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Len veía con ternura a su pareja.
Piko estaba sentado en la habitación que compartían. Se encontraba haciendo unos ejercicios matemáticos que le habían pedido en una de sus clases.
Quizás era extraño, pero él se entretenía haciendo eso, se sentía poderoso cuando lograba resolver un ejercicio.
Aunque después se le hacía sencillo y se aburría.
Len lo miró por unos segundos más antes de crear una sonrisa malvada en su rostro.
—Oye, Piko —le llamó—. No te quiero espantar, pero hay una cucaracha cerca de donde estás.
En ese instante el de cabello blanco saltó, como si un gato fuese, a la cama.
—¡¿Dónde?! ¡¿Dónde?! ¡¿Dónde?! ¡Mátala! ¡Mátala! —Gritó desesperado viendo hacia dónde estaba— ¡¿De qué te ríes?! —preguntó ante la carcajada de Len.
—¡En verdad que es muy divertido ver tu reacción! —Respondió el otro, en ese instante se dio cuenta de lo que había pasado y frunció el ceño.
—Eres un idiota —le dijo antes de tirarle una almohada.
—Es que en serio es divertido —afirmó mientras le regresaba la almohada. Su pareja le miró cómo si estuviese ofendido.
—Con qué en esas estamos —dijo antes de volver a tirarle la almohada, tomó la otra que estaba en la cama—. Éntrale, pues.
Y así es como empezaron pelear con almohadas de armas.
—¡Peleas como niña! —dijo Piko.
—¡Lo dice el que parece niña!
—¡Oye! —reclamó el Utatane antes de empezar a dar un combo de almohadazos— ¡Majadero!
Entre risas, el Kagamine quedó desarmado, esto fue aprovechado por el contrario para tumbarlo y ponerle la almohada en la cara.
—¡Gané! —canturreó antes de quitar el blando objeto y echarse el pelo para atrás— Suerte para la próxima, querido.
Se levantó, aunque antes recibió un beso en la mejilla por parte de su pareja.
—La tendré, precioso.
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