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VANISHED por Karenlauren

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Observé como el cielo dejaba caer esa inmensa tormenta eléctrica... pasadas las diez y media de la noche... Observé mi reloj adornado con dibujos de zorritos, pasé el peso de una pierna a otra, balanceándome.


Un movimiento a mi lado me hizo perder el hilo de pensamientos, era un gato de color negro, en cuanto fijé los ojos en él se acercó con curiosidad, parándose delante de mí, maullando. Me agaché alzando la mano para acariciar el espacio entre sus orejas.


- Vendrán a por mí, - apenas era un susurro al viento, la voz melodiosa de un niño de seis años se perdió entre la oscuridad que ya reinaba en la escuela. - ¿verdad?


Asustado, me abracé las piernas tratando de no pensar en qué haría si ellos no venían. Solté un grito ahogado cuando una mano se posó en mi hombro. Traté de luchar y apartarme pero, cuando el desconocido habló me calmé al instante.


- ¿Iruka? – él se puso la mano en la frente soltando un resoplido de frustración.


- ¿Cuántas veces te he dicho que no me llames por mi nombre de pila? – le sonreí con mi zorruna mueca. – Llámame Maestro, como los demás alumnos.


Iruka miró a su alrededor buscando algo con la mirada.


- ¿Y tus padres? – Ensanché mi sonrisa, rascando mi nuca, estaba mal mentirle a la gente pero mamá y papá me dijeron que no podía decírselo a nadie.


Acaricié mi blusa blanca del uniforme de la secundaria, a pesar de tener solo seis años y medio, pronto cumpliría siete, me habían avanzado muchos cursos. Un día, unos hombres del gobierno vinieron a hacernos pruebas, una especie de exámenes y descubrieron que tenía un coeficiente intelectual muy por encima de la media, me hicieron más pruebas y me dijeron que debía dejar atrás a todos mis amigos para ir a esos cursos más avanzados.


Me había saltado toda la primaria, sentía que había perdido toda una etapa de mi vida, nadie quería jugar conmigo, pero apenas tenía tiempo para ello en casa, las pilas de libros, deberes y cosas para estudiar cada día se hacían más grandes... Y me abrumaban. Al menos, el poco tiempo libre que tenía podía hacer algo que me gustase, jugar con mi zorro de peluche, me imaginaba mundos de aventura y fantasía, con ninjas que usaban sus armas y poderes especiales para acabar con los malos.


Hice una mueca al pasar mi mano por el moratón que escondía con recelo en mi diminuto cuerpo, por suerte, la blusa lo escondía bajo su suave tela de franela pero pronto iba a llegar el verano, ya estábamos en la época de tormentas de primavera y en un par de días el bochorno sería insoportable. Para entonces, solo tendría que soportar un par de semanas el calor y después me podría esconder en el bosque de la colina de detrás de mi casa durante todo el verano.


- Se me olvidó que hoy no podían venir a buscarme y... - hice una pausa dejando escapar un resoplido que denotaba culpabilidad pero escondía un llanto de soledad. – me gasté el dinero del bus en ramen.


Iruka me observó en silencio un buen rato, como debatiéndose en si llevarme o no, no quería causarle problemas a nadie así que simplemente sonreí como si no hubiera problemas en mi vida.


- Pero ya avisé a mis padres, me dijeron que Dei vendría a buscarme en veinte minutos.


- De acuerdo, - su mirada vacilaba un poco. - ¿quieres que le esperemos juntos?


En ese momento supe que Iruka no era tan frío como nos quería hacer ver, que, a pesar de ser un profesor malhumorado y estricto, su alma era más tierna que un bizcocho de estos que llevan cobertura de chocolate con caramelo y nata escondidos en su interior.


Mi estómago estuvo a punto de hacer un ruido increíble, des de este mediodía que se había estado retorciendo por el hambre, pero no esperaba que me pudiese llegar a romper la mentira que le había dicho al Maestro que más deberes nos ponía. Vacilante, me escondí la mano por debajo de la manga, que me iba un poco grande, para arañarme la palma con mis uñitas.


El dolor me hizo acallar los ruidos que clamaban por llenar mi estómago con lo que fuese.


- No, muchas gracias, - empujé a Iruka con la mano libre para indicarle que se fuera. – Dei debe estar al caer así que no necesito que esté conmigo, Maestro.


Iruka frunció el ceño, sabía que había cometido un error al llamarle Maestro pero el hambre no me dejaba pensar. Mi obstinada personalidad se rendía ante un estómago vacío, intenté enmendar mi error.


- Vamos Iruka, si no llega a casa pronto Kakashi no va a poder hacer cosas de mayores contigo y se va a buscar a otra.


Su cara era un poema del color del fuego vivo. Enseguida me regañó y se fue echando humo, sonreí al ver lo fácil que era deshacerse de él. Un problema menos. Me miré las manos y vi sangre en las palmas, suspiré, dejé mi mochila de ninjas en el suelo que había comprado yo mismo con el dinero de cumpleaños que me dio la abuela y saqué mi neceser.


Tumbé la mochila para que me hiciese de mesa a la vez que me sentaba con las piernas cruzadas delante de esta, abrí con cuidado la cremallera para encontrarme con dos compartimentos. Con cuidado, abrí el de la derecha, observé la jeringa precintada con ese papel blanco y verde, el suero de al lado y el pequeño botecito con alcohol y los algodones.


Me había equivocado, lo cerré y abrí el otro manchando con un poco de sangre la tela de color cielo. Solté un suspiro, me desinfecté las heridas con muchísimo cuidado ya que esa cosa escocía como el Diablo. Saqué las tiritas de colores y me puse una naranja, las de mi color favorito. 


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