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—Hola, ¿cómo estás? —preguntó un joven de cabellos blancos entrando a un pequeño camerino.
—Estoy muy nervioso —admitió el dueño del espacio, quien se encontraba sentado frente al espejo—. No sé si podré hacerlo bien, ¿y si no les agrada? No sé qué hacer, Piko —su compañero rio.
—Creo que estas exagerado un poco, Len.
—No lo hago...
—Sí lo haces —le picó la mejilla al contrario con su dedo índice—. No eres el primero ni el único que hará un espectáculo travestido en un cabaret.
—Sí, bueno... —pensó un poco—. Aun así, siento nervios.
—Lo harás bien —le abrazó por los hombros—. Yo estaré allí, apoyándote.
—Eso solo me pone más nervioso. Además de golpear mi ego.
—¿Y eso por qué?
—Porque yo soy el activo de la relación, por supuesto —Piko soltó una carcajada.
—En la cama solamente, en lo demás eres pasiva —Len le miró molesto a través del espejo.
—Eso no es cierto. Yo soy el activo siempre.
—Claro, lo que digas, campeón —dijo el Utatane antes de depositar un beso en la mejilla del contrario—. Ven, te ayudo a cambiarte.
Len miró a Piko separarse e ir por el vestido que usaría esa noche, pero antes de que lo tomara, le agarró la muñeca y lo jaló hacia sí para poderle dar un pequeño beso en los labios.
—Gracias por siempre estar conmigo y apoyarme en todo lo que hago —agradeció, Piko sonrió.
—No es nada —respondió junto con otro pequeño beso.
— Je t'aime, mon lapin. —Ambos sonrieron con complicidad.
— Je t'aime aussi, ma chérie.
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