia, sino de incontables lágrimas que se había tragado.

—Fui a uno de los festivales donde él tocó y nos vimos unos minutos antes de que subiera al escenario. Está un poco demacrado e intentó justificarlo por todos los shows que ha dado este mes, pero yo lo conozco mejor que nadie y está harto.

—¿Harto?

—Pero no de ti —se apresuró Andreas a explicar—, sino de la situación en la que ustedes dos se encuentran.

—No es el único…

—No. Ciertamente están en esto juntos.

Y aunque después el tema de conversación se derivó a otros tópicos menos deprimentes que ese, en el horizonte de Bill apareció el primer atisbo de luz.

Un rayo se coló y le brindó la calidez que le hacía falta.

 

Ya que sus opciones se ceñían a morir o luchar (en el sentido figurado de la expresión), Bill optó por lo segundo, convencido de que si Tom se valía de su trabajo como DJ para distraerse al menos un poco de las circunstancias en las que se encontraban juntos y la separación forzada a la que se enfrentaban, bien podía hacer él lo mismo.

Entregándose a sus proyectos, Bill estableció para sí un régimen de trabajo demencial en donde trabajaba codo con codo con Andreas para ultimar los detalles artísticos de su proyecto, establecía los contactos indicados para la elaboración del producto final, y se pasaba un buen número de horas de la noche escribiendo canciones y armándose de un portafolio para presentar que le augurara al menos la distracción que él buscaba.

En el ínterin limpiaba su piso de cabo a rabo, salía a dar largos paseos con Pumba cuando el clima lo permitía, se obligó a asistir a cenas y reuniones con amistades a las que había descuidado, se inscribió al gimnasio, y aceptaba cualquier punto de comunicación con Tom, sin importar la hora o el lugar donde se encontrara.

—Espero no haberte despertado —dijo éste por teléfono, con la línea repleta de estática y mala recepción.

Rodando en su cama hasta semiincorporarse y así evitar caer dormido, Bill mintió y dijo que no. —No te preocupes. ¿Cómo ha estado USA?

—Genial. Fue buena idea venir aquí. Los festivales en donde he participado han sido… indescriptibles. La energía que se vive es diferente a la que hay en Europa. No mejor, pero al cambio ha sido bueno.

—Me imagino…

—Y te extraño —dijo Tom de la nada y sin venir a cuento, pero consiguiendo en el proceso que a Bill le invadiera un cosquilleo por el cuerpo.

—¿Sí? Yo también te extraño…

—No por mucho tiempo. Después de hoy-…

—¿Vas a volver a Alemania? —Interrumpió Bill la pregunta, sólo para encontrarse con una respuesta inesperada.

—Más bien… Pensaba que podrías tomarte una semana libre, y juntos tomar vacaciones en algún sitio paradisiaco. Unos amigos y yo estamos pensando en rentar una casa en Ibiza y compartir los gastos en partes iguales. Es más de tipo parejas, Gustav y Georgie también irán, y cuando me lo propusieron… pensé en ti antes que en nadie. ¿Qué dices?

—Oh… —Sin rastros del sueño que antes le invadía, Bill no tuvo que pensarlo mucho antes de llegar a una resolución—. Digo que… acepto.

—Perfecto. Te enviaré la información por correo y pronto nos veremos.

—Contaré los días. —«Segundo a segundo», pensó Bill, sin saber que el mismo pensamiento había cruzado la mente de Tom.

De pronto, la segunda mitad de su verano ya no parecía tan terrible como había sido la primera.

 

Ibiza ese verano estuvo mejor de lo que había estado Berlín; infinitamente mejor, y no sólo en lo tocante al clima, sino también por la compañía, puesto que él y Tom compartieron uno de los varios cuartos con los que contaba la residencia donde se hospedaban, y las amistades que él le presentó (y frente a las cuales se refirió de él como novio oficial) resultaron de lo más agradables.

Para su alivio, Andreas se les sumó en su estancia a la residencia con una pareja nueva llamada Christoph, por lo que Bill pudo respirar aliviado a sabiendas de que entre ellos dos cualquier indicio de incomodidad que pudiera quedar por el crush que Andreas había sentido por él al conocerlo ya era tema del pasado. Y ya que el tal Christoph resultó ser tan agradable como lo era el mismo Andreas, Bill no tardó en hacer nuevas migas con ambos y conocerlos mejor que nunca.

En honor a esa recién formada amistad, Bill no dudo en seguirlos en Instagram y ellos hicieron lo mismo, culminando con varias fotografías de ellos tres que compartieron de buena gana con sus seguidores.

—Wow, no sabía que eras famoso en Instagram —se sorprendió Andreas cuando vio el número de seguidores que Bill tenía en su cuenta y que se contaba en seis cifras—. ¿Llevas una vida oculta de celebridad o qué es lo que escondes?

—Bah, Tom tiene muchos más más que yo —declaró Bill sin mentir, pues Tom sí que era una celebridad como A~TomiK, y aunque en su cuenta no tenía ni una fotografía ni tampoco un avatar de perfil, sí tenía más de unos cuantos millones e iban en aumento sin que éste tuviera que mover un dedo. El mismo Bill lo seguía, y no le daba corte admitirlo.

