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VANISHED por Karenlauren

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Al llegar al lago respiré profundamente. 


Me giré a tiempo para encararle consciente de que él si me había seguido. Consciente de su mirada, que me iba a atrapar, consciente que sería mi perdición. 


Qué inconsciente fui. 


Él se acercó rápidamente, mis ojos le siguieron. Vieron cada paso que daba. Oyeron cada latido de su corazón. Olieron la adrenalina que soltaba su cuerpo. Por poco no saboreé el placer que me brindaba estar a su lado. 


Tomó mi mentón con brusquedad entre sus dedos, alzando mi mirada para encontrarnos por primera vez. Algo dentro de mi se retorció tan fuerte que me impidió ver su ceño fruncido. Él estaba mirando dentro de mi alma. 


- Estás roto. - Abrí los ojos desmesuradamente a la vez que el izquierdo volvía a robar el olor del cielo. Sus palabras me hicieron apartarme con un manotazo. 


Esta vez era mi cuerpo el que estaba siendo invadido por la adrenalina. 


- Si estuvieses completo no tendría problemas en reclamarte pero ahora... - Sus ojos negros como la obsidiana más fría del mundo se colaron en mi alma de nuevo. - ...no me sirves. 


No podía respirar. 


El aire estaba atascado en mi garganta. Llevé las manos a la boca del estómago en un vano intento de poder articular palabra. Nada. Era incapaz de moverme. Hasta que sentí un ardor que me hizo jadear de dolor.


Bajé la vista hacia mi mano.


Estaba desapareciendo. El lazo que me unía a mi pareja se estaba desvaneciendo en el aire como si nunca hubiese existido. No podía condenarme a una eternidad de soledad. No tenía derecho. 


Miré a mi alrededor, buscando una salida. 


Algo. 


Lo que fuese. 


- ¡GAMABUNTA! 


Que le detuviera. 


El gran sapo emergió del agua, grande e imponente. Sorprendiendo a mi pareja Destinada, que no pudo evitar retroceder ante la magnitud de tal ser inmortal. Él evaluó la escena con sus bífidos ojos, luego los clavo en mi, lentamente se interpuso entre el extraño para ocultar mi cuerpo de su cruel mirada. 


<<Mocoso, ¿qué ha ocurrido?>>


Seguía inmóvil, mi cuerpo aún estaba intentando responder al shock que supuso el rechazo de ese idiota. Pero mi mente estaba volviendo en sí, la bestia volvió a ser encerrada en mi interior a la vez que recuperaba la compostura. 


Una vez el golpe hubo pasado dejando un devastador camino de dolor, me incorporé sacándome la chaqueta de encima, hacía demasiado calor. 


Anduve tranquilamente hasta ponerme delante de aquél terrible ser que el destino me había otorgado de pareja. Le di el mismo repaso de arriba abajo que él me había dado unos segundos antes. 


- No te necesito. - Esta vez, era su turno. 


Se sujetó la mano dónde un extraño tatuaje empezó a arremolinarse en el centro de su palma como un borrón de tinta a medida que le cubría un sudor frío. Los ojos de mis pesadillas se clavaron en mi, maldiciéndome con todo su ser. Probablemente nunca había pasado un dolor como este. 


Me apoyé en Gamabunta a la vez que recobraba algo de aliento, eché un vistazo rápido a mi palma y enseguida clavé la mirada en ella. Se estaba extendiendo. No podía ser, miré a ese terco ser que se retorcía de dolor a la vez que trataba de alcanzarme. 


Por cada paso que él daba, yo retrocedía otro. 


¿Por qué se acercaba? Estaba claro. Iba a matarme, esa luz en sus ojos solo podía decirme que corriera, no me iba a gustar nada lo que me iba a hacer si me atrapaba. Así que di media vuelta, huyendo del que se supone que es el amor para toda la vida, aquél que nunca te dañará, aquél que nunca te traicionará, aquél que siempre te querrá. 


<<¿Mocoso?>>


Llegué al dormitorio, mi habitación estaba vacía y desolada. 


Cogí la mochila y metí todo lo que pude dentro. Toda la ropa que tenía que no era el uniforme del instituto, mi cepillo de dientes, jabón, el cepillo de pelo y un par de cosas más que encontré por ahí. Estaba a punto de cruzar el umbral de la habitación que había sido mi refugio durante años para siempre, me giré para contemplarla una última vez. 


Vi mi teléfono descansando en la mesita de noche, al lado de la cama. 


Volví a girar el rostro con una expresión de dureza que llevaba demasiado tiempo escondiéndose dentro de mi, tarde o temprano esto iba a pasar. 


Lo sabía pero había preferido alargar el momento hasta el final. 


Ya no había vuelta atrás. 


Adiós. 


 


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