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VANISHED por Karenlauren

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La mujer vio a su hijo muy fuera de sí, parecía un loco. Eso la enfureció, ¿cómo se habían torcido tanto las cosas?


Su matrimonio concertado había sido difícil des del principio, la boda fue el acontecimiento del año delante de las cámaras Minato fue el hombre que ella siempre vio durante las reuniones sociales. Fue su príncipe azul. La noche de bodas fue como la seda, enseguida se quedó embarazada de Deidara, sin embargo, en cuanto su marido tuvo noticia de su embarazo desapareció el príncipe azul, dejando tan solo una máquina de trabajar. Frío, calculador y perfecto.


Conoció, por primera vez en años, la verdadera cara del desconocido con el que se había casado. Compraron su casa, tradicional japonesa, pero Minato apenas se dejaba ver. Pasó por sus malos tragos del embarazo sola, las náuseas, vómitos, dolores de espalda... sus antojos... todo sin su marido a su lado.


Los primeros meses entró en una profunda depresión pero poco a poco entendió lo que significaba su matrimonio, ella tan solo había sido una moneda de cambio para sus padres... su corazón se tiñó de traición y soledad al comprender la verdad escondida.


El segundo trimestre de su embarazo lo aceptó, todo por su hijo, su pequeño Konzai no nato. A pesar de todo, tuvo complicaciones en el tercer trimestre. Deidara nació a los ocho meses, con sudor, sangre y lágrimas le dejó a manos de los doctores, quienes cumplieron su promesa. No permitirían que su hijo de pelo dorado como el sol y ojos algo más oscuros que los suyos perdiese la vida.


Pasaron un par de meses, hasta llegar al año de vida de Deidara, en el cumpleaños del pequeño le confesaron que iba a tener un hermano. Minato, al ver que su hijo no había heredado su poder, le exigió otro hijo a su mujer. Kushina no quería otro bebé, tenía miedo de que, esta vez, tuviera de nuevo complicaciones y no sobreviviese su pequeño. Esa noche ambos discutieron, gritaron, se enfadaron... sus corazones se llenaron de ira y rencor. El egoísmo reinó esa noche. Su marido resultó vencedor, la forzó en la cama dónde tantas veces le había hecho el amor... Se perdió en antiguos recuerdos llenándolos de odio.


Ino nació sin complicaciones, una pequeña y rechonchita bola de pelo etéreo más claro que el de su marido y ojos zafiro, como los de la madre de Minato. Dei no la aceptó en un principio, pero más tarde se volvió su Nenuco, ambos eran inseparables. Hasta que Ino descubrió sus poderes, Deidara se sintió desplazado ya que llamaron mucho la atención. Era uno entre unos miles los que recibían ese don, la capacidad para manipular a su antojo la mente de los Halo. Ino fue enviada a un internado, por decisión de Minato, para que la instruyesen. Para aprender a hacer un buen uso de su extraño don.


Deidara cayó en depresión durante ese tiempo y, por mucho que lo intentaba, no conseguía que levantase cabeza. Cada noche lloraba rezando a quién fuese que le respondiese que volviera a llenar de vida los ojos de su pequeño primogénito.


Nunca hubo respuesta.


Pero si podían ir a peor las cosas, Minato seguía insatisfecho, deseaba un hijo con sus poderes, le daba igual que Deidara tuviese un magnífico control de sus explosiones o que Ino fuese una entre un millón. Él quería a su hijo del rayo.


Y lo tuvo.


Menma volvió a dar complicaciones, el cuerpo de Kushina también estaba débil por la mala alimentación y las constantes discusiones en casa. Nació sin respirar. Casi se le para el corazón con el de su hijo pero consiguieron reanimarle a tiempo. Lloró e imploró al cielo que, por favor, le diesen el maldito don de Minato a este bebé.


