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VANISHED por Karenlauren

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Mis carcajadas resonaron por toda la habitación bajo las miradas del hada y Sai. Así que... yo era un simple Daemon, rechazado por sus padres, sin alma, sin pareja destinada. 

Todos me habían rechazado para después volver y usarme como una marioneta a su son. 

La pregunta que rondaba mi mente me atormentaba más que cualquier pesadilla. Los dos rostros ambiguos se acercaron, temerosos de mi expresión. 

- Naruto... - Sai se sentó a mi lado, hundiendo el colchón bajo su peso. - Estás...

- En estado. - Terminó por decir la chica de facciones delicadas, etéreas. 

Mis ojos se abrieron por la sorpresa, mis ojos se giraron a la velocidad de la luz para comprobar que no era una dulce mentira, que iba a tener un bebé. Un bebé de mi pareja destinada. 

- Oh, Dios... - Iluminado por la bondad de la sorpresa que me había traído el destino. Sai limpió las lágrimas de mi rostro a la vez que acariciaba el zorrito que descansaba en mis piernas. 

- ¡¿Qué mierd...!? - Ambos retrocedieron como si un fantasma hubiese aparecido en la habitación. Les miré con locura, una sonrisa escalofriante. 

- ¿De dónde ha salido ese bicho? - la chica de cabellos rosa señaló al peludito animal que la observaba con enfado. 

¿Ellos podían verle? 

Trate de levantar a la bolita de pelo de fuego que se restregó contra mi mano, ronroneando. 

- Eres real... - Tan sólo un suave susurro que me confirmó que mi locura había pasado a una fase más avanzada. Él saltó de mis brazos y se acurrucó en mi estómago, protegiendo un gran tesoro. 

Observé a Sai y la doctora. 

- ¿Podemos mantener esta reunión en secreto? - Ambos clavaron sus miradas en mi. 

- Yo... 

- Está bien. - Dijo Sakura con un tono de voz firme, Sai la miró con ojos desmesurados. - Si un paciente me pide privacidad, es mi deber como doctora respetarlo. 

Sai frunció el ceño mientras se acariciaba la frente. Al final, alzó sus manos en un símbolo de rendición.  

- Haced lo que queráis. 

La victoria se asomó en nuestros labios. 

- A cambio, - Me miró con seriedad. - Quiero que vulevas a cuidarte, vuelve a comer, vuelve a dormir, vuelve a sonreír. 

Asentí, ahora mismo ese era mi plan. 

- Y Sakura... - Así que así se llamaba mi misteriosa hada doctora. - Pásale un informe a Madara alegando que Naruto necesita descanso y su medicina para dormir. Que está al borde del colapso y... la muerte si continúa a este ritmo. 

Sakura nos miró con una mueca. 

- Naruto ya se encuentra en ese estado, no me extrañaría si tuviese un aborto en cualquier momento, - Acaricié a Kyuubi, inquieto. -  su cuerpo está tan débil que me sorprende que haya resistido un mes y medio de embarazo. 

Hablamos un rato más para poner en marcha los detalles que el siempre perfeccionista Madara preguntaría, en cuánto se fueron me levanté atropelladamente de las sábanas que mantenían calentita mi prisión. 

Corrí al baño y me quité la suave bata azul que me daba privacidad. 

Al darme la vuelta mi cuerpo cayó de rodillas a la vez que mis lágrimas. 

Mis manos cubrieron mis sollozos. 

- Joder... - Ahí estaba. 

Mi tatuaje. 

Como si nunca me lo hubiesen borrado. Ni una cicatriz que indicase una quemadura. Ni una sola línea desfigurada. Todo estaba en su lugar. 

<<Este es mi regalo, cachorro. >>

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Pasado mi trimestre de embarazo, ya tenía una pequeña tripa custodiada a todas horas por mi familiar. 

Había llegado a un trato con Madara, él me daba más libertad a cambio de mi cooperación. No era lo que quería, pero si la mejor salida de este embrollo sin dañar a mi no nato. Estaba en el jardín, vigilado por un par de hombres vestidos con traje negro y pinganillos como en las películas. De vez en cuando, oía el ruido de la sintonía de ese aparato, unos segundos más tarde, ellos solían responder con frases cliché como "todo en orden" o "no hay moros en la costa". 

No podía evitar reír cuándo les oía hablar. 

Me ajusté la rebeca por encima del kimono azulado que me resguardaba de la suave brisa otoñal. 

Observé un rato más las flores mientras las regaba con todo mi amor, después tallé algunos brotes de mala hierba que pretendían robar el agua a mis preciosos girasoles. 

Observé a mi zorro levantar la cabeza con las orejas en alto, alerta.  Me giré hacia la dirección de su mirada. Vi a una mujer, o eso creía. Fijándome con los ojos de Kurama, vi que era un doncel de piel etérea, de ojos verdes como las hierba que crecía entre mis pies y melena oscura como la de Madara. 

Algo iba mal. 

Vi a mi pareja salir por la entrada para recibir a ese hermoso doncel.  Vi a Madara saludar con un caballeroso beso en el dorso de la mano a ese doncel. Vi el reflejo de mis lágrimas en el estanque de al lado de las flores. Vi cómo un suave resplandor recubría mi piel como hacía años, como hacía años no me sentía así de completo. Vi el vacío extenderse por mi alma. 

Me acerque a la velocidad de la luz a esa pareja, golpeando al doncel mientras le separaba de los labios de Madara. Nadie podía besar a mi pareja. Era MÍO. 

El otro se levantó, pero era lento. Podía ver sus movimientos como si fuesen los de un niño de cinco años. Un brillo verde oscuro le recubrió mientras adoptaba los rasgos de una serpiente, Dios, como odiaba esos animales. 

Nueve colas me rodearon mientras unas orejas blanditas de colores naranja y blanco asomaban por mi cabeza. Un gruñido de advertencia salió de mi garganta. 

- ¿Quién eres? - le pregunté con la voz ronca. Estaba enfadado, oh, vaya que si lo estaba. Y hormonal, nadie se mete entre un doncel preñado y el padre de su cachorro. 

- Orochimaru. - Me dio un repaso con la mirada que solo mostraba asco. - ¿Tú?

Sonreí, pero retrocedió al sentir mi aura. 

- No te importa. - Dicho esto, él abrió los ojos con sorpresa. 

- Eres un Daemon... - Me acerqué lentamente, como un depredador a punto de cargarse a una simple mosca. Mi conciencia se desvaneció con ojos rojizos emergiendo de las entrañas de mi subconsciente.  - Eres... 

- Soy Kurama, mi querida serpiente de mierda. 


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