—Espera a que tu demo salga al público. Tu estatus pasara de popular en Instagram por tu apariencia a popular por tu música —dijo Andreas a modo de vaticinio, y Bill se encogió de hombros con humildad.

—Lo dudo. Tengo planeado sacar una segunda cuenta para controlar de manera distinta mi perfil privado de ese otro como músico. Así será menos lío manejar la publicidad, creo…

En eso estaban cuando Bill recibió entre sus notificaciones que había sido etiquetado en varias publicaciones, y de inmediato las revisó, sonriendo a la pantalla de su móvil cuando aparecieron él, Andreas y Christoph posando para un selfie casual bajo las etiquetas de #Vacation, #Ibiza y #NoFilter.

—Oh, qué bien lucen todos —dijo Tom de pronto, sorprendiendo a Bill al aparecer por encima de su hombro—. Muy bronceados.

—¡Tom!

—Se ve divertido —dijo éste, apoyando el mentón sobre el hombro de Bill y rodeándole por la cintura—. Pudieron haberme llamado, ¿no crees, Andy?

—Viniendo de ti eso es todo un milagro —replicó éste con sorna—. No eres del tipo que le guste posar para que le tomen su fotografía.

—No es para tanto —desdeñó Tom la mención, pero todavía en sus brazos, Bill difirió.

Por supuesto, con una relación nueva y todavía en etapas tempranas de conocerse el uno al otro, Bill no había forzado a Tom a hacer público su noviazgo si a éste no le parecía lo adecuado. De ahí que sólo entre sus amigos cercanos se hubiera esparcido la noticia, porque de momento no había ninguna nota en los periódicos o por internet que los vincularan más allá de lo profesional como músicos. En palabras de Tom, le gustaba mantener su vida privada como tal: Privada, cerrada al público con el que no compartía nada más que su música, y que por lo tanto no tenían acceso a niveles superiores.

A criterio de Bill… Una decisión por lo demás respetable, aunque también con sus inconvenientes, pues tenía que cuidarse de mantener ese anonimato de Tom sin su máscara y a ratos se resentía cuando su novio no era su novio, sino A~TomiK, y declinaba aparecer a su lado bajo la lente de la cámara.

—Hey —le sacó Tom de su ensimismamiento al besarlo el cuello, justo debajo de la oreja—. ¿Un euro por tus pensamientos?

«Mejor una fotografía de nosotros dos para Instagram», pensó Bill con una amargura que él consideró al instante irracional y que desechó casi tan rápido como había aparecido.

—Nada en particular —mintió con soltura—. ¿Nos metemos un rato a la piscina? Tengo calor y sería excelente manera para refrescarnos.

—Ok.

Disfrutando del agua todavía tibia por estar al raso directo del sol por horas, Bill y Tom se contentaron con ir de aquí a allá en la piscina con forma rectangular que coronaba por encima de un acantilado donde la vista era espectacular, nadando un par de brazadas de competencia, pero en general limitándose a flotar sobre sus espaldas y a lanzarse chorros de agua a modo a juego.

Al bajar la tarde y sentirse cansados los dos, Bill se sentó al borde de la piscina con los pies colgando al vacío y contemplando el atardecer de nubes y luces de intenso color rosado y anaranjado, y Tom le acompañó una vez surtió dos bebidas para ambos.

—Gracias —dijo Bill al aceptar la suya, paladeando su té de hierbabuena con vodka mientras bebía un largo sorbo que rehidratara lo que había sudado antes con el ejercicio.

Ocupando el espacio a su lado, Tom abrió la conversación con una revelación ya sospechada por Bill, aunque nada mejor que tener la confirmación.

—¿Sabes? Estos días aquí… contigo… han sido los mejores en mucho tiempo. Ya antes había salido con amigos de vacaciones, y… alguna vez me acompañó alguna de mis parejas de turno, pero no fue ni remotamente tan genial como lo ha sido a tu lado.

—Sé a qué te refieres —dijo Bill—. El mismo caso aplica para mí. Una vez fui con Alex a Las Maldivas… Fue un viaje por demás planeado, para el que ahorré por seis meses porque era una fantasía mía el conocer ese lugar y disfrutar de sus playas, pero resultó ser un fiasco. Peleamos la mayor parte del tiempo que estuvimos ahí, y volvimos a casa disgustados el uno con el otro. No fue culpa de Las Maldivas, el lugar era impresionante, igual que en mis fantasías, pero la compañía no era la adecuada… Desde entonces pensé que… —Bill se pausó y dejó escapar un suspiro—. Que la culpa había sido mía por llevar a alguien que no merecía conocer ese lugar conmigo…

—Todavía estamos a tiempo de ir juntos… —Propuso Tom sin conflicto alguno—. Esta vez tú y yo solos…

—Me… encantaría —dijo Bill con el corazón latiéndole apresurado en el pecho, sintiendo la felicidad correr por sus venas y provocándole cosquillas en la palma de las manos.