Estaba harta de su marido, que nunca veía en casa. Ino, con cuatro años, estaba en un internado fuera y Deidara seguía sin hablarles a sus padres. NO podía más con la situación. Cuando Menma tenía dos años, se enfadó con su hermano Deidara, que seguía resentido con el mundo, acusaba al tercer hijo de ser un burdo sustituto de Ino. No le aceptaba. Los llantos del bebé de pelo oscuro y ojos azules como los de Minato provocaron una tormenta de rayos que hizo saltar de alegría a su padre. 


Por primera vez en años, su marido estaba en casa.


A los tres años de Menma, una noche oscura y sumida en el silencio, fue a buscar a su marido a su despacho. Descubriendo que no estaba solo. Había oído unos ruidos extraños, pero demasiado conocidos.


En cuanto abrió la puerta, una explosión de pura ira contenida destrozó el despacho de Minato casi arrebatándole la vida. No quedó rastro del amante de su marido, tan solo el polvo de sus huesos. Llamó a una ambulancia enseguida, declarando que les habían entrado a robar y estaban atacando a su marido. Mintió al decir que, cuando vio a su marido en peligro, se asustó y en un vano intento de protegerle, sus poderes explotaron, literalmente. Casi arrebatándole la vida.


Durante el tiempo en el que Minato estuvo en el hospital ella encontró a un amante, era mayor a ella, pero la trataba como si fuera el tesoro más preciado del mundo. Kushina se dejó seducir y terminó quedándose preñada de su último hijo, fruto de una pasión furtiva y pasajera. En cuanto su amante se enteró, desentendió el asunto alegando que ya estaba casado y tenía un hijo de la misma edad de Ino.


Ella guardó rencor a la criatura. Era la causa de que su felicidad hubiese salido huyendo sin dejar rastro alguno. Desapareció en el aire.


Eso la hundió, toda posibilidad de un futuro al lado de ese hombre que la sacaba de su infierno se vio opacada.


Tuvo a Naruto el mismo día que Menma cumplía años, el parto fue el más difícil que tuvo hasta el momento, esta vez no fue la criatura la que no tenía oportunidades de sobrevivir sino que fue ella la que casi perdió la vida. Su hijo fue dado de alta antes que ella. Eso le hizo hervir la sangre. Los ojos azules del pequeño eran más claros que los de Menma, parecían poder ver el alma de su madre... Kushina rechazó a su cuarto hijo, no le quiso ver, no le quiso dar el pecho. No quería a su hijo de pelo rubio casi blanco, piel acanelada y esos malditos ojos...


Una noche de locura, Naruto ya había cumplido cuatro años de vida y no podía dormir... esa noche dejó que todo el amargor recayese sobre el niño. Su cuarto hijo le dijo que Dei le había dicho que había monstruos debajo de su cama y se le iban a comer mientras dormía. Kushina enfureció, todo era culpa de Naruto por haber hablado con Deidara.


Esa noche, fue la primera vez que le ponía la mano encima a su hijo. Le golpeó hasta cansarse. Aún le atormentaban los gritos del pequeño, aún le atormentaban las atroces cicatrices que le dibujó al infante en la cara... si, con un cuchillo de la cocina le dibujó tres bigotes a cada lado de sus mejillas, para que siempre que se mirase en el espejo recordase quién era el monstruo, para que supiese que la única abominación entre esas cuatro paredes era rubia, tenía ojos azules y se llamaba Naruto. Por qué todo era su culpa.


Minato nunca se fijó en Naruto, ignoraba su existencia. Era un hijo ilegítimo, era un niño Daemon. El único en la familia, una maldición y mancha en su orgullo. 


Kushina había esperado que le pidiese el divorcio al enterarse que estaba embarazada pero él no dijo nada y, en la rueda de prensa, dijo que el hijo era suyo que él y su mujer habían celebrado descuidadamente su alta del hospital. Pero cuando pusieron un pie en casa... Minato se transformó en un robot que ignoraba toda presencia en esa casa. Como si su familia fuese un objeto de adorno más dentro de esa gran mansión.


- ¡MAMA! – Naruto estaba desesperado, tenían que ir a buscar a Deidara. - ¡POR FAVOR! 


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