Compartiendo un beso que tuvo de ambos el sabor a sus bebidas, fue que pasaron por alto el apenas perceptible clic de la cámara de Andreas, que cautivado por la imagen de ellos dos a contraluz del atardecer, no pudo resistirse a capturar el momento e inmortalizarlo en formato digital.

A sabiendas de que Bill apreciaría la fotografía, se la envió por mensajería instantánea sin decir nada, sólo acompañando el archivo con un emoji de corazón, y desentendiéndose del asunto.

De la pic se enteró Bill ya tarde en la noche, luego de que él y Tom se achisparan con varias bebidas generosas en alcohol y optaran por dejar la piscina y dirigirse a su habitación. Ahí se desnudaron a la entrada, titiritando de frío cuando el frescor del aire acondicionado les dio de lleno en la piel, y tomados de la mano se dirigieron al baño para tomar una reconfortante ducha de agua tibia.

Con pereza de movimientos y languidez de besos, se tomaron su dulce tiempo bajo el chorro de agua, olvidándose en algún punto de la barra de jabón y de la esponja con la que se turnaban para tallarse la espalda, y se enfocaron más en besarse y refregar sus pelvis, en búsqueda de un alivio para sus inflamadas erecciones que les requerían toda su atención.

Corriéndose sobre el vientre de Tom y recibiendo a cambio el mismo trato, Bill propuso terminar con su ducha, retirarse a la cama, y recuperar fuerzas para un segundo round comiendo de una balsa de papas fritas que tenía para casos de emergencia como ese en su equipaje.

Tom aceptó de buena gana, y tras cerrar la llave y secarse con ternura utilizando la misma toalla, se encaminaron a la mullida cama que en los últimos días de su estancia había sido testigo silente de su amor y pasión.

—Voy a poner algo en la televisión —dijo Tom, y Bill asintió mientras revisaba su teléfono y la media docena de mensajes que había recibido en sus horas de ausencia.

Mientras Tom repasaba la barra de canales a su disposición y que en su mayoría estaban en español, Bill encontró el mensaje que Andreas le había enviado horas atrás, y una punzada agridulce se le clavó justo en el pecho al reconocerse a sí mismo y a Tom en la imagen. La luz del atardecer hacía que sus siluetas aparecieran oscuras por completo, pero dejaba bien en claro que eran dos hombres, amantes, compartiendo un momento por demás íntimo, que a su vez… Bill deseó compartir con el mundo.

—¿Tom?

—¿Mmm? —Inquirió éste, distraído todavía con el control remoto en la mano y buscando cualquier canal que al menos tuviera programación en inglés, porque en alemán por demás que no se hacía ni la más mínima ilusión de encontrar nada.

—Tomi… —Dijo Bill de vuelta, y la adición de la vocal puso al aludido en alerta.

Al instante se giró éste, y le miró con el ceño fruncido, pues no sólo había sido el nombre, sino también el tono de su voz el que le había revelado que algo no marchaba del todo bien.

—Uhm… —Hesitó Bill antes de hablar—. No tienes por qué responder si no quieres, pero… ¿Hay alguna razón en particular por la cual no estés activo en redes sociales?

—¿Lo dices por mi cuenta de Instagram?

Una pausa, y luego… —Sí.

—No es nada del otro mundo, es sólo que no me interesa mucho. Cuando empecé con todo eso de ser DJ me saqué la cuenta pensando que podría ser una manera de conectar con los fans, pero… Nunca llegué a publicar nada, y después el entusiasmo por hacerlo se murió. Ya no sé si tengo la app instalada en mi teléfono…

—Oh… Sé que no viene al caso, pero… Te han etiquetado en toda clase de pics, ¿sabes? Gente que no te conoce, pero también amigos…

—¿Sí? Pues genial.

—Y me preguntaba si… —Bill se mordisqueó el labio inferior—. Si… ¿Yo podría hacer lo mismo? No es que esté tratando de hacerlo a escondidas de ti, tampoco te estoy pidiendo permiso, pero me gustaría saber tu opinión al respecto porque… Andreas me envió una fotografía de nosotros dos que me gustaría compartir, pero me temo que quizá no estés de acuerdo que te etiquete y compartirlo con el mundo.

—Déjame verla —pidió Tom, y con dedos temblorosos le extendió Bill su móvil.

Tom escudriñó la pantalla por solidos treinta segundos, con el ceño fruncido y examinando cada pixel a su disposición, y durante ese lapso contuvo Bill la respiración, seguro de que la respuesta sería un “¡NO!” rotundo que derivaría en una pelea y dormir dándose la espalda en opuestos extremos de la cama, pero para asombro suyo…

—¿Somos realmente nosotros? —Un asentimiento que lo confirmó—. Me encanta. En serio, me encanta

Por instancia suya, Bill acabó compartiendo esa imagen en su cuenta de Instagram, con sus dos nombres a la vista y tres simples etiquetas: #Ibiza, #Summertime y #Love.

Y que de las posibles interpretaciones se encargaran terceros.

 